Nota Previa: Al igual que el capítulo de Dohko, el de Shion también está ubicado en el universo de Lost Canvas. Me parece que lo único que debo de señalar es que Shion fue aprendiz de Hakurei de Altar, hermano gemelo del Patriarca. Su entrenamiento ocurrió en Jamir y ya desde entonces existía la torre de Mü... sólo que antes sí tenía puertas. XD
Capítulo 14: Shion
Abhaya regresaba del funeral de un joven matrimonio de Jamir. Estaba exhausto por haber trabajado tantas horas en la preparación de la ceremonia y apenas y podía seguirle el paso a Hakurei de Altar. A pesar de su avanzada edad, el hombre caminaba con rapidez y sólo miraba hacia atrás ocasionalmente para asegurarse de que Abhaya aún le siguiera.
Abhaya se preguntaba de dónde el maestro obtenía tanta fortaleza. De todos los habitantes de la pequeña aldea, parecía que sólo él podía mantener una sonrisa. El resto se mantenía silencioso y temeroso desde hacía meses, cuando la pequeña ciudad comenzó a ser asolada por una epidemia. Las personas que acababan de despedir eran las víctimas más recientes. Su salud se mantuvo con altibajos por semanas y por un tiempo confiaron en que sobrevivirían. Desafortunadamente, el helado viento invernal impidió que se repusieran y el mal terminó por extenderse. Aun con los atentos cuidados de los curanderos, la mujer falleció y su esposo le siguió tres días después. Debido al temor de propagar la enfermedad, se decidió sepultar sus cuerpos en lugar de otorgarles un entierro en el cielo.
—Apenas puedo creer que esto esté pasando —murmuró Abhaya una vez que llegaron al centro de la aldea—. Crecí con ellos; éramos como hermanos. No puedo creer que no volveremos a verlos.
—Hicimos todo lo que estaba en nuestras manos —aseguró el maestro—. Sufrieron por mucho tiempo y al menos ahora han encontrado descanso.
Abhaya frunció el ceño ante las frías palabras de Hakurei. Sabía que el anciano había vivido por más de dos siglos y que a lo largo de ese tiempo había perdido a muchos de sus amigos. Quizá por eso veía la muerte como algo tan natural y sencillo; quizá por eso sus palabras de aliento tenían el efecto contrario. Después de todo, ¿qué podía saber alguien tan joven como Abhaya sobre la muerte? Su perspectiva era completamente diferente a la del hombre que alguna vez peleó contra los dioses.
—Sólo ellos faltaban por recuperarse o fallecer —comentó el anciano casi para sí—. Confío en que ya haya pasado lo peor de la epidemia.
—Hemos perdido a muchos, maestro. Nos tomará muchas generaciones poder repoblar la aldea.
Hakurei asintió.
—Han sido tiempos difíciles, Abhaya. Sin embargo, nuestro pueblo ha pasado por cosas peores —sonrió socarronamente—. Los dioses no podrán deshacerse de nosotros con tanta facilidad.
—Si usted lo dice, maestro.
—Ahora dime cómo se encuentra Shion.
El joven bajó el rostro temiendo los motivos por los que el anciano emitiera esa pregunta. El niño se había mudado con Abhaya y su familia desde el primer día en el que reconocieron los síntomas de la enfermedad de sus padres. Desde entonces no había podido verlos; ni siquiera para despedirse.
—Como se encontraría cualquier otro niño de su edad si acabara de perder a sus padres —respondió—. No come, apenas duerme; le tomará tiempo sobreponerse.
Hakurei asintió sin dejar de sonreír.
—Acompáñame. Deseo verlo.
Los hombres siguieron caminando hasta que llegaron a la casa de Abhaya, frente a la cual el pequeño Shion descansaba hecho un ovillo. El niño ocultaba su rostro entre sus brazos cruzados y, a pesar de que la hija de Abhaya intentaba llamar su atención, prefería fingir que no escuchaba nada que no fuese su propia respiración.
La niña repetía insistentemente el nombre de Shion mientras le jalaba del brazo y daba pataditas en el suelo. Abhaya estuvo a punto de reprenderla, pero su esposa se le adelantó saliendo de la casa con su hijo en brazos.
—Yuzuriha… —dijo la mujer—, te he dicho que dejes en paz a Shion.
La niña frunció el ceño e intentó ignorar a su madre. Sin embargo, sus planes cambiaron cuando escuchó su nombre con un tono mucho más severo que el anterior. Le dio una última mirada al niño y regresó al interior de la casa.
La mujer debió haberse sentido observada sólo hasta ese momento, puesto que no tardó en alzar el rostro para encontrarse con Abhaya y el maestro Hakurei. Le dirigió a este último una reverencia y, después de lanzarle una confundida mirada a su esposo, regresó a la casa.
Hakurei se acercó al niño, se hincó ante él y llamó su atención con una rápida caricia en la cabeza.
—Buenos días, Shion —al reconocer la voz del maestro, Shion alzó el rostro y comenzó a limpiar las lágrimas que corrían por sus enrojecidos ojos—. Lamento mucho lo que pasó con tus padres.
El niño arrugó la nariz en un vano intento de aparentar fortaleza.
—Estarás bien —siguió—. Eres un niño muy valiente; tienes la fuerza suficiente para sobreponerte y, cuando sientas que te hace falta, recuerda que no estás solo. Nosotros siempre estaremos aquí para apoyarte.
El niño hipeó un par de veces y limpió las nuevas lágrimas que se acumulaban en sus pestañas. Hakurei posó su mano en su hombro, le deseó nuevamente sus condolencias y se puso de pie para caminar en sentido opuesto a la casa. Abhaya decidió seguirle con la idea de escoltarlo hasta su torre.
—¿Abhaya? Me gustaría comenzar el entrenamiento de Shion en una semana.
El hombre agitó rápidamente la cabeza. Aunque sospechaba que Hakurei haría aquella petición, nunca creyó que el plazo para realizarla fuese tan corto.
—¿Una semana? Por favor, maestro. Sus padres…
—Sus padres estuvieron de acuerdo con que Shion se convirtiera en mi aprendiz. Esto fue decidido desde hace meses, incluso antes de que enfermaran, y su muerte no es un motivo válido para aplazar aquello que es necesario.
—Pero es tan joven... —insistió Abhaya—. Si pudiera esperar unos meses más. ¡Ni siquiera ha cumplido los cinco años!
—Tú mismo lo dijiste: nuestra población ha sido severamente mermada. Quedamos muy pocos y necesito a alguien que pueda aprender el arte de la reparación de Armaduras lo antes posible. Shion es la mejor opción que tenemos.
—Una semana es demasiado pronto. ¡No puede esperar que un niño se reponga de tanto dolor en tan poco tiempo!
—No espero que se reponga en una semana; sólo espero que se tranquilice lo suficiente como para poder empezar su instrucción.
—¡Maestro!
—Los jóvenes siempre son impetuosos y testarudos —Hakurei detuvo sus pasos y miró atentamente al joven—. Desafortunadamente para ustedes, nosotros los viejos somos aún peores. Te preocupas demasiado, Abhaya. Subestimas la fortaleza de Shion; no tienes ni idea de lo que es capaz de hacer —continuó sus pasos—. Una semana. No me hagas mandar a alguien por él.
Abhaya permaneció en su lugar por varios segundos. Sabía que poco podía hacer en contra de los designios del maestro y, aunque le pesara, decidió obedecerle. A final de cuentas el hombre contaba con más de dos siglos de experiencia y había sido el maestro de muchos jóvenes prometedores.
Si el anciano estaba seguro de que aquello era lo mejor para todos, seguramente tenía la razón.
~~~~~~~~~~~oOo~~~~~~~~~~~
Hakurei se sintió sumamente aliviado cuando divisó a Abhaya y a Shion caminar por el angosto puente que llevaba hacia su torre. Había dudado en que la familia cediera al niño con facilidad y el anciano no podía culparles por ello. La pareja se preocupaba por el pequeño y comenzar un peligroso entrenamiento justo después de la muerte de sus padres distaba de ser el mejor modo para superarlo. Sin embargo, Hakurei temía que Shion se acostumbrase demasiado a la vida con su familia adoptiva y que decidiera abandonar el camino que las estrellas trazaban para él. Decidió separarlos lo antes posible con el fin de evitar que la voluntad del niño flaqueara.
Recibió a ambos en el vestíbulo del edificio y miró en silencio mientras Abhaya le daba a Shion una larga lista de recomendaciones. El niño se limitaba a asentir de cuando en cuando, aparentemente aburrido por escuchar los consejos que probablemente ya se sabía de memoria. Una vez que Abhaya se quedó sin más que decir, abrazó fuertemente a Shion, se inclinó ceremoniosamente ante Hakurei y salió de la torre con largos y rápidos pasos.
Hakurei se mantuvo en su sitio hasta que el hombre se perdió entre la niebla que cubría al puente.
—¿Cómo te encuentras, Shion? —preguntó una vez que estuvo frente a él.
—Bien, maestro.
El anciano sonrió ante el vano intento del niño de aparentar tranquilidad. Podía ver cómo las puntas de sus dedos temblaban debajo de la larga túnica que lo cubría, sus ojos estaban enrojecidos por el llanto y su mandíbula estaba tan tensa que apenas y podía entender lo que decía. Sin embargo, su postura era impecable y sus ojos se mantenían con firmeza sobre los de Hakurei. Su valentía era inusual para un niño de cuatro años.
—¿Comprendes por qué se te ha traído a este lugar?
—Para convertirme en su aprendiz, señor —recitó—. Para convertirme en un Santo de Atena y para aprender el arte de reparar Armaduras.
Hakurei asintió al comprender qué motivaba a Shion a actuar de un modo tan orgulloso. Seguramente sentía como una obligación el respetar el deseo de sus padres de convertirse en uno de los guerreros de la Diosa.
—Así es; al menos esa es la idea. Este camino es largo y difícil. No todos toleran los entrenamientos e incluso hay algunos que mueren en el intento. ¿Estás consciente de eso?
Shion no pareció comprender las palabras de Hakurei, pero se mantuvo tan impasible como si lo hubiera hecho.
—Seré un Santo de Atena —repitió sin dudar.
El anciano asintió nuevamente y le instó a que le siguiera.
—Vivirás en este lugar de ahora en adelante. Entrenarás bajo mi mando, tanto física como mentalmente y, si demuestras que lo mereces, quizá algún día tomarás mi lugar como el restaurador de Mantos —miró al niño de reojo—; sólo si lo mereces.
El niño asintió y le siguió en silencio mientras el anciano le mostraba las habitaciones de la torre. Las alcobas, la cocina, la armería e incluso la pequeña biblioteca; en ninguna habitación Shion prestó gran atención. Sus ojos se mantenían en el suelo y Hakurei sonrió al saber que un día de esos se perdería entre los varios pisos del edificio.
Después de algunos minutos llegaron al último piso, aquel en el que se encontraba el taller donde Hakurei reparaba las Armaduras. Permitió que el niño entrara antes que él y sonrió para sí al escuchar una expresión de asombro en cuanto descubrió las tres Armaduras que se hallaban en el centro de la habitación.
—Éstas están por ser terminadas —explicó—. En dos días llegará un mensajero del Santuario para llevarlas de regreso a casa.
Shion le miró de forma inquisitiva y Hakurei, adivinando sus intenciones, asintió, invitándole con un gesto de la mano derecha a que se acercara a las Armaduras. El niño no tardó en aceptar la invitación y dio varios pasos hacia ellas, rodeándolas e inclinándose como si le susurraran algún secreto.
En un punto aquel acercamiento fue insuficiente para Shion, por lo que extendió su mano y rozó ligeramente la superficie de una de las Armaduras. El niño respingó, frunció el ceño y colocó nuevamente su mano sobre el Manto. Mantuvo esta posición por varios minutos, de momentos sonriendo y de momentos apretando los labios. Siguió así hasta que repentinamente emitió un agudo grito de sorpresa y retiró su mano con violencia. Dio dos pasos hacia atrás y se dejó caer al suelo.
Hakurei no se preocupó demasiado por su reacción. A su corta edad Shion ya poseía un cosmo sobresaliente y se imaginaba que tendría la capacidad de comprender el lenguaje de las Armaduras. Sin embargo, nunca se esperó lo que siguió.
Shion comenzó a reír fuertemente, lanzando su cabeza hacia atrás y colocando sus manos sobre su abdomen. La risa era estridente y extraña, aguda en momentos y ronca en otros. De sus ojos no tardaron en brotar gruesas lágrimas y Hakurei no pudo discernir si se trataban de lágrimas de alegría o de tristeza hasta que pasaron los minutos y la carcajada de Shion se convirtió en cortos y lastimeros sollozos.
Tuvieron que pasar varios minutos antes de que Hakurei se atreviera a decir algo.
—¿Te encuentras bien, Shion? —preguntó mientras se hincaba ante él.
—La Armadura está triste —explicó—. Extraña a su dueño.
—Sí; por eso mismo tenemos que repararlas: para que puedan seguir viviendo y encontrarse con un nuevo portador.
—Ha visto tanto —continuó el niño—, ha vivido tanto y llorado tanto.
—Hace muchos siglos que…
—Mis padres —interrumpió—, mi dolor no es nada. No es nada como lo que ellas sienten.
—Shion…
—No es nada.
El niño rio de nueva cuenta y se recostó en el suelo de la habitación. Lucía exhausto y Hakurei decidió dejarle descansar por un tiempo. A él tampoco le vendría mal una siesta; tan impresionado estaba con la habilidad de Shion. Nunca esperó que su conexión con las Armaduras fuese tan intensa como para vislumbrar tanto con tan poco.
A pesar de que temía que en algún punto su habilidad fuese contraproducente, Hakurei se sintió agradecido. Parecía ser que al fin había encontrado a un sucesor.
~~~~~~~~~~~oOo~~~~~~~~~~~
Dohko de Libra regresaba de una de sus primeras misiones como Santo de Atena. Hacía un par de días llegó un mensajero al Santuario con reportes de ataques en varias aldeas del norte de Europa. Temiendo que se tratara del ejército de Hades, el Patriarca decidió enviar a un Santo Dorado. El joven había estado sumamente emocionado por haber recibido tan importante misión; sin embargo, los responsables de tantos destrozos resultaron ser unos bandidos de poca monta. Suponía que sus víctimas no los habían considerado tan inofensivos, pero, comparándolos con los Espectros, a Dohko le fue imposible no verlos como un montón de moscas molestas.
Se dirigía al Templo de Atena para rendirle su reporte al Patriarca, pero apenas puso un pie en el primer escalón de la Casa de Aries, un agresivo cosmo le advirtió que se detuviera. No pasaron muchos segundos antes de que un joven de su edad emergiera de la penumbra portando orgullosamente una Armadura Dorada.
—¿Acaso no sabes que es de mala educación adentrarse a un Templo ajeno sin anunciarte primero?
Dohko sonrió ante las severas palabras de su nuevo compañero y sonrió aún más cuando éste frunció el ceño al darse cuenta de que su técnica de intimidación poco había funcionado.
—Lo lamento. No sabía que el guardián de este Templo ya estaba entre nosotros. Mi nombre es…
—Dohko —interrumpió—, Dohko de Libra.
El aludido asintió varias veces.
—Y tú eres Shion de Aries. ¡Manigoldo de Cáncer me ha hablado mucho de ti!
Sólo por unos instantes Dohko identificó un rastro de temor en sus ojos.
—¿Manigoldo? —preguntó con preocupación mal disimulada.
—¡Sí! ¡Pero no te preocupes! Dijo que eras testarudo, arrebatado y revoltoso. ¡Puras cosas buenas!
Shion bajó el rostro, frunció el ceño y apretó los labios; en sólo segundos había pasado de un pretensioso Santo de Oro a un jovenzuelo avergonzado.
—Manigoldo siempre ha sobresalido por su sinceridad. Quizá deba pedirle referencias tuyas.
—Podrías; aunque yo te recomendaría que me conocieras por cuenta propia. Soy lo que se llama un gusto adquirido.
Shion arqueó la ceja y Dohko supo entrever una fina sonrisa en sus labios.
—Te he retenido por tiempo suficiente. Sigue tu camino hacia el Templo de Atena; sólo no olvides que este Templo ya cuenta con un guardián.
Dohko le agradeció y siguió su camino escaleras arriba. Sólo hasta que estuvo a punto de adentrarse al Templo de Aries se le ocurrió mirar de nueva cuenta hacia atrás.
—Acabas de llegar a Atenas, ¿no es así? ¿Ya conoces todo el Santuario? —Shion le respondió con un gesto interrogante—. ¿Qué opinas de que te dé un tour después de que vaya a ver al Patriarca? Este lugar es más grande de lo que parece y podrías perderte.
—No sé si sea buena idea.
—¡Vamos! ¡Si prometes no decírselo a nadie hasta puedo mostrarte las termas de las Koree!
—¡¿Disculpa?!
Ante la incrédula mirada de Shion, Dohko rio fortísimamente.
—¡Es broma, es broma! Puedes decírselo a quien quieras.
—Yo…
—¡Entonces regreso por ti en una hora!
—No sé si…
—¡Nos vemos, Shion! ¡Me dio gusto conocerte!
Dohko no quiso darle oportunidad para rechazar su invitación y corrió hacia el interior del Templo. Hasta entonces, él era el Santo Dorado más joven de todos y le hacía feliz encontrar un compañero que fuese de su misma generación. Sería interesante convivir con alguien de su edad y confiaba en que pudiesen hacerse buenos amigos.
El tiempo le cedería aquello y más. Tanto así que, si en aquel entonces hubiesen sabido lo que les deparaba el futuro, jamás se lo habrían creído.
Comentario de la Autora: A ver, a ver. Primero sobre el capie. La mera verdad que Shion me parece un personaje sumamente aburrido. Me gustó mucho su pelea contra Lune de Balrog, y su gaiden me parece uno de los mejores, pero... vaya... simplemente Shion no me pone. Como sabía que esto sería difícil, originalmente pensé en manejar a Lune para este episodio. Sin embargo, conforme lo fui planeando me di cuenta de que resultaría ser un simple POV de Lune de lo que acontece en LC y no quería eso. Es por eso que decidí irme a este lado: con su relación con Hakurei y con las Armaduras, haciendo de algún modo una relación y un contraste con el primer capítulo de esta historia, el de Mü.
El pueblo de Lemuria me intriga... claramente no son muchos y me imaginé que algo tan sencillo como una epidemia de influenza podría matarlos a todos jaja! El pasado apestaba. En algunas regiones del Tibet todavía se realizan los funerales en las nubes, entierros en el cielo o como quieran traducirlo. Cuando alguien muere, preparan su cuerpo y lo dejan en alguna zona alta para que se lo coman los buitres, que son considerados como ángeles. No se hace con todos los cuerpos y una de las excepciones es cuando la persona falleció por una enfermedad infecciosa.
En LC manejan a un Shion prodigio que puede no sólo ver la historia de las Armaduras, sino que también puede sentirla. Creo que eso debió haber sido muy impactante la primera vez y quizá por eso es que nuestro joven Patriarca quedó medio traumado.
Por supuesto, también tuve que incluir a Dohko en este capítulo. Con todo eso de que creo que Shion es úber aburrido y Dohko úber divertido, me figuro que al principio hubo algo de wtf por parte de Shion. Pero ciertamente Dohko es un gusto adquirido (y necio) y acabó haciéndose su mejor amigo.
Y bien, con esto llegamos al final de esta eh... ¿saga? XD No estoy segura de cómo denominarla. Este fic requirió mucho de mi tiempo, tanto de research como de revisión y estoy muy orgullosa de él. Además, jamás pensé que llegaría a tener tantas lecturas/reviews (¡LLEGAMOS A LOS 100!). Estoy muy agradecida con todos los que han leído esta historia. Es gracias a sus reviews y hits que me decidí a esforzarme tanto para hacer algo que valiera la pena. Sí, no fue algo muy original, pero lo hice con todo mi amor a la serie y como algo que le debía a todos estos hermosos personajes. Muchas gracias por haberme acompañado hasta el fin. Espero haber cumplido las medianas expectativas y que lo hayan disfrutado.
Con respecto a mis planes futuros, me gustaría subir un par de fics nuevos en Logos en lo que resta del año, y seguiré con mi otro proyecto de Progress in Polymer Science. Sin embargo, para el 2017 comenzaré a trabajar en mi primer novela original, así que no estoy muy segura de que pueda trabajar en otro proyecto grande de SS en un rato (aunque ya estoy planeando una segunda parte de PiPS XD). Fics como éste consumen mucho de mi tiempo y es un lujo que no creo que podré tener.
Aún así, les aseguro que seguirán sabiendo de mí. Creo que me moriré escribiendo fics... preferentemente dentro de unos 50 años. ._.
¡GRACIAS DE NUEVO A TODOS! ¡LOS AMO! *sniff*