Capítulo 2: DE PRÍNCIPE A PLEBEYO
Hace mucho tiempo, en un lugar demasiado lejano para recordarlo, vivía una poderosa familia que gobernaba todo el océano. Ellos eran la real familia Morinaga, quienes generación tras generación se encargaban de hacer llegar su mandato a toda la extensión del basto azul. El mayor de ellos, el jefe por excelencia, había cumplido con su mandato como ningún otro antecesor; era realmente poderoso e indiscutiblemente sabio para los ojos del pueblo. Nadie contradecía sus decisiones y tampoco se titubeaba a la hora de hacer valer su ley pues sabían que implicaba la peor de las condenas; el exilio al mundo humano por el resto de la eternidad.
La familia era muy conservadora y acataba toda regla antes impuesta por otros reinados. Ese gobierno no había llegado para cambiar el estilo de vida de los ciudadanos sino para recordarles el verdadero origen de aquella vieja y quebrantada ciudad. Sobra decir que para el hijo menor, Tetsuhiro, eso no eran más que tonterías. Él era alguien curioso, alegre y vivaz, un extraño en ese mundo monótono y su personalidad constantemente lo metían en graves problemas que posteriormente su padre tenía que arreglar. Estaba cansado de esa « molestia », como alguna vez dijo, era Tetsuhiro. Para los suyos, y varios aldeanos, él era una desgracia para el linaje al que pertenecía; únicamente pronosticaba una inminente tragedia que debía ser erradicada.
Según la antigua tradición los hermanos, en este caso Kunihiro y Tetsuhiro, debían enfrentarse en un feroz duelo y sólo el vencedor sería digno de portar la corona del rey. Tetsuhiro siempre estuvo en contra de esa absurda tradición, para él era impensable lastimar de cualquier forma a su hermano mayor, lo respetaba y quería demasiado como para intentar algo en su contra. Sin embargo Kunihiro no pensaba de esa forma y en un inesperado momento la batalla daría inicio. El castaño había sido preparado con meses de entrenamiento por su padre, incluso le enseñó algo de magia, mientras el de ojos esmeraldas disfrutaba de la buena vida paseando por los alrededores del reino; para quienes eran cercanos a él conocían esa dulzura y lealtad que lo caracterizaba. A ese pequeño le gustaba ayudar a los demás y aprendió otras artes que en su hogar no le hubieran permitido y hubiera reprimido.
Al llegar el cumpleaños número 15 del joven Tetsuhiro su familia organizó una fiesta, tal y como siempre se acostumbraba, terminaba por aburrirlo dadas las formalidades que eso conllevaba. Lastimosamente aquel era un camuflaje para la verdadera batalla y su posible muerte. Todos los presentes, a excepción de los amigos del menor, sabían que su asistencia era para presenciar un duelo y con ello saciar su sed de sangre. Lo que sucedió aquella noche de gala fue terrible y tremendamente triste.
- ¿¡Qué es lo que sucede!? Cuestionó alterado Tetsuhiro. - ¿De qué se trata todo esto? No puedo comprenderlo padre. Sollozó.
- Tal y como has de suponer la hora ha llegado. Es momento de que te enfrentes a Kunihiro.
- ¿Por qué? ¿¡Por qué de todos los días debían escoger éste!? Reclamó perplejo.
- Creo que lo sabes, conoces perfectamente la historia, la tradición dice que el ritual debe realizarse cuando el menor cumpla 15 años de vida: "Al llegar el momento ¿trascenderá la sabiduría o será la fuerza quién vencerá?" Recitó parte de la leyenda. - Es tu destino, no puedes evadirlo. La ceremonia de hombría para elegir a mi sucesor debe concretarse.
- ¡No quiero, no lo haré! Tetsuhiro mantuvo su postura.
- Comiencen. Ordenó su alteza.
Los invitados se apartaron de inmediato formando un círculo y dejando a los hermanos en el centro. Dos dagas fueron lanzadas con la intención de que lucharan pero Tetsuhiro no estaba dispuesto a hacerlo. Intentó dialogar con su hermano para convencerlo pero fue en vano. Kunihiro tomó el arma como un experto y se acercó para atacar. El de ojos esmeraldas apenas pudo cerrar los ojos para evitar aquel rostro que lo hería más que la cortada que estaba a punto de recibir. Sintió como se introducía rasgando su carne y el líquido rojo fluyendo a través de él. Era un ardor inexplicable. El filo de la navaja no se detuvo ahí pero cuando lo hizo sintió como penetraba sus entrañas y se estancaba. Kunihiro clavó esa navaja muy cerca del corazón y dejó una larga herida que corría por gran parte de su pecho. El menor escupió sangre y con voz desgarradora llamó a su hermano; abrazó al castaño impregnándolo de su sangre.
- Termina con él Kunihiro. Ordenó su padre.
Observó con cuidado la navaja entre las manos de Tetsuhiro, estaba débil y agotado. Era cuestión de una simple acción para terminar con su miserable vida pero algo se interponía en su voluntad. Se había preparado tanto para ese justo momento y no comprendía porqué ahora se acobardaba.
- ¡No lo haga Kunihiro-sama! ¡Recuerde que es su hermano! Alguien en el público suplicó. Era una voz familiar, Masaki Junya, un viejo amigo de ambos hermanos. - ¡Se lo ruego! ¡Recapacite!
- ¡Silencio! El rey alzó molesto la voz.
Se giró de vuelta y vio a su hermano menor moribundo. Algo dentro de él lastimaba, le indicaba que sus acciones no eran las correctas aunque su cabeza le gritara lo contrario. Como último gesto le dio la espalda, no diría « lo siento », por respeto a los anteriores hermanos difuntos, el ritual era necesario, así lo creía Kunihiro y no podía arrepentirse de lo único que daba significado a su vida. Simplemente lo ignoró y Tetsuhiro captó la indirecta. Sonrió amarga y trabajosamente. Luego de despedirse movió su aleta a toda velocidad para escapar.
- ¡No te atrevas a regresar! ¡Estás muerto para nosotros! Escuchó otras barbaridades de su padre, entre ellas el hecho de que si un soldado lo encontraba tendría la orden de asesinarlo.
- Estoy perdido, lo he perdido todo.
Con incertidumbre nadaba sin saber su destino, no tenía idea a donde ir, nunca había ido más lejos del reino pero no era como si pudiera regresar. Sus ojos comenzaban a pesar y se esforzaba por seguir su aleteó. Cuando le fue imposible continuar descendió recostándose sobre un pedrusco. Con sus últimos parpadeos se percató de como el agua se pintaba de rojo y se diluía. Sus orbes se cerraron mientras el tarareaba una bella melodía, era la misma que siempre entonaba, una canción que evocaba una infancia feliz ¿Alguna vez tuvo algo como eso? ¿Por qué lo recordaba de esa manera? Más bien era una canción nostálgica, le recordaba a un lugar que todavía no conocía.
Al despertar le era imposible distinguir el día de la noche, en ese lugar siempre había una difusa luz que caía sobre aquel montón de piedras. Su herida ya no sangraba pero sí que dolía. Se movió con extremo cuidado y buscó plantas medicinales por los alrededores. Solía lastimarse así que conocía cuales podían ser de utilidad. Sobrepuso unas cuantas algas a su herida y regresó al mismo sitio para descansar. Se sentía débil pero agradecía el buen linaje del que descendía; eran fuertes y bastante resistentes así que no moriría. Siguió entonando el mismo canto por varias horas e incluso días. Nunca se lo contó a alguien pero había descubierto el poder curativo que se hallaba en su melodía, eso sólo la volvía más especial para Tetsuhiro, siempre era como un milagro.
Los días transcurrieron igual, ni siquiera tenía apetito por lo que dormía gran parte del día como su cuerpo se lo exigía. Repentinamente, una de las ocasiones en que se encontraba consciente, pudo notar diferentes colores en la superficie del mar. Era extraño, nunca había visto cosa igual. Su curiosidad tornaba su tarareo misterioso y era como un engaño a sus oídos que terminaba en una bella explosión para sus ojos. Esos colores brillantes eran un verdadero canto de sirena que lo seducía; « Ven, no te arrepentirás » escuchaba repetidas veces. Sin poder resistirse nadó con cautela a la superficie. Estaba prohibido que ellos flotaran sobre el mar, se creía que aquellos misterios debían mantener como lo que eran, misterios, pues eran demasiados peligrosos y amenazaba la seguridad del mundo que conocían.
- ¿Qué más da? Pensó. - No tengo nada que perder. Sólo podía resultar beneficiosa esa expedición.
Al salir a flote llenó sus pulmones de « oxígeno » como lo llamaban los no-acuáticos, en alguna parte creía haber escuchado que también se les conocía como humanos. Fue una sensación diferente, le era complicado decidir si le gustaba o no, sencillamente era incomparable. De pronto el oscuro cielo se ilumino con hermosos colores, eso era lo que había visto antes, era hermoso y le recordaba a los bellos paisajes adornados de flora cercanos al palacio.
- ¿Qué es? ¿Cómo se llamará eso? Es muy brillante… ¡Ah! ¡Está desapareciendo!
De un segundo a otro llegaban cientos de preguntas más y no terminaba de satisfacer su curiosidad. Había demasiado que no conocía y eso lo emocionaba. Un enorme « como se llame » se dirigía a él, era muy grande y en la parte superior de esa cosa que se movía sobre el mar podía ver una especie luz. El escuchar voces lo alentó a deslizarse sobre una ola y sostenerse de un borde. Pudo ver a otros como él, o al menos se parecían mucho. Esas criaturas no tenían aletas sino que se desplazaban con algo que parecían manos, eso alcanzaba a deducir, eran dos ¿así que también debían de ser manos?
- ¿Por qué tienen cuatro manos y brazos? ¿De qué les sirve las manos extras si las cubren de esa forma? Dijo al ver los zapatos - ¿Por qué usan eso sobre sus cuerpos? Preguntó refiriéndose a la ropa. - ¿No es incómodo? ¿No es molesto para moverse? Nadie respondía sus dudas y eso lo desilusionaba un poco.
Después de unos minutos observando, la fiesta se apagó y eso lo preocupó. Al centro apareció un apuesto hombre, era el más joven de todos pero Tetsuhiro suponía que era mayor que él. Poseía finos pero fríos ojos miel, sus cabellos revoloteaban por la brisa aunque pronto regresaban a su lugar al estar atados, la ropa se ajustaba a su figura y develaba un cuerpo esbelto. El corazón de Tetsuhiro experimento un nuevo sentir, latía con velocidad pero no parecía ser peligroso; al menos no en ese momento. Fue como una conexión, algo magnético que no le permitía fijar su vista en otra persona.
- Tatsumi-sama nos sentimos honrados de poder participar en el festejo de su cumpleaños 17. Dijo uno de los plebeyos.
- ¡Cállate que todo esto fue idea tuya! Contestó malhumorado.
- A usted le gusta los misterios que esconde el mar, pasa día y noche investigándolo por lo que me pareció una buena oportunidad para que lo conociera.
- Todos son unos idiotas. Concluyó.
La realidad era que a Souichi le fascinaba, no había hombre sobre la tierra que le apasionara tanto como a él descubrir los secretos que guardaban sus profundidades, sin embargo le resultaba embarazoso confesar que se mareaba con facilidad. Lo que tanto amaba también lo enfermaba, por ello prefería investigarlo en la seguridad de tierra firme. Para esa ocasión tomó al menos tres remedios diferentes contra las náuseas y todavía prevalecía la ansiedad de un desastre. Tenía un mal presentimiento y, como era costumbre, no se equivocaba.
De aquellas personas se podía percibir un corazón cálido, Tetsuhiro los veía sonreír, cantar con bastante alegría y llenarse con deliciosos y excéntricos platillos. Ellos celebraron hasta que la voluntad del viento cambio y las aguas comenzaron a ponerse turbias e inestables. Las velas se apagaron y de un momento a otro vio a las personas gritando y moverse con velocidad. Las escuchaba decir que debían regresar, « ¿A dónde? ¿De dónde provenían esas criaturas? » se preguntaba él. Deseaba acompañarlos y ver lo nunca antes visto por un ser marino pero era demasiado peligroso para arriesgarse. Vio el cielo iluminarse pero era diferente, las personas no se reían al ver ese destello de luz, por el contrario parecían muy asustadas. Y en efecto, esa luz no era un buen presagio, observó cómo ese destello era capaz de crear vida; de él nació un ser rojizo que danzaba y consumía todo a su paso. El olor del humo que producía quemaba el pecho de Tetsuhiro, lo ahogaba al grado que tuvo que volver a sumergirse.
- M-me pregunto si ellos estarán bien. Dijo mientras tosía. - Me pregunto si él también.
Volteó a la superficie y vio como una bola de fuego se disparaba en todas direcciones, presenció el naufragio del barco. De repente lo que quedaba del navío fue sumergido por la corriente de las profundidades y Tetsuhiro tuvo que moverse con agilidad para esquivarlo; le sacó un buen susto al tomarlo desprevenido. Agitado observaba como descendía hasta la parte más oscura para nunca más regresar.
- Estuvo cerca. Suspiró en alivio.
Pero su tranquilidad poco duro pues se vio envuelto en una lluvia de escombros, pedazos de madera chocaban con él por doquier, y seguían el mismo destino del que alguna vez fue un barco. Cerca de ahí, en un tablón considerablemente más grande, se hallaba el príncipe inconsciente. Souichi había saltado justo antes de la explosión, no abandonó el barco sino hasta que vio a todos en los botes salvavidas. Estando agotado y aturdido no pudo evitar ser arrastrado por la fuerza de la corriente que producía el navío. Tetsuhiro se percató de su presencia y nadó para auxiliarlo.
- ¿¡Estás bien!? ¿Qué te sucede? Preguntaba sin recibir respuesta.
Además del rasguño en su mejilla no logró identificar si estaba herido. Se preocupó al verlo palidecer; él no podía saberlo pero era lo mismo que ver a una flor marchitándose. Su cuerpo no se movía y sus ojos no se abrían, Tetsuhiro no tenía idea de cómo hacerlo reaccionar. Dedujo que esa criatura estaría mejor en la superficie, nunca los había visto nadando en el amplio azul así que posiblemente no podían hacerlo ¿Pero a dónde ir? Era la cuestión.
Sujetó fuertemente a Souichi y lo sacó a floté. La vista de Tetsuhiro no era la mejor en la oscuridad pero vio el horizonte iluminado de la misma forma que el barco, eran como pequeñas esferas que ardían cómo si gritaran « ¡Estoy aquí! ». Esa debía ser la dirección, y teniendo eso en mente nado tan rápido como su aleta se lo permitía. No podía sumergir al príncipe y sumado a su peso hizo más complicado el trayecto.
- ¿Es aquí? Pronunció al llegar agotado.
El sol comenzaba a mostrarse al llegar el alba y Tetsuhiro se percató de extrañas construcciones; adivinaba que ese sitio era habitado por seres como el príncipe. Recostó a Souichi sobre la superficie arenosa, era una textura inusual para él, y se angustió al ver que seguía sin reaccionar. « ¿Qué hacer? » se repetía mentalmente el de ojos esmeraldas. Lo único que vino a su mente fue entonar su melodía, si eso lo sanaba era posible que también al rubio. Retiró los cristales, o agua solidificada como la llamaba Tetsuhiro, para conocer por completo su rostro. Acarició el contorno de esa cara desconocida y se maravilló con lo suave de su piel. Sus cabellos mojados se pegaban a su frente y Tetsuhiro los retiraba con cuidado, lo percibía tan frágil que temía romperlo; su corazón jamás había latido tan emocionado como para escuchar el zumbido en sus oídos. Comenzó tarareando con cierta timidez y conforme fue alzando su voz también se acercó a su pecho, no conocía ese cuerpo pero deseaba escuchar el latir de su corazón, seguramente esas criaturas también poseían uno.
- Puedo oírlo, creo que estará bien. Era un débil sonido pero poco a poco ganaba fuerza.
Mientras tanto Souichi sentía el cuerpo pesado, estaba en un estado de semiinconsciencia donde todavía percibía el golpe de las olas y una fuerte energía que lo sumergía. Estaba desorientado hasta que su alma regresó a su cuerpo. Sus oídos captaban un singular sonido, era una maravillosa melodía, una canción llena de recuerdos.
- Yo la conozco, la he escuchado antes pero ¿dónde?
Antes de siquiera acercarse al laberinto que se formaba en su mente el poco aire en sus pulmones lo alertaron. Estaba ahogándose así que tosió efusivamente hasta que expulsó el agua intrusa. Un dolor recorrió todo su cuerpo y al abrir sus ojos los rayos de luz lo cegaron por escasos minutos. No era capaz de enfocar su alrededor pero percibía con claridad un par de orbes esmeralda que lo veían de vuelta con intensidad. Alguien estaba sobre él, muy cerca, pero en lugar de asustarse esa mirada lo atrapó. Distinguió unos mechones azulados y una piel tersa.
- ¿Quién eres? Preguntó más asombrado que enojado. Todavía estaba confundido.
Tetsuhiro se asustó, sabía que lo que hacía no era correcto, quebrantó demasiadas reglas en un par de horas y eso podía implicar un alto riesgo. No le preocupaba su familia, a ellos no los volvería a ver, le preocupaba su propia seguridad, no conocía a ese ser y tampoco sabía si podía confiar en él. Su intuición le decía que se dejara llevar pero su cabeza se resistía. Souichi se puso sus gafas al mismo tiempo que el tritón se zambullía en el agua salada.
- ¡Espera! ¡Necesito saber quién eres! Gritó al vacío. Era demasiado tarde para saber quien salvó su vida.
El príncipe estaba perplejo, únicamente quedó el rastro de espuma que también se desvaneció en segundos, ¿Quién era él? O más bien ¿Qué era eso que acababa de ver? Sus ojos no podían estar equivocados al ver que se introdujo en la cristalina agua, incluso creyó percatarse de una aleta, una delgada que terminaba en forma de abanico, pero eso era imposible pues se trataba de un viejo mito. Era irreal.
- Los tritones y las sirenas no existen. Se repitió un par de veces como si intentara convencerse. - La ciencia lo prueba, son sólo cuentos de marineros locos. No existen.
Aunque trató de sacar arduamente esa descabellada idea de su cabeza no podía conseguirlo, se atrapaba varias veces evocando esos ojos que lo hechizaron, llegó a pensar que caería enfermo por algún virus pero en esta ocasión estaba equivocado. Afortunadamente no era el único que se encontraba desesperado. Tetsuhiro tampoco dejaba de pensar en el príncipe. Curiosamente también pensó que caería enfermo, su corazón se aceleraba repentinamente y eso no era normal. Sentía el rostro caliente a pesar de estar en un sitio que consideraban como frío, sus manos tiritaban y su aleta se movía con emoción ¿Qué significaba todo eso? Y nuevamente sus pensamientos navegaban a la superficie recordando la imagen del rubio.
- Este nuevo sentimiento me angustia. Pensó con temor palpando su pecho y comprobando su agitado palpitar. - …pero creo que me gusta. Afirmó con un toque de curiosidad. - ¿Cómo se llamará? ¿Por qué siento una especie de atracción por la superficie? Mejor dicho, por él.
No quería seguir adivinando su destino, quería respuestas y sabía dónde podía conseguirlas. Conocía a la perfección los rumores del bajo mundo, sus padres le advirtieron que jamás debía acercase a ese sitio pero su curiosidad y hambre de conocimiento era más poderosa que su temor. Al igual que cuando vio el maravilloso espectáculo en el cielo nocturno, no tenía nada que perder.
Se decía que en el lugar más oscuro y alejado del reino habitaba un poderoso hechicero. Sus grandiosos poderes eran comparables a los del rey del mar por lo que se evitaba a toda costa un enfrentamiento directo entre las dos fuerzas; podía resultar devastador. En alguna parte había escuchado que ese poderoso ser devoró a uno de sus antecesores robándole sus dones mágicos y maximizándolos hasta que alcanzó la vida eterna, algo que ni su padre, ni ningún otro gobernante había conseguido; pero una vez más se trataban sólo de rumores.
- Debe ser un anciano muy sabio si ha vivido tanto. Pensó Tetsuhiro basándose en lo que decían los plebeyos.
Nadó un corto tramo, pues ya se encontraba a una considerable distancia de su antiguo hogar, y notó una gran cueva de la que percibía cierta luminosidad. Era el lugar que buscaba, pasó algo de saliva con nerviosismo y después se deslizó con cautela. El sitio era lúgubre y tétrico, no ayudaba mucho a la temible imagen que se formaba en su cabeza, era como introducirse a la boca del lobo. La luz comenzó a escasear hasta que repentinamente desapareció. Tuvo un mal presentimiento y se disponía a nadar como si no hubiera un mañana pero chocó con un muro donde antes se hallaba la salida. El brillo regresó y mostró al anfitrión. Se trataba de un pulpo, alguien joven contrario a lo que quería, sonreía con picardía y debía admitir que sabía cómo mantener una buena figura.
- ¿Qué hace un joven tritón entrando a mi hogar sin mi permiso? Se acercó y observó su herida. La palpó con malicia haciendo que el ardor regresara, analizó su mano vacía y prosiguió. - Y no es cualquier tritón, es uno de sangre real. No creo estar vestido para la ocasión. Río con sarcasmo en evidente burla.
- M-mi nombre es Morinaga Tetsuhiro. Se presentó reuniendo todo su valor pues la otra presencia lo intimidaba.
- ¿Qué pasa con mis modales? Creo que cuando permaneces solo por tanto tiempo terminas perdiendo un par de caracoles. Soy el hechicero Isogai, no creo que necesites saber mi nombre, pero debes conocerme ¿No es así? ¿Qué puedo hacer por ti Morinaga-kun? Conversaba mientras se recostaba en uno de los pedruscos con más musgo y hacía un gesto para que su invitado también se pusiera cómodo.
- En realidad vengo en busca de una respuesta, hace algunos días subí a la superficie...
- Wow, así que resultaste ser un chico malo, eso quiere decir que ya no vives en el reino ¿O me equivoco? Era demasiado listo e iba tres pasos por delante de Tetsuhiro. Debía tener cuidado con lo que decía.
- Probablemente. Más que dejarlo en duda sus respuestas daban justo en el blanco, era claro que no sabía mentir. - Ahí conocí a varios humanos, aunque la razón de mi visita es únicamente uno de ellos.
El hechicero no parecía prestarle atención y Tetsuhiro se irritaba por ello, aun así no podía hacer algo para impedirlo. Isogai se divertía jugando con una baraja simulada con un montón de piedras de irregular tamaño, sabía a la perfección que molestaba a sus invitados y era una grave falta de respeto, pero ¿Qué era la vida sino podías divertirte? ¿Qué era la diversión si no lograbas sacar de quicio a los demás? Le fascinaba de sobremanera ver a sus invitados enfurecidos.
- Él no tenía una aleta como nosotros, tampoco podía moverse bajo el agua, no sabía que existían criaturas como esas. Mostró inocencia. - Me preocupé al ver que no despertaba y lo llevé hasta un lugar donde terminaba el agua y el suelo hacía cosquillas.
- ¿La orilla? ¿Fuiste al pueblo humano? Por fin captó su atención.
- Supongo que sí. Respondió con duda. - Pero creo que ir a ese lugar me ha enfermado.
- ¿Por qué crees eso?
- Porque desde entonces no puedo dejar de pensar en ese humano, cada que su imagen viene a mi cabeza mi corazón se acelera como loco y mis mejillas se sienten calientes. Estoy demasiado ansioso, mis manos tiemblan, mi aleta no deja de revolotear y los deseos por regresar a verlo se apoderan de mí. No lo comprendo. Si no se trata de una enfermedad debe ser un poderoso hechizo. Relataba con desesperación.
- Mmm… así que, hechizado. Recalcó mientras maquinaba una idea beneficiosa para él. - Yo diría que se trata de algo completamente diferente pero debes descubrirlo por tu cuenta. Para eso necesitas viajar nuevamente a la superficie y adentrarte en el pueblo humano para buscar a esa persona. Puedo ayudarte, por ahora no tengo algo mejor que hacer, digamos que estoy aburrido. Isogai agradecía la estupidez de ese tritón, lo veía ambicioso levantando una ceja.
- ¿En serio? ¿Podrías? Tetsuhiro preguntó esperanzado.
Bingo, el pescado había mordido el anzuelo.
- Puedo hacerlo, lo haré, pero ¿Sabes que nada en esta vida es gratis, no es así? ¿Cómo vas a pagarme?
- ¿Pagar? Yo no poseo ninguna pieza oro.
- No es oro lo que pido, me basta con algo más simple. Isogai se acercó al antiguo príncipe para susurrarle. - Primero que nada necesitas saber… Comenzó su explicación, una muy detallada hay decir, y la cara de Tetsuhiro fue poniéndose más y más roja. Su boca se abría al escuchar cosas tan extrañas e inimaginables. - Todos los humanos tienen uno, así que… Poco faltaba para que el agua alrededor del tritón comenzara a hervir. - …una vez que lo consigas debes acercarte a la orilla y arrojarlo al mar.
- P-pero ¿¡Para que necesitas algo como eso!? Le recriminó avergonzado.
- Oye, no lo sé, yo no te pregunté porque te enamoraste precisamente de ese humano. ¿Aceptas o no el trato? Preguntó como si tuviera prisa.
- ¿Eso me pasa? ¿Estoy enamorado?
- E-está bien ¡Acepto!
Habiendo dicho eso el hechicero comenzó a preparar un brebaje especial, uno que le daría piernas al tritón. Tetsuhiro se emocionó aunque se preguntaba cómo cumpliría tal capricho, un mes, sólo eso le daría como tiempo límite. Isogai buscó en su anaquel los ingredientes restantes, los vaciaba uno a uno en una especie de caldero. Después se aproximó al de ojos esmeraldas y con una daga extrajo de su palma unas cuantas gotas de sangre que posteriormente agregó a la poción. El caldero burbujeaba y cuando creyó prudente le pidió a Tetsuhiro que abriera la boca; éste obedeció pensando que le daría a beber esa fórmula mágica pero se equivocó. Sintió una fuerza introducirse a su garganta y arrancar unos hilos, era sumamente doloroso pero cuando quiso gritar para apaciguar su lamento se percató de que habían robado su voz.
- ¿No te lo dije? Yo no trabajo gratis. Me quedaré con esto hasta que reciba mi pago, míralo como una garantía, así nadie pierde.
- ¡Miserable! ¡Regrésame mi voz! Movía sus labios sin producir sonido.
- Lo haré cuando reciba mi pago. Pero el hechicero podía adivinar fácilmente lo que quería decir. - Siempre cumplo mis promesas, no lo dudes.
Entonces Morinaga sintió que se movía con torpeza y de un momento a otro su aleta desapareció cambiándose por un par de piernas. No sabía cómo usarlas así que no podía nadar y sentía ahogarse, era una experiencia difícil de explicar para alguien que siempre había estado bajo el mar. Una de las burbujas del caldero se escapó y lo atrapó en un encierro, ahí podía respirarse aire y recuperó el color de su cara. Fue elevándose en dirección a la superficie, seguramente llegaría sano y salvo, peor antes de desaparecer escuchó las últimas palabras del hechicero.
- Después de eso todo dependerá del humano. Si recibes un beso de amor puro y sincero permanecerás con ese par de piernas para vivir junto a él, de lo contrario regresarás a este podrido sitio convertido en espuma.
« Convertido en espuma » siguió resonando esa frase en su cabeza, temía ante esas palabras. No tenía idea de la magnitud del problema en el que se había metido. Aquel rubio de bellos ojos miel era peor que cualquier dragón, era comparable con el demonio mismo, un verdadero tirano. Los aldeanos rezaban porqué el día en que Souichi subiera al trono jamás llegara; más de uno le rehuía por miedo a los rumores. Sería una historia triste de no ser porque a él le gustaba estar solo, era mejor que los plebeyos mantuvieran su margen.
Aquella mañana como era costumbre, Souichi se escabulló por uno de los pasillos del castillo para escapar de sus obligaciones como príncipe e ir a la orilla del mar. Le gustaba contemplar los primeros rayos del sol, respirar el aire fresco y el agradable sonido de las olas golpeando una tras otra; no había distracciones y era el lugar perfecto para leer. Siempre se le veía con un libro diferente y parecía que los devoraba sin querer detenerse jamás. Los temas que trataban eran variados pero últimamente estaba enamorado del inmenso azul, no había nada mejor que sentarse junto a su objeto de estudio y leer sobre él ¿Qué secretos le contaría hoy? Era la pregunta de todos los días. Sin embargo el destino tenía una nueva aventura preparada para él.
Muy cerca de donde se encontraba el príncipe una burbuja se reventaba al chocar contra el vacío y develaba la nueva figura de un joven. Tetsuhiro se arrastró un par de metros aferrándose a la orilla mientras tosía con bastante fuerza, tragó un poco de agua y se sentía extraño en ese cuerpo. Se recostó en la arena boca arriba mientras cubría sus ojos con su antebrazo, su pecho subía y bajaba notoriamente dejando a sus pulmones llenarse del nuevo elixir. Se descubrió la cara queriendo observar la luz que producía el cielo pero era demasiado intensa como para verla directamente. ¿Ese era al que llamaban sol? Le parecía hermoso, el cielo por la mañana o la noche era realmente increíble, era emocionante pensar en las otras maravillas que guardaba el nuevo mundo.
- ¿¡Qué es esto!? Sus labios se movían pero no había sonido.
- Cierto, ese maldito me arrebato la voz. Pensó con melancolía y preocupación. - Quiero que la regrese pero ahora esto me preocupa más ¿Es normal? El hechicero dijo que sí pero…
Tetsuhiro veía entre sus piernas y encontraba algo diferente, era una extensión de su cuerpo pero no conocía su nombre o para que funcionaba; o más bien no lo entendía, Isogai se lo había explicado pero no lucía igual al que describió.
- ¿No debería de estar duro? Bueno, dijo que eso hacía.
Lo picó un par de veces para comprobar que efectivamente fuera una parte de su cuerpo, o quizá porque le daba curiosidad saber si se movía, al menos por voluntad propia no era capaz de controlarlo con el pensamiento como sucedía con sus brazos.
- ¡Ah! ¡Eso se sintió extraño! Será mejor que lo dejé ahí, no lo necesitaré por ahora.
Ignoró por completo su miembro e intentó ponerse de pie. Su vista de dirigió a los dedos bajos, al parecer esos podían moverse como los de sus manos, flexionó sus piernas y trató de levantarse apoyando las manos en la arena. Por escasos segundos se mantuvo sobre las plantas de sus pies pero no tenía equilibrio, cayó. Se sobó la parte afectada y el ruido fue captado por el rubio. Souichi creyó que se trataba de algún niño que jugaba cerca. Enfureció al ser distraído en su lectura, cerró el libro y con el ceño fruncido se levantó dispuesto a patear al mocoso que madrugo para fastidiarle el día. Dio algunos pasos para rodear un montón de arena y grandes rocas antes de comenzar a gritar.
- ¡Oye tú…! Pero se detuvo en secó al ver a un hombre tendido sobre la arena, y claramente desnudo. - ¡Pervertido! ¿¡Cómo diablos te atreves a andar así!? ¡Hay niños que vienen a jugar por aquí de vez en cuando! Y como siempre sus pensamientos se contradecían. Hace un segundo maldecía a los mocosos pero ahora era su defensor personal.
Cuando Tetsuhiro se dio la vuelta y notó que se trataba del rubio sus ojos se iluminaron derramando felicidad en forma de agua; una tan cristalina como la que se hallaba en su hogar. Se lanzó sin pensarlo dos veces, sintió la conexión más fuerte que antes y le aterraba que el abrazo terminara.
- ¡Eres tú! ¡Me alegro que estés bien!
Pero ante los ojos de Souichi no era más que un loco que intentaba atacarlo. Lo separó de inmediato y pudo ver esos ojos esmeraldas, se quedó congelado sin poder gritar o defenderse, ¿Los había visto antes? Eran los mismos que observó al despertar luego del naufragio de su barco. El agitado golpeteo de su corazón le gritaba que había encontrado a esa persona pero su cabeza estaba demasiado confundida, no procesaba la información correctamente. Parpadeó un par de veces para salir de su letargo y después sus palmas captaron una textura diferente. Al apartarlo éstas quedaron sobre su pecho y notó la gran herida, se sorprendió, más porque a simple vista podía adivinar que era reciente; no tenía mucho que había cicatrizado.
- ¿Qué te ocurrió? ¿Alguien te atacó? Preguntó al ver a Tetsuhiro sonriente. Parecía ser de buen corazón e incapaz de dañar a otro.
- En realidad esto fue… ¡ah! Quería explicarle pero cubrió su boca al recordar que ningún sonido saldría.
- ¿Qué pasa? ¿No puedes hablar?
El desconocido asintió con pesar y el príncipe creyó haber preguntado algo que no debía. Con indecisión lo invitó a su palacio, le prestó su camisa para que se cubriera y lo guío por un camino que era poco transitado. Al llegar solían lloverle un sinfín de reclamos pero cuando vieron a su acompañante se olvidaron de la imprudencia y rebeldía del príncipe para ayudar al otro joven. Lo llevaron al cuarto de baño para que se aseara, donde tuvo muchos problemas pero se divirtió en la tina pensando que era una versión muy diminuta y simple del gran océano. El rubio le prestó ropas que le quedaban holgadas y llamó al sastre para que le confeccionara unas que le quedaran mejor y no tuviera problemas con la vestimenta. Con el calzado fue más difícil pues no estaba acostumbrado a él.
- ¡No debes de quitarte los zapatos! ¡Vas a resfriarte!
- ¿Qué es eso de "resfriarse"? No me gustan, son incómodos. Le dijo mientras movía sus manos para que entendiera al menos lo esencial.
Souichi trataba de tenerle paciencia, había algo muy singular en ese extraño que no lograba comprender pero llamaba inevitablemente su atención. Parecía de otras tierras y por lo visto debía ser alguien muy pobre que nunca recibió educación pues ignoraba incluso las cosas más básicas. La primera cena fue un verdadero reto cuando el sólo hecho de caminar parecía ser complicado para su invitado. Sin embargo reconocía un destello en sus ojos, podía notar la curiosidad y sed de conocimiento en ellos. Aunque era molesto también era agradable compartir sus días con alguien que estaba ansioso por aprender. No quería desaprovechar una oportunidad así en la vida, si el destino había puesto en su camino a un chico que estaba dispuesto a aprender no le cerraría las puertas. Tetsuhiro aprendía rápido y le emocionaba que el príncipe lo guiara en ese nuevo mundo.
Al pasar la primera semana el de ojos esmeraldas aprendió el comportamiento de los humanos y sus reglas sociales, no eran tan diferentes a las que estaba acostumbrado y en cierta forma sentía mucha más libertad en ese palacio que en su hogar. Notaba que Souichi no cargaba con un peso en especial sobre sus hombros, era el mayor pero se llevaba muy bien con sus hermanos y su padre; aunque las obligaciones les impedían verse los ratos en la mesa eran muy cálidos. Las discusiones que tenían llevaban impregnado un sentimiento que él no conocía, su familia no era como la del príncipe. Souichi lo notaba en su rosto, que su invitado hacía una cara rara cuando estaba conviviendo con su familia, no le resultaba difícil imaginarse que detrás de ese gesto se escondía una triste historia; procuraba hacerlo participe para borrar esas lágrimas invisibles, que al no caer, eran dolorosas.
- No me gusta que hagas esa cara. Dijo con un sonrojo mientras le daba la espalda al caminar por el pasillo. - Posiblemente te traiga amargos recuerdos, esa impresión me da, aunque no debes explicarlo. Sólo deja de hacerla, o de lo contrario no voy a seguir respondiendo tus preguntas. Amenazó apuntándolo con su dedo índice. Sería la primera y única advertencia.
- Lo siento. Agachó la cabeza al mover sus labios.
- No necesitas disculparte. Y entonces siguió con su paso.
Cerca de ambas habitaciones, la del rubio y su invitado, se encontraba una gran biblioteca. La mayoría de los libros que contenía ya habían sido leídos pero daban la impresión de ser nuevos, eran conservados y bien cuidados. Souichi quería adentrarlo a ese mundo de la lectura, no había mejor maestro que ese, pero dado que Tetsuhiro no sabía leer era imposible. El rubio narraba en voz alta para su acompañante; le enseñó en su segunda y tercera semana a leer y escribir, no fue sencillo pero era dedicado. El antiguo tritón era capaz de leer pero los caracteres eran muy diferentes a los que utilizaban los humanos. Se impresionó cuando vio ese objeto cuadrado que llamaba libro y contenía muchas letras; de donde venía únicamente se empleaba la escritura para los mandatos y leyes que el rey imponía. Los humanos lo usaban para transmitir pensamientos, sentimientos y conocimientos.
- "Los tiburones son los reyes del océano. Son criaturas peligrosas y…"
- Creí que el rey era papá. Pensó confundido pero divertido por lo que creían los humanos.
- "…se debe ser cuidadoso con ellos pues no tienen misericordia cuando de buscar alimento se trata…" Leía para Tetsuhiro hasta que lo interrumpió. - ¿Qué sucede?
- Pero los tiburones no son tan feroces como relatan en ese libro, la verdad creo que son criaturas incomprendidas, muchos les temen pero ellos sólo siguen su instinto. Trataba de explicar pero Souichi no terminaba de comprender, era complicado hacerlo sólo con señas. Se atrevió a escribir lo que pensaba en papel, no tenía buena caligrafía y todavía cometía algunos errores, pero eso maravillo al príncipe, ese chico en verdad era inteligente.
- ¡Ahora lo entiendo! Creo que pienso lo mismo. La reflexión que le compartió le parecía acertada, usualmente los plebeyos veían a los tiburones como mal augurio y les parecían criaturas temibles dignas de varios mitos y rumores, pero Tetsuhiro le había dado una respuesta fuera de lo común. Sucedía que él era fuera de lo común.
Aunque al príncipe le gustaba permanecer dentro del castillo comenzó a salir a pasear junto con Tetsuhiro, el chico no conocía los alrededores así que le mostró varios de sus lugares favoritos. Siempre se dirigían a la costa, como si fuera un punto de encuentro; del principio y del final.
- ¿Los atardeceres siempre son tan bonitos? Expresó con gestos el menor.
- Normalmente lo son. Dijo con la mirada perdida en el horizonte. A Tetsuhiro le gustaba verlo así.
- ¡Es verdad! Se sobre saltó. - ¿¡Qué son las luces que aparecen en el cielo nocturno!?
- ¿Luces? ¿Te refieres a las estrellas?
- ¡No, no, no! No a las estrellas. Lo pensó un momento y luego explicó con diversos movimientos las explosiones que vio cuando lo conoció.
- ¡Ah! Esos son fuegos artificiales.
- Fuegos artificiales. Repitió moviendo sus labios aunque su voz no regresaría por arte de magia. Le creaba ilusión volver a ver tal espectáculo.
Ambos estaban cayendo perdidamente enamorados; uno sin darse cuenta y el otro sin conocer la manera adecuada de demostrárselo. Sus corazones latían sincronizados al acelerarse y sus mejillas se enrojecían al estar muy cerca. Tetsuhiro apreciaba todas las atenciones que el príncipe tenía con él pero le resultaba vergonzoso no entregarle nada a cambio. El tiempo se agotaba y el plazo estaba por terminar. Se divirtió y el tiempo pasó volando sin que se diera cuenta. Souichi pensaba que su invitado jamás se marcharía y eso no lo incomodaba.
Cierta noche mientras observaba los destellos en el cielo Tetsuhiro pensaba en el príncipe, deseaba estar junto a él por el resto de sus vidas, entonces se percató de una traviesa estrella que danzó en el oscuro plano para luego desaparecer. No sabía lo que aquello significaba pero antes de que lo descifrara el mayor tocó la puerta de su habitación. Como ya era costumbre se presentaba para decirle que descansara y le advertía que durmiera temprano pues tendrían mucho que hacer por la mañana. El de ojos verdes sonrío pero después su felicidad se apagó, el otro lo notó y preguntó sin recibir contestación. Estaba preocupado porque esa sería su última noche en el castillo, no quería irse, no quería dejar ese mundo del que se enamoró pero más importante, no concebía la idea de sacar a esa persona de su corazón ¿Por qué su pecho dolía tanto? ¿Es que acaso iba a morir? ¿Por qué agua salía de sus ojos? No deseaba que el rubio sintiera lastima por él, quería que correspondiera sus sentimientos.
- ¿Por qué lloras? ¿Pasa algo malo? Preguntó lleno de angustia.
Las palabras del tritón no salían, por más que sus labios se movían gritando con desesperación y se desgastaba por transmitirle su sentir, lo mucho que lo amaba y deseaba, quería confesarse pero no saldrían jamás. Recordó que ya no era dueño de su voz, tampoco podría cantar para sanar el punzante dolor que desgarraba su pecho. Dolía más que la herida ya cicatrizada. Era una tragedia, un error que estaría dispuesto a cometer si tuviera la oportunidad de renacer.
El príncipe también sentía un fuerte dolor, verlo sufrir le producía el mismo padecimiento y un nudo en la garganta que lo enmudecía. Se acercó, retiró las manos que ocultaban su rostro y secó el agua salda sin darse cuenta que sus mejillas también estaba empapadas. Por un momento sus miradas se cruzaron observándose fijamente, fue místico, como si no se conocieran o como si lo hicieran tan bien que se tratara de un reencuentro. A pesar de que el tiempo se congeló sus cuerpos sentían un calor veraniego. Sin dudarlo más Tetsuhiro se movió con lentitud y con la misma velocidad sus parpados se fueron cerrando hasta quedar unido al príncipe. Era una más de sus primeras veces pero en esta ocasión era para ambos. Fue un beso fugaz, lleno de cariño y que derramaba deseo. Se separó únicamente para comprobar la reacción de su compañero, pensó que se molestaría o que por su fuerte carácter lo golpearía, pero en lugar de eso se sonrojó. Presentía que sus labios entreabiertos lo invitaban a continuar así que al igual que sucedía con los tiburones, siguió sus instintos.
Ese acto se repitió incrementando su fogosidad, exploró rozando sus tiernos labios, deleitándose con su agradable sabor, hasta que eso no le fue suficiente. Lo atrajo a él y posteriormente lo abrazó posesivamente. No se cansaba de percibir el cosquilleo de su estómago que sanaba su corazón, era aún más milagroso que su canto. Fue más allá de lo que imaginó e introdujo su lengua, las sensaciones eran sumamente estimulantes, su corazón estaba revitalizado pero corría el peligro de explotar por tanta pasión.
- Te amo. Pensó al ser inútil decírselo.
Debía liberar de alguna forma el sentimiento de inmensa alegría que no cabía en su corazón, o mejor dicho, de amor. El suelo parecía moverse o quizás eran ellos los que perdían el equilibrio. Las piernas del rubio flaquearon aferrándose al menor mientras perdía el aliento. El de ojos esmeraldas se tambaleó y ambos cayeron sobre la cama; fue cuando vagamente recordó las explicaciones del hechicero y el hecho de que todavía no había cumplido con su parte del trato.
[Debes encontrar el lugar para introducirlo, es la forma en que los humanos se vuelven uno con las personas que aman] Y también. [Sabrás que lo has hecho bien cuando un líquido blanco salga de entre sus piernas]
Aquella persona le había explicado el proceso como tal, pero ahora que era tiempo de actuar estaba nervioso.
- ¿Q-quién te enseñó a hacer esto? Dijo entrecortadamente el príncipe. - No creo que sea correcto. Añadió con unos cuantos pliegues entre sus cejas y en un tono más amenazante. No podía tomarlo en serio con su evidente sonrojo.
Se quedó pasmado. Tetsuhiro sonrió al darse cuenta que era tan inexperto como él, le causó ternura saber que también estaba nervioso, podía percatarse de su temblor en cada caricia.
- ¿No se siente bien? Sus labios se movían mientras sonreía con picardía, era fácil de adivinar lo que quería decir. - ¿No te gusta que nuestros corazones se aceleran cuando estamos cerca? Palpó su pecho y después volvió a besarlo - A mí me gusta.
El menor quiso palpar nuevamente su pecho y al rozarlo notó como Souichi se contraía y emitía un sonido extraño. Creyó que lo estaba lastimando pero le regaló una cara llena de lujuria que terminó delatándolo. Desde abajo tenía una perspectiva bastante provocativa, lo observaba apretando fuertemente sus ojos, parecía ser intenso, al igual que sus dientes para impedir salir su lasciva voz. Respiraba agitadamente mientras oía esos sonidos, pudo sentir que su cuerpo vibraba cuando lo escuchaba y pensó que se sentiría mejor si lo tocaba directamente.
- ¡E-espera! ¡Mi camisa! ¡N-no…!
Trataba de ahogar sus gemidos muy cerca de los oídos de Tetsuhiro haciendo que perdiera el control; era el hipnotizante canto de una sirena. Arrancó su estorbosa camisa, esos botones rozados empezaron a ponerse erectos y suplicaban ser devorados. El mayor se mantuvo sobre él hasta que en un arranque lo cambió de posición. El inocente tritón remojó sus labios con sensualidad, como si estuviera muriendo de inanición y un banquete se presentara frente a él, sus labios se posaron sobre su pecho y su lengua comenzó a jugar con ellos.
- ¡Aggnh, s-se siente… ahh!
No era capaz de iniciar o terminar su frase. El éxtasis que estaban sintiendo no se compararía con lo que estaba por venir. Souichi no podía impedirlo, no podía decirle que no y era inevitable que se dejara guiar ¿Había enloquecido? Probablemente sí, era una posibilidad de que hubiera sido hechizado por un joven de ojos esmeraldas. Nunca sintió una conexión tan intensa y apasionada como aquella. Su relación no era moralmente incorrecta, no en esa época ni en ese lugar, pero no terminaba de parecerle normal. Quería resistirse a caer en el abismo pues no podría regresar.
- Pero se supone que alguien espera por mí. Era cierto, alguien esperaba, pero él no esperaba por esa persona.
Quería llevarlo al límite, así que Tetsuhiro repartió besos por su cuello, por todo aquel lugar que pudiera marcar como suyo. Un fuerte dolor, uno diferente, que se sufría pero que podía liberarse, se sintió en los bajos de los dos jóvenes. El menor ardía por dentro, igual que el barco aquella noche, debía despojarse de su ropa pues de no hacerlo estaba seguro que moriría.
- ¡Ah! Se sorprendió. - ¿¡Qué le pasa!? Pensó al ver su miembro elevado.
Su curiosidad no se hizo esperar así que lo tocó con suavidad y precaución, dado el miedo que le causaba. Estaba húmedo y el pequeño roce causaba que pequeños choques eléctricos viajaran por su cuerpo. Le gustaba esa sensación y pensó que lo mismo ocurriría con el príncipe. Desabrochó sus pantalones, los deslizó por sus piernas y aventó toda penda fuera de la cama.
- ¿Q-qué piensas hacer? Su aliento escaseaba.
Estaba avergonzado de su desnudez, quería ocultarse bajo las sabanas y no salir nunca. Sin embargo el de ojos esmeraldas no lo acusaba, no se reía de su figura y por el contrario parecía que disfrutaba de ella. Eso lo hacía más vergonzoso. No tenía la menor idea de lo que planeaba, su cabeza no guardaba ese tipo de conocimiento, no sabía sobre las maneras de amar y mucho menos lo magnifico que ellas podían hacer que se sintiera. También sintió el dolor que aprisionaba su miembro y lo relajante que fue retirar su pantalón. Su respiración y palpitar eran agitados. En un impulso de necesidad le robó un beso a su invitado, quizá era su manera de decir gracias, cabía la posibilidad de que fuera más que un agradecimiento.
- No lo entiendo, creo que ahora tú deberás explicarme. Dijo torpemente mientras evitaba su mirar.
Luego de esa muestra de afecto Tetsuhiro se sintió realizado y puso en práctica lo poco que conocía del tema. Buscó el orificio por el cual podría unirse e intentó entrar directamente pero se dio cuenta que era demasiado estrecho, Souichi también se lo hizo notar al rasguñar con fuerza su espalda.
- Tal vez no esté listo. Pensó de forma acertada.
Estimuló la zona con uno de sus dedos mientras iba probando por el momento preciso para entrar. No podía preguntarle al rubio si eso lo hacía sentir bien así que prestó atención a su expresión, pronto se encontraba gimiendo y derritiéndose entre sus brazos. Entre los besos y el dolor se sentía sofocado. No podía soportarlo por más tiempo así que entró con algo de dificultad. Souichi sentía que se partía en dos, era incómodo cuando entraba pero una vez que se detuvo lo hizo en el lugar correcto, un sitio donde sentía tremendo placer.
- ¡A-ah! S-se siente apretado. Jadeó el tritón.
Era complicado describir lo que sentía, su cabeza daba vueltas y un choque eléctrico le impedía moverse haciendo que en su lugar se contrajera y terminara abrazándolo. Se mantuvo inmóvil unos segundos y cuando se despegó del príncipe empezó a descubrir que al frotar su miembro se sentía increíble placer, al otro también parecía gustarle, así que con la poca tranquilidad que podía tener en esos momentos dio inicio al vaivén que los llevaría a la locura. Tetsuhiro sostuvo las piernas del rubio mientras movía su cadera; ambos entonaron una bella melodía, un cantar que al ser escuchado por el otro lograba excitar.
- M-me siento extraño. Declaró con poco aire.
El menor compartía la misma idea pero no podía detenerse, sino que aceleró sus movimientos. Era como si fueran a morir, si eso ocurría no importaba, era el momento más feliz de su vida y fue entonces que lo besó. Una fuerza explosiva lo obligó a separarse para ahogar su tormento y placer. Las sabanas se pintaron de un espeso blanco y todo terminó. Sus cuerpos descansaron uno abrazado del más tímido. Estaban tan agotados que cayeron rendidos y el mayor se durmió de inmediato.
A la mañana siguiente la cama se hallaba vacía. Tetsuhiro despertó sintiendo un frío que no se iría con sólo cubrirse, tenía un mal presentimiento, su alma gemela desapareció ¿Acaso lo odiaba? La noche anterior no se lo mostró. Pensó en lo imprudente que fue, tal vez no era lo que acostumbraban los humanos como dijo el hechicero. Se vistió con prisa y se dirigió al comedor, ahí tampoco estaba. Una de las sirvientas se encontró con él y resolvió su duda.
- ¿Busca a Tatsumi Souichi-sama verdad? Él está en el gran salón con su prometida. La cara de Tetsuhiro palideció. - ¡Ah! Usted todavía no la conoce. Es una hermosa mujer, princesa de un pueblo vecino. Muchos dicen que el señor no merece el amor de alguien tan educada y pura como ella pero creo que mientras los dos sean felices no deberíamos de juzgar su relación. Además como plebeyos tenemos el deber de servir no de… ¡Ah! ¡Espere!
Quiso detenerlo pero llevaba entre sus manos pesados canastos que le imposibilitaban ir tras él. La mujer no pretendía romper el corazón de Tetsuhiro, no habría hablado de saber la verdad y probablemente él no se habría enamorado de saberlo también.
Corrió, corrió tan rápido como esas nuevas piernas podían permitírselo, lamentablemente tropezó y notó que sus pasos lo guiaron al principio y el fin. Vio el cielo del horizonte desde la costa y como el agua era incapaz de llegar a él, observó y concluyó que no podrían unirse nunca; quizá lo mismo ocurría con su amor imposible. Eso tenía más sentido, un acuático no estaba hecho para un humano. Su corazón se destruyó en miles de pedazos. Llevó una mano a su pecho en un intento por calmarse, su corazón latía con debilidad, y recordó su trato. Sacó de sus bolsillos un mechón rubio que se mantenía unido por un diminuto cordel rojo. Después del encuentro con su amado había cortado un trozo de sus finas hebras para ofrecerlas al mar, tal y como había acordado.
- "Luego de que te unas al humano podrás cortar su cabello. Está prohibido que lo hagas antes" Había manifestado Isogai. El Hechicero era un pillo que disfrutaba molestando a los demás, nunca hubiera notado la diferencia, era suficiente con obtener el mechón del príncipe. Sabía que Tetsuhiro era de corazón sincero así que seguiría sus instrucciones sin rechistar.
- ¡Ahí está tu pago! ¡No me importa si mi voz regresa o no, no me importa si termino convertido en espuma, pero haz que el dolor se vaya! Grito desesperado para luego caer sobre sus rodillas. - ¡Te lo imploro por favor!Pero en la costa sólo se escuchaba el golpeteo de las olas.
Deseaba que el hechicero cumpliera su deseo, seguramente podría vivir una vida tranquila si borraba sus recuerdos; si el príncipe dejaba de existir en su cabeza y su corazón. Se transformaría en un ser vacío pero sin dolor alguno. De la manera más inesperada sus piernas transmutaron a una familiar aleta, su llanto se intensificó al saber que estaba entre lo real y lo imaginario. Siguió suplicando mientras se ahogaba en lágrimas hasta escuchó pasos.
- ¿Eres tú? Preguntó sin poder creerlo. - Tus piernas. Musitó.
Por acto reflejó también volteó a su parte baja, era cierto, se apenó por mostrarse de esa forma ante el príncipe. No quería ser llamado fenómeno o rechazado, sería insoportable oír de sus labios que lo aborrecía. Tenía intensión de escapar a las profundidades y lo hubiera logrado de no ser porque lo detuvo.
- ¿Así que era verdad? Aquella ocasión también eras tú. Continuó perplejo. - ¿Por qué lloras? Se inclinó curioso. - ¿Te fuiste del castillo porque piensas regresar? El príncipe era bueno para fingir demencia, parecía que olvidaba la unión que tuvieron en la noche. La verdad era que estaba demasiado avergonzado para hablar de ello y preocupado por la actitud del tritón.
- Te amo. Fueron las primeras palabras que Souichi escuchó. - Pero mis sentimientos nunca serán correspondidos, tú tienes una prometida, yo no puedo competir con eso, yo no soy un humano. Cubrió su rostro, el agua de sus ojos no se detenía.
- ¡Hablaste! Ahora era el príncipe quien lloraba.
No lo dejó continuar. Una fuerza interior lo obligó a tomarlo entre sus brazos, sujetó su torso y dio un casto beso. Probablemente su alma reconocía a su compañera, tal vez sentía que si no lo besaba ya no volvería a verlo. Fue un profundo sentimiento de pérdida a pesar de tenerlo frente a él. Souichi no amaba a su prometida, no la conoció sino hasta esa misma mañana, la convocó para cancelar el estúpido arreglo de sus padres. No era lógico casarse con alguien que no amaba. Tampoco lo era abandonar a una persona tan especial en su vida.
- Me besaste. Suspiró confundido el menor.
- No hables si no sabes lo que siento idiota. N-no quiero que te vayas. Confesó evitando su mirada pero sosteniendo su mano.
Tetsuhiro correspondió su beso con uno un poco más subido de tono. Ese era el inicio de una interminable batalla de besos donde nadie saldría victorioso.
- Sé que es egoísta pero quiero quedarme.
- Tengo una condición. El príncipe sujetó con fuerza su mano.
- ¿Cuál es? Haré lo que sea.
- Quiero que me digas tu nombre.
Lamentablemente Tetsuhiro no recuperó sus piernas, el beso no resultó tan mágico como prometió Isogai, pero ese no fue un impedimento. Al igual que el cielo del horizonte y el mar se mantendrían separados, era una delgada capa que no podrían atravesar, pero por la noche ambos eran oscuros; se perdían en las sombras y no podía distinguirse donde comenzaba uno y terminaba el otro. Aprendieron de los diferentes mundos, la fascinación que tenían por algo tan opuesto no podía tratarse de una coincidencia y afortunadamente es lo que los mantendría siempre unidos.
El príncipe visitaba la costa todos los días, nunca dejó de hacerlo.
= Fin =
¿Qué opinan de esta adaptación? ¿Les gustó? Creo que es demasiado diferente a la anterior. Espero que les haya gustado y puedan compartirme su opinión. Como siempre gracias por leer.