Bueno, es el último capítulo. Últimamente siento que el tiempo se pasa muy rápido. Pero bueno. Disfrútenlo. Sí, sé que está corto. Es que es el cierre.

Disclaimer: Capitán América le pertenece Marvel.


Capítulo 7

"Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cosa." - Friedrich Nietzsche

Hasta ahora parece que todo había terminado. Si bien es cierto, siento la necesidad de explicar lo que ocurrió con la bala, presuntamente cargada en la última cámara.

Después de lo ocurrido el día del cumpleaños de Steve, conseguí sacarme de la cabeza la tentación de terminar con mi vida. Claro que seguía sin ser fácil, pero trataba de demostrar que lo podía superar. Todavía me falta explicar qué razón tuve para ganar el juego de la ruleta rusa.

Mi vida seguía siendo extraña, la verdad es que no era fácil hacer algo con ella si no podía encontrarle una razón de ser. Lo que sí logré fue comenzar a vivir en paz. Eso sólo se consigue cuando uno enfrenta el miedo de perder algo valioso, y decide demostrar que eso le importa lo suficiente como para dejar atrás todas las inseguridades y las ganas de dejar de existir, en mi caso. Sin embargo, todavía conservaba el revólver, más que nada, porque no se me ocurría una manera decente de deshacerme de él. Steve lo sabía; a diferencia de la primera y segunda vez que me vio con él, no me dijo nada porque ahora sí estaba convencido de que no volvería a utilizarlo.

Fue durante las primeras horas de un viernes, que me resigné ante mi incapacidad de dormir. Suele pasar que al insomnio no le interesa que uno necesite descansar, pudiendo así atacar incluso a las tres y media de la madrugada. Después de una hora y media, harto de dar vueltas en la cama, decidí levantarme y hacer algo para distraerme.

Se me ocurrió revisar si Steve también estaba despierto, para correr otro de esos maratones que alivian los estragos del insomnio. Entré a su habitación, pero él no estaba ahí. Lo primero que pensé fue que había salido desde temprano, porque incluso la cama estaba hecha. Después, escuché que su voz y la de Natasha, al igual que la risa de Sam provenían de la cocina; seguramente entonces ahí estaba. Pero antes de salir de su habitación, vi una nota en el suelo, junto a su cama. Parecía que había estado en el mueble junto a su cama, y el viento que entraba por la ventana la había tirado al suelo. No sé por qué me dispuse a leerla; por un instante creí que estaba dirigida a mí, pero luego me convencí de lo ilógico que eso parecía, porque de otra manera, no la hubieran dejado ahí. Aún así, la curiosidad era más intensa y leí la nota. Sin embargo, cuando vi que estaba escrita con una caligrafía fina y perfecta, me convencí de que él no la había escrito. Mis sospechas se confirmaron porque estaba dirigida a él. Sin que eso me importara, seguí leyendo. Decía:

"Mi querido Steve:

Prefiero escribirte porque sé que estás ocupado y no vas a poder venir a verme por una larga temporada, y lo que debo decirte es importante. No sabes la alegría que me da saber que has encontrado a tu amigo, el Sargento Barnes. Todavía puedo recordar todo por lo que tuviste que pasar para rescatarlo la primera vez (y no sé por qué tengo la sensación de que regresaste tarde). Por eso y más, sé de lo que serías capaz de hacer por él. Y por eso mismo, comparto tu tristeza al enterarme de que ha intentado darse un tiro. No puedes culparlo. Tú ya me habías dicho que vivió en unas condiciones no mejores que el mismo infierno. Es comprensible entonces por qué hizo lo que hizo, mas no lo correcto. Lo que necesita saber es qué perderá si lo hace. No permitas que se dispare; no estarás siendo egoísta por ello. Sólo dale tiempo para decir. No puedes obligar a seguir viviendo a alguien que ha pasado algo como él; pero en experiencia de esta pobre anciana, te aseguro que vale la pena quedarse por aquí un tiempo. Siempre hay una razón para hacerlo. Sobre todo si tienes una segunda oportunidad.

Tuya, Peggy

La carta estaba fechada dos días después de que Steve me encontró en el Triskelion.

Dejé la carta de nuevo en su sitio, como si nunca la hubiera recogido. Sin embargo, su contenido todavía me intrigaba. Siempre lo supo. Pero no siguió las indicaciones al pie de la letra. Sí me había dejado decidir, pero lo que no hizo, fue impedir que siguiera jugando. ¿O sí lo había hecho?

Qué coincidencia habría sido, pensé, que de tantas ocasiones que lo intenté, ninguna hubiera resultado. Las leyes de la probabilidad no son exactas, pero me parecía imposible haber tenido tanta suerte. Volví a mi habitación para buscar el revólver, lo abrí e inspeccioné su interior.

La bala estaba ahí. Pero no en el lugar que se supone que debería. Era como si lo hubiera vuelto a girar, y se necesitaran tres intentos para que saliera.

Me dirigí a la cocina, con la carta y el revólver en las manos. De repente tuve un acceso de enojo, porque alguien había saboteado mi juego; y aunque ya no pensaba continuarlo, quería saber qué había ocurrido. Y creía saber quién lo había hecho.

—¡Hey, miren quién ha despertado al fin! Creímos que jamás vendrías —exclamó Sam. Sentados junto a él, Steve y Natasha le dieron la razón.

Yo estaba un poco inadecuado para bromas, así que fui al grano.

—Steve, ¿me quieres explicar qué ocurre con esto? Quiero decir, ¿siempre lo supiste, y cuando intentaste dispararte sabías que estabas a salvo? —le extendí la carta, al tiempo que los tres enmudecieron. Sin embargo, daba la impresión de que Steve no sabía lo que ocurría. La leyó rápido, y cuando terminó, se veía más confundido que yo.

—Discúlpame, Bucky. Fue real. Yo sólo sabía lo que pretendías, porque el día que te encontré en el Triskelion, te vi hacerlo. De haber recibido esta carta antes, hubiera resuelto las cosas de otra manera.

—¿Estás seguro? —pregunté, no dejándome convencer— El día que me invitaste a aquella sesión de Sam... escuché un ruido y encontré el revólver debajo de una pila de cosas que yo no...

—Es cierto, ése fui yo. Pero no para sabotearte. Como si eso fuera malo. Entré para sacar algo que no quería que vieras. Tu expediente, el que consiguió Natasha, el que usamos para basarnos dónde buscarte. Yo decidí no interferir con... el juego (si así se le puede llamar), para evitar que te vayas. Ahora, ¿quieren explicar qué está ocurriendo aquí?— Steve preguntó eso último cuando vio a Sam y Natasha susurrando.

—Bueno... Todo fue idea de Sam —agregó Natasha.

—¡Oye, tú estuviste de acuerdo con esto! Escuchen, es fácil; incluso llegamos a considerar en que Steve no estaría de acuerdo, por eso no le dijimos nada sobre la carta, y pensamos que Bucky se molestaría si se enteraba lo del arma...

Steve se veía tan furioso como yo; él, porque le habían ocultado la carta; yo, porque me parecía un poco injusto que hubieran interferido con la suerte que me otorgaba la vida cuando creía no poder soportarlo.

—Ya, la verdad es que Sam encontró la carta antes de que la abrieras, Steve. Bueno, antes de que te dieras cuenta de que te enteraras de que la habías recibido.

Steve miró a Sam con ira.

—En mi defensa, quiero decir que ya estaba abierta. Los chicos del servicio postal deben de divertirse estos días, preguntándose quién podría seguir mandando cartas, habiendo correo electrónico.

—¿Pero cuándo estuviste aquí para abrirla? Nosotros no te vimos hasta...

—En realidad sí estuvo, Bucky —me interrumpió Steve —. Vino un día por la noche a entregarme tu expediente. Seguramente dormías. Recuerda lo que hacías cuando llegaste. Lo que quiero saber es por qué no me dejaron leer la carta.

—Mira, Sam me contó sobre ella —agregó Natasha —, y llegamos a la conclusión de que si te lo dejábamos todo a ti solo, tarde o temprano lo echarías todo a perder. ¿Te imaginas? ¿Qué habrías hecho? No habrías conseguido que dejara ese juego si tus emociones no eran reales.

—Sí, tan sólo imagínalo: "oye, Bucky, no te vayas a disparar."

—Yo no habría hecho eso —comentó Steve, un poco molesto.

—Da igual, lo bueno es que no pasó nada lamentable. Mira, Steve, Natasha y yo no queríamos que te enfrentaras a esto solo. Queríamos ayudar.

Esas palabras se me quedaron. "No queríamos que te enfrentaras a esto solo". Ya estaba descubriendo qué razón tenía para continuar.

—¿Y el revólver? —pregunté, un poco menos molesto.

—Fue Natasha. ¡Yo le dije que vaciara el revólver! Y más ella debió haberlo hecho, pero me acabo de dar cuenta de que no lo hizo.

—De acuerdo, no lo hice. Reconozco que ninguno de nosotros tres habría soportado que te tocara la bala —me dijo Natasha—, pero si lo hacía, te enterarías de ello. Así que sólo lo volví a comenzar, esperando que pudiéramos convencerte de quedarte antes de que te dieras el tiro.

—¿Cuándo hiciste eso? —le pregunté, ya más intrigado que molesto.

—Cuando te preparabas para salir a correr.

Hubo un silencio. No se veían arrepentidos, pero sí un poco angustiados por no haber comentado nada de eso antes. Fue Sam quien volvió a hablar.

De acuerdo, ya les contamos lo que ocurrió. ¿Será posible que nos perdonen?

Steve dijo que sí. Y después de ver sus rostros, yo también lo hice. Me habían salvado la tres. Ésa es razón suficiente para vivir.

Les dije desde el principio que todos solucionamos nuestros asuntos que pueden frenarnos de por vida. Y descubrí que mientras existan personas a las que les importe no verte morir, hay razón para ganar la ruleta rusa. Hay razón para vivir. Mientras haya gente con la que pueda ser feliz, vale la pena vivir. Y así lo hice.

Días después, volví al Triskelion. Lancé el revólver y su bala al fondo del río; justo donde yo un día había deseado estar. Le había ganado a la ruleta rusa.


Es la primera vez que termino una historia de varios capítulos, y se siente un poco... No lo sé. Tan sólo espero que les haya gustado. Gracias a quienes se quedaron a leer hasta el final. Quizá nos encontramos por aquí en otra ocasión.