Disclaimer: Harry Potter no me pertenece, beibis (?)

Nota: Lo lamento, lo juro xD

Este Fic participa en el minireto "Diferente, raro, no malo" del foro "Las cuatro casas"


Claro de Luna


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Luna sonrió al sentir la respiración del chico, que le hacía cosquillas en el cuello. Soltó una risita. Él levantó el rostro, y la miró intensamente con sus orbes olivo.

—¿De qué te ríes?— preguntó con un tono suave. Uno del que sus amigos se reirían seguro si lo veían así.

Pero no podía evitarlo, ni quería hacerlo.

—Me da cosquillas— rió.

Él se quedó mirándola. Y pensar que iba a llegar ahí. Por más cursi que sonase, Luna era su ángel, el ángel que alguien como él nunca debería haber siquiera osado mirar. Pero el ángel lo había hipnotizado por el claro de luna, y ella no se había negado, ni había intentando alejarlo.

—¿En qué piensas?— preguntó ella interesada, girando levemente el rostro, y haciendo bailar ligeramente los aretes que cargaba con ella desde Hogwarts.

Él sonrió al ver aquello, la gracia con la que sólo Luna podía cargar con aquellos aretes que la diferenciaban, además de su forma de ser.

—En que me gustan tus aretes. ¿Te lo dije alguna vez?— quiso saber.

Luna sonrió y dejó ir una risita.

—Si.

—¿Qué te dije esa vez?— entrecerró los ojos.

—Bueno... me comentaste que el movimiento de mis aretes, te daban ganas de comer— lo miró.

Él enrojeció ligeramente. Una de las cosas que nunca le habían pasado en la vida, hasta que vio con más detenimiento a Luna Lovegood.

Esa chica cambiaba a todo el que se atrevía a conocerla.

—Por Merlín, Morgana y Salazar— murmuró —. Luna, dime que no es cierto.

Enterró su rostro en el cuello y cabello de ella, avergonzado con su actitud de adolescente.

—Pues no. Y más de una vez me preguntaste si podías comerlos— sonrió.

Entonces, Blaise se dijo que nunca más en la vida, le preguntaría a Luna algo así. Hacerlo sólo le servía para preguntarse en donde diablos Luna había dejado su cerebro.

—¿Pero sabes qué?

—¿Qué?— preguntó desanimado.

—Por eso ahora estoy aquí, me encantó tu actitud única y libre— rió.

Blaise la miró con admiración, a ella, y a si mismo. Era un maldito genio por fijarse en Luna.

El chico pegó su pecho a la espalda de Luna, y la abrazó con satisfacción. El destino había sido muy bueno con él, maldita sea.