La alarma suena, Shintaro se remueve, era extraño que no quisiera levantarse pero ese día en particular se siente tan cómodo que hasta abrir los ojos le resulta una acción titánica; la voz de su madre indicando que bajen a desayunar hace que abra los ojos extrañado. ¿Bajen? Suspirando recuerda quien se encuentra a su lado abrazándole de la cintura. Ayer por la noche han terminado dormidos al simple hecho de terminar el beso, no era muy tarde pero al parecer se encontraban muy cansados para pasar a algo más que aquel ósculo.

—Ey Takao, hora de levantarse —susurra con los labios pegados a su oreja, sus dientes ansiosos salen a morder aquella piel que cruje. El azabache se remueve con un gruñido, se siente cómodo, no quería levantarse y abandonar aquel calor tan reconfortante —. Takao, tengo qué ir a la escuela

—¡Shin-chaan! No quiero, hace rato que no dormía así. Cinco minutos más —se queja cubriéndose con la cobija hasta la cabeza

—Anda, no seas flojo —besa por sobre la frazada tanteando el cuerpo de Takao —. Iré a ducharme —menciona insinuante antes de levantarse y desaparecer tras la puerta

Takao se remueve un poco más antes de sentarse abruptamente sobre la cama; su mente suma sin mucho esfuerzo el dos más dos es cuatro como baño y ducha es Shintaro desnudo. Aventando las cobijas se levanta con rapidez sólo para estamparse de lleno contra la madera de la puerta. Se soba la nariz y la frente maldiciendo aquel objeto; toma el picaporte tratando de girarlo pero por más que lo intenta está no sede.

—¡Shin-chaan! ¡Abre la puerta! —Golpea la hoja con el puño dando saltitos —. ¡Shin-chan!... ¡Shin-chan!... ¡Shiiin-chaaan!

—Takao, no seas escandaloso —chista abriendo un poco, las gotas de agua se sostienen de su cabello, algunas dejándose caer al vacío.

—Necesito hacer pipi —bailotea angustiado —. Déjame entrar por favor —Shintaro bufa abriendo por completo. Takao sonríe con picardía, entra como ventarrón sacándose la ropa durante el trayecto.

Relamiéndose los labios corre la puerta de la regadera encontrando la ancha y fornida espalda de Midorima, con sigilo entra rodeando la cintura del menor. Con un sobresalto trata de zafarse del agarre.

—Ta-Takao —su voz sale aguda por la sorpresa —. Déjate de juegos o llegaré tarde

—Pero Shin-chan, vine hasta aquí para recuperar el tiempo perdido —hace un puchero recargando su frente en el torso musculoso no pudiendo aguantar las ganas de besarle —. Me tienes muy abandonado Shin-chan, y por lo que vi ayer al parecer tú también me extrañas —sus manos descienden hasta la pelvis de Shintaro, sus dedos se mueven en busca de aquel pedazo de carne que ansia tener dentro de él; gime mordiéndose los labios empujando su cadera para restregarse en las nalgas de Shintaro.

Midorima cierra los ojos posando las palmas de sus manos en las baldosas drías y mojadas, gime ante la piel que le toca, si continuaban con aquello no podría llegar a tiempo a la escuela. Ah, ¿pero a quien le importa la maldita escuela cuando tienes al guapísimo Takao Kazunari restregándose contra ti casi rogando por sexo? Nada era mejor que eso, ni su inmaculada asistencia perfecta que le han respetado aún haber faltado una vez y atrasarse otras cuantas. Poseído por el demonio de la lujuria se gira, toma a Takao de las muñecas para empujarlo hasta estamparlo contra la pared contraria, ahí comienza a devorarle los labios moviendo la cabeza de lado a lado, chocando sus dientes y mordiendo, las piernas de Takao apresan las caderas de Midorima, provocando roces entre sus miembros.

—Maldita sea Takao —gruñe en la boca contraria restregando sus narices. El mencionado sonríe, al fin…

—¡Shintaro si no bajan en este instante yo subiré por ustedes! —Grita furiosa la mamá de Shintaro

—Maldición —gruñe resignado dejando a Takao en el piso —. Debemos bajar —ordena Midorima saliendo de la ducha. Takao frunce el ceño haciendo un mini berrinche. Pero conseguiría tener seco, lo juraba o si no desintegraría la banda, de verdad que lo haría.

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Al bajar Takao sonríe lo mejor que puede acomodando la peluca, se dirige a la cocina encontrando a la señora Midorima preparar algo frente a la estufa. Shintaro se acerca para besarle la coronilla y observar la comida.

—Tu padre y tu hermana ya están sentados a la mesa —avisa pasándole una canasta repleta de panes

—¿Mi padre?

—Llegó en la madrugada —se vira para continuar su labor.

Shintaro traga grueso, maldición, su padre. Con un 'vamos' le indica a Takao que le siga hasta entrar en otra habitación donde la protagonista es una mesa larga de ochos sillas, dos de ellas ya son ocupadas por un hombre mayor y una pequeña niña.

—Buen día —saluda Shintaro colocando la canasta sobre la mesa y tomando asientos al lado de la niña.

El hombre levanta la mirada del periódico respondiendo el saludo pero deteniéndose en Takao.

—¡Hola! —Sonríe como él solo sabe hacerlo —. Soy Hanamiya Kotaro, amigo de su hijo —se acerca con la mano extendida, el señor Midorima se la estrecha.

—Mucho gusto

—Espero no causar ningún inconveniente —cierra los ojos de forma adorable. Toma asiento frente a Shintaro dejando la silla a su izquierda libre. El silencio se instala en la sala, a lo lejos se puede escuchar el juguetear de los utensilios de cocina junto con el remover del periódico.

Se sentía incomodo pues podía apreciar una mirada penetrante que le eriza la piel del cuello, aquellos ojos turquesa le analizan tenebrosamente, debía romper el silencio a se volvería loco.

—Su casa es muy bonita señor Midorima

—Gracias —le responde cortante

—Am, ¿usted es medico? Digo, de algún lado Shin-chan debió agarrar el gusto —siente un puntapié en la espinilla, estira su brazo para sobarse el lugar dañado; ceñudo mira a Shintaro, en sus ojos puede leer advertencia pero no sabe qué significa.

—¿Shin-chan?

—Nos vamos —Shintaro se levanta caminando en dirección a la puerta

—Oh. Am, fue un placer conocerle señor Midorima —toma la mano del hombre sin consideración, estrechándolas y corriendo tras Shintaro.

No comprendía aquello, ¿por qué ha huido de pronto? ¿Acaso hizo algo mal? Colgándose el bolso sale disparado a la calle donde apenas y puede notar la ancha espalda de Shintaro. Se echa a correr llamándole a todo pulmón con la intención de detenerlo, pero no funciona.

—Oye. ¡Oye! ¡Te estoy hablando Shin-chan! —Estira su mano tomando el brazo del menor —. ¿Qué te sucede?

—No debiste hacerlo

—¿Hacer el qué? No entiendo —ladea la cabeza, de verdad que no sabía de lo que el otro hablaba

—Venir a mi casa sin consultármelo. Ha sido imprudente y muy estúpido. ¿En qué pensabas? —Aunque trata de no alzar la voz se le ha salido

—¿Qué? Yo sólo quería verte. No tienes qué tratarme de esta manera —indignado se cruza de brazos frunciendo el ceño

—¡Claro que tengo! ¡Además decirme 'Shin-chan' ha sido verdaderamente idiota! —Ladra gesticulando con sus manos —. ¡¿Acaso no piensas?! ¿Sabes lo que ha pensado mi padre? —Los ojos de Takao se empañan, nunca le han gritado de aquella manera, nunca le han insultado por algo que ha creído que está bien, pero ahí estaba, aguantando las enormes ganas de llorar.

—Y-yo solo trataba de ser amable y… —hipea y sorbe su nariz —; ya te dije que sólo quería verte. Pero tranquilo. No te voy a molestar más —secando las pocas lágrimas se da media vuelta, tan molesto que hace puños sus manos, enterrando las uñas en sus palmas y dejando sus nudillos sin color.