Dos Tipos de Soledad

Capítulo 1: El Tren de la Mañana

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El amor siempre será la musa de aquellos artistas apasionados que pasan la vida experimentando con un sentimiento que es, al mismo tiempo, efímero y perpetuo.

Porque eso es el amor, la contradicción más grande que existe, en este mundo caótico.

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Feliciano Vargas no era el típico chico de vida despreocupada, caprichoso e iluso que abundaba en los pasillos de la sección de Bachilleres del Instituto San Bartolomé de la Asunción, con la que tanto intentaba evitar relacionarse. En cambio, era un muchacho centrado, a pesar de sus 16 años, que buscaba en su vida nada más que la autorrealización espiritual –mediante el amor a sí mismo, a su familia y a sus amigos– y el futuro éxito profesional en lo que más lo apasionaba en su vida, el arte.

Eso era lo que quería siempre expresar mediante palabras adornadas y buen comportamiento, pero no había nadie más seguro de lo que Feliciano realmente era y quería ser que su confidente más cercano, Ludwig. Joven de mirada afilada, regio, de modales finos y postura militar; según las habladurías sobre él que tanto deambulaban entre las bocas de todos, en dicha institución. Aunque, al igual que Feliciano, nadie conocía mejor a Ludwig que el menor de los mellizos Vargas –menor por 12 minutos según Lovino Vargas, hermano mellizo de Feliciano, Youtuber Amateur, huraño de nacimiento.

Nacido de un padre 15% italiano y una madre sanmarinense, Feliciano disfrutaba la vida como le complacía, de la mano con su doctrina de "haz y deja hacer" con condición de no hacer nada que pusiera en riesgo o peligro la integridad de otros y de sí mismo. Es por esa misma doctrina que llegó a ser el novio oficial, con derecho a postre, de Ludwig Beilschmidt II –en el primer trimestre escolar de 4° de Secundaria, en la misma banca color perla que sigue estando al fondo del bosque interno de la Institución San Bartolomé de la Asunción, durante el segundo periodo de descanso, un bonito y soleado jueves.

No había sido sorpresa dicha noticia –cuando sus amigos cercanos del colegio los vieron regresar del bosque, agarrados de las manos y sonrojados como arbolito de navidad–, porque cada persona que había estado en contacto, así fuera mínimo, con la reciente pareja, había apostado en algún momento la fecha de su esperada unión. Habían llevado 7 años de conocerse y 2 de ellos se la habían pasado entre miradas furtivas, risitas embobadas y visitas a respectivos mejores amigos para jugar al consejero.

Se ha de aclarar que dicha apuesta la ganó –por desfase de un día– Gilbert Beilschmidt, hermano mayor de Ludwig, auto-denominado pansexual, bocazas y embaucador. Lo que nadie sabe es que amenazó a Ludwig de confesarse en el rango de esa semana –en la que había puesto el dinero–, al contarle los planes que tenía con Gilbirt VI, sus heces y la almohada de gatito que le había regalado Feliciano como regalo de cumpleaños, de no hacerlo. Gilbirt VI era la octava cría de gallina que tenía Gilbert por mascota y la tercera en ponerle el mismo nombre.

Nadie sabe tampoco que Ludwig se enteró al siguiente día sobre de la apuesta y confiscó dicho dinero a su hermano, entre lágrimas y golpes de parte del mayor, para poder comprarle un hermoso bolígrafo Swarovski a Feliciano por motivo de su reciente unión. El restante lo usó para los boletos del concierto de Böhse Onkelz al cual Gilbert quería ir y del que solo pudo observar las fotos en el Facebook de Feliciano. Eso le enseñó a Gilbert, maestro del engaño, ególatra y chantajista, que su hermanito podía llegar a ser aún más vengativo que él y alguien de mucho temer.

Ahora bien, la relación que Feliciano había mantenido con Ludwig por año y dos meses había ido de maravilla, a pesar de las pocas probabilidades que tenía la relación para que ésta se mantuviera, sobre todo por haber sido tan jóvenes cuando decidieron tomar el primer escalón para pasar de ser mejores amigos a novios. Feliciano contaba con tan solo 13 años cuando se percató que tenía ciertos sentimientos amorosos hacia su mejor amigo, los cuales no le dejaban dormir tranquilo en las noches porque, cuando despertaba, lo primero que pensaba –luego de tomarse una ducha– era en la felicidad que lo embargaría una vez llegara al colegio y viera a su rubio amigo hablando tranquilamente con su hermano Gilbert, mientras lo esperaba.

Feliciano no había hablado con nadie de lo que había sentido por él en aquel entonces, y así habían pasado alrededor de dos años en esa inseguridad de no saber que hacer frente a su homosexualidad –lo había aprendido en clase de Educación Sexual–, hasta que un día Ludwig lo llevó a una banca, dentro del bosque de su colegio, y estalló en una verborrea de palabras poéticas y promesas de quererlo por siempre si aceptaba ser su novio. Feliciano no había hecho más que echarse a reír al darse cuenta del sufrimiento innecesario que había pasado por no haber sido tan valiente como su amigo. Luego de aclararle a Ludwig que no se reía de él, se dejó llevar por la emoción de aceptar algo que había deseado por tantos años y lo besó como se besa a un ser amado, aunque esa experiencia hubiera sido nueva para ambos.

Por su parte, Ludwig descubriría, mientras avanzaban los meses y seguían cada vez mejor, que cada día que pasaba junto a su novio, el cariño, afecto y seguridad que le brindaba incondicionalmente a Feliciano iba en aumento, hasta el punto de haberle confesado que lo amaba el día de su primer aniversario, mientras sujetaba fuertemente la servilleta al lado de sus cubiertos y miraba fijamente aquellos ojos de iris de un color parecido al caramelo derretido que poseía Feliciano. Grande fue su sorpresa al verse correspondido, una vez más, cuando Feliciano –su bello Feliciano– tomó sus manos sudorosas entre las suyas y le confesó que lo amaba igualmente, incluso desde mucho antes.

Un año y dos meses habían pasado desde su confesión y había sido en un parpadeo, comenzaban ya los años de bachiller y pronto irían a la universidad si así lo querían. Ambos estaban seguros que fueran a donde fueran y estudiaran lo que estudiaran, ellos seguirían juntos hasta que el uno se cansara del otro y, por cómo veían las cosas dentro de su corta relación, ese momento tardaría una vida en llegar.

En resumen, su relación cada día era mejor.

No obstante, nada de esto hubiera pasado ni mejorado, si no hubieran sentido esa gran aceptación por parte de sus amigos y ciertos familiares que, desde el primer día, transmitieron mediante palabras de apoyo y entusiasmo lo dichosos que estaban de verlos juntos. Claramente esta aprobación y sentimiento de comodidad permitía que los dos se sintieran seguros de demostrarse cariño cuando más pudieran necesitarlo o sintieran que la situación así lo requería, siempre y cuando no fuera en frente de los padres de Ludwig o el abuelo de Feliciano: personas conservadoras, pero amorosas, que siempre deseaban la felicidad de sus seres queridos dentro de lo les pareciera justo y razonable.

Está claro que no todo en la relación era perfecto, pero ¿qué en este mundo lo es? Así como Feliciano llevaba su vida en la ideología de "Haz y deja hacer", algo similar sucedía con su otro credo: "Ve en contra de la corriente, pero ve con cuidado". Ninguno de los dos, Feliciano o Ludwig, podía predecir lo que pasaría una vez confesaran sus sentimientos y su sexualidad a sus respectivos familiares anteriormente mencionados, por lo que hasta que no vieran que el momento era adecuado, intentarían llevarse como los amigos que eran antes de todo aquello. En el caso de la madre de Feliciano, ella se había hecho una idea de lo que sus hijos hacían en sus tiempos libres y un día los sentó a ambos en su cocina, con taza de café en mano, y les explicó las sospechas que tenía sobre la sexualidad o dicho sea, los gustos, de cada uno. Fue una tarde agradable a pesar de todo, dijeron los mellizos cuando llegaron a contarles a sus amigos cómo habían salido del closet sin que lo hubieran planeado.

De igual forma, todo iba bien como para preocuparse precipitadamente por algo como eso. Podrían ser sus padres –o abuelos– pero habían muchos jóvenes que simplemente no hablaban ni con su familia de temas tan banales como sus gustos en la comida, como para ellos alarmarse antes de tiempo.

Por ahora, se dedicarían a estudiar, a disfrutar con sus amigos y de sí mismos en su relación, sobre todo porque habían llegado a un punto decisivo de su educación. Se encontraban ya en los años de Bachillerato, en el primero para ser exactos y habían tomado las clases con Módulos distintos, siendo casi una prueba para demostrarse que su noviazgo podía seguir sin la obligatoriedad de verse todo el tiempo en el instituto y fuera de éste, con las tareas y talleres que debían hacer en casa, además de probar sus aptitudes en los campos de estudio que les agradaban; en las artes, para Feliciano, y en las ciencias, para Ludwig. En el mismo instituto en el que se conocieron y comenzaron una nueva vida juntos.

No era grande el cambio, puesto que de igual forma verían ciertas materias conjuntas, pero por algo se empezaba, le había dicho Ludwig.

Su colegio, San Bartolomé de la Asunción, era uno de los pocos y mejores institutos de educación completa –que incluía Primaria, Secundaria y Bachillerato– que había en Santa Isabel, ciudad capital de un pequeño país entre España y el sur de Francia, en el cual las familias Vargas y Beilschmidt habían vivido por años. La mayoría de sus estudiantes provenían de familias tanto como de altos ingresos, como de renombre, aunque esa no era la característica que hacía que la institución resaltara frente otras, es más, sus costos no eran increíblemente altos como su competencia, mas sí proponía la igualdad y el derecho a la alta educación. Por todo esto, San Bartolomé poseía gran cantidad de programas de becas tanto nacionales como internacionales para estudiantes que se destacaran frente a otros, en toda europa, creando así diversidad y tolerancia en todo su cuerpo administrativo, docente y estudiantil.

Así mismo, como ciudad costera y capital, Santa Isabel recibía cada año ciudadanos de varias partes del mundo, tanto como en plan turístico como una opción de vida. Este fue el caso de la familia Beilschmidt, los cuales se mudaron a esta ciudad cuando Ludwig hubo nacido y sus padres decidieron mejorar su estilo de vida, por ende el de sus hijos, adoptando Santa Isabel; desde aquello habían pasado ya 17 años. Los Vargas, en cambio, llevaban ya varias generaciones radicados en ese país.

La vida que habían llevado iba bien en términos generales, no había mucho por lo que quejarse y de ser así ahora los dos se tenían más el uno al otro para soportar juntos las cargas o problemas que se avecinasen.

Por lo pronto, las vacaciones de invierno estaban pronto a llegar, lo que armaba un alboroto por los pasillos llenos de estudiantes ansiosos de terminar el periodo escolar aunque para ello faltara semana y media. En eso estaba Feliciano, frente a su casillero charlando junto a Antonio, uno de sus amigos que cursaba un año superior al suyo y que provenía de España, el cual había llegado a su casillero inesperadamente luego de terminar su clase de Economía de la Empresa, con una noticia que había alegrado mucho a Feliciano.

—¡¿Cómo es eso de que Nino te ha regalado un guardapelo!? —gritó sin enterarse de los demás estudiantes que se volteaban a verlos entre incómodos y curiosos—. ¡Nunca me dijo nada! –sin percatarse de las miradas y oídos curiosos, Feliciano cambió sus libros de la mochila al casillero y viceversa. Levantó la mirada luego, para concentrarse en su amigo—. ¡Déjame ver! ¡Qué emoción! —Antonio sonrió de oreja a oreja y buscó debajo de su suéter reglamentario el nombrado objeto, en eso, Feliciano terminó y cerró suavemente su casillero. Mientras esperaba que Antonio desenredaba un poco la cadena del rosario que siempre cargaba consigo debajo de su camisa, Feliciano echó un vistazo a su alrededor y vio a los otros estudiantes los cuales ahuyentó moviendo las manos, con el entrecejo fruncido y una mueca de fastidio; definitivamente le disgustaba ese tipo de gente— ¡Chu! ¡Chu!

Cuando por fin Antonio pudo desenredar y sacar la cadena de su pecho, Feliciano dedicó una última mirada cansina a los mirones que ya se dispersaban y la tomó delicadamente entre sus manos. Era una cadena dorada, delgada y notablemente delicada de la cual colgaba el guardapelo en forma de corazón, también dorado. Tenía un elegante grabado en la superficie.

—No es oro, pero se le asemeja, como una aleación —dijo Antonio, observando maravillado su pequeño obsequio en manos de Feliciano—. Pero es más que suficiente para mí. ¡Ay, Felicianito, soy muy feliz! —se le salió una risa nerviosa mientras tomaba el brazo a su amigo— Es que… ¡estoy flipando! ¿Te hubieras imagina'o algo así de él?

—¡No, Toni y por eso estoy muy feliz por ti! ¡Por ustedes! —le dio una vuelta apreciativa al corazón y agregó—: ¿ya tiene foto o algo?

El español tomó de regreso el guardapelo, se alejó un poco de Feliciano –se había inclinado para que él lo viera bien de cerca– e intentó abrirlo, sin lograrlo. Se le vio verdaderamente frustrado cuando lo intentó por segunda y tercera vez, de nuevo sin resultados. Se rascó la cabeza frustrado—. No he podi'o abrirlo, no sé qué le pasa…

—Y si de pronto… ¡¿tiene una llave maestra?! —respondió Feliciano emocionado, y un tanto en broma, imaginándose una cadena similar a la del otro, colgando del cuello de su hermano y con una pequeñísima llave como dije, del mismo color dorado—, que tiene Nino guardada secretamente ¿debajo de su camisa?

—¿Tu crees? Joder, ¡pues debió habérmelo dicho, macho! —rió Antonio convencido de lo que Feliciano le contaba—. Yo acá pensando como bestia que me iba a mete' una hostia por no poder ni abrirlo.

—Pues, también…

—¡Qué lío! —volvió a reír, cada vez con mayor intensidad. Como español, le precedía su reputación de risueño, de la mano de la de grosero, claro está—. Bueno, no sería raro de Lovino… ¡De él espero lo que sea, coño!

Esto provocó que Feliciano se echara a reír con ganas, mientras se colgaba la mochila en un hombro y cargaba en sus brazos uno de los libros que había sacado previamente del casillero, ya que pesaba mucho para cargarlo en un su mochila. Si se encontraba con su novio le pediría, quizás, que lo cargara por él –a Ludwig le encantaba ayudarlo después de todo. Cuando se acomodó, le pidió de nuevo el colgante para detallarlo mejor y Antonio accedió encantado, rindiéndose ya de encontrarle solución a su problema de apertura.

—De verdad que está muy lindo, Toni —le dio vuelta a ver si veía alguna abertura extraña—. Eso quiere decir todo va muy bien entre ustedes dos, Nino no da este tipo de regalos ni a Tiano, y ya ves que es nuestro hermanito consentido…

Sebastiano, o Tiano como lo llamaban sus allegados, era el único hermano menor de los mellizos, de tan solo 13 años, que cursaba sexto –lo que sería igual a primero de Secundaria– también en San Bartolomé y compartía el parecido físico de los mellizos. Al ser el menor de la familia Vargas, todos le tenían demasiado cariño y a veces llegaban al punto de malcriarlo, tanto así que había entrado en una etapa caprichosa y hasta se había conseguido novia –de su misma edad, amiga de la infancia. Nadie se preocupaba porque se volviera un rebelde sin causa, porque no tenía esa naturaleza, pero siendo el único heterosexual en el núcleo familiar les surgían otras preocupaciones futuras cuando madurara sexualmente. Pero habría tiempo para ser instruido y quererlo lo suficiente.

Por su parte, Lovino, era el mellizo mayor de Feliciano, de 16 años, con un carácter muy fuerte pero de gran corazón –cómo lo describiría Feliciano cuando hablaba de su familia, a otros. Cursaba, igualmente, primero de Bachillerato y tenía una fascinación por la computación y la tecnología, y –aunque nadie se imaginaba el porqué– también a la química, tanto así que se había inscrito al Módulo de Ciencias con su cuñado Ludwig, para poder dedicarse de lleno en la ingeniería de sistemas audiovisuales o química pura en el futuro cercano. Compartía con su mellizo el gusto en las artes, pero de distintas ramas.

La casa de los Vargas se conformaba de los mellizos, su hermano y la madre de los tres. A veces, se les unía su abuelo materno, quien por cuestiones médicas permanecía más en la residencia de mayores que en casa, donde no podían tratarlo adecuadamente. Su padre había fallecido hace ya cinco años y estaban intentando superar el amargo trago. Tendrían sus altos y bajos luego de su partida, pero al menos se tenían el uno al otro.

—Créeme que lo sé y me hace mucha ilusión… —dijo Antonio comenzando a caminar junto a Feliciano para llegar más rápido a las escaleras que los separarían a sus propias clases—. Ya quisiera estar así como vosotros dos, pero sé que debo ser muy paciente con tu hermano, con lo borde que es… Un día me-

—Antonio Fernández Carriedo, repite ahora mismo lo que acabas de decir de mí, capullo. Que por respeto a tu santa madre, no te digo lo que en verdad te mereces.

Ambos chicos se detuvieron inmediatamente a medio paso, provocando que Feliciano soltara la cadena que cargaba en su mano para voltearse un poco a su izquierda y ver a su hermano de pie, con una mano agarrando fuertemente uno de los tirantes de su mochila sobre su hombro y el entrecejo fruncido. En lo que se ha metido Toni solito, pensó Feliciano, sin dejar de ver a Lovino, subiendo su mano hasta el hombro del condenado de Antonio, transmitiendo ánimos frente a lo que acontecería.

—Ay Toni… pues es verdad que eres bestia —le susurró el menor del grupo viendo a su hermano avanzar hacia ellos—. ¡Pero miren que hora es ya! Ludi debe estar esperándome. —dicho esto se largó a paso seguro por el pasillo hasta llegar a la escalera al final, la cual debía subir, y se volvió hacia ellos gritando—: ¡Nino nos vemos en clase! y Tonino… ¡Suerte!

Antonio al escucharlo volteó hacia él, ignorando la mano que llegaba a apretar fuertemente su brazo, y se despidió, con la mano del otro brazo en alto— ¡Adiós cuñis, gracias!

—¡La madre, Antonio!

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Ludwig miró nuevamente el reloj de su teléfono celular e hizo una mueca y, debido a que vio que su novio no llegaría a tiempo, decidió que esperaría mejor a Feliciano en el salón. Recogió su mochila del suelo y partió hacia el salón donde tendría su clase de Filosofía, una de las cuales podía compartir con todos su amigos de primero y especialmente con Feliciano. En eso se cruzó con un rubio estudiante que cerraba estrepitosamente su casillero y se volteaba a verlo, mientras arrastraba por el suelo su pequeña bolsa azul llena de útiles escolares.

—¡Hey, Ludwig!

El mencionado le ofreció una sonrisa amigable a la vez que alzaba un poco la mano, en forma de saludo. Siguió caminando hacia él y tomó la bolsa que arrastraba y se la tendía con una mirada reprochadora.

—Hola Alfred —saludó neutral, como siempre, mientras el otro rubio le recibía la bolsa con una sonrisa avergonzada—, no la arrastres que se ve muy mal y ya casi se te rompe.

—Ya suenas como Arthur… Eh, ¿vas a clase ya? —Ludwig asintió y siguió el paso—. Creo que escuché a Feli subir las escaleras, debe estar en el salón ya.

—Ah, vale.

Siguieron caminando por el pasillo, cada vez más vacío, y cuando ya iban llegando, detuvieron su pequeña conversación –que iba sobre el tipo de investigación que les había tocado de Aristóteles– al ver a Feliciano que venía del otro extremo, ubicándose en la entrada del salón de clases. Alfred vio como Ludwig sonreía inmediatamente y aceleraba el paso hacia el moreno dejando atrás a su compañero, cosa que poco le importó puesto que lo comprendía. Alfred entró, arrastrando los pies, al salón y se ubicó en su pupitre.

Feliciano, asimismo, sonrió de oreja a oreja al ver quien se le hacía a su lado y observó también que Ludwig tenía sus claros ojos azules un poco brillantes de la emoción del encuentro y el morocho no se quedaba atrás. Era la primera clase del día juntos y era siempre lindo volverse a ver. Se volteó y se movió un poco de la puerta para hacer paso a los demás estudiantes que llegaban, Ludwig lo siguió y luego lo abrazó afectuosamente a lo cual Feliciano correspondió. Alcanzaron a escuchar ciertos comentarios de algunos jóvenes que les pasaban por el lado, pero hicieron caso omiso de los mismos, como siempre.

—Hola amore, ¿cómo te fue en las clases? —se soltó un poco del abrazo pero sus brazos siguieron conectados a sus respectivas caderas—, y antes de que me preguntes… —sacó de su mochila un extenso bloque de hojas grapadas y se las pasó a Ludwig—, aquí está el trabajo de Aristóteles. Nino me hizo el favor de imprimirlo anoche junto con el de su grupo.

—Que bueno, ya le dije a Gili que arreglara esa impresora, no quiero que me andes imprimiendo todas las tareas… —tomó los folios grapados, junto con el pesado libro que cargaba Feliciano, y se los acomodo debajo de su brazo; ya ahora los dejaría sobre su asiento.

—Tu sabes que no pasa nada Ludi, para eso me tienes, además era grupal —dijo Feliciano con otra sonrisa encantadora—. Entonces, ¿cómo estuvo Tecno Industrial?, ¿te hicieron muchas preguntas en el examen? —vio como el blondo sacudía su cabeza en modo inseguro y le tomó la mano libre con la suya, tan tibias que le encantaban—. Te habrá ido bien, anoche no te equivocaste en ninguna de las que te pregunté… En cambio yo, ¡creo que reprobaré la de Fundamentos del Arte! —voceó afanado Feliciano, al tiempo que obligó a Ludwig a seguirlo, aun cogidos de la mano, hacia el salón a tomar sus respectivos asientos. Ya casi era la hora de la clase—. Odio al profesor, ¡a mí qué más me da saber de las esculturas rupestres!

Llegaron a la segunda columna de pupitres de la puerta a la ventana y se sentó un puesto delante del de Ludwig. Éste, en su caso, dejó el trabajo encima del pupitre y colgó la mochila a un lado como lo hacía su novio en el suyo, luego Feliciano se movió con todo y pupitre hacia atrás para quedar contra el suyo.

—Te dije que estudiaras más —contestó el rubio cuando Feliciano se volteó y sostuvo su peso en la tapa del pupitre de Ludwig para hablar mejor—, que seas bueno con el arte no quiere decir que no necesites la teoría, cariño.

—Ya, ya. ¿A qué no te imaginas lo que me acaba de decir Toni ahora en el cambio? —dijo Feliciano levantándose de golpe de la tapa del pupitre, recordando su conversación—. ¡Que Nino le ha regalado un guardapelo por su mes-aniversario y navidad!

—Ah, sí… —Ludwig se pasó una mano por la nuca y lo miró entre avergonzado y sonriente—. Ya lo sabía, Lovino me había preguntado qué me parecía ese regalo para Toño, antes de comprarlo.

—Oh, veo. Y ¿por qué nadie me contó nada? —preguntó el morocho, con su labio inferior sobresaliendo a modo de puchero—. Nino sabe lo mucho que me gusta ayudarlo con Toni.

En eso se acercó Alfred limpiando las gafas con la tela de su suéter y comenzó a reír al escuchar a su amigo Feliciano quejarse de lo que ya todos ya se imaginaban de él—: ¡Porque eres un bocazas!

—¡Alfred! —gruñó Ludwig y lo empujó un poco al ver que se le había acercado a Feliciano a modo de gritarle más cerca para reírse un poco más; no era mal chico, pero a veces sacaba de quicio a cualquiera. Además, la cara atónita de su novio lo alarmó—. Que no Feli, que tu hermano solo quería que fuera sorpresa y me contó a mí porque sabía que no diría nada… —miró de mala gana a Alfred mientras arrastraba su pupitre un poco más cerca al de ellos—. Sobretodo, porque tu hablas mucho con Toño y se te podía escapar, ¡aun sin querer!—agregó asustado, con las manos al aire, cuando Feli lo miró dolido.

—Oh…

—Ya ves, un bocazas.

—Alfred, suficiente —dijo Ludwig tajante—. No le hagas caso, Feli. Ah y ahí viene Arthur.

Se podría decir que el cuello de Alfred crujió de la fuerza que hizo al voltear su cabeza, hacia la puerta, en búsqueda de su mejor amigo, el cual era cierto que estaba entrando al gran salón. Ludwig vio como el rostro de Feliciano cambiaba de pesaroso a divertido –tirando a travieso– y pensó que el mal trago ya había pasado. Sabía cuánta gracia le hacía a su novio el tipo de amistad que llevaban esos dos amigos suyos.

—Cuidado se te parte el cuello a la próxima, Ali —dijo el moreno riendo entre dientes, pero Alfred no lo escuchó, o eso pareció, porque se levantó del pupitre y lo corrió a su posición inicial saludando al nombrado Arthur—. Ay… —suspiró Feliciano—, ¿cuándo se dará cuenta?

—Dale tiempo, cariño. A nosotros nos tomó casi dos años…

—Pues sí —respondió con una pequeña sonrisa, recordando los hechos. En eso vio, por el espacio de las puertas abiertas, a Lovino acercándose con Antonio a una distancia favorable del salón, que desde donde Feliciano se encontraba sentado, atisbaba un poco lo que ocurría—. Mira, pensé que Nino estaría enojado con Toni pero ahí están —le dijo a Ludwig señalando la pareja fuera del salón—. Ahí, al lado del cartel de eventos.

—Ya los veo, ¿qué pasó? —preguntó el rubio, moviéndose un poco contra la tapa del pupitre para ver mejor—, ¿a Toño no le gustó el regalo?

—No, ¡si le encantó! Pero dijo que mi hermano era un poco… ¿cómo es que él dice? Ah, borde a veces… y pues Nino escuchó —ambos rieron imaginándose lo que le habría gritado Lovino luego de escucharlo—. A veces Toni me sorpren-

Se interrumpió abruptamente Feliciano, cuando vio como su hermano se hacía contra la pared contraria al salón y Antonio se le acercaba sonriente diciéndole quién sabe qué cosas al oído. Lo que le sorprendió aún más, y a Ludwig también quien observaba enmudecido, eran las risitas que se le escapaban a Lovino mientras Antonio jugueteaba con él, algo extrañísimo de ver.

—Pues, no lo veo muy enojado… —murmuró Ludwig y Feliciano solo le quedó asentir, hasta que se atoró con su propia saliva y agrandó los ojos cuando de repente, y muy cariñosamente, Lovino se acercó al español y lo besó en los labios, suceso que ninguno de los dos, Feliciano o Ludwig, habían presenciado en los pasillos o áreas comunes del colegio. Lovino decía que era algo reservado para la intimidad o por lo menos fuera del rango de los mirones del colegio, pero ahí estaba, feliz y dichoso de besar a su novio frente al salón donde tendría su clase de Filosofía en los próximos minutos—. Guau.

Al separarse, Antonio sonrió encantado por el beso y acarició la mejilla de Lovino muy lentamente, el cual poseía la misma sonrisa de embobado que había tenido desde que Antonio le susurrara al oído. Se despidieron, o eso creyó Feliciano desde la lejanía, y Lovino quedó mirando hacia donde el español se había marchado, luego sacudió su cabeza, entró por la puerta y se dirigió al puesto al lado izquierdo de su hermano mellizo. Ya todos los estudiantes estaban dentro del salón.

—Hey —saludó Lovino a ambos, dejando su mochila en el gancho a un lado del pupitre, como los demás. Dirigió luego su mirada a su cuñado —. Oye, eh, gracias por el consejo. Le ha gustado.

Un poco atónito por lo que había visto, Ludwig le respondió cuando hubo aclarado su garganta— De nada, cuñado.

Hizo una mueca por el apelativo de 'cuñado' y prosiguió—. Le ha costado abrirlo, el muy imbécil, pero le ayudé y cuando vio el grabado que le puse adentro… —de repente se sonrojó y para evitar que lo vieran así, fue sacando el trabajo impreso que debían entregar como trabajo final de la asignatura y lo fue colocando sobre su pupitre.

—Me imagino… —contestó Feliciano con una mano sosteniendo su mejilla y una pequeña sonrisa en la boca mientras tomaba suavemente la mano de Ludwig sobre la tablilla.

El segundo timbre de aviso para empezar clase sonó y la conversación quedó para después.

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Las clases antes del segundo receso finalizaron y todos se encontraban recogiendo sus útiles luego del examen que habían tenido en la clase de Lengua y Literatura I, donde más de uno había quedado sorprendido de las preguntas que les había hecho la profesora. Un poco cabizbajos y con los ánimos por los suelos por una posible mala nota, los jóvenes fueron abandonando de a montones el salón.

Ludwig, uno de los pocos que sintió que no había sido tan mala la prueba, ofreció ir a la mesa de Segundo de Bachillerato para la hora del receso, así se encontrarían con sus otros amigos de curso superior y discutirían las probabilidades que habrían de aprobar bien el trimestre, según las experiencias de aquellos que ya habían pasado –por los pelos, cabe resaltar– el curso de Primero.

Así que, no habiendo más por hacer, y con la ilusión de uno de los mellizos Vargas por ver a su novio –el cual hacía parte de ese grupo de Segundo–, emprendieron camino al área del patio donde siempre se sentaban quienes iban a visitar.

El grupo de Feliciano y Ludwig de Primero de Bachillerato, que ahora se dirigía al patio, se conformaba por cinco chicos de edades similares, quienes se conocieron cuando empezaban Sexto y desde entonces no se habían separado. Alfred, por ejemplo, era el menor de ellos, había vivido en Santa Isabel toda su vida y sus padres lo habían inscrito a él y a su hermano mayor en el Colegio de San Bartolomé cuando tuvieron suficientes ingresos para brindarles una buena educación Secundaria y Bachiller, así que, al llegar él a sexto y su hermano a octavo, el choque por el cambio de colegio fue grande. No tenía nadie con quien hablar, todos los niños venían de la Primaria con su grupo de amigos y no le daban campo a conocer a nadie más, y así fue hasta que conoció a Arthur, un pequeño chico que provenía de Inglaterra, muy tímido y callado que se hacía en la primera fila de todas las clases que compartían; como pequeños que eran, no supieron cómo hablarse al principio, –sobretodo porque Arthur apenas dominaba el idioma– pero entre juegos y cartas de Yu-Gi-Oh descubrieron que serían los mejores amigos de ahí en adelante.

Luego, Alfred y Arthur conocerían mejor a sus compañeros de clase, sobretodo porque sus profesores incitaban a trabajos en grupo como ellos decidiesen que quedaran, y con los que mejor se entendieron fue con aquel trío de unos mellizos y un chico rubio que luego conocerían por los nombres de Lovino, Feliciano y Ludwig; éste último había conocido a los hermanos desde tercero de primaria, según les contó, y desde entonces se había hecho muy buen amigo de Feliciano y por ende seguía a Lovino también ya que eran casi inseparables. Ludwig también les contaría luego, que había nacido en otro país –Alemania– y que sus padres eran austriacos, pero que había vivido toda su vida en Santa Isabel, así le dio ánimos a Arthur de que pronto encontraría el encanto de esa ciudad costera.

Más adelante, con el grupo de amigos más consolidado, Feliciano les presentó en séptimo a Sey, una chica de tez morena y muy encantadora que había adelantado un año de estudios por su gran inteligencia –debido a la educación en casa que había tenido– y en ese entonces entraría finalmente a estudiar en un colegio privado mixto para socializar mejor, según la lógica de su familia. La conoció en su clase de Educación Física, cuando el profesor los arregló en parejas por orden alfabético y Feliciano hizo todo lo posible para conocer mejor a aquella chica solitaria pero fascinante, quien más adelante lo ayudaría en su clase de Inglés. Alfred y Arthur estuvieron encantados con ella, además de ser la primera amiga –femenina– que tendrían; Lovino le dio igual, pero la recibió educadamente, como se debe tratar a una dama –palabras de madre–; y Ludwig solo agradeció que ahora alguien más, aparte de él, ayudaría a los mellizos en las tareas de Inglés –ya que Arthur nunca tuvo la paciencia.

Habían llegado todos juntos hasta Bachillerato, y su relación como amigos había sido estable, habían tenido pocas peleas o discusiones y cada vez se entendían más. Lo mejor fue cuando el hermano mayor de Ludwig les presentó a sus dos mejores amigos –que cursaban un año más que los chicos– cuando iban terminando el séptimo y el grupo se amplió, que a pesar de no compartir ninguna clase, sí lo hacían en ciertos descansos del colegio y las salidas fuera del mismo.

Ahora, como ya iban llegando las vacaciones de diciembre y los exámenes de final de trimestre iban terminando, era una buena ocasión para verse más a menudo y compartir ideas sobre qué harían en esas fiestas. Alfred, inclusive, cumpliría los 16 años pronto y era otra ocasión para celebrar.

Cuando llegaron finalmente al patio de la escuela, vieron a Gilbert alzar una mano enérgicamente al aire para indicarles que ya estaban en la mesa, esperándolos.

—No sé para qué hace eso, la verdad —dijo cansinamente Ludwig, al ver a su hermano en la lejanía—. Es obvio que están ahí, nadie les quita nunca la mesa.

—Déjalo, amore, que a Gigi siempre le hace ilusión vernos en los descansos —respondió riendo su moreno novio, agarrado de su brazo

—Siempre nos ve en casa o a la salida… lo que le gusta es llamar la atención.

—No critiques así a tu hermano, Lud —saltó Sey, quien había estado hablando con Lovino del regalo de Antonio, pero decidió interrumpir la conversación al escuchar el nombre de Gilbert—, es solo que como son casi que polos opuestos, pues no entienden muy bien sus propias formas de ser. Tu siendo muy serio, ves problemático la efusividad de Gil, y él siendo tan espontáneo, ve inconcebible tu neutralidad ante todo.

—Eso —agregó Feliciano—, y que te gusta tanto que siempre lo defenderás a capa y espada.

Todos echaron a reír ante la acotación de Feliciano –Alfred y Arthur habían estado escuchando a un lado– y Sey no pudo más que avergonzarse y estirar las manos a la boca de Feliciano para acallarlo. Pudiera ser toda una chica superdotada, que pudiera expresarse como una persona de cincuenta años y cargara con el puesto de mejor de la clase por tres años consecutivos, pero sus sentimientos siempre quedaban expuestos de cualquier forma; rara vez no se sabía lo que pensaba, así de evidente era.

¡Shh! ¡Que no!, ¿de dónde sacas eso, por Dios? —susurró agitada, aún con las manos sobre la boca del morocho, el cual no dejaba de reír entre dientes— Además, cállate que Fran te puede oír.

—Uy sí, no dejen que a Froggy le comience un nuevo episodio melodramático-depresivo al enterarse de los gustos de su queridita Sey —anotó Arthur aún entre risas.

—Artie, eres malo.

—Pero es cierto Al, ¿no se acuerdan cuando se le declaró a esa chica de noveno? —prosiguió Arthur mirando a Ludwig—. Obligó a Ludwig a hacerle ese postre de limón, que después terminó en la boca de Toño cuando lo rechazaron.

—No había visto a Francis así de mierda… —dijo Lovino—, si hasta me abrazó cuando se emborrachó, que asco. Antonio se agarró a golpes con él por eso.

No pudieron evitar volver a reír al rememorar esa salida.

Francis, al igual que Antonio, eran los amigos íntimos del hermano de Ludwig, Gilbert. Francis se conoció con Gilbert cuando éste último llegó al colegio en cuarto de Primaria y se juntó con él para no sentirse solo en ese edificio tan grande, como lo era San Bartolomé. Le había fascinado la forma tan elegante con la que hablaba y se comportaba, aún desde esa edad; con el tiempo fue siendo menos remilgado hasta volverse el Francis que ya conocían. Mediante se fueron conociendo, Gilbert fue observando también la forma de vestir que tenía cuando no estaban dentro de la institución educativa, usaba camisas y pantalones de marca que le recordaban en demasía al armario de su padre, lo cual le divertía sobremanera al joven Gilbert. Con el tiempo, cuando ya eran inseparables y se contaban todo, Francis llegó un día a su casa a contarle que unas de sus primas mayores le había enseñado a decolorarse el cabello, a lo cual Gilbert le gustó y desde que empezara octavo, un nuevo Francis rubio había llegado a su colegio para quedarse –el tono de color se le asemejaba mucho al de Ludwig y así le gustaba.

En ese mismo año, octavo, llegó quien terminaría de complementar al dúo y al cual Gilbert decidió incluir inmediatamente. Antonio, un chico que venía de España con media Beca y casi de su misma edad –Francis era un año y medio menor que él–; se hicieron amigos rápidamente, sobretodo por la forma de ser tan extrovertida del moreno español, tan parecida a la del mismo Gilbert. Aunque su pronta amistad se desarrolló, principalmente, en la sala de ciencias naturales cuando sintieron que se vomitaban sobre su mesón de mármol al ver un ojo humano estrellado en el piso de linóleo del salón de ciencias cuando Francis dejó caer –sin intención alguna– el frasco amarillento, por sus manos llenas de crema hidratante, en medio de su lección de anatomía. Fue amistad inmediata.

Eran unos problemáticos, según sus profesores, pero la verdad solo eran un trío de mejores amigos que sabían como divertirse, induciendo también a sus amigos de curso inferior.

Volviendo al presente, rememorando aquella vez de la que hablaba Arthur, sucedió en una pequeña reunión que armaron entre todos para subirle los ánimos a Francis, luego de su confesión de amor fallida. La chica le había rechazado, claramente, excusándose con que ella había pensado que él era gay y por eso no sentía ningún afecto por él en ningún sentido romántico. Eso había derrumbado de inmediato a Francis, aún más cuando la misma chica le dijera que inclusive el haberle llevado un postre de limón no calmaba sus sospechas de su homosexualidad, aunque ella no tuviera nada en contra de serlo.

Cuando Francis les llegó a contar lo pasado, con lágrimas –según él muy masculinas– en los ojos y entregando el postre a Toño, como habían acordado si lo rechazaban, decidieron que era una buena ocasión para armar una salida a beber para hacerle olvidar a aquella chica y los supuestos rumores de su sexualidad.

Cabe resaltar que se emborrachó primero que cualquiera y montó todo un espectáculo en el apartamento de Antonio –donde habían decidido armar la reunión-fiesta– debido a que el morocho pasaba la mayor parte del tiempo sin la tía que lo cuidaba en Santa Isabel.

—Es que no solo te abrazó —dijo Alfred entre risas— fue que se lanzó a besarte y tropezó de la bocharrecha.

—¡Pues peor! Me cagué del susto, con él apenas y llegábamos al saludo —prosiguió Lovino, con cara de haber tragado un limón, y saludó a Antonio cuando llegaron a la mesa.

—¿De qué hablan? —preguntó Gilbert, saludando de beso en la mejilla a la única mujer del grupo. El resto observaban pícaramente la cara de la morena que se tornaba un poco sonrojada, mientras saludaba de besos a los otros dos chicos de la mesa—. Con lo raro que es que Lovi se asuste con algo… —rió.

—De cuando Frani intentó comprobar si bateaba en nuestro equipo —contestó Feliciano, quien al ver cómo Gilbert y los otros no entendieron, resopló—. Cuando se lanzó a Nino en la fiesta de despecho donde Toni, para ver si era gay como todos pensaban.

Inmediatamente la cabeza de Antonio giró hacia su amigo nombrado y lo miró con ojos entrecerrados mientras abrazaba y acercaba a Lovino más hacia él—. Ah, sí. Lo recuerdo muy bien.

—¡Hey!, ¡estaba borracho y rechazado! —se defendió el falso rubio—. Además, ¡no pasó absolutamente nada! y me disculpé después con ustedes dos.

—Fue extrañísimo. Estaba hablando con Sey cuando de repente sentí al imbécil encima y luego a Antonio separándonos como un toro enfurecido.

—¡Pues claro! —refunfuñó Antonio, el resto de los chicos se iba sentando y comían unas galletas que traía Arthur en su mochila— Recién el gilipollas me había conta'o de su plan de comprobarlo con alguno de vosotros, y va y se le tira encima a Lovino, ¡coño! Si buscaba que le metiera sus hostias.

—¡Pero bueno! Ya eso quedó en el pasado, además —Francis miró de soslayo a Lovino y agregó desconfiado—, ¿por qué mierda hablan de esto? Fue hace ya como dos años…

—¡Por nada! —saltó Sey a su lado, mirando mal a todos—. Cosas que se recuerdan.

—La verdad queríamos más el preguntarles acerca de la nueva profesora de Lengua —recordó Ludwig, intentando apaciguar a Toño, viendo regresar a Feliciano con los refrescos para todos—. Según estos irresponsables, el examen final estuvo suicida.

—¡Eh, eh! ¡A mí no me metas en ese grupo! Gracias Feli —dijo Sey, tomando la botella de 7up de las manos de Feliciano—. Ya si ellos no estudian, es su culpa… Por mi parte no lo vi nada difícil.

—De esa no quiero hablar… Se hace la dura y al final aprueba a todos. Mi pregunta es, ¿por qué cojones elegiste a Lovino de entre todas las pollas que habían en el apartamento, para comprobarlo? —todos miraron dudosos a Francis, el cual se alejó de él asustado, frente al arrebato sincero de Antonio—. Sé que estabas como una cuba, pero ¡haber escogido a otro, macho! ¡Que me lo habías dicho!

—Todavía no estaban juntos, ¿recuerdas? —interceptó Ludwig, viendo la cara de angustiado que traía Francis.

—Ya, pero éste sabía que me gustaba Lovino, ¡coño!

Ludwig volvió a intentar calmarlo excusando a Francis de que ya había pasado mucho tiempo desde aquello y reiterando de que en esa época seguían —Antonio y Lovino— totalmente solteros. No le prestó ni pizca de atención. Lovino solo lo miraba divertido y el resto del grupo observaba mientras comían, y Francis seguía atónito.

—¿Acaso te gustaba y nunca me habías dicho?

—¡NO, que horror!, ¡nunca! —gritó el rubio y miró luego a Lovino a modo de disculpa—. Sin ofender.

—No, si no me ofende… Podría saltar de la alegría, estúpido.

—¡¿Entonces?! Es que… Te juro que nunca lo entendí —siguió Antonio, intentando calmarse de los celos de aquel entonces—. ¿Por qué coño probar algo tan estúpido y con Lovino?

—Fue al primero que vi, creo —respondió intentando calmarlo también—, pero cálmate que es verdad lo que dice Lud. No estaban juntos aún.

—¡Que ya sabíais todos que estaba cola'o por él!

—Yo no —respondió a modo de burla Lovino, alzando la mano como en el salón de clases—. Precisamente me enteré luego de la fiasco-fiesta, mientras le curábamos los golpes a Francis.

Todos se echaron a reír, asintiendo. Antonio inclusive le dedicó una sonrisa ladina, olvidando aparentemente su anterior disgusto.

—Sí, y mientras estaban resolviendo sus problemitas en el baño, nosotros recogíamos la mierda que habían tirado y hasta roto por su pelea de borrachos— dijo Alfred y todos asintieron nuevamente entre risas—. Ya después vimos cómo tirabas a Francis fuera del baño y te llevabas a Lovino a tu habitación en plan 'Confesiones de una adolescente'.

—Ninguno entendíamos nada —agregó Arthur, terminando su bebida—, hasta que entre balbuceos Froggy nos decía que nunca sería gay, por los dramas que se armaban.

—Y repito, aún después de dos años no recuerdo haber dicho nada parecido. Es más —tomó una de las galletas que le faltaban a Gilbert por comer, y continuó—, con los golpes de toño, apenas y recuerdo lo que pasó antes. Ya después…

—Solo a ti se te ocurre hacer algo así, Frani. Si hasta Tutu hubiera sido mejor opción.

—¡Hey! ¿Y por qué Arthur? —lanzó Alfred casi atragantándose con su Coca-Cola—. Lovino al menos era gay, así lo comprobaba mejor, ¿no? Además, un beso entre Fran y Artie hubiera sido asqueroso.

Arthur lo miró entre un sentimiento esperanzador –por defenderlo– y otro sentimiento indescifrable en sus ojos. Al ver esa reacción por parte de Alfred y los sentimientos encontrados de Arthur, Feliciano decidió echar más carbón al fuego.

—¿Quieres decir que sólo con Tutu era horrible de ver, pero con Nino no?

—¡Pues claro!

—Solo Tutu estaba fuera del asunto, podría haber besado a cualquiera y hubiera sido mejor… —enfatizó.

—¡Exacto!, ¿no lo crees Artie? —preguntó Alfred totalmente ajeno de lo que parecía que estaba admitiendo frente a todos, pero Arthur solo podía mirarlo sorprendido por lo que estaba diciendo su mejor amigo y la risita traviesa que comenzaba a brotar de Feliciano—. Ven, pero di algo, que te estoy defendiendo solo.

—¡Lo has dejado mudo, casanova! —gritó Gilbert divertido por todo lo que estaba pasando frente a sus narices—. ¡Ahora vayan detrás del árbol aquél y hagan sus cositas! —eso ocasionó que ambos rubios se sonrojaran por lo dicho y balbucearan al tiempo lo loco que estaba Gilbert y las idioteces que decía, hasta que Alfred vociferó.

—¡Que somos amigos! ¡¿De dónde sacan tantas tonterías?! ¡Deja de jodernos la vida, Gilbert!

Después de eso, todos callaron y miraron a Arthur. El británico había quedado a mitad de su balbuceo y miraba pasmado a Alfred, quien se sentaba de nuevo luego de que se hubiera puesto de pie en su arrebato.

—Acompáñame a comprar unos dulces —murmuró quedito Lovino a Antonio, agarrándole un brazo para levantarlo de la mesa. Esa situación no se veía muy bien y no le gustaban los dramas—. Ala, vamos.

Se despidieron con promesa de verse al final del día y se dirigieron a la tienda de la cafetería, sin decir ni una palabras más. Feliciano, por su parte, quedó igualmente aturdido frente al caos que había armado, aun si la culpa hubiera sido directamente de Gilbert por haber sido tan descuidado con sus palabras; sintió como Ludwig le tomaba la mano en un claro intento de calmar los nervios que le salían a flote del cuerpo. Aún así, el desliz de Feliciano y Gilbert no sobrepasaba el de Alfred, quien de igual forma escuchaba las disculpas del mayor de los Beilschmidt.

—Lo siento Alfred… y Arthur, yo solo estaba bromeando. No es de mi incumbencia nada de lo que hagan ustedes… —Alfred lo fulminó con la mirada y se levantó del asiento sin pensarlo dos veces.

—¡¿Hacemos de qué?! —gruñó de frustración y se largó. Arthur lo siguió con la mirada y cuando vio que desaparecía por el pasillo para entrar a la zona de Bachillerato, se cubrió el rostro con ambas manos.

—Gracias Feliciano.

—Arthur, no-

—Y Gilbert. Me cuesta asimilar su imprudencia, cada vez más.

Nadie dijo nada luego de eso, demasiado incómodos como para detener el silencio desagradable del cual Antonio y Lovino habían logrado escapar.

.:.

'M siento horrible… ahora si creo q la he cagado con ellos', escribió Feliciano en su smartphone y le dio enviar. Desde que empezara su clase de Italiano, la cual sería la última del día, se había dedicado a seguir la conversación con el resto de los chicos en un nuevo grupo de Whatsapp que habían abierto para discutir el problema de Arthur y Alfred en el descanso –sin ellos, claramente. Aprovechando que había inscrito esa materia solo para mejorar sus notas, y el profesor lo dejaba ser con tal de no hacer ruido, era quien más escribía en el grupo a esa hora.

'Tutu no m respond los msjs, quiero llorar!'

'Dale tiempo, ahora creo q están en clase de economía', respondió Gilbert adicionando un emoticón de reloj, él era otro que también respondía rápido los mensajes, pero por lo poco que le importaba su clase de Historia Nacional. Francis y Antonio tomaban esa clase igualmente, pero preferían leer por ahora los mensajes que enviaban –no tenían mucho por comentar, por primera vez.

'Quien sabe cómo la estarán pasando… los dos juntos en clase… luego de la estupidez de Uds.' escribió Lovino, dándole enviar a cada frase que escribía, como tenía la costumbre, 'Antonio… dale un golpe de mi parte a Gilbert… En que mierda estaba pensando!'

'Ya amor' y agregó luego Antonio un emoticón de corazón.

'Eeehhh! Feliciano empezó todooo! Golpeenlo a él!'

'Ludwig manda a decir… que a feliciano no lo tocan' Feliciano sonrió, aún se le hacía extraño saber que su hermano y su novio compartieran clases, solos, 'y que gilbert si fue el culpable… yo también lo pienso!'

'Veeeee! no me golpeeen!'

'Es que vieron la cara de Archie cuando Al gritó que solo eran amigos? fue demasiado dramático!' escribió Sey, desde su clase de Literatura Universal, era extraño que contestara en medio de una lección, pero se dejaba llevar esa vez por la preocupación, 'yo pensé que se echaría a llorar ahí mismo!'

'Yo tambn!'

'Anton y yo pensamos que lo mejor será dejarlos que se arreglen solitos...' escribió Francis.

'NOOO! si no se arreglan sera mi culpaaa!... Ludiii ayudamee y necesito un abrazooo!'

'Yo también lo pienso… que tal después sea peor?... recuerdo cuando deje de hablar con Antonio por un mes cuando Uds. intentaron meterse... y la culpa es de gil… como siempre… '

'Tengo ya 47 mensajes, dejen de escribir tanto!' apareció al fin Ludwig en escena, 'Feli, ya no puedo hacer mucho por ayudar y cuando nos veamos te doy un abrazo…'

'Cari, dame un abrazo cuando nos veamos… si?'

'No nos desviemos del tema! … y si Antonio, como siempre…'

'Y un besito tambien!'

'Chicos, y si en verdad Al no gusta de Archie?'

'Claroo q siii! una vez borrachoo m sijo q le gustaba el culo de tutu!'

'Sey, cariño, es más claro que el agua…'

'Yo tamien iba a preguntar eso… pero no sabia q t habia dicho eso felicianitoo! t lo tenias guardadito ehhhh!'

'Si sisisisi! fue en el cumple de mi amore… cuando subió a cantar el karaokeee~'

El resto de la conversación se fue desviando de la misma manera, sin saber cómo la estaban pasando los dos rubios en su clase de economía. No pudieron llegar a una conclusión, Feliciano intentaba convencerlos de que lo mejor sería intervenir nuevamente, esta vez mejor planeado y con buenas intenciones; Gilbert, lo apoyaba pero no sabía de qué manera hacerlo, por lo que prefería dejarlos quietos por un buen tiempo hasta que la ocasión lo ameritase; el resto del grupo siguió el plan de Gilbert.

Ludwig se mantuvo al margen, no estaba en su naturaleza inmiscuirse en ese tipo de asuntos, menos al ver cómo estaba la situación, pero apoyaría cualquier decisión que tomara Feliciano pues eso creía que hacía un buen novio. Las clases pasaron y el timbre de salida sonó. Como era de costumbre, todos se reunieron en el vestíbulo que daba a las escaleras de la salida principal, pero Arthur y Alfred no hicieron aparición lo cual los alarmó sobremanera, aunque Sey los calmó insinuando que quizás habían ido por su cuenta para arreglar las cosas entre ellos.

El día había pasado bien, las clases ya finalizaban sus exámenes y sólo quedaba recibir las notas que decidirían el primer trimestre de su año escolar. Las vacaciones pronto llegaban y era perfecto para aquel grupo de amigos intentar encontrar la forma de poder pasar cada día con alguna actividad que los mantuviera juntos, al haber visto lo frágil que podía llegar a ser una amistad, aún forjada por años.

Por entonces, Ludwig iría con Feliciano a ver una película.

.

Miro en mi diario tu fotografía

con ojos de muchacho un poco tímido.

La aprieto contra el pecho y me parece que

estás aquí, entre inglés y matemáticas.

N/A: ¡Hola a todos/as!, ¡aquí la olvidadísima Haneko-chan reportándose!

Y como podrán ver, vuelvo con una historia de drama y romance (¿raro?) del fandom de Hetalia, que se desarrollará como uno de multi-parejas y Gakuen AU. Quiero aclarar muchas cosas que pienso que se necesitan, para entender un poco el fic. Si no quieren leer todo este N/A pueden leer directamente los puntos que resalté en negrilla y ya. Ah y por cierto, ¿quién creen que es Sey? Haha.

Primero que todo, para aquellos que leyeron en algún momento mis otros fanfics, les digo que por ahora solo me enfocaré en éste en específico, ya cuando lo termine si me replantearé la idea de continuar los otros. Este lo tengo como un recién nacido al cual le dedico muchas horas todos los días por escribirlo y por estructurarlo (tengo un documento exclusivo de toda la investigación que tuve que hacer y el esqueleto de lo que será hasta el final).

No se preocupen, este proyecto sí que lo sacaré adelante, ¡así de dedicada estoy! *sonríe*

Segundo que todo, este primer capitulo… disculpen lo largo, pero más o menos así serán todos los demás capítulos de este fic. Como podrán ver, ¿o no?, este es más un capítulo-prólogo-introductorio de dos cosas: 1. de cómo será mi estilo en este fic, 2. para que vieran el trasfondo de lo que será la historia más adelante, la cual comenzará de lleno en el siguiente cap y 3. para que se familiarizaran con los personajes, que obviamente ya conocen, pero quería que vieran de qué manera se relacionaban y cierta historia de cada uno.

Y tercero y último, como dije antes (si han leído todo lo que he escrito en estas Notas de Autor) tuve que hacer una buena investigación para poder llegar a escribir correctamente la idea que tenía en mente para esto. Me imagino que la primera pregunta que se hicieron fue: ¿Santa Isabel? y ¿país entre España y Francia? pensando inmediatamente que estoy mega loca o que sé tanto de geografía como la crianza de ponys. PERO. Todo tiene explicación, la primera, soy de Colombia, y a diferencia de los fics que leemos que siempre se basan en personajes que viven en Estados Unidos o Inglaterra, pasando inclusive, posiblemente, por España, pues… no quería hacerlo, quería un fic totalmente con diálogos reales y españoles (de idioma español quiero decir) que no fuera en algún país latinoamericano, pero que tuviera raíces de nosotros, y que no fuera directamente en España tampoco (quería que fuera en Europa también) pues me dije "eeh, inventemos un país o un lugar X, donde van a estar mis personajes, que pueda moldear a mi gusto… como alguno de los grandes autores" y pues así nació todo.

Así que, primera respuesta: Santa Isabel (ciudad capital costera como la describí) no existe, me la inventé, y la segunda razón de ello fue para meter a Antonio con su hablado español (no me pregunten de qué área porque eso si que no pude descifrarlo), lo cual me daba demasiada ilusión y morbo de hacer (demándame!), por lo que el resto de los personajes hablan como cualquier país latino que escojan. (Si eres español pues nada… castellano haha)

La cual recurre a la siguiente pregunta que no sé si tengan o si quedó claro… que es la del sistema educativo que escogí. Pues me basé mucho en el de España, pues como son supuestamente países vecinos, algo tendrían en común. Además, que por lo menos en Colombia no son tan diferentes y creo que con otros países de acá tampoco… Para los latinos que no saben (como yo hasta que averigüé) cómo es en España, existe la Primaria -abarca de 1° a 6°-, la ESO (Educación Secundaria Obligatoria) que abarca 1° a 4° -que sería de 7° a 10°- y luego viene el Bachillerato que son dos años -que serían 11° y 12°- ¿ese bachillerato que creo que se parece a la preparatoria en México?

El único cambio que hice fue que acá en Colombia la primaria va de 1-5° y así lo puse en el fic. Lo pueden ver cuando Alfred llega a 6° en secundaria como plan de estudiar lo que viene después de la primaria de corrido. Lo otro, que no lo nombré en este capítulo, pero se verá después, son las pruebas que hay que hacer al finalizar el colegio, para entrar a las universidades y eso…, sí lo hice como en mi país, es decir, totalmente obligatorio si quieres estudiar en una Universidad o parecido, y también le puse un nombre totalmente diferente a cualquiera, una combinación de los test en México y España.

Así que, segunda respuesta: El sistema educativo es una combinación de los latinos y españoles. No sé si me expliqué bien, pero no es tan necesario entenderlo a la perfección, pero sí debía aclarar esos dos puntos. Es decir, que los chicos están en lo que sería 11° y el Bad Touch Trio está en 12°, finalizando, y que el Bachillerato es lo que le sigue a la Secundaria.

Y la última pregunta, quizás, es sobre los módulos de Bachillerato, acá en Colombia en 11° (no tenemos un 12° grado) hasta donde yo supe y estudié en mis años, tu decides unas asignaturas en las que quieres enfocarte en el último año, que son como 2 asignaturas adicionales (depende del tipo de colegio en el que estés, claramente, acá la educación es una mierda revuelta), sumadas a las que ya normalmente tienes en 11°. En España, tienen un modelo estructurado de 4 módulos los cuales me parecieron mejor tomarlos, por lo fácil que se me hizo agregarlo y entenderlo… Está el de Artes, Ciencias, Humanidades y Ciencias Sociales. Las clases las voy nombrando según cada módulo que estén los personajes, como ya leyeron en algunos, más la de tomar como mínimo 2 asignaturas adicionales ajenas a los módulos.

Así que, tercera respuesta: Dentro del sistema educativo de Bachillerato, hay 4 módulos para las asignaturas que quieres tomar (Artes, Ciencias, Humanidades y Ciencias Sociales).

Si hay algún dato incorrecto que algún español que esté leyendo esto y vea, ¡me puede comentar! Inclusive de la forma de hablar de Antonio, que hice lo posible por instruirme lo necesario para ello :)

TODO FUE SACADO DE GOOGLE Y WIKIPEDIA.

EL DIALECTO DE ANTONIO FUE SACADO DE ATRES SERIES, TVE Y GOOGLE.

¡De igual forma, cualquier pregunta que tengan, me la hacen saber! Que con gusto respondo los reviews.

OK, N/A largo, es N/A largo conmigo :D

Pues nada, aclarado todo esto, no necesito explicarme en los siguientes capítulos, por lo que será mi único N/A largo como este. PERDÓN, pero lo ameritaba hehe.

¡DEJEN REVIEWS POR FAVOR PARA SABER QUÉ PIENSAN DE ESTA HISTORIA, DEL PLOT, DE MI ESTILO, DE LA FORMA QUE TOMARON LOS PERSONAJES, DE LO QUE SEA! HACE MUCHO NO HAGO ESTO ASÍ QUE NECESITO DE SU APOYO CHICOS/AS :)

¡Me despido! ¡Los/as quiero muchísimo!

Mattane~!