Ya volví \._./

Ahora vuelvo de nuevo con un fic sobre mi pareja favorita, es decir Milo & Shaina. Los fanfics sobre éste par generalmente no me gustan, porque por uno u otro motivo les ponen otras personalidades que no les corresponden o la manera de juntarlos no es coherente para mi gusto.

Así que decidí hacer algo yo a ver cómo me va.

La acción de éste fic está ubicada cuatro años después de finalizada la acción del manga original (y se sobreentiende que de Next Dimension) La estética usada en éste fic será la del manga, no la del anime

Dulce Veneno

Prólogo

Levantó la máscara de la guerrera dormida. Sentía una opresión en su pecho que le quitaba el aire. Desde hace algún tiempo, su corazón resguardaba dulces sentimientos por aquella intrépida mujer. Era curioso, nunca habían sido cercanos. Nunca habían compartido más que lo necesario. Él pasaba el tiempo arriba, encerrado en su templo. Ella abajo, entrenando con los otros santos femeninos.

Había mucho que había cambiado en ésos cuatro años. Tras descubrir el complot que había orquestado Saga de Géminis se sucedieron guerras santas contra Poseidón y contra Hades. Luego, habían muerto, y después resucitado, por obra de algún dios. Se habían hecho pactos de paz con Poseidón y con Hades, por lo que ahora no tenían hostilidades algunas con los espectros ni con los mariners. También otros dioses solían hacer visitas pasajeras al Santuario siempre en son de paz.

Se pasó la mano por la nuca, apartando la larga cabellera rubia, perdido en sus pensamientos. Sus ojos turquesas se clavaban en la pared sin verla. De lo único que parecía estar pendiente, era del cuerpo que tenía al lado. Suspiró, sacando el aire pesadamente, bordeando con los dedos las líneas purpúreas de la máscara que tenía entre las manos. Un símbolo del sacrificio que debían cargar las mujeres que deseaban unirse a la orden de la diosa Athena. Un símbolo de renuncia, misógino e injusto. A los ojos del santo dorado, una mujer no necesitaba ocultar o renunciar a aquello que las hacía tan especiales para ser fieras guerreras. Aquello solo les aportaba mucho sufrimiento. Una vez más, la prueba era la mujer que dormía a su lado. Su máscara había caído, obligándola a tomar una decisión, entre las dos opciones que tenía: Matar al responsable o amarlo. Su mente había elegido una de ésas opciones. Pero su corazón, más sabio quizás, había escogido otra. Y se había roto en mil pedazos cuando su amor no había sido correspondido.

El heleno rechinó los dientes cuando recordó cómo aquella joven había acudido a la diosa, para que la ayudara con su carga. Tampoco quería matar a áquel hombre, porque también era un santo, un compañero de lucha. No podía hacerlo. No por una estúpida ley.

-Si una mujer quiere formar parte del ejército de Athena, recitó-debe renunciar a su femineidad y ocultar su rostro tras una máscara. Deben vivir apartadas del resto del Santuario, pues si la máscara cae delante de un hombre, se verán forzadas a matarlo, ya que para un santo femenino es una deshonra mostrar su rostro. Aún peor que si las vieran desnudas. Todavía tienen otra opción: Amar a esa persona.

Sus manos se cerraron en torno a la máscara, casi quebrándola, en un gesto rabioso. Un asesinato solo por un rostro, o un amor impuesto. Ésas eran las opciones. Quizás quién había hecho aquellas leyes había pensado en la propia Athena, diosa virgen por elección, inmune a la influencia de Eros, y más cercana en ciertos comportamientos a un hombre, que a una mujer, cuyas esferas de influencia siempre estaban dirigidas a los varones: la guerra, la sabiduría y la ciudad. Una diosa de carácter fuerte y severo en ocasiones. Sin embargo, ni siquiera la virgen Tritogenia perdía su femineidad pese a ello. ¿Porqué sus guerreras sí debían hacerlo?

Con el pasar de los siglos y las encarnaciones, la hija de Zeus había ido empatizando cada vez más con los seres humanos. Comprendiendo que no podía pedirle tal carga a sus guerreras, porque ante todo eran humanas, había abolido esa ley discriminadora.

-Sois libres de seguir ocultando vuestro rostro si lo queréis, había dictaminado,-pero ya no debéis temer que la máscara caiga delante de los hombres. No es justo que vuestra femineidad tenga que ocultarse, para dar paso a vuestro espíritu guerrero. Creo que podeís ser grandes guerreras sin necesidad de ocultar vuestra belleza. Y si hombre ve vuestros rostros no es motivo para que os veáis forzadas a matarlo, o peor, a entregarle vuestro corazón. Y si queréis amar a uno de vuestros compañeros por decisión propia, no me opondré a ello

Aquella resolución le había quitado el peso de encima al santo femenino de Ofiuco, aliviándola de la carga que suponía para ella amar a un hombre que no le correspondía y dándole lo necesario para empezar a olvidarse del santo de Pegaso. Tranquilamente y despacio, había ido desterrando sus sentimientos por áquel joven, no sin sufrir.

Y una vez hecho esto, se había enamorado de nuevo. Pero esta vez por decisión propia. Y el escogido había sido él, un hombre con el que apenas había tenido contacto alguno nunca. Y poco a poco, él también había aprendido a amar a aquella joven. Sin saber cómo, por obra casi que del Destino. Aunque todavía ninguno de los dos se había atrevido a confesárselo al otro

El dedo del santo de Escorpio acarició por última vez la máscara. Se levantó del borde de la cama y le dio un beso en la frente a la guerrera durmiente, antes de depositar la máscara sobre la mesita al lado de la cama y salir silenciosamente de la pequeña cabaña en la que vivía su amada.

Se encontró de cara con el santo femenino de Águila.

-¿Otra vez?, preguntó suavemente.-¿No se lo dirás?

-No estoy preparado aún, y lo sabes, Marin,-repuso él, con un susurro hastiado, típico de quién ya ha explicado una cosa mil veces.

-Milo...,-repuso ella, también por enésima vez.

-Déjalo, te lo suplico. Sé que Shaina es tu amiga, pero no es buena idea que me presiones,-susurró, sin mirarla.

-De acuerdo,-claudicó ella.-Como desees.

Él se marchó sin perder el tiempo con el corazón latiéndole con fuerza dentro del pecho como siempre que la veía. Aunque todavía no entendía porqué había sentido el súbito impulso de verla en medio de la noche y meterse en su casa, como un ladrón, la experiencia le había gustado.

Una vez en su templo, se desnudó con rapidez y se metió en la cama. Sentía su cuerpo temblar y arder, como si tuviera fiebre. La frialdad de las sábanas alivió un poco aquellos síntomas, permitiéndole conciliar el sueño por el resto de la noche.

Y ése fue el prólogo. Tenía claro que para poder juntar a Shaina con Milo, había que eliminar los sentimientos de ésta por Seiya, que son lo demasiado fuertes como para ignorarlos. Por eso decidí ubicar esto cuatro años después de…porque éste tipo de cosas solo se extinguen con el tiempo. De igual manera, hacer que se enamorara de Milo, si bien no es imposible, si resultaba complicado porque los personajes no mostraron interacción alguna de la que agarrarse para hacerlo surgir. Eso podía arreglarse de igual manera que lo anterior…dándole tiempo al tiempo.

Chapter 1: Terquedad

Esto viene en paquete :v El prólogo + el capítulo 1. Si no lo hago así, Fanfiction me joderá mostrando un número de capítulo que no es :v

La máscara cayó. Por acto reflejo, la joven subió la mano hacia su rostro, roja como la grana, mientras se daba la vuelta, dándole la espalda a su oponente. Éste la abrazó por detrás.

-¿Qué haces, mi querida águila?-preguntó con voz melosa.

El cuerpo de la guerrera se relajó y empezó a sacudirse por causa de la risa. Se dio la vuelta para encarar al santo de Leo.

-Lo...lo siento,-se disculpó, entre carcajadas.-Es que todavía no me acostumbro a esto.

-Lo sé,-repuso él, conciliador.-A muchas les ha costado adaptarse a éste nuevo régimen. Pero solo imagínalo, si se te cae la máscara delante mío, no te hubiera supuesto una carga tan pesada, ¿verdad que no?-se jactó, besándola en los labios.

-¡Aiolia!, protestó ella, con diversión, dándole leves manotazos en el hombro, como regañina.-¡Eres imposible!

-Lo sé, repitió, con sorna.-Pero así me quieres, ¿verdad?

Poco después de que la diosa hubiera abolido aquella dichosa regla, Marin se había armado de valor y le había confesado a Aiolia lo que sentía por él. Felizmente, el santo dorado compartía su sentir y habían empezado a salir. Al principio, solo se lo habían dicho a Aiolos, por ser el hermano mayor de Aiolia, pero pronto el resto del Santuario se había enterado de la relación. La sonrisa de la japonesa se borró un poco al recordar el incidente de la noche anterior.

-¿Qué?, se preocupó su novio.

-Milo volvió a meterse a la casa de Shaina anoche. Me preocupa.

-¿Qué, otra vez?

-Sí. Si fuera cualquier otro me preocuparía. Sé que Milo no le hará nada, pero...

-¿Y qué te dice?

-Lo de siempre, que no está listo. Que no lo presione.

-¿Y ella?

-Prefiere llevarse el secreto a la tumba. Tiene miedo de que la vuelvan a rechazar.

-Vaya par de tercos,-opinó Aiolia.

Marin suspiró.

-Será mejor que les hagamos caso. Tarde o temprano, Milo se hartará. O con suerte, Shaina se pondrá celosa si alguien más lo empieza a rondar.

El santo de Leo soltó una risa lúgubre. Conociendo el carácter de ambos, lo mejor era no acercarse.

-No te preocupes, lo calmó su novia.-Ya verás como todo se resuelve pronto. La verdad, prefiero verla así, que sufriendo por Seiya.

-No te martirices, le recomendó él, mientras le besaba la frente.-Milo y Shaina ya están grandecitos. De seguro lo arreglan entre ellos.

-Si tú lo dices,-manifestó, encogiéndose de hombros.

Mientras, el sol y el viento removían el cabello oscuro de la guerrera que portaba la constelación del Serpentario. Desde aquel punto podía observar el Coliseo perfectamente, sin ser vista desde allí. Aguardaba el momento en que su amiga dejara de entrenar para hablar con ella. Por tercera vez en poco menos de dos meses, había despertado volviendo a sentir reminiscencias del cosmos del santo de Escorpio en su habitación y en los alrededores de su cabaña y aquello le intrigaba sobremanera. ¿Qué querría de ella el guardián del octavo templo a aquellas horas de la noche y que lo hacía quedarse el tiempo suficiente para que su cosmos quedara flotando por el ambiente?

Algo en su intuición le decía que lo que movía a Milo era el mismo sentimiento que tenía ella por él, pero todavía tenía miedo a ser rechazada, por lo que prefería ser cautelosa. Había notado ciertos cambios en el comportamiento del heleno hacia ella, pero prefería irse por lo seguro.

Interceptó a Marin cuando ésta bajaba hacia el comedor.

-Buenos días, Shaina, saludó ésta, ya previendo hacia donde iban los tiros.

-Necesito hablar contigo, Marin, repuso ésta con voz seria.

-¿Y ahora qué bicho te picó?, expresó ésta con doble intención.

La italiana frunció el ceño.

-Anoche volvió a rondar mi casa, se limitó a decir.

-¿Otra vez?

-No te hagas. Sé que sabes qué es lo que quiere.

-Talvez sí. Pero yo que tú le preguntaba directamente a él.

-No seas tonta. Sabes lo que pasará si le digo algo que él quiere esconder.

-Ya, ya lo sé. Odia sentirse presionado.-repuso con calma.-Pero quizás es lo que necesite.

-¿Crees que Milo es como Aiolia, Marin? Presionarlo no servirá, se indignó la santa de Ofiuco.-Me matará.

-¡Oh, por Zeus! ¿Porqué tan cabezotas? ¡Y no solo tú! ¡Él también!

-¿A qué te refieres?

-¿Quieres saber qué quiere contigo? ¿Porqué no se lo preguntas? Sé que no eres precisamente tímida ni cobarde, Shaina. Milo no es el demonio.

-¡Es fácil decirlo!

La bofetada no se hizo esperar, impactando con fuerza el rostro de Shaina. Ésta parpadeó, confusa, llevando la mano hacia la mejilla lastimada.

-¡Reacciona, maldición! Tú amas a ése hombre, ¿no?

-S...sí.

-¿Y prefieres quedarte aquí, sin hacer nada? Te recuerdo que Milo es un hombre muy apuesto y que no le faltan pretendientes. La vez pasada no fue culpa tuya. No busques tú misma tu ruina esta vez.

-¡Ya lo sé!, perdió los estribos.-¡Pero no sé qué hacer!

-Es sencillo. Deja de concentrarte en el carácter que muestra cuando se molesta y concéntrate en lo que amas de él. Por favor. De seguro, él también está deseando que le digas algo.

-Deja de decir estupideces, Marin.

-¡Ya sé!,-exclamó-, ignorando el último comentario.-¿Porqué no le devuelves la travesura? Si él va a verte de noche, ¿por qué no vas tú a verlo?

-¿Crees que sea buena idea?

-Buena idea no sé si es, pero algo es algo. Y si no te animas nunca lo sabrás.

-Tienes razón, expresó, pensativa.-Quizás estoy siendo demasiado cautelosa.

-Demasiado.

-¡Marin!, se río.

-Vamos, Shaina. Milo no muerde, la animó.

-No, no muerde, pica, expresó jocosamente la italiana.

La japonesa sonrió débilmente y la cogió de la mano para llevársela de ahí.

Mientras, en el templo de Acuario, Camus tenía una conversación similar con Milo. El griego caminaba de un lado a otro, gastando las baldosas, comido por los nervios.

-Milo detente, estás gastándome el piso, comentó con calma.

-¿Te das cuenta de la situación, Camus?, protestó éste, sin dejar de pasear.

-Claro que sí. Veo que eres un idiota, expresó con la misma calma.

-¡Camus!, protestó de nuevo, deteniéndose ipso facto.

-Escucha, Milo. Tú mismo has reconocido que estás enfermo de amor. ¿Porqué no haces algo al respecto? Shaina no se dará cuenta sola. Y no me pongas la misma excusa que le pones a Marin, porque presionado no estás exactamente.

-No sé cómo reaccionar,-gruñó.

-Es fácil. Dudo que ella ignore el hecho de que andas dando vueltas por su casa. ¿Porqué no aprovechas uno de esos días y se lo dices? Lo peor que puede pasar es que te rechace, cosa que dudo.

El griego levantó la cabeza en una sacudida.

-¿Qué?,-sospechó.-¿Sabes tú algo de esto?

-No te voy a decir nada, si es lo que piensas, se salió por la tangente el acuariano.-Es algo que tienes que descubrir por tí mismo.

Se quedó callado cuando vio la mirada ponzoñosa del escorpión, retándolo a abrir la boca.

-Guarda tu aguijón, Milo. La verdad, la incertidumbre te ha puesto muy irascible. No me sorprende que Shaina te rehuya,-lo picó.

La mirada del octavo guardián se suavizó inmediatamente.

-¿Qué?,-volvió a decir.

-Pues eso. Emanas un aura que no invita a acercarse. Cálmate.

El otro bufó.

-No es tan fácil, ¿sabes? No es tan fácil...

-Hice crépes de queso de cabra, lo tentó, sabiendo lo mucho que le gustaban.-¿Quieres?, le ofreció, tratando de animarlo.

-No tengo apetito, zanjó, mientras se daba la vuelta y salía del templo sin mirar.

-Oh, il la' aime a mourir, susurró mientras sonreía enigmáticamente.

Milo bajó de cuatro en cuatro las escaleras hacia Escorpio. Sentía el estómago encogido. Se tendió boca arriba en la cama y suspiró, sintiéndose afiebrado como era habitual desde hacía un tiempo. Su respiración se agitó y cerró los ojos, maldiciendo mentalmente a Eros por la fuerza de sus dardos.

"¿Porqué tenía que pasarme a mí?", fue lo último que pensó antes de caer en el duermevela que se apoderaba de él cuando quería dormir. Pronto, empezó a llamar a la italiana en sueños

Camus bajó apresuradamente las escaleras hasta entrar en el territorio de los santos femeninos. Buscó la cabaña de Marin y se dirigió hacia ella al mismo tiempo que Shaina salía de la suya. Como Milo, la joven lucía muy desmejorada.

-Sacrebleu,-murmuró por lo bajo.-Si así es el amor prefiero no experimentarlo nunca.

La joven guardiana de Águila le abrió la puerta inmediatamente.

-¿Pasa algo, Camus?

-No, nada. Es solo que...¿no crees que debamos darle un empujón a a esos dos? Antes de que se vuelvan piel y huesos.

-Yo ya le he dado ánimos a Shaina.-Entiendo que a Milo, más terco, cueste más reconducirlo. Pero no te preocupes, si Shaina me hace caso, a Milo no le quedará más que decírselo.

-¿Porqué crees que le cuesta tanto decírselo?

-¿A ella? Es por la ley de la máscara.

-¿No se acostumbra aún?,-captó el acuariano.

-No sé si sea exactamente eso. Me parece que le tiene miedo al rechazo. Hace muy poco que por fin terminó de olvidarse de Seiya, así que creo que no esperaba enamorarse de nuevo tan pronto. Y menos de Milo, con el cual no ha tenido mucho contacto que digamos.

-Algo similar debe de pasarle a Milo, porque además, es la primera vez que se enamora. Debe estar asustado, es todo. Pero me ha dicho que no sabe cómo reaccionar y apuesto que eso es lo que lo ha puesto nervioso.

-Y no solo nervioso, ¿verdad? Me ha dicho Shaina que anda enojado estos días. Cree que si le dice se enojará con ella.

-Me lo temía. Ya le he advertido que guarde su aguijón o solo provocará que ella se aleje.

-¿Y cómo se lo tomó?

El santo dorado se encogió de hombros.

-Creo que no le sentó muy bien. Se fue a acostar y ahí sigue, ardiendo de amor. Interesantes efectos tiene la saeta de Eros en los mortales.

-A Shaina le pasa al contrario. No le da fiebre, pero sí frío, que la obliga a mal dormir. Igual le falta el apetito y se pasa el día en las nubes. Sin duda, cada quién vive el trance amoroso de una manera distinta, porqué a mí no me pasó nada de eso, aportó ella.

-Tú no dudaste en decirle a Aiolia lo que sentías por él. No cómo éste par de tercos, que no quieren dar el brazo a torcer.

-No te preocupes. Le dije a Shaina que le devolviera la travesura a Milo y fuera a verlo en la noche. De seguro que lo hace, porque tampoco es mujer de quedarse con las dudas. Y si él se despierta, de seguro que le preguntará que qué hace ahí.

-Lo dudo, Milo tiene el sueño muy pesado. Aunque quién sabe...en éste estado de duermevela en el que está...cualquier cosa puede pasar...

-Yo solo espero que se despierte. Sería muy interesante, conjeturó Marin.

-Sin duda. He estado hablando con Aiolia,-manifestó.-Me dijo que él ya habría obligado a Milo a abrir la boca...Eso hubiera estado divertido, pero quizás resultara contraproducente. Lo que necesita ahora es un autoexamen de conciencia para que decida lo que tiene que hacer. Y que lo haga rápido.

-Diría lo mismo de Shaina, sonrió ella.-Ciertamente no sé qué están esperando.

-Están esperando que el otro se atreva a dar el primer paso, adivinó Camus,-Milo es demasiado orgulloso para hacerlo y Shaina tiene miedo de ser rechazada. Ninguno quiere tomar la iniciativa, pero adivino que será ella la que lo haga, porque él no es capaz. Milo no solo es orgulloso, es griego, y aquí a la mujer se la margina todavía. Él ha crecido con ésas ideas y aunque no las comparte del todo, talvez no puede evitar ciertas conductas. También está el hecho de que toda la vida se nos dijo que no nos acercáramos a vosotras. Ella, por otro lado, fue educada como guerrera y no está tan acostumbrada a estas cosas.

-Sí, me imaginé algo así. En fin, el tiempo dirá lo que se ha de hacer,-suspiró ella.

Mientras tanto, el santo de Escorpio estaba tendido en la cama, mirando al techo. Trataba de recordar el momento exacto en el que había recibido la siempre certera flecha del hijo de Cipris que había herido su ánimo sin fallar. Casi podía sentir la dulce herida en su corazón con cada palpitar de éste, como si la flecha todavía estuviera clavada en él. Cada suspiro que salía de su pecho le dolía también. Todo le dolía, en realidad y se sentía enfermo. Era perfectamente consciente de que su cuerpo estaba resintiendo los efectos de la falta de sueño y alimento, pero su apetito se había desvanecido, y sus ojos se abrían solos en la noche, negándose a cerrarse después, y su mente insistía en recordar a la italiana un día sí y otro también.

Con todo, agradecía no sentir aún la influencia de Afrodita en su persona, pues sabía que la hija de Urano ejercía un efecto devastador en los seres vivos. Un efecto que iba a tener que satisfacer lo más pronto posible para que no lo quemara vivo. Y ya tenía suficiente con el ardor que le provocaba el hijo, como para poder tolerar el de la madre.

Quizás nunca supiera porqué el Destino le había deparado aquello. Fiel creyente como era de que había una parte de su Destino que nunca iba a poder controlar, intuyó que talvez por lo que estaba pasando era parte de él, ya que por lo menos conscientemente no podía recordar cuando había dejado de ver al santo femenino de Ofiuco como solo una compañera de luchas y había empezado a verla como una mujer.

Se volvió boca abajo soltando el aire con pesadez y se quedó mirando la pared con la mente puesta en otras cosas.

Por otro lado, Shaina estaba sentada a la orilla de la fuente de la parte de atrás del Santuario, moviendo los pies contra el agua, con el rostro fijo en su propio reflejo. Hizo una mueca ante los ojos sin brillo, y las grandes ojeras debajo. Ella también sufría de las influencias de la flecha de Amor, que le provocaba escalofríos cada vez que pensaba en áquel guerrero de corazón ardiente al que nunca antes había visto como algo más que como su superior y un compañero de batallas y que de repente, aparecía ante ella como un hombre que le atraía sobremanera. En las noches, su lecho le parecía frío y duro como una piedra, lo que le impedía dormir. Era casi como si Afrodita le estuviera insinuando que para dormir bien necesitaría del objeto de su desvelo.

Sacudió la cabeza, confundida. Marin parecía dudar de ella cuando le decía que Milo rondaba su casa, y no podía culparla. El porte orgulloso del santo dorado le martilleó la cabeza. No, él jamás se rebajaría a visitar a una mujer...

-¿Estaré volviéndome loca?,-murmuró en voz baja.-Ahora veo y siento cosas que no son. Céntrate, Shaina,-se regañó a sí misma.-Milo solo te querría para un polvo...

En el mismo momento en que lo pensó, sintió un dolor tan indecible que la hizo parpadear, todavía más perpleja. ¿Era posible que la idea de que solo la buscara para satisfacer ansias carnales le molestara tanto? Suspiró, levantando los ojos al cielo. Aquello casi parecía imposible. Pero ella ya sabía la clase de locuras que era capaz de hacer por amor...

La idea de Marin de que le devolviera la "travesura" al santo de Escorpio la atraía sobremanera. ¿Cómo sería verlo cuando dormía? Y había una fuerte intuición que le aseguraba que él también sentía lo mismo..., ¿pero qué pasaría si no era así? ¿Soportaría otro rechazo? Nunca había culpado a Seiya por no amarla, pero no se veía capaz de soportar algo así, no de nuevo. Y lo que menos quería era ver la lástima en los ojos de Milo. Suspiró y cruzó los brazos detrás de la cabeza, pensativa. Tal vez fuera hora de coger al toro por los cuernos, o mejor dicho, de coger al escorpión por el aguijón. Si, porque él era como un orgulloso escorpión emperador. Pero ella era una desafiante cobra egipcia, no debería tener miedo de lo que hicieran o dijeran los demás.

Su mirada se tiñó de determinación conforme tomaba una decisión. Aquella noche sería la noche. Subiría hasta el octavo templo cuando todos estuvieran dormidos y no se iría hasta arrancarle al griego una confesión satisfactoria sobre sus sentimientos. También había visto al santo de Acuario rondar a menudo el recinto de los santos femeninos y áquello le parecía muy sospechoso. Sobre todo teniendo en cuenta que siempre iba a buscar a Marin, y que era su mejor amigo.

El resto del día lo dedicó a sus actividades habituales. Sabía que no corría el riesgo de toparse con Milo porque éste se había prácticamente encerrado en su templo desde hace tiempo, así que pudo planear tranquila lo que quería hacer. Se alegró de que Marin prácticamente la empujara a hacer lo que tenía en mente, demostrándole así que la apoyaba incondicionalmente.

-Anda, hazlo. Después de todo fue mi idea. Y cómo te lastime, ya haré yo parrilla de escorpión,-le había dicho, mientras chocaba el puño contra la palma de la mano contraria, como si aplastara un insecto.

-No creo que sea necesario,-la había calmado, entre risas,-sé que no lo hará.

-Pues más le vale.

-No te preocupes, Marin, todo saldrá bien,-la calmó.

-¿Te vas a quedar con él toda la noche?-,preguntó con picardía.

-¡Marin!,-protestó, mientras la sangre se le subía a la cara.

-No me digas que no, la picó.-Después de todo, te vas a esperar a que él se despierte, ¿o no?

-No sé,-reconoció.

-¡Shaina! ¿No te irás a acobardar ahora, o no?

-No sé, repitió.

-Ay, mujer, eres un caso severo de indecisión,-protestó.

La otra se encogió de hombros.

-Ya veremos.

Se encerró en la cabaña más temprano de lo habitual a esperar que la noche cayera sobre el Santuario. Mató el tiempo buscando un candil, un par de cerillas y una vela, para alumbrarse en el camino. Sabía que por el ángulo del templo de Escorpio, la luz de la luna lo iluminaría todo, pero no quería romperse una pierna al subir o bajar por los templos restantes.

Se llenó el estómago con lo primero que encontró en la despensa y cogió un libro. Sin darse cuenta, Morfeo derramó su influencia sobre ella y la ayudó a pasar las horas restantes sin sobresaltos.

Se despertó cuando faltaba poco para las once de la noche.

-¡Maldita sea!,-se quejó, mientras cogía la vela y la encendía. La llama titiló como si fuera a apagarse un par de veces, y luego permaneció estable, bailoteando sobre la mecha.

Sin más tardanza, salió de su casa y se encaminó hacia los templos. Pasó los primeros cuatro con cautela, casi temiendo despertar a los guardianes. Los recovecos y sombras oscuras proyectadas por el contacto de la vela con las columnas la acompañaban casi como un cortejo. El templo de Virgo, sin embargo, vibraba suavemente, animado por el cosmos de su guardián. Suspiró, haciéndose a la idea de que iba a tener que darle explicaciones a Shaka. Aunque siempre cabía la posibilidad de que estuviera tan sumido en la meditación que ni cuenta se diera de que pasaba por allí.

Para su alivio, no encontró al indio sobre su flor de loto. El cosmos procedía de más adentro, por lo que, de seguro, había vuelto a preferir la meditación antes que el sueño.

Cuando llegó a las escaleras que conducían al templo de Escorpio se detuvo con el corazón latiéndole con mucha fuerza dentro del pecho.

Empezó a subir las escaleras con lentitud. En la puerta, tomó una gran bocanada de aire. La oscuridad del templo se le asemejaba a una honda y húmeda cueva. Y sabía lo que iba a encontrar adentro. Las sombras de las columnas eran casi como un presagio de lo que iba a encontrar adentro.

Pero sabía que el escorpión dormía profundamente, y que estaría a salvo. No resultaría picada. Aunque creía que ya lo había hecho, por el dulce veneno que le recorría las venas desde hace tiempo.

Entró en la habitación del joven, titubeante, sosteniendo la vela con fuerza. Se acercó a la cama, y acercó la vela al rostro del durmiente, cual Psique, tratando de que el aceite no se derramara sobre el hombro del guerrero dormido. La tranquilidad que se desprendía de aquel rostro, habitualmente con gesto altanero la enterneció. La vela iluminó el cuerpo desnudo que reposaba sobre la cama, solamente cubierto con una sábana. El abrasante calor de aquella zona de Grecia se hacía sentir con fuerza, incluso en la noche, por lo que muchos en el Santuario optaban por dormir desnudos, ella incluida. Sin embargo, nunca había visto a ninguno de sus compañeros así y sentía mucha curiosidad.

Milo se volvió en sueños sobresaltándola. Se quedó al pie de la cama con el corazón latiéndole desordenadamente contra las costillas. De repente, todo el valor que la había empujado a subir hasta allá arriba se esfumaba como la bruma en un día soleado. ¿Qué iba a ser realmente si era que él se despertaba?

-Shaina….

Volvió la cabeza violentamente, creyendo que él se había despertado, pero seguía en la misma posición. La estaba llamando en sueños. Su corazón se detuvo por un largo momento. ¿Su intuición estaba en lo correcto? Él…¿la amaba?

-Milo…,-murmuró, acercándose lentamente hasta él y agachándose hasta quedar a la altura de su rostro. Adelantó la mano hacia el rostro del griego…y él abrió los ojos.

Se quedó paralizada, hipnotizada por ése par de joyas turquesas que la miraban con una fuerza increíble para las circunstancias. El joven se incorporó despacio, sin quitarle los ojos de encima.

-¿Qué es lo que quieres, Shaina?

La garganta se le cerró de repente. Abrió la boca y ningún sonido salió de ella. Tan solo se quedó mirándolo aturdida.

-Yo…

Par de tercos :v Tampoco los voy a hacer caer uno en los brazos del otro así como así, no es propio de ellos. Mejor que se hagan un poco del rogar :v

El niño Eros... Aquí me tomo una pequeña licencia de cómo manejo la mitología en mis escritos.

Yo me baso mayormente en la Teogonía de Hesíodo para la genealogía de los dioses, por eso Afrodita es hija de Urano y no de Zeus. El Eros primordial, la fuerza unificadora de las cosas y dadora de la vida que salió del Caos, se personificó en ella cuando nació. Por eso Eros no aparece en mis historias, porque Afrodita ya lo encarna. La Afrodita de la época helenística es la que tiene a Eros con Ares.

Ya estoy empezando a leer obras de dicha época y ahí es donde por fin está apareciendo el Eros que todos conocemos, el dios del amor, hijo de Afrodita, a veces llamado Amor o Cupido, pues en la literatura de ésta época el elemento amoroso tiene una gran importancia en el argumento de las mismas.

Cuando Milo siente que "ya tenía suficiente con el ardor que le provocaba el hijo (Eros), como para poder tolerar el de la madre (Afrodita, o sea el deseo sexual)" se refiere precisamente a que tiene suficiente con el amor que siente como para que encima se le adicione el deseo sexual.

Cipris (gr. Κύπρις) "de Chipre", epíteto de Afrodita.

Afrodita nació en el mar, y la primera vez que tocó tierra firme lo hizo en Chipre. Por eso esta isla tiene un vínculo muy estrecho con ella. Incluso, uno de sus amantes, Adonis, era chipriota.

El "morbus amoris" mejor conocido como "mal de amor" es el tópico elegíaco que hace ver al amor como una enfermedad. De ahí que a los enamorados les duela el cuerpo, les falte el apetito, les de insomnio, fiebre, temblores, o cualquier síntoma que pueda equipararse con el de una enfermedad real, al no estar con sus enamorados. También por eso va el título del fic.

Creo que no es necesario de aclarar la alusión al mito de Eros y Psique.

A Shaina en el manga se la identifica como "la reina de las cobras" o sea, la cobra real india. Aquí yo la identifico con la cobra o áspid egipcia. A Milo lo identifiqué, como es obvio, con el escorpión emperador. La razón de esto se verá más adelante.

Espero que le den una oportunidad a éste fic y me acompañen en ésta nueva aventura.

¡Un besote!

-Shaina de Aries