Disclaimer: Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama.

Advertencia: Yaoi (Boy's Love) | Uso descarado del OoC | EreRi | Universo Alterno (UA) | Futuro post-apocalíptico | Two-Shot | Mpreg | Omega!verse | Lenguaje vulgar | Contenido sexual explícito |


SAVAGES.

By: Maka Kagamine

Dedicación especial para Mikraller.

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Capítulo dos.

#Is it running in our blood. Is it running in our veins. Is it running in our genes. Is it in our DNA. Humans aren't gonna behave as we think we always should. Yeah, we can be bad, as we can be good#

( • ̀ω•́ )✧


—¡Ngh...!

Su lengua se deslizó por la piel de mi cuello muy lentamente, casi saboreando todo centímetro de ella. Sus manos se repasaron de manera juguetona por todo mi estómago, delineando mis abdominales pero sin ir más allá. La respiración se me atoró en la garganta mientras un gemido pesado se perdía en la habitación. No podía seguir soportando toda esa tortura; quería más, necesitaba más.

El cosquilleo que se acentuaba con más y más ímpetu en mi vientre me obligaba a rogarle por un poco más de atención. Sentía que explotaría en cualquier instante si él no se apresuraba y entraba en mi cuerpo.

Con la mente revuelta y el placer nublando mi raciocinio, hundí mis dedos entre su cabello castaño y lo jalé con fuerza. Eren soltó un ronroneó que se me antojó de lo más sensual al mismo tiempo que su lengua se movía hasta mis necesitadas tetillas. No tardó demasiado para capturar una entre sus labios, succionándola al instante hasta dejarla roja e hinchada. Mi espalda se arqueó y un jadeo abandonó mi boca junto con un rastro de saliva.

—E-Eren... —rogué, sintiendo los fluidos de excitación mojando mi ropa interior— ¡Eren!

Eren empujó su cadera hacia adelante. Su erección chocó entre mis nalgas y, nuevamente, no pude más que soltar un grito de desesperación. Todavía ni me penetraba pero yo ya tenía las sensaciones a flor de piel. No me importaba nada en ese segundo; no me importaba si estaba cayendo; no me importaba si todo aquello era una trampa. Tan sólo quería tener a Eren enterrado en mi interior, quería que me marcara, quería que me llenara con su esencia; quería todo de él.

Sentí un camino de saliva extendiéndose por mi pecho, subiendo lentamente hasta llegar a mi cuello, de nuevo. Eren se detuvo durante unos minutos ahí; chupó y lamió todo lo que quiso dejando marcas rojas por todos lados. Yo no podía más que aferrarme con fuerza a su cabello y mover las caderas buscando un poco de alivio.

No podía más. El celo me exigía más.

—Eren... Eren, por favor —pedí, mientras le separaba de mí. Sus orbes dorados chocaron contra los míos, dejándome sin aliento. Podía ver toda su excitación en ellos—. Quiero más... necesito más...

Él sonrió tras mis palabras, pero no dijo nada. En cambio, empujó la cadera hacia adelante, otra vez, mientras succionaba mi tetilla derecha. Aguanté la respiración e hice la cabeza para atrás mientras un gemido salía de mi boca.

¿Cómo era posible que, con unos movimientos tan superficiales, ya me tuviera tan perdido?

—¿Te gusta? —preguntó, en mi oído. Su voz ronca me hizo temblar de sobremanera; me gustaba. Me gustaba mucho— Dime, Levi. ¿Te gusta esto?

Y, con eso, él embistió de nuevo, incitándome a contestar. Ante la sensación, me estremecí y enterré mis uñas en sus hombros. Lo hice duro, tanto que alcancé a escuchar un gemido ahogado de su parte.

—Sí-sí —contesté, perdido—, me... me gusta.

Eren volvió a sonreír, complacido por mi respuesta. Entonces, segundos después, sentí sus labios contra los míos. El beso fue apasionado; nuestras lenguas se encontraron y jugaron durante un rato. Cerré los ojos y me permití gemir entre el contacto, mientras mi piernas se enredaban alrededor de su cuerpo. Sus manos no se quedaron quietas, mientras aún nos besábamos, se escurrieron lentamente por mi estómago, acariciando con lentitud cada parte de mi piel, hasta llegar a mi bóxer —el resto de la ropa había desparecido en algún momento—. Mi cuerpo se deshizo en temblores ante la mera anticipación, pero Eren no hizo más; tampoco tocó donde lo necesitaba. Solamente jugó con el elástico de mi ropa interior, cómo si le gustara hacerme sufrir de esa manera tan cruel.

—Estás tan mojado, Levi —susurró, muy cerca de mi oído, cuando notó lo manchado y húmedo que estaba mi bóxer. Después, lamió a sus anchas el lóbulo de mi oreja—. Hueles tan bien. Ya quiero estar dentro de ti. Quiero llenarte por completo.

Tragué saliva con dificultad cuando sentí la manera en que su dedo índice se arrastraba un poco más abajo, lentamente. Entonces, cuando tocó a medias mi punzante, mojada y palpitante erección, eché la cabeza hacia atrás mientras mi espalda se arqueaba, un poco.

De verdad, quería más.

—Por favor... —rogué, mirándolo con mis ojos oscurecidos y enredando mis dedos en sus hebras castañas—. Por favor, dámelo todo...

Eren sonrió, el dorado de sus ojos resplandeció ante mis palabras, al mismo tiempo que su mano apretaba mi polla sobre la ropa. Aquello fue tan placentero que se me atoró la respiración. Mi cuerpo se agitó con urgencia mientras un gemido profundo escapaba de mis labios junto con algo de saliva.

—¡Ah...! ¡E-Eren! Me duele...

Entonces, gracias a mis palabras, Eren decidió liberarme del bóxer. Muy despacio lo deslizó por mis piernas, tomándose su tiempo para deleitarse con «esa» parte de mí que quedó al descubierto. Sus ojos brillaron y le escuché respirar con dificultad, cuando estuve totalmente desnudo para él. Sin perderse detalle alguno, observó la manera en que mis fluidos escurrían desde mi necesitado ano y mojaban las sábanas.

Su respuesta fue inmediata. El gruñido que escapó de su boca me hizo jadear e incrementó el millar de sensación que corrían por mi cuerpo.

El incesante hormigueo en mi vientre se acrecentó justo en el momento en que su esencia de Alfa se liberó por completo. Era fuerte, masculino; hipnotizador. Jadeé sin poder evitarlo mientras le tomaba por el rostro y lo atraía hacia mí para poder besarlo.

Eren me correspondió mientras aprovechaba ese momento para volver a escurrir sus manos por mi estómago, hasta llegar a mi erección. Enredó sus dedos alrededor de ella y apretó con fuerza. No pude más que intentar separar mis labios para gemir, pero Eren no me dejó hacerlo. En cambio, su boca apresó la mía mientras su lengua se inmiscuía en mi cavidad y se encontraba con la mía.

Su mano, entonces, empezó a acariciar mi pene. Fue salvaje, rudo, sus dedos se deslizaban por toda mi erección mandándome latigazos de placer, poco soportables, por todo el cuerpo. Tras cada movimiento, mi polla se empapaba con mi líquido presemial y las ganas de gemir, jadear y gritar aumentaban para mí. Pero él todavía seguía besándome, sin dejarme oportunidad de respirar alguna.

Nuevamente guié mis dedos hacia su cabello; se quedaron ahí y jalé con fuerza, mientras las lágrimas provocadas por el placer corrían con libertad por mis mejillas.

Ya no lo soportaba más; no podía más con tanta tortura.

—E-Eren —supliqué, cuando al fin liberó mis labios. Un poco de saliva unía nuestros labios aún—. Eren... ya no... ya no puedo más... —agregué, clavando mis ojos en los suyos, deleitándome con esa imagen suya. Como de un animal salvaje a punto de devorarse a su inocente presa—. Por... por favor, te-te quiero... dentro.

Él gruñó al mismo tiempo que su mano detenía todo movimiento. Jadeé ante la sensación y le incité a ir más allá cuando levanté las caderas. Sentí su erección —aún cubierta por pantalón— rozando con mi piel desnuda, llevándome a gemir pidiendo más. Eren lanzó una maldición por lo bajo.

—Date la vuelta —ordenó. Su voz era rasposa, cubierta por la excitación del momento. Y sus orbes parecieron oscurecerse más. Me lamí los labios—. Voltéate, Levi. Déjame ver ese culo tuyo.

Temblé, pero terminé por obedecerle porque el celo —y las sensaciones que acarreaba con él— no me dejaba pensar demasiado. Sólo quería saciarme, que alguien parara ese fuego que parecía consumirme por dentro tras cada torturante segundo que pasaba. Sin tardar ni un minuto más, me di la vuelta y levanté el trasero hacia él mientras me sostenía a medias por mis rodillas que empezaron a sacudirse de un momento a otro.

—Diablos —articuló, mientras su dedo se movía por la piel de mis nalgas, justo por esa delgada línea que las separaba. Ahogué un jadeo cuando hundí mi rostro en la almohada—. Eres perfecto; único —murmuró, está vez, dejando un beso en mi cóccix. La sensación me hizo estremecer, y aumentó cuando su lengua empezó a viajar más arriba dejando rastros de su saliva por toda la zona.

—¡Ah! ¡Eren! —gemí, levantando el rostro y hundiendo las manos en la sábanas, mientras él separaba mis nalgas para observar mi necesitada entrada, que palpitaba con ansias por sentirlo en mi interior.

Esa imagen fue lo que único él necesitó. Al mismo tiempo que mordía mi cuello, su dedo índice se inmiscuyó en mi interior sin avisar. Un sonido acuoso se produjo e inundó toda la habitación, porque yo no pude gemir siquiera. Todo sonido murió en mi garganta mientras mis ojos se abrían y tiraba la cabeza levemente hacia atrás.

Se sentía tan jodidamente bien...

—Oh, estás apretado, Levi —gruñó, con la voz entrecortada, mientras mi ano succionaba su dedo cada vez más dentro. Lloriqueé por el placer, con la saliva escurriendo de mis labios y deslizándose por las comisuras de mi boca—. Tan jodidamente húmedo... y cálido.

—¡Ngh...!

El cosquilleo en mi vientre se extendió todavía más cuando otro dedo se metió, haciéndome gritar sin reparo ante la sensación. Los fluidos de excitación que producía mi cuerpo eran demasiados, tanto así que sus dedos estaban empapados por completo. Pero aquello tan sólo facilitaba sus movimientos; jugueteando conmigo, abriéndome, preparándome para él.

Fue luego de unos segundos cuando lo tocó. Algo dentro de mí que me llevó a jadear y gritar con desesperación al mismo tiempo que apretaba la colcha con fuerza. Temblé, casi sin darme cuenta, empujando mi cuerpo hacia él; buscando que encontrara ese punto de nuevo.

—¡Eren! ¡Eren! —era lo único que podía murmurar en esos momentos. En mi mente sólo estaba su nombre repitiéndose una y otra vez—. ¡Ah! ¡Eren...!

Eren sonrió.

—¿Lo sientes, Levi? —preguntó, volviendo a tocar mi próstata con sus dedos. Solté un gemido y temblé cuando las sensación se hicieron una maraña en mi estómago— ¿Sientes cómo tu culo succiona mis dedos? ¿Lo sientes?

Tras su pregunta, dejó un suave beso en mi nuca. Asentí de inmediato.

—¿Me quieres tener dentro ya, Levi? —jadeó, para luego clavar sus dientes en mi hombro izquierdo. Dolió, dolió mucho. Sus colmillos, de hecho, rompieron mi piel. Se deleitó con el sabor de mi sangre, lo supe cuando le escuché gemir de gusto. Pero no me quejé, porque, muy dentro de mí, aquello me había parecido excitante—. Dime, Levi. ¿Quieres que te meta mi polla y te llene de mi semen, capitán?

La manera en que pronunció aquello incrementó el placer en mí, abrumando mi mente todavía más. Las enmarañadas sensaciones viajaron hasta mi vientre y se quedaron ahí, advirtiéndome que el orgasmo estaba cerca.

Demasiado cerca.

—Sí... —respondí, con la poca voz que logré sacar—. Sí te quiero dentro de mí. Qui-quiero que... te quedes ahí y... y me llenes de ti... de todo tu semen... Por favor, márcame. Márcame ya. Quiero... quiero ser tuyo.

Le sentí gruñir contra mi piel al instante de mi respuesta, mientras retiraba sus dedos de mi interior. Estaban totalmente húmedos y pegajosos gracias a mis fluidos. Luego, el claro sonido de una cremallera siendo bajada llegó hasta mis oídos, haciéndome temblar de anticipación.

Lo necesitaba.

Lo necesitaba de verdad.

Entonces, cuando su erección fue descubierta, su olor pareció abrumarme aún más. Ronroneé casi sin darme cuenta. Eren era mi Alfa; el único. Quería que mi piel oliera a él.

Llevado por mis pensamientos, me encontré en la necesidad de empujar mi cuerpo contra el suyo, buscando un poco más de contacto. Para mi buena fortuna, su reacción fue rápida. Sus manos separaron mis nalgas una vez más, dejando a su vista mi agujero que seguía palpitando y liberando fluidos, buscando su contacto. Ante imagen, le escuché gruñir de regreso mientras sus dedos apretaban con fuerza mi carne. Segundos después, sentí la punta de su pene restregándose contra mi entrada, mezclando su presemen con mis fluidos. Lloriqueé perdido en la sensación mientras mi espalda se arqueaba un poco y un montón de escalofríos recorrían mi cuerpo.

—E-Eren... —susurré, todavía temblando, esperando otro movimiento de su parte— Por favor...

—Mío —gruñó.

Con eso, él se abrió paso en mi interior, primero el glande, que resbaló con bastante facilidad, hasta que le tuve totalmente dentro. No pude más que gemir de pura satisfacción al sentir esa dura polla llenándome; haciéndome sentir completo por primera vez.

—Joder... estás... estrecho, demasiado —murmuró, sin saber qué decía, mientras sus manos se enterraban con más fuerza en mi piel, dejando la marca de sus dedos ahí.

—¡Ngh!

Su cuerpo se movió hacia adelante, lentamente, dando el primer embiste profundo. Aquello me llevó a ronronear sin poder evitarlo, mientras me aferraba a las sábanas. Le sentí retirarse un poco de mi interior, hasta dejar el glande dentro, para luego volver a entrar aumentando la velocidad. Jadeé y empujé la cadera hacia atrás, buscando más. Quería sentirlo más cerca; quería que apaciguara el incómodo calor que estaba quemando todo mi vientre.

—Más... quiero... Más, Eren —pedí, sintiendo como mi cuerpo empezaba a desesperarse.

Con otro gruñido, Eren volvió a moverse hundiéndose aún más profundo. Me encontré a mí mismo temblando de sobremanera, al mismo tiempo que la respiración se me atoraba en la garganta. Y no pude más que retorcerme de placer cuando la punta de su pene chocó contra mi próstata. Solté un gemido mientras mi interior se estrechaba a su alrededor, atrayéndolo todavía más dentro de mí.

Eren ronroneó, parecía totalmente perdido. Un momento después, su lengua se deslizó por la piel de mi espalda, provocándome más escalofríos. Me sentía mareado en ese momento; mis pensamientos estaban revueltos y no podía más que concentrarme en sentir esa hinchada polla que se enterraba cada vez más profundo.

—¡Mierda, Levi! —jadeó, dando otra embestida. Luego dejó un beso pequeño en mi nuca que me estremeció totalmente— Me... me estás apretando... tanto...

Alentado por eso, mi Alfa aumentó el ritmo entrando y saliendo cada vez más rápido. Podía sentir su pene palpitando en mi interior, y como su carne chocaba contra la mía cada vez que empujaba su cuerpo hacia el mío. Gemí mientras todo mi ser temblaba de sobremanera, ya casi no me podía mantener sobre mis rodillas. El placer estaba nublándome por completo.

—E...Eren... ¡Más! ¡Quiero más!

Él jadeó casi de forma animal cuando mis mojadas paredes internas se contrajeron a su alrededor. Sus dedos apresaron la piel de mi cadera más fuerte al mismo tiempo que se dejaba llevar por su instinto. Sin importarle nada más, empezó a empujar más rápido. Su dura erección se deslizaba dentro y fuera de mi culo haciendo un sonido húmedo que me parecía de lo más erótico.

Mis dedos se hundieron en el cobertor, de nuevo, mientras sentía cómo las sensaciones en mi vientre se revolvían aún más. El cosquilleo se extendió hasta abajo; se quedó en mi pene, que palpitaba dolorosamente, buscando algo de atención también.

—Levi... —gruñó, empujando las caderas hacia adelante. La punta de su gruesa polla rozó mi próstata haciéndome ver muchísimos colores y gemir sin control. Sin ser demasiado cuidadoso, tomó mi cabello entre sus dedos y me hizo levantar la cabeza— Eres mí-mío, Levi... ¡Ngh! Eres... eres mi Omega —susurró, con esa voz ronca que me parecía totalmente sensual, en mi oído. Luego repasó su húmeda lengua por todo mi lóbulo—. Só-sólo mío... ¿Entiendes?

Con las lágrimas escurriendo por mis mejillas y la saliva deslizando por mi boca, asentí. Lo sabía. Lo supe desde el primer instante. Le pertenecía a Eren. Era sólo de Eren. Y quería estar para siempre a su lado.

—¡Sí... sí! So-soy tuyo, Eren —respondí, entre jadeos. La cabeza me daba vueltas por todo el placer que se acumulaba en mi cuerpo. Eren, complacido por mi respuesta, embistió profundamente de nuevo.

No supe cuánto tiempo pasó después; sólo estuve seguro del momento en que mi cuerpo empezó a sacudirse con más insistencia mientras el hormigueo amenazaba mi estómago y vientre con mucha más insistencia.

Escuché a Eren gruñir algunas maldiciones mientras el ritmo de sus movimientos se volvían más erráticos; cómo si no pudiera aguantarlo más.

Y sucedió entonces.

Su pene se hinchó aún más dentro de mí, mientras las paredes de mi ano se contraían a su alrededor para que no se moviera de ahí. El oxígeno dejó de llegar a mis pulmones en ese segundo porque dolía. Dolía como la mierda. No pude más que lloriquear al mismo tiempo que le sentía enterrar sus uñas en mi carne.

Eren estaba anudando dentro de mí, y no pensé que aquello doliera tanto.

Sin embargo, el dolor se convirtió en un culposo placer cuando él se movió un poco a la derecha. Su polla gruesa aplastó aquel bulto de nervios en mi interior, llevándome a gritar como no lo había hecho antes. Sentí un montón de latigazos de placer correr por todo mi cuerpo cuando Eren decidió empujar de nuevo.

—¡Di-diablos! Voy... voy a llenarte, Levi —siseó, luego de jadear—. De-dejaré todo... ¡ah!... todo mi semen dentro... ¡Ngh! —lloriqueé, por esa combinación de placer y dolor, mientras mi cuerpo seguía agitándose sin cesar. Podía sentir el cielo tan cerca—. ¿Lo quieres, Levi?

—¡Sí-sí! ¡Lo... lo quiero to-todo!

Complacido con mi respuesta, Eren dio otra embestida golpeando de lleno contra mi próstata. Y no hubo más para mí; el calor de mi vientre se expandió por todo mi cuerpo, hasta llegar a mi polla, haciéndome eyacular al momento, las piernas me temblaron y sólo pude pensar en gritar de placer mientras el orgasmo me golpeaba con fuerza.

Nunca antes me había sentido así...

Mi alfa gruñó ante las miles de sensaciones que le embargaron en ese segundo. Su pene palpitó al mismo tiempo que mi ano le atraía a mi interior aún más y mis paredes internas le apretaban con fuerza instándole a correrse ahí dentro. Jadeó con furia y sostuvo mis caderas, mientras chorro tras chorro de abundante esperma se disparaban hasta lo más profundos de mis entrañas.

No estuve muy seguro de cuánto tiempo permanecimos pegados, pero tampoco me importó demasiado. Sólo estaba concentrado en ese revoltijo de sensaciones que se habían alojado en mi estómago. Ya no había más calor; se había aplacado un poco. Sin poder más, y aprovechando que Eren ya había liberado mi cuerpo, me dejé caer boca abajo en los cobertores. Mi respiración estaba acelerada, mi corazón golpeaba con fuerza contra mi pecho y podía sentir como su semen mezclado con mis fluidos escurrían libremente por mis muslos.

—Levi... —le escuché llamarme, pero yo todavía seguía disfrutando de ese cosquilleo en mi estómago— Levi, mírame.

Quizá fue porque aún no estaba del todo consciente, o porque mi mente y cuerpo reconocían a Eren ya como mi Alfa, no lo supe con seguridad, pero le obedecí al instante. Con un poco de esfuerzo me acomodé boca arriba y clavé mis ojos a los suyos.

Encontrarlo ahí, con el pelo hecho un revoltijo castaño, los ojos todavía cubiertos con aquel matiz dorado y todo su sensual cuerpo lleno de sudor, avivó el calor en mi vientre. Gemí sin poder evitarlo, mientras sentía todo mi interior palpitar; me pedía a gritos tenerlo de nuevo enterrado en lo más profundo de mi cuerpo.

«De nuevo... —exigió mi consciencia— De nuevo...»

Me retorcí en la cama; Eren jadeó de regreso cuando el olor de mi celo le llenó la nariz.

No importaba si, segundos atrás, habíamos tenido sexo, yo deseaba más. Así funcionaba el celo; durante tres día sólo podía pensar en tener a alguien dentro de mi cuerpo, que calmara ese inquietante calor que me recorría desde la cabeza hasta lo pies.

Con la mente nublada por mi instinto, le atraje hacia mí y le besé de manera salvaje. Eren no tardó demasiado para corresponderme y recostarse sobre mí, rozando de manera descarada nuestros sexos. Jadeé, totalmente excitado.

Más.

Quería más de él.

—Eren —susurré, contra sus labios—. Todavía quiero más...

Eren rugió cómo el León que albergaba en su interior, más no se hizo del rogar.

(...)

A la mañana del quinto día —luego de que mi celo había finalizado—, desperté sintiendo que algo no iba del todo bien. Habían un montón de emociones —suponía que eso eran— alojándose en mi cerebro. La sensación corrió por todo mi cuerpo y se quedó en mi estómago, revolviéndolo al instante; produciéndome arcadas. Fruncí el ceño y parpadeé varias veces seguidas, como si quisiera librarme de toda incomodidad con ese gesto.

Pero no. No funcionó.

—¿Levi? —escuché la voz de Eren. Fue un susurro apenas, pero alcancé a entender sus palabras.

Me revolví entre las sábanas suaves y calientes, que resguardaban mi cuerpo de las inclemencias del clima, y asomé un cabeza levemente. Me rehusaba a abandonar mi cómodo lecho.

Eren rió ante mi actuar.

Él estaba ahí, acostado a mi lado. Una sonrisa, que se me antojaba entre tierna e infantil, iluminaba sus facciones haciéndole ver incluso más atractivo. Sin embargo, al mirarlo, otra vez, la rara sensación se produjo en mi estómago y se quedó ahí, alertándome en silencio sobre alguna cosa que todavía no lograba entender.

—Buen día —saludé, con voz floja, intentando alejar todo pensamientos malo.

—Hola —susurró, con un tono bastante cómico, mientras se acercaba a mí—, ¿dormiste bien?

Asentí mientras mi cola se agitaba de un lado a otro, contenta, y mis brazos se enredaban tras su cuello, para tenerlo un poco más cerca. Desde que Eren me había marcado, no podía estar separado de él mucho tiempo. Estar a su lado se había vuelto una necesidad; era como el oxígeno. De alguna manera, sentía que si me separaba de él, una parte de mí moría.

Ante el sólo pensamiento de aquello las arcadas volvieron, obligándome a separarme un poco de mi Alfa. Eren parpadeó un poco preocupado —como si supiera que algo no andaba bien conmigo—, para luego talló la punta de su nariz contra la mía.

—¿Estás bien? —preguntó, haciendo a un lado los mechones de cabello negro que adornaban mi frente.

—Sí. Sólo... —arrugué la nariz, al no saber cómo continuar. Eren ladeó la cabeza, expectante— no sé qué pasa conmigo.

Eren frunció el ceño.

—¿Qué ocurre? ¿¡Te sientes mal!? ¿¡Te duele algo!? ¿Quieres qué llame al comandante?

—¡No, no! —me apresuré a contestar, al ver que mi Alfa se levantaría y me dejaría solo—. Estoy bien, lo juro. No llames a nadie... no quiero que esto termine aún...

Aunque había pronunciado aquello en voz baja, Eren llegó a escucharlo. Su gesto se relajó —apenas y un poco—, mientras se acercaba a mí de nuevo. Mi cuerpo se relajó en un dos por tres cuando su calidez y olor me invadieron.

Al instante, me dejé llevar. Mi cuerpo anhelaba su contacto; quería sentirlo cerca de mí, quería un beso y que me llenara de mimos y cariños como venía haciéndolo los últimos días. Sus labios se juntaron con los míos, en un beso tierno, mientras sus manos acariciaban mi rostro con sus dedos muy lentamente.

Dejé escapar un ronroneo de puro gusto, al mismo tiempo que perdía mis manos entre su cabello y cerraba los ojos. Me gustaba eso; quería estar de esa manera para siempre.

Pero ambos sabíamos que aquella fantasía no duraría tanto. No estábamos en un cuento de hadas donde tendríamos un «Felices para Siempre». Afuera había una guerra; y a nosotros nos estaban usando cómo conejillos de Indias. Apreté los ojos con urgencia e intenté dejar de pensar en todas esas cosas; quería sólo disfrutar del ahora, aunque fuera un efímero momento, uno que se iría rápido, como en un parpadeo.

Como si pudiera leer mi mente, Eren deslizó sus dedos por mi rostro mientras aún seguía besándome. Lo hizo lentamente, transmitiéndome toda la calma qué necesitaba. Me encontré en la necesidad de suspirar a medias, al mismo tiempo que mis manos se movían por toda su espalda, intentando guardar en mi memoria cada pequeña cicatriz que adornaba su piel.

Estuvimos un rato así, hasta que nuestra burbuja de amor se encontró rota demasiado pronto. Un sonido estridente invadió la habitación provocando que nos separáramos en ese instante.

—¿Qué demonios...? —gruñó Eren, arrugando el gesto y protegiéndome con su cuerpo. Él ya era mi Alfa por completo, así que tenía esa necesidad de cuidarme— ¿Qué mierda está ocurriendo?

Siseé por lo bajo, mientras me cubría los oídos con mis manos. Realmente creía que mis tímpanos reventarían si seguía escuchando ese ruido infernal.

—Atención, agentes. La misión ha terminado ya. En unos momentos más sus adoptantes pasarán por favor, sepárense —la alarma cesó cuando fue reemplazada por esa voz robótica que empezaba a odiar, porque repetía el mismo mensaje una y otra vez—. Por favor, sepárense. Por favor, sepárense. Por fa-...

—¡Callen esa maldita cosa! —rugí, cansando de todo, provocando que la habitación se sumergiera en silencio.

La cámara que estaba en la pared —que se había encendido en algún momento— hizo el sonido de advertencia de nuevo. Esta vez, fue para mí. Gruñí varias malas palabras para luego levantar mi dedo medio hacia el aparato, justo como Eren lo había hecho anteriormente.

Él rió, pero fueron carcajadas vacías.

(...)

—Levi.

Ignoré su llamado y seguí guardando mi ropa dentro de la maleta que había traído conmigo. Estaba enfadado; asqueado de todo. No obstante, mi enojo no era con él, sino con la maldita situación. No quería salir de ahí. Pese a que sabía que debía obedecer las órdenes, no quería hacerlo. Porque sabía el significado de aquello; una vez que nos separáramos, jamás volveríamos a estar juntos.

Y no deseaba eso.

Yo todavía quería permanecer a su lado; despertar cada mañana y verlo ahí, sonriendo para mí, deseándome los «buenos días».

Quería todo de él...

De mi Alfa.

Escuché un suspiro pesado de su parte, luego el sonido sus pisadas resonaron en mi espalda. Intenté no prestarle atención —porque presentía que terminaría enojándome con él—, y continué guardando toda mi ropa.

—Oye, escúchame —susurró, tiernamente, en mi oído. Sus brazos se enredaron en mi cintura, mientras su mentón se recargaba en mi hombro—. Pase lo que pase ahora, yo voy a cuidarte, ¿bien?

No pude más que dejarme llevar por mi instinto de Omega cuando su calor envolvió mi cuerpo. Su olor se mezcló con el mío y la fragancia me resultó adictiva.

—No quiero esto, Eren —susurré, sólo para que él pudiera escucharme. Habían cámaras en las habitaciones también—. No quiero saber qué pasará apartir de ahora... No quiero saber qué pasará si hay un bebé creciendo en mi interior.

Todavía no estaba tan seguro de que hubiera una cría desarrollándose en mi barriga, pero yo tenía miedo. Quizá era porque esa parte Omega de mi ser recién despertaba luego de haberme dejado marcar, y me dejaba vulnerable. No lo sabía, pero estaba aterrorizado.

Temía de lo que pasaría después; temía de que me separaran de Eren, temía de que quisieran arrebatarme a mi hijo —si es que había uno—. Temía de enfrentar la realidad. Temía de todo.

Tras mis propias palabras, mis manos se posaron sobre mi vientre como si con esa acción pudiera protegerme. Eren se tensó durante un segundo apenas.

—¿Confías en mí, Levi? —preguntó, luego dejó un beso sobre mi cabello. Asentí sin dudar, cuando sentí sus manos posarse sobre las mías, dándome la protección que necesitaba— Bien, porque no dejaré que nadie te ponga un dedo encima. Te lo prometo; te cuidaré a ti, y a nuestro bebé.

Y confié en él.

Confié ciegamente en sus palabras.

(...)

—¿Cómo te sientes? —preguntó Erwin, mientras ponía una mano sobre mi frente.

Rehuí de su contacto a los segundos, pero mi adoptante ya no se sorprendió. Desde que había abandonado la cabaña —y de paso, me separaron de mi Alfa— no soportaba la idea de dejarme tocar por otra persona que no fuera Eren. Al principio Erwin se preocupó, pero luego Hanji le explicó que era normal porque mi cuerpo ya no me pertenecía del todo.

Eren era el único que podía tocarme.

—Quiero ver a Eren.

Habían pasado casi dos semanas sin su presencia. No me dejaban verle para nada, y día tras día que pasaba sentía que mis fuerzas se acababan. No quería moverme; sólo me la llevaba acostado en mi habitación sin hacer más. No comía, ya no salía a misiones —aunque esto nos lo habían prohibido los de arriba—, tampoco tenía ganas de limpiar o leer algún libro. Sin Eren, me sentía muerto en vida.

Hanji había dicho que eso era porque ambos compartíamos un lazo más fuerte que los demás; uno único. Y yo —al ser el Omega— era el más afectado por eso.

Erwin suspiró.

—Eren ha salido a una misión, Levi —explicó, intentado poner una sonrisa en su rostro.

Siempre era la misma excusa; siempre. Pero sabía que Erwin no mentía. La gente de arriba habían empezado a mandar a los Alfas —implicados en la «misión»— a cazar Excéntricos, con la falsa excusa de que necesitaban algunos para hacer experimentos. Pero mentían, por supuesto. Sólo lo hacían para mantener a los Alfas alejados...

Alejados de sus Omegas...

Sin saber el daño que eso causaría.

Me encontré en la necesidad de arrugar el gesto y hacerme un ovillo en mi cama. Tenía frío, me sentía solo y nada más podía pensar en Eren; en lo mucho que me urgía su contacto. Erwin lo notó, él me conocía a la perfección. No por nada me había criado a lo largo de —casi— veinte años.

Tomó una parte de la sábana azul que había en la cama y me cubrió con ella hasta el cuello.

—Duerme un poco, ¿sí? —susurró, bajando la luz que había en mi habitación; casi dejándola a oscuras— Cuando despiertes intenta comer un poco, Levi. Te he dejado la charola en la mesa, es carne a término medio, como te gusta... Por favor, intenta comer.

El tono suplicante de su voz causó algún tipo de revolución en mis entrañas. Era muy consciente de que lo estaba preocupando —porque llevaba más de dos días sin querer probar bocado—, pero no podía actuar con normalidad. No después de haberme dejado marcar por un Alfa.

Encogí lo hombros y me ovillé todavía más. Ya no quería seguir pensado.

Mi adoptante suspiró, para luego tomar la otra charola —con la comida de anoche intacta— de la mesa. Entonces, una vez que salió de mi habitación y dejó la puerta medio abierta, un olor familiar llegó hasta mi nariz.

—No ha querido comer, ¿cierto? —esa era la voz de Hanji, y no se escuchaba demasiado contenta. Erwin no respondió; aunque no podía verlo, lograba imaginármelo con la mirada baja como si en sus zapatos encontraría todas las respuestas— ¿Cuantos días lleva así?

—Casi cuatro.

Hanji soltó una carcajada vacía, dejándome sorprendido por unos segundos. Era bastante raro ver —o escuchar— a la científica en ese estado. Porque ella era una mujer que siempre sonreía; aún si el día era malo, Hanji siempre lograba encontrar una razón para sonreír.

—Y los que faltan, Erwin —escupió, llena de sarcasmo.

—No fue mi culpa, Zoe... ¡Intenté de todo para impedir esa ridícula misión! ¡Tú lo sabes!

—Pero no fue suficiente, Erwin —soltó—. Ahora están sufriendo, todos; no sólo Levi. Una vez que los Omegas han sido marcados, necesitan estar cerca de sus Alfas... Y aún más cuando están en cinta.

Me tensé ante eso —y supuse que Erwin también lo había hecho, porque no dijo más—, mientras llevaba mis manos hasta mi vientre. Toqueteé esa zona superficialmente, hasta qué lo sentí. Había calidez, una que no se encontraba antes en esa parte.

Y temblé. Temblé cuando las lágrimas empezaron a deslizarse por mi mejillas. No sabía si lloraba de miedo —porque sabía exactamente qué pasaría con mi hijo después— o de felicidad —porque tenía vida creciendo dentro de mi cuerpo; un pedacito de Eren y mío— , pero lo estaba haciendo.

—Lo sé, Hanji. Lo sé...

Hanji suspiró.

—Escucha, si todos esos Omegas están esperando bebés y se los arrebatan... Se iniciará una guerra, Erwin —dijo, sin titubear—. Y será una muchísimo peor de la que hay allá afuera. Y yo... yo estaré con ellos, ayudándoles; no permitiré que nadie les quite a sus hijos, ¿entiendes?

Tras eso, ella no esperó respuesta de Erwin. Se alejó en silencio, sin mirar atrás siquiera.

(...)

—¡Listo! —exclamó Hanji, una vez que había dejado de extraer un poco de mi sangre con una jeringa— Es todo lo que necesito para hacerte las pruebas, Levi —ella sonrió enormemente.

No pude evitar pensar que esa enérgica mujer no se parecía en nada a la persona seria y adulta que había asaltado a Erwin en el pasillo. Me revolví en mi asiento y presioné el algodón contra mi brazo —justo donde ella pinchó con la aguja—, mientras le miraba fijamente.

Estábamos ambos en una habitación de hospital que se especializaba en tratarnos a nosotros; los Titanes. Hanji había insistido en que ya era hora de hacernos las diversas pruebas para detectar un embarazo, pero yo estaba seguro que no las necesitaba.

Ya sabía cuál seria el resultado.

—No es necesario que hagas las pruebas, Hanji.

La mujer clavó sus ojos cafés —cubiertos con unas gafas de pasta negra— directamente en mí, mientras alzaba una ceja y ponía un frasco con mi sangre en la charola que había a su lado.

—¿Qué quieres decir con eso? —inquirió, con una sonrisa.

—Qué ya sé cuál es el resultado.

Sólo eso fue necesario para que la sonrisa se borrara de su rostro. Sus ojos se abrieron de sobremanera al mismo tiempo que toda palabra moría en su boca; parecía como si no pudiera creerlo. Supuse que, pese a que Hanji había pasado casi toda su vida dedicada a estudiarnos —tanto a losExcéntrico, como a los Titanes—, todavía quedaban muchas cosas que no había descubierto.

Me llevé las manos hasta el vientre y acto seguido, asentí en su dirección. Ella tembló.

—Entonces... ¿lo sientes? —preguntó. Los ojos le brillaron— ¿Sientes qué hay un bebé creciendo dentro de ti?

—Sí, pude sentirlo la otra anoche —corroboré.

Hanji se recargó por completo en el respaldar de la silla mientras empujaba sus lentes por el centro. Su mirada aún seguía clavada en mí, repasando sus ojos por cada parte de mi cuerpo, quedándose, quizá más tiempo del necesario, en mi barriga. Sabía qué ella sería incapaz de dañarme —aquella anoche lo había demostrado—, pero, por mero instinto, protegí mi vientre.

—Eso es... tan... ¡Wow! —murmuró, a medias. Parecía perdida en sus pensamientos—. Pero... creo que de todos modos deberíamos hacer las pruebas, ¿bien? —dijo, luego de un rato.

—Como quieras.

Hanji sonrió y se levantó de la silla, llevándose la charola consigo.

—Iré a ver a mi siguiente paciente —habló, con emoción—. Necesito saber si Annie también lo siente, cómo tú —su mirada se dirigió a mí, al mismo tiempo que me sonreía casi de manera maternal—. Si quieres puedes dormir un rato. Te levantaré cuando estén los resultados.

Con eso, ella abandonó la habitación.

(...)

No supe con exactitud en que momento había caído dormido, pero desperté de sopetón cuando mi nariz captó un olor demasiado familiar; uno que había venido necesitando desde semanas atrás.

«Es él... —gritó mi mente—. Es él. Es él. Es él»

Sin dudarlo ni un pequeño segundo, levanté un poco la cabeza sólo para encontrarme el rostro sonriente de Eren ahí; acostado a mi lado en esa enorme camilla donde Hanji me había dejado. Todas las emociones se revolvieron en mi estómago y sentí la calidez de mi vientre extendiéndose por todo mi cuerpo; como si mi bebé también estuviera feliz de verlo.

—¡Eren! —susurré, todavía sin poder creer que él estuviera a mi lado.

Él rió de manera infantil mientras me estrechaba con fuerza entre sus brazos. Su cola y la mía se movieron de un lado a otro, totalmente contentas. Había necesitado tanto su contacto, sentir su olor, sus brazos; sus besos. Me había hecho tanta falta.

—Me hiciste tanta falta, Levi —susurró, como si, de nuevo, pudiera leer mis pensamientos—. Te extrañé muchísimo.

—Y yo a ti —correspondí, hundiendo mi cabeza en su pecho y dejándome llevar por mi instinto.

—¿Te sucedió algo? —preguntó, preocupado, mientras repartía besos por todo mi rostro— Me preocupé bastante cuando encontré al comandante por aquí. ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?

Negué con la cabeza, mientras dejaba un beso pequeño sobre sus labios. En ese momento no me importaba nada más; sólo quería estar con él.

—No es nada —respondí, con una pequeña sonrisa—. Sólo son estudios de rutina —el frunció el ceño ante mi vaga respuesta—. ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? Me dijeron que habías ido a una misión.

Sentí a mi Alfa removerse un poco incómodo, aunque luego sonrió a duras penas. Era como si no le gustara recordar aquello.

—Sí, estaba. Pero terminó hace poco, así que vine aquí para que me revisaran unas heridas...

Sólo necesité escuchar aquello para que mi instinto Omega se apropiara de mi cuerpo en su totalidad. La sola idea de que Eren estuviera herido me hacía temblar, porque no quería perderlo. Alentado por ese pensamiento, me apresuré a tomar su rostro entre mis manos para poder mirarlo fijamente, buscando algún rastro de heridas ahí.

Eren pestañeó confundido.

—¿Dónde te lastimaron? ¿Estás bien? ¿¡Te duele algo!?

Él rió enternecido.

—Estoy bien, Levi —respondió, poniendo sus manos sobre las mías. Fue en ese segundo dónde noté las vendas que recubrían sus dedos y se extendían hasta las muñecas. Me alarmé en silencio y él lo notó—. Sólo fueron un par de mordidas; nada graves.

—Tonto, realmente me preocupaste.

Mi Alfa rió de nuevo, pero aprovechó que yo me había acomodado sobre su pecho para enredar sus dedos entre mi pelo.

—Entonces... ¿de qué dices que son esos estudios?

—De rutina.

Eren arrugó la nariz, mientras le escuchaba gruñir por lo bajo.

—Sí, pero... ¿por qué?, ¿te enfermaste o algo?

Me encontré en la necesidad de dejar de respirar por un segundo apenas. Eren tenía derecho a saberlo; él debía saber que había una cría en mi interior. Pero, ¿cómo reaccionaría?

—No, no estoy enfermo —respondí, apretando la tela de su camiseta entre mis dedos—. Eren, hay... hay un bebé creciendo aquí.

Sin dudar, guié sus manos muy lentamente hasta mi vientre. Eren se tensó al contacto, sin embargo, supe que él también sintió aquella calidez que emanaba mi cuerpo cuando sus ojos se abrieron y sus dedos se deslizaron por toda esa zona con ternura y parsimonia.

—Levi... —susurró, con la voz pendiendo de un hilo.

—Tengo tanto miedo, Eren... —confesé, sin mirarlo— No quiero que esa gente me quite a mi hijo; no quiero.

Esta vez, fue su turno para sostener mi rostro entre sus manos, haciendo que le mirara fijamente. Eren tenía el ceño, de nuevo. Sus ojos se convirtieron en par de joyas doradas, que brillaban por toda la determinación que surcaba en ellos.

—Escucha, te lo prometí, ¿no es así? —dijo, clavando sus orbes en los míos— Eres mi familia, y te protegeré. Nadie te pondrá un dedo encima, Levi; nadie, aún si eso significa ponerme en contra de los humanos. No permitiré que nos quiten a nuestro bebé, ¿bien?

Asentí. Lo hice porque le creí; porque Eren era mi Alfa, porque él haría todo para protegerme.

Estuvimos un rato en un cómodo silencio, dónde él se dedicaba a repartir diversas caricias en mi barriga y susurraba que nunca me dejaría, hasta que decidí romperlo al hacer un comentario—: Ya he pensado en un nombre para él, incluso.

Eren rió despacio.

—¿Ah, sí? ¿Cuál sería?

—Hunter(1)... —dije, poniendo una sonrisa— Me gustaría que se llamara Hunter.

Él dejó un beso sobre mi pelo.

—Me gusta. Me gusta mucho, en realidad. ¿Te imaginas? Hunter Jaeger Ackerman —acordó, con felicidad, al poner nuestros «apellidos» juntos—. ¡Ah! Pero... ¿y si es niña?

—También pensé en eso, por supuesto. Si es niña entonces se llamará Carla. Carla Jaeger Ackerman. Suena bien, ¿no?

Por los ojos de Eren pasaron un montón de emociones, algunas que no pude reconocer. Pero sólo necesitó de unos segundos para que en su rostro se clavara una hermosa sonrisa que, en el fondo, me hizo pedir que nuestro hijo la heredara.

—Levi —su voz fue apenas un susurró, mientras su nariz chocaba contra la mía y un par de lágrimas escapaban de sus ojos—. Gracias, Levi...

Iba a besarlo, sin embargo, justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió rompiendo con nuestra burbuja. Hanji, Erwin y Mike entraron, y pareció no importarles en lo absoluto que Eren estuviera conmigo, era como si lo hubieran sabido desde un principio.

No obstante, Eren parecía no confiar en ellos porque terminó por abrazarme —protegiéndome totalmente con su cuerpo—, mientras gruñía y les enseñaba los colmillos. Era una clara advertencia; si se acercaban, sería capaz de atacar sin importarle nada.

—Tranquilo, Eren —habló Hanji, mirándole con una sonrisa—. No venimos a dañarlos, ¿bien? Sólo traemos los resultados de los exámenes.

Erwin miró al suelo durante largos segundos. Mike pasó una mano por su pelo, revolviéndolo al instante. Hanji tan sólo pudo poner una sonrisa pequeña, que no le llegó a los ojos.

—Tenías razón, Levi. Dio positivo...

Supe entonces que, apenas la noticia llegara a los oídos de la gente de arriba, debía hacer de todo para proteger a mi hijo...

Aún si eso, como decía Eren, significaba ponerme en contra de la raza humana...

Cuando ellos intentaran quitarme a mi hijo, la verdadera guerra comenzaría...


.

FIN

.


Aclaraciones:

(1): Hunter significa cazador.


N/A: OMG, SÍ. FINAL ABIERTO PORQUE SOY MALA -inserte aquí risa maléfica(?)-.

Jajaja, ok no XD.

Pues nada, desde un principio tenía planeado que el final fuera así E_É, porque no quiero meterle más cosas y que se haga una chorrada (?). Les dejo a ustedes el final, pueden imaginarse lo que quieran XD.

En fin; MIKRALLER D: espero que te haya gustado, y lamento la tardanza pero me estaba costando trabajo continuarlo, jajaja D:

¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR SU APOYO! ; A ; gracias por tomarse su tiempo para leer, y dejar un comentario. Ojalá les haya gustado esta segunda parte :3.

Eso es todo lo que tengo por decir —¿escribir? XD—. Recuerden dejar un pequeño review, esos son mi alimento de cada día :3

Pasen buen día :)

Lyne Diamond*


¿Review? *-*