¡Buenas, queridos lectores! (También para ellas, solo que tiendo a hablar en masculino)

Bueno. Más de un año sin actualizar. Un año en que me ha pasado de todo, y realmente mi cabeza no estaba en condiciones de escribir nada. Ahora me he dado el tiempo de releer y terminar de escribir este capítulo que tenía a medio terminar. Espero alguien siga leyendo por este fandom, y si es así, que le de una oportunidad a esta historia.

No tengo mucho más que agregar. Solo espero sus comentarios, sean cuales sean.


Tardó algunos días en recuperarse. Hiccup solía ser una persona fuerte, pero todas las emociones que sintió en sólo una noche fueron suficientes para dejarlo en cama durante tres días. Toothless lo acompañó el máximo posible, mientras Jack iba y venía, divirtiendo a los niños, cuidando de su pequeño.

Al cuarto día decidió cumplir su rol. Hizo una promesa, y sería entrenar al macho alfa que su madre con tanto esfuerzo había llevado a las cercanías de Berk. Una semana de intenso trabajo les dio resultados muy fructíferos, logrando importantes avances, tanto en entender como en ser entendidos. Iban y venían, en completo secreto para los habitantes de la isla, quienes prefirieron no preguntar, concentrarse en lo que preparaban en hermetismo. El guardián del invierno lo intuía, trataba y trataba de obtener información, mas el orgullo y lealtad de esos vikingos lograba superarle, sin conseguir dato alguno. Decidió darse por vencido cuando llevaban dos semanas de entrenamiento con el gran dragón.

Toothless era parte esencial en los resultados. Lograba controlar y mantener tranquilo al macho alfa, al punto que solo estaba cerca, vigilando y alerta, sin intervenir. Su jinete era realmente hábil y reconocía las habilidades innatas de ambos, tanto madre como hijo. Aunque le hacía sentir celos, sabía que no duraría para siempre, su corazón estaba conectado sin quererlo al del castaño rojizo, sabiendo que jamás le cambiaría por otro dragón.

Cuando finalmente lograron domarlo y hacerlo más amistoso, Valka subió al lomo del macho alfa y Toothless llevaba a Hiccup, volando muy lento, hasta llegar al territorio natural de la isla. Rodearon en no más de dos horas el océano frío y casi congelado, hasta llegar a la zona central. Los habitantes corrieron, asustados de ver nuevamente a quien casi causa la destrucción de sus vidas, pero se sorprendieron al ver a la madre de su líder montándolo con una sonrisa, y al joven líder tratando de calmarlos. Jack estaba totalmente atento a cada movimiento, porque de ser necesario congelaría cada partícula de ese enorme animal con tal de salvaguardar la vida de todos, especialmente la de su nueva familia, su novio, y la mascota dragón, aunque le costara admitirlo.

El plazo límite se cumplía. Quedaba sólo un día para el cumpleaños de Hiccup. Sus cosas estaban alistadas en lo que parecía una cómoda mochila de cuero, no muy grande, con cosas muy precisas, algo de ropa y alimentos para sobrevivir al menos una semana.

- Hiccup – Astrid le llamaba, entrando a la enorme casa, específicamente a la habitación del jefe. Era de las pocas personas que podía entrar sin tocar.

- Astrid – mencionó, a modo de saludo.

Era de noche. Quedaban algunas horas antes de que fuera el cambio de día, la luna se alzaba casi en lo más alto. En cierto modo, estaba expectante de lo que iba a suceder.

- ¿Sabes? – Ella comenzó a hablar, caminando sin rumbo aparente – Todos en la isla esperamos poder celebrar tu cumpleaños, tus veinte – relató, admirando algunos adornos de la habitación.

- Astrid, yo… - su tono de voz era suave, compungido, pero fue interrumpido por un dedo sobre sus labios.

- Lo sabemos – cerró sus ojos lentamente – Hoy te marchas. Y no te volveremos a ver – se dio media vuelta, dándole la espalda a su mejor amigo.

- ¿Cómo? – Preguntó, confundido. Solo Jack, su madre, Gobber y dos ancianos del pueblo lo sabían.

- Esa noche un silencio invadió Berk – ella comenzó a contar lo que parecía una historia – cada aldeano, sin imaginarlo, guardó silencio. Creímos volvernos locos, pero cada grito era claro. Cada pregunta, cada explicación que exigías – se mordió el labio y tomó un respiro, tratando de calmar sus emociones.

Un sonrojo invadió las mejillas del muchacho. La misma noche que había llorado, maldecido y gritado sus sentimientos.

- Algunos lloramos. Otros golpeamos murallas – siguió contando, sin darle la cara a su amigo – Lamentablemente, aunque cambiáramos nuestras tradiciones, tu decisión, y tu corazón, le pertenecen a ese guardián – Astrid se giró lentamente, con algunas lágrimas cayendo de sus ojos – Tu felicidad es nuestra felicidad, siempre estarás en nuestros corazones, Hiccup – se enjugó rápidamente las lágrimas. Se acercó y abrazó con fuerza al castaño – Es por eso que nos despediremos como corresponde – sonrió, arrastrándole hacia la puerta, abriéndola.

Tras ella, Jack le esperaba con su cayado, vistiendo diferente a como habitualmente hacía. Estaba en lo que parecía un traje típico de los vikingos, más formal. Una camisa de algodón azul bajo una chaqueta delgada de cuero negro curtido. Unos pantalones azules muy oscuros, a juego con la camisa, resaltaba los ojos del guardián. Sus pies descalzos como siempre, y una sonrisa hermosa adornando sus labios, al punto de encantar nuevamente al líder de Berk. Algo extraño en todo ese atuendo colgaba de la oreja derecha del peliblanco, un pendiente que le pidieron usar esa noche, sin motivo aparente. Una pendiente de roca azul brillante.

- La verdad es que para mí esto también es una sorpresa – admitió un tanto apenado por su forma de vestir – Simplemente me pidieron vestir así

- Astrid, esto es… - Hiccup lo sabía. No podía creer que su aldea lo haya organizado.

- Así es – afirmó, sin darle más información al de cabellos blancos - ¿Esperarías un poco, Jack? Hiccup debe cambiarse –

- Lo esperaré toda la eternidad – bromeó.

Astrid volvió a cerrar la puerta, esta vez por fuera. Se encargaría de mantener en ese lugar al guardián. Al cabo de unos diez minutos, la puerta volvió a abrirse. Esta vez, el castaño rojizo iba vestido con una camisa verde musgo, unos pantalones café oscuro y una gruesa chaqueta de cuero, con piel natural de zorro blanco. El atuendo era sencillo, pero resaltaba muchas cualidades del jinete, entre ellos, sus ojos esmeraldas y su delgada pero tonificada figura. También portaba un pendiente, de plata con centro de roca roja fuego.

- Ahora, vamos – la chicha arrastró a ambos escaleras abajo, hasta llegar a la puerta de salida de la enorme casa – Los acompañaré hasta aquí, los veo luego – abrazó a ambos, dándoles un beso en la mejilla a cada uno. Se alejó y salió por una puerta lateral que daba a otro sector del pueblo.

- ¿De qué trata todo esto, Hiccup? – Jack no podía con sus nervios. Si pudiera sudar, seguro su mano se resbalaría de la del castaño.

El castaño decidió no responder. En cambio, le miró con ternura y sonrió, en el fondo agradeciendo por todo lo que significaría abrir esa puerta. Tomó con fuerza la mano de Jack y con la otra abrió la puerta hacia afuera.

Un camino iluminado por faroles con fuego, cada habitante de la isla estaba apostado a los costados, dejando un camino para ambos, que continuaba un recorrido hasta la playa. Los dragones volaban en el cielo, soportando el frío y algunos copos de nieve que caían esporádicamente. Ambos comenzaron a caminar, mientras cada aldeano hacía una reverencia al pasar, discreta, en silencio. A la mitad del camino estaba Toothless, esperando paciente a su jinete. Le acariciaron la cabeza, todo en silencio, solo el aleteo de los dragones se escuchaba en el aire. Cada persona vestía un atuendo muy particular, con colores llamativos, o apagados, pero manteniendo esa línea formal. Siguieron su camino, esta vez con el guardaespaldas alado y oscuro como la noche misma. La luna iluminaba en la parte más alta, además de cada farol encendido, cada antorcha que les guiaba.

Al final del camino, cerca de unas antiguas ruinas de piedras grandes y pulidas, Valka esperaba con su atuendo blanco. Dos ancianos a sus costados y, casi un peldaño más abajo, Gobber. Esperaban la llegada de ambos.

Conforme iban llegando, la gente se movía, cerrando el camino, otros subiendo escaleras para ver desde la altura. Nadie estaba dispuesto a perderse detalle alguno de lo que iba a suceder. Cuando llegaron frente a lo que parecía el final del camino, el enorme macho alfa custodiaba gran parte de la costa.

- Madre, concejo – Hiccup se hincó levemente. Jack imitó sus movimientos – He aquí para cumplir con nuestra tradición – alzó la cabeza, sosteniendo su peso en una pierna. Cruzó un brazo sobre su pecho, mientras con el otro seguía firmemente sosteniendo al de cabellos blancos.

- Hiccup Horrendous Haddock III – la mujer alzó la voz, tratando de que todos le escucharan – Estás frente al altar de nuestros antepasados, los dioses observan y la luna es nuestro testigo – recitó muy calmada - ¿Has contado a tu acompañante sobre esta importante ceremonia? – Preguntó.

- No lo he hecho, madre – Hiccup se puso de pie, girando en noventa grados para quedar frente a frente con el guardián – Jack, esta es la ceremonia donde el líder de la aldea de Berk cumple sus veinte años, y elige a quien será su acompañante por el resto de la vida – relató, tratando de que su voz no se apagara.

- Espera – el peliblanco se tomó unos segundos antes de continuar - ¿Yo? Digo, se supone que deberías elegir a una mujer para esto – advirtió un tanto asustado. En sus ojos se veía la duda, el miedo. A su alrededor el aire se enfrió tan rápido como el temor a que su corazón se rompiera, al punto de que los más cercanos sintieron esa presión y cambio de temperatura.

- No, Jack – Hiccup negó suavemente con la cabeza – Te dieron esa ropa, y especialmente ese pendiente, porque tú eres mi elección – sus ojos esmeraldas clavaron la mirada en los zafiros del guardián - ¿Me honrarías, esta noche, en ser mi prometido, mi pareja por el resto de mi vida? –

El guardián estaba realmente sorprendido con esas palabras, pero no tenía duda en lo que iba a responder – Por el resto de nuestras vidas – afirmó el hombre de los hielos eternos – Antes, permíteme un segundo – Jack apuntó su cayado hacia la luna - ¿Escuchaste eso? ¡Más te vale no interferir! – soltó en un grito bastante audible para todos los habitantes.

- No lo hará, Jack – una voz bastante conocida para el peliblanco le hizo girarse abruptamente hacia su espalda. Ahí estaba North, los otros guardianes estaban también presentes – Él nos avisó, nos dijo que debíamos estar contigo –el robusto y corpulento hombre vestía un traje rojo largo, sin sus típicos sables a la cintura, pero imponente como solía serlo.

Tras él, Bunny, Sandman y Tooth le saludaban con la mano, en silencio.

- Y ahora que estamos todos reunidos - Valka volvía a iniciar la ceremonia – Jackson Overland Frost, espíritu del invierno y guardián de la diversión – le llamó por su nombre completo, sorprendiéndole. North le guiñó un ojo, cómplice – ¿Tomas por pareja y acompañante a Hiccup, durante el resto de tu vida? –

- Por toda la eternidad – respondió seguro.

- ¿Y tú, Hiccup, aceptas los sentimientos de Jack para ser su pareja y acompañante, por el resto de tu vida? –

- Hasta el fin de mis días, y más allá, toda la eternidad –afirmó, con voz firme y ronca.

- Por la presente, entonces, uno sus vidas en un lazo de armonía, completa igualdad y sentimientos compartidos – la mujer se acercó hacia la pareja, con una venda, envolviendo sus manos con la tela blanca, terminando en un nudo no muy apretado – ¡Larga vida al jefe de Berk, y a su acompañante Jack Frost! – Exclamó hacia el pueblo, quienes rugieron al unísono.

- ¡Larga vida a ambos! –

Hiccup no pudo evitar soltar unas lágrimas. Jack no pudo evitar besarlo con fuerza, sin importarle que le vieran en un momento tan íntimo, incluso recibiendo aplausos y vítores de fondo. Simplemente quería a ese jefe, jinete, domador, entrenador y secuestrador de su corazón. Iba a protegerlo sin importar cómo. Separó sus labios del otro, mientras ambos sonreían y chocaban sus frentes, riendo y contagiando su alegría al resto.

El cielo se llenó de flamas de dragón explotando unas con otras. Potentes luces iluminaron los cielos por algunos minutos, mientras la pareja recibía felicitaciones de algunos aldeanos que se acercaron, sus amigos.

- ¡Felicidades, Jack! – La tierna hada de los dientes se abalanzó sobre el peliblanco en un efusivo abrazo, junto con varias haditas que revoloteaban alrededor.

- Gracias, Tooth – agradeció, tratando de separarla de él, nunca había sido de mucha piel.

- Felicidades, copito de nieve – el conejo se acercó para estrecharle la mano – Nunca creí que te vería comprometido – bromeó.

- Ni yo, canguro – respondió mordaz, sonriendo de lado, apretando con fuerza la pata del conejo gigante – Pero es imposible resistirse a los encantos y sensualidad de Hiccup –

- ¡Jack! – El castaño se sonrojó por el comentario que lanzó su pareja frente a los invitados.

Las risas abundaron por la situación. Pero en el fondo, todo era una forma de hacer olvidar a Hiccup que esa misma madrugada tomaría rumbo al mundo, dejando para siempre la isla que había permitido su compromiso con el guardián del invierno. Era una sensación de placebo, amainando el dolor que sentiría al alejarse.

- ¿Hay algo que quieras compartir con nosotros, Hiccup? – Su madre tomó la palabra, silenciando poco a poco las risas y tornando rostros alegres a serios y expectantes.

- Sí, madre – asintió con fuerza. Se acercó hasta su dragón y acarició la cabeza. Toothless soltó una especie de ronroneo y dejó que su jinete se acomodara en su lomo. Alzó el vuelo a unos metros de altura, donde todos podrían verlo - ¡Muchas gracias a todos por esto! – Exclamó – Como saben, esta ceremonia es de alegría y tristezas, porque he de dejar esta isla conforme a las tradiciones centenarias de Berk. Jamás olvidaré todo lo que han hecho por mí, ni menos olvidaré las experiencias que vivimos como aldea – se dio unos segundos para verlos a todos y todas, con las caras acongojadas - ¡Hoy proclamo a Valka, mi madre, como la siguiente líder, hasta que la aldea encuentre a un digno sucesor! – Notificó con fuerza, sintiendo un nudo en su garganta.

- Tranquilo – Jack alzó el vuelo para estar junto a él y tomar su mano. La apretó con fuerza y pidió silencioso la palabra. Su pareja entendió, y dejó que se pusiera al frente - ¡Desde hoy, y por la eternidad, esta isla estará bajo mi cuidado! – Alzó su voz, resonando por todo el lugar – Como guardián… No. Como la pareja de Hiccup, que la protección de este guardián les acompañe para siempre – Hizo una reverencia en el aire, hacia todos los habitantes del lugar.

Una gran exclamación de parte de todos respondía a sus palabras, con sonrisas y lágrimas en sus ojos. Astrid se acercó con la mochila que llevaría Hiccup, además de un bolso con cosas útiles que daría al guardián del invierno. Ambos vieron a la mujer con sus cosas y sabían que el momento había llegado.

- En el interior hay algunos regalos que dejamos para ambos – la rubia mujer apenas podía contener las lágrimas, su voz se deterioraba con cada palabra – Me hubiese encantado que tuvieran una fiesta, pero… - ahogó un sollozo, mientras de sus mejillas caían las primeras lágrimas - ¡Pero no soy capaz de aceptarlo! – Rompió en un grito desgarrador.

Tanto Hiccup como Jack se acercaron y la abrazaron, escondiendo sus cabezas en los hombros de la chica, acariciando los cabellos rubios amarrados en su usual coleta. Le regalaron un tierno beso en las mejillas, cada uno, imprimiendo sus sentimientos de agradecimiento por igual en un tierno y sencillo gesto.

- Muchas gracias, Astrid –

- Gracias por todo, Astrid –

Ambos le agradecieron con una sonrisa radiante, separándose de ella. Tomaron cada uno un bolso; Hiccup montó nuevamente sobre Toothless, Jack alzó el vuelo con su cayado en una mano y el bolso cruzado, descansando en el lado izquierdo de su cadera.

- Que tengan buen viaje, a donde sea que lleguen en sus aventuras – Valka se acercó hasta su hijo, dándole un fuerte abrazo – El niño ha madurado y se ha convertido en todo un hombre. Tu padre está orgulloso de ti, hijo. Estoy segura de ello – sonrió cálida, comprensiva, amorosa – Cuida mucho de él, y tráelo cuando sepas que es necesario – se dirigió al guardián.

Los jóvenes asintieron y esbozaron una sonrisa en sus labios. Preferían no hablar, de lo contrario su voz les traicionaría y no quería llorar más frente a todos.

- Jack, te veremos dentro de un año en el polo norte – North daba algunas indicaciones – No descuides tus labores – recordó, como un padre aprensivo.

Un gesto despreocupado con la mano le dio a entender que el peliblanco le había escuchado. Con un suave susurro, el viento comenzó a soplar bajo sus pies y entre las alas del Night Shadow. Se alejaron del suelo y la isla, observando a cada uno de los habitantes. El viento sopló con un poco más de fuerza, indicando el momento de alejarse a toda velocidad.

Dispuestos a dar la vuelta y comenzar el viaje, vieron como varios habitantes subían a sus dragones y alzaban el vuelo. Los amigos de Hiccup, incluso su madre, parecían dispuestos a seguirles.

Jack sabía que aquello no podía ser. Estaba más allá de las capacidades de cualquier dragón, incluso Toothless tendría problemas, por lo mismo él sería el guía hasta salir del territorio aislado donde se encontraba Berk y sus alrededores congelados.

Agitó su cayado, generó una espesa neblina de hielo y una breve tormenta que ahuyentaría a los dragones. Susurró ininteligible al viento, mientras se acercaba hasta el dragón y su jinete, sabiendo que no resistirían las ganas de dejar a sus seres queridos. Tomó con fuerza la montura lateral de Toothless y, con fuerza e impulso, los arrastró fuera de la tormenta que había creado para alejar a los aldeanos.

- ¡Los quiero a todos! ¡Nunca lo olviden! – Gritó a todo pulmón, entre lágrimas, el castaño se despedía alejándose a toda velocidad.

El guardián mantuvo la velocidad por cerca de dos horas, asegurándose de que no podrían seguirles ni alcanzarles. Recién ahí se permitió soltar la montura del dragón y disminuir la velocidad, descendiendo a una isla que sabía estaba inhabitado, siendo seguido por su pareja.

- Aquí podremos descansar esta noche. Mañana recorreremos una distancia aún más grande, repongan energías suficientes – explicó el peliblanco, dejando el bolso sobre una roca cubierta de una fina capa de nieve.

- Iré a pescar algo para Toothless – el menor de los dos se quitaba la mochila en su espalda e iba a abrirla, cuando la suave mano blanca del guardián le detuvo.

- Yo me encargo. No podrás pescar nada en este lugar, hay que sumergirse algunos varios metros para sacar algo – argumentó – Necesitas descansar. Intenta preparar una fogata para que mantengas el calor –pidió con un tono amoroso.

- Vale, no te distraigas ni te demores mucho. Me preocuparé – advirtió el menor, sonriendo, olvidando un poco su pena.

- Ni que fuera a ahogarme – se burló.

- ¿Tengo que recordarte quién fue el que cayó al lago congelado? – Alzó una ceja con cara de capitán obvio.

- Ya lo sé – suspiró resignado el otro – Nunca lo olvidarás, ¿Cierto? – Se alejó algunos pasos, sin estar molesto ni por cerca, dado que él mismo había decidido contarle lo que recordaba de su propia muerte.

- A veces quisiera también caer a un lago. Quizás tenga la suerte de conseguir más tiempo contigo… - murmuró, mientras juntaba algunas ramas para que Toothless le prendiera fuego.

Al cabo de una media hora, el guardián volvió con varios peces, dejando una buena porción para el dragón y otros más para ellos. Hiccup yacía dormido entre algunas mantas que había sacado de su bolso, con surcos de lágrimas por sus mejillas.

El cansancio del viaje y las emociones, sumado a que quedaban pocas horas de noche, hizo que sus párpados descansaran y su mente le desconectara de la realidad, llevándole a un profundo sueño.

Jack prefirió dejar los peces al fuego para cuando despertaran pudieran comer algo. Aun quedaba más de un día de viaje para mostrarle el resto del mundo a su ahora marido, y al fiel dragón que les acompañaba.