Los personajes de Rurouni Kenshin le pertenecen a Nobuhiro Watsuki.

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Deseos de venganza

Corría.

Corría presa del pánico que le provocaba escuchar sus voces acercándose a ella. Los sentía avanzar en su dirección y apenas podía controlar las lágrimas que le nublaban la visión.

Tropezó.

El tropiezo la hizo caer de bruces contra el suelo, estaba agotada, había huido de madrugada y se había pasado la noche corriendo sin dirección clara, sus piernas ya no daban más, tal vez debería rendirse y quedarse ahí esperando que la encontraran.

Temblaba.

El miedo se mezclaba con el frío; su kimono destrozado no era capaz de protegerla del viento helado que se colaba por las heridas de su piel y le calaba hasta los huesos.

Se levantó.

El recuerdo de los abusos y las torturas a las que había sido sometida le dio la fuerza para ponerse de pie nuevamente: prefería morir que volver a ser capturada por aquellos despreciables hombres que le habían arrebatado todo.

Rabia.

Su mirada azulina se llenó de rabia, sus ojos parecían un mar tempestuoso, turbio, y sus músculos se tensaron de ira.

Corrió.

Comenzó nuevamente con su carrera sin destino, lo único que tenía en mente era no ser capturada nuevamente, no le importaba a donde la llevaran sus pasos con tal de no volver a aquel infierno del que escapaba desesperadamente.

Precipicio.

Sintió que el destino se burlaba cruelmente de ella cuando se encontró al borde de un precipicio, miró hacia abajo, la distancia entre ella y el río que que se encontraba bajo sus pies no era tanta y ella sabía nadar. ¿Acaso podré sobrevivir? Se preguntó. La decisión estaba tomada: ansiaba sobrevivir porque el deseo de venganza consumía su alma impetuosamente, no obstante, si no sobrevivía, al menos se libraría de la lascivia de esos hombres que abusaban constantemente de ella.

Saltó.

Saltó en el momento en que era encontrada por ellos, a la vista de esos demonios que se hacían pasar por seres humanos. Su cuerpo se sumergió en las aguas de aquel violento río y fue capturado por la corriente que lo arrastró velozmente río abajo.

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Un apuesto pelirrojo se deshacía de su ropa para entrar al río a darse un baño. Comenzó a caminar adentrándose de poco al agua fría que endurecía sus músculos al hacer contacto con su piel. Se sumergió por completo hasta mojar cada hebra de su preciosa cabellera carmín, y al asomarse nuevamente de entre las aguas, las gotas, que brillaban por efecto de los rayos solares, se deslizaban sensualmente por su masculino y delicado rostro, haciéndolo parecer la viva imagen de la seducción.

El de cabello rojizo parecía tranquilo y disfrutaba de la paz que le brindaba nadar en las aguas tranquilas del río. No obstante, algo llamó su atención, sujeta a algunas rocas podía distinguir algo similar a una figura humana. Extrañado, se acercó a comprobar de qué se trataba y su asombró no se hizo esperar al confirmar que se trataba de una mujer: una hermosa mujer de desordenada cabellera negra permanecía inconsciente y herida entremedio de las rocas.

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Sentía su cuerpo dolorido, no obstante, estaba recostada sobre algo blando... hacía tanto tiempo que no sentía esa sensación. Abrió lentamente sus ojos, le costaba y los sentía hinchados, estaba acostada y cubierta con unas sábanas, tenía puesta una yukata blanca y algunos vendajes cubrían sus heridas.

Estoy viva — pensó mientras se sentaba y se miraba sorprendida.

En ese momento se dio cuenta de que no se encontraba sola, un hombre la observaba desde una esquina de la habitación. Se cubrió con urgencia cuando el pelirrojo se acercó a ella; tenía miedo y su mirada lo reflejaba.

— No te preocupes — dijo él — yo no soy de los que fuerzan a una mujer

Al escuchar esas palabras los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas. A él le pareció una imagen hermosa ver esos preciosos ojos marinos nublados por las lágrimas que no se decidían a correr por su rostro. Una imagen hermosa y conmovedora.

El pelirrojo se sentó al lado de la chica

— Te encontré en el río, estabas herida así que le pedí a un médico que te examinara, él me lo dijo — aclaró el pelirrojo

— Gracias — dijo tímidamente la mujer

— Ahora estarás bajo mi cuidado — dijo el pelirrojo — puedes estar segura de que todo eso terminó

La chica apretó las sábanas al oír eso y sintió como la ira se apoderaba de ella nuevamente, sus ojos marinos se volvieron salvajes y turbulentos, sus finos rasgos se endurecieron. El apuesto pelirrojo se dio cuenta inmediatamente y esbozando una sonrisa llamó su atención diciendo:

— ¿O tal vez no es olvidar lo que quieres? — La chica lo miró — ¿Deseas cobrar venganza? — ofreció

La mirada de la chica se encendió, sus ojos brillaron y asintió

— Si eso es lo quieres puedo ser el ejecutor de tu venganza — dijo el pelirrojo con una peligrosa mirada dorada adornando su rostro — pero no será gratis — sonrió

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Otra historia que se vino a mi cabeza y ya no la pude olvidar. Espero que también les guste y me regalen un comentario.

:)