La puerta de su habitación estaba abierta. Bulma se detuvo en el umbral y se recargo contra el marco mientras cruzaba los brazos. Hace tres meses que él se había ido. Salió volando y desapareció. Ella soltó un suspiro. No sabía porque su ausencia le afectaba tanto. Debía estar feliz que ese mono ya no estuviera en su casa, pero por alguna extraña razón sentía una sensación de vacío. Bulma sacudió la cabeza, no queriendo averiguar el porqué de eso y se dio media vuelta para ir a la cocina.

Se sirvió una taza de café y la sostuvo con ambas manos, acercando la cara al vaho hasta que le quemó un poco. El dolor le entumeció las mejillas y sus ojos le ardieron. Ella combatió el impulso de soltarla; necesitaba que el entumecimiento borrara las imágenes que no podía quitarse de la cabeza. La primera vez que lo conoció, en Namekusein. Ella estaba aterrada ante su presencia, él había amenazado a Krillin con matarla si no le entregaba la esfera del dragón y luego cuando intentaron huir, él lanzo varios ataques en su dirección que casi los matan. ¿Cómo podría echar de menos a alguien quien le inspiraba terror? A un destructor de planetas. A un guerrero frio y despiadado.

¿Qué clase de persona extrañaba a un asesino?

—Yo también lo echo de menos —dijo una voz cantarina.

Bulma levantó la mirada. Su madre sonreía mientras masticaba un trozo de pan dulce.

—¿Qué?

—A Vegeta. Yo también lo echo de menos

—Yo no lo echo de menos —espetó Bulma.

Su madre sonrió.

— Llevas media hora mirando el lugar donde Vegeta se sentaba habitualmente.

—Yo…—Ella abrió y cerró la boca. Sus manos temblaron un poco y dejo en la mesa la taza de café, pero la porcelana entrechocó con la superficie de vidrio por su movimiento brusco. No se había dedo cuenta que su mirada estaba fija en la silla vacía enfrente de ella—. No lo echo de menos. Él se comía todo lo que había en el refrigerador, descomponía constantemente la cámara de gravedad, ensuciaba toda la casa con sus botas llenas de lodo, se acababa toda el agua caliente, oh, y se la pasaba amenazándome con destruirme a cada rato. ¿Por qué lo extrañaría?

—Porque sabes que él nunca te haría daño —respondió su madre calmadamente.

—Estas loca —Bulma se puso de pie abruptamente—. Completamente loca.

Bebió todo el contenido de la taza y salió de la cocina. Tenía cosas que hacer. Cosas importantes. Como averiguar sobre los androides. El tiempo se estaba acabando y no podía malgastarlo pensando en el idiota de Vegeta.

Los días pasaron, Vegeta seguía ausente y Bulma trabajaba en nuevos prototipos de robots. Era de mañana y Bulma estaba apretando las tuercas de una máquina. Eso era trabajo de un empleado, pero no confiaba en que lo hicieran bien. Tenía que hacerlo ella. Agarró el martillo y lo estrelló fuertemente contra el metal. El sonido retumbó por la habitación y su mano vibró un poco. Una sonrisa se dibujó en sus labios al ver que no había flacidez bajo sus brazos que se moviera como gelatina. Su cuerpo seguía en perfecta condición. Nada fuera de su lugar. Ladeó la cabeza, mientras se examinaba en el reflejo del metal. Su pelo azul estaba esponjado, estilo afro. Ella apretó los labios. Era momento de un cambio.


Continúo martillando hasta que todos los clavos estuvieron en una hilera perfecta sobre la máquina. Se limpió las manos en una toalla mientras se quitaba el sudor de la cara con su hombro derecho. Después de bañarse, se subió a su carro y se dirigió a la estética.

—Oh, esto se siente muy bien —dijo cuándo una peluquera le estaba masajeando el pelo mientras se lo lavaba. El agua tibia caía en la parte trasera de su cuello y un aroma a vainilla le cosquilleaba la nariz.

—Hace mucho que no la vemos, señorita Brief —dijo Paula, la estilista, mientras ponía una toalla sobre los hombros de Bulma.

—He estado ocupada —Ella se puso de pie, y se sentó en la silla giratoria enfrente de un espejo de cuerpo completo.

—Claro, es la presidenta de corporación capsula. Es un trabajo demandante.

—Sí, lo es.

—¿Qué estilo desea ahora?

—Mmm… —Bulma puso su dedo índice sobre su barbilla, meditando— Corto y lacio—Decidió.

—De acuerdo —La estilista le colocó un delantal rosa y se dispuso a cortar su cabello. Poco a poco el piso se cubrió de cabellera azul y su cabeza se sintió más ligera. Ella cerró los ojos, relajándose.

Venir a la estética siempre la ponía de mejor humor. Empezó a tararear la canción que se oía de fondo. Era una melodía melancólica y a la vez dulce. Le puso atención a la letra y de inmediato la relacionó con alguien. Quisiera ser tu hermoso infierno. Tu hermoso infierno. Quisiera ser tu hermoso infierno. Tu hermoso infierno. Vegeta. Se imaginó sus manos recorriendo su barbilla, bajando por su espalda…

—¿Qué te pasa? —Chilló ella, abriendo los ojos, reprimiéndose a ella misma por pensar siquiera en eso.

Paula levantó las manos, alarmada.

—Lo siento, señorita.

—No —Bulma tragó la saliva que se había formado en su boca. Tomó un gran bocado de aire y miro a Paula a través del espejo—. No pasa nada.

—Ya acabé —dijo Paula, sacudiéndole en cuello con una brocha para quitar los cabellitos.

Bulma sonrió, satisfecha con su nuevo corte.

—Me encanta.

—Me alegra —Paula hizo una pequeña reverencia.

Se dispuso a pagar en la caja, dejándole una jugosa propina. Después deambulo por el centro comercial, en busca de nuevos atuendos. Entraba y salía con las manos llenas de bolsas, en todas las tiendas a las que visitaba. Casi vacío la joyería y compró un labial de cada tono en el área de maquillaje. Todos y cada uno de los hombres se detenían para admirarla. Las mujeres la miraban con recelo. Faltaba casi media hora para que cerraran todas las tiendas cuando decidió irse a casa.


Estaba a punto de entrar a su dormitorio cuando sintió que alguien la vigilaba. Se detuvo un momento, frunciendo el ceño y luego se dio media vuelta. Allí estaba Vegeta, con el pelo despeinado, su traje de pelea rajado, y con más cortadas que piel.

Las bolsas cayeron de sus manos y su boca formo un O.

—Regresaste —Susurró ella.

Vegeta se cruzó se brazos y soltó un bufido. Bulma parpadeo varias veces, asegurándose que él era real y no producto de su imaginación.

—Muero de hambre —Dijo él, al mismo tiempo que su estómago emitía un rugido.

—Esto no es un hotel —repuso ella, poniendo sus manos sobre su cadera—. No puedes solo llegar y pedir que te sirvan de comer.

—Estaba entrenando —siseo él—. Yo no pierdo el tiempo en estupideces como tú.

—¿Estupideces? He estado trabajando en tecnología que podría revolucionar el mundo.

—Oh, claro —dijo, mirando las bolsas llenas de ropa.

—Me tome un descanso.

—Lo que digas. Podrías ser útil y prepárame algo que comer.

—Podrías dejar de ser un imbécil y pedírmelo gentilmente.

—Eso no va pasar.

—Claro que no.

—¿Entonces porque insistes?

—Eres un mono. Te tengo que entrenar. Ahora estas en la civilización y tenemos modales.

Una vena palpito en la frente de Vegeta.

—Eres la persona más vulgar que conozco. Siempre gritando, ordenando.

—Soy una mujer fuerte e independiente

—No. Eres una arpía.

Bulma soltó un gritito de indignación, pero luego se encogió de hombros.

—Meh. Cierto. Pero tú eres un bastardo.

Vegeta levantó el mentón de manera altanera

—¿Y?

Involuntariamente, una sonrisa se formo en sus labios, y él le devolvió la sonrisa.


No había pasado ni tres semanas cuando estos dos estaban peleando como perros y gatos. Bulma no entendía porque hubo un momento donde creyó extrañar al príncipe de los engreídos. Era de mañana y Bulma estaba que echaba lumbre al ver uno de sus mejores vestidos cubierto en sudor y tierra. Abrió su computadora y prendió la cámara para verse en el monitor de Vegeta. Él estaba dando patadas y puñetazos en el aire.
—¡Tú! —Chilló ella, mostrando en la pantalla el vestido sucio— Mono estúpido de bajo coeficiente intelectual. ¡Esto no es un trapo, es un vestido!

—Es lo mismo para mí —replicó el antes de continuar entrenando.

Bulma apretó la mandíbula. Estaba harta de que Vegeta hiciera lo que quisiera sin pensar en las consecuencias. Ya era hora que alguien lo pusiera en su lugar.
Ella saco una tableta y abrió la aplicación de todos los robots y demás apartados que estaban en la cámara de gravedad.

—De acuerdo —Y con eso apretó un botón que deshabilitó los robots que soltaban los rayos que Vegeta esquivaba. Él se quedó en aire, fulminándola con la mirada—. No hay lugar en el mundo donde puedas entrenar como lo haces en la cámara de gravedad. La única razón por la que regresaste es porque necesitas mi tecnología. Y no voy a dejar que la uses al menos que me respetes a mí y a mis cosas.

Ella siguió apretando botones y los aparatos que Vegeta estaba usando se fueron apagando uno por uno.

—¡Muchacha terrícola! —gruño muy enojado, mientras apretaba los puños— Si sigues haciendo eso juro que…

—¿Qué? ¿Qué vas a hacer? No puedes matarme porque soy la única que sabe cómo funcionan esas máquinas.

El labio superior de Vegeta tembló y despareció de la pantalla. Bulma frunció el ceño y utilizo la aplicación donde estaban las cámaras para ver a donde se fue. Entonces lo vio entrando a su habitación. Ella acercó la cara a la tableta para ver mejor y vio que de su cuarto salía una mezcla de colores.
—¡Ese idiota! —Bulma brincó de su asiento, apretó la tableta contra su pecho, y corrió hasta su habitación.
Vegeta estaba rasgando cuanta ropa encontraba, haciéndola espagueti y tirándola al piso. Bulma soltó un gritito de indignación.

—¿Qué estás haciendo?

—Te metes con mis cosas, yo me meto con las tuyas.

—Disculpa, pero fui yo quien construyo esas máquinas. Son mías.

—Yo las estaba usando.

—Sí, pero si no te portas bien, entonces no juegas con ellas —Vegeta apretó la mandíbula, sosteniendo un vestido largo de lentejuelas —. Ahora, pon ese vestido en el piso.

Vegeta chasqueó la lengua, y cortó el vestido en dos, como si fuera una hoja

—No.

—¿Tienes una idea de cuanto costo eso? —Vegeta hizo una mueca desagradable, formó una bola de energía que voló hacia el otro lado de la habitación y destruyo toda la colección de zapatos de Bulma. Ella gritó y se cubrió la boca con las manos, horrorizada—. Hay una línea, Vegeta. Y la acabas de cruzar.

Vegeta sonrió, satisfecho.

¿Creía que se iba a salir con la suya? Pues no. Se metió con la chica equivocada. Bulma se giró sobre sus talones, salió corriendo de la habitación, bajó al taller y agarró un aparato de rayos laser. Fue hacia donde estaba la cámara de gravedad y comenzó a hacer un enorme agujero en el casco. En segundos, Vegeta apareció a su lado. Bulma se encogió de hombros, y le dio una sonrisa tierna.

— Siempre creí que le hacían falta ventanas.

—¡Deja de hacer eso, muchacha terricola!

—Tu empezaste. Ahora, te puedes disculpar o podemos seguir con este jueguito. Tú decides. Yo tengo todo el día.

Vegeta puso cara de aburrimiento, voló hacia la pared de su cuarto, y le dio un pequeño golpecito. Poco a poco, unas grietas se formaron, hasta que la pared cedió y se derrumbó. Bulma suspiró pesadamente mientras subía al máximo el poder del rayo láser, entonces así serían las cosas.


¡Boom!

—Vaya, que esos niños juegan rudo —Observó el Dr. Brief, estirándose el bigote. A lo lejos se escuchó una explosión y una risa macabra. Un escalofrió le recorrió la espalda —. Vegeta tiene una risa terrorífica.

—Esa es Bulma, querido —dijo la Sra. Brief antes de sorber un poco de su té.

El Dr. Brief miró afuera. Bulma se reía mientras sostenía una moto sierra y cortaba a la mitad uno de los robots de entrenamiento.

—A este paso van a destruir toda la casa.

—No te preocupes. Aquí estamos a salvo. Nunca se atreverían a destruir la cocina. —La Sra. Brief se puso de pie y camino al refrigerador —. Sera mejor que les haga de comer. Ya deben estar hambrientos.

¡BOOM!

Hubo otra explosión que hizo retumbar la cocina.

El Dr. Brief se dio media vuelta y empezó a ayudar a su esposa a poner la mesa.

No se dio cuenta que cuando el humo de la explosión se desvaneció, reveló un montón de escombros y en medio de esos escombros, Vegeta y Bulma se estaban besando, apasionadamente.


Perdón por la tardanza pero aqui esta un nuevo capitulo. No se preocupen, en el próximo capitulo pondré que paso entre ellos que los llevo a ese beso y que paso después de ese beso. Solo que no soy buena escribiendo ese tipo de escenas, asi que una disculpa de antemano.

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