EL CASTIGO

A pesar de su diferencia de edades todo era perfecto, eran almas gemelas. Se amaban con locura, sus padres aprobaban su relación y tenían todo para ser felices hasta que Isabella escucha una conversación donde Edward dice que ya no la ama. Decide desaparecer de la vida de su amado, haciéndose pasar por muerta y huyendo a otra ciudad para comenzar una nueva vida con el bebé que crecía en su vientre, sin sospechar que aquel engaño destruiría por completo a Edward, convirtiéndolo en un hombre muy diferente al que ella conoció. Era un ser vacío por dentro, depresivo y con pensamientos suicidas pero cuando descubra la mentira en la que vivió se convertirá en un hombre obsesivo, paranoico y controlador que hará lo que sea para retener y castigar a Isabella, la mujer que lo mató en vida.


Capítulo 5: Encuentros

— ¿Por qué no lo dijiste antes, muchacho?— exclamó Charlie y luego se echó a reír—. Ahora estoy seguro de que mi niña está en buenas manos, tu padre es un gran hombre y el mejor amigo que he tenido

— Me alegra muchísimo escuchar eso— respondió Edward quien estaba feliz de ser aceptado en la familia de su princesa. No habría obstáculos para su amor y eso llenaba su corazón de dicha—. Estoy seguro de que mi padre se va a alegrar mucho de volver a saber de usted

— Por favor, Edward, tutéame— lo interrumpió su suegro—. Y dile a tu padre que cuando me recupere voy a patearle el culo por desaparecerse…

— ¡Papá!— lo regañó Isabella y todos se echaron a reír.

— Se lo diré— dijo Edward—. De hecho, lo haré dentro de poco, tengo que irme a la oficina

— ¿Tienen una empresa aquí?— preguntó Charlie y él asintió.

— Sí, mi padre tiene una financiera que hace préstamos solamente a aquellas personas que desean abrir un negocio. Ya tenemos varias sucursales y mi hermano antes dirigía el de esta ciudad pero como va a ser papá se retiró un tiempo para estar con su esposa porque su embarazo es de alto riesgo… mi padre y yo nos haremos cargo de esta sucursal durante el tiempo que sea necesario y además él quería venir a vivir aquí desde hace tiempo…

— ¿Dónde vivían antes? Lo último que supe fue que se fueron a Londres

— Sí, nos fuimos a Londres. Yo nací aquí pero cuando tenía dos años nos mudamos y mi hermana nació allá. Emmett conoció a su esposa cuando vinimos de vacaciones aquí hace tres años y se quedó…

— El bastardo de tu padre tiene muchas cosas que contarme — masculló el padre de Isabella y él sonrió—. No sé nada de él ni de Esme desde que se mudaron

Edward conducía con una sonrisa que parecía no querer abandonar su rostro. Deseaba pasar más tiempo en casa de su muñequita pero sabía que su padre se enfadaría muchísimo si no se presentaba. Había descubierto que a su novia la llamaban Bella, pero él prefería pronunciar completo el nombre de la persona que más amaba en el mundo. Isabella era el centro de su universo y de ahora en adelante viviría por y para ella.

Le sorprendió saber que tenía una melliza, la cual le habría resultado bastante atractiva antes de conocer a Isabella. Pero ahora, cualquier mujer era insignificante a comparación de su novia.

Estacionó su Mercedes plateado en un lugar cerca de la entrada y se bajó del auto. Una secretaria de aproximadamente cincuenta años, le dio una amable y cálida bienvenida. Edward la saludó efusivamente ya que la reconoció; era Lindsay, la secretaria que trabajaba en la sucursal de Londres cuando él tenía diez años.

— Su padre lo está esperando en su oficina, señor

— Llámame Edward, Lindsay, ¿acaso no te acuerdas de mí? Muchas veces tuviste que aguantar mis berrinches y perseguirme por todo el edificio

La secretaria se echó a reír.

— Sí, lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Ya eres todo un hombre y pensé que no te acordarías de mí

— Ja ja ¿cómo no voy a acordarme de la mujer que se echó la culpa por el café que le cayó a los documentos de papá?

— ¿Así que fuiste tú?— le preguntó su padre detrás de él antes de asestarle un golpe en la cabeza.

— Eso dolió, papá— se quejó Edward sin dejar de reírse. Se volvió para mirar a su padre quien estaba fingiendo enfado.

— Te lo mereces, chiquillo desvergonzado

— Bueno, ya no es un chiquillo, Carlisle— dijo Lindsay—. Ya es todo un hombre…

— Para mí sigue siendo un mocoso, solo que en cuerpo de un adulto— bromeó su padre. Edward solo rio, nada podía hacerlo enojar, no cuando estaba tan feliz.

— Papá, necesito hablar contigo antes de empezar— dijo Edward—. ¿Tienes tiempo?

— Sí, claro. Vamos a mi despacho— Carlisle asintió y le pidió a Lindsay que les llevara dos cafés. De camino al despacho de su padre, varias empleadas jóvenes lo miraban descaradamente y eso lo hizo sentir incómodo.

Al llegar al despacho, su padre le pidió que se sentara. Carlisle rodeó el escritorio y se sentó en su lugar.

— Y bien, ¿de qué querías hablar?— le preguntó Carlisle.

— Conocí a una chica— respondió con una enorme sonrisa.

— ¿De verdad?— su padre sonrió sinceramente—. ¿Cuándo? ¿Cómo es ella?

— Es la mujer más hermosa que he visto en la vida y sé que es pronto pero la amo. La conocí ayer y sé que vas a decir que…

— No, yo te entiendo. Yo me enamoré de tu madre nada más verla…

— Eso fue lo que me pasó a mí…

— Me alegra oír eso, hijo ¿y tú le gustas a ella?

— Ella me ama como yo a ella, ya somos novios

— ¿Qué?— Carlisle abrió los ojos como platos—. Hijo, pero es muy pronto, ni siquiera yo…

— Lo sé, pero estoy convencido de que es ella la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida…

— Bueno, si tú lo crees así— se rio—. Te voy a apoyar. Estoy feliz de verte tan radiante, nunca te había visto así…

— Cúlpala a ella

— Y… ¿Nos la vas a presentar?

— Por supuesto que sí. Hoy conocí a sus padres y…

— ¿Qué? ¿Es por eso que llegaste tarde?

— Sí— admitió Edward apenado—. Fue por eso

— Vaya. Entonces si quieres algo serio con ella

— Por supuesto que sí. Esa niña merece respeto…

— ¿Niña?— su padre parecía confundido.

— Sí, papá, tiene dieciséis años, pero es madura para su edad y…

— Wow, wow, wow,wow- lo interrumpió su padre—. No es una niña ¡es una bebé! ¿su padre no intentó matarte? Hijo, no creo que sea una buena idea que…

— No, me aceptó muy bien. Sobre todo después de que le dije que me gusta la pesca

Carlisle lo miró con un poco más de interés.

— ¿Ah, sí?

— Dijo que fui valiente al ir a hablar con ellos porque pudo haberme matado con el rifle que utiliza para cazar

Los ojos de su padre brillaron ante esa última palabra.

— Vaya, tienes que presentarme a mi consuegro

— Ya lo conoces, y él también te conoce a ti

— ¿Qué?

— Me dijo que te va a patear el culo por haberte desaparecido y yo como buen hijo vine a advertirte que Charlie Swan está furioso

— ¿Charlie Swan?— su padre se quedó boquiabierto y luego una enorme sonrisa adornó su rostro—. ¿Él es tu suegro?

— Sí, papá— respondió Edward.

— Tienes que invitarlos a cenar hoy mismo, quiero ver a mi amigo y a Reneé… Dios, cuantos años. Charlie me va a disparar en la cabeza— dijo preocupado.

— No creo que pueda ir a la casa, se rompió una pierna— comentó Edward. Su padre se echó a reír con tanta fuerza que asustó a Lindsay quien había entrado al despacho a dejar los cafés, pero luego ella se rio cuando Carlisle le explicó por qué se estaba riendo. Lindsay también conocía a Charlie al parecer.

— Bueno, bueno, tocará ir a hacerle una visita— dijo Carlisle una vez que se calmó.

— Yo te acompaño— sonrió Edward y recibió una mirada burlona de su padre.

— Esa niña te tiene como idiota

— Pues soy el idiota más feliz del mundo— sonrió Edward

— ¿Por qué no me dijiste que tenías un novio?— protestó Jessica cuando estuvieron a solas en la habitación de Isabella.

— Acércate, Brian podría escucharnos

Jessica se acercó y Bella comenzó a contarle todo en voz baja.

— Lo conocí ayer en el centro comercial, en una tienda que acababan de abrir. Me metí al probador y cuando salí le pregunté a Ángela como se me veía el vestido pero ella no fue quien me respondió. Fue él y dijo que era lo más hermoso que había visto en la vida y que yo era suya. Me asusté…

— ¡Oh, Dios mío!— gritó Jessica y ella la fulminó con la mirada.

— Te pedí que no gritaras

— Lo siento, lo siento. Continúa…

Isabella suspiró y siguió relatando lo que había ocurrido entre ella y Edward sin omitir ningún detalle puesto que confiaba ciegamente en su hermana. El sentimiento era mutuo pues Jessica confiaba en Bella hasta con los ojos cerrados

— Me alegro tanto por ti—exclamó Jess y Bella se sonrojó un poco—. Pero eres una estúpida ¿cómo se te ocurre meterte en el tráfico? ¿En qué estabas pensando?

— Lo siento, hermanita, no lo volveré a hacer

— Eso espero. No quiero que mi hijo se quede sin madrina

— ¿Yo seré la madrina?—preguntó Isabella con emoción.

— Pues claro que sí, tonta

— Te amo, hermanita— Isabella abrazó a Jessica y de pronto recordó el plan que tenía con Mike—. Hablando del bebé ¿ya has ido a hacerte una ecografía?

— No. Solo me hice una prueba casera— admitió Jessica avergonzada.

— ¿Qué te parece si mañana vamos al hospital para que te vea un médico?

— No. Tengo miedo

— Pero tienes que ir. No sabes si tu bebé viene bien o mal. Incluso podrías no estar embarazada

— Lo sé, pero…

— Pero nada. Iremos al hospital mañana

— Bien— suspiró.

Su celular comenzó a vibrar y contestó.

— ¿Sí?

— Hola, cariño— escuchar la voz de Edward la hizo sonreír como idiota.

— Te dejo sola— susurró Jessica sonriendo ampliamente. Salió de la habitación y Bella se sintió más cómoda.

— ¿Qué sucede?— preguntó ella.

— Mi papá y yo les haremos una visita por la tarde ¿te parece bien? él tiene ganas de ver a Charlie y yo también las tengo pero de verte a ti

— Pero si ya nos vimos hoy— se rio Bella.

— Sí, pero te extraño— dijo él con tristeza—. ¿Acaso no quieres verme?

— Sí, sí quiero— admitió.

— Entonces ahí estaré, mi amor. Tengo que colgar, nos vemos a las cinco ¿sí?

— Está bien

Ella colgó y se apresuró a hablar con sus padres quienes se emocionaron.

— Necesito limpiar la casa y hacer algo bueno para cenar— dijo Reneé. Bella se sentó en el sofá.

— Papá, mamá ¿en serio no les molesta que salga con Edward?— preguntó con nerviosismo.

— Hija, por supuesto que no— contestó Charlie—. No podemos prohibírtelo porque tu madre y yo luchamos mucho para poder estar juntos por culpa de nuestra diferencia de edades

— Sí, nos conocimos cuando yo tenía catorce años y el veinticuatro— añadió su madre.

— Eso no lo sabía— susurró Bella.

— Pues ahora ya lo sabes— su madre le guiñó un ojo—. Tu padre no tuvo las cosas fáciles ni yo tampoco

— Gracias por apoyarme— sonrió Bella—. No saben lo que significa esto para mí

— Te entendemos, hija, pero eso sí… debes tener cuidado. No quiero que seas como Jessica, que descuida sus estudios por su novio

— Por supuesto que no lo haré— afirmó.

— Yo confío en Bella— dijo Charlie—. Sé que no nos vas a defraudar ni vas a salir embarazada como la hija de mi jefe…

Isabella tragó saliva con nerviosismo pero sus padres no lo notaron. Aquello le bastaba para confirmar que a su hermana le iría bastante mal cuando les dijera de su embarazo.

Se miró en el espejo y frunció el ceño al percatarse de que se había arreglado más que de costumbre. Sin duda, Edward la tenía muerta ya que jamás se había arreglado de aquella forma, por lo menos no para ver a un chico.

Comenzó a reírse de ella misma y negó con la cabeza mientras se ponía los zapatos que eran sus favoritos después de los Converse. Se había puesto una blusa negra con encaje en la espalda y un pantalón blanco entubado; su maquillaje no era exagerado pero era bastante más notorio que el que solía usar para salir.

— Te ves hermosa, hermanita ¿a dónde vas?— le preguntó Jessica mientras entraba a su habitación.

— Edward y su padre van a venir— respondió—. Será mejor que tú también te cambies

— No, gracias. Prefiero quedarme en mi habitación. Estoy muy mareada

— Sí, se te nota. Estás pálida— dijo Bella con preocupación.

— Es por el embarazo, supongo—Jessica se encogió de hombros.

— Mañana iremos al hospital a confirmarlo. Yo no me fío de esas pruebas

— Está bien, hermanita. Mañana iremos al hospital a confirmar mi embarazo

La puerta se abrió de golpe y ahí estaba él, con una sonrisa malévola en los labios. Brian había escuchado todo.

— Le voy a decir a mis padres que estás embarazada, Jessica— dijo riéndose.

— Maldito niño— masculló Bella. Jessica estaba paralizada, sin saber que decir—. ¿Cuánto quieres por tu silencio?

— Doscientos dólares— contestó Brian.

— ¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?!— Gritó Isabella—. Es demasiado…

— Pues se los voy a decir ahora mismo… ¡Mamá!

— Está bien. Voy a dártelos

— No. Déjalo— la interrumpió Jessica—. Pero yo también voy a decirle a mamá que hace tres días te vi a ti y a tus amigos poniéndose su ropa interior. Te vas a meter en un problema muy grande

— Pero eso no es verdad— masculló Brian—. Fueron ellos los que se la pusieron…

— Eso lo sé— Jessica sonrió—. Pero creo que la palabra de Bella vale más que la tuya y la mía juntas así que si dices algo, ella…

— Bien. No voy a decir nada— farfulló y salió corriendo.

— Eso ha sido genial— exclamó Bella. Jessica sonreía con arrogancia.

— Algún día tenía que amenazarlo yo— dijo.

— Espero algún día verlo haciendo algo prohibido para poder chantajearlo también— ambas se carcajearon.

— Sí, Bella. Debes saber lo que se siente, es fenomenal

— No lo dudo

Un rato más tarde, sonó el timbre y el corazón de Isabella se aceleró. Salió de su cuarto y bajó rápidamente para abrir la puerta pero su madre ya lo había hecho. Esta estaba abrazando al que suponía que era Carlisle y él sonreía. Edward estaba mirándola a ella de arriba abajo y eso ocasionó que se sonrojara y agradeció al cielo haber decidido no ponerse rubor. Él seguía vestido de la misma forma que en la mañana pero Bella aun no era inmune a la belleza de aquel hombre y dudaba que dejase de serlo.

— Hola, amor— la saludó Edward mientras se acercaba a ella. La tomó de la mano y sintió aquel cosquilleo que siempre sentía cuando él la tocaba.

— Hola, Edward

— Tú debes ser Isabella— dijo Carlisle con una sonrisa amable. Su rostro también era de una belleza increíble pero él tenía los ojos azules y el pelo rubio. Isabella soltó a Edward para estrecharle la mano pero Carlisle negó con la cabeza y la abrazó.

— Me da mucho gusto conocerte. Eres más hermosa de lo que me había imaginado… eres tan diferente a tu padre…

— ¡Te escuché, bastardo!— exclamó Charlie desde la sala y Carlisle soltó a Bella para prácticamente correr hacia donde su padre estaba.

— ¡Charlie!— exclamó con alegría y cuando vio la pierna enyesada de su amigo empezó a reírse con fuerza—. Tan torpe como siempre. No has cambiado

— Y tú sigues teniendo una cara de niña— contraatacó el padre de Bella. Su madre y ella se echaron a reír al igual que Edward quien no pudo evitar intervenir en aquel encuentro de esos viejos amigos.

— ¿Están seguros de que no son enemigos?— preguntó. Charlie y Carlisle se echaron a reír.

— No, este tipo ¿mi enemigo? No me llega ni a los talones— dijo Charlie, fingiendo arrogancia.

— Pero al menos yo sí puedo caminar— se burló Carlisle. Charlie rio más antes de volverse hacia Edward.

— Hablando en serio, este hombre es el mejor amigo que he tenido. Fuimos juntos desde el preescolar hasta la preparatoria

— Lo mismo puedo decir yo— Carlisle sonrió.

La tarde fue demasiado amena. Bella estaba encantada de ver a su padre y a su suegro conviviendo. Por suerte no cuestionaron mucho a la pareja sobre su noviazgo, más bien, estaban centrados en ponerse al día. Reneé les llevó unas cervezas y unas botanas ya que se habían acordado de un partido de basquetbol que deseaban ver.

— ¿Qué te parece si vamos al jardín?— le susurró Bella a Edward.

— Claro…

Ambos se levantaron y por fortuna, todos estaban absortos en el partido. Al llegar al jardín, Edward entrelazó su mano con la de ella y comenzó a susurrarle al oído.

— Te ves sumamente hermosa, mi amor

— Gracias— murmuró Isabella, poniéndose colorada.

— ¿Sabes? Cuando te conocí pensé que parecías una muñeca. Tus mejillas se ponen rojas cada poco tiempo

Bella se rio.

— Eso es porque me dices cosas que me hacen sonrojar

— Me encanta ser yo quien lo provoque— confesó él antes de depositar un suave beso en sus labios—. Te amo…

— ¿Estás seguro? ¿No estás jugando conmigo? — preguntó insegura.

— Jamás he estado tan seguro de algo en mi vida. Y por supuesto que no juego contigo ¿cómo se te ocurre tal cosa?

— Porque suele ocurrir bastante en…

— Isabella, en las películas eso suele ocurrir mucho, pero esta es la vida real. Estoy enamorado de ti, no sé por qué sucedió tan rápido pero me lo imagino… eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida

Isabella lucho por no volver a ruborizarse y Edward soltó una risotada al verla.

— En verdad amo ponerte roja— dijo carcajeándose.

— ¿Me dices cosas lindas solo para…?

— En parte— admitió él encogiéndose de hombros.

— Eres un maldito— dijo Bella, divertida.

— Pero por otro lado también es verdad. Isabella, me fascinas, me vuelves loco— susurró—. Quiero besarte

Sus rostros ahora estaban a escasos centímetros de distancia y eso la puso más nerviosa de lo que ya estaba.

— Bésame— resolló ella.

Edward no respondió nada, simplemente actuó. Estrelló sus labios contra los suyos y ambos se olvidaron del mundo entero. Solo eran ellos dos, nada más importaba. Isabella abrió su boca, dando permiso a Edward para introducir su lengua ya que para ella no había una sensación más exquisita que sentir la experta lengua de él explorando cada centímetro de su boca.

Estaban disfrutando de aquel beso pero el aire comenzó a faltarles y tuvieron que detenerlo. Edward apoyó su frente contra la suya mientras trataba de normalizar su respiración al igual que ella.

— Hey, ¡Váyanse a un hotel!— exclamó Jessica quien estaba recargada en el balcón de su habitación.

— No eres quien para decirme eso— replicó Isabella sintiendo que su cabeza iba a estallar. Jessica se ruborizó y se metió de nuevo a su habitación haciendo que Edward riera.

— ¿Ella tiene novio?— preguntó él.

— Sí y dan unos espectáculos en la calle. Están muy enamorados y lo demuestran en cualquier sitio

— No creo que estén más enamorados de lo que yo lo estoy de ti

— Oh, créeme, lo están y ahora los une algo muy fuerte— por alguna razón, Bella sabía que podía confiar en él.

— No, no lo creo ¿y a que te refieres? ¿Qué es eso tan fuerte que los une?

Bella se puso de puntillas para alcanzar el oído de Edward ya que era muy alto pero de todas formas él tuvo que inclinarse un poco.

— Van a tener un bebé— susurró—. Mañana la llevaré al hospital a que lo confirme

— Oh— Edward parecía muy sorprendido—. ¿Y tus padres no lo saben?

— No, aún no…

— Yo puedo llevarlas con el doctor que atiende a mi cuñada. Es un excelente ginecólogo

— No, Edward, no te molestes…— Edward la interrumpió presionando sus labios contra los suyos.

— No es ninguna molestia, yo quiero ayudarte en todo lo que necesites. Quiero estar ahí para ti

— Pero no me estarías ayudando a mí sino a mi hermana

— Lo sé, pero ella es parte de tu vida y te importa mucho

— Sí, amo a mi hermana y siempre estaré con ella pase lo que pase, lo que le afecta a ella me afecta a mí…

— ¿Lo ves? Por eso quiero que me dejes ayudarla

— Muchas gracias— exclamó antes de abrazarlo fuertemente.

— No me agradezcas mi vida. También lo hago por mi salud mental

— ¿Qué?— Bella lo soltó para observarlo confundida.

— Sí. No quiero volver a verte sola en la calle, podría pasarte algo y no lo soportaría

— Eres un tonto— Bella se rio y Edward hundió su rostro en su cuello.

— Tú olor es exquisito— murmuró él.

— Gra... Gracias— tartamudeó Isabella.

— Hijo, debemos irnos— dijo Carlisle entrando al patio. Isabella quería que se la tragara la tierra pues Edward aún tenía su rostro en su cuello y sus padres estaban detrás de su suegro. La pareja se separó inmediatamente.

— ¿Qué ocurre papá?— preguntó Edward con preocupación ya que Carlisle tenía el rostro lívido.

— Rosalie tiene amenaza de aborto otra vez y está en el hospital— contestó—. Emmett está histérico...

— Vamos— Edward asintió y luego se volvió hacia Bella para darle un beso rápido—. Lo siento, princesa, debo irme

— No te preocupes, Edward, voy a estar bien. Tu cuñada y tu hermano los necesitan. Mantenme informada por favor— contestó Bella, sintiéndose preocupada por aquella chica.

— Por supuesto que sí, mi amor— dijo Edward mirándola enternecido.

Edward y Carlisle se fueron bastante rápido y Bella sintió un vacío al ya no encontrarse entre los brazos de su novio. Aun así, entendía perfectamente la razón por la que se había marchado.

Cuando llegaron al hospital vieron que Emmett estaba llorando. No se parecía en nada a aquel chico bromista y que nunca se tomaba en serio la vida.

— No quiero que mi hijo se muera— sollozó mientras abrazaba a Edward—. Pero mucho menos quiero perderla a ella...

— Todo va a salir bien, hermano, ya lo verás— respondió él. Carlisle palmeó la espalda de Emmett para infundirle ánimos.

— Hijo, no te angusties. Rose es muy fuerte y tu bebé también

— Es mi culpa— gruñó Emmett-. El doctor sugirió que abortara desde el principio pero yo creí que todo estaría bien

— No fue tu culpa. Rosalie también quiso tener al bebé— le recordó Edward.

— Pero yo no debí apoyarla— gimoteó Emmett. Edward ya no sabía que más hacer o decir para consolar a su hermano por lo que se limitó a seguirlo abrazando. Estaría con él todo el tiempo aunque no pudiera preparar la clase del día siguiente—. Amo a mi hijo pero si tenerlo hará que pierda a Rose, prefiero no hacerlo

Alice y su madre llegaron un rato más tarde. Ambas estaban muy preocupadas por la salud de Rose ya que la amaron desde el primer momento en que Emmett se las presentó. Un rato más tarde el doctor les informó que el bebé seguía vivo pero que Rosalie debía tener reposo absoluto y todos estuvieron de acuerdo.

— Edward, debes ir a casa. Mañana entras a trabajar—le dijo su padre cuando las cosas se calmaron un poco. Emmett había entrado a la habitación de su esposa y pasaría la noche con ella.

— Pero...

— Pero nada, yo me voy a quedar aquí por si se ofrece algo

— Pero tú también debes ir a trabajar mañana— replicó Edward.

— Sí, pero yo no debo prepararme para hacerlo— contestó Carlisle—. Así que ve a casa, prepara tus cosas y duerme bien. Yo te avisaré si pasa algo ¿de acuerdo?

— Está bien, papá

Edward Llegó hasta su auto y cuando lo encendió para irse su hermana se subió rápidamente, alegando que odiaba a Dimitri, el chófer de la familia y que no quería volver a casa con él.

— Es que me mira muy feo, como si fuese lo más asqueroso que ha visto— se quejó Alice cuando Edward le preguntó por qué sentía tanta aversión hacia él.

— Quizá le gustes- se rio Edward—. Solo te lleva dos años

— Eso no es verdad. Él tiene novia... Una vez lo vi besuqueándose con María— ésta última era una de las chicas del servicio de la casa. Ella había intentado seducirlo pero Edward fue firme y la rechazó ya que tenía una novia a la que no amaba, pero que si quería y respetaba. Ahora menos que nunca se dejaría seducir puesto que tenía a la mujer más hermosa del universo a su lado y a Isabella si la amaba con todo su ser. Sabía que tendría que esperar mucho tiempo para poder hacerla suya pero aun así la esperaría el tiempo que fuera necesario.

Llegaron a la casa un par de minutos después. Alice se acordó de pronto de una tarea que debía terminar y se metió corriendo a la casa. Cuando Edward bajó del auto su celular vibró. Era un mensaje de su muñequita y sonrió como un estúpido.

"Edward, perdona que te moleste pero quería saber cómo se encuentra tu cuñada. Estoy algo preocupada :( "

Su sonrisa se amplió y decidió llamarla. No pasaron ni dos segundos cuando ella respondió.

— Edward ¿cómo está todo?— preguntó ansiosa.

— Todo está bien, mi cielo, no sabes cómo me alegra que te preocupes por mi

— A mí no me gusta estar preocupada— gruñó ella—. Debiste llamarme

— Ya iba a hacerlo, muñequita

— ¿Está todo bien? ¿Cómo está el bebé de tu cuñada?

— Ambos están bien, pero ella tendrá que guardar reposo absoluto, obviamente

— Qué alivio— se escuchaba bastante sincera y eso lo alegró aún más. Isabella lo amaba y se sintió el ser más dichoso del mundo. No sabía que cosa buena había hecho para merecer el amor de semejante niña; ahora mismo deseaba estar con ella y llenarla de besos.

— Te extraño, mi amor— confesó él—. No sabes lo que daría por tenerte aquí

— Yo también te extraño ¿puedo contarte algo?

— Soy todo oídos

— Me sentí vacía cuando te fuiste. Me estoy enamorando mucho de ti, por favor nunca me traiciones

— Jamás— dijo Edward con vehemencia—. Yo también estoy enamorado de ti y te necesito mucho, mañana nos veremos. Te llevaré a la escuela…

— Mmm... Mi mamá es quien nos lleva ¿qué te parece si mejor me recoges? Tenía pensado llevar a Jessica después de clases a...

— Perfecto. Pasaré por ustedes, mi amor. Te amo mucho, princesa

— ¿Con quién hablas, hijo?— preguntó su madre detrás de él.

— Bueno amor, tengo que colgarte, mi madre quiere saber con quién estoy hablando. Mañana me dices en donde está tu escuela y a qué horas sales— se despidió Edward. Su novia le respondió que si antes de colgar y se volvió para mirar a su madre y sonrió con nerviosismo.

— ¿Tienes una novia y no me lo habías dicho?- gruñó Esme—. ¿Y ahora a que lagartona te conseguiste?

Edward suspiró con frustración. A su madre jamás le habían agradado las novias que él llevaba a casa. Tenía razón en odiarlas ya que todas sus novias habían resultado ser caprichosas, infieles o superficiales. Excepto una, Jane. Ella era una chica hermosa y buena pero a la que nunca pudo amar por más que lo intentó.

— No le digas lagartona— pidió Edward—. Amo a esa chica, no es una más de las novias que tuve antes. Ella es distinta

El gestó de Esme se suavizó.

— ¿Es en serio? ¿La amas?— preguntó con emoción—. Quiero conocerla mañana mismo. Necesito saber si esa chica es apropiada para ti

— No sé si tú la consideres apropiada, pero una cosa si te digo. La amo y no me voy a separar de ella...

— Yo jamás he intentado separarse de nadie. Tú sólito te das cuenta de cómo son ellas...

— Sí, pero Isabella es diferente, ya te lo dije. Con ella quiero pasar toda mi vida

— ¿Isabella? Bueno, su nombre me agrada, espero que ella también me agrade

— Por supuesto que va a agradarte mamá, ya lo verás

— ¡No lo puedo creer!— gritó Isabella cuando su celular ya no volvió a encender después de colgarle a Mike a quien le informó sobre el cambio de planes que había. Llevaba casi cuatro años con aquel celular, lo había cuidado más que a su vida y no entendía como ahora le pasaba eso.

— ¡Él desayuno está listo!— les gritó su madre desde abajo. Bella se quería morir y Jessica notó su mal humor mientras comían.

— ¿Qué te pasa?

— Mi celular se descompuso— masculló—. No quiere encender

— No te preocupes, hija. El fin de semana te doy dinero para que te compres otro— le dijo su padre a modo de consuelo.

— ¿El fin de semana? — preguntó Isabella con angustia. No era una adicta a enviar mensajes y a llamar pero aquel día necesitaba ese teléfono.

— ¿Por qué te preocupas tanto?— preguntó Reneé—. A ti no te gustan mucho los celulares...

— Lo quiere para llamar a su novio— intervino Brian y todos, incluida Jessica, le dirigieron una mirada burlona.

— Oh, ahora todo me queda claro— se rio Charlie. Isabella se sonrojó tanto que terminó creando una cortina con su cabello para que no lo notarán pero eso provocó que su familia riera más.

El camino a la escuela fue una verdadera tortura. No dejaba de maldecir en su mente por su pésima suerte. Hoy tenía que llevar a Jessica al hospital y Edward se había ofrecido a llevarla con un buen ginecólogo, pero no sólo lo lamentaba por eso, tenía miedo de no volver a saber nada de su novio. También le resultaría imposible llevar a cabo el plan que tenía con Mike y el pobre chico no estaría en la primera ecografía de Jessica.

— Adiós, mamá— Jessica y Bella se despidieron de Reneé cuando se bajaron del auto. Ella les mandó un beso en el aire antes de arrancar el auto e irse.

— ¡Bella!— exclamó Ángela cuando las vio llegar. Bella sonrió y como faltaba un buen rato para que las clases comenzarán, las tres se sentaron en una mesa de la cafetería y Bella le contó todo a Ángela—. ¡Dios mío! Te dejo sola cinco minutos y ya pasaron miles de cosas

— Edward es un príncipe de cuento— comentó Jessica quien estaba feliz desde que se enteró de que el novio de Bella quería llevarla a un buen doctor—. Ojala Mike fuera así

— Ni me hables de ese desgraciado— masculló Ángela. Jess, sé que vas a encontrar a un chico que si te valore

— Gracias Áng, pero no lo creo... Voy a tener un hijo— musitó Jessica—. Nadie me va a querer así

— No digas eso, melli— le pidió Bella—. Eres una chica preciosa y vales muchísimo

Jessica iba a replicar pero las tres escucharon el toque y se levantaron para ir a clase. Iban al mismo grupo solo que Ángela se sentaba algo alejada de ellas por el apellido. Cada una se acomodó en su asiento pero como el profesor aun no llegaba Ángela fue hacia Bella y le susurró.

— Dicen que el nuevo profesor de matemáticas está para comérselo— dijo con emoción.

— Eso no me importa— respondió Bella pensando en su novio. Jamás podría volver a fijarse en otro chico que no fuera él. Edward era el hombre más hermoso que había visto en la vida.

— ¡Ya viene el profesor!— escuchó gritar a alguien y todos se acomodaron en sus respectivos mesabancos.

Cuando la puerta del aula se abrió, Bella se quedó boquiabierta. El profesor nuevo era guapísimo pero eso no fue la que la impresionó. Aquel hombre les sonrió a todos mientras caminaba con paso decidido hacia su escritorio.

— Buenos días, soy el profesor Edward Cullen y seré su maestro de matemáticas lo que queda de este semestre. También me han asignado como su tutor ya que, como deben saber, el profesor Johnson se ha retirado. Espero que nos llevemos muy bien pero que a la vez sean disciplinados y respetuosos conmigo y entre ustedes…

Estaba por añadir algo más pero de pronto su mirada se posó en ella. Sus ojos se abrieron mucho por un segundo pero luego sonrió.

— Isabella— su voz no denotaba sorpresa sino una mezcla de alivio y alegría.

Isabella deseo que la tierra se la tragara en ese mismo instante. La clase entera clavó sus ojos en ella.


Disculpen que ahora no pueda responder :C estoy en la escuela y debo ir a clase. Las quiero mucho, prometo responder en el próximo capi :D