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Almohada

Si Cynthia tuviera que quejarse de algo a cerca de Dawn, sería sobre su gusto con las almohadas. Sí, habéis leído bien.

¿Qué hay mejor que meterse en cama y encontrarse con una almohada mullida y no demasiado alta? Absolutamente nada. Una almohada cómoda te asegura un buen descanso, un maldito ladrillo no.

Y ese es el problema, que a nadie en su sano juicio le gusta reposar su cabeza en un ladrillo, porque sinceramente, llamarle a esa cosa almohada es una blasfemia que debería ir en contra de la Ley de Arceus. ¿Cómo puedes empezar bien el día con un horrible dolor de cuello? Con el paso del tiempo la rubia iba a terminar con tortícolis, o peor aún, arruinandose pagando un fisioterapeuta cada semana si no encontraba una solución pronto. Y creedme cuando os digo que Dawn no iba a razonar así como así: Su cama, sus normas.

Pero afortunadamente, como bien decía la abuela de Cynthia: "No hay mal que por bien no venga". La campeona encontró una solución sencilla, barata y mucho más interesante que su antigua almohada. A fin de cuentas, su "nueva almohada" huele a vainilla (como su helado favorito), es mucho más cálida y tiene un tacto suave como la seda. Además, las vistas son como mínimo interesantes.

Y lo mejor de todo: En esa improvisada almohada, su almohada, solo se puede apoyar ella y nadie más