Cuando llegues a Amarme
Acto nueve
Sin Soledad
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Kenshin despertó temprano y buscó a Kaoru con la punta del pie. Estaba a su lado, pero no pegada a él. Era inevitable moverse durante la noche pero ya despierto, con cuidado, cerró el espacio entre ellos.
Así estaba mejor.
Se sentía bien y a diferencia de otras veces, no estaba reflexionando demasiado sobre lo que había pasado. A su juicio, lo que sucedió en la noche había sido lo correcto. Él pudo sentirlo en su mente y su corazón y así sería la forma en que buscaría a su esposa de ahora en adelante.
Kaoru abrió los ojos y le dedicó una gran sonrisa.
-Buenos días, mi amor.
-Buenos días, mi amor.
Tras unos cuantos arrumacos, Kenshin se quedó mirándola.
-¿Qué tiene qué hacer el día de hoy?
-¿Ehh?... Pues no mucho. Debo dar las clases en el dojo e ir al mercado. ¿Tú harás algo?
-Si. Tengo que ir al médico porque tengo una revisión pendiente.
-Espero que te vaya bien.
-Gracias, pero... pero me gustaría pedirle algo.
-Tú dirás.
Embelesada, Kaoru reparó en la mirada de Kenshin. Era diferente.
-Yo tengo un sueño, hace mucho tiempo. Y me preguntaba... si no tiene nada que hacer en la tarde, si tendría una cita conmigo.
Si le hubieran tirado agua fría, Kaoru no se hubiera sorprendido más.
-¿Una cita? Pero... recorrimos Kioto juntos...
-Esas no eran citas. Eran paseos de matrimonio.
-Pero Kenshin... no veo la diferencia.
-Por favor, Kaoru. Una cita. Siempre quise tener una cita con usted. Encontrarla en alguna parte y saber... saber que en ese momento usted se puso bonita para mí.
Impresionada, Kaoru se obligó a decir algo.
-La ropa que debo llevar ahora es diferente... si tu fantasia es una cita con "La Señorita Kaoru" tal vez deba usar uno de mis kimonos de soltera.
-Sii... El amarillo siempre me gustó mucho. El pañuelo índigo y la manta que le compré en Kioto. Por favor, cumpla mi capricho.
Kaoru sonrió a la par que lo miraba con ternura. Siempre había sido agradable salir con Kenshin por la ciudad, y ahora que lo pensaba, le parecía una idea adorable lo que él proponía.
Se levantaron y cada uno tras el desayuno, se dedicó a lo suyo. Para darle tiempo de arreglarse, Kenshin sugirió pasar por el mercado y esperarla allí. Asi ella se libraba de las compras.
Estaba sentado en las afueras de Akabeko cuando la vio llegar entre el gentío. Ella lo buscó con la mirada y con eso cumplió una parte de su fantasía. Ser buscado por ella. Feliz, se movió para llamar su atención y al tenerla cerca, pudo comprobar el esmero que habia puesto en un tenue maquillaje y un peinado elaborado y perfecto, sobre el que ondeaba el pañuelo índigo que él le regaló para reemplazar uno que le había roto.
No recordaba que para Fukio se hubiera puesto así de guapa. Siempre se arregló con prisas, no como ahora.
-Gracias por venir a nuestra cita.
-¿Cómo te fue en el médico?
-Muy bien, señorita Kaoru. Dijo que sigo sanando bien y mis heridas ya están cerradas.-
Kaoru hizo un mohín con el antiguo apelativo, aunque supuso que era parte también, de su fantasia. No dijo nada y le siguió el juego.
Tae les sirvió una rica merienda en Akabeko y luego ellos se fueron por ahí. Se levantó un poco de viento y Kenshin admiró el modo en que Kaoru se abrigaba con la manta que él le había regalado.
Se fueron caminando hasta el río y desde allí miraron el atardecer.
Kenshin estaba un poco nervioso a su lado, pero debía seguir lo que tenía pensado hacer.
-Señorita Kaoru... -
-Dime.
-No es fácil para mí decir esto, pero... ya llevo varios meses en el dojo viviendo con usted. Hemos vivido muchas aventuras juntos y lo cierto es que yo... quería decirle que... disfruto mucho de su compañía.
Esas palabras tuvieron un efecto inmediato en Kaoru. Ella lo miró con los ojos muy abiertos, su corazón golpeando con fuerza. Vivían una fantasía... pero lo sentía tan real. Porque así pudo haber pasado.
Porque así estaba pasando.
Con una sonrisa tímida, él la miró.
- ¿Piensa que soy muy atrevido?
-Para nada, Kenshin... Yo... también disfruto mucho tu compañía. Más ahora que los amigos se fueron y nos quedamos solos.
Kenshin sintió la brisa en la cara y satisfecho, miró el fluir del río.
-Señorita Kaoru, nuestros amigos están en una búsqueda que es parte de su crecimiento. Por eso se han marchado.
-¿Y tú, Kenshin... has terminado esa búsqueda o retomarás tu camino como rurouni?
-¿Por qué quiere saber eso?
-Es solo que... tengo miedo de que un día decidas volver a vagar. Hace mucho tiempo que he tenido ese miedo.
Algo en su mirada le indicó a Kenshin que Kaoru le estaba confesando algo. Ella, sonrojada, rehuyó sus ojos y fijó la vista en la ribera del frente.
-A veces he pensado que si tú te fueras, yo me quedaría sola. Hay un muchacho que... es muy agradable y tal vez... podríamos llegar a algo más. Pero si yo supiera que tú te quedarás conmigo, aunque sigamos siendo solo amigos, me olvidaría de esas ideas. Porque yo quiero estar a tu lado siempre.
Sorprendido a más no poder, Kenshin buscó el mentón de Kaoru y con suavidad la hizo volverse hacia él.
-¿Habla en serio?
Apenada, Kaoru asintió.
-Señorita Kaoru... este vagabundo encontró un hogar en el dojo Kamiya. Es la primera vez que me sucede eso en mucho tiempo. Pero además, ha encontrado a la persona capaz de hacerlo detener.
-¿De verdad?
Kenshin le pasó un brazo sobre los hombros.
-Si. De verdad.
Se quedaron de esa forma hasta que el sol se ocultó por completo. Comieron algo por ahí y regresaron al dojo con unas graciosas lámparas de papel
Les faltaban un par de cuadras para llegar cuando Kenshin se detuvo nuevamente.
-¿Señorita Kaoru?
-¿Si?
-¿Usted... volvería a tener una cita conmigo?
Kaoru se sintió enternecida. Le encantaba lo que él estaba intentando.
-Nos vemos todos los días en el dojo, pero disfruté mucho mi cita contigo. Creo que lo podemos repetir. ¿Te parece la próxima semana?
Kenshin hizo una leve reverencia a modo de afirmación y siguieron su camino a su casa.
Ya tras el portón se abrazaron y permanecieron en la penumbra un rato.
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Llevaban cuatro días investigando en el pueblo de los Ishida y Misao ya tenía una idea bastante cercana de lo que estaba pasando. Aoshi también se ocupó de hacer su parte y cuando se reunieron, al final del tercer día, no estaban seguros de como dar la noticia a los hermanos Fukio y Riuji, que se encontraban alojando en una pieza en un pueblo cercano, junto a Naoko y Akira.
Pensaron que lo mejor sería hablar con Riuji, quien al parecer era más tranquilo en sus reacciones. Sin embargo Misao abogó por Fukio y su derecho a saberlo, pues de todas maneras se enterarían en un par de días de la verdad.
Finalmente incluyeron a Naoko, porque Riuji le contaría o su madre, que había aportado valiosos datos para Misao, y a Akira. Era sobre todo, muy importante que Akira estuviera enterado de las cosas que habían pasado, para tal vez, entender que no tenía culpa alguna en lo sucedido a Makoto.
Reunieron a los cuatro en torno al fogón. Afuera llovía y hacía frío.
-Bien... -dijo Misao, acomodando algunos papeles.- Esto no fue fácil pero según nuestras investigaciones, Rika Ishida no siempre tuvo ese nombre. Su nombre real era Shinoda Yuriko, fue vendida por sus tíos a una casa de prostitutas a la edad de cinco años y ejerció ese oficio hasta los veinte años. Al parecer un cliente la sacó de la casa a la que pertenecía, pagando un alto precio por ella.-
"Posteriormente ese cliente falleció. Ella quedó sola y decidió cambiar de pueblo. Al llegar aquí contrajo matrimonio con Ishida Jubei. Por algún motivo comenzó a contribuir hace cinco años con una red de trata de blancas, relacionada a algunas personas de la casa a la que pertenecía. Ignoramos el por qué de esta práctica, si al parecer el señor Ishida tiene una buena solvencia económica desde hace varios años, pero lo cierto es que colaboró buscando a chicas del entorno que pudieran servir por juventud y belleza como prostitutas forzadas. Pero hay más."
Riuji y Fukio se miraron entre sí, completamete atónitos. Misao les dio un tiempo para asimilar la información, antes de proseguir.
-Existió una droga, llamada Yokubo no Kosori (Droga Lujuria), potentísima, que fue utilizada durante mucho tiempo para forzar a una mujer u hombre a tener relaciones sexuales, en estado de conciencia pero sin ser capaz de dominar la fuerte excitación que sentía.- dijo Misao leyendo de sus notas.- En el caso de las mujeres, se convertía en receptora de múltiples compañeros en pocas horas y si era varón, podía llegar a violentar a una mujer u hombre de su deseo sin cuestionarlo demasiado, pudiendo llegar a asesinarlo si esa persona se resistía, por lo que la Yokubo no Kosori no se administraba a varones. En la década del cincuenta, solo tres personas la fabricaban, todos fallecieron durante las guerras pero el que nos interesa es un hombre, llamado Tatewaki Kuro.
-Ese hombre es el que habría comprado la libertad de la señora Rika.- observó Aoshi, con sus penetrantes ojos azules.- La droga, una vez fabricada, tenía una duración de aproximadamente algunos meses. Pero Kuro falleció hace cerca de 25 años. Sin embargo esa droga reapareció hace aproximadamente cinco años.
-No puede ser. Mamá no...- dijo Fukio consternado. Misao sólo movió la cabeza.
-Ella ha preparado la droga para la organización de trata de blancas. Ha sido en dosis mínimas, para casos muy puntuales, por eso nadie se había percatado de lo que estaba pasando. Se administró a un total de veinte muchachas, entre edades de doce a dieciocho años... es muy dificil leer esto, Aoshi.- dijo Misao un poco incómoda, dejando sus hojas con apuntes de lado.- El caso es que estamos seguros de que la señora Ishida tiene la fórmula de la Yokubo no Kosori y por alguna razón está colaborando con esa organización.
-¿Y cómo puedo estar seguro de que esto no es algún tipo de complot contra mi mamá? ¿Y si alguien lo inventó para inculparla?- argumentó Fukio. Aoshi miró a Misao para decir escuetamente:
-Yo mismo interrogué a dos de sus cómplices. ¿Te digo cómo lo hice o prefieres dormir tranquilo esta noche?
Algo en la mirada del ninja hizo temblar a Fukio. Riuji se mantuvo sereno, tomando la mano de Naoko.
Akira por su parte, mantenía la cabeza gacha.
-Bien.- dijo Misao.- La policía ya ha sido advertida de todo esto. Mañana al mediodía iran a aprehender a la señora Ishida. Nosotros partiremos a primera hora del día, con el fin de llegar alrededor de las diez y que ustedes puedan despedirse de su madre.
-Pero... la policía... la encerrarán en un calabozo.- dijo Fukio compungido.- Y la tratarán mal... Misao, mejor llévatela tú, enciérrala, pero no la lastimes... por favor. Hermano, habla con ellos, diles que se la lleven ellos.-
Riuji puso una mano sobre la espalda de Fukio. Daba la impresión de haber envejecido cinco años en los últimos minutos.
-Nuestra madre dañó a mucha gente. Apenas tendrá un poco de lo que se merece si se la lleva la policía.
-Pero basta con que no haga más drogas.- dijo Fukio.- Para eso podemos vigilarla. Ahora que sabemos todo esto...-
-La única manera en que eso se puede lograr es aplicar un viejo castigo ninja, que es el que yo le daría si tuviera a ese monstruo en mis manos.- dijo Misao con la llama de la venganza ardiendo en sus ojos, cosa que también asustó a Fukio.- Sólo clavas velas en las dos manos del castigado, enciendes la vela y te sientas a observar cómo se retuerce de dolor esa persona a medida que la cera caliente de la vela se derrite y toma contacto con su piel.
-Las penas que aplica la policía actualmente estan normadas según un código internacional que garantiza en algo la seguridad del encarcelado y determina penas segun el delito, siendo bastante rígido. Tu madre solo irá a prisión si es juzgada y el juicio muy posiblemente sea por fabricación de drogas y colaboración con la trata de blancas. Pero nosotros nos guiamos por nuestro criterio, asi que la juzgaríamos por las drogas, por el sufrimiento que causó a otras personas, por la muerte de Makoto, por el dolor y sufrimiento que hizo vivir al señor Toriyama, a Himura Kenshin, a Takeuchi Naoko. Si quieres nos la llevamos esta misma noche. Procuraremos que no muera el primer mes para prologar sus castigos.
Entendiendo el punto, Fukio se sentó, abatido.
-Preferiría, en ese caso, partir esta misma noche.- dijo Fukio.- Para acompañarla hoy. Yo sé que ha sido una arpía pero... conmigo siempre fue una buena madre, amorosa y cariñosa. Por favor, Aoshi, Misao... Además, mi padre también sufrirá mucho y él no se lo merece. Quisiera acompañarlo.
Misao y Aoshi se miraron contrariados. Sin embargo, no vieron problema en cumplir ese deseo de Fukio, pero con ciertas condiciones.
-Un carruaje llegará por la mañana a recojer a los que queden aquí. Si quieres ir ahora que llueve donde tu madre, eres libre de hacerlo. Pero lo harás a pie. Y yo voy a acompañarte, porque no quiero que ayudes a escapar a tu madre.
Riuji miró a Naoko con cierta pena.
-Yo también quiero ir. También me gustaría pasar estas horas con ella.-
Aoshi asintió. Los hombres se pusieron unas esterillas y un sombrero encima y salieron.
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Rika encontró un poco raro que sus hijos la vistaran a esas horas de la madrugada. Pero lo que acabó dándole mala espina era el hombre de casi dos metros que los acompañaba y que tenía un semblante tremendamente duro.
No era fácil, para ninguno de los hermanos, afrontar ese momento. Menos cuando su madre cariñosamente les ponía te y hablaba de preparar los mejores futones para que durmieran calentitos, como cuando eran niños. Aoshi se mantenía impasible, observando a los hermanos. Él era ajeno a esos sentimientos, pero podia vislumbrar la incomodidad y desazón de ellos. Estaba seguro de que en cualquier momento se quebrarían y así sucedió, cuando terminaron el te.
Ambos hermanos se postraron delante de Rika, pidiéndole perdón.
-¿Pero perdón por qué?.
Fukio levantó la cabeza.
-Kaoru rompió su compromiso conmigo y me habló de las masitas que tú le diste.- comenzó.- Y luego me enteré de la muerte de Makoto.
-No todo es culpa de Fukio. Yo regresé de mi viaje para buscar a Naoko y fue así como contactamos con el señor Shinomori.-
Rika miró a Aoshi con atención, intentando vislumbrar el papel que desempeñaba en todo eso, un poco confusa.
-Mamá, sabemos todo.- dijo Riuji levantándose.- Sabemos de tu vida anterior y que has estado haciendo Yokubo no Kosori. Droga que le diste a Naoko, a Kaoru, a Makoto...
-Droga que recibieron cerca de diez muchachas en el último medio año de forma regular, de las cuales solo una sobrevivió al fuerte desgaste sexual que sufrió.- dijo Aoshi impasible, con los brazos cruzados.-En lo personal, creo que hay que tener un corazón muy negro para suministrarle tal cosa a alguien. ¿Cuál era su idea? ¿Que Kamiya Kaoru fuera salvajemente violada por su compañero de casa, Himura Kenshin, tal como sucedió entre el señor Toriyama y Makoto?
Rika no podía estar más asombrada al comprender que había sido descubierta. De pronto, corrió a coger un cuchillo a la mesa de la cocina para suicidarse. Una fuerte mano la detuvo al quitarle el arma.
-No lo harás. No lo harás hasta que no me expliques qué está pasando aquí.- dijo el señor Ishida enfurecido.- ¿Cómo es posible que le hayas hecho daño a las amigas de nuestros hijos?
-Jubei...-
Jalándola, el señor Ishida la obligó a sentarse sobre sus rodillas, entre Aoshi y Riuji.
-Habla.
Rika no dijo nada. Jubei Ishida miró a Aoshi con dureza, buscando respuestas.
-¿Quién es usted? ¿Qué sabe de mi esposa?
-Mi nombre es Shinomori Aoshi. Pertenezco al grupo ninja de los Oniwabanshu. Llevé a cabo la investigación sobre la señora Ishida a petición de sus hijos, quienes contactaron conmigo a través del señor Himura Kenshin.
-Ya que ella se niega a hablar, le rogaría que me cuente todo lo que averiguó sobre ella.- dijo Jubei tras asimilar la información.
Aoshi no estaba para guardarle secretos a nadie, menos a quien, según su juicio, no se merecía ni el aire que respiraba. Le habló al señor Ishida de todo cuanto sabía.
Cuando habló de la violación de Makoto y lo acontecido a Kaoru, el señor Ishida no pudo contenerse. Atravesó la cara de su esposa con un golpe tal, que le rompío el labio inferior. Sus hijos trataron de defenderla, pero Jubei los miró con una expresión que ellos, ni en sus peores travesuras, le habían visto antes.
-Vuelvan a defender a esta arpía y se olvidarán de mí. Señor Shinomori, qué más debo saber.
Aoshi acabó de narrar los detalles sobre el rescate de dos muchachas que hizo Misao y las condiciones en las que llegaron a un refugio donde una de ellas falleció.
-Y usted dice que entre los síntomas que se presentan tras la toma de esa droga está la sed excesiva, el dolor en las articulaciones, la sensibilidad a la luz...
-Yo no he hablado de los síntomas de la droga.- dijo Aoshi muy serio. Fukio y Riuji miraron entonces a su padre con cierto asombro. Jubei, de pie al lado de Rika, la miró con odio.
-Hace veinticuatro años yo había sido prometido por mi familia a una muchacha. La más linda que he conocido. Estaba muy ilusionado con casarme y un día, no sé cómo, acabé forzando a esta mujer, la mejor amiga de mi amada. Fue toda una noche y esto pronto trascendió cuando salió llorando y gritando de mi cuarto. Estuve un día completo sin ser capaz de moverme, adolorido, escuchando los gritos de mis padres. Fui repudiado por mi familia, por mi pueblo, obligado a casarme con esta y a exiliarme en este lugar con ayuda monetaria de mi padre a quien no volví a ver. Mi querido hermano se quedó con la que sería mi esposa... mi consuelo es que han sido felices, eso me dice en sus cartas, pero tampoco lo volví a ver.
"Debo reconocer que con el tiempo logré encantarme con Rika cuando pasó el resentimiento por lo que no pude lograr, me dio a mis maravillosos hijos y la convivencia ha sido buena... y ahora... ahora que me entero que aquello que traté de ocultar como la gran falta de mi vida pudo ser orquestado por ella, que ha manipulado la vida de mis hijos y dañado a excelentes jovencitas, a honorables hombres... Yo sé por lo que debe estar pasando el señor Toriyama y el señor Himura. ¡Maldita seas, Rika!"
Boquiabiertos, los hermanos dirigieron una rápida mirada a Rika. Ella mantenía la boca cerrada y un rictus amargo.
-Durante todo este tiempo pensando que fui una rata de lo peor y tratando de compensarla... - dijo Jubei con la voz ahogada.- Esta mujer no se merece vuestra preocupación.- acabó, mirando a sus hijos con un hondo pesar.
Aoshi escuchaba la lluvia golpear el tejado. Su ropa se había secado y suponía que la de los hermanos también.
-Señor Ishida, a pesar de la preocupación que muestran ahora sus hijos, ellos pusieron en marcha esta investigación y colaboraron con datos y sobre todo, con su silencio especialmente, pues cuando han venido hace unos días nosotros estábamos recabando datos y ellos no dijeron nada. Creo que han hecho lo que un hombre justo debe hacer, pero también creo que es natural que se preocupen de su madre.
Jubei tenía los ojos anegados en lágrimas.
No lloraba por él y sus sueños frustrados, porque lo cierto es que con el tiempo logró reorientarlos y había llevado una buena vida. Lo hacía por quienes empezaban el mismo camino que había seguido él, como el señor Toriyama. Lo hacía por quienes tenían que comenzar de nuevo, como aquella muchacha que se recuperaba en el refugio en medio del bosque, y por las que no pudieron sobrevivir. Por lo que le pasó al señor Himura, a quien consideraba un camarada.
-¿La policía está al tanto de esto?- preguntó al cabo de unos minutos de reflexión.
-Así es.
-¿La arrestarán?
-Al mediodía, señor Ishida. Por eso los muchachos quisieron venir a estar con ella, y acompañarlo a usted.
Fukio y Riuji se situaron uno a cada lado de su padre, y le tomaron cada uno una mano. No podían hablar de la emoción.
Aoshi fijó su mirada en el fuego. La situación era calma y tensa a la vez. De pronto, Rika habló.
-No me gustaban Naoko, Makoto ni Kaoru. Es así de simple. No se merecían a mis hijos. Por otra parte, me habían pedido reformular la receta para aumentar la duración del efecto y vi mi oportunidad de sacarlas del camino. Cuando Toriyama se tomó lo de Makoto, sobrevivió por ser un hombre especialmente grande, así y todo estuvo toda la noche con ella. Sobre Naoko, la dosis ya era más grande, por eso estuvo fuera una noche y un día con diferentes hombres. Sobre Kaoru, le di varias masitas con la intención de que al menos le diera una a su amigo porque supe con verlo que había sido un guerrero y quería que la destrozara. Si. Eso quería. Que no quedara nada de ella. Que fuera una sombra de la muchacha alegre que conoció mi hijo si es que el espadachín le perdonaba la vida.
Fukio estaba espantado y la soltó. Riuji se atrevió a preguntar por qué Kaoru.
-¿No era obvio acaso? No quería a mi hijo. Quería a su amigo.
-¿Pero cómo dices eso?- dijo Fukio shokeado. Esta vez fue el señor Ishida el que respondió.
-A tí te miraba con simpatía, igual que al niño que andaba con ellos. Al señor Himura lo miraba distinto.-
Con un suspiro, Fukio se dejó caer en el piso, sentado.
-Lo único que me alegra por primera vez de todo esto es que el Kenshin estaba enamorado de Kaoru, mamá. No la dañó. No la forzó. Él se contuvo a pesar que los síntomas secundarios lo tuvieron postrado varios días.
-Eso es imposible. Nadie puede contenerse. La violación un hombre la comete en los primeros diez minutos...
-A ella no le destrozaste la vida mamá. Pero si la mía.- dijo Fukio repentinamente enfadado.- Asi que ya me da lo mismo lo que pase contigo. Me alegro de haber iniciado la investigación, porque no te mereces nada. Ni mi compasión ni mi lástima ni mi cariño.
Fukio iba a decir algo más, pero optó por irse a un rincón de la cocina.
-Pero mamá, ¿por qué te pusiste a hacer esas drogas?- preguntó Riuji sumamente tenso, tras unos minutos de silencio.
-Porque dieron conmigo, los de la casa a la que pertenecí.
"El señor Tatewaki les pagó una parte importante de mi deuda, pero faltó un poco de dinero. Él les ofreció la droga a cambio de lo que faltaba para hacer más dóciles a las muchachas que reclutaban, pero murió por la guerra antes de tiempo. Es así de simple. Ellos me buscaron y aunque cambié de nombre dieron conmigo. Querían llevarme con ellos y como yo sabía hacer la Yokubo no Kosori, los convencí de aceptarla a cambio de dejarme tranquila. Asi es la vida de una cortesana. Siempre perteneces a tu casa hasta que el precio de lo que gastaron en ti es pagado en su totalidad.
-Pero todos esos hombres están encarcelados o muertos, señora Ishida. Era cuestión de tiempo que sucediera desde que empezamos a investigar los de a trata de blancas. Usted no les debió haber colaborado.
-Mamá... quiero volver a los de nuestras amigas. ¿Por qué les causaste ese daño tan grande? ¿Por qué?
Rika miró con desprecio a Riuji, como si fuera Naoko a quien tenía delante de ella.
-Ustedes tienen la mejor educación que un hombre pueda tener. Quería a niñas de buena familia, pero ustedes solo han sabido mirar para abajo.
-Querías novias "puras" para nosotros y de buena familia... ¿Y no miraste acaso tu procedencia? ¿Una prostituta en toda ley? Naoko, Makoto y Kaoru son mucho mejor que tú.- dijo Riuji, molesto.
-Pues no eran para ustedes. Me gustaban las muchachas Sakuragi para ustedes.
-¡Pero tienen ocho años! - estalló Fukio.
-Crecerán.- repuso Rika
La arrogancia de Rika no la abandonó durante toda la madrugada. Aoshi no tenía problemas con amanecerse, pero el señor Ishida se retiró a dormir un rato. Riuji se mantuvo entero durante la noche y Fukio dió algunas cabezadas. Rika se quedó con ellos, recordando algunas anécdotas de su infancia, un poco ida, intentando abstraerse de lo que sucedería.
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El carruaje llegó puntual con Misao, Akira, Naoko, Kenshin y Kaoru. Estos últimos habían querido estar presentes como apoyo a sus amigos más que para obtener su venganza al mirar lo que sucedería. Como fuere, se bajaron y entraron a la casa cuando Riuji les abrió la puerta.
En el cuarto de cocina, Aoshi se hacía cargo de calentar agua. Rika estaba ida y Riuji se acercó a Naoko cuando la vio aparecer. De inmediato se puso a su lado.
-Naoko será mi esposa, mamá. Nada de lo que hiciste nos separará.-
Rika palideció y miró a la joven con odio. De pronto, Naoko también palideció y se llevó una mano a la boca, como si tuviera ganas de vomitar. Riuji de inmediato se preocupó y le prestó atención. Estaba en eso cuando Kenshin y Makoto, que venían entrando, tuvieron síntomas parecidos.
Kenshin, descompuesto, tuvo que salir al patio para vomitar. Makoto con salir de la habitación se sintió mejor, pero Naoko tuvo que correr a tomar aire afuera.
Misao llegó al lado de Aoshi, extrañada, pero Aoshi estaba claro con todo eso.
-Debe almacenar algún ingrediente de la droga en esta estancia. Al ser Kenshin el caso más reciente no puede tolerar el olor. Naoko también está muy afectada, pero el señor Toriyama podría buscarla. Llámalo para que nos ayude.
Mientras Kaoru acompañaba a Kenshin a lavarse la cara y enjuagarse la boca, Akira entraba a la cocina ante el pavor de Rika. Tras unos minutos, le indicó a Aoshi una canasta.
-Aquí huele a esa podredumbre.
En lo que parecía una caja de costurero, había una cantidad importante de un elemento parecido a arena de playa. Aoshi lo acercó a la nariz de Akira, pero de inmediato éste se alejó de él, tapándose la cara con el antebrazo.
Aoshi le pasó la evidencia a Misao, para que la custodiara. Estaban hablando sobre eso cuando Kaoru pasó rauda hacia la cocina.
No se molestó en saludar a Fukio. De un golpe atravesó la cara de Rika.
-¡Maldita vieja bruja! ¿En qué estabas pensando? ¡Jamás, jamás te perdonaré lo que le hiciste a Kenshin, ni a Naoko ni al señor Toriyama! Eres de lo peor.
-¡Respeta a mi madre!- dijo Fukio, pero Kaoru no estaba para andar respetando a nadie.
-Lo hubiera pensado antes de hacer esa proquería de droga. ¿Acaso respetó ella nuestras vidas? Sólo quiso hacer su negocio. Es una víbora. ¡Una víbora, señora!- le espetó a Rika.
Misao no se molestó en detener a Kaoru porque decía lo mismo que pensaba ella, pero como estaba allí como Oniwabanshu en servicio colaborando con la policía, mantuvo sus emociones bajo control, tal como lo hacía Aoshi.
Cuando la policía llegó, alrededor del mediodía, Rika había dormido un poco y Riuji, Fukio y Jubei la observaron subir con las manos atrapadas en una tabla a una carreta, donde se la llevaron junto a los ingredientes para la droga. Ella no dijo nada desde que Kaoru la golpeara y solo se limitó a mirar a todos de manera solemne. En realidad le daba lo mismo lo que hicieran con sus pobres y miserables vidas. Ella ya había hecho la suya.
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Misao decidió guardar el costurero con evidencia porque Aoshi le indicó que ese elemento era especialmente raro y de pronto la policía no podría cuidarlo bien. A ella le pareció una buena idea y aunque Kenshin y Naoko no entendían por qué iban tan mareados en el carruaje de vuelta, iban tranquilos porque Rika estaba donde debía estar.
Sobre Akira, se quedó con el señor Ishida durante el día, para sostener una conversación.
El más viejo le contó de su experiencia y como consejo, le recomendó buscar a su mujer y a su hijo, que ya caminaba. Él sabía que la señora seguía viviendo sola y trabajando como temporera en los campos.
-Si no puedes soportar ser señalado por tus vecinos y quieres irte, yo te ayudaré. Es lo menos que puedo hacer para intentar reparar el mal que hizo Rika a tí y a tu familia.
A Akira le pareció una excelente idea y en compañía del señor Ishida y Fukio, fueron a buscar a su esposa. A aquella que intentó violentar estando embarazada. La mujer se encontraba limpiando el exterior de su casa cuando llegaron. Al principio, no quiso saber nada de Akira, hasta que Fukio le explicó qué había pasado realmente. Ella comprendió, pero había un problema.
-¿Cómo me voy a sacar de la cabeza la imagen de esa niña destrozada por ese animal? Prefiero no volver a verlo y criar a mi hijo sola.
Akira bajó la cabeza. Él aún soñaba con eso. No era fácil seguir adelante después de lo vivido. Se dio la vuelta para seguir su rumbo a la montaña donde vivía.
Fukio trató de razonar con la mujer. Él conocía a Akira desde niño y sabía lo bondadoso que era, pero ella no quería saber nada de él.
Jubei Ishida puso una mano en el hombro de Akira, atajándolo.
-No importa a donde vayas. Eso en lo que piensas te seguirá. Me falta un hombre de confianza para mis negocios. Fukio quiere seguir su propio camino como kendoka y mi hijo Riuji desea casarse y posiblemente se vaya un poco lejos de mi lado. ¿Qué dices?
"Tal vez tu esposa decida regresar contigo si te ve más seguido por acá"
Akira se levantó un poco y miró al señor Jubei a los ojos. Jubei se sintió sobrecogido por lo que vio en ellos. Igual Fukio.
-Pienso que las personas que rehacen sus vidas en su lugar de origen son realmente fuertes, y quienes empiezan de cero en otro lugar también lo son. Yo acá siempre seré el hombre que violó a su sobrina, por culpa de quien se quitó la vida. Nunca seré el que fue víctima de una mente enferma... nunca seré el que fui en este lugar. En cambio en mi nueva casa soy uno más de la comunidad. Yo le deseo lo mejor al señor Riuji y al señor Fukio, y sobre usted, estoy seguro de que encontrará a la persona correcta para lo que necesita.
El señor Ishida no pudo objetar nada. Él mismo había empezado de nuevo en otro lugar.
Dicho eso, Akira se puso a andar para encontrar a Misao y Aoshi más adelante. Unos días después estaba de regreso en casa, pero al menos se sentía mucho más aliviado al saber que no era un violador como pensaba.
Por espacio de algunos años siguió su vida tranquila en la comunidad que lo acogió como uno de los suyos, hasta que llegó la mujer que cambiaría su vida al convertirse en su nueva compañera y la madre de sus hijos.
Sobre Naoko, la mala fama que se había hecho a causa de la droga que consumió la persiguió al punto que ni Riuji ni la influencia de su padre pudieron hacer algo para apaciguarla. Además, su familia tampoco le prestó apoyo alguno, asi que después del matrimonio resolvieron irse lejos de allí. El señor Ishida no podía creer que Riuji vivía algo parecido lo que él en su juventud y no quería pensar en morir sin volver a ver a su hijo mayor. Cuando Fukio le anunció que ya no seguiría apoyándolo en el comercio, aunque lo sabía, su vida se derrumbó.
-Pero padre, ven y empezamos nuestro negocio.- le dijo Riuji muy contento.- Además, puedes vivir con nosotros o hacerte una casa al lado de la nuestra para que seas independiente. Vamos, papá... el lugar donde vivimos con Naoko es muy bueno. El camino principal es muy transitado y estoy seguro de que en futuro será una vía importante. Además, estamos cerca del puerto. No tendremos problemas con las importaciones. Vamos, yo te ayudaré.
Decidido, Jubei decidió empezar de nuevo con Riuji. Naoko se convirtió para él en una verdadera y amorosa hija, y le causaba felicidad el ver lo bien que atendía y trataba a su hijo. Pensaba que esa etapa de su vida no era lo que hubiera querido en un principio, pero era más de lo que podía desear. Y aunque a veces sentía pena, los nietos no le daban mucha tregua asi que no había tiempo para pensar en esas cosas, porque estaba muy ocupado riéndose de las trastadas que le hacían a su hijo.
Sobre Rika, quedó tras las rejas con dos mujeres más en una celda. No aceptó las visitas de Riuji después que se casó, y solo a Fukio lo veía a veces. Jubei por su parte no volvió a verla más. En el año segundo de su encierro contrajo la sifilis, tras los abusos reiterados de uno de sus guardias y una de sus compañeras. No contó con la asistencia médica necesaria ni habló sobre ello con su hijo por verguenza y tras varios días de fiebre alta, un día, en el año cuarto, no volvió a despertar.
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Un mes después del arresto de Rika Ishida, Kaoru se encontraba en sus actividades normales. Fue al dojo Maekawa a impartir su clase y todo marchó bien. Sus alumnos eran disciplinados y ya habían tres que habían empezado a asistir a su propio dojo de forma regular tratando de asimilar las enseñanzas de la escuela Kamiya. Eso la tenía muy contenta.
Las cosas con Kenshin iban muy bien, a pesar de que su periodo había llegado nuevamente. Kenshin le habia dicho que no se preocupara si aún no llegaban los hijos; en realidad, él quería disfrutar de un tiempo más del cariño que ella le entregaba, sin compartirlo con nadie y ella con esa idea se calmaba. Tal vez ella tampoco quisiera que llegaran los niños aún. Hablaría esa tarde con Genzai para saber si había algo que ella pudiera hacer para retrasar el momento.
Pensaba en eso cuando al atravesar la avenida principal se topó con Akane, la amiga de Fukio, que iba con un canasto de verduras. Se acercó a ella para saludarla e interesarse por sus cosas.
-Hola, Akane. ¿Cómo estás?
-¡Señorita Kaoru!
-Ahora soy señora.
Kaoru invitó a Akane a tomar un poco de te en Akabeko mientras esperaba a Kenshin con quien iría al doctor. La joven un poco nerviosa y tímida, aceptó.
Ahora que caminaba a su lado, Kaoru sentía que Akane era una chica agradable y de buen trato. Sería lindo tener una amiga como ella.
-¿Pero te sientes bien? Te veo un poco pálida.
-Estoy un poco mareada. Debe ser que no desayuné esta mañana.
Preocupada, Kaoru se acomodó el morral con su equipamiento y su boken, con el fin de cargar el canasto de Akane, pero la joven se desplomó antes que pudiera hacer algo. Rápidamente, un hombre que pasaba y un par de vecinas la ayudaron a llevarla a Akabeko, que estaba a unos pasos, donde Akane recobró el sentido. Kaoru de inmediato la arrastró a la consulta de Genzai.
Tras el examen físico y las preguntas de rigor, Genzai estaba seguro.
-Estás embarazada, Akane. A partir de hoy debes alimentarte mejor y cuidar tu salud. Debería nacer a fines del proximo verano
Ante la llegada de una emergencia, Genzai dejó a Akane y Kaoru solas. Kaoru no sabía qué decir y Akane sólo atinó a cubrirse la cara con las manos y echar a llorar. Entonces Kaoru se acercó a ella para darle un abrazo.
-Tranquila, Akane...
-¿Cómo puedo estar tranquila? Seré la madre de un niño sin papá. Nos repudiarán, discriminarán a mi hijo... y mi madre me partirá la espalda cuando se entere de esto.
Akane tenía razón, su futuro sería un desastre porque no estaba casada. Sin embargo, sobre el padre del niño...
-¿Fue Fukio, acaso?-
El llanto de Akane repentinamente se tornó desgarrador. Tanto así que Kaoru no quiso seguir preguntando e incluso lloró con ella.
-Estaba enfadado con usted... y me buscó a mí. No dejó de decir su nombre y me hizo esto...- dijo Akane contra el pecho de Kaoru.- Yo pensé que quería estar conmigo, pero no fue así y ahora yo estoy embarazada...-
Permanecieron mucho rato abrazadas hasta que Akane se fue calmando, sin embargo, seguía muy nerviosa y temerosa ante lo que pudiera suceder. Pero Kaoru sabía lo que harían. Enmarcó el rostro de Akane con las manos para darle indicaciones.
-Escúchame bien, querida. Haz lo que yo te diga. No le cuentes nada de esto a nadie, ¿entendiste? Al menos no hasta que yo llegue. Iré a buscar a Fukio y hablaré con él para que se haga cargo de esto.
-¿De verdad haría eso por mí?
-Por supuesto, pero tienes que jurarme que no le dirás a nadie de esto. ¿Entendido?
Akane se paró de la camilla y juró que así sería.
Justo en ese momento entró la madre de Akane, que había sido avisada de que algo le había pasado a su hija, entonces Kaoru se tomó la cabeza y se sentó sobre la camilla.
-Todavía me siento muy mal. Akane, gracias por ayudarme... nunca olvidaré esto.
Entendiendo, Akane, fue con su madre y se despidió de Kaoru, deseándole que se recuperase. En eso entró Kenshin, asustado, que corrió a ver a Kaoru.
-¿Le pasa algo?
-Nada. Pero tenemos que hacer un viaje esta misma tarde.
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Fukio había dejado de lado sus clases de kendo mientras ayudaba a su padre a preparar el traslado de sus negocios. Desde luego, ver a Kenshin y a Kaoru aparecer en su casa no se lo esperaba.
Tras los saludos de rigor y los buenos modales, Kaoru pidió a Fukio hablar a solas. Fukio miró a Kenshin y éste asintió, de modo que salió con Kaoru a caminar por el jardín. Ella no tardó en darle la noticia. Al saber del hijo que venía en camino, Fukio se detuvo en seco.
-Pero no puedo casarme con ella. No la quiero, ni me interesa. Es su problema por ser tan... -
De una cachetada, Kaoru lo hizo callar.
-¿Acaso pretendes dejarla sola? ¿Quién te crees que eres para jugar así con las ilusiones de las personas?
-Ella vio cosas donde no las hubo.
-¿De verdad? La llevaste a mi matrimonio, la inscribiste en mi clase de kendo... se les veía muy a menudo juntos y ahora ¿pretendes desentenderte? Esta desilución es muy grande...
-Pero no puedes esperar que me enamore de esa muchacha...
-No espero que lo hagas pero debes responderle y casarte con ella. Aunque no la quieras, sé que descubrirás pronto que el matrimonio es para acompañarse en la vida, crecer juntos, para proteger y cuidar al otro y luego, un día llega el amor. Fukio, Akane espera a tu hijo... a sangre de tu sangre... verás el rostro de tu hermano, de tu padre y el tuyo en él y me dices que dejarás que crezca solo y sin protección?
Esa misma noche, Kaoru regresó a casa con Kenshin. Fukio los vio alejarse por el camino.
Se acompañaron, se protegieron el uno al otro... y un día llegó el amor. ¿Y no había pasado lo mismo a su padre?
Pensó en eso un par de días y luego lo habló con su padre. Se presentaron en Tokio a la semana siguiente para pedir la mano de Akane.
Un mes después se casaron en una fastuosa ceremonia. Desde luego, entre los invitados, estaban Kaoru y Kenshin .
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A pesar de no llevar el método anticonceptivo que le sugirió Genzai, Kaoru tardó un poco más de medio año en quedar embarazada. A veces pensaba que el juego de las citas que había iniciado Kenshin tenía algo que ver con eso, ya que solían encontrarse una o dos veces al mes por ahí, y fingían que eran el rurouni y la joven instructora de kendo que lo acogió.
Era como vivir una vida alternativa dentro de su cotidiano matrimonial.
Era como debió ser su historia sin las masitas, sin Fukio, sin guerras ni peleas de por medio.
Por eso, un día simplemente Kenshin le declaró su amor. Fue de una forma tranquila, sin prisas, sufrimientos o temores detrás. Ella desde luego no le dijo enseguida lo que sentía. Se dio a desear por espacio de dos citas más y un día, Kenshin le pidió matrimonio.
Ella no esperó a que pasaran dos semanas más. Dijo que si de inmediato y olvidando las formalidades que se observan en la calle, le saltó encima para abrazarlo por el cuello. Él también olvidó las formalidades y la ciñó por la cintura. No podía ser más feliz.
Kenshin entonces puso en marcha los preparativos para su matrimonio tradicional, ya que sólo se habían casado con Kaoru por lo civil. Cuando le preguntó a Kaoru qué le gustaría de regalo, ella respondió que su noviazgo había sido más de lo que pudo pedir y en realidad así lo sentía. De todos modos con esa respuesta lo tuvo de cabeza pensando en qué darle hasta que se decidió por una caja de finos peines y un espejo.
Hicieron la fiesta que habían soñado con todos sus amigos más queridos. Esta vez siguieron todas las tradiciones y aunque nunca dejaron de intimar con regularidad hasta dos semanas antes, su noche de bodas fue soñada en un dormitorio especialmente preparado con velas y perfumado para la ocasión. En ese escenario, Kaoru tembló de emoción, anticipación y nervios. Kenshin por su parte estaba preocupado de agradarla y darle qué recordar.
Se besaron, se mimaron, se adoraron... se tocaron, se amaron y entregaron con todo. Habiendo pasado la ansiedad de las primeras veces y aprendido de la experiencia, el respeto, el amor y la pasión los guiaron. Hicieron el amor varias veces en esa noche y parecía que no se saciarían nunca el uno del otro.
Con los días recobraron el ritmo que traían y sus vidas siguieron tranquilas hasta que Kenji anunció su venida al mundo haciendo marear a su mamá a tal punto que por algunos días no pudo levantar la cabeza de la almohada sin sentir nauseas.
Fue un par de años después, cuando consiguieron dormir a Kenji temprano, que se sentaron a mirar la luna llena. El caracter de Kaoru era más decidido y calmo a la vez, mientras que Kenshin, que se había cortado el cabello, sólo era más feliz.
-¿Kenshin?
-¿Dígame?
-Hay una vieja historia que quedaste de contarme una vez. Era sobre... sobre...
-¿Hum?
-Sobre una vez que me tocaste... o algo así... además del beso que me diste cuando dormía.
Kenshin se ruborizó con el recuerdo. Sonrió de forma culpable.
-Eso fue un accidente.
-Entonces te acuerdas.
-Es difícil olvidar algo así.
Kenshin comenzó a caminar despacio y Kaoru a seguirlo. Llegaron a la cocina y él deslizó sus dedos sobre la cubierta del mesón de tal modo que ella sintió su piel erizarse ante un recuerdo.
-¿Sabe por qué la primera vez que estuvimos juntos, yo la puse en este lugar?
-No.
-Era por algo que sucedió aquí, que yo recordaba y no podía sacar de mi cabeza. Un día usted llegó del trabajo...
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Fin Acto nueve
Sin soledad
Fin
Cuando Llegues a Amarme
Junio 19, 2015
Notas de autora:
Hola!
Finalizando el primer fanfic desde mi regreso. Me siento contenta de haber terminado. En realidad, esto es fabuloso.
Fue divertido hacer este último capítulo, y aunque había mucha información que dar, ha sido más o menos liviano. Me cranee mucho con Rika Ishida, pero tuvo su final infeliz, que es lo que quería. Le hice un buen final a Riuji y a Fukio, e incluso a Akira. Jubei quedó solo, pero disfrutando de una vejez en medio de su familia. Aoshi y Misao ya tienen una relación.
Creo que alguien le comenté sobre la posibilidad de escribir en un fic más corto, la idea original de este. Me gustaría contar esa historia más adelante, creo que la idea era muy bonita. Por ahora tengo más proyectos en carpeta, en fin, veamos qué sucede.
Les quiero dar las gracias nuevamente a todos sus mensajes de cariño, de apoyo. Creo que esta historia me ayudó a, no sé si crecer, pero sé que me llevo una lección de ella y eso es muy importante.
Debo admitir que no logro desenvolverme bien ante ciertas situaciones, en especial cuando no he tenido una visión completa del asunto, quedándome con sólo una parte, sin embargo puedo seguir adelante a pesar de las dudas. Tuve en algún momento la intención de borrar esta historia a un tiempo de su finalización pero no lo haré, porque como sea es mi trabajo y me costó. No le tiene que gustar a todo el mundo y para ellas habrá otras historias hermosas sobre Kenshin y Kaoru que he creado. De todas maneras, esta termina con un final muy feliz.
Blankiss.
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