Disclaimer: Vocaloid es absoluta propiedad de Crypton y Yamaha Corporations, por lo que no me hago responsable de ellos y tan sólo utilizo sus personajes para mi propia diversión en este fanfic, donde sólo la trama es mía.


For the win
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Capitulo II: Ocúltalo

"Un trato es un trato.
Suelen aceptarse por orgullo, hacerse de forma egoísta, llevarse con coraje…
Pero al final el deber es cumplirlo, aunque uno no lo quiera"
—ASH


Llegó a su casa y se dejó caer en la puerta luego de cerrarla tras de sí. Increíblemente había llegado sin evitar que la tensión acumulada en su rostro que delataba su pánico con respecto a la situación vivida hace un cuarto de horas se dejase notar ante los transeúntes con los que se cruzó.

Agradecía que tanto como sus padres como su hermano mayor no se hallaran en casa, puesto que de haber estado correrían a hacerle un interrogatorio sobre qué le pasaba, si es que no llamaban antes innecesariamente al 911.

Suspiró y se tomó ambos lados de la cabeza con las manos mientras se obligaba a sí misma olvidarse de lo acontecido en el gimnasio. De un salto se incorporó del piso y se dispuso a llegar hasta su habitación escaleras arriba; se descolocó el uniforme del colegio y decidió que luego de tanta actividad que llevó en el día, así como la prueba de Historia y su extracurricular de Matemáticas, lo mejor era tomarse una refrescante ducha de una hora, de ser posible.

Tras buscar su toalla, se adentró en el baño de su cuarto. El agua caliente le venía de maravilla para relajar todos sus músculos, pero a diferencia de la que deseaba, la que estaba recibiendo ahora mismo le provocaba estrés.

"¡Maldición, está helada!" rumió mentalmente. "Lo que me faltaba…".

Definitivamente ese no era su día preferido. Primero por la increíble intensidad con la que se había preparado para su extracurricular de matemáticas; a pesar de que las horas habían pasado y que la brisa vespertina comenzaba a llevarse con ella los rayos del sol que se ocultaban en el horizonte, se sentía aún estresada. Segundo por algo que no quería recordar y ahora por el agua fría, que sólo empeoraba más la situación, para terminar poniéndola de un humor de perros aunque ya empezaba a acostumbrarse al frío.

¿Qué era lo segundo? Ah sí. El muchacho pelirrojo al que ahora debía comenzar a llamar «novio».

Neru arrugó la nariz y con ello se estremeció de la sola idea de imaginarse a ella siendo novia de ese patán. No pudo evitar refunfuñar blasfemias por lo alto, agradeciendo que al menos estaba sola y nadie la escucharía.

A pesar de que sólo quería olvidarlo y reírse de la vida, le fue imposible no recordar los inútiles intentos de conquista por parte del pelirrojo los meses pasados. Sonrió divertida mientras por su mente pasó una escena bastante graciosa donde se podía ver a Akaito lanzándole bolas de papel tras una clase de Lenguas, que por desgracia de la vida estaban destinados a compartir.

Las notas de él eran todas iguales: recargadas hasta las esquinas de propuestas de salidas, incontables piropos e insinuaciones sobre que él y ella lucirían muy bien juntos… en una cama… viendo el amanecer…

Quería sonar romántico, pero en realidad parecía enfermo.

Neru se había contenido de responderle cualquier cosa aquel entonces, y ahora se arrepentía de no haberlo mandando al mismísimo demonio. Aunque, ¿igual para qué? Él era tan inmortal como una cucaracha: le cortaban las patas y él seguía fastidiando.

Su amiga Teto le había dicho que era muy dura y Rin le había regañado y complementado el comentario de Teto, añadiendo que era bastante cruel con ese bombón.

Salió de la ducha envuelta en toallas y directamente llegó hasta su cuarto, lanzándose encima de la cama con la vista fija en el techo.

Aún no lo podía creer.

Por su infantil reto ahora estaba metida en un rollo junto a él, en el que ella era la novia. Se llevó las manos a los laterales de la cabeza tratando de sacarse tal locura de su mente. Trató de calmarse y suspiró. Ese asunto la estaba poniendo paranoica.

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Se esperó tras ese largo y fastidioso día de clases cualquier reacción en la cara de su hermano que tuviera sinónimos de molestia o aburrimiento. Todo, incluso, pero menos esa sonrisa tan radiantemente arrogante dibujada en su rostro.

Tras haber llegado el pelirrojo, ambos se decidieron por sentarse en los sillones color beige de la sala. Frente a ellos, en la mesita de vidrio, había un tazón con papitas de Pringless, las cuales los gemelos tomaban y engullían.

Conociéndolo bien, de gemelo a gemelo, sabía que el pelirrojo por sus problemas de conquista con cierta rubia de ojos ámbares estaba decaído y con el 5% de su ego destruido. Pero eso lo cambiaba todo.

—¿Y esa sonrisa? —indagó Kaito sentado frente a él en uno de los sillones.

Ni su hermana pequeña ni sus padres estaban presentes, puesto que habían llevado a la pequeña a comer en McDonald's congratulando una nota excelente en sus clases de música.

—Por algo, manito… —divagó Akaito, usando un tono tan soñador que parecía que lo decía como si estuviera de vacaciones.

Kaito suspiró y tomó un puñado de papitas.

—O lo sueltas o yo te haré cantar como soprano.

—LA, LA, LA —canturreó el pelirrojo utilizando un tono de voz bastante chillón, lo que provocó en Kaito que alzara una ceja y lo mirara como si de un bicho raro se tratase.

No pudo evitar soltar una sonora carcajada al ver la expresión de extrañeza en el rostro jovial de su hermano.

—¿Qué esperas para contármelo, Akaito? ¿Acaso te emburraste con otra tipa? —interrogó el de pelo azul.

—Pues sí, hermano. Pero no cualquier chica.

—No me digas que…

—Neru Akita, bro.

Kaito tuvo la necesidad de parpadear un par de veces para asimilar lo que su hermano le decía. Conociendo a la rubia, se había dado cuenta de que era una joven orgullosa, bastante distinta a las que Akaito solía ganarse fácilmente.

Recordó cuando el mes pasado en San Valentín, Akaito le llegó con un chocolate y un mensaje en el que le pretendía invitarla a salir. Ella ni siquiera el chocolate aceptó y estuvo evitándolo el resto de la semana.

Cuando pareció caer ante las palabras de su hermano, Kaito lo miró abriendo los ojos como platos.

—¿Cómo dem—?

—Cayó al igual que todas —declaró rápidamente el pelirrojo mientras se llevaba a la boca unas cuantas papitas, con intención de huir del asunto, pero Kaito no se lo creyó.

—No mientas, dudo que Akita sea tan fácil como tú dices.

Akaito se pasó una mano por el pelo alborotándoselo más, lo que su hermano captó instantáneamente como un tic nervioso.

—Canta, soprano —exigió Kaito, a lo que el otro lo miró dubitativo—. Vamos, grandísimo idiota, soy tu hermano.

—Precisamente por eso no quiero decírtelo —aseveró Akaito manteniendo la mirada de duda.

—¿Por qué no?

Akaito rodó los ojos.

—Porque luego me dirás que está mal lo que hice y—

—¡Maldito cabrón, la violaste!

—¡NO!

Las mejillas de Akaito se revolvieron en un color tan rojo como su cabello.

—¡No sería capaz! ¿Te has vuelto loco? —sentenció el sonrojado—. La idea es que ellas acepten, Kaito, así es más placentero.

—¿Entonces? —Kaito seguía insistiendo, ignorando en redondo la última declaración de su gemelo.

—Por favor Kaito, no te rías…

—¿Por qué lo haría?

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La incesante y sonora cancioncilla de su teléfono inundó su cuarto haciendo que se asustara. Se estaba quedando prácticamente dormida sin vestirse siquiera. Al instante tomó el teléfono lo ubicó en su oído, atendiendo a la llamada.

—¿Hola?

—¡Hola, Akita!

Sólo podía conocer una voz como la que sonaba en el interlocutor, no pudo evitar sonreír mientras se incorporaba hacia su clóset.

—¿Qué me cuentas, Teto?

—¿Qué me cuentas tú, querida? Dime, ¿tendremos fiesta mañana? —preguntó la pelirroja contenta.

Neru no pudo evitar parpadear mientras buscaba una camiseta cualquiera y un cómodo short para andar en su casa. Quizás era que no le estaba prestando demasiada atención a Teto porque estaba ocupada con su ropa, pero no había entendido a qué se refería.

Iba a responderle pero fue cortada por su amiga, la cual, como si le leyera la mente, supo al instante que no le había entendido.

—Hablo de tu nota final de Educación Física. ¿Tienes veinte al fin?

La rubia arrugó la nariz y bufó, lo cual fue captado por su mejor amiga.

—¿Diecinueve, dieciocho…? ¿Diecinueve punto cuatro? Vamos, Neru, siempre te he dicho que el soborno te hace ganar las décimas que necesitas y—

—No es por eso, Teto —la entrecortó mientras sacaba del clóset una camiseta naranja y se la colocaba—. Es que…

—¿Es que qué? —se impacientó al no recibir una respuesta rápida por parte de Neru—. Linda, ¿es que estás en tus días o es que no quieres decirme por capricho?

Neru rodó los ojos.

—No es eso.

—¿Entonces? —Teto le insistió.

Justo ahora agradecería a los cuatro vientos y se pondría a bailar como loca el Harlem Shake —¡qué vieja era esa cosa!— si de repente a la madre naturaleza se le zafara un tornillo e hiciera que lloviera, en plena mitad de abril, y de esa forma maquinara las interferencias de señal para dejar de hablar con Teto de ése asunto tan estúpido del que deseaba escapar.

Pero es que de una forma la vida era terca y a ella le caían todas las ironías encima, obviamente no llovía, era la noche más estrellada en todo Japón —o eso creía, ya que la contaminación lumínica en Tokio le impedía comprobar que así era—, ni rastro alguno de una nube con ganas de precipitar.

Suspiró con ganas, cosa que debió haberse oído por la otra línea ya que Teto preguntó:

—¿Qué pasa, Neru?

Se vio en necesidad de dejar de huir de asunto, sin mentirle a su amiga, aunque tenía las intenciones suficientes para hacerlo y todo con el fin de no herir su orgullo. Tuvo que volver a suspirar.

—No sé si considerarlo malo… —divagó.

—¿Por qué no? No me digas… ¿TE GUSTA EL ENTRENADOR?

—¡TETO POR DIOS, NO! —exacerbó la rubia con las mejillas tan rojas como el cabello de su actual «novio», de la sola e insignificante idea extraña de Teto acerca de que ella pudiera llegar a enamorarse del profesor Big Al que, aunque estuviera bastante bueno, era mayor que ella por quince años y debía tener esposa o una novia muchísimo mejor que ella.

—¿Entonces? Vamos, Neru, no me dejes con la intriga.

Neru tragó saliva mientras terminaba de colocarse el short. Lo que le iba a contar la enloquecería, de eso estaba bastante segura…

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—¡MALDITO CABRÓN! ¡JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA! —se carcajeó sonoramente el peliazul luego de escuchar la entretenida historia de amor que fue contada por Akaito.

—¡Hijo de mi madre, me prometiste no reírte!

Kaito paró de reír y al instante se secó varias lágrimas que se le habían salido por tanta risa.

—Alto, yo no te prometí nada, bro. Sólo me pregunté en voz alta por qué me reiría —citó el gemelo más maduro mientras que el otro rodó los ojos—, pero ya sé por qué.

Otro contrapunteo de risas salió de la boca de Kaito, por lo que Akaito se vio obligado a tomar un puñado de papitas y metérselo en la boca a su hermano para acallarlo.

Luego de tragar, Kaito lo miró con reproche. Akaito se incorporó del sillón y se aproximó a la cocina para buscar un par de sodas, siendo observado por su hermano desde la sala

—Increíble que la única forma en que lograras conquistar a Akita fuese por medio de una infantil apuesta —analizó Kaito—. Y ni siquiera la conquistaste, sólo la obligaste a estar contigo.

—Aún no estamos oficialmente juntos —repuso Akaito dando un sorbo a su soda mientras se dirigía a la sala junto a Kaito—. Comenzamos este lunes.

Luego le extendió la soda a su hermano, el cual la aceptó sin apartar la mirada de Akaito; en ella se demostraba la confusión y otro sentimiento que el pelirrojo prefirió no descifrar.

—Hermano, ¿por qué quieres hacer esto?

Akaito parpadeó un par de veces y desvió la mirada de Kaito, viendo hacia otro lado, encogiéndose de hombros y luciendo indiferente.

—Pregúntale a mi orgullo.

Sabía que su hermano Akaito era un completo idiota, el cual no entendía las razones de los demás; todo lo llevaba de una manera bastante egoísta, en la que el asunto completo lo satisficiera más a él que a cualquiera.

Sus respuestas, a pesar de que eran irónicas y contestadas de una manera desganada, siempre tenían un toque de la realidad a la que se enfrentaban. Pero claro, eso no lo admitiría Akaito frente a su gemelo.

Y todo porque su orgullo se lo impedía.

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—¿Ves, Neru? Te dije que algún día ibas a caer frente a Shion —reiteró Teto, muy satisfecha de haberle dicho un muy sonoro «¡te lo dije!» a Neru cuando ésta por fin le admitió lo que trataba de ocultar—. ¡Dios, pero qué emoción! ¡Tienes novio!

Entre las que estaban conversando por teléfono, sólo una de ellas sabía y podía —a pesar de que haya tenido una muy mala experiencia con ello— apostar su propio pie derecho a que no era para nada emocionante tener de novio a Akaito Shion, y más cuando fue obligada.

La tentación le obligó a mentirle a su mejor amiga para que no cayera en el usual sermón que éstas suelen dar por situaciones como éstas, o para evitarse problemas puesto que no estaba segura si el chico iría a admitirles a sus amigos que sólo estaba con ella por mera apuesta.

Sin embargo, le contó que era novia de Akaito, cosa que no es mentira como tal, así que no le estaba mintiendo… ¿verdad?

—Sí, emocionante… mucho —Neru tuvo que luchar para no parecer muy obvia con su sarcasmo.

—¡Estoy tan feliz por ti!

Y aunque Teto continuase felicitándola como si hubiera ganado un premio Nobel, estaba segura de que nada sería tan lindo y tierno como su amiga creía. Neru podría esperarse cualquier cosa, ¡lo que sea! Que los cerdos volaran con alas de cisne, que los flamencos fuesen color arco iris, que el planeta fuera rosa en lugar de azul, que su desayuno hablara, ¡todo!; todo eso a excepción de divertirse a lo lindo en su «relación» con Akaito.

—Estoy orgullosa, Neru. Te ganaste el corazón de Shion y lo aceptas, ¡amor! —gritó Teto en su ensoñación—. En fin, tengo que irme, rubia. Voy a cocinar esta noche.

—Está bien —musitó Neru—. Hasta mañana.

Y sin esperar otra respuesta por parte de la pelirroja, Neru se volvió a dejar caer en su cama mientras observaba el techo, ceñuda. Odiaba mentirle a Teto por salvar su orgullo y su estúpido trato. Pero parecía que así iba a ser hasta que terminaran con esa farsa antes del fin de curso.

Con más ansias, primero por las matemáticas, segundo por dormir un poco más y tercero por esto, Neru deseaba que el fin de curso se viniera ahora mismo.


HOLISSS.

Lamento la tardanza, ya saben... clases, la inspiración-engañosa-mal-parida, una puta gripe desde hace un mes...

Pero en fin, ya he vuelto con la 2da entrega de For the win, que espero que les haya gustado, por cierto. Fue corta, más bien demasiado para mí. Intentaré ponerme las pilas para seguir actualizando más rápido, porque los capítulos en sí serán algo cortitos en comparación con lo que normalmente escribo.

Bue.

¿Quién ama a Akaito? YO, JA. ¿Y Neru? Ella me cae medio mal acá, pero qué se hace, es mi protagonista la (puta pendeja) cuchitona ésta. Whatever, no edité mucho porque estoy en casa de mi tía robando WiFi y olvidé mis lentes en casa, perfecto. Así que espero que haya quedado como espero que quedase.

Agradezco sus reviews, favoritos y seguimientos, dulzuras *-*. Espero actualizar pronto, a ver si las clases me dejan concentrarme un poquito en mis historias xD.

Ah, para la que me preguntó si conozco a la AmaMitha... bitch, please, es mi mejor amiga.

Una vez más, gracias por leer *-*.

Los quiere, Ayu.