«I will always return»

Personajes de Hajime Isayama.

Summary:
Eren es un titan cambiante que vive en el bosque. El pueblo de Shiganshina le teme, así que proponen otorgarle un sacrificio con la condición de que se marche de las tierras y nunca regrese. Mikasa es una niña del pueblo que es ofrecida como el sacrificio. Cuando es abandonada en el bosque, en lugar de encontrar una bestia abominable, encuentra a un muchacho solitario. Eremika. AU.


#Notasquetodosaman(?):

¡Detalles abajo! Disfruten ;)


—o—

Las antorchas que iluminaban la oscura aldea resplandecían semejantes a las auroras boreales que aparecían en los picos de las montañas desde el norte cada vez que el invierno arrasaba con fervor en Shiganshina. El murmullo de los aldeanos era incontrolable, como el sonido de miles de caballos avanzando al unísono. En sus rostros el miedo y la desesperación se hacían presentes, mientras el llanto de un bebé interrumpía el continuo balbuceo de los aldeanos entre los brazos de su madre, inquieta por hacerle callar.

—Esto no puede continuar así.

Una voz fuerte e imponente se había hecho oír, e inmediatamente la multitud cesó al oír hablar a Erwin Smith, líder de la aldea. Era reconocido entre la gente por ser un hombre respetado dentro del pueblo a pesar de sus frescos veintinueve años. Sin embargo, era tratado como alguien mayor, alguien sabio y merecedor de todo el respeto posible. Todos lo observaron con atención.

—Los titanes abandonaron la tierra hace mucho tiempo y durante cien años nadie ha sabido de ellos, la raza humana pudo finalmente vivir en paz, sin interupciones ni absurdos derramamientos de sangre. Pero esto es inaceptable. Hemos tenido numerosos reportes de que un titan de casi quince metros de altura se ha hecho ver en el Bosque de los Árboles Gigantes. Hasta ahora no ha invadido la aldea pero los cazadores que viajaron hacia las montañas para traer alimento no han regresado, y sus cuerpos no fueron encontrados. Creo que es evidente que nos encontramos ante una situación delicada. Nosotros no podemos luchar contra aquella bestia por nuestra cuenta, debemos idear un plan para erradicarla, o entonces tendremos que lamentar una tragedia.

El murmullo de la multitud se intensificó, millones de voces entremezcladas y cada una gritando algo diferente.

—¡Debemos aniquilar a esa bestia demoníaca con nuestras propias manos!

—¿El Bosque de los Árboles Gigantes? ¿Cómo ha entrado allí?

—¡Hay que luchar!

—¿Y si huimos hacia otra parte?

Erwin alzó una mano en son de paz.

—Silencio, amigos míos. No perdamos la poca cordura que nos queda —advirtió. En menos de dos segundos los murmullos cesaron. Él suspiró—. Los archivos que por generación nuestros antepasados nos dejaron afirman que los titanes son criaturas inteligentes, comprenden el dialecto humano. Ya que no podemos acabar con su vida, lo único que nos queda es interactuar con él, de alguna forma, intentar sobornarlo. Zacklay ha ideado un interesante plan que seguramente nos beneficiará a todos por igual. Adelante, amigo mío.

Dalliz Zackay era, probablemente, el segundo hombre más poderoso de la aldea de Shiganshina. Era quien se encargaba de juzgar los pecados de los hombres, sentenciaba a los ladrones a muerte y, a aquellas que se decía practicaban la brujería, las enviaba directo a la hoguera. Zacklay era la justicia del pueblo, y todos confiaban en él.

—Sabemos que ese asqueroso titan lo único que desea es ingerir carne humana, eliminarnos por completo como especie. Así que he pensado que tal vez deberíamos-

—Ah, Dalliz, tu siempre tan diplomático...

Una voz demasiado conocida —para desgracia de los aldeanos— les hizo hacer silencio. La multitud escuchó sus irregulares pasos y, poco a poco, le abrieron camino al incontrolable Kenny el Destripador; un antiguo maleante que, según decía, se había arrepentido de sus actos e intentaba caminar hacia las rutas de la luz. Por supuesto, nadie le creía, era un maldito borracho que lo único que hacía era beber cerveza todo el día en la taberna, pero hasta ahora no había causado mayores problemas que peleas clandestinas y por el momento nadie lo consideraba una amenaza mayor.

Sin embargo, le temían. No era bueno meterse con El Destripador.

—Que yo sepa, Destripador, no has sido invitado a este Consejo —habló Erwin, haciéndole frente con demasiada tranquilidad.

Kenny rió y bebió un sorbo de su botella.

—No necesito una invitación para informarles que yo sí poseo un plan lo suficientemente bueno para alejar al titan de la aldea. Pero aquí nadie confía en mi, así que será mejor que me marche en silencio. Continúa, Dalliz, seguramente tu plan nos salvará a todos, como siempre —bromeó, y se volteó para marchare.

—¡Kenny! —exclamó Erwin, abrumado—. E-Eespera. Habla, dí lo que tengas que decir.

De espaldas, Kenny sonrió, complacido. Se volteó y comenzó a caminar de un lado a otro, observando las caras de todos los aldeanos. Su paso intimidaba.

—Si lo que ese titan necesita es carne fresca, yo puedo entregársela. ¿Qué tal sobornarlo con un sacrificio humano, con la condición de que se marche y jamás regrese?

El murmullo ensordecedor emergió nuevamente, y la estupefacción en la cara de Erwin era incontrolable.

—¿Un sacrificio humano?

—¡¿Planean entregar a uno de nosotros?!

—¡Hay que luchar!

—S-Silencio, por favor —calló Erwin, sin apartar los ojos de Kenny—. No se que porquería has tomado esta vez, pero estás loco si piensas que voy a arriesgar a uno de mis-

—Ya detente con ese falso honorario, Smith —interrumpió Kenny—. No es momento de actuar honorablemente. La vida de tu pueblo está en juego.

—¿Y a quien planeas ofrecer como el sacrificio? —preguntó Zacklay.

Kenny sonrió aún más.

—Mi sobrina, Mikasa Ackerman —respondió—. La chiquilla es huérfana, una verdadera molestia para mi pacífica vida. He pensado deshacerme de ella en numerosas ocasiones, pero no deseaba ganarme otro boleto a los calabozos. Pero este parece ser el momento perfecto, ¿no creen? Dar y recibir, Erwin, de eso se trata. Tú mantienes a tu gente a salvo y yo me deshago de esa mocosa insoportable. Punto final. Ambos tendremos lo que queremos.

Aquello era demasiado perturbador, pensó Erwin. La chiquilla no tendría más de catorce años, a penas era una niña. ¿De verdad sería correcto ponerla en peligro de esa manera? Abrió la boca, dispuesto a protestar o negociar otro tipo de solución, pero Zacklay lo tomó bruscamente del hombro y lo volteó, dándole la espalda a la gente.

—Hazlo, Erwin. Hagámoslo —habló, desesperado—. Ya te lo ha dicho, la mocosa es huérfana, nadie intentará reclamarla. Si esta es la única solución para mantener a nuestra gente a salvo es lo que debemos hacer. El fin justifica los medios. Tu padre siempre lo decía.

Erwin Smith miró asombrado a su colega y amigo que por tantos años lo había aconsejado como si fuera su propio padre. Cerró los ojos, dejando escapar un profundo suspiro. ¿El bien de la humanidad, o la vida de una niña de la que nadie se podría lamentar? Se volteó, sereno, y volvió a callar a la multitud.

—Silencio, por favor —advirtió—. Sabemos que es una decisión difícil, pero el fin justifica los medios. Si esa es la única manera de poder mantener alejada a esa bestia y cuidar a nuestra gente, mantener a nuestra familia a salvo... es lo que haremos. Piensen en sus niños, en los hijos de sus hijos, ¿a caso querrán para ellos un futuro de caos, miedo y terror? El futuro de la humanidad está en nuestras manos.

—Aquellos que estén a favor de efectuar el sacrificio, levanten su mano —ordenó Zacklay.

Los aldeanos se miraban entre sí, confundidos. ¿Cual era la mejor elección en un momento así? Varias personas presentes conocían a la niña, solo tenía trece años, había perdido a sus padres hacía mucho tiempo y su único hogar era la horrible casucha de Kenny el Destripador. Pero otros niños estaban en juego, los niños que tenían una familia, una familia que sufriría si sus hijos eran asesinados por esas horribles bestias. ¿Cual era la mejor elección en un momento así?

Poco a poco, los aldeanos comenzaron a elevar sus manos al cielo, temerosos, pero absolutamente decididos.

Una chispa se incendió en los ojos de Erwin. Éste asintió, solemne.

—Muy bien, entonces. Que así sea.

Kenny Ackerman, bajo la sombra de la noche, sonrió complacido.


Mikasa hizo una mueca de incomodidad al sentir sus delicadas rodillas raspar el suelo de madera con lentitud, producto de su continuo trabajo con el cepillo para dejar el suelo de la cocina impecable, tal y como su tío Kenny lo deseaba. Mikasa no comprendía porqué le ordenaba constantemente limpiar la casa si él era un maldito cerdo rodeado de mugre, pero no protestó. No era bueno protestar con Kenny.

Suspiró, incorporándose con dolor. Miró sus rodillas, estaban rojas e irritadas, ardían como piel quemada bajo el sol. Dejó el cepillo sobre el balde de agua negra y se lavó la cara, el agua fría aliviando el ardor de sus mejillas.

—¡Eh, Mikasa!

La niña se sobresaltó, oyendo su nombre provenir de la ventana. Entrecerrando los ojos y acercándose lentamente divisó a Jean agachado del otro lado, espiando por el borde del vidrio con su cabello rebelde e incontrolable. La niña abrió la ventana con temor, hablando en susurros.

—¿Qué haces aquí? Si Kenny se entera que...

—¡Se ha marchado a la taberna! —exclamó Jean—. Dudo que vuelva por el momento. Ven, vámonos.

Mikasa se mordió el labio, dubitativa. Se había ganado demasiadas golpizas por escapar de la casa sin permiso de Kenny, pero Jean era su mejor amigo y de verdad deseaba descansar sus rodillas de tanto fregar el suelo, además, tenía hambre. Mikasa expandió los marcos por completo y atravesó el alfeizar con cuidado, siendo sostenida por Jean desde el brazo.

En cuanto los pies de Mikasa tocaron el suelo, Jean miró sus rodillas.

—¿Te lastimaste? —preguntó, Mikasa apartó la mirada algo avergonzada—. Ven.

Ambos caminaron hacia una esquina de la ciudad y Jean la hizo sentarse sobre una roca. Tomó un pañuelo que llevaba escondido en los bolsillos de sus pantalones y tomó un cubo de agua de los posos, mojó el paño y pasó delicadamente la tela humedecida sobre las rodillas de Mikasa. El agua estaba muy fría y eso calmó el ardor considerablemente.

—¿Mejor? —preguntó Jean.

Mikasa asintió con una suave sonrisa.

—Gracias. Eres mi salvación.

Las mejillas de Jean enrojecieron y Mikasa pensó que eso fue tierno. Luego de terminar con sus rodillas, Jean la sorprendió con dos pequeñas bolsas de pan recién horneado, las llevaba ocultas debajo de su brazo y ella no las había notado. Ambos se sentaron en el suelo y comieron. Kenny no había dejado nada de comida para que Mikasa preparara, y de verdad se moría de hambre.

La madre de Jean era dueña de una panadería, y supuso que Jean había tomado algo de comida prestada. Su madre no aprobaba su amistad con Mikasa, Kenny no tenía buena reputación y frecuentar a una niña que compartía la misma sangre de ese cerdo no le parecía correcto, sobre todo porque era demasiado protector con su Jean-boo —así le decía— y lo mimaba como a un bebé regordete. De todas maneras, Mikasa agradeció el gesto.

Jean parecía ser el único niño que no temía acercarse a ella, y probablemente el único amigo que tenía. Durante su corta vida lo único que Mikasa conoció fue la soledad. Kenny se marchaba temprano y la dejaba sola en la casa, limpiando, cocinando aún cuando era una niña. Los fines de semana se quedaba durante toda la noche a beber, y Mikasa tenía que soportar sus constantes gritos y abusos de los que estaba harta, pero no había nada que ella pudiera hacer al respecto.

Estaba condenada a vivir con ese bastardo de por vida.

—Deberías hacer algo al respecto —habló Jean—. No puede seguir tratándote de esa manera. Ven a mi casa, te ocultaré en el sótano, mi madre no tendrá que saber que estás allí.

—Eso no cambiará nada. Kenny me encontrará, sabrá que tu me ayudaste —suspiró, melancólica—. A veces quisiera deshacerme de él.

Jean abrió los ojos, sorprendido y con la boca repleta de pan.

—¿N-No estás hablando enserio, cierto?

Pero la verdad es que era cierto. Era un pensamiento demasiado inestable para una niña. Pero no podía mentirse a sí misma, no cuando permaneció durante largos minutos observando la botella de veneno para ratas en la alacena, imaginando como sería introducirla en la cerveza de Kenny y observarlo morir lentamente. Pero solo eran ideas, sueños que jamás se harían realidad porque Mikasa no creía ser capaz de algo así. Traería problemas, todos estaban al tanto de la manera en que Kenny maltrataba a su pobre sobrina, no dudarían en culparla de asesinato y Mikasa tenía una vida demasiado miserable como para desear acabar sus días dentro de un calabozo.

—No —susurró—. Pero solo desearía que se marchara.

En silencio, Jean tomó su mano con timidez.

Luego de un rato de charlas sin sentido, Jean se marchó a su casa y Mikasa regresó a la suya. Mientras el sol se ocultaba, la niña aprovechó para limpiar y ordenar el resto de cosas pendientes antes de que Kenny regresara. Seguramente lo haría con hambre, pero en la cocina no había nada más que una pequeña bolsa con cinco patatas. Las puso a hervir, incluso si eran pocas Kenny tendría algo que comer. Encendió algunas velas para iluminar la casa y cuando apagó el fuego para quitar la olla, una mano delgada y fuerte le cubrió la boca desde atrás. Por el aroma a alcohol, supo que se trataba de Kenny. Su corazón palpitó deprisa y tembló, no otra vez...

—Haz silencio —le dijo al oído.

La sostuvo de los cabellos con firmeza mientras mantenía su boca oculta entre sus manos y la sacó de la casa. Caminaron en silencio por las frías calles de Shiganshina, el invierno había llegado hacía poco y recién comenzaba a notarse el cambio climático, ahora estaba nevando. Poco a poco aceleraron el paso hasta llegar a la plaza principal, el centro del pueblo, donde una gran multitud de aldeanos se encontraban reunidos con antorchas y palas.

¿Qué demonios estaba sucediendo?

Kenny la empujó y Mikasa cayó de rodillas al suelo, siendo el centro de atención de todas las personas allí reunidas. Hizo una gran mueca de dolor al sentir las antiguas y no tan recuperadas lastimaduras de sus rodillas impactar contra las piedrecillas de la tierra. Erwin Smith apareció entre la multitud, seguido por el viejo Zacklay y Levi, el mejor cazador de toda la aldea y mano derecha de Erwin.

—Creo que todos estamos de acuerdo con lo que haremos, no quiero arrepentimientos a último momento —habló Erwin firmemente—. El sacrificio de la niña aquí presente será suficiente para que esa maldita bestia nos deje en paz a todos nosotros.

Sacrificio, sacrificio, sacrificio...

Las palabras retumbaron en su cabeza sin cesar.

Zacklay avanzó y colocó alrededor del cuello de Mikasa una gran nota de pergamino con muchas palabras que Mikasa ni siquiera se molestó en leer. Estaba temblando, todos la observaban y su tío lucía complacido. No le costó demasiado tiempo comprender la situación. Mikasa había oído del horrible titan que vivía en el bosque y la forma en la que estaba acabando con todos los cazadores. Él comía humanos.

Humanos como ella.

Abrió los ojos, rompiendo en llanto, y se volteó hacia su tío. Sus rodillas rasparon cuando se arrastró por la tierra y abrazó sus piernas con fuerza.

—No, no... por favor, no... —rogó.

Kenny miró a Erwin.

—Apresúrate, Smith. No me gustan los sentimentalismos.

Con un suspiro, los soldados de Erwin tomaron a Mikasa de los brazos e intentaron apartarla a la fuerza de su tío, quien se mantuvo quieto sin hacer nada. Mikasa chilló, aferrándose a sus piernas mientras lo demás intentaban apartarla de él.

—¡No, no! ¡Tío, por favor, no!

Nile la cargó en brazos y ella pataleó, desesperada por zafarse de su agarre.

Levi se acercó a Erwin, furioso.

—Erwin, esto es una locura, maldita sea... que demonios estás haci-

—Cierra la boca, Levi —le calló, sin decir nada más.

Nile cargó a la niña y la gente alzó sus armas al cielo, gritando con júbilo. Mikasa sollozó al ver un niño aparecer entre la multitud, confundido y asustado. Era Jean. Éste, al verla, corrió hacia ella con la intención de tomar su mano.

—¡Mkasa! ¡Mikasa! —gritó, desesperado.

—¡Jean! ¡Diles que no he hecho nada malo! ¡Diles!

—¡Mikasa! —volvió a gritar, pero su madre apareció y lo arrastró de nuevo hacia la multitud—. ¡No, suéltame! ¡Qué están haciendo! ¡Mikasa!

Nile tomó un palo y golpeó a la niña en la cabeza, dejándola inconsciente. Luego, junto al resto de los hombres, la cargaron y se adentraron en el bosque.

Levi maldijo, malhumorado, mientras miraba de reojo a Erwin. Aquello era una bestialidad. ¿Cómo podían hacerle eso a una niña? Levi no era muy amante de los críos, eran apestosos, gritones y molestos. Pero eso no justificaba que fuera correcto acabar con la vida de Mikasa, una niña que todos conocían en el pueblo, incluído él. Tímida, solitaria, y viviendo bajo el yugo del Destripador, ese monstruo asqueroso.

—¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? —reprendió.

Zacklay lo miró de mala gana.

—Tu no tienes hijos, Levi. No comprendes el sacrificio. Si tuvieras una familia que proteger habrías hecho lo mismo.

—Deberían haber entregado al bastardo de Kenny, eso sí que habría sido una buena jugada para la humanidad, viejo fanático —protestó, y se marchó de ese estúpido lugar de inmediato.

Como siempre, Hanji le siguió.

—¡Ah, que desgracia! —se lamentó, acomodando sus lentes—. Pedirle a semejante bestia que abandone estas tierras... ¡imagina todo el conocimiento que podría brindarnos!

—Tsk —resopló Levi—. Estás loca.


Cuando Mikasa despertó, todo lo que vio fue oscuridad.

Sus ojos se abrieron lentamente, mientras copos de nieve caían sobre su rostro y se deslizaban por sus mejillas como lágrimas congeladas. Respiró solo para cerciorarse de que no estaba muerta y un suave vaho emergió de sus labios, tan secos y fríos como la nieve en la que se hallaba tendida. Tembló, muerta de frío, y se incorporó sintiendo un horrible dolor en su cabeza.

En medio del bosque, comprendiendo que era de noche y estaba completamente sola —además de recordar lo que había sucedido tiempo antes— se echó a llorar. Se abrazó a si misma, mirando sus rodillas luciendo más rojas que antes y notó que alrededor de su cuello había una nota. Estaba muy oscuro, pero podía leerla.

"Sabemos que ustedes, los titanes, comprenden el dialecto humano.
Te ofrecemos a esta niña como sacrificio con la condición de que te marches y jamás regreses a estas tierras.
Si no lo haces, tenderemos que tomar represalias."

Por un momento lo había olvidado, el titan. Oh, maldita sea, ¡el titan! La comería en cuanto descubriera que estaba allí. Tenía que salir del bosque cuanto antes, pero no sabía donde ir exactamente, no conocía el lugar. Miró al cielo estrellado, las auroras boreales danzando sobre los picos helados de las montañas, y se sorprendió al notar cuan grandes y gordos eran los árboles. Alzar la mirada tan alto le hizo marear, bajó la vista y caminó a paso lento, intentando no hacer ruido.

Cualquier sonido la asustaba, cualquier sombra que esos gigantescos árboles proporcionaban le hacían creer que el titan estaba allí, siguiéndola, acechándola como un cazador a su presa.

¿Qué haría ahora? Moriría, a causa del frío o dentro de la boca del titan. Sus manos estaban entumecidas por la nieve, no llevaba un abrigo donde pudiera esconder sus manos o una bufanda que calentara su rostro. Tropezó con una piedra y calló nuevamente de rodillas, reprimiendo un sollozo.

¿Por qué? ¿Por qué todo era tan injusto? Había vivido por y para complacer a su tío, comprándole sus bebidas alcohólicas y limpiando y cocinando para él. No tenía amigos, ni un padre o una madre que pudieran estar junto a ella, como tantas veces había visto en otros niños. Mikasa siempre había dependido de sí misma para todo. Ahora se encontraba más sola que nunca.

Se dejó caer sobre la nieve y cerró los ojos, esperando que el frío pudiera cubrirla y acabar con su miseria de una vez. Si morir significaba no volver a respirar ni sufrir otra vez, entonces no era tan malo. Poco a poco fue quedándose dormida.

Rato después, mucho después... días, tal vez, ¿o años? Mikasa no estaba segura, empezó a sentir algo. Un calor a su alrededor, algo suave que cubría su cuerpo y le hacía sentirse bien. Tal vez había muerto y ahora había encontrado la paz, lo que por tanto tiempo estuvo buscando. Pero no, al abrir sus ojos supo que no estaba muerta.

Todavía se encontraba en el bosque, bajo la sombra de un árbol que entre sus ramas se infiltraban pequeños rayos de sol dirigidos hacia su cara, provocándole un calor demasiado precioso. Se sorprendió al ver, sobre ella, una gran manta de piel de lobo cubriéndola, proporcionándole el calor necesario. Se quitó la manta con cuidado y descubrió que en sus rodillas habían dos vendas de paños fuertemente sujetadas, protegiendo las heridas.

Definitivamente ella no estaba sola aquí. ¿A caso algún cazador la había encontrado? Pero nadie venía a estos bosques desde que el titan había comenzado a ser un problema para la población.

Se incorporó con cuidado y colocó la manta sobre sus hombros, la nieve aún caía aunque se derretía al tocar la tierra del suelo. Mikasa miró a su alrededor, intentando encontrar al causante de todo esto. Caminó sin alejarse demasiado del árbol en el cual había amanecido minutos antes, cuando vio una sombra detrás de un árbol.

Ella se detuvo, sorprendida.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó, temblorosa. Se acercó un poco más—. ¿Hola?

Del mismo árbol unos intensos ojos verdes se asomaron desde un extremo, dubitativos. Mikasa entrecerró los ojos, curiosa, y el niño salió de su escondite. Probablemente tenía su edad, solo que era un poco más alto que ella, y delgado. Estaba vestido con un pantalón, una camiseta de color blanca y un suéter oscuro. ¿Qué hacía un joven como él, solo en el bosque? ¿Sería de Shiganshina? ¿Y si lo habían utilizado a él también para el sacrificio?

Poco a poco el niño se acercó hacia ella. Llevaba una bufanda roja alrededor de su cuello.

Sintió pena por él. Tal vez se encontraba en la misma situación horrible que ella.

—¿Tú hiciste esto? —preguntó ella, tocando suavemente la piel de lobo sobre su espalda. El aroma era suave, como a verano y otoño.

Él asintió, sin decir nada.

—Gracias —susurró bajito—. Me llamo Mikasa. ¿Tú como te llamas?

El niño frunció un poco el ceño, no muy convencido. Tal vez no estaba acostumbrado a hablar con niñas, al igual que Jean. Aunque Jean solía sonrojarse, el niño parecía perturbado, como si ella fuera algún monstruo desconocido ante sus ojos.

—Me llamo Eren.

Su voz cálida y determinada, por un instante, hicieron palpitar su corazón.


AAAAAAAAAH, AYUDA.

Primer longfic semi-coherente que hago en AÑOS. Me siento extraña regresando a mis orígenes.

Mi gran amiga Marzia me dio la idea y le agradezco muchísimo porque en cuanto me la dijo la amé con todo mi corazón. Considero que los AU pueden ser tanto una cosa hermosa como espantosa, y si no se sabe utilizar bien puede echarse a perder tanto los personajes originales como la historia. Yo, gracias a Dios, soy muy buena haciendo AU (?) o eso creo. De todas formas me gusta conservar la esencia de la historia original, y creo que es por eso que esta idea me pareció muy buena. Mikasa tiene un papel muy de cenicienta aquí, y cuando Marzia me comentó esto inmediatamente pensé en La Bella y la Bestia, una versión más tétrica (?) pero basadas en la misma dirección.

Me gustó mucho escribir esto, no se cuantos capítulos tendrá y no quiero alargarlo demasiado, soy de esas personas que hacen 21 capítulos en un fic y después no logran terminarlos, y meten un HIATUS más grande que las cejas de Erwin. Así que tal vez sea un mini-fic que contará con 10 capítulos como máximo.

Como se darán cuenta, nadie en la aldea sabe que el titan es un shifter, osea, una persona que puede transformarse en titan. Solo creen que es una bestia horrible come-gente, por lo tanto Mikasa no sabe que ese niño es el titan del que todos hablan.

Les aviso: la cosa será dramática (?) porque quiero mantenerme fiel al espíritu malicioso de Isayama. También gracias a mi waifu Valery que me ayudó a ordenar el embrollo de ideas que tenía en la cabeza XDDDDD ella sí es una buena esposa, pasen a leer sus fics: MadameVacaNegra-San, acaba de escribir un Eremika-smut pa' chuparse los dedos(?)

En fin, gente. Si les gustó, dejen un review, para un autor siempre es importante conocer la opinión de la gente :) espero prontito poder publicar el siguiente capítulo.

¡Hasta la próxima!

Mel.