Disclaimer: Stiles es de Derek y ellos y todos los demás son propiedad de MTV (¡Oh todopoderosa!), y yo no obtengo ningún beneficio económico por esta historia.

Gévadou, Fracia. 1767

Marabell vio directo a la espalda del hombre durante el tiempo que pudo hacerlo, mientras éste se alejaba rumbo al pueblo más cercano. Observó los movimientos lentos y elegantes del hombre que con su andar resuelto y paciente le había quitado aquello que para una mujer joven era lo más preciado: su corazón.

La gitana suspiró con pesadez una y otra vez, sin alternar con respiraciones normales como si de repente esa fuera la única forma posible de hacerlo. Sus ojos se anegaron y sus manos comenzaron a temblar.

Cuando el primer sollozo escapó de si garganta y comprobó que pese a su sufrimiento el otro no volvería, se levantó del suelo al que se había tirado de rodillas momentos antes y regresó a su tienda, con los suyos, sosteniéndose el pecho con ambas manos y sorbiendo por la nariz de vez en cuando.

¿Otra gitana con el corazón destrozado? Se preguntaban los pocos que la habían visto llegar, pero poco les importaba en realidad, y menos ella. ¿No le habían dicho que no se acercara a los hombres ajenos a ellos? Se lo merecía, por ser tan terca y tonta, por haber traspasado los límites establecidos por su raza y su género inferior.

Marabell, escondida de todos, sabiendo que ahora sería más repudiada que antes. Sólo anhelaba una única cosa. Con su cuerpo recostado y sus manos aun sosteniendo su pecho, clamaba por el reg reso de su él, Garou, su hombre que amaba, al que se había entregado sin pudor, sabiéndose o creyéndose correspondida. ¿Por qué no volvía? ¿Por qué la había condenado de la forma en que lo había hecho, sabiendo que su rechazo no sólo los perjudicaba a ellos, como pareja, a su vida de entera felicidad juntos, sino a ella en particular, con su raza, pero más importante, consigo misma?

Y fue en ese momento en el que lo odió, porque no podía amarlo, porque se lo habían negado.

Con los ojos cerrados sintió que se deshacía en líquido, que sus lágrimas obraban en ella cual agua en bruja principiante. Ya nada le importaba, nada tenía el menor sentido, su vida no servía ya para nada y su corazón estaba vacío. ¡No entendía por qué! ¿Acaso había hecho ella algo mal? ¿Por qué su hombre, su Loup-Garou, la dejaba tirada justo ahora?

Marabell había guardado su secreto, cuando él se lo reveló. Incluso había jurado por sus dioses, en un rito prohibido, que jamás revelaría lo que su amado le confió. Y había cumplido.

—¡Maldito! —gritó ella en medio de la noche, cuando todos ya dormían y ella no había podido soportarlo más— ¡Maldito Loup-Garou!

El amor es la más poderosa de las magias, Marabell —recordaba que le había dicho su madre—. Tanto, que no puede ser recreada o controlada por nadie. Puedes provocar que dos personas se obsesionen entre sí, pero no que se amen. Esa es una de las dos reglas que nunca debes romper cuando practiques la magia.

Y Marabell había entendido, no jugar nunca con los sentimientos, nunca poder recrear el amor; y ahora lo entendía mucho mejor: él no regresaría a ella y ella no podía obligarlo.

—¡Malditos hombres lobo! —repitió, gritándolo. Fue en ese momento en que decidió vengarse.