Color blanco: Paz

El edificio es de color blanco, hay una fuente de concreto en el centro del enorme patio, un querubín regordete y con alas emplumadas escupe un chorro de agua por la boca, hay pétalos de las flores de los árboles cercanos que nadan con tranquilidad en el agua provocando que luzca un poco sucia. El sendero hacia la entrada es de piedrecillas de rio, en tonos que van desde el gris hasta el café, lisas y que le dan a este lugar un toque muy fresco, elegante y playero, junto al sendero hay círculos blancos que rodean focos de luz amarilla, durante la noche es un digno lugar para fotografiar. Hay árboles perfectamente cuidados, podados y regados, al ser plena primavera estos están en todo su esplendor, floreando y regalando su belleza a este lugar.

Llego a la entrada, las puertas de cristal se deslizan silenciosamente a los lados dejándome entrar a la recepción principal de esta pequeña, pero lujosa y elegante, clínica que también funciona como asilo y hospedería. El aire acondicionado me recibe al instante, es marzo y el calor golpea con todo en esta parte del país, este aire, aunque llega a producirme mareos y ganas de vomitar en algunas ocasiones, es reconfortante si llevas más de media hora caminando en pleno cenit.

—Hola, Levi, bienvenido.—Saluda Petra del otro lado del escritorio.

Es una mujer bastante pequeña para ese enorme escritorio hecho de mármol, es alegre, sonriente y ama su trabajo. Tiene casi treinta y según rumores esta por casarse en secreto con el médico pediatra de la sección B. Auro Bossard. Me alegro por ella.

—Hola, Petra.

Me acerco hasta donde esta ella. Incluso para mí este escritorio es bastante alto y grande, prácticamente me llega al pecho, según los médicos aún tengo una posibilidad de crecer un poco más los próximos cuatro años. Trato de aferrarme a esa esperanza. Después de todo no deseo que Mikasa sea mucho más alta que yo, seria demasiado vergonzoso.

—¿Cómo has estado? Llevas casi un mes sin venir.—Dice Petra tratando de recargarse en el escritorio.

Creo que deberían sustituir este escritorio, hace que las personas bajitas nos veamos patéticos frente a él.

—Lo siento, pase por exámenes y mis padres no querían que reprobara este periodo, ya sabes que el anterior me fue un poco mal.

—Entiendo, pero ¿Se lo hiciste saber al director Smith? Sabes que se apoya mucho en ti.

—Claro, después de todo él es mi jefe.

—¿Y que tal la escuela? ¿Todo bien?

—Sip, estoy a un mes de terminar este año, solo me iré a finales de física y matemáticas, flojee demasiado en esas materias.

—Pues mucha suerte.

—Gracias, por cierto, ¿Qué tal ha estado Armin durante mi ausencia?

Ella tuerce los labios no muy convencida.

—Ha estado bien.

—¿Paso algo?

—Tuvo otra crisis hace unos días.—Casi susurra.

—Creí que ya estaba casi curado, ya le habían quitado los medicamentos.

—Sí, pero...

—¿Pero?—La presiono.

—No te sientas mal, él simplemente creyó que lo habías abandonado, se puso bastante mal.

Suspiro.

—¿Dónde está ahora?

—En su habitación.

—¿Puedo verlo?

Ella asiente lentamente y me tiende la credencial que me identifica como voluntario.

Desde que cumplí los doce entre a esta clínica a trabajar como cuidador voluntario, aquí se atienden todo tipo de enfermedades o al menos las menos críticas, pero se especializa más en niños abandonado, que quedan huérfanos ya sea por un accidente, por las leyes o simplemente los dejaron en la calle.

Se podría decir que es un lugar todologo, mucha gente viene aquí por ayuda, víveres, un techo donde pasar la noche, comida, ropa, etc. Hay médicos, abogados, enfermeras y un montón de personal listo para colaborar, más que nada con los niños. Es un poco confuso este lugar, es pequeño, o bueno, del tamaño de una mansión de la colonia de Colb, para vivir es gigantesco este lugar, pero para lo que en realidad se ocupa en realidad es chico. Pero bueno, llevo cuatro años aquí y aún así no lo comprendo del todo este sitio.

Soy uno de los pocos que continua trabajando, muchos salen al año o a los meses de su llegada. A todos cuando llegamos nos dan por aviso que trataremos con niños que han tenido algún tipo de problema ya sea psicológico o físico.

El primer año trate a una niña, Isabel Magnolia, era muy alegre, divertida y juguetona, a las pocas semanas de llegar se hizo amiga de casi todo el lugar, hablaba hasta con los casilleros, era muy delgada, pelirroja y de enormes ojos azul-verdoso, siempre andaba sonriendo por todos lados por desgracia ella padecía de algún tipo de bipolaridad muy grave, en dos ocasiones estuvo a punto de atravesarme con el tenedor de su comida, hace un año falleció, no sé bien las causas, su médico no quizá decírmelas pero por los rumores que andan por los pasillos se que ella se suicido. Tenía siete cuando la conocí. Era realmente muy lista.

Después de ella me pusieron a cargo de Armin Arlert, un niñito de cabello rubio y ojos azules, unos dicen que el hijo perdido de Smith, es curioso y exageradamente inteligente, sufre de esquizofrenia, es un caso bastante ligero, su medicación consistía en una cápsula cada tercer día, más que nada por simple precaución, sus crisis y alucinaciones y demás eran bastante extrañas, eso sí, es bastante nervioso y pierde la paciencia consigo mismo muy rápido, la última crisis que yo presencie fue mientras armábamos un rompecabezas, se obsesiono tanto con encontrar el lugar de una sola pieza que al no dar con ella tiró y rompió todo, me asuste, demasiado, ya que su médico y todos los demás estaban en una junta, por un santísimo milagro pude calmarlo diciéndole cosas lindas y tranquilizadoras.

Camino por todo el pasillo que lleva a las habitaciones de los niños, las baldosas son rosa pálido y en las paredes hay lámparas en forma de elipse vertical color blanco y dorado, las paredes son blancas y las puertas de las habitaciones igual, hechas de madera son sencillas y con placas doradas hechas de metal tienen el número de la habitación y el nombre del paciente.

Llego a la 201 y antes de tocar sale la médico Zöe, se sobresalta al verme.

—Levi, ¿Qué haces aquí?¿— Pregunta con sorpresa.

—Vengo a ver a Armin, me dijeron que tuvo otra crisis.

—Oh no, no, es mejor que no te vea, en este instante te odia a muerte, él no quiere verte.

—¿Porqué?

—Él cree que lo abandonaste, que lo has dejado solo.

—Pero... Puedo explicárselo.

—No, querido, si te ve solo será peor, piensa que le has sido infiel con "Exámenes", luego de que le contáramos que te habías retirado por un tiempo para aplicar evaluaciones, él creyó que te habías ido con otra persona, intentamos explicarle pero se negó a escuchar palabra alguna. Ahora...pues te odia.

—Es absurdo—Replico.

—Lo que sea, es mejor que no te vea.

—Pero...

—Nada, cualquier cosa nosotros te llamaremos, tranquilo.

—Pero...

—Anda, vete a casa, por ahora, todo está bien ¿Ok?

—Ok.

Supongo que estoy tan acostumbrado a este lugar, es decir, he venido cuatro años seguidos después de la escuela, y todo el día durante los fines de semana.
No quiero regresar a casa.

Por desgracia tengo que hacerlo.

El solo saber que tengo que caminar unos veinte minutos hasta mi casa, bajo este sol abrazador, me cuesta una infinidad, hace que tenga pereza de solo pensarlo.
Pero de alguna forma llego.

Vivo en la colonia de Carlest, es una Unidad Habitacional bastante sencilla, las casas son casi todas iguales, muy cubicas aunque varian en colores y solo tienen un piso, más en el centro de la Unidad se encuentran las más lujosas.

Mis padres me compraron este pequeño departamento en cuanto comencé a estudiar la preparatoria, así ellos podrían trabajar con toda comodidad al otro lado del país, cada quincena me depositan dinero para mi substencia, en la clínica me pagan, es muy poco, como para comprar solo un abrigo, no se pueden costear demasiados sueldos a adolescentes como yo, y aparte tengo tres becas escolares que solventan mis gastos académicos y mis pequeños lujos. Así que por el lado económico no me preocupo. Aparte de que recibo una buena parte de dinero por parte de mis tíos, solo por cuidar a su desastrosa hija rebelde.

Hace solo un mes, extrañamente, llego a mi casa, mi pequeña e insoportable prima cuatro años menor que yo. Escapo de casa de sus padres por mero berrinche y ha llegado conmigo. Mikasa. Me pidió que no le dijera nada a sus padres, pero deseaba ahorrarme el hecho de que mis tíos pusieran a su hija como desaparecida, si alguien la viera conmigo pensaría que la estoy secuestrando... Y me metería en mil broncas del tamaño monumental. Decidí ahorrarme esa fatiga y simplemente les di aviso a mis tíos sin que la mocosa lo supiera.

Ellos están en pleno divorcio. Por lo que es un golpe duro para ella. De por sí, ella es un poco rebelde y con esto, solo fue meterle más dinamita a la bomba. Supongo que debe ser difícil.

—Haz llegado temprano.— Solo abrir la puerta y su vocecilla me recibe.

—¿Algún problema? Mocosa, esta es mi casa, llego a la hora que se me da la gana. —Rezongo. Ella debe saber que incluso aquí hay reglas que seguir.

Como respuesta se encoje de hombros y vuelve su atención a la revista que tiene en las manos.

—¿Qué paso con los niños enfermos que cuidas?

—No creo que te interese, hoy tengo día libre.

Dejo mi mochila en el sofá y me dejo caer muy feliz... De hecho tengo tareas que hacer.

—Tu madre ha llamado.

—¿Para qué?—Pregunto distraído, provocando que me lance una mirada sarcástica.

—Sabes que yo no contesto el teléfono.

—Lo olvide, eres una vaga que huyó de casa.

—No soy una vaga.

—Lo que digas... ¿Ya has comido?

—Ya, aún queda sopa y guisado en el horno.

Para tener solo doce es bastante antipática, hace mucho que lo la veo sonreír de verdad, algo alejado de las torcidas sonrisas sarcásticas que se ha dedicado a darme estos días, hace poco intente que regresara a su casa pero fue un completo desastre, el simple hecho de mencionarle su hogar o a sus padres hizo que tomara el cuchillo y me amenazara con suicidarse si la obligaba a regresar. Trate de no darle importancia pero... Ella hablaba muy en serio. Realmente pensaba matarse. Intente otras cosas como que entrara a trabajar conmigo a la clínica, a su edad yo ya sabía tratar a niños con problemas graves, irónico porque no puedo ni controlar a mi propia prima. Que gran cuidador soy. Aún así, solo logre que trabajara como mesera en una cafetería a dos cuadras de aquí, conozco al dueño, Hannes Doofer, un tipo bastante agradable, amigable que acepto mantenerla ocupada la mayor parte de la mañana. Durante la tarde va a la escuela, la chica fue lista al salir de su casa con todo y documentos para después exigirme que la reinscribiera en la escuela cerca de mi casa. Esta loca pero no planea perder el ciclo escolar.

Pero... Tengo dieciséis, ya tengo mis propios problemas adolescentes y ahora tengo que soportar los ajenos. Que buena idea ¿No?