Era evidente que una parte de Lupin estaba controlada por su lobo interior, pero no volvió a perder el control como lo había hecho antes. O al menos, no del mismo modo.

Con suavidad y parsimonia, Sirius lo llevó a la vieja cama que presidía la habitación y lo tumbó con toda la delicadeza de la que fue capaz, que en ese momento no era mucha, ya que su licántropo lo estaba volviendo loco,

Ni en sus mejores sueños había podido imaginar a un Remus tan ardiente y solícito. Se dejaba hacer, se arqueaba contra él, le devolvía todas sus caricias multiplicadas por mil. Si aquello era un sueño, el joven Black preferiría no despertarse jamás.

Con desesperación, abrió la camisa que Remus se había puesto apenas unos instantes antes, pero se detuvo al ver el vendaje que él mismo le había puesto.

-Remus- ronroneó mientras el otro le mordía el lóbulo de la oreja-. Remus, estás herido. Tal vez deberíamos dejarlo para otra ocasi…

-Ni de coña- atajó el otro, a la par que enredaba las piernas alrededor de su cadera, atrayéndolo más hacia sí, de forma que Sirius pudo notar cuán "contento" estaba su lobo en todo su esplendor-. Llevo mucho tiempo soñando con esto, Sirius. No puedo esperar más…

-Dios, me has quitado las palabras de la boca. Ahora sí que no te vas a escapar.

Besó, lamió y mordió cuanta porción de piel estuvo a su alcance. Lamió con deleite los pezones de su amante, y delineó cada cicatriz con su lengua. Debajo de él, Remus se retorcía deliciosamente contra su cuerpo, regalándole unos sonidos tan hermosos y ardientes que Sirius pensó que podría correrse de solo escucharlo.

Decidió que no volvería a detenerse. Iba a quedarse allí el resto de su jodida vida dándole placer al chico que tenía debajo. No necesitaría nada más.

Siguió el contorno de una de las cicatrices de su abdomen, pero se encontró con que los pantalones del otro estaban en medio. Con parsimonia, notando cómo los ojos de su amante le quemaban, abrió la bragueta y bajó los pantalones lo justo para poder seguir el recorrido de la cicatriz. Y luego los fue bajando más y más, poco a poco, hasta que el miembro erecto de su compañero salió libre de la molesta prisión de tela.

-Oh, por Merlín, Sirius…

No le dejó terminar. Se metió todo el miembro en la boca de una tacada, haciendo que las palabras se ahogaran en la garganta del otro, dejando paso a un largo y placentero gemido.

Después de estar un rato allí abajo, sintió la urgencia de ver de nuevo a Remus, pero esta vez sin absolutamente nada puesto. Así que se irguió y terminó de desvestirlo. Sobre la cama, un más que erótico Remus le devolvió una mirada cargada de lujuria. Acarició con sus vista cada curva, cada recoveco de piel expuesta.

Pero Lunático no estaba para esas parsimonias. Con manos ávidas, le quitó el jersey y paseó sus manos por el perfecto torso que se reveló ante sus ojos.

Volvieron a besarse con pasión y urgencia, y Remus atrajo de nuevo a Sirius hacia sí, recostándolo sobre él.

-Remus yo… no puedo más…

-Yo tampoco, Sirius… necesito más. Te necesito…

-Oh dios, vas a conseguir que me derrita, maldito lobo pervertido. Esa máscara de niño bueno y casto se te ha caído, y ha dejado a la luz tu verdadera personalidad.

-¿Es eso malo?- preguntó entre jadeos.

-En absoluto… es mil veces mejor que la más perfecta de mis fantasías.

Mientras hablaba, paseó sus dedos sobre los labios de Remus. Este, entendiendo de qué iba la cosa, lamió y mordió y chupó los dígitos con deleite, ante la atenta y libidinosa mirada de su compañero.

Cuando consideró que sus dedos estaban lo suficientemente preparados, los bajó. Introdujo el primero, y el cuerpo de su amante se estremeció. Estuvo a punto de preguntarle si le dolía, pero, Remus lo pilló por banda y prácticamente lo devoró a besos. Decidió tomarse eso como una buena señal y siguió preparándolo.

-Siriuuuuuus, ya…

No le hizo falta más. Remus le bajó los pantalones lo justo para que su miembro por fin saliera a la luz. Lo posicionó en su entrada y por fin se unieron.

Era evidente que había pasado algo entre ellos dos. James no era tonto, y a pesar de llevar gafas, su vista era excelente. No pudo evitar reparar las marcas de dientes mal disimuladas que sus dos amigos lucían en sus cuellos.

Peter no se enteraba de nada. Él era otro cantar.

-Bueno, Remus, ¿Qué tal van tus descontroles lupinos? ¿Has conseguido SACIAR al lobo que llevas dentro?

El mentado se sonrojó hasta la punta del cabello.

-Digamos que el lobo se ha quedado tranquilo por un tiempo- respondió Sirius.

Remus se sonrojó todavía más si era posible.

-Bueno, nosotros nos vamos a Hogsmeade, Lily ya debe estar esperándome abajo… ¿Y vosotros qué, os venís o preferís quedaros en soledad?

-Nos quedamos, nos quedamos. Creo que Remus aún no ha descansado lo suficiente.

-Muy bien. Espero que cojáis la sana costumbre de colgar una corbata en el pomo, para evitar sorpresas.

-¿De qué hablas, James?

-De nada, Peter. De nada. Vámonos, que nos esperan.

Cuando se quedaron solos, Sirius abrazó a Remus, que aún seguía colorado como un tomate.

-Oh, dios, ha sido tan embarazoso….

-Ayer no te preocupaba para nada lo embarazoso…

-Idiota.

-Mucho. Tú me vuelves idiota. Se me derriten las neuronas en cuanto te tengo cerca.

Cuando se estaban besando la puerta se abrió de pronto y James entró con los ojos tapados.

-¡Me he dejado la cartera!- dijo cogiéndola sobre su cama- ¡No miro, no miro nada! Pasadlo bien…

Y se fue.

Y Remus pensó que si aquello iba a ser así siempre podría llegar a morirse de vergüenza. Pero cuando Sirius volvió a besarlo, pensó que morirse de vergüenza podía no estar tan mal, después de todo.