Han pasado meses desde que publiqué el segundo capítulo y en ocasiones he considerado no seguir. No ha sido por bloqueo de escritor, ni por haber perdido interés en la historia. ¿Mis razones? Mi beta-reader considera que son irracionales y yo le doy la razón, pero quizá la superstición y la inseguridad van unidas a la imaginación y a la inspiración.

El continuar os lo debo a todos los que habéis seguido este relato. Más que nunca puedo decir que esta historia vive por vosotros.

Gracias

Los personajes de Blue Exorcist son obra de Kazue Kato y la finalidad de este relato es solo entretener


3. Entre las cenizas queda el humo

Una de las cosas que más valoraban casi todos los exorcistas de su trabajo era la posibilidad de conocer otras culturas durante las misiones. Para Yukio era su primera vez en Francia. Así que cuando la puerta del despacho de Mephisto les condujo al pequeño museo de Montsegur, Yukio dejó atrás todo el desasosiego que siempre la causaba estar con el director para dejarse llevar por la emoción de descubrir algo nuevo.

Yukio había leído en aquel grueso libro que el museo contenía diversos hallazgos arqueológicos de la zona y además en los paneles estaba expuesta la historia del castillo y del destino aciago de los cátaros que resistieron allí.

Las vitrinas, los posters en las paredes y las pantallas con videos explicativos le llamaban. Si pudiera disponer de unos minutos para visitarlo. Pero no iba a ser posible pues Mephisto le había explicado a su padre en la oficina que su contacto estaría ya esperándoles dentro del museo.

Sin embargo allí no había nadie más. Ni siquiera quien estuviera a cargo del museo para guiar a los turistas que entraran a visitarlo.

¿Quizá la Orden lo había dispuesto para que ojos curiosos no les viesen?

Si era así, ¿no podrían hacer lo mismo con el castillo? Shura entonces no tendría por qué acompañarles para alejar a los turistas. Además consideraba Yukio que Shura sola no podía crear un perímetro de seguridad. No lo diría claro. Ya estaba ella bastante molesta por perderse la fiesta.

Su padre parecía igual desconcertado que él porque no hubiese nadie allí con el museo abierto. ¿Quizá había ido el encargado a buscar a su guía? Así que les sugirió esperar por si alguna complicación había retrasado su llegada.

Pasaron casi diez minutos en los que Yukio aprovechó para ver por encima todo lo que podía las lascas, los cuchillos, los botones, los restos de cerámica de las vitrinas mientras oía como su padre intentaba animar a Shura:

-Intenta que el comportamiento infantil y caprichoso de Mephisto no te afecte tanto.

-¿Qué no me afecte? He pasado horas preparando esa fiesta y por un antojo suyo ahora estoy en calidad de florero en una misión aburrida y sin sentido. ¡So payaso!

-Shura, -el padre Fujimoto no pudo evitar reírse ante la explosión de rabia de su pupila- Seguro que él sigue un propósito. Nunca hace nada sin un motivo. Le gusta divertirse con los humanos, cierto, pero no hace ningún movimiento que no sea necesario. Ten paciencia y sin duda pronto sabremos por qué te ha enviado aquí.

-¿Paciencia? Nunca te he oído jurar y renegar tanto como cuando estás con él. No me des unos consejos que tú no sigues.

Su padre soltó una carcajada.

-Es mi debilidad y él lo sabe. Por mucho que pido a Dios que me ayude a cerrar la boca a su próxima provocación, él siempre sabe cómo hacerme saltar.

Su padre volvió a consultar su reloj de pulsera y suspiró:

-Quizá no nuestro contacto puntual pero me da en la nariz que aquí hay algo más. Voy a intentar aclararlo con Mephisto

Shiro cogió su móvil e hizo un gesto de fastidio.

-¡Malditos cacharros! Sin cobertura. Esto de que se tenga que salir al exterior a buscar red…

Cambió su cara de disgusto a una afable cuando les anunció a los dos exorcistas que tenía bajo su mando:

-Ahora vuelvo. Mientras, Shura, no le comas la cabeza a Yukio con tu enfado con Mephisto.

Shura soltó un gritito de protesta y Shiro le guiñó un ojo divertido.

Yukio no perdió ni un segundo para retomar la inspección del museo.

Una Shura arrastrando los pies le siguió sin ninguna pizca de muestra de interés en la colección.

Durante las últimas instrucciones en el despacho de Mephisto ella había permanecido con cara de pocos amigos, con las piernas y los brazos cruzados en uno de los sillones del despacho. Mephisto la había ignorado totalmente y Shura le respondió la cortesía siendo la última en salir y cerrando la puerta con un sonoro golpe. Yukio rogó que Shura hiciese caso a su padre y no empezara a quejarse del director.

Shura miraba con poco interés las fotos aéreas de los restos del castillo.

-Son ruinas –expresó lo evidente.

Yukio vio una forma de centrar la atención de Shura y que se olvidase de su cansino enojo.

-Sí, apenas queda nada más que las cuatro paredes que dan forma al castillo y una torre. De todas formas, tampoco son los restos del castillo donde se ocultaron los Cátaros.

Shura arrugó las cejas totalmente perdida en la explicación.

Yukio sonrió ante la expectativa de ilustrar a la siempre reticente Shura.

-La antigua construcción fue arrasada y vuelta a construir de nuevo.

Shura asintió con la cabeza comprendiendo lo que Yukio quería decir.

-Supongo que estas tierras eran convulsas. Los castillos, bueno a veces lo que quedan de ellos es una de las cosas que más me gusta de Europa.

Aquello dio una idea a Yukio.

Le hizo una seña a Shura para que le siguiese y le señaló una pantalla que ofrecía un video sobre la recreación del castillo. A su pesar, Shura se interesó en las imágenes y Yukio empezó a explicarle lo que había aprendido sobre el sitio de la fortaleza. Allí se refugiaron un numeroso grupo de cataros, incluido su obispo, pero tras diez meses de asedio, fueron vencidos.

El tener a la impredecible Shura tan interesada en lo que contaba, hizo que la confianza de Yukio creciese y, al tiempo que él veía por primera vez, las piezas arqueológicas sobre las que había leído en los libros, le explicaba a Shura que eran y para que servían. Cierto es que los carteles al lado de cada pieza, también contenían la información en varios idiomas, pero Shura esperaba como Yukio leía la versión en inglés y como su improvisado guía le hacía una explicación lo más precisa posible.

Llegaron a una vitrina donde había unos botones y Shura le preguntó con su voz más incordiante:

-Todo esto está muy bien pero a mí nadie me ha aclarado aún quienes eran esos cataros.

Esto descolocó totalmente a Yukio que no supo que decir. Se había perdido en explicaciones secundarias sin haberse dado cuenta que su oyente no sabía realmente de quienes le estaba hablando.

-Supongo que tendría que haber empezado por ahí.

Nada más decirlo supo que Shura le estaba tomando el pelo con su pregunta porque lanzó un suplido divertido mientras se empezaba a carcajear.

-¡Ay, Yukio! De verdad que has nacido para esto. Ja ja. –Y revolviéndole el pelo añadió – O para profesor, ya te veo al frente de una clase con tus alumnos totalmente entregados en la lección.

Yukio se consiguió zafar y con las manos se recompuso el peinado.

-Yo no quiero ser profesor, sino un buen exorcista.

Shura dejó de reírse y le miró con ternura.

-Si solo yo fuera una parte de responsable de lo que tú eres... A veces te considero mi hermano mayor.

Con los doce años que les separaban, Yukio pensó en un primer momento que Shura se estaba quedando con él pero no. Realmente ella le consideraba así.

El conocimiento de no ser tratado como un niño, sobre todo por Shura, le llenó de orgullo y confianza.

Con una sonrisa en los labios se acercó a la siguiente vitrina que contenía los restos de unas cadenas intentando concretar en su cabeza como resumir qué eran los cataros, cuando oyó como su padre daba gritos afuera. Era claramente parte de una discusión con Mephisto.

Intercambió una mirada con Shura. Ella apretó los puños mientras lanzaba una exclamación de júbilo.

-Con un poco de suerte no podrá venir nadie y la misión se suspenderá. Aún llegaré a la fiesta.

Yukio no compartió el entusiasmo de Shura. Él quería subir a la fortaleza. Quería sentir donde había ocurrido todo. Quizá aunque no estuviesen de misión su padre le podría acompañar arriba del monte.

Instantes más tarde entró su padre.

Sí, su cara estaba roja tras haberse peleado con Mephisto y mascullaba algo entre dientes mientras guardaba el teléfono móvil dentro de la mochila.

-¿Y bien? –preguntó Shura llena de esperanza.

A Yukio no le salía ni la voz.

-No va a venir nadie con nosotros –empezó a explicarles el padre Fujimoto y soltando una risita amarga entre dientes concretó – La rama francesa completa está de huelga en demanda de una subida de sueldo del 5%.

Yukio no podía creer lo que acababa de oir. ¿Huelga? ¿Subida de sueldo?

-Y ese tacaño de Mephisto siempre afirmándome que el Vaticano había prohibido el derecho a huelga y excusándose por la escasa subida de cada año por planes estratégicos. Cuando vuelva me voy a reunir con la asamblea de profesores y ya verá si hacemos huelga o no. Nos lo va a subir con carácter retroactivo.

Yukio no comprendía muy bien esas conversaciones adultas sobre sueldos, subidas y huelgas. Pero sí que había visto a su padre muchas veces lamentarse que con un poco más de dinero podrían pasar menos estrecheces en el monasterio.

Para hacer frente a los gastos de la parroquia, el obispado de Tokio, les daba una asignación, otra fuente de ingresos eran los procedentes por el exorcismo.

Antes de aparecer Rin y Yukio en la vida del monasterio, los hermanos se contentaban con la vida austera que llevaban pero con los dos mellizos, el bienestar de ellos se convirtió en la prioridad en el día a día monacal.

Yukio se sentía a veces culpable cuando venía que un hermano no renovaba su hábito por poder adquirir mejor alimentos para ellos.

-¿Entonces la misión se cancela? –A Shura le importaba poco que los exorcistas japoneses hubiesen visto coartados sus derechos, a ella solo le interesaba la dichosa fiesta.

-No, Shura – se notaba a la legua que Shiro la dejaría marchar de todas, todas si estuviese en su mano.- Lo ha arreglado Mephisto desde Japón y ha hecho aparecer un todoterreno para que podamos subir arriba.

La imagen de un todoterreno materializándose de la nada entre un humo rosa hizo reír a Yukio, no así a Shura que soltó un bufido de rabia.

-Vamos, Shura, no estés tan enfadada. Seguro que habrá más fiestas –la animó Shiro con esa voz llena de vitalidad que sus feligreses amaban oír en los entretenidos sermones de las misas.- Y esto me ha dado la oportunidad de encontrar la manera de fastidiarle en extremo cuando yo me convierta en el cabecilla del comité de empresa que le plantee las exigencias de nuestras demandas de mejora salarial.

Los labios de Shura sonrieron al fin. Yukio no estaba tan contento. Quizá una rebelión así tuviera consecuencias malas para ellos, como una bajada de sueldo o menos días libres.

Descartó esas ideas lúgubres. Su padre siempre sabía dónde se metía cuando movía a los demás a actuar.

Shiro agarró la mano derecha de Shura y le colocó algo entre sus dedos.

Shura lanzó un gritito de sorpresa agradable contemplando el llavero que se le acababa de ser entregado.

-¿Conduzco yo?

Shiro asintió satisfecho al ver como todo el pesar de Shura se había esfumado.

-¡Voy a verlo!

Salió disparada del museo.

Yukio no la tenía todas consigo.

-Papá, ¿estás seguro dejar que Shura conduzca?

-¿Quieres llevarlo tú?- le repuso su padre divertido.

La pregunta iba en serio. Yukio había aprendido a conducir en los entrenamientos pero necesitaba calzos para llevar a los pedales. Si el coche no era automático era muy agotador.

Negó con la cabeza.

-Me aseguraré que Shura conduzca siguiendo las normas de tráfico –le tranquilizó su padre.

Yukio le siguió a la calle.

¡Y qué diferentes eran aquellas casas con las de Japón! De dos alturas la mayoría, con tejado y grandes ventanas batientes de vivos colores, muros bajos de piedra separando los jardines con cipreses, chopos y enredaderas. Y la luz del sol brillante envolviéndolo todo.

Ante ese paisaje rural, el todoterreno fucsia, con unas ruedas altísimas, estaba fuera de lugar.

Shura ya estaba sentada en el asiento del conductor.

-¡Yukio, sube, es una pasada!

El entusiasmo de Shura era muy contagioso y Yukio se dirigió a la puerta del copiloto.

El panel de control estaba lleno de luces, teclas y palancas. Era automático. Yukio lamentó haber descartado la posibilidad de conducir él. Quizá aún pudieran turnarse.

Miró por la ventanilla para ver cómo se veía el morro del coche desde dentro pero "aquello" captó su atención.

Más arriba del tejado de las casas, hacia el cielo, una bola de humo estaba suspendida en el cielo.

Yukio dejó de oír los intentos de adivinar para que servía cada cosa de Shura, ni intentó adivinar que decía el locutor en francés de la radio del coche, la bola de humo sabía que él la había descubierto y se revolcaba con el placer de ser lo que rompía la belleza y la armonía del cielo azul en aquel alegre día soleado.

-¿Yukio, qué pasa?

La voz de su padre le hizo volver a la normalidad del interior del auto. Estaba a su lado, sosteniendo la puerta abierta.

Veía la preocupación en sus ojos.

Yukio volvió a mirar hacia la bola y en ese instante se contrajo sobre sí misma y desapareció.

-¿Todo bien? –ahora era Shura quien le preguntaba.

La bola de humo no era más que otro "incidente". Yukio estaba seguro además que era el único que era capaz de verla.

Yukio asintió con la cabeza pero no fue capaz de engañar a ninguno de los dos.

-¿Has visto la bola de humo, verdad?

La pregunta de su padre le dejó anonadado.

-¿Tú también la has visto?

El reconocimiento inocente de Yukio hizo sonreír a Shiro.

-Una de las veces que estuve aquí uno de los exorcistas que me acompañaba nos habló de una bola de humo justo encima de donde fueron asesinadas tantas personas.

¿Su padre había estado allí más veces? ¿Cuándo? ¿Quién era ese exorcista que había podido verlo?

Shura le tomó el turno de preguntar.

-¿Asesinadas?

Shiro asintió con pesar.

-Por ignorancia de sus perseguidores, más de doscientas personas fueron quemadas vivas.

Yukio sintió la repulsa de Shura ante aquellos hechos acaecidos hacía siglos y Yukio le tomó ahora sí la palabra.

-¿Quién era ese exorcista que podía ver la bola de humo?

Su padre le miró con una gran ternura en los ojos.

-Alguien que era muy buen alumno y que perdí.

Yukio comprendió.

Mamá.

Continuará


Notas:

-Leyendo el manga me pregunto si Yukio ha investigado qué fue de su madre pues debe ser sabido por él su nombre y su rango de exorcista. Así que cualquier pista sobre ella, sin duda debe ser tratada con total atención. Esto me lleva a plantearme, ¿le habló Shiro sobre ella a Yukio? Una vez la verdadera naturaleza de Rin es revelada, ¿comparte esta información Yukio con él? Esto son solo preguntas que me hago, pero no es el tema de este fanfic, sino como Yukio renunció tan pronto a su infancia por ser un adulto antes de tiempo.

-El museo Cátaro de Montsegur es una de esas pequeñas joyas que si vais a ver el castillo no podéis dejar de visitar. Piezas arqueológicas, historia de la fortaleza, todo documentado en varios idiomas para que la imaginación reconstruya lo que se vivió en las ruinas del cerro siglos atrás.

-Por último me disculpo por no arreglar las notas de los dos capítulos anteriores. Ha pasado tanto tiempo que los documentos ya no están alojados en mi panel de fanfiction y acabo de aprender que no debo hacer solo los cambios directamente desde la web, sino también en la copia del ordenador.

-La idea de Shiro encabezando un comité de huelga es demasiado potente para dejarla ir.