DESPERTAR

Por Okashira Janet

Despertar a la sexualidad siempre es difícil, pero si eres una ninja y encima hablar de eso es tabú… Aoshi nunca espero que lidiar con una adolescente fuera tan complicado. MisAoshi

Rurouni Kenshin y todos sus personajes no son míos si no de Nobuhiro Watsuki, maestro, yo sólo escribo este fanfic inspirada en la nueva película de Rurouni Kenshin (vuelve a mí, amor samurái). Para mayores de dieciséis años por frases y situaciones subidas de tono, chiquillos de mente infantil por favor peguen media vuelta y lean otra cosa.

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Misao se miró al espejo, se puso de perfil, se inclinó hacia delante, luego hacia atrás, ladeó la cabeza, hizo un mohín con la boca… sí, no había duda… aun con diecisiete años (próximos a cumplir dieciocho) seguía tan plana como una tabla. Un suspiro de frustración se escapó de sus labios mientras se dejaba caer al suelo y apretaba sus tobillos en actitud resentida, no importaba lo mucho que comiera e hiciera ejercicio, no importaba lo mucho que se esforzara, seguía siendo una enana flaca.

—¿Por qué? —Soltó con abatimiento acostándose sobre el frío suelo y extendiendo los brazos, su abuelo había sido el okashira, un hombre imponente, ¿por qué ella tenía que ser un ratón?, ¿por qué la naturaleza era tan cruel?, seguía teniendo tan escaso pecho que no le sería nada difícil hacerse pasar por un muchacho, fuera de su cabello largo y sedoso no tenía nada que la resaltara de manera femenina.

—Misao. —Okon abrió el shoji de su cuarto sin anunciarse antes—. ¿Qué diablos haces ahí tirada?, es hora de abrir el restaurante.

—Me compadezco a mí misma de mi carencia de encanto femenino. —La joven se ovillo en el suelo intentando causar una imagen de patética existencia.

—¿Otra vez? —Okon soltó un suspiro, caminó hacia ella y le atinó una dolorosa patada entre las costillas.

—¡Oye! —Misao se puso de pie en un salto con muy malas pulgas.

—A estas alturas deberías hacerte a la idea de que tu cuerpo es así y no va a cambiar. —Okon arqueó ambas cejas.

—Pero… —Eso sí que había sido directo, Misao sintió que le daban un gancho al hígado que la dejaba fuera de combate, hasta ahora siempre que se quejaba de su cuerpo todos la consolaban diciendo que ya crecería y cambiaría, pero al parecer al acercarse peligrosamente a los dieciocho años debía hacerse a la idea, nunca sería femenina y con curvas sugerentes.

—No veo porque te deprimes. —Okon puso una mano en su cintura, Misao casi la odio por ser tan sexy—. Los hombres tienen gustos para todo.

—¿Eh? —La chica parpadeó.

—Quiero decir que hay hombres allá afuera a los que les gustan como tú, pequeñas, delgadas e infantiles.

—¿Te estas burlando? —Misao sentía (muy adentro de su ser) que se estaba riendo de ella.

—Lo digo en serio. —Okon gruñó—. Si eres pequeña, delgada e infantil como una niña deberías sacarle provecho en lugar de ir por ahí saltando como un chiquillo.

—Pero… —Misao se sonrojó—. ¿A Aoshi-sama le gustara…?, quiero decir…

—¿Qué importa lo que le guste a él? —Okon soltó un suspiro y le acarició la barbilla, aunque todos conocían los sentimientos de su joven okashira a veces le daba bastante lástima que su juventud se desperdiciara en alguien que quizás nunca la vería—. ¿Qué prefieres?, ¿intentar cambiar y ser alguien que no eres solo para gustarle o encontrar a un hombre que te quiera tal como eres?

—Supongo… —Misao apretó los labios sin atreverse a contestar—. Pero de cualquier manera quien sabe si hay alguien que le guste como soy ahora…

—En primera vamos a resaltar lo que eres ahora y luego averiguamos, ¿de acuerdo?

—De acuerdo… —No muy segura Misao le lanzó una mirada de reojo al espejo, la chica en pantalones cortos y enorme listón rosa anudado en la espalda le devolvió la misma mirada tristona, ella también estaba poco convencida de que aquello fuera a funcionar.

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Misao había peleado encarecidamente desde que tenía catorce años para demostrar que ya se había convertido en una mujer, ¿todo para qué?, para que a los diecisiete años (casi dieciocho) Okon le pusiera una falda plateada que le llegaba a media rodilla, una blusa negra con un obi plateado haciendo un lindo listón en la espalda, calcetas altas y el cabello suelto cayendo en bucles; a juego con sus enormes y expresivos ojos verdes no había duda… parecía una hermosa chiquilla de doce años… De buena gana Misao habría llorado, de ser un niño de dieciséis a ser una linda chiquilla de doce no sabía que era peor.

Encima Shiro le había pellizcado las mejillas.

—¿Quién es una linda Okashira, quien es una linda Okashira? —Y le había prendido un pasador de mariposa en el cabello para recogerle el rebelde fleco. Hacía años que Shiro no le regalaba nada y que lo hiciera justamente porque le parecía tierna e infantil acababa de empeorar todo.

Misao tenía las mejillas encendidas de puro resentimiento y orgullo herido, Okina no dejaba de cuchichear lo linda que se veía y Omasu suspiraba diciendo que quería peinar su cabello de muchas maneras diferentes.

—Buenos días, ¿qué va a ordenar? —Rendida a la evidencia Misao suspiró frente a la mesa donde se encontraban dos muchachos, ese día (¡por ser taaaan tierna!) le tocaba de mesera.

—Uh, dos miso ramen, por favor. —El chico más alto, un joven de cabello castaño y ojos almendra le contestó con una sonrisa.

—Salen. —Misao dio media vuelta, el cabello se movió con ella formando un abanico, lo cierto es que de todo lo que había pasado ese día tener el cabello suelto era lo único que le parecía bonito. Ni siquiera se había dado cuenta de que suelto le llegaba por debajo de la cintura. Como sea, Misao tuvo que aguantar que los clientes habituales del Aoiya le preguntaran si era nueva y le dijeran que era una niña encantadora, ¡Niña encantadora!, cuando tenía diecisiete, era para ahorcarse.

—Misao, ¿podrías traer un cubo de agua? —Omasu le pidió con amabilidad mientras lavaba una pila de trastes.

—Sí, vengo. —Pasaban las tres de la tarde, dentro de poco las cosas se calmarían y los clientes empezarían a irse. Misao caminó hasta el pozo con un suspiro y sacó un balde de agua, luego caminó con él de regreso, aunque las cosas se le dificultaron un poco con la falda que llevaba puesta, ¿por qué las mujeres usarían prendas tan incomodas?, enfadada se recargo contra la pared con el cubo de agua en precario equilibrio entre sus manos, sería muy ninja, pero fuerte lo que se dice fuerte lo cierto es que no lo era. Justo pensaba que su momento de relajación había pasado y debía volver cuando notó con asombro que los dos chicos que había atendido hace poco en el restaurante estaban del otro lado de la pared.

—Te digo que es la chica que atiende normalmente aquí.

—¿La niña bonita?

—Te digo que tiene diecisiete, soy un año mayor, somos casi de la misma edad. —¡Estaban hablando de ella!

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Aoshi salió del templo en dirección al restaurante, llevaba ya varias semanas con la misma rutina, a la hora de comer se pasaba por la cocina y Okon le servía un plato de lo que sea que hubieran cocinado ese día, Aoshi comía en silencio y luego subía a hacer las cuentas del restaurante y de la posada (si es que había inquilinos).

Ese día no fue la excepción así que caminó con paso tranquilo en dirección al Aoiya, era un lindo día, con un tibio sol y cielo muy azul. Justo estaba pasando por enfrente del pozo cuando Aoshi vio una imagen que lo dejo realmente pasmado, Misao estaba recargada contra la pared, tenía un cubo de agua sujeto por las asas y las mejillas mortalmente enrojecidas, pero eso (aunque extraño) no era lo que lo había impresionado, por alguna razón Misao se había vestido como una chica, si hasta tenía un pasador de mariposa sujetándole el cabello. Aoshi se había acostumbrado tanto a verla con su ropa de ninja o con sus trajes de niño que verla en falda le causo rareza y también otro sentimiento, lejano en su mente recordó cuando Misao era una bebe y su madre aún vivía, de los tiempos donde le ponían kimono y era la niña más bonita del mundo con sus enormes ojos verdes y su capacidad de curiosear en todos lados.

No supo en que momento dejo de caminar solo para verla, recordando a la niña preciosa que había sido antes de que él se hiciera cargo de su educación y la volviera un chiquillo que tiraba patadas.

—¿Te imaginas hacerlo con ella? —Las mejillas de Misao enrojecieron aún más furiosamente y Aoshi abrió los ojos sorprendido, normalmente una persona normal no hubiera escuchado ese cuchicheo, pero él era un ninja. ¿Estaba Misao espiando la conversación de otras personas y por eso estaba tan sonrojada?

—Es tan delgada que podrías cargarla y hacer decenas de posiciones, —la voz siguió hablando, era una voz de hombre joven—, podrías hacerlo de pie, con sus piernas rodeando tu cadera, ¿no te calienta pensarlo? —Las pupilas de Misao se dilataron con sorpresa y Aoshi supo, aunque no entendió muy bien cómo, que estaban hablando de ella.

—Me imaginó sus tetitas como de niña, morderlas… —Lo siguiente fue tan bajo que Aoshi no alcanzó a oírlo, pero Misao había empezado a respirar de manera acelerada, sus ojos fijos al frente y la espalda rígida contra la pared.

—Dicen que las flaquitas son las más ardientes, que cuando se las metes… —Aoshi vio cómo, casi en cámara lenta, las manos de Misao perdían fuerza y el cubo caía al suelo produciendo un escándalo, el agua se regó por el piso y asustados los muchachos que estaban del otro lado de la pared dejaron su conversación y se alejaron.

Misao sintió que la cara le hervía, aturdida intentó recoger el cubo, pero antes de que pudiera lograrlo una mano sujetó el balde y se lo pasó.

—Misao. —Su tutor la estaba viendo con la misma mirada desinteresada de siempre.

—A-Aoshi-sama… —Misao recibió el cubo aún con la sensación de que las orejas le ardían y caminó torpemente al pozo, tan nerviosa que ni siquiera acertó a saludarlo correctamente.

—¿Te sientes bien? —Aoshi caminó a su lado, pero Misao ni siquiera tuvo la claridad para pensar que aquello era raro.

—S-sí. —Tartamudeó tontamente y dejo caer el cubo al pozo sintiendo que los dedos le hormigueaban.

—¿Por qué tiraste el cubo hace poco? —Aoshi empezó a subir la cuerda para sacar el agua.

—¿Cu-cubo? —Misao apretó los dedos contra el pozo—, ¿qué?, ¿cuál cubo? —Aoshi por fin tomó el cubo y se lo pasó, ella lo sujetó por las asas y dio media vuelta sin siquiera despedirse o contestarle apropiadamente, estaba tan nerviosa que Aoshi creyó factible que le saliera humo de la cabeza, de hecho estaba caminando de manera muy precaria, ojala el agua no se le derramara de nuevo.

Luego de ver que ella se perdía dentro de la cocina del Aoiya Aoshi giró la mirada a la pared, preguntándose quienes serían los que estaban hablando de esa manera de su protegida. A ser sincero Aoshi había pensado en el pasado, cuando Kenshin le había dicho que Misao se había convertido en una mujer, que ese día llegaría, el día en que alguien la deseara de manera sexual. Pero para ser la primera vez que Misao se enfrentaba a esos deseos lo cierto es que había sido un poco chocante, incluso él se había sobresaltado un poco ante el deseo que habían encerrado esas palabras.

¿Se suponía que debía hacer algo ahora?, ¿cómo tutor debía orientarla?, no es cómo si un hombre pudiera hablar de esas cosas con una mujer, pero lo había embargado un sentimiento extraño al verla tan perdida y asustada. De cualquier manera, ¿no pediría ella ayuda a Okon u Omasu con todo ese asunto?, lo mejor sería hacer cómo que no se había enterado de nada, después de todo, no que el fuera muy bueno con las palabras.

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Misao había empezado a tener sueños exactamente hace tres días y no, no es que normalmente no soñara, de hecho tenía unos sueños muy chulos donde perseguía papalotes, peleaba y le ganaba a todos o donde su Aoshi-sama la quería, el caso es que hacía exactamente tres días atrás había empezado a tener sueños diferentes, unos sueños donde todo su ser se estremecía y se llenaba de calor, cuando despertaba no sabía muy bien que era lo que había soñado, solo sabía que su cuerpo se removía balanceándose sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo.

Estaba preocupada, de verdad que lo estaba, pero tenía vergüenza de preguntárselo a alguien, aunque nadie le había hablado de eso en el pasado tenía la vaga sensación de que una señorita no tenía semejantes sueños ni se estremecía su cuerpo de esa manera, ¡todo era culpa de esa conversación que había escuchado!, desde ese día Misao seguía vistiéndose como una chica, seguía dejando que le adornaran el pelo y le dijeran lo linda que era, aunque fuera infantil, era estúpido, pero quería volver a escuchar a ese muchacho diciendo que la deseaba, que le gustaba tal y como era, aunque fuera para gozar de su cuerpo, ¡porque alguien quería su cuerpo!

Era tonto, pero para alguien que jamás había sido deseada por un hombre aquel descubrimiento era casi como un cambio de vida, ahora todo su ser se le aparecía de otra manera, no importaba que la mayoría de las personas la confundiera con una chiquilla bonita, ahora sabía que a alguien le excitaba ese cuerpecillo flacucho.

—Uh. —Desnuda frente al espejo del baño Misao se examinó de arriba abajo, nunca lo había hecho antes, iba al baño a asearse y ya, su cuerpo jamás le había dado curiosidad más que para ver si había hecho alguna clase de masa muscular que la hiciera más fuerte de lo que era.

Primero se vio los pies, pequeños y con deditos blancos y cosquilludos, nada que destacar especialmente, los chamorros estaban bien formados, delgados pero en buena forma, las rodillas descuidadas hablaban de su afición por trepar techos, nada que se pudiera hacer al respecto, los muslos eran más interesantes, blancos como la leche y trabajados por el ejercicio, coronaban en un montón de risos oscuros, su cintura era estrecha, hacía buen contraste con sus caderas, lástima que la ropa nunca dejara verlo, sus pechos eran pequeñitos, apenas unas masitas blancas con un pezón rosado en el centro, pero estaban bien firmes y aquel muchacho había dicho algo acerca de morderlos, Misao se estremeció.

Su rostro era bonito, era de lo único que estaba segura, ojos grandes y verdes, cabello oscuro y sedoso, hacía buen contraste con su piel blanca así como estaba, desnuda.

—Debo bañarme. —Sonrojada dejo de ver el espejo y se metió en la tina, últimamente todo era calor y titubeo a su alrededor, cuando pasaba sus manos con jabón por su cuerpo volvía a escuchar a ese muchacho deseándola, era como si estuviera constantemente atrapada en el hechizo de sus palabras.

—¿Misao?

—¡Voy! —Ella no era la única que necesitaba asearse, pero definitivamente el cuarto de baño era el único lugar donde se tenía un poco de intimidad, después de todo nadie llamaba a la puerta de su cuarto antes de entrar.

—¡Te has tardado un montón! —Shiro la riñó cuando la vio salir envuelta en su bata de baño y con las mejillas terriblemente rojas.

—Lo siento. —Pero no giró a verlo a la cara.

—Más te vale porque necesitaba bañarme. —El muchacho le palmeó la cabeza sin prestarle mayor atención, Misao caminó titubeante hasta su cuarto, el toque filial de Shiro sobre su cabeza se le había antojado caliente, casi como si su mano le quemara el cabello, ¿Qué significaba eso?, quería sacar cuanto antes todo aquello que hervía dentro de ella, ¿pero dónde encontrar la respuesta?, titubeante se apoyó contra su puerta y se mordió el labio, ahora que lo pensaba había un lugar donde podía buscar.

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Aoshi era, normalmente, la única persona que se encerraba en la oficina secreta de los Oniwabanshu, ese lugar lleno de pergaminos antiguos que hablaba de la historia ninja y sus artes secretas, estudiar aquello era uno de sus entretenimientos favoritos así que solía ir ahí dos o tres veces por semana a encerrarse por horas para después poner en movimiento lo que había aprendido, por eso lo sorprendió sobremanera abrir la escotilla secreta y encontrarse a Misao sentada a modo árabe con un montón de pergaminos extendidos frente a ella y una lámpara a un lado.

—Misao, —su voz fría de siempre se hizo patente—, ¿Qué haces aquí?

—Estaba buscando la respuesta a algo. —Misao alzó la mirada hacía él luciendo distraída.

—¿A algo? —Normalmente su protegida no era tan vaga y le soltaba todo lo que pensaba y sentía en largas divagaciones, que fuera tan parca le extraño.

—¿Sabe?, —Misao negó pesadamente con la cabeza—, llevo días sintiéndome muy rara.

—¿Enferma? —Aoshi se sentó frente a ella preocupado por su salud.

—Sí. —Misao se llevó una mano al corazón—. Siento palpitaciones, como si tuviera electricidad, todo me da calor, me da calor cuando hago de comer, me da calor cuando veo a Shiro, sobre todo me da calor cuando me acuesto a dormir. —La chica se pasó una mano por un hombro con tristeza—. No sé qué me pasa y tengo unos sueños muy raros donde me estremezco toda y sé que quiero algo, pero no sé qué es. —Aoshi la miró fijamente, inconscientemente sus dedos se abrieron con un balanceo, de verdad, ¿ella le estaba describiendo a él el inicio de su deseo sexual?, ¿era tan inocente que no se daba cuenta de los síntomas que le estaba describiendo?, para colmo acababa de confesarle su atracción inconsciente hacía Shiro, ¿cómo debía reaccionar ante lo que le decía?

—¿Se lo has dicho a alguien?

—No. —Misao negó con la cabeza—. Bueno, a usted. —Aoshi iba a preguntar por qué, ¡de todos los cielos!, había sido a él a quien se lo dijera, pero luego recordó que había sido él quien había preguntado en primer lugar.

—¿Y? —De cualquier manera siguió hablando con su tono impersonal de siempre.

—Bueno, —Misao extendió entusiasta un pergamino frente a él—, encontré unas técnicas de las kunoichis de antes, son para seducir a los hombres. —La chica ladeó la cabeza mirando aquello con ojo crítico—. Aunque sigo sin entender muy bien, aquí dice que si toco cierta parte de mi cuerpo se me va a quitar el calor y que solo por ver el calor del hombre que se desea seducir aumentara, no entiendo como puede ser posible algo así sin tocar a tu enemigo, ¿es como un hechizo o algo por el estilo?

—Como algo por el estilo. —Aoshi miró el pergamino, siendo joven también él había estudiado aquello para no caer en la trampa de alguna kunoichi enemiga, por aquel entonces también él se había sentido un poco perdido con lo que se explicaba ahí, por supuesto, Aoshi tenía trece años en aquel entonces, Misao tenía diecisiete, ¿no se suponía que alguien debía haber hablado de eso ya con ella?, ¿o era su deber como tutor decírselo?, no lo sabía y tampoco se sentía muy cómodo preguntándoselo a alguien.

—Y tampoco entiendo muy bien donde se supone que tengo que tocar. —Misao frunció el ceño—. Ya me he tocado por todos lados y no es como si tuviera un interruptor que haga que me deje de sentir mal.

—¿Segura que has leído bien?. —Aoshi le dio dos toquecitos con los dedos al pergamino, con lo descuidada que era aquella criatura seguro no se había leído el pergamino entero y se había puesto a toquetearse la cabeza o los pies antes de seguir correctamente las instrucciones, que él recordara aquel pergamino era bastante explícito.

—Sí. —Misao hizo un mohín con la boca, pero luego parpadeó—. Creo… —Acto seguido agachó la cabeza y empezó a leer de nuevo saltándose las líneas que le parecían aburridas, Aoshi ahogó un suspiro y le dio con el nudillo a la parte que supuso le interesaba a la chica, ella saltó rápidamente a ese renglón—. Entre las piernas… ¿Así? —Para la completa sorpresa de Aoshi se metió la mano bajo la falda abruptamente y solo puso una cara de disgusto—. Eso solo duele.

—No. —Aoshi soltó un suspiro, ser tutor de una adolescente era un dolor de muelas—. Tiene que ser despacio. —Rápidamente le tomó la muñeca para que no se le ocurriera intentarlo de nuevo frente a él—. En un lugar oscuro, a solas. —En realidad esas eran sus preferencias personales, pero seguro también le servían a ella.

—Despacio, oscuro, a solas, bien. —Misao asintió con la cabeza.

—También… —Aoshi no sabía si entregar información de ese estilo era parte de su papel de tutor o sí estaba bien en general decírselo, de cualquier manera no era como si se pudiera hacer algo contra los deseos del cuerpo y ella lo sabría tarde que temprano, mejor acortarle un poco el camino—. Te tienes que quitar la ropa.

—¿Para qué? —Misao esta vez se sonrojó, Aoshi pensó que quizás sí que se había sobrepasado.

—Para que funcione y se te quite el calor. —Se puso de pie y le dio la mano para que también ella se levantara, suficiente de lección de educación sexual por un día.

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Misao estaba francamente disgustada, a pesar de que había leído el pergamino con las técnicas de seducción detenidamente lo cierto es que aún no daba con la parte que se suponía debía tocar.

Ya había estado a oscuras, sola y hasta se había quitado toda la ropa, pero nada y cada vez tenía más calor, cada vez tenía sueños más extraños y cuando despertaba se balanceaba de adelante a atrás moviendo la cadera sin poder evitarlo.

—¿Te sientes bien? —Aoshi apareció frente a ella con un vaso de limonada, se veía muy fresco y Misao sintió unos sanos celos por su buen estado físico y mental mientras ella no veía arreglo a su problema.

—No. —Suspiró con pesar—. Cuando lo veo a usted me da más calor que cuando veo a Shiro. —Aoshi sonrió de medio lado de una manera muy particular, Misao abrió los ojos sorprendida ante tal expresión en su cara—. ¡Usted acaba de sonreír!

—Pero no se lo digas a nadie. —Como si no hubiera pasado nada Aoshi volvió a su expresión de siempre—. ¿Ya encontraste el sitio que estabas buscando?

—No. —Misao se abrazó las piernas abatida—. Tal vez yo no lo tengo.

—Todas las mujeres lo tienen. —Aoshi se recargó al lado de ella y le dio un sorbo a su bebida, era un día caluroso.

—¿Cómo lo sabe? —El joven se encogió de hombros, todos los ninjas lo sabían, seducir mujeres también era un acto para ellos tan requerido como saber manejar una espada—. ¿No me puede dar una pista de cómo lo encuentro?

—Me parece que estás buscando el sitio de manera muy superficial. —Aoshi miró el sol que formaba sombras con las mecedoras—. Esta más adentro.

—¿Dónde? —Misao parpadeó—. ¿Cómo más adentro? —Aoshi giró a verla, a ella y a sus hermosos ojos curiosos que le estaban pidiendo ayuda para algo que para el resto de la sociedad era inmoral.

—No hables de esto con nadie más. —Giró de nuevo la mirada hacía la tarde que languidecía.

—Bueno… —Misao quiso preguntarle por qué, pero mejor se guardó sus pensamientos.

—También podría ser bueno que pensaras en lo que te da más calor, concéntrate en eso.

—Entonces, —Misao contestó con una simpleza infantil—, supongo que pensare en usted.

—Ah. —Y por segunda vez ese día Aoshi sonrió, una sonrisa torcida que Misao no supo descifrar.

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Decir que Aoshi era completamente ajeno a los intentos de su protegida por encontrar aquello que buscaba hubiera sido una mentira, pero también era cierto que a lo largo del día tenía cosas importantes que hacer y asuntos que tratar que lo distraían de las diligencias de la joven.

No era cosa que lo olvidara completamente, más bien lo relegaba a un punto de su mente entre las cosas que llamaban su atención pero que no eran tan importantes como para tenerlas siempre presentes.

Era el tercer día desde que, indirectamente, Aoshi le había sugerido a la chica que lo hiciera el blanco de sus fantasías sexuales y debía admitir que el asunto le causaba tanta gracia como un poco de consternación al descubrir lo inocente que era en el asunto.

—Aoshi-sama. —La escuchó hablándole quedamente y pensó que de nuevo tenía problemas para dormir, ya le había dicho el día anterior que estaba empezando a considerar ser insomne crónica, así que se coló por las tejas y entró limpia y calladamente por la ventana decidido a marcarle con rojo los puntos importantes del pergamino solo para no tener la congoja de verla con un cuerpo sufriendo de excitación contenida de allá para acá.

Para su sorpresa se la encontró sobre su futón, una yukata ligera de dormir sin nada abajo, y lo sabía porque la luz de la luna le daba de lleno remarcando dos pezones en punta ahí donde tenía unos pequeños senos redondos.

—Aoshi-sama… —Volvió a suspirar y solo hasta entonces Aoshi se dio cuenta de que en realidad no lo estaba llamando si no que estaba poniendo en práctica su consejo. Su primer impulso fue retroceder y hacer como que no había visto nada, pero aquello tenía la desventaja de ser descubierto (que era más fácil entrar por una ventana que salir por ella), además… la verdad que por la manera en que Misao movía la mano bajo su yukata daba a entender que tenía muy mala técnica, ¡seguro no había leído bien el pergamino!, si era una tontuela que no prestaba atención a nada.

—Ao… —Las pupilas de Misao se dilataron con sorpresa y sus mejillas se pusieron rojas, Aoshi notó el cambio y se dio cuenta con estupor que contrario a todo pronóstico había encontrado por sí sola el punto que debía. De no ser porque se suponía que estaba in fraganti Aoshi hubiera aplaudido o algo así, aunque eso también era estúpido porque se perdería todo lo logrado y además no era la clase de hombre que aplaudía ante los logros.

—Ah… —Misao que para todo lo que hacía era escandalosa curiosamente se estaba comportando muy callada mientras encontraba el punto de placer de su cuerpo, alzaba la cadera y apretaba los labios con los ojos un tanto vidriosos y las mejillas completamente sonrojadas… Y Aoshi empezó a sentirse extraño…

Supo que había sido estúpido de su parte darle consejos y aún más estúpido seguir su desempeño, pero sobre todo había sido estúpido entrar a esa habitación de noche y peor era continuar ahí.

Un deseo que despertaba él, un calor que despertaba él y que ahora se le estaba regresando con el doble de fuerza solo por verla. Era ridículo que deseara tanto un cuerpo tan endeble, tan frágil que parecía que pudiera trozarse, un deseo que no había despertado en diecisiete años pero que, ahora que la veía en ese estado, parecía carcomerle los huesos.

—Ao…shi-sa…ma… —Misao se retorció sobre si misma, apretó las piernas, se estremeció entera y luego quedo exánime, mejillas sonrojadas y respiración entrecortada. Aoshi caminó hacia ella, ella lo miró entre el velo que se había interpuesto en sus ojos.

—¿Lo encontraste? —Asintió con la cabeza sin acabar de entender que hacía él ahí y con la cabeza demasiado embotada en el placer obtenido para pensar con claridad—. ¿Se acabó el calor?

—Sí, creo… —Se sentía tan agotada como si hubiera corrido por todo Kyoto.

—Bien. —Un cuerpo ya saciado de pasión y él no había sido más que el conducto que lo había llevado a semejante fin.

—¿Uh? —Misao parpadeó cuando Aoshi se acostó a su lado en el futón, sin tocarla, solo viéndola—. ¿Sucede algo?

—¿Te acuerdas que esa era originalmente una técnica kuonichi contra los hombres?

—Sí. —Misao lo observó con sus enormes ojos infantiles que podían volverse dos pozos de placer y tentación sin que lo supiera.

—Parece que sí funciona, —Aoshi la miró como siempre, con sus fríos ojos azules que parecían no tener ninguna emoción—, me ha dado calor.

—¡Ah!, —pero ella contestó entusiasmada al tiempo que se estiraba para alcanzar el pergamino olvidado a un lado—, también dice algo para los hombres…

—No te molestes. —Aoshi sonrió pasando una mano por su cintura y regresándola a su posición original, no sabía si era divertido o no que fuera tan inocente—. Me sé la técnica, pero por hoy pasemos de ella, deberías dormir.

—Sí. —En otro lugar y momento Misao hubiera chillado de éxtasis haciendo mil fantasías en su mente por su cercanía, pero se sentía tan cansada que se hizo un ovillo contra él y Aoshi la subió parcialmente sobre su pecho como cuando era niña, esa noche habían roto unas veinte reglas sociales y dado que no estaban en una misión o cosa parecida el decoro decía que debían casarse como mínimo y aunque Misao sabía muy poco de decoro él ya se había hecho a la idea de que quería verla encontrando cosas y usando técnicas ninjas en él, sin saberlo, todas las noches.

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Notas de Okashira Janet: Este fanfic tenía tanto rato empolvándose en la computadora que me ha sorprendido encontrármelo cuando me renació la furia RuroKen luego de ver la saga de Kyoto versión live action.

Y como siempre Misao viene a hacer de las suyas, espero que aunque sea un poquito les haya gustado.

02/03/15 lunes