¡Hola!
Sé que ha pasado más de un año, que dábais por perdida más publicaciones y que a la mayoría ya se os habría olvidado la historia, pero he conseguido sacar tiempo (e inspiración, que era lo que me faltaba) para continuarla.
Es de mis favoritas, sinceramente... considero que tiene mucho material y mucho camino por el que tirar, y explotar, y realmente voy a intentar hacerlo lo mejor que pueda.
Muchísimas gracias si, después de tanto, os molestáis en abrir una historia de una escritora que publica de forma tan esporádica... prometo que va a pasar menos de un año para la siguiente publicación :P
Espero que disfrutéis con el capítulo tanto como yo escribiéndolo.
Cuando Henry regresó lo hizo con una sorpresa para todos, se había enamorado de una princesa.
Estaban demasiado centrados en los problemas del reino como para reparar en aquella posibilidad, en que el príncipe ya iba teniendo edad de que aquello aconteciera.
-Pensaba que algo así lo hablarías con... con Regina -Espetaba Emma, mirándole con los ojos bastaste abiertos.- Pero dile a la muchacha que pase, ¡no la dejes en la puerta! -Susurraba alto a la vez que le da un suave empujón para que espabilase.-
-¿Cómo iba a hablarlo con ella? No tiene tiempo para nada...
-¿Sabes algo sobre los ataques que se han lanzado? -Susurraba la pregunta, insegura por ello.-
-Consiguieron su propósito; desmontar campamentos y puntos de concentración, pero aún le queda bastante para llegar a las bases... quizá debería buscar aliados en otros reinos.
Emma se encogía de hombros ante las palabras de Henry, deteniéndole una última vez antes de que definitivamente fuese a la sala a buscar a la muchacha.
-Henry... ¿de verdad te gusta esto? El reino, vivir así, hacer.. lo que haces y tener estas obligaciones, ¿te gusta?
-Muchísimo, mamá...-Le respondía él.- Realmente me siento útil. Me siento importante, la gente me quiere... y tengo amigos -Le acababa diciendo, esbozando una cálida sonrisa. Podía entender todo lo que le costaba a su madre biológica adaptarse a algo que nunca había vivido, al igual que él, pero sabía que el coche cultural era bastante más amplio respecto a Emma.- Y, ahora sí, voy a por Violeta...
-¿Así se llama?
-Así se llama...
Emma sonreía suave, espectante por ver a la muchacha que aparecería por la puerta, esperando que fuese buena para su hijo y que no le hiciese daño...
La reina iba de reunión en reunión, había conseguido que Emma se mudase al palacio con ella pero aún ni había podido disfrutarlo. Solía tener el castillo muy visitado durante la semana, diferentes reyes y príncipes que se unían a la batalla contra aquellos 'rebeldes'.
-Asaltan campos... ¡los queman! -Exponía el monarca del reino Este, donde ahora parecía que arraigaban más aquellos bandidos.- Y ya no nos pongamos a hablar del índice de robo que mis aldeanos tienen que sufrir... ¡Cada vez es mayor el número de visitas que tengo en las audiencias! Antes, se limitaban a ser cinco por semanas, o diez como máximo, cuyos motivos eran trifulcas entre vecinos, por tierras, o préstamos por alguna desgracia acontecida; pero ahora es todo debido a aquellos malditos rebeldes... las arcas de mi reino acabarán con telarañas.
Regina escuchaba, con atención fingida, desconectada de toda la emoción que le ponía el afectado.
-Refuerce la seguridad en las calles. Sus propios vecinos podrían hacer guardias nocturnas para que los campos no fuesen incendiados...-Proponía, apoyando la cabeza sosbre su propia mano.- Así podría asegurarse de que bajará el número de pérdidas notablemente. En todo caso, ya sabe que estoy formando ejércitos, pequeños y repartidos, para erradicar a esa plaga.
-A ese punto queríamos llegar, Majestad -El rey a sentía con seguridad.- Mis hombres estarán a sus órdenes, y toda la disposición económica, y territorial, que necesite tambíén.
Regina alzaba elegantemente la mano. Ya Edrick, su joven aprendiz, sabía que hacer. Buscaba unos papeles de contrato, donde el rey debía firmar para aceptar que se comprometía con todo lo que acababa de decir. El muchacho llevaba la pluma y la tinta, cuidadoso de no derramarla, hacia la mesa de reunión.
-El príncipe se encuentra fuera, alteza...-Le susurraba a Regina, algo inclinado para que las palabras solo quedasen entre ellos.-
Regina levantaba la mirada hacia el muchacho.
-¿Por qué no me lo has dicho antes?
-No deseaba interrumpir, señora... Traté de buscar el momento, mas no lo encontré
-Descuida...-Le hacía un gesto para que se retirase, agradecida.-
Tamborileaba los dedos en la mesa mientras observaba como el otro monarca leía y releía las condiciones... Acababa por sonreirse.
-¿Ocurre algo, Jacob? -Le tuteaba, con la barbilla brevemente alzada y un gesto de ironía.- ¿No se fía de mi palabra?
-O-Oh, claro que sí, Majestad. Pero nunca está de más leer algo con lo que voy a comprometerme... Una firma es muy importante.
Cosneguía que el hombre, ahora, sintiese vergüenza de seguir leyendo... le observaba como fruncía el ceño y dejaba el papel de pergamino sobre la mesa de madera de roble, tomaba la pluma y se disponía a firmar.
-No pretendía ofenderla.
-No, en absoluto... -Regina mantenía la sonrisilla. En realidad, era ella la que estaba nerviosa y no precisamente por el contrato, sino porque su pequeño príncipe la estaba esperando fuera.-