Disclaimer: AC Brotherhood no me pertenece.

Un nuevo capítulo arriba, y les recuerdo, yo no soy dueña de esta historia o sus personajes, sólo me apodero de la traducción.


Interrupted

~O~

Capítulo 3

Ezio miró a su alrededor, bastante confundido y consternado.

Mientes —fue todo lo que dijo antes de que se incorporara ágilmente.

Entonces, comenzó a correr por el oscuro pasaje que le llevaba al exterior. Cruzó la habitación completamente destruida, aquella que utilizaban para contener y estudiar todos los fragmentos del códice.

¡No lo dejes ir! —Lucy gritó desde el interior y Desmond inmediatamente saltó de la silla en que estaba sentado, siguiendo a su antepasado.

Casi de inmediato, encontró Ezio mirando con sorpresa todo a su alrededor, su rostro moreno contorsionado en una mueca de asombro e incredulidad.

Esto no puede estar sucediendo —susurró bajo, aun profundamente conmocionado por la vista que contemplaba, sin percatarse siquiera que Desmond caminó hacia adelante, colocando una mano sobre el hombro desnudo de su antepasado, en un ademán lánguido de vago consuelo.


Ezio continuó contemplando todo a su alrededor, la consternación dibujada en su moreno rostro. Monteriggioni había cambiado drásticamente y a pesar de que la luna estaba en lo alto del cielo, destacando la oscura noche, era obvio que mucho no se podía ver. El lugar posee cosas donde no deberían estar, en otras faltaba algunos objetos y lo demás, era completamente nuevo. Ezio se quedó mirando todo lo que se colocó en el jardín donde había estado viviendo durante mucho tiempo… Lo desconoce.

Entonces, sintió una mano posarse sobre hombro desnudo, lo que le hizo percibir por primera vez las vendas que cubrían su pecho. Giró su rostro encarando a la persona contigua y vio al hombre que tenía un perturbador parecido a él, sólo que mucho más joven. Quizá cerca de veinticinco años. Lo contempló fijamente, tomando nota de cuánto parecido había entre ambos.

La misma cara, ojos, color de cabello... e incluso la cicatriz, Ezio caviló. La única diferencia notable es que Ezio era mayor, quizá doblándole la edad. Sí, el moreno poseía una cabellera mucho más larga y fue tornándose ligeramente grisáceo ahora, además las arrugas que dibujaban su rostro.

—Así que esto es el futuro —dijo Ezio con calma, después de un silencio que duró varios minutos.

—Sí —Desmond respondió.

Estaban de pie cerca de las murallas que resguardaban la ciudad, apreciando el paisaje nocturno que ambos recordaban con exactitud. Ezio tocó inconscientemente su brazo, palpando donde yacía su hoja oculta, sintiéndose aliviado de que todavía estaba allí. De soslayo, observó a Desmond y sólo entonces se percató de que tenía la misma arma en su brazo. Entrecerró los ojos, frunciendo el ceño.

— ¿Cuánto sabes? —preguntó, el silencio retornando tan rápido como había se había ido, extendiéndose un tiempo más largo que el anterior.

—Todo lo que sabes —él respondió, no demostrando nerviosismo alguno y Ezio se sorprendió.

Nunca había esperado que alguien poseyera tal conocimiento o conociera sobre su vida. Después de todo, se había pasado toda su existencia prácticamente viviendo en la clandestinidad. Al momento, comenzó a pensar en su vida: su padre, madre, Federico, Petruccio, su tío Mario… Claudia y cada uno de sus aliados. Era una lista larga y si estuvieran en el futuro, todos estarían muertos ahora.

Claudia... apenas había hablado con ella en años por estar tan centrado en su venganza. Ahora, después de tanto, no podía dejar de pensar en su hermana menor.

Ezio se sintió un poco cariacontecido con la situación actual, al estar tan lejos de todo lo que sabe y conoce, mas extrañamente cerca. Estar con una persona que posee el mismo conocimiento… aunque los otros tres también podrían estar conscientes acerca de toda su vida. Era probable que pudieran estar mintiendo, por supuesto; pero también había una posibilidad de que no lo hicieran.

— ¿Cómo sucedió esto? —finalmente preguntó.

—No lo sabemos, hemos estado discutiendo diversas posibilidades, Rebecca, Lucy, Shaun y yo, pero no tenemos respuesta del por qué el Animus se averió, trayéndoles a ambos aquí como resultado —respondió Desmond en un susurro.

Ezio asintió, renunciando a la búsqueda de una explicación lógica y razonable.

— ¿Qué es el Animus? —inquirió Ezio con curiosidad. En su tiempo, nunca había escuchado de tal objeto. ¿Cuántas cosas más se han inventado?

—Es algo que permite ver los recuerdos de los antepasados —Desmond explicó brevemente—. Así sabemos sobre lo que ha sucedido —terminó de decir cuando Ezio volvió a asentir.

De repente, Ezio tuvo una revelación.

—Así que tú eres… eres el hombre que la diosa mencionó- ¿Eres Desmond? —preguntó con desconcierto, aunque de alguna forma, ya sabía la respuesta.

—Así es —Desmond corroboró.

Ezio esbozó una sonrisa, mirando a su alrededor una vez más. Se estremeció un poco, hacía frío y lo único como que carga consigo es el pantalón usa para llevar debajo de sus túnicas de asesino.

—Deberíamos bajar ahora, o podríamos meternos en problemas —murmuró Desmond.

Al momento, los dos asesinos descendieron a la cámara, el único lugar al que se podía acceder a la casona.


Cesare miró al techo de la cámara con aire absorto durante varios segundos, pensando en todo lo que había aprendido.

2012…

El silencio se instaló y Cesare permaneció en aquel sopor, sin hacer nada más hasta que escuchó a los dos hombres retornar al recinto. Luego los observó, era la primera vez que contemplaba al asesino de cuarenta y ocho años sin túnica y con el rostro al descubierto. Sólo así, pudo percatarse de la perturbadora similitud entre los dos individuos.

Se levantó lentamente, sintiéndose un poco somnoliento.

— ¿El Animus está estable? —escuchó como el hombre similar al hombre inquiría.

Una mujer de cabello oscuro respondió rápidamente—. No, ni siquiera cerca. Estoy tratando de arreglarlo.

—Eso significa que tendrás que encontrar algo qué hacer aparte de sentarse sin hacer nada, Desmond. Después de todo, necesitamos la ubicación del Fruto —Shaun resopló con un dejo de retintín en su voz.

Desmond gruñó en voz baja mientras se sentaba en una silla, pensando en algo ingenioso para responder. Los ojos de Cesare se abrieron en absoluta sorpresa.

¿Ellos iban a por el Fruto? Una sonrisa suave bordeó sus labios. Se aseguraría de obtenerlo a como dé lugar y conquistaría el mundo con él.

Con lentitud, se acercó a las otras cinco personas contiguas a él. Su estómago gruñendo repentinamente

— ¿Hay algo para comer? —preguntó en voz baja y con tranquilidad, ocultando de forma magistral la inmensa felicidad que sentía al saber que por fin, una vez más, se le concede la oportunidad de obtener el Fruto y así continuar con sus planes.

—Puedes comer algo de allá —la mujer rubia respondió, indicando con su dedo una bolsa en la otra esquina de la habitación, cerca de la entrada.

Se dirigió hacia la bolsa y agarró una manzana, mordiéndola al instante mientras procedía a buscar su vestimenta y las armas que cargaba consigo, trayendo a memoria lo que poseía: sabía que tenía una espada y dos dagas cuando él había estado luchando con el asesino anteriormente. Cesare no se sentía muy cómodo sólo con vendas en el pecho cubriéndole.

Con prontitud, encontró el lugar donde estaba su ropa, justo al lado del asesino. Se apoderó de la vestimenta del asesino, mostrándose sorprendido por la calidad de su textura, incluso sin la armadura.

—No lo toques —masculló Ezio, arrebatándole la túnica tomada por él.

—No se puede esperar mucho, Auditore —dijo con burla—. ¿Por qué lo querría? —inquirió, apoderándose de su propia armadura (o de lo que quedaba de ella), notando ciertamente que el asesino tenía la misma mirada contrariada en su rostro: ambos habían visto el lamentable estado de sus vestimentas.

Una completa decepción.

El maldito bastardo hizo mella, se quejó mentalmente, apoderándose del despojo que era su armadura.

—Lucy, parece que necesitaremos ropa nueva para los dos, si no se congelarán hasta morir —dijo el hombre de pelo oscuro.

—Creo que tenemos algo de repuesto —informó Lucy, mientras caminaba hacia otra bolsa que contiene un montón de ropa.

—Dáselas, Desmond —dijo la mujer rubia, tirándoselas al momento.

Desmond las sostuvo y rápidamente dio algunas prendas a Ezio, con una sonrisa dibujada en sus labios. Era camiseta blanca con unas palabras escritas en él, que parecía: "No me puedes asesinar", o algo por el estilo y un pantalón. Luego se volvió hacia Cesare, borrando de inmediato la sonrisa y le entregó, con la desconfianza pintada en su rostro, una camiseta gris y una camisa oscura a rayas.

Cesare se hizo con la ropa, colocándoselas al momento y sin molestarse en abrocharse la camisa. De soslayo, pudo darse cuenta que la mujer rubia, Lucy, le contemplaba. No pasaron segundos hasta que le devolvió la mirada, pero ella rápidamente miró hacia otro lado con las mejillas manchadas en un ligero carmesí.

Sin saber qué hacer o decir, se sentó en una silla, pero unos segundos después, el asesino se estableció junto a él. Estaba claramente aburrido. Comenzó a mirar a su alrededor, observando cuidadosamente las máquinas que se colocaron en la habitación. Luego, viró su rostro hacia el otro hombre en la habitación, estaba escribiendo algo con pasmosa rapidez en uno de los peculiares aparatos.

— ¿Qué es eso? —inquirió Cesare en un grueso acento italiano.

Desmond no le contestó de inmediato, pero varios segundos después suspiró y luego se giró hacia él.

—Es un equipo, una máquina que permite hacer todo tipo de cálculos, escribir cosas y enviarlos inmediatamente a otras personas. También puede buscar información en ella —explicó con brevedad.

Cesare asintió de inmediato con la cabeza, pensando que tal conocimiento habría sido muy útil en su época. Tal vez debería haberle pedido a Leonardo hacer una de esas… habría sido interesante.