Fandom: How To Train Your Dragon, 1 & 2.

Parejas: Furious/Hiccup (III). Mención de Toothless/Hiccup y Furious/Hiccup (II).

Rating: PG-13.

Categorías: Drama, Angst, Romance, Spiritual.

Sinopsis: No importaba cuantas veces se resistiera, el alma de Hiccup II siempre residiría en su sucesor. Y el alma de Hiccup II siempre le pertenecería. Este fic participa en el Reto #6: Especial de San Valentín del foro Caldo de Toothcup para el Alma.

Advertencias: Posible visión de violación y/o bestialismo.

Notas/Spoilers: Este fic partipó (y ganó, primer lugar) en el Reto #6: Especial de San Valentín del foro Caldo de Toothcup para el Alma. El "don" que le he dado a Furious ha sido de mi propia invención... Creo.

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Dreamworks y la maravillosa Cressida Cowell. Yo solo uso mi loca imaginación sin fines lucrativos.


2

Give You What You Like

"Por favor, dime que soy única
o miente y dilo por lo menos esta noche,
tengo una nueva cura para la marca solitaria
y si me das lo que yo busco, te daré justo lo que te gusta."

- Avril Lavigne (Give You What You Like).


Furious le permitía recorrer el lugar por las noches.

Hiccup en un principio se había resistido. La mera idea de recorrer aquel lugar que, antaño, había sido testigo de su propia violación le causaba tanto asco y repulsión como podía ser posible. Pero su curiosidad nata, por desgracia, no podía ser satisfecha con una simple mirada a su alrededor. El espíritu inquieto de Hiccup siempre le rogaría por más.

La primera vez, el miedo pudo más que cualquier cosa. La posibilidad de encontrarse con cosas peligrosas, sin su querido dragón a su lado, había sido más que una excusa para echarlo hacia atrás.

Pensar en Toothless, de algún modo, le dolía. Hiccup aún no era capaz de borrar de su mente la idea de que lo había traicionado, por mucho que Furious insistiera en otra cosa.

¡Su dragón lo mataría sin duda!

En un principio no llegó demasiado lejos. La cueva era lo bastante amplia como para construir una ciudad dentro de ella, o, por lo menos, una villa bastante más grande que Berk o la tribu de las Bog-Burglars. Aún así, Hiccup no pudo dar ni veinte pasos antes del siguiente amanecer.

Furious, desde aquella primera vez en el "Nido", como él lo llamaba, no había vuelto a tomarlo. En cierto modo lo aliviaba, pues el horror que le había producido aquella experiencia lo había dejado marcado. Hiccup estaba totalmente seguro de dos cosas: a), escaparía de ahí, y b) no volvería a tener eso con nadie nunca más. El solo pensar en esa mera palabra evocaba los gruñidos de Furious y la sensación del enorme pedazo de carne abriéndose paso entre sus paredes internas, y mientras su alma suspiraba y se agitaba, emocionada por el recuerdo, la mente de Hiccup se sentía asqueada. Su racionalidad le dictaba más que nada que había traicionado a Toothless, a pesar de que su alma siguiera estremeciéndose al mínimo roce con las escamas azules del Seadragonus.

La segunda noche, Hiccup pudo avanzar más por la cueva. Las paredes cubiertas de musgo asimilaban a las paredes de una casa, y el propio Hiccup, pese a su actual situación, no pudo evitar sentir esa misma sensación de aventura y éxtasis que venían en paquete juntas con aquel Nido.

La tercera noche, descubrió cosas nuevas. Pétalos de flores —y una rosa marchita tirada en el suelo. Despedía un fuerte aroma a perfume, y Hiccup no dudó de que era la causante del aroma dulzón que había flotado en el aire la noche anterior.

La cuarta noche, encontró cuarzos azulados en el fondo de la cueva. Resplandecían como estrellas pequeñas, y Hiccup estuvo tentado de coger uno. Pero, ¡oh! No pudo hacerlo. Aquellos cuarzos azules le recordaban demasiado a Toothless. Otra seguridad que añadir a la lista: c) no podría volver a tocar a Toothless nunca.

Las primeras noches, Hiccup no podía dejar de sentirse vacío. La visión de Toothless se colaba por su mente casi sin permiso, pero Hiccup ya no sentía lo mismo. La huella que Furious había dejado en él era demasiado fuerte, de tal manera que a la hora de pensar en su dragón, la sensación de traición se hacía insoportable.

La quinta noche, Hiccup finalmente fue capaz de recorrer la cueva completa. Se dio cuenta de que, además de los múltiples cuarzos color índigo del fondo, no había nada demasiado interesante. Hiccup vio las paredes rocosas, señalando el final, y llegó a la conclusión de que no había nada más que ver.

Al momento de regresar, Hiccup pateó piedras sueltas del camino. Se sentía frustrado; se sentía furioso. Su alma continuaba clamando de manera desenfrenada, con tal rapidez, que Hiccup no fue capaz de reconocer el significado de sus murmullos. Hiccup ignoró sus susurros mientras se encaminaba al amplio nido de hierba que le esperaba. En el fondo, no dejaba de preguntarse dónde estaría Toothless. Pero, luego, se recordaba a sí mismo que él no tenía derecho alguno de pensar en Toothless, luego de su traición.

Aún así, los ojos tóxicos de su dragón eran lo último que veía cada noche antes de dormir.

. . .

Valka lo había visto desde su choza.

Ella misma había decidido vivir apartada en la entrada del bosque. Podía decirse que era su guardiana; su protectora. El bosque era lo más cercano al viejo Nido en el que habitaba el Bewilderbeast que podía encontrar.

Desde la batalla con aquellos dragones desconocidos, Toothless había rugido por horas, noche tras noche, en las montañas lejanas. Pese a su dolor, no quería despertar a todo el pueblo y que lo echaran por eso. Valka, en su amplio conocimiento de dragonés, había comprendido que Toothless rugía por su hijo.

Toothless regresó terminada la batalla, sin su jinete y muy malherido. Valka lo notó en cuanto lo vio, pese a que los otros no se habían percatado. Astrid se hallaba con Camicazi revisando las heridas de su dragona, Valkyria. Ruffnut y Snotlout habían seguido a Gobber a la choza de Gothi, donde un herido Tuffnut estaba siendo seriamente atendido. Fishlegs se hallaba entre los vikingos de la retaguardia. Se había llevado una grave quemadura en el brazo, pero el propio joven se había negado rotundamente a los servicios de Gothi, bajo la excusa de que había otras personas que merecían más atención que él. Valka se hallaba recibiendo informes de los daños. Ninguno grave, que no pudiera repararse en un par de semanas.

Varias chozas destrozadas. Ovejas robadas. Muchos malheridos. Un cadáver humano, con el rostro hinchado y deforme en la costa. Aún se hallaban identificando al cuerpo. Valka podía sentir la desesperanza una vez Toothless estuvo lo bastante cerca para leer en su mirada, sin necesidad de dragonés, lo que había pasado. Más angustiada incluso que la que habría puesto si su hijo hubiera muerto. Era algo mucho más grave.

"Se lo llevaron", rezaba con los ojos, "Se llevaron a Hiccup".

Valka buscó tranquilizarlo, sin éxito. El Night Fury permanecía renuente a razones. No importaba que Valka se comprometiera a mandar múltiples patrullas de rescate a buscar por los alrededores, no importaba que mandara al escuadrón de vikingos de más confianza a buscar en tierras apartadas, Toothless no podía sentirse seguro hasta que Hiccup estuviera allí con él.

Valka también había notado algo en el fondo de las pupilas de Toothless, algo que no había notado hasta que el Night Fury estuvo lo bastante cerca. Rotas. Estaban rotas. Destrozadas. Hechas trozos diminutos. Valka supo al instante que aquello no era solo por perder a Hiccup.

—¿Quién fue? —preguntó, agachándose. Contrario a lo que la calma de su semblante reflejaba, Valka de verdad estaba asustada. Hiccup era su hijo, y, también, lo último que le quedaba de Stoick. No podía dejar de sentirse preocupada por él, independientemente de su posición relajada. Toothless elevó la mirada, exaltado. Sus pupilas permanecían desgarradas, el abrupto entendimiento de que su Luz había desaparecido y él no podía hacer nada por recuperarlo lo azotaba sin piedad.

"Ese Seadragonus...", gruñó, "Se lo llevó. Se lo llevó lejos. Lo... Lo llamó suyo. Dijo que Hiccup era suyo".

Toothless había podido escucharlo. Había sido capaz de leer sus pensamientos, expresados en involuntarios gruñidos. Protestas. Suyo, suyo, suyo. El recuerdo de Hiccup aferrándose a las escamas azuladas. Traición-Traición-Traición. ¿Por qué Hiccup? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué su Luz? ¿Por qué?

Valka leyó la desesperación en aquellos ojos tóxicos.

—Tranquilízate, Toothless —murmuró, con suavidad. Sus dedos buscaron contacto con la piel lecrosa —contacto que no llegó. Toothless se apartó, y el fondo de sus pupilas era como un rompecabezas. Su mente se había destruido. Y aquel Seadragonus tenía la culpa.

—Lo encontraremos —prometió Valka, en ese entonces. Prometer había sido en ese entonces, desde luego, mucho más fácil que cumplir.

. . .

Hiccup había pasado la mitad de la mañana observando desde el borde de la entrada de la cueva. Un paisaje selvático se extendía a sus pies, con árboles grandes y verdes, rocas púrpuras y dragones por todas partes. Hiccup pudo considerarlo un paraíso —si tan solo no estuviera encerrado en aquella cueva con él.

Una larga lamida en su espalda le hizo ver que Furious había despertado.

"¿Qué miras?", ronroneó el Seadragonus. Las lamidas fueron repetidas y sensuales. El alma de Hiccup se estremeció hasta sus cimientos, dichosa. Hiccup experimentó la sensación de acariciar su hocico y esconderse entre sus alas. Estuvo a punto de hacerlo. Sus manos se movieron. Pero... Oh. Ojos tóxicos mirándole amenazadores desde el fondo de su cabeza. Su alma sintió repulsión.

"Pero, ¿y ese quién es? ¡Eso no es Furious!"

No, no era Furious. Era...

—Toothless —El nombre escapó involuntariamente. Fue tan bajo que el propio Hiccup no lo alcanzó a entender. Pero, Furious sí. Furious lo escuchó perfectamente.

Un rugido furioso fue su prefacio. Alas enormes lo rodearon. Su alma cantó. Era insoportable.

"¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!"

Sí, sí, sí... Toothless... Furious... Toothless... Furious...

Hiccup cerró los ojos. Un lado era verde tóxico. El otro era de un rojizo ardiente.

¿Qué lado escoger? ¿Qué lado debía escoger? Aquel lado rojizo lo tentaba tanto. Pero el lado tóxico también. Al final Hiccup prefirió no escoger ninguno. Permanecer suspendido entre los dos, y aquel que ganara, lo tendría para siempre. Él sería el último premio a ganar.

Fue colocado con violencia en el suelo rocoso. La hierba aminoró el dolor, pero por muy poco. Sus ropas desgarradas —su armadura desperdigada por todas partes. Dolor. Su espalda ardía. Ardía y estaba roja. A Hiccup no le importó. No mostró dolor alguno, aunque vaya que lo sentía. Su rostro permanecía impasible. Pero no deseó morir. Para Hiccup, él ya había muerto hacia mucho. Cuando su pedazo de alma murió también.

"Mío", resonó por cada esquina de la cueva. Mío-Mío-Mío-Mío. Su alma lo repetía, triunfal.

"Tuyo, tuyo, tuyo..."

Pero suyo... ¿Por qué? Su mente repetía en su cabeza imágenes de un Night Fury. ¿Quién era él? Hiccup no lo sabía. No conocía a ese Night Fury. ¿Quién sería él? En ese momento, su cabeza de nublaba y él no podía hacer nada por ello.

—Tuyo —escapó. Pero suyo... ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Un gruñido de satisfacción. Puntos multicolores danzando frente a su mirada. Quizás era verdad. Su alma lo decía. ¿Cómo podía negarlo a su alma?

—Furious —repitió. Sus ojos permanecieron en el techo. No gritó. No arañó. No pataleó. No hizo nada de lo que hizo la primera vez que el Seadragonus lo tomó. Simplemente permaneció allí, tumbado, impasible, esperando pacientemente a que la tortura terminara. Porque... ¿Para qué? ¿Para qué luchar? Su alma gemía y suspiraba. Su corazón no latía, se detenía. Un nombre desconocido retumbando en su mente.

Un nombre y una palabra.

Toothless. Contenedor. Toothless. Contenedor. Eres un contenedor inútil. Una caja inútil.

—No —murmuró, cuando el Seadragonus ya hubo salido de su interior.

"¿No qué?", gruñó él.

—No soy un contenedor.

Furious soltó un gruñido ronco.

"¿De nuevo con eso?"

Hiccup parpadeó. Sus ojos vacíos, sin sentimientos. No mostraban nada.

—No lo soy. No soy un contenedor. No lo soy, no lo soy, no lo soy, no lo soy —Su tono de voz era chillón y melancólico. Como el de un niño. Un niño que no quería aceptar algo.

"Su alma..."

—NO ME IMPORTA —Las palabras resonaron como rugidos por la cueva. Furious se planteó la posibilidad de que todos sus hermanos lo hubieran escuchado—. NO-ME-IMPORTA. No soy un contenedor. No vas a obligarme a convertirme en Hiccup II, solo porque su alma descansa en mí. Algún día, lo echaré de aquí. Voy a sacar esta maldita alma de mi cuerpo. Y entonces, me devolverás con él. Dejarás estos juegos ridículos y me dejarás en paz —Terminado todo lo que tenía por decir, Hiccup se encaminó a la salida de la cueva. La piel tostada expuesta al aire, sus cabellos vueltos hacia atrás debido al viento. Sus ojos eran dos esmeraldas refulgentes. Furious miró con fascinación el fuego de su cabellera y las pecas de sus hombros.

Y, por una vez, fue capaz de verlo sin que sus ojos se tornaran azules y su cabello dorado.

. . .

—Eret, tú guiarás la misión —Las palabras de Valka cerraron la sesión.

Recibió múltiples asentimientos aquella noche. No esperó más al momento al pronunciar sus palabras. No los recibió. Sabía perfectamente que Eret continuaba procesando la orden recibida.

Toothless aullaba a lo lejos. Valka no pudo prestarle demasiada atención. Tenía muchas cosas que atender.

—Toothless lleva rugiendo todas las noches desde entonces —La voz de Gobber fue la que irrumpió en sus pensamientos abruptamente. Valka lo miró, sus ojos no reflejando demasiado interés—. ¿Vas a atender tus deberes, jefa?

Valka suspiró.

—No puedo hacer nada.

—Quizá, por Toothless no. Pero sí por Hiccup.

Valka apretó los labios.

—Ya he hecho todo lo que debería hacer, como jefa.

—Pero no como madre.

Valka suspiró. Sus pupilas, Gobber pudo verlo, estaban dilatadas. Los ojos de Valka, en cierto modo, le recordaban a los de Hiccup. Ambos pares de ojos gozaban con ese brillo inteligente y el verde especial, esa bondad imperturbable. Esa valentía inquebrantable.

—Debo irme —dijo Valka, con una prisa que iluminó repentinamente a Gobber al respecto de su sentir. Porque Valka podía ser la jefa de la aldea, podía mantener esa expresión serena e imperturbable por fuera, podía no haber estado presente durante veinte años de la vida de Hiccup, pero era su madre, al fin y al cabo.

Estaba asustada por él y no quería demostrarlo.

. . .

Cuando cerró los ojos, pudo ver una melena del color del fuego agitándose en el aire. Cuando parpadeó, el fuego se volvió oro, y entonces Furious pudo sentir la desesperación llenando por completo su ser.

¡Ah, por qué eran tan diferentes!

El Hiccup que él conocía, sin lugar a dudas, nunca se habría resistido cuando Furious intentara tomarlo. El Hiccup que él conocía, habría sido domado enseguida. Habría dejado que lo tomaran, con gusto. Furious no acababa de entender por qué aquel Hiccup no.

"Tonto Humano."

Tonto, tonto, tonto y complicado humano. Tonto, tonto, tonto, complicado y hermoso humano.

. . .

—¡Imbécil!

El comentario fue lo primero que logró escuchar Tuffnut al despertar. La voz masculina le taladró las sienes, casi tanto como la voz chillona de su hermana en ocasiones. Tuffnut hizo una mueca. ¿Tanto les costaba guardar silencio? ¡Había un pobre herido allí!

—Ruffnut ya me lo ha dejado muy claro —farfulló, frotando su cabeza con exagerada brusquedad. Los ojos azules de Snotlout no se apartaron de él durante un buen rato.

Tuffnut parpadeó.

—¿Qué? —preguntó, mirándolo. Snotlout arqueó las cejas.

—¿Que qué?

—¿Por qué me dijiste imbécil? —preguntó Tuffnut. Snotlout tomó aire.

—Porque eres un imbécil.

Tuffnut rodó los ojos, las mantas hechas puño en sus manos.

—Sé más específico.

—¿Acaso necesito serlo?

Tuffnut tomó aire. Snotlout tenía un talento innato para irritarlo. En ocasiones, eso podía ser divertido. Pero en un momento como ese, sin duda no lo animaba.

—Casi mueres, idiota —La voz de Snotlout sin duda lo tomó desprevenido. Tuffnut estranguló a las pobres mantas, aire entrando y saliendo de sus pulmones. Idiota. Idiota-Idiota-Idiota.

—Eso lo serás tú —replicó con una frialdad que no había utilizado prácticamente hasta ese momento. Snotlout bufó.

—Al menos yo no soy el chalado que casi se muere por un ridículo ataque por la espalda —replicó, a la defensiva. Tuffnut tensó el rostro. Sus ojos azules no mostraban expresión alguna. Tenía una máscara fuera, pero por dentro, no podía contener sus ganas de darle un buen puñetazo a Snotlout. Pero Gothi le había dicho que no podía levantarse. Y él definitivamente no quería hacer enfadar a Gothi.

Gothi podía ser anciana, Tuffnut podía ser bastante impulsivo, pero si algo tenía (aunque a los demás les costara aceptarlo), era sentido común. Sentido común —y una buena dosis de supervivencia. Y nadie con estas características se atrevería a desafiar a Gothi.

—Al menos yo no soy el inepto que no pudo volverse el jefe de la aldea —declaró. Su frialdad se conservó. Los ojos de Snotlout también la adoptaron.

—Yo solo vine a darte eso —murmuró, tendiéndole un ramo de rosas silvestres—. Aunque, en realidad tampoco es que lo haya hecho voluntariamente. Claro que Ruffnut me obligó.

Tuffnut las cogió con fuerza. Tanta que, en realidad, varios pétalos cayeron al suelo.

—Gracias —murmuró entre dientes. Snotlout no tardó en comprender que en realidad no lo sentía. Gruñó.

—Adiós.

—Adiós —contestó, saliendo. Tuffnut miró su espalda y luego las rosas. Tomó aire.

En ocasiones, su dosis de supervivencia simplemente desaparecía.

. . .

Hiccup estuvo bastante tiempo sentado en la entrada del Nido, observando a los otros dragones. Muchos de ellos no le resultaron desconocidos. Había tenido la oportunidad de verlos en Berk. Stormcutters —y un puñado de Nadders reposando en una esquina. Inevitablemente, al verlos, pensó en Astrid. Se preguntó como estaría su ex-prometida en ese momento. Hiccup podía llamarse a sí mismo un hipócrita por siquiera pensar en ella luego de lo que pasó entre ellos, pero era imposible. Astrid se había convertido, más que nada, en un factor importante de su vida a partir de que conoció a Toothless. Si bien no como novia, así como amiga. En cierta forma, podía decirse incluso que Astrid era su mano derecha.

Pensar en Astrid de inmediato le llevó a pensar en Camicazi, y de Camicazi a Eret y de Eret a Snotlout y de Snotlout a Tuffnut y de Tuffnut a Ruffnut y de Ruffnut a Fishlegs. Fue una cadena sucesoria en la cual ninguno era más importante que el otro. Excepto Toothless.

Pensar en Berk despertaba en él sentimientos inevitables de nostalgia. De un modo u otro, su mente vagó por los peculiares vikingos de la isla.

Pensó en Snotlout, quién seguramente estaba regodeándose ante las mujeres, y buscando a Ruffnut, y discutiendo con Astrid y con Eret. Su primo siempre había sido así, desde antes incluso de que la pubertad y las hormonas tuvieran cierta influencia sobre su carácter. Podía imaginarse diversos escenarios para Tuffnut, entre los cuales se incluía fuego y flechas. Otro, era una cabaña vigilada por una estricta anciana. Hiccup deseaba de todo corazón que fuera lo segundo. Pensar en Ruffnut, si su hermano llegaba a padecer el primer destino, lo preocupaba de cierta forma. En toda su vida, Hiccup jamás había visto a los gemelos separados. Por alguna razón, pensar en ellos de ese modo precisamente entonces lo angustiaba. Pensó en Ruffnut disparando una flecha encendida hacia su hermano, a lo lejos. Gemelos separados. No más Tuffnut y Ruffnut para nadie. Pensó en Fishlegs, como siempre, leyendo y aprendiendo. Esperó que no se hubiera separado de Meatlug. Pensó en su madre, dirigiendo el pueblo con la calma que siempre la había caracterizado. Pensó en Gobber, ayudándola.

Y finalmente, pensó en Toothless. ¿Cómo se las estaría arreglando su dragón? Hiccup sabía perfectamente, con toda la experiencia adquirida en cinco años, que Toothless podía tener cierto problema para subsistir por sí mismo y, aunque su dragón había demostrado gran independencia últimamente, Hiccup odiaba saberse separado de él. Y sabía perfectamente que Toothless, también, lo sentía. Sentía que los habían separado y lo odiaba.

El sonido a sus espaldas fue lo que desvió su atención de sus pensamientos sobre Berk. Por un segundo vio un rayo verde surcando el cielo. Y poco después, el sonido. Y luego, nada.

Hiccup se giró, alarmado. El ruido producido habría sido lo bastante fuerte para llamar la atención —si el Seadragonus no hubiera salido horas antes.

—¿¡Qué...!? —escapó. No tuvo tiempo de decir nada más. Un dragón diminuto, con escamas verdes y ojos amarillos, acababa de alzarse de un montón de hiedra y miraba alrededor, completamente desorientado.

. . .

—¿Te tienes que ir ahora?

Camicazi guardó el último camisón antes de mirar a Astrid. Los ojos celestes de la Hairy Hooligan viajaban de la valija a la Bog-Burglar, y de la Bog-Burglar a la valija. Cuando eran niñas, los demás (sobre todo Snotlout) solían compararlas mucho. Era perfectamente comprensible, dado que ambas jovencitas habían sido muy parecidas en su momento. Cabello rubio, ojos celestes. Piel blanca. La única diferencia era el reluciente tono dorado del cabello de Camicazi, que contrastaba con el rubio pálido de Astrid.

—Tengo obligaciones que atender con mi tribu.

—¿Y desde cuando eres tan responsable? —Astrid arqueó las cejas, mirando con ojos entrecerrados a la mujer en la que se había convertido su amiga. Camicazi soltó un resoplido.

—Dioses, Astrid. No me estás haciendo más fáciles las cosas.

—¿Por qué?

Un suspiro fue su respuesta. Camicazi apoyó sus brazos en la valija, mirándola sin parpadear.

—Astrid...

—Hiccup desapareció.

Camicazi frotó el puente de su nariz, con delicadeza. Mantuvo los ojos cerrados.

—Sé que Hiccup desapareció, pero... Astrid, tengo una vida. Tengo mis propios problemas. No puedo ir y quedarme aquí en Berk cuando tengo cosas más importantes que hacer...

—¿Osea que te vas porque no quieres ayudar a Valka a encontrar a Hiccup? —Astrid frunció el ceño, confusa—. Perdóname Camicazi, pero no te creo.

Camicazi la miró. Sus labios estaban apretados.

—Créelo o no. Tengo que irme.

—Camicazi, tú no eres así de egoísta. ¿Qué te pasa?

Camicazi no contestó. Mantuvo la mirada clavada en ella con los labios apretados y unas buenas ganas de gritarle.

—Dioses, Astrid...

—Camicazi, dime... ¿Qué pasó?

Cuando Camicazi contestó, Astrid empezaba a desesperarse. Pudo leer, en los grandes ojos azules de Camicazi, que algo andaba mal. En cierta forma, la desesperaba no saber lo que le pasaba a la Bog-Burglar —porque significaba que no podía ayudarla. Astrid odiaba no poder hacer nada. Desde niña, había temido a la inacción constante, a no saber exactamente que hacer (o no poder hacerlo) cuando sus amigos tuvieran problemas. Habían sido escasos sus amigos desde que era niña, de tal modo que a Astrid no le gustaba sentirse incapacitada de ayudar a los pocos que tenía. Hiccup había sido uno de ellos, hasta el incidente.

—Es... Mi madre.

Astrid arqueó las cejas, muchas posibilidades cruzando su mente. ¿Estaría la Gran Bertha enferma? ¿Herida? ¿Muchos problemas? Cada posibilidad era más ridícula que la anterior. Era quizá el alto concepto que Astrid había formado alrededor de la madre de Camicazi, el que le impedía considerar una de esas posibilidades y las convertía en meros pensamientos.

—¿Qué sucede con ella?

Camicazo compuso una mueca en su rostro antes de contestar.

—Ella me... Ugh. Me quiere comprometer con... La princesa Tantrum.

Semejante confesión casi provocó una caída por parte de Astrid.

. . .

—¿Eres idiota o qué?

Snotlout arqueó las cejas al momento de ver a Ruffnut acercarse con grandes zancadas.

—¿Y a ti qué te pasa?

Ruffnut bufó cuando estuvo lo bastante cerca de su rostro para que su aliento lo alcanzara. El aliento de Ruffnut apestaba a fruta envuelta con el pescado de su esencia. Snotlout lo había olido muchas veces —pero, nunca lo había sentido tan desagradable.

—Fui a visitar a hermano. —Oh, así que por eso la escenita.

—¿Te vino con el chisme? Menudo imbécil —murmuró, sosteniendo entre sus manos un gran tronco. Eret había estado toda la mañana construyendo una barca y Snotlout finalmente se había animado a ayudarlo. Ruffnut lo cogió de la nuca antes de que pudiera dirigirse al agua.

—¡Hey! —protestó cuando la gemela lo giró para verse frente a frente—. ¿Qué te sucede?

—Eres un idiota, Snotlout.

Snotlout bufó, fastidiado. ¿Es que acaso no podía haberle contado Tuffnut el chisme a su madre, en vez de a su hermana?

—Solo llamé imbécil a tu hermano. ¿Es eso un crimen?

—Snotlout... —Ruffnut se aseguró de que Eret no estuviera escuchando, para decirle—. Tuffnut está... Bueno, podría decirse que últimamente está muy sensible.

Snotlout bufó.

—No me digas que está en sus días.

Ruffnut roló los ojos, fuego prendiendo cada una de sus palabras.

—No seas bobo. Mi hermano está... —Mordió su labio inferior, duda reflejándose en sus ojos grisáceos—. Bueno, creo que necesitan aclararlo entre ustedes. Generalmente no soy muy discreta pero... Es mi hermano. Le prometí no contárselo a nadie. Es algo que deben tratar entre ustedes dos. Pero debes disculparte con él.

—¿Pero por qué?

Ruffnut negó con la cabeza, mirando de reojo a Eret, quien se encaminaba hacia ellos con cierto recelo.

—Enserio, Snotlout, debes ir a disculparte con Tuff.

Se fue. Snotlout le tendió el tronco a Eret, extrañado. Cada vez estaba más convencido de los problemas mentales que parecían tener los Thorston.

. . .

—¡Eh, Fishlegs!

Fishlegs había estado toda la mañana acarreando comida para Metalug. Últimamente su dragona pecaba de un apetito voraz y Fishlegs había sido la principal víctima. No había manera alguna de justificar el hambre de su dragona, a pesar de lo cual Fishlegs no dudaba en defenderla cuando alguna de las personas de Berk la criticaba.

—¿Pasa algo, Gobber? —preguntó, aferrando las rocas con fuerza. Gobber decidió ignorar el montoncito de comida para Metalug.

—¿Has visto a Eret?

Fishlegs respondió con un encogimiento de hombros. Los ojos de Gobber permanecieron en su cara, aún sin fijarse en las rocas que cargaba.

—La última vez que lo vi, estaba acarreando troncos con Snotlout en el muelle. ¿Para qué lo buscas?

Gobber frunció el entrecejo.

—¿Acarreando troncos? Bueno, ya le preguntaré. Debo llevarle un mensaje de Valka... ¿Y eso? —añadió, mirando, por fin, las rocas—. ¿Metalug sigue con hambre?

—Ah, ¿ya te lo han dicho? —Fishlegs suspiró—. Últimamente ha estado comiendo mucho... Debería regularla un poco, pero me da algo de miedo. Ya sabes, dragona furiosa es igual a choza quemada.

—No queremos más chozas quemadas de las que ya hay, chico —dijo Gobber en tono de advertencia—. Como los otros vikingos se enteren de que sumaste otra a la lista, te matarán. No queremos más incidentes... Ni tampoco vikingos perdidos.

Fishlegs apretó los labios con una fuerza inusitada. Por supuesto, Gobber hablaba de Hiccup. No era un secreto para ningún vikingo de Berk el hecho de que el joven había sido secuestrado por los dragones que, días antes, atacaron Berk hasta casi reducir a cenizas la gran mayoría de las chozas. Toothless fue el que lo informó. Fishlegs, en ocasiones como esa, no podía evitar sentir mucha lástima.

Él mismo era consciente de la unión que parecía haberse formado entre Hiccup y Toothless, y la mera idea de verlos separados, a la fecha, se le hacía extrañísima. Echaba de menos ver a Toothless surcando el cielo acompañado por Hiccup. Solo unos pocos afortunados habían sido informados de la relación entre humano y dragón, y Fishlegs, no era uno de ellos.

—Bueno, iré a ver a Eret para informarle del mensaje de Valka —declaró Gobber, marchándose en dirección al muelle. Fishlegs permaneció ahí parado unos segundos más justo antes de dar media vuelta y dirigirse a su choza.

. . .

Valka lo vio a lo lejos, asimilando a un águila gigante que recortaba el cielo. El sol empezaba a ponerse y una súbita sensación de desconcierto la invadió.

¿Qué quería ahí? ¿Quería acaso otra batalla? Y lo más importante, ¿podrían sus vikingos luchar en las condiciones que los asolaban?

Valka consideró que lo mejor era detener el barco y conocer sus intenciones desde antes de que arribaran al muelle.

Tres sombras en el muelle fueron las que captaron su atención.

Hairy Hooligans en peligro.

La palabra llegó mucho antes de que ella pudiera pronunciarla. Fue una de las sombras la que lo hizo.

—¡Berserkers!

. . .

—¡Eh, Eret!

El pirata se giró más rápido de lo esperado. Llevaba dos troncos enormes en los brazos.

—¡Eh, Gobber! —saludó cuando estuvo lo bastante cerca para oírlo. Gobber se dio a sí mismo un momento de respiro y lo miró.

—Tengo un mensaje para ti. De Valka.

Eret arqueó las cejas, confuso.

—¿Y no podía Valka decírmelo directamente?

—Está ocupada.

—Ajá, ya veo —replicó Eret, girándose para colocar los troncos en el suelo—. ¿Y qué clase de mensaje me traes?

—Es sobre Hiccup.

Aquello sí que interesó a Eret. Gobber lo leyó en sus ojos marrones al momento de mirarlos. Eret estaba, en cierto modo, agradecido con Hiccup. Él lo había liberado de la tiranía de Drago, le había dado un dragón propio y un hogar estable. A Gobber no le extrañó en absoluto el ver a Eret tan afectado por el secuestro de Hiccup, días atrás. Él mismo se lo había contado.

—¿Qué pasa con él? —La voz de Eret se empeñaba en sonar indiferente. Sin embargo para Gobber, que había presenciado la tristeza de Eret al saber que Hiccup había sido raptado, aquella máscara resultaba falsa y no se la tragó para nada.

—Valka quiere que comandes una expedición hacia el sur para buscarlo. Serán diez vikingos en total, dirigidos por ti.

Eret ahogó un gemido.

—¿Diez? ¿En serio? Oh, fantástico —bufó—. Ahora tendré que vigilar a un montón de vikingos tontos porque no son lo bastante listos para cuidarse por sí solos...

—Espera, ¿cómo es eso de una expedición? —exclamó Snotlout, mirando a Gobber—. ¡Yo quiero ir!

—¡Odín no lo quiera! —Eret ahogó un gemido—. Tener que comandar a un montón de vikingos ignorantes... ¡Y encima, tener que cuidar a Snotlout! ¡Thor me libre! —dijo en tono suplicante. Un fuerte codazo (y una carcajada sonora) fueron su respuesta.

—Tranquilo Eret, no te corresponde a ti la responsabilidad de cuidar a Snotlout —dijo Gobber divertido.

—¡Hey! —protestó Snotlout—. ¡Yo también soy bastante responsable!

—Ajá, sí, claro Snotlout —replicó Gobber, con los ojos girando—. A ti te toca en el equipo del norte, con Ruffnut y Tuffnut.

—¡Menos mal! ¡De la que me he librado! —suspiró Eret—. Con él y Ruffnut en el equipo del norte, lo más lejos posible de mí, ya me siento seguro.

Otro codazo. Una carcajada gutural —pero no de Gobber. Eret apreciaba esas ocasiones en donde el juego y la burla eran su única prioridad. No había gozado de ese tipo de placeres en mucho tiempo y finalmente volvía a experimentarlo. Era otra cosa que agradecía a Hiccup; el haberle devuelto su capacidad de sonreír.

Sin embargo, Snotlout no estaba tan satisfecho con su selección.

—Espera... ¿Tuffnut? ¿No estaba...? —Pasó saliva. Carraspeó—. ¿No estaba herido?

—Gothi dice que sus heridas se recuperan extraordinariamente rápido. Además, Valka no tiene el corazón para separar a los gemelos, siendo que ellos han estado juntos toda su vida —Gobber arqueó las cejas—. ¿Por qué? ¿Pasó algo entre ustedes?

—N-no, claro que no —Mentía. Por supuesto que mentía—. Es solo que... ¿Por qué tienen que ir necesariamente al norte?

—Porque Astrid irá al este y Fishlegs al oeste, y no queremos problemas entre ellos. Mismo caso habría si te mandamos a ti a alguno de esos grupos. O cambiamos de lugares con los gemelos. Los Thorston son los únicos que aguantan tus bromas y viceversa. Además, los puestos ya están asignados.

Rayos.

Gobber no lo miró mientras decía aquellas palabras. Miraba al mar. Tenía la boca abierta.

Snotlout estuvo a punto de preguntar qué le pasaba, cuando Gobber gritó:

—¡Berserkers!

. . .

El dragón había ido y venido de la cueva en un par de segundos.

Hiccup no había dicho absolutamente nada conforme lo veía levantarse. Lo vio estirar las alas; mirar arriba y agitar la cola. Hiccup no logró ver con exactitud qué le pasaba, pero estaba claro que algo había afectado su vuelo. Sus escamas eran de un verde brillante, las alas eran naranjas. El pequeño dragón sacudió la cabeza y corrió en dirección a la salida. Lucía claramente atemorizado. A Hiccup no le extrañó.

Estuvo el tiempo suficiente en aquel Nido para entender el tipo de relación que llevaba Furious con los demás dragones.

Un lobo solitario.

El ruido que escuchó en la entrada instantes después de la partida apresurada del pequeño dragón le advirtió de la llegada de Furious. A Hiccup no le preocupó.

Furious se había comportado extrañamente frío aquella mañana, y Hiccup, si bien no se esperanzaba, no podía negar sentir cierto alivio. Su alma comenzaba a temblar, ansiosa, pero Hiccup no le hizo caso. Ignorar era mejor que nada.

"Hiccup."

No se giró, más que nada, para evitar incidentes. Le aterraba, en cierto modo. No podía negarlo. Furious no estaba demasiado cerca, pero tampoco podía vanagloriarse de tenerlo lejos.

—¿Qué quieres? —masculló, en voz baja. Dudó, durante un segundo, que Furious lo hubiera entendido. Pero lo hizo.

"Hiccup, Hiccup."

Se giró. En cierta forma, no podía entender por qué lo había hecho. Su alma clamaba en tono lastimero, escuchando los lamentos de Furious.

"Furious, Furious, Furious."

—Furious.

Esta vez, el nombre no fue un impulso de su alma. Fue producido por la sorpresa, por la extrañes, al saberse rodeado por una de las amplias alas de Furious. Hiccup no acababa de entender lo que pasó, o lo que pasaría después.

—¿Furious?

"Dímelo, Hiccup. Por favor, dime que soy el único. Dímelo, por favor. O... O miente, pero solo dilo. Por favor. Dilo."

Hiccup parpadeó. Su alma se agitó, perdida en el placer. Las manos viajando al hocico azulado, los ojos muy abiertos. Vidriosos. Su alma. Su alma estaba clamando. Las palabras escaparon sin que él lo quisiera, como últimamente pasaba tan a menudo.

—Eres el único. Eres el único Furious.

A lo lejos, un solitario Night Fury rugía clamando el regreso de su pareja.


Notas de la autora:

¡Y olé! Para serles sincera, no tenía intención alguna de continuar este fic. Veía a Clarity como un simple one-shot y ya. Pero tenía tantas ideas relacionadas y me parecía inútil hacer una historia independiente cuando ya tenía una acondicionada para mis ideas, y la gente por Facebook pedía continuación. Así que, aquí lo tienen. El segundo capítulo de Clarity.

Y desde aquí les informo: esperen más capítulos de esto. La verdad es divertido escribir ciertas peripecias a nuestros queridos personajes. No sabría decir con exactitud cuántos capítulos más planeo, pero sí serán varios.

Respondo a comentarios:

Kenna-2201: ¡Gracias!

Snow Heaven: Gracias. :D

yusefan halackti fanny alejo: Gracias. :3

Danii Night Fury: Gracias. :)

C. B. Guillermo: Gracias. La relación entre Hiccup, Toothless y Furious es un tema que a mí me encanta explorar.

Lacie Kiryu: ¡Rayos! D: No quiero ir a la cárcel (?) Ok no xD. Muchas gracias. :'D

Cain Len Kiryu: De nada. ;) Temas así a mí me gusta mucho tratarlos, es super divertido de hacer, aunque no lo parezca. Gracias por la galleta. :3

B.B. Asmodeus: Gracias Mamá Asmos :'D Pues a mí no me has torturado así que para mí no lo merecías XD. La traición es un tema que pretendo tratar en este fic. Ese y un par de temas más que veo en algunos fics y en otros no tanto. Hiccup tiene genes Stoickos, sí, pero, ¿cómo luchar contra tu propia alma? Gracias. :'D

yunitha-san: Oh, sí. Llora. Llora. Adoro ver llorar (?) Lo terminaré, aunque me cueste tus lágrimas D: (?)

Lewiz Minu: Porque es un anti-héroe, mija. Los anti-héroes hacen eso. Hiccup me da la sensación de que no volverá con Tooth en un buen tiempo XD.

ToothlessHaddock: Yisus es grande (?) Vaya, una tocaya. Yo también lo deseaba, y por eso hice este fic. Hiccup es... Hiccup XD. Complicado como ninguno. Gracias. :D Respecto a lo de la elección... No lo sé, Furious también es buen partido XD.

Luna Issabella: ¡Gracias! Yo lo amo totalmente. :3

Bueno, eso fue todo. Espero que les haya gustado este capítulo tan cortito.

¡Besos de colores!

Jane Luna (mi seudónimo oficial).