Notas al final...


Naked -Parte I-

.:::.

¿Qué estoy haciendo con mi vida?

¿De verdad yo había hecho esto? "Wow", fue lo único que salió de mi boca, mientras veía aquella imagen.

Recuerdo lo incómodo que fue al principio aquella posición, pero traté de relajarme y encontrar el punto ideal.

Estaba acostado en el suelo, con las piernas estiradas sobre la pared, llevaba unas botas negras montañeras con trenzas que llegaban hasta un poco más abajo de mis rodillas. Con un mano sujetaba el balón naranja que cubría mi miembro, y con el otro brazo cubría mis ojos. Eso era lo único que llevaba puesto. Mi cabello, corto, yacía extendido sobre el suelo, todo estaba oscurecido por el contraste del efecto, como una sombra.

Me quede observando el cuadro un poco más, mientras sujetaba la copa con la champaña en mi mano derecha. Debía admitir que Nijimura había hecho un excelente trabajo, sacando aquel plano de mí. La verdad es que no estaba muy orgulloso de haber aceptado hacer aquel trabajo, pero el resultado fue simplemente espectacular.

Y no es como si fuera a dejar de ser jugador de baloncesto para convertirme en modelo. Pero en mi situación, llegando a aquel lugar para comenzar de cero, dejando todo el pasado atrás y no más que un poco de dinero para comer, cualquier opción que presentara un ingreso para mí, debía reconsiderarla. Además de que tampoco podía contar con el dinero de mi padre en aquel momento, su empresa había sufrido un gran daño después de aquel hecho, y también costear los gastos funerarios, y… mejor dejaba de pensar en aquella mierda. Estaba aquí para comenzar de cero, y así debía ser.

Di un largo suspiro. Observé de nuevo la imagen, y recordé cuando el idiota rubio me presentó aquella propuesta, era un favor para un amigo, había dicho. Pero jamás imaginé que aquel iba a ser el resultado, y mucho menos el tener que posar casi desnudo, eso no estaba en mis planes. Pero debía admitir que Kise había sido mi salvación en aquel momento, y el dinero que me trajo consigo aquella imagen, no había sido nada mal. Además que si lograba ser vendida aquella noche, en la galería, iba a obtener una comisión.

-¡Kagamicchi! –gritó una voz, el rubio venia corriendo hacia mí. -¡Wa! Pero que divino, ¿ves que tenía razón? Quedó espectacular, además según Nijimuracchi, me enteré de que ha tenido muchas vistas esta noche, tal vez y pueda ser vendida.

Sonreí ante su comentario, si iba a ser vendida, era genial. El dinero no me venía nada mal, aun tenía que buscar un piso por alquiler y un trabajo.

-Qué envidia, ¡si esta divino! Ahora yo quiero tener ese cuerpo. Tengo que preocuparme, Kagamicchi vino a Londres arrasando, ahora me quitara mi papel de top-model. –El rubio hizo un mohín, y lo miré de mala gana. Kise podía ser un buen amigo, pero la verdad es a veces era insoportable. Pero al menos debía agradecer el tener un conocido en aquella ciudad.

-Y una mierda que no. Kise, sabes que lo hice solo por el dinero, y por las circunstancias. Yo juego básquet, ¡no soy modelo, idiota!

-Vale, vale. Como digas Kagamicchi. –Tomó la copa que llevaba en mis manos –o mejor dicho, robo la copa- y le dio un trago.

-Kise, busca tu propia bebida. –le dije, quitándole lo que era mi bebida, de sus manos. Pero ya la copa estaba vacía.

-No seas cruel Kagamicchi, solo es un trago. ¡Oh Dios, mira quién está aquí! –gritó emocionado, divisando a alguien entre las personas. –Kagamicchi, debo ir a saludar. Nos vemos al rato, ¡súper modelo! –dijo, dándome una palmadita y se fue, huyendo antes de que le gritara.

Suspire frustrado. Yo no era modelo, ni tampoco quería pertenecer a aquel mundo, como dije, solo lo había hecho por las circunstancias, nada más. Trate de divisar a donde se había ido Kise, el cual me dejo solo y yo no conocía a nadie en aquel lugar. Era una galería bastante grande, de tres plantas, estaba decorada con grandes lámparas en forma de telarañas de la época victoriana, cristales y muebles refinados acompañaban la joyería.

No era un lugar cualquiera, las mujeres vestían elegantes y refinados vestidos de noche, hombres de traje y uno que otro niño travieso. Pero aquel lugar era de alta clase y lujoso, se ve que Nijimura era un fotógrafo bastante reconocido.

Busque a Kise hasta que lo encontré, hablaba animadamente con un chico moreno de cabello azulado, mientras Kise lo tomaba por el hombro, rodeándolo con un brazo. Se reían alegremente, aquel hombre llevaba un traje de vestir, negro, impecable. Nada comparado con lo que yo trataba de hacer pasar como "traje de vestir", la verdad es que me sentía un poco fuera de lugar, aun no tenía el dinero suficiente como pagar un departamento, y menos lo iba a gastar en un estúpido traje, así que realmente no me importo el que llevar.

Kise se alejó a buscar a uno de los mozos, para buscar lo que parecía ser bebidas para él y otro hombre. Pude haberme ido con él y hablar un rato, pero se encontraba tan a gusto hablando con el otro, que preferí no molestarlos. Kise era un modelo popular, tanto entre hombres y mujeres, así que es normal que tuviera uno que otro pretendiente. Además de que el rubio era abiertamente homosexual, así que mejor no molestarlo, cuando estaba tan cómodo con aquel hombre.

Tomé otra copa de una de las bandejas de los mozos, y seguí mi camino por la galería, observando varios de los cuadros de Nijimura, que consistían en distintas fotografías, tanto de hombres como mujeres. Algunos más descubiertos que otros, pero sin perder el estilo y caer en lo vulgar, cada foto se caracterizaba por tener un estilo perfecto, e impecable. O bueno, según eso era lo que decía Kise, la verdad es que yo no sabía nada de fotografía ni de arte, así que para mí solo eran hombres y mujeres posando, y uno que otro paisaje.

Recuerdo cuando me puse en contacto la primera vez con Kise, desde que había llegado tan solo hacía una semana. También recuerdo cuando le comente mi falta de dinero, y al día siguiente me había llamado desesperado porque me necesitaba, era un favor para un amigo. Consistía tan solo en posar para unas fotos. Pero yo no pensé que aquello sería nada… erótico.

Cuando llegué al lugar donde sería la sesión, en una casa que parecía un palacio. Era jodidamente grande y lujoso aquel lugar. Nijimura apenas me vio había dicho que era "perfecto". Estaba encantando con mi contextura y mi musculatura, que tenía el físico ideal. Yo le había atraído… más de lo que a mí me gustaría. No es que me molestara el hecho de gustarle a un hombre. Después de todo, yo también era gay y tuve una pareja, pero ese tal Nijimura, no era para nada mi estilo.

Yo era más serio con respecto a mi posición y mis gustos, los cuales pocos sabían.

Durante la sesión, me habían comentado que antes ya tenían un modelo designado, un tal Haizaki, era el novio de Nijimura, pero el chico no había podido venir porque se lesionó la pierna izquierda, durante una pelea. Así que ahora yo estaba tomando su lugar.

Seguí vagando alrededor de la galería y subí hasta el tercer piso, el cual se encontraba un poco más vacío que el resto, en la entrada de la escalera decía que este era la exposición abstracta, o algo así. Realmente no entiendo nada del arte. Seguí caminando y me encontré con el hombre que antes estaba hablando con Kise, ahora estaba solo. Llevaba una copa de lo que parecía ser vino, con una de sus manos en el bolsillo de su pantalón, y observaba fijamente uno de los cuadros. Creo que pudo sentir mi mirada, ya que se giró hacia mí, nuestras miradas se conectaron por un segundo. Sus ojos eran de azul oscuro, profundo como una noche de tormenta. Me miraba fijamente, como acechándome. Esa mirada me provoco un escalofrío. Tenía que salir de aquel lugar.

Me dirigí de nuevo hacia la planta baja, donde estaba dando inicio la subasta de los cuadros.

-Kagami, ¡por aquí! –me grito, haciéndome señas un hombre pelinegro, iba vestido distinto al resto. Llevaba un traje de vestir rojo brillante, haciéndole destacar de los demás presentes.

-Nijimura-san. –dije saludándolo, mientras me acercaba a él.

-¿Disfrutando la noche? Ya va a comenzar la subasta, tengamos suerte de que mis cuadros consigan a un querido comprador que los sepa valorar.

-Por supuesto que lo tendrán. –Sonreí.

-Por cierto, Kagami, creo que no conoces a mi novio. Él es Haizaki, el chico que tenía tu lugar en la sesión, pero por idiota… -le dio una palmada al hombre que se encontraba a su lado, llevaba unas muletas y una pierna enyesada. –No pudo asistir.

-Ah, ah… un gusto. Kagami Taiga. –le dije, ofreciéndole la mano. Me miro de mala gana. Ah, claro, yo era un tonto. ¿Cómo me iba a tender la mano si llevaba dos muletas? ¡Kagami, idiota! –Lo siento, lo siento. –me apresure a decirle.

Una risita se escapó de la boca de Nijimura. –Ustedes, les dejo para que hablen un momento, debo ir a hablar con uno de los patrocinadores. –dijo el pelinegro, me guiñó un ojo y luego se acercó a su novio, para dedicarle un beso. Lo que parecía ser un inocente gesto, se convirtió en uno de total lujuria. Se estaban comiendo delante de todos. Tuve que girarme para ignorar aquella incómoda situación, eso fue repulsivo.

-Nos vemos. –dándome una palmadita, se alejó. Dejándome a solas con este Haizaki, que me miraba con el ceño fruncido. Su mirada era aterradora, y un aura oscura ahora provenía de él, parecía que tenía ganas de matarme.

-Yo… eh- traté de romper el silencio.

-Mira, yankee, voy ser lo suficientemente claro. Aquella era MI sesión de fotos.–me dijo, con su mirada de odio hacia mí. –Y déjame decirte que no me alegro nada el que mi chico te viera en pelotas.

-Pero no estaba en pelotas… bueno si, ¡pero llevaba un balón!

-Imbécil. Hubiera preferido que no se hiciera, pero es por su trabajo así que no pude hacer nada por cancelarla. Ahora, mantente alejado de Nijimura, y ni se te ocurra ponerle una mano encima. O juro que te meteré estas muletas por el culo. –con una última mirada atroz, se giró y se fue por otro lado, dejándome solo.

Menos mal, no tenía ganas de seguir hablando con ese bastardo. Esto es perfecto, no tenía ni dos semanas en esta ciudad y ya me había ganado un enemigo, por alguien que ni siquiera me interesaba. Perfecto Taiga, perfecto.


Trate de pasar el resto de la velada alejado de Haizaki, y ni pensar en acercarme a Nijimura, no quería morir. Kise estuvo hablando con unas mujeres que no le dejaban en paz, parecía cansado, tratando de buscar a alguien. Tal vez era aquel moreno. Pero, nunca los vi de nuevo juntos aquella noche. Mejor de esa manera, el peliazulado me daba mala espina.

-Kagamicchi, ¡estoy agotado! –dijo Kise, sentándose a mi lado en el sofá. Ya eran casi las dos de la madrugada, y para aquel entonces muchos de los presentes habían comenzado a retirarse del lugar. Varios de los cuadros se vendieron, a exorbitantes precios, pero no tenía respuesta del mío. Supuse que algo así pasaría, no es como si cualquiera quisiera llevarse a un hombre en pelotas, con una pelota… que representaba, según Nijimura-san, "la lujuria del basquetbolista". Lo que sea, era un hombre con un balón entre las piernas.

-Kagamicchi. –Kise tironeó de mi camisa de vestir, sacándome de mis pensamientos.

-¿Qué decías? –me giré a encararlo.

-Qué cruel Kagamicchi, me ignoraste. –hizo un mohín. –Creo que tu fotografía se vendió-

-¡¿Qué?! –le pregunté, no me lo creía. Era imposible.

-Sí, al parecer una llamada anónima le llego a Nijimuracchi, diciendo que quería "la lujuria del basquetbolista", realmente no sé si la vendió, o el precio, ¡espero que sea verdad! –dijo, tironeando de nuevo mi camiseta, moviéndome de un lado a otro.

Le aparté, me estaba haciendo marear. Si se vendió la fotografía, seria genial porque de verdad necesito el dinero. Pero, me preocupa quien la pudo haber comprado.

-Kise, ¿no sabes si fue un hombre o una mujer? –pregunté.

-¿El qué? –dijo, dándole un sorbo a un coctel que llevaba en las manos. Ni idea de dónde lo había sacado.

-El comprador, tonto. ¿Quién fue?

-Ah, pues. No lo sé, Kagamicchi, pero, ¿Qué más da?

-Para mí es importante, no quiero que un hombre… -me rasqué la nuca, me puso nervioso. Kise se burló de mí.

-Lo que importa es que se venda. Además, si es una mujer, de seguro mojara bragas con aquel cuadro. Y si es un hombre, imaginará su polla dentro tu boca abierta.

-¡Kise, idiota! –ese rubio infeliz. El descaro se hacía presente cada vez que habría su boca, le gustaba hacerme molestar. Y ahora se estaba riendo de mí.

-Ya, ya. Solo bromeaba Kagamicchi. –me dio una palmadita. –Por cierto, ¿cómo te irás al hotel?

-En metro. –abrió los ojos como platos ante mi respuesta.

-Estas demente, ¿Cierto? No puedes irte en metro a esta hora, claro, si lo que quieres es que te roben, te secuestren o te violen. –murmuró.

Me tomó un momento procesar sus palabras, "secuestro"…

-Kagamicchi, ¿estás bien? –preguntó.

-Eh, sí, sí. ¿Por qué lo preguntas?

-Estás pálido, ¿seguro que estás bien? Puedo llamar a un taxi.

-No, ¡no te molestes! Y seguro es el alcohol que está pasando factura, estoy algo mareado. Yo saldré y llamare un taxi. –le dije nervioso, sus palabras fueron las que me dejaron noqueado, no el alcohol. –Bueno, nos vemos Kise. –le di una palmadita y me aleje del sofá, en busca de la salida.

-¡Kagamicchi! –escuché que grito a lo lejos. Aceleré el paso, dejando todo lo sucedió atrás. No quería causarle más molestias a Kise, ya había hecho mucho por mí desde que llegué, así que mejor me iba por mi cuenta.

Abrí la puerta de la entrada de la galería, una fría brisa chocó contra mi rostro, haciendo que mis cabellos se movieran un poco. Joder, estaba helado. Para aquellas meses ya se estaba haciendo presente el invierno en Londres, y las noches no eran las más cálidas de todas.

Cerré la puerta y caminé un poco, avanzado en la fría noche. Me paré en una esquina, mientras el semáforo peatonal estaba en rojo. Saqué mi billetera del bolsillo, y como pensé, había poco efectivo. No sé cuánto me cobraría un taxi a aquellas horas, y lo menos que quería hacer era gastar el poco dinero que me quedaba. Además, la estación del metro no estaba muy lejos, solo a unas cinco cuadras, si caminaba rápido, podía llegar en poco tiempo.

El semáforo indicó que podía avanzar, y seguí el rumbo hacia la estación. Pasando por algunas calles, que propias de aquella hora estaban vacías, uno que otro carro avanzando en el asfalto.

Al pasar dos cuadras, comencé a notar algo raro. Sentía la mirada de alguien, como si me vigilaran. Me giré un segundo, pero no pude ver a nadie. Tal vez solo eran cosas mías, metí mis manos en los bolsillos del pantalón y seguí avanzando.

De nuevo sentía que me miraban. Me giré y jure ver una sombra adentrarse a un callejón, ¿era real? Tal vez solo fue un gato o algún otro animal perdido. ¿Verdad? Me puse nervioso.

Volví a girarme, y seguí mi rumbo, avanzado más rápido que antes. Sentía la mirada, pasos. Comencé a correr, joder, ¡joder!

Giré otra vez, y había una persona detrás de mí, iba vestido de negro y llevaba una capucha que me impedía ver su rostro ante aquella oscuridad. A pesar de que había farolas y algunas luces de la ciudad, la noche seguía siendo oscura.

Mierda, estaba temblando. Pero en ningún momento deje de correr. Sentía como los pasos se acercaban cada vez a mí. Giré de nuevo, y la persona ahora estaba corriendo, persiguiéndome.

Traté de alejarme lo más que pude del sujeto que estaba tras de mí, hasta que sentí que una mano me jaló del brazo, haciéndome caer al suelo. Caí de culo contra la acerca, el dolor causado por el impacto atravesó por mi espina dorsal, haciéndome estremecer. Traté de abrir los ojos, y me encontré con algo atroz.

El sujeto de negro se ejercía imponente sobre mí, parado. No podía ver todo su rostro por la sombra de la capucha, pero pude ver su boca, por donde se asomó una sonrisa lobuna, desquiciada.

Me congelé por un momento.

¿Makoto? Mierda, no de nuevo... Pero si yo estaba en otro país, es imposible. No, ¡no era él!

Sacando el valor dentro de mí, intenté ponerme de pie. Vi como el sujeto sacaba algo de su pantalón, pero antes de que atacara contra mí, logré atinarle un golpe con mi pierna. Lo pateé, haciendo que se tambaleara.

No dudé al segundo siguiente, me puse de pie y comencé a dar marcha rápida por la desolada calle.

Corría sin más, sin mirar atrás, sin pensar en nada.

-¡Maldición! -alguien grito tras de mí.

Mientras corría tropecé con algo, no pude ver qué era. Me hizo caer de nuevo. Era la segunda vez que caía aquella noche. Karma, no me jodas ahora.

Traté de ponerme de nuevo de pie, escuchaba con los pasos se acercaban cada vez. Yo no iba a dejar que ese sujeto me agarrara, no de nuevo.

Me estaba levantando, cuando un auto frenó a mi lado.

Perfecto, lo que me faltaba ahora.

Era un auto deportivo, negro, con los vidrios oscurecidos. La ventana del copiloto bajo, dejando a la vista al conductor del auto.

-Sube al auto. - me ordenó una voz gruesa.

Debía ser una jodida broma si pensó que me subiría así como si nada a su auto.

-No. -le dije. Me iré a ver al sujeto de negro que estaba parado a escasos metros de mí, esperando.

-Mira chico, si no quieres amanecer descuartizado en un basurero, entra al auto. Ahora. -dijo la voz del piloto.

¿Qué carajos estaba sucediendo aquí? ¿Y si el sujeto de negro era cómplice del conductor? ¿Y si...?

El de negro comenzó a andar de nuevo, vio que no hacia ningún a movimiento y se estaba acercando a mí, con esa sonrisa de lobo pegada en su boca.

Tragué fuerte. Por inercia, tome la manilla de la puerta del auto.

-Joder, ¡entra ya! -gritó el moreno. Y así lo hice, no lo pensé más. Al ver como el sujeto de negro corría hacia mí, abrí la puerta y me abalancé sobre el asiento del copiloto.

-¿Es que eres idiota? -me dijo el piloto, acelerando el auto, avanzamos. Respiraba agitadamente, me giré al ver por la ventana como dejábamos al sujeto de negro, a lo lejos.

-Yo... Yo…

-Ponte el cinturón. -me ordenó.

Y me coloqué el cinturón como pude, me temblaban las manos. Tal vez había dejado a mi perseguidor lejos, pero estar en este auto con este sujeto, no me hacía sentir nada cómodo.

-¿Estás bien? -me preguntó. Y esta vez, me estaba mirando, mientras esperábamos a que el semáforo cambiará de color.

Me giré para verlo. -Sí... -dije sin más. Detallándolo, sabía quién era, o algo así. Era el sujeto que estaba con Kise en la galería. El moreno, peliazulado de traje de vestir caro. Como el auto en que estábamos ahora. Era un deportivo negro con tapicería de cuero, olía a nuevo.

Un auto jodidamente caro.

-¿No te hizo nada aquel sujeto? -dijo, con esa voz profunda y gruesa. Encajaba perfectamente con él.

-No, pude escapar antes de que me atacara de nuevo.

-¿De nuevo? -señaló, girándose al frente para comenzar a conducir. -Hay que ver lo idiota que eres para caminar por las calles a estas horas.

-No soy un idiota. -le dije, viendo mi reflejo en la ventana. No tenías ganas de verlo, de hablar con este sujeto o si quiera estar a su lado. No lo conocía y no me sentía nada seguro en este auto, tan oscuro.

-Claro que lo eres. Sólo buscabas que te robaran.

-¿Robarme? -me reí ante su comentario. -Creo que hubiera decepcionado al ladrón y por lástima, capaz y me daba dinero a mí. -seguía riendo ante aquella situación irónica. Sé que no es momento para reír, pero simplemente tenía ganas. Dicen que cuando uno experimenta una escena de terror o de adrenalina, luego del shock te dan ganas de reír, yo no sabía el por qué, pero tal vez estaba pasando por una situación similar.

-Sí, eres un idiota. ¿Tu nombre? -escuché su voz.

-Kagami Taiga. -contesté, observándole mientras el mantenía su mirada fija en el camino. -¿Y el suyo es?

-Tigre, eh. Soy Aomine Daiki. -dijo, haciendo referencia al significado de mi nombre en inglés. -¿Eres nuevo aquí?

-Solo un par de semanas. -añadí.

-Bien, tigre. Estoy algo cansando y no pretendo ser tu guía turístico esta noche, así que dime a dónde te llevo.

-No me llames tigre, es Kagami Taiga, idiota. Hotel St. Andrew, en la quinta avenida, carrera ocho. -vi como tecleaba la dirección en el gps, que tenía el tablero del auto.

-Me dices idiota y yo fui el que te salve de amanecer despedazado bajo un puente. Malagradecido, el yankee. -me dijo, y esta vez me miró, arqueando una ceja.

-Sí, uhm. Lo que sea, gracias. -dije, apartando la mirada. -Un segundo, ¿cómo sabes que soy de América? -me giré de nuevo a verlo. Se burló de mí.

-El acento te delata, amigo. -dijo, mientras seguía conduciendo. -¿Qué haces en Londres?

-Nada que te importe, amigo. -dije secamente, mirando de nuevo por la ventana.

-Malagradecido y mal hablado, qué ejemplo de persona, ¿es que todos los americanos son así?

Solté un suspiro frustrado, este tío me estaba haciendo molestar. -Sólo no te interesa el por qué esté aquí.

-¿Eres modelo? -preguntó de nuevo, esto ya parecía un interrogatorio.

-No.

-¿Entonces que hacías en la galería?

-Bueno idiota, ya bájale a las preguntas, ¿quieres? -le dije, elevando un poco más el tono de lo que pretendía.

-Mira mocoso, no estés insultándome cuando te estoy haciendo un favor. No sé quién eres y lo menos que quiero es llevar a un asesino o lo que seas, en mi auto. -me miro seriamente.

-No soy un asesino, y no me digas mocoso.

-Y yo no te conozco, idiota. -dijo, tratando de imitar mi supuesto acento americano, aunque la verdad no pareciera. Aquí, el que tenía acento era él. Típico de británicos.

-Yo tampoco le conozco, el que debería de tener miedo soy yo. Apareció justo cuando un sujeto me perseguía, ¿cómo no sé que es su cómplice y ahora me está secuestrando? -le dije. Secuestro... Tengo que comenzar a borrar aquello de mi sistema.

Se estaba riendo. Ahora él se reía de mí.

-Oi, no es un chiste, es serio. No tengo nada que ofrecer de rescate.

Seguía riendo.

-Kagami, por ti lo que pediría serían los zapatos, y si acaso.

Este infeliz, se estaba burlando de mí.

-¿Qué tienen mis zapatos? Para su información, son unos Nike Jordan, air retro, edición especial.

-Lo sé, yo también tengo algunos pares de esos.

¿Algunos pares? Este chico debía estar nadando en dinero. Claro, no es como si su traje, el auto o el rolex que pude divisar en su mano, no me lo dijeran.

-Y bien, Kagami. Si no eres modelo, ¿qué hacías en la galería? No tienes cara de subastador.

-Deja de burlarte de mí, tengo suficiente dinero.

-Claro, ¿entonces que hacías caminando a esta hora en la calle? Podías simplemente llamar a un taxi.

-No tenía efectivo. -le mentí. Aunque por un lado era cierto, no tenía mucho efectivo, o dinero en general y no es como si lo quisiera gastar en un taxi.

-Eres malo para mentir, Kagami. -me dijo. Se giró a mirarme esta vez, pero le ignoré.

-Me importa poco lo que pienses. Además estaba en la galería por un amigo. Y tú, ¿qué hacías en la galería? -fue una pregunta muy idiota, pues, tenía rostro de que podía comprar un país si quería, así que uno de esos cuadros no le dejaría pobre. Como yo.

-No me interesa el arte en general, sólo fui porque, también me invitó Kise. -sentí un nudo en el estómago cuando dijo aquello. ¿Qué era esto?

Además, ¿qué haría en una galería si no le interesa el arte? Debía querer mucho a Kise... O tendría muchas ganas de follárselo.

Me dieron ganas de vomitar.

-¿Le conoces? -preguntó, sacándome de mis pensamientos.

-Ah, sí. Somos viejos amigos, lo conozco desde que estaba en América, fuimos juntos a la preparatoria. -ok, debía cerrar la boca, estaba dando mucha información.

-Uhm, ya veo. -añadió este. -Si eres amigo de Kise, entonces debes ser buena persona, ¿no?

-No soy un asesino, eso te lo puedo asegurar. Lo único que asesino, son hamburguesas. -mi comentario me causó gracia, ya que una pequeña risa se escuchó por lo bajo.

-Entonces, ¿no eres modelo?

-Tanto te gustan los modelos, ¿o qué carajo?

-No, y tú no tienes cara de eso.

-Y según tú, ¿de qué tengo cara? -le pregunté.

-De idiota. -me miró divertido. Y luego se giró de nuevo hacia la carretera.

-Sí, si, muy gracioso Aomine. -rodé mis ojos ante su comentario.

-Entonces Kagami, ¿qué te trajo a esta ciudad?

-Nada en especial, sólo comenzar de nuevo.

-¿Por qué querrías comenzar de nuevo? -su mirada seguía fija en el camino.

-Creo que ya le he dicho demasiado de mi por esta noche, cuando lo único que se de usted es su nombre.

-Y que soy amigo de Kise. -añadió.

-Y que es amigo se Kise. -rectifique.

-Además, no hay mucho que pueda contar de mí.

-Pues, algo debe haber. Por ejemplo, ¿a qué te dedicas? -le dije.

-Oh, créeme, no querrás saber.

¿Eh? ¿Por qué diría algo así? Este sujeto comenzó a asustarme, de nuevo.

-Qué dices, ¿eres un traficante o algo así? -traté de decirle en broma, pero creo que fue más serio para mí, de lo que pensé.

-Así es. Soy traficante de yankees recién llegados a Londres. Ya sabes, tienen un buen precio en el mercado asiático, y sobre todo los jóvenes pelirrojos.

-¡Idiota! -le solté, este me miro con una sonrisa ladina posándose en su rostro.

-Es broma, tigre. Deja de temblar.

-Yo no estoy temblando, idiota. -repetí de nuevo el insulto. Creo que me estaba acostumbrando a llamarle así, ese debería ser su nombre.


-Ya estamos llegando. -me dijo luego de un rato en silencio.

-Ah, sí. -bostecé, restregando un poco mis ojos, estaba comenzando a quedarme dormido. Mala idea Kagami, quedarse dormido en el auto de un extraño, mala idea.

Estacionó el auto en la entrada del hotel. Estaba a punto de bajarme, pero sería demasiado descortés con este tipo, a pesar de que no le conozco, se había tomado la molestia de traerme.

-Yo… uh –dude por un segundo, el que decirle.

-¿Tigre? –dijo, mirándome.

-¡Es Taiga! No soy un animal –gruñí.

-Gruñendo de esa manera, cualquiera lo dudaría. –volvía a burlarse de mí, comenzó a reírse. Este idiota.

-Sí, bueno. Lo que sea. Gracias por traerme y buenas noches. – tome la manija de la puerta, para abrirla, pero una mano se posó sobre mi hombro y me detuvo.

-¿Qué?

-Kagami. –me dijo, al fin usando un nombre, o al menos mi apellido. –Por lo visto eres nuevo, y no conoces nada acerca de este lugar. Pero –se detuvo, buscando algo en el bolsillo interno de su saco. Extrajo una tarjeta y me la tendió. –Ten, no te conozco lo suficiente, pero pareces buena persona. Si tienes algún problema, no dudes en contactarme. –me sonrió. No de manera burlesca o descarada, una sonrisa sincera.

Mierda.

Se veía bien con esa expresión en su rostro. Cálmate, Taiga.

-Ah… bue-bue-bueno, ¡gracias por todo! –tartamudeé un momento. Pude escuchar una risita baja. Tome la tarjeta y la guardé en el bolsillo trasero de mis vaqueros. –Bien, nos vemos. –Abrí la puerta y puse un pie fuera del auto.

-Nos vemos, tigre.

-Nos vemos, idiota. –le dedique una sonrisa triunfal, y cerré la puerta. Alejándome del auto, hacia la entrada del hotel.

Me giré por un momento, mientras veía como el auto negro se alejaba del lugar, dejándome solo en la puerta. Pudo divisar mejor el auto, se trataba de un deportivo. Un Ferrari para ser exactos. Joder, yo no sabía mucho de autos, pero aquel lucía simplemente costoso.

Me di la vuelta, encaminándome hacia el hotel. Abrí la puerta y entre en el lobby, era algo sencillo, nada lujoso. El hotel estaba bien ubicado y tenía buen precio, no era nada del otro mundo pero me dejaba pasar la noche.

-Buenas noches, habitación uno, cero, tres. –le dije a la recepcionista que estaba al otro lado del mostrador.

-¿Señor Kagami? –pregunto la recepcionista, una rubia en traje negro.

-Sí, soy yo.

-Lo lamento, no puedo dejarle acceder a la habitación.

-¿Qué? Pero, ¿Por qué? Es mi habitación.

-Lo era, hasta ayer por la tarde. La salida del hotel es a las 6 pm, además estaba en mora y debía cinco noches seguidas, me temo que no podre dejarlo entrar, a menos que pague su deuda.

-Pero, ¡esto tiene que ser una broma! Ahí están mis cosas. Voy a llamar a la policía, ¡no pueden sacarme así como así! –le grité furioso a la rubia. Ella solo me miraba impaciente.

-Señor Kagami, el que debería llamar a la policía seria el hotel. Pero para evitar malos inconvenientes, hemos esperado. Sus cosas fuera sacadas y ahora están en administración, si desea buscarlas, pague la deuda.

-Mira, rubia. Dame mis jodidas cosas y déjame entrar en la habitación. Pagaré la deuda luego. –le di un puño al mostrador, frustrado. Pero ella ni se inmutó.

-Señor, la respuesta es no. Cancele su deuda y podrá retirar sus cosas, hasta ahora se quedaran retenidas en la administración. Y si no va a cancelar, retírese y no me haga llamar a seguridad.

-¡¿Pero qué dices?! ¿A dónde se supone que me vaya a esta hora, sin mis cosas? Al menos déjeme pasar la noche, mañana temprano pagaré. –mentí, la verdad es que sabía la suma exacta de la deuda y aun no contaba con ese dinero.

-Hemos sido muy complacientes con usted, el plazo para pagar es de dos días, y usted ya lleva casi una semana. No hay más que hacer, pague o retírese. Y no alce la voz de nuevo, hay personas descansando. Sino, llamaré a seguridad. – me dedicó una mirada agria.

-¡Deme mis cosas ahora mismo! –le grité a la estúpida rubia.

-Señor, se lo advierto. –tomó el teléfono en sus manos. –No me haga llamar a seguridad. Pague y podrá retirar sus cosas, sino lárguese.

Suspiré frustrado, qué carajo iba a hacer. Apenas si tenía lo suficiente para comprar un hamburguesa, menos iba a tener para pagar la deuda.

-No… ¿no puedo dejar algo de…? –dije, bajé la mirada a mis zapatos. No mis queridos Jordan, era mi único par de estos. Pero… al menos debía servir para poder pasar la noche aquí y no debajo de un puente.

-Cheque, débito o efectivo. –me dijo sin más. Esa estúpida rubia, seguía sostenido el teléfono en la mano, sólo esperando que yo hiciera algo. Pero no le iba a dar el gusto de verme siendo arrastrado por dos guardias.

Abatido, me alejé de la recepción y me fui hacia uno de los sofás del lobby.

-No puede quedarse ahí toda le noche. –me dijo la rubia, a lo lejos.

-¡Soy voy a hacer una llamada! – Perra. Pero eso último no se lo dije. Me senté y saque mi celular, aún tenía un poco más de la mitad de batería. Me serviría para llamar a alguien.

Pero, ¿a quién llamaría? Pensé en las posibles opciones, dado que no conocía a nadie en Londres, apenas llevaba unas dos semanas en la ciudad.

Kise, lamento molestarte a estas horas, pero es una emergencia. Marqué su número.

No iba a pedirle dinero, ya me había ayudado lo suficiente estos días, solo le pediría asilo en su casa por un par de noches, mientras consigo el dinero.

Luego de seis tonos, escuche su voz: "En esto momento no puedo atender, ya sabes que hacer. Deja tu mensaje y llamaré~"

Corté la llamada antes de que sonara el tono. Joder, Kise. No me hagas esto, realmente te necesito ahora. Marqué de nuevo su número. Fue lo mismo que antes.

Trate de hablarle tres veces más, y caía el buzón. ¡Mierda! ¿Qué se supone que voy a hacer ahora? Podría llamar a Nijimura, y pedirle pasar una noche… apreciaba mucho mi culo, no quería unas muletas dentro de él. Mejor evitaba problemas con Haizaki.

Llamé de nuevo a Kise, pidiendo a Dios, Alá, Buda, alguna deidad que en este momento se apiadara de mí.

Nada, cayó el buzón de voz de nuevo.

-Señor. –me dijo la rubia, dándome una mirada helada. Más fría que un tempano de hielo. Joder. –Si no se retira ahora mismo, llamare a seguridad. Es su última oportunidad.

-Vale, vale… perra. –esta vez se lo dije. Me miró escandalizada, marcaba un número en el teléfono y yo salí corriendo del lugar. Sí, no fue mi mejor idea, pero realmente se lo merecía. Guardé mi teléfono y salí del lobby, dando un portazo.

Bien, ahora yacía en la entrada del hotel, a las –vi la hora en mi teléfono- dos y cuatro de la madrugada, la luna era mi compañera. Estaba haciendo más frio que antes, metí las manos en mis bolsillos traseros.

Sentí algo. ¿Qué era? Extraje lo que se encontraba en mi bolsillo trasero derecho, y ahí estaba. La tarjeta de presentación. Era negra, con letras plateadas que dejaban leer su nombre y un número de teléfono. En la esquina izquierda de la tarjeta estaba una pantera negra, su contorno delineado en el mismo plateado de las letras. ¿Qué significaba aquello?

"Si tienes algún problema, no dudes en contactarme."

Ni en un millón de años, Taiga. No conoces a este tipo y no sabes qué carajo es capaz de hacerte. Pero, necesitaba pasar la noche en algún lugar, ¿no?

Taiga, no. Suspiré frustrado, sacando el teléfono de mi bolsillo.

¡Ni se te ocurra Taiga! Inconscientemente –mentira- me encontraba marcando el número que estaba escrito en la tarjeta. Un tono, dos tonos, tres tonos.

¡Mierda, no! Yo no conozco a este tipo, cortaré la llamada.

Me despegué el teléfono de la oreja, iba a cortar la llamada pero una voz me detuvo.

-¿Aló?

Joder… ¿contesto o no? ¡¿Qué hago?!

-¿…?

-¿Quién es? –escuché la voz de Aomine.

-A-a- ¿Aomine? –dije, dudando por un segundo. Acerqué el teléfono a mi oreja.

-¿Tigre?

-¡Es Taiga! –escuché su risa del otro lado de la línea.

-Vale mocos, hace diez minutos que te dejé y ya estás llamando, ¿tanto me extrañas? –se burló. Ni quien quisiera, imbécil… sólo necesito un favor.

-Lo que sea. Yo… ¿puedo pedirte un favor? –pregunté, tratando de mantenerme sereno pero, joder con los nervios. Un huracán se encontraba haciendo de las suyas en mi estómago.

-¿Qué necesitas? –dijo, cambiando el tono de voz. Sonaba más serio que antes.

-Veras… yo… - Yo no debería decirle.


-¿Tienes frio? Puedo encender la calefacción, si quieres. –me dijo, mientras veía como me frotaba las manos, tratando de calentarme.

-Está bien. –le dije.

Realmente no entiendo por qué termine aquí. Yo no debía estar en su auto, yo no debía encontrarme a su lado, rumbo a su casa.

-Solo será una noche. Mañana temprano hablare con Kise. Disculpa la molestia.

-No hay problema, tomate tu tiempo. Pero, ¿Cómo harás con tus cosas? –me preguntó, mirando el camino mientras conducía.

-Bueno, lo más importante, que es mi pasaporte y el dinero, están en mi cartera. Lo demás es ropas, supongo que cuando pague la deuda, podré retirarlas.

-Ya veo. -

Yo no quería molestarlo, ni tampoco le iba a pedir dinero. Cuando le llamé para explicarle que me había pasado, sólo me dijo:

-En cinco minutos estoy ahí. Espérame, Kagami.

Y en cinco minutos, había llegado a la entrada del hotel. No es la mejor decisión que pude haber tomado, pero no quería permanecer solo en la calle, menos en aquellas horas. Y peor, luego de lo que había pasado con el sujeto de negro.

Además de que ir a su casa, no era el mejor plan de todos. No sabía si vivía con su familia, con alguna pareja o algo por el estilo. Y no creo que recibirían muy bien a un desconocido a estas horas.

Me recosté en el asiento, mirando por la ventana.

El viaje transcurrió en silencio, luego de unos pocos minutos llegamos a la entrada de unos edificios. Al parecer vivía cerca del hotel.

Se inclinó buscando algo en la guantera, sacó un pequeño control remoto y lo apretó, apuntando hacia el portón que estaba delante de nosotros. Este comenzó a deslizarse hacia un lado, permitiéndonos el paso.

Entramos, en lo que parecía ser un conjunto residencial. Consistía en dos edificios, todos de cristal en el exterior. Eran altos y se alzaban imponentes sobre nosotros. Siguió conduciendo hasta llegar a un estacionamiento subterráneo.

Estacionó el auto, entre dos camionetas negras. Apagó el auto y se quitó el cinturón. Abrió su puerta y se giró a mirarme.

-No piensas bajarte, ¿o es que vas a pasar la noche aquí? –arqueó una ceja.

Me quite el cinturón, abrí la puerta y me bajé del auto. Él se encontraba recostado sobre la maleta.

-Vamos. –dijo, y comenzó a andar. Subimos a un ascensor, vi que introdujo una tarjeta en el tablero del ascensor, marcando el último piso. "PH"

Y así, el ascensor comenzó a andar. Me recosté sobre el espejo que estaba detrás de mí, y cerré lo ojos. Mientras el ascensor subía, piso por piso.

Finalmente llegamos, y el ascensor se abrió, dejando a la vista un pasillo blanco, con una puerta negra al fondo.

Aomine, que antes se encontraba viendo su teléfono, lo guardó y salió, dejándome atrás.

Abrió la puerta y se fue adentro.

-Per-permiso… -susurré a la estancia vacía. No pude divisar a nadie, ni a Aomine. Solo pude observar la inmensa sala que se encontraba delante de mí.

Y si antes pensaba que el tipo tenía dinero, ahora, esto lo confirmaba. No es como si antes no hubiera visto lujos, pero esto debía ser una broma. El pent-house era de dos pisos. Entré, viendo a mi izquierda la sala de estar, todo aquello parecía salido de una revista de decoración.

Todo tan delicado y caro. Que te daba pavor tocarlo, por miedo a que se rompiera. Y si aún no podía pagar una deuda de un hotel barato, mucho menos iba a poder pagar algo de aquel departamento.

Me reí ante mis pensamientos.

-Kagami, por aquí. –dijo Aomine, saliendo detrás del mostrador de lo que parecía ser la cocina, no llevaba su saco, solo su camisa de vestir azul. Y en la mano, un vaso de alguna bebida, a la cual le dio un sorbo.

-Eh, ¿no hay nadie en casa? –caminé, acercándome a la barra.

-Vivo solo. –fue su única respuesta.

-Ah… vale. –me rasqué la nuca, nervioso. Estábamos solos en aquella gigante "casa". El huracán volvía a mi estómago.

-¿Quieres un trago? –me dijo, tintineando su vaso de cristal.

-Gracias, pero paso. Ya tomé lo suficiente esta noche. –mentí, solo había bebido como dos copas de champaña en la galería. La verdad es que no soy amigo del licor.

-Vamos, te mostrare tu habitación. –se alejó, dejando el vaso en la barra, y comenzó a andar hacia las escalera. Yo solo lo seguí como un perrito.

Qué idiota eres, Taiga.

Subimos las escaleras, pasábamos por un pasillo y se detuvo. Abrió la puerta, y se adentró en la habitación.

Y aquella, como el resto de la casa, tenía que ser exorbitantemente lujosa. Una cama King-size, con sabanas negras, tenía un escritorio, una mesa color caoba auxiliar. En frente de la cama había dos sofás negros, con una mesa de centro y una gigante pantalla plana, sobre la chimenea, que se encontraba empotrada a la pared. Pude ver también otra puerta –me imagino seria el baño- y un vestier.

-¿Esta es mi habitación? –le pregunté, mientras recorría la estancia.

-No, es la mía. Te traje para que duermas conmigo. –me dijo, serio.

-¡¿Estas demente?! Debes estar bromeando, ¡idiota! –lo tomé por el cuello de la camisa, destrozándolo con la mirada.

El comenzó a reír. ¿Qué coño? Apreté mi agarre en el cuello de su camisa, alzándolo del suelo.

-Cálmate Tigre, es una broma. –se seguía riendo. De un tirón se soltó de mi agarre. –Esta es la habitación de huéspedes. Y sí, será solo tuya. –me miraba con una mueca de diversión.

-Idiota, eso no fue divertido. –le dije, furioso.

-Para mí sí, fue divertido hacerte enojar, Ti- le corté.

-¡Que no me digas tigre! –lo miré de nuevo, fulminándolo. Ok, esa puta broma no me hizo nada de gracia, quería acuchillarlo.

-Vale, Kagami. Y ya mejor deja de gritar. Con esos gritos vas a despertar a todo el edificio. –se alejó de mí.

-Lo que sea. No te metas conmigo. –le dije, ignorándolo. Me senté en el borde de la cama.

-Bueno, me iré a dormir. Pero antes –se recostó en al marco de la puerta- Kagami, ¿necesitas dinero? –preguntó.

-No… no es su problema. –lo miré serio. Lo menos que quería es que tuviera lástima de mí, y tampoco quería su dinero. De ninguna manera.

-Claro, ¿y cómo piensas pagar la deuda del hotel?

-Eso tampoco es su problema.

-Deja de ser tan terco. Podrás ser un tigre, pero pareces una mula. –dijo.

-¡Oi!

-Yo podría darte el dinero. –habló de nuevo, cruzándose de brazos.

-No podría aceptar su dinero gratis. Yo traba- me cortó.

-¿Quién dijo que sería gratis? –arqueó la ceja, me miraba divertido. –Te lo daría. Lo suficiente como para pagar tu deuda, e incluso alquilarte un departamento. Pero, tendrías que hacer algo para mí.

¿Estaba bromeando de nuevo, o era en serio? Si necesitaba el dinero… demasiado, pero-

-¿Qué quieres? –le dije, seriamente. Si me daría aquella suma de dinero, seguramente debía ser algo serio. Pero jamás me imagine su respuesta.

-Baila, Taiga. –dijo mi nombre. No "Tigre", ni Kagami, solo mi nombre.

-¿Qué? –aquello no era cierto. No podía.

-Que bailes para mí. –soltó la bomba y se giró, dándome la espalda. –Piénsalo, hablamos por la mañana. Buenas noches. –cerró la puerta y se fue.

Se fue, dejándome solo con mis pensamientos. Su propuesta me había dejado tabtan desconcertado, que no pude decirle nada. Y me lo pregunté de nuevo.

¿Aquello era en serio? ¿Qué tan demente podría estar, para querer verme bailando? Tal vez fuera otra broma para hacerme enojar, pero, parecía más serio que antes cuando lo dijo.

Me quité los zapatos y la chaqueta, acostándome en la cama. Estaba cansando, la noche había sido larga, muy larga. Viendo un cuadro mío –casi desnudo-, luego ser casi asesinado o secuestrado, un extraño me salvó, me botaron del hotel, me fui a casa del extraño.

Sí, todo aquello parecía una broma de muy mal gusto, pero estaba jodidamente cansado y quería dormir. Aquella cama era cómoda, debía admitirlo.

Pero antes, le enviaré un mensaje a Kise.

Debía decirle en donde estaba, al menos si amanecía muerto, sabrían quién fue el culpable.

Muerto.

Yo no… él sí.

Me tapé el rostro con una almohada, y la abracé fuertemente. Los fantasmas del pasado me invadieron de nuevo, aunque no es como si alguna vez me hubieran abandonado.

Recordé su rostro, y el dolor. El dolor. ¿Por qué él y no yo?

Recuerdo que sus lágrimas caían, gritaba mi nombre. Él sonreía ladinamente, como un bastardo vanagloriándose con todo lo que hacía.

La impotencia me invadía. La culpa. Yo no pude hacer nada.

Mamá.

Tetsuya.

Apreté la almohada, como si pudiera asfixiar todo mi dolor en ella, pero era imposible, este no se iría.

Pero él si se fue, Taiga.

Solté la almohada, tratando de respirar un poco. ¿Qué estaba haciendo con mi vida?

Rodé sobre la cama, encontrado una posición cómoda para tratar de dormir un poco. Esto no olía a mi cama, no olía a mi hogar… No olía a él.

Trate de dormir pero, la verdad era otra. Hacía dos meses que no recordaba que era "dormir".


Me desperté, estrujando mis ojos. El resplandor de la luz del sol se colaba a través de la ventana, iluminando toda la habitación. Las cortinas estaban recogidas y permitían el paso de la luz.

No recuerdo que estuvieran recogidas anoche.

Bostecé, estirándome a lo largo de la gran cama. Estiré mi mano hasta alcanzar mi teléfono en la mesita que estaba al lado de la cama.

Eran las dos de la tarde. La última vez que había visto la hora antes de dormir, eran las cinco de la madrugada. Supongo que si pude descansar por unas horas.

Para mi suerte, la noche pasada no se presentaron pesadillas agobiantes… por ahora.

Miré la pantalla y no tenía ningún mensaje nuevo o al menos una llamada, Kise no me había respondido. Vi el mensaje, y al parecer si lo había leído.

Para: Ryouta Kise.

De: Kagami.

Asunto: Emergencia.

Sab, 07 de Noviembre. 03:05 am.

Yo, Kise. Pasaré la noche en casa de Aomine. Llámame cuando puedas, es una emergencia.

¿Tal vez le había pasado algo?

Revolví las sabanas y me paré de la cama. Necesitaba ir al baño.

Abrí la puerta del baño y encendí la luz. Como era de esperarse, el baño era gigante. Casi tan grande como la habitación del hotel en el que me hospedaba. Claro, hasta que me echaron.

Divise mi reflejo en el espejo. Y yo estaba como suponía, hecho una mierda. Tenía bolsas bajo mis ojos y un montón de lagañas. Bostecé, y abrí el grifo, tomé agua en mis manos y enjuagué mi rostro. Estaba fría, muy fría.

Me estremecí ante el contacto con el agua.

A mi lado se encontraba un cepillo de dientes y una pasta dental, una toalla blanca. Y a su lado lo que parecía ser una muda de ropa en una bolsa.

¿Esto era para mí?

El cepillo y la pasta estaban sellados, aún nuevos.

Uhm, supongo que si era para mí. Me quité la ropa y la hice a un lado. Abrí la ducha para preparar el baño.

Tomé el cepillo y la pasta y entré en la ducha.

Luego de tomar un baño, me vestí. Salí de la habitación, pero no vi a nadie. Bajé las escaleras hacia la planta baja, tampoco vi a nadie.

-¡Buenos días! -dijo una voz cantarina, haciendo que me exaltara en medio de la escalera. Baje al primer piso y divise de dónde provenía la voz.

-Quiero decir, ¡buenas tardes! Usted debe ser el señor Kagami, ¿cierto? -una mujer, pelirrosa, de tez blanca se acercó a mí, llevaba el cabello recogido en una coleta, usaba un traje blanco y negro, con un delantal a cuadros sobre este. Una mirada cálida cargada en sus ojos, me relajé por un momento, no parecía mala persona.

-Yo... Uhm, ¿buenas tardes?

-Oh, lo siento. Momoi para servirle. -se inclinó, haciendo una reverencia.

-Ah, no te disculpes. -la tome por los hombros. -Está bien. -Sonreí.

-¿Le gustaría comer algo? -se alejó de mí y se fue hacia la cocina.

La verdad es que moría de hambre, y el gruñido de mi estómago contestó por mí.

Momoi rió. -Tomaré eso como un sí. Por favor, tome asiento. -dijo, señalando la barra.

Me senté en unos de los taburetes que estaban al frente, mientras la veía abrir la nevera y sacar cosas.

La estancia se veía más iluminada que antes. Todo lucía en perfecto orden.

No pude ver a Aomine por ningún lado. Tampoco es como si quería verle... Recordé su propuesta de anoche.

-Tenga. -dijo la chica, posando una taza de café frente a mí.

-Ah, gracias. -tomé la taza entre mis manos, olía bien. -Por cierto, gracias por las ropas y eso.

-No, no. Eso es obra del señor Daiki, yo sólo me encargue de dejarla en su habitación. Y lamento lo de las cortinas, pero el señor me ordenó recogerlas si pasaban las doce del mediodía y usted aún no despertaba.

-No es problema. -le di un sorbo a la taza de café. Momoi me guiño un ojo, y se giró hacía la cocina de nuevo.

-Y... ¿dónde está Aomine? -dude por un momento, y pregunté.

Ella se rió por un momento. -El señor Daiki está trabajando, debe regresar a eso de las 6 de la tarde.

Miré el reloj que estaba sobre la nevera, aún faltaban tres horas para que llegara.

-Señor Kagami, ¿algo en particular que desee para comer? -me preguntó.

-No me digas señor, sólo con Kagami estará bien. Y nada en especial, sorpréndeme, Momoi. -ahora fui yo quién le guiño un ojo.

Ella se dispuso a seguir cocinando.

Terminé mi taza de café y me dispuse a llevarla al fregadero, pero la pelirrosa me detuvo.

-No, por favor. Yo me encargo Kagami. -me sonrió, quitándome la taza de las manos. -Aún falta un poco más para que esté listo, puede esperar viendo tv en la sala, o puede ir a la biblioteca, yo le llamaré cuando este todo listo.

-Me quedaré aquí abajo. -añadí, mientras me iba hacia la sala. Me senté en uno de los sofás que estaban frente a la pantalla plana. Busqué algún control, pero no divisé ninguno.

-Eh, ¿Momoi? -me iré a verla.

-Sólo diga, "turn on", fuerte y claro. -respondió, dándome la espalda, mientras pelaba algún vegetal.

-Turn on. -dije.

Bienvenido señor Daiki, no tiene ninguna actividad programada para grabar, ¿qué canal desea ver?

-Joder, ¡el puto televisor ha hablado! -grité, para mí. Pero lo había dicho en voz alta, y ahora Momoi se reía desde la cocina.

-Si desea jugar con alguna consola, sólo diga el nombre. Los mandos se encuentran en la parte de abajo de la mesa central. -dijo la pelirrosa.

-Xbox. -pronuncie.

Secuencia activada. Xbox one. Mostrando lista de juegos.

La pantalla cambió, llevándome al menú de la xbox, un stand se levantó, dejando a la vista la consola y el sensor.

Busque en la mesa que estaba frente a mi uno de los mandos. Seleccioné un juego de acción que me gustaba, y había jugado un par de veces cuando tenía mi consola.

-Esta casa es jodidamente genial. -pensé, pero para mí mala suerte, volví a abrir la boca y Momoi me escuchó.

Seguía riendo en la cocina.

Se acercó a mí y trajo una bebida. La dejo en la mesa que estaba al frente.

-Me alegro que esté a gusto, es extraño tener visitas por aquí, la casa se siente muy sola. -dijo con algo de, ¿nostalgia? Se alejó, dejándome sólo con mi juego.

Y con la pantalla que habla.

Me olvidé de todo por un rato, de mi mierda, de todo lo que paso, de que Kise no me había respondido, del hecho que tenía una deuda que pagar y estaba en casa de un total extraño. De todo. Sumergiéndome sólo en el juego.

Hasta que Momoi me sacó de mis fantasías y me llamó para que fuera a comer.

Y me había gustado. Deleitado. Aquella estaba jodidamente bueno. Hacía días que no tenía una comida decente, y esta me había gustado.

Filete de ternera, arroz, papas, ensalada. Y postre, pie de manzana. Aquella mujer cocinaba como una diosa. Le agradecí por la comida, y ella me regalo una sonrisa.

Me ofrecí a lavar los trastos, pero ella se negó rotundamente, alegando que ese era su trabajo y que fuera a descansar.

Vi la hora, y ya eran pasadas las cinco, pronto Aomine llegaría.

Me fui de nuevo a la sala y me acosté en el sofá.

¿Qué hacía yo aquí?

Se supone que solo me quedaría una noche y luego me iría. Pero aquí estaba yo, acostado en el sofá, sin ganas de moverme.

Estaba relajado, y hacía tiempo que no me sentía tan bien. Todo estaba en calma en este lugar. Cerré los ojos y respiré profundo.

Todo estaba bien, aquella era una bonita realidad a la cual yo no estaba destinado, así que trataría de disfrutar esta calma un poco más.

Y sin darme cuenta, había caído en los brazos de Morfeo.

Sin darme cuenta, Momoi había extendido las cortinas y encendió las luces. Sin darme cuenta, me había colocado una manta encima y se había ido de la casa.

Y sin darme cuenta, alguien me estaba observando...


Me removí en el sofá, la luz de la lámpara que estaba en la mesa auxiliar me estaba incomodando, sentía que iluminaba nada más que mi cabeza. El resplandor era molesto.

Trate de taparme el rostro con la manta, pero era muy corta, así que cuando la subí, dejo al descubierto mis pies, y yo tenía frio.

Gruñí frustrado. La manta estaba calientita y no quería moverme de aquí.

Escuche una risita por lo bajo. Tal vez era Momoi.

¿Qué hora seria?

Alguien jugueteaba con mis cabellos, su mano posada en mi cabeza. Se sentía bien, aquel tacto, aquel gesto agradable. Sonreí, hundiéndome más en el sofá.

Manos grandes, eran calientes. Un momento, esa no parecían las manos de una mujer. ¿Momoi?

Comenzó a revolver mi cabello como si fuera un cachorro. Gruñí ante el gesto, se sentía bien.

Escuche una risita de nuevo.

Esa no parecía la risa de Momoi, ni siquiera la risa de una mujer.

Baje la manta un poco más, descubriendo mis ojos. Los abrí, y la imagen que me recibió fue desconcertante.

La habitación estaba a oscuras, nada más que por algunas luces encendidas. Aomine tenía su rostro apoyado en el borde superior del sofá. Sus ojos azules me observaban.

Su mano era la que se posaba sobre mi cabeza. Una mueca de diversión en su boca.

-¡¿Qué carajos?! –me levante de golpe, soltándome de un manotazo. Pero para mí mala suerte, cuando levante la cabeza me golpee con la lámpara que estaba en la mesa auxiliar.

Puta lámpara.

Y para armar el combo, me enrede entre la manta y los cojines del sofá, caí. Y ahora yacía con mi cabeza en el suelo y las piernas en el sofá.

Aomine reía. Ya no era la risita baja de antes. Ahora se carcajeaba, fuerte y estridente, doblándose de la risa, mientras se abrazaba el estómago.

Suspire. Este idiota.

Trate de levantarme, pero solo logre que una pila de cojines que estaban amontonados en mis pies, cayera sobre mi cabeza. Me deje caer no de nuevo en el suelo.

-Oi.

Las risas cesaron por un instante.

-Vaya manera de dormir. –arqueo una ceja, mientras me veía tendido sobre el suelo.

-Lo que sea. –me tendió una mano, ayudándome a levantarme. Me incorpore de nuevo y me senté en el sofá. Aomine se sentó a mi lado. -¿Qué horas son?

-Son las ocho de la noche. Has pasado todo el día durmiendo, que morsa. –se burló de mí.

-No es cierto, solo he dormido… un poco. –No era cierto, desde que llegue a su casa lo único que había hecho era dormir, aparte de jugar un rato en la consola y comer, todo el resto del de día me la había pasado durmiendo. Y eso era extraño, en ocasiones no podía ni pegar un ojo en más de doce horas. Y aquí podía dormir más de doce horas.

La verdad es que, su casa era agradable. Pero no podía admitirlo, aquello era muy embarazoso, además que yo tuve que haberme ido hace horas del lugar.

-¿Disfrutas la estadía? –me miraba.

-Eh, ¿sí?

-Mocoso. –se rio, me removió los cabellos con su mano. Su tacto se sentía bien. Joder, yo me estaba sonrojando. Lo aparte de un zape.

-No hagas eso. –dije, mirando hacia otro lado. – ¿Y Momoi?

-Hace rato que se fue. –estiro sus brazos en el respaldo del sofá.

-Ya veo. ¿Dónde estabas?

-¿Interesado, Tigre?

-Que no me digas así, idiota. –le di un puño en el pecho, pero no de verdad. Solo fue en broma. El hizo un gesto como si le hubiera dolido. Llevándose las manos al pecho.

-Ay, que dolor… Yo te dejo quedarte en mi casa, ¿y así me pagas?

-No seas idiota. Ay pero que digo, si eso es lo que eres. –arqueo una ceja. Me revolvió el pelo, despeinándome más de lo que estaba, y se paró del sofá.

-¿Ya cenaste? –pregunto, mientras se alejaba de la sala.

-No. –susurre por lo bajo, pero el por lo visto me escucho.

-Momoi dejo algo listo para la cena, lo calentare. –dijo, dándome la espalda, mientras abría la nevera.

-No es necesario. –me puse de pie. –Yo, me iré. No debería ya estar aquí.

Esta vez sí se giró a mirarme. -¿Ah, sí? Y a donde se supone que piensa ir, si mal no recuerdo no tienes ni un centavo.

-¡Oi! Yo… yo tengo algo de dinero.

-Vale, la puerta está abierta. –señalo la entrada. -Solo te diré que hay una tormenta, si quieres congelarte bajo un puente, es tu problema. –se encogió se hombros, y me dio la espalda.

Fui hacia la ventana y moví la cortina, y era cierto. Parecía que el cielo se estuviera cayendo. Llovía a cantaros, y uno que otro relámpago se podía divisar a los lejos. Bueno, supongo que una noche más no me haría daño, ¿no?

-Pues, creo que… me quedare. –me rasque la nuca. Cerré la cortina.

-Vale. –fue lo único que dijo. Me acerque hacia la barra de la cocina, y me senté en unos de los taburetes altos.

Vi que llevaba un plato plástico con algo dentro y lo colocaba en el horno, marcando unos números. ¿Estaba bromeando, cierto?

-Oí, ¿estás loco? Como vas a poner eso en el horno, se va a derretir.

-¿Eh? –me pare del taburete y fui a la cocina.

-¿Qué es esto? –me puse a su lado y abrí otro envase.

-Creo que son unos filetes, y algo de arroz y…-

-Mira, si quieres calentar el arroz en el microondas, colócalo en un plato. Saca los filetes del envase y colócalos en una bandeja con el horno precalentando, o caliéntalos a la parrilla.

-¿…? –me miro como si hablara en otro idioma.

-¿Sabes si quiera usar la cocina? –arquee una ceja roja. Dejo las cosas en el mesón de la cocina, y se dirigió a la nevera. Saco una botella de vino y se sirvió una copa.

-Mira chico, todo tuyo. –dijo, señalando la cocina, y se fue a sentar en el taburete donde yo estaba antes.

Él me había dejado quedarme en su casa, supongo que hacer algo por el no estaría de más.

Ya sabía cómo cocinar así que fue fácil usar el horno, o eso creo, aunque tenía tantos botones que juro me volvería loco.

Prepare todas las cosas y me gire a verlo.

-¿Comes ensalada? –el solo asintió. Me dirigí a la nevera a buscar ingredientes para preparar algo.

Tome uno de los delantales que estaban colgados a un lado de la cocina.

Y mientras cocinaba, el solo me observaba, tomando su copa de vino.

Una vez terminado todo, él había preparado la mesa. Lleve los platos hacia la barra de la cocina y me senté a su lado.

-Buen provecho.

-Igualmente. ¿Vino? –me pregunto. Asentí.

La cena trascurrió en silencio, cada uno en lo suyo, concentrados en nuestros platos.

Ya estaba terminando de cenar, y él fue el primero en romper en silencio.

-Me gusto la ensalada, ¿Qué era el aderezo? –me miro, tomando su copa.

-No mucho, solo es mi aderezo secreto. –le guiñe un ojo. ¿Eh? Que estaba haciendo…

Él se rio. –Pues, estaba muy bueno. Para ser un idiota, sabes cocinar.

-Gracias. Y el no saber cocinar, complementa tu idiotez. –le sonreí, y me pare recogiendo los platos.

Aomine me detuvo. –No es necesario, Momoi puede encargarse de eso en la mañana.

-No. Ya ha hecho mucho por mí, no le daré mas trabajo. –me solté de su agarre, y lleve los platos al fregadero. No dijo nada más, sirvió otra copa de vino para él y para mí y se fue a sentar en la sala.

Termine de lavar los platos y me ubique a su lado.

-¿Momoi es tu familiar? –le pregunte, aunque la respuesta era algo obvia. Solo estaba buscando algún tema de conversación.

-Turn on. –pronuncio, y la televisión se encendió. Como era de esperarse, hablo. El tecleo algo en su teléfono y una música se comenzó a reproducir por los parlantes que estaban conectados a la pantalla. –No, es solo la señora del servicio. Pero pasa tanto tiempo aquí que supongo es como mi familia.

-¿Tienes familia? –le di un sorbo a mi copa de vino.

-No. –solo dijo eso. Supongo que no quería hablar del tema. La voz de un hombre se escuchaba por los parlantes, inundando la estancia. No reconocí la canción, pero Aomine la estaba tarareando. (Seven deadly sins/ Man with a mission)

The pain and the pleasure all come together,

There's no reason why

I got my demons, they don't know

I'm fierce enough to let them go

Me reí ante la ironía de la letra. Sí, yo tenía mis demonios, y estaba luchando por mantenerlos al margen, antes de que acabaran conmigo.

-El placer y el dolor, siempre vienen de la mano. –Aomine me miro.

-Creo que yo lo sé más que nadie.

-¿Por qué lo dices? –pregunto. Sus ojos azul tormenta, observándome.

-No… no podría decirlo. –baje la mirada a la copa que tenía en mis manos. Junte mis pies, el piso estaba helado y por alguna razón aún seguía descalzo.

-Encenderé la calefacción. –dejo la copa en la mesa del centro, y se alejó. Dejándome de nuevo solo, con mi copa, mis pensamientos, y la canción que habla de demonios, placer y dolor.

Vaya gran mierda.

Regreso, con unas pantuflas en la mano. Las deposito en el suelo frente a mí, y tomo su lugar a mi lado.

La canción termino, comenzando otra. Esta vez era una mujer, con una voz más cálida, hablando cosas sobre un corazón que late y el amor. Lo que sea.

Me coloque las pantuflas.

-Kagami, ¿Qué edad tienes? –su mirada estaba de vuelta.

-¿Eh?

-Anoche dijiste que ya habías dicho mucho sobre ti, hoy no he preguntado nada. Ahora sí, responde. –tomo su copa.

-Si jugaremos esto, entonces usted también debe responder. –me tumbe sobre el sofá y tome la copa.

-Vale.

-Tengo veintiún años. ¿Tu? –le di un trago a la copa.

-Veintisiete. ¿A qué te dedicabas en América? –dijo.

-No eres tan mayor, no me digas entonces mocoso. –bufe.

-Solo responde, mocoso.

Lo mire de mala gana. -Iba a la universidad y jugaba básquet. ¿A qué te dedicas? –bebí lo último que quedaba en mi copa. Tome la botella que estaba en la mesa central y me serví otra copa.

-Tengo una empresa de seguridad, Kagami. Sirve para mí. –dejo su copa al lado de la mía.

-¿De qué se encarga exactamente? –le pregunte, dándole su copa.

-No. Es mi turno de preguntar. –una mueca de diversión se hizo presente en su rostro.

-Eh, vale… -

-¿Te has acostado con Kise? –casi escupo el vino.

-¡¿Qué?! –se rio.

-Solo contesta Kagami, yo sé que Kise es homosexual, pero-

-No, ¡No! Joder, solo somos amigos. Sin nada de beneficios, es como un hermano. –lo mire con el ceño fruncido.

-Los hermanos pueden cometer incesto. –arqueo una ceja.

-Yo no soy de esos, idiota. –rodé los ojos. Me dio una palmadita en la cabeza.

-Te creeré, mocoso. Te toca. –se había acercado a mí. Me aleje un poco, estaba muy cerca y eso, no era bueno.

-¿De dónde conoces a Kise? –pude haber preguntado una y un millón de cosas, pero esa salió de mi boca sin siquiera pensarlo.

-En una fiesta, mi empresa le ofrecía servicios a uno de sus amigos modelos. –se estiro en el sofá.

-¿Es algo así como guardaespaldas?

-Eh, es mi turno. –rodé los ojos. El y su manía de respetar los turnos. Clavo su mirada azul en mí.

-¿Has pensando en mi propuesta de anoche?

¿Eh?

-Kagami… -

-Eso, ¿era en serio? –pregunte. No lo había pensado, y yo no aceptaría. No puedo.

-Por supuesto, yo no suelo bromear. Como tú. –se acercó de nuevo.

-Oi.

-Kagami, necesitas el dinero. –acerco su rostro. Trate de alejarme, pero ya estaba prácticamente sobre él apoya brazos del sofá. –Yo podría dártelo.

-No, no puedo hacer eso… -se acercó más, su rostro a escasos centímetros del mío. Sentía su respiración, una mano se posó en mi mejilla. Cerré los ojos ante el contacto.

Y en un segundo, él ya se había alejado.

-No voy a tocarte. –se acercó de nuevo, como si fuera a besarme. De nuevo se alejó.

-No voy a besarte. No voy a hacerte nada que no desees, solo quiero verte, Kagami. –su mirada profunda, me recorría. Siguiendo cada gesto o acción que hacía. –Kagami…-

-Yo… no lo sé.

Se rio por lo bajo, termino su copa y se acercó a la mesa a servirse otra. –Solo tú lo sabes. –dijo.

Solo sería un baile, ¿cierto?

Yo necesitaba el dinero. Además, no me haría nada.

Ya me habían visto casi desnudo en un cuadro. Esta vez, solo él iba a verme, eso no me mataría. ¿Cierto?

Porque me estoy preguntando tantas cosas, joder. Tome de un solo trago lo que quedaba en mi copa. Realmente no recuerdo cuantas llevaba. Deje la copa en la mesa del centro y lleve mi mirada hacia él.

-Lo hare. –abrió sus ojos con sorpresa. Pero se recompuso, un destello de diversión paso por sus ojos, o solo fue mi imaginación.

-¿De verdad?

-Solo… solo será para usted. Nada más. –lo mire, firme ante mis palabras. Pero estaba nervioso, y mi amigo el huracán hacía de las suyas en mi estómago.

-Está bien. Sígueme. –dejo la copa en la mesa, se levantó del sofá y comenzó a andar hacia las escaleras.

Me levante y lo seguí escaleras arriba. Estaba algo mareado, debía ser producto de los nervios… o del alcohol.

Avanzamos por el pasillo y pasamos más allá de mi habitación. Una puerta negra en el fondo. Él se detuvo y abrió la puerta.

-Adelante. –me dijo.

Sentía que estaba sudando, ¿realmente iba a hacer esto? ¿Qué tan loco podía estar? Joder, joder. Taiga, respira. No hice nada, solo estaba ahí parado. Sentí como una mano se posó en mi hombro.

-No voy a hacerte daño, Taiga. –dijo mi nombre. Una sonrisa.

Creo que eso me calmo un poco.


Entre a la habitación y todo estaba a oscuras, solo la luz de la luna filtrándose por la ventana.

Una puerta se cerró tras de mí.

Las luces se encendieron iluminando la habitación. Aomine apoyando su cabeza en mi hombro. La habitación era casi igual en la que me estaba quedando. Pero la paredes estaban pintadas de un azul oscuro intenso.

Como sus ojos.

-¿Ves esa mesa en frente del sofá? Súbete. –se alejó de mí, vi que iba hacia la cómoda.

¿Qué?

-Pe-pe-pero yo-

-Es de hierro forjado, no se romperá. –su risita no se hizo esperar.

Trague fuerte, me encamine hacia el sofá. Me quite las pantuflas, pero no me subí a la mesa. Busque a Aomine con la mirada, abrió la gaveta del escritorio buscando algo.

Saco su iPod. Conectándolo a una base que estaba al lado que estaba al lado de la pantalla plana.

Si, esta casa estaba llena de pantallas de plasma gigantes.

Una música comenzó a sonar. La voz de una mujer se hizo presente. Se acercó a mí y me tomo la muñeca.

-Kagami, sube. –dijo, sonando más como una orden. Me miraba.

Me solté de su agarre y, tambaleante, subí a la mesa. Era amplia. Ahora yo estaba arriba y parecía una especie de escenario.

La superficie estaba fría.

Aomine tomo asiento en el sofá que estaba al frente de la mesa. Él estaba abajo, yo arriba. Estaba nervioso y busque otra cosa con la mirada, algo que pudiera distraerme.

-Kagami. –me llamo. Pero lo ignore. –Kagami. –dijo de nuevo, pero no lo mire.

-Kagami. –dijo por tercera vez. Estaba nervioso y no quería encontrarme con sus ojos.

Sentí un tirón en mi camiseta.

-Hey, ¿Qué crees que vas a hacer ahí arriba? –se había parado del sofá y ahora estaba delante de mí.

-Ya.

-¿Ya, qué? –

-Está bien, está bien. –suspire. Yo sabía a lo que iba. –Siéntate y… ¿disfruta? –balbuceé, dudoso.

Se rio. -¿Lo estás diciendo o preguntando? –se sentó en el sofá.

-Lo que sea. –iba a quitarme la camisa, pero me regaño.

-Kagami, hazlo bien. –su mirada azul clavada en mí.

¿Por qué yo? Quiero decir, una chica pudiera bailarle pero, ¿por qué yo? ¿Por qué un hombre? ¿Era gay? ¿Sería un fetichista? Divagaba en mis preguntas. El me miro… ¿Molesto?

Trate de concentrarme en la canción que estaba sonando, para distraerme un momento.

La vida se estaba riendo en mi cara, o Aomine lo estaba haciendo. Yo conocía esa canción. Y creo que su letra describía perfectamente lo que iba a hacer. Lo mire por un segundo y esa sonrisa descarda que llevaba puesta, sabía lo que estaba pensando. (Work/ Iggy Azalea)

-Idiota…-susurré.

No money, no family (Sin dinero, sin familia)
Sixteen in the middle of Miami (Dieciséis en el medio de Miami)

Claro, no tenía dinero ni familia. Solo que yo estaba en Londres. Comencé a moverme lento, tratando de seguir el ritmo de la canción.

Tome mi camiseta por el dobladillo inferior, con ambas manos. La subí lentamente, mientras me balanceaba de un lado. La subí hasta mi ombligo, y luego la deje caer.

Quería ver su expresión, estiro un brazo por el respaldo del sofá y arqueo una ceja.

I've been up all night, tryna get that rich

I've been work work work work working on my shit

Oh sí, yo iba a estar trabajando esa noche por mi mierda. Le regale una sonrisa ladina a este descarado. Ya me había montado en este barco, y si iba a hacerlo, debía hacerlo bien.

Pase una mano por mi cabello, movía mis caderas de lado a lado. Pase una mano por mi miembro, lo apreté. Le guiñe un ojo. Aomine abrió los ojos asombrado. Una perfecta "O" en su boca.

Y ahora un sonrojo de vergüenza venia. No sé de dónde había sacado todo el coraje y el descaro para hacer aquello. Debía ser el alcohol que estabas haciendo efecto en mi sistema.

Si, definitivamente era eso. Trataba de hacerme creer a mí mismo.

Hice mis manos puños y las posiciones en mis caderas. Izquierda, derecha, trataba de hacerlo lento y seductor. El baile no era lo mío, pero algo sabio.

Con mi mano derecha tome el dobladillo de la camiseta, comencé a subirla lentamente. Con la mano izquierda tanteaba mis abdominales, regalándole una vista de aquello. Debía admitir que yo tenía un cuerpo.

Tome el borde de la camiseta con mis dientes. Sus ojos azules en ningún momento de despegaron de mí. Con mis manos, comencé a delinear mi marcado abdomen mientras bailaba, o al menos hacia el intento. Roce mis pezones, y seguía bajando.

Aomine me devoraba con la mirada, podía sentirlo.

Tome el botón de mis vaqueros y comencé a abrirlo, lentamente me baje el cierre. Solté la camisa, dejándola caer de nuevo. La tome con mis manos, y la saque.

Ahora tenía el torso desnudo. Metí mis manos en los bolsillos traseros del vaquero, y lo mire.

Se relamió los labios. Aflojo el agarre de la corbata negra que llevaba.

Lleve una de mis manos a mi cabello, de nuevo. Y comencé a moverme. Seguía el ritmo de la canción. Llevando el vaivén en mis caderas. Adelante, atrás. Lleve ambas manos detrás de mi cabeza.

Me gire hacia una costado, seguía moviendo mis caderas, de un lado a otro. Cada vez era más intenso. Baje mis manos, y comencé a moverlas al compás de mis caderas.

Me agache un poco.

Me movía adelante y atrás. Me relamí los labios. Y me gire, dándole la espalda, comencé a comencé a mover mi trasero descaradamente. Lo llevaba hacia atrás, y luego regresaba de nuevo.

-Joder… -escuche que susurro.

Aún estaba de espalda, comencé a bajar lentamente mi pantalón. Lo deje caer en pies, di unos traspiés y lo saque, tirándolo al suelo. Ahora solo me encontraba en usando un bóxer blanco.

Apreté mi trasero con mis manos.

Un gruñido de hizo presente. Ahora el que parecía un tigre era él.

Izquierda, derecha. ¡Taz, taz! Moví mis caderas sin control. Dejándome llevar por la música.

-Kagami… date la vuelta. –me ordeno, una ronca voz. Mis mejillas estaban encendidas.

-¡Tigre! –dijo, esta vez más fuerte. Comencé a darme la vuelta lentamente.

Lo encare de frente, estaba recostado en el sofá. Tenía una mano apoyada en su entrepierna, se movía el pantalón, tratando de acomodarse la evidente erección que tenía.

Su pantalón iba a estallar en cualquier momento. Me reí.

-Hey, no te burles. Tú tampoco te quedas atrás. –arqueo una ceja. Y era cierto, hacia un rato que mi miembro había comenzado a responder, al baile, la atmosfera, su mirada. Su jodida mirad que me devoraba por todos lados. –Sigue. –dijo sin más.

Una nueva canción comenzó a sonar por los parlantes.

Coloque mis manos en mi trasero, mientras seguía moviéndome.

Aomine comenzó a desabrocharse el pantalón. Espera, ¿no iba a hacer eso?

-Oí.

-¿Algún problema? Me daré placer a mí, no iré a tocarte. –se bajó la cremallera y comenzó a sacar su miembro. Trague fuerte.

Pude haber cerrado mis ojos, o apartado la mirada pero, ¿yo quería ver eso? ¿Tan caliente me ponía el moreno? Sentí que mi boca se secaba.

Comenzó a deslizar su erección fuera de su ropa interior. Me relamí los labios, estaba ansioso. Y, ¡joder! Si bien, antes ya había visto el miembro de un hombre, este simplemente me dejo…

Deje escapar un jadeo. Mierda, contrólate Taiga.

Su erección se alzaba prominente fuera de ropa interior. Era grande y grueso, moreno como solo él. Debía ser doloroso que te penetrara con aquello. ¿Cómo se sentiría? Mordí mi labio inferior.

¡Kagami! ¡¿Qué coño estás pensando?!

-¿Te gusta lo que ves? –pregunto con descaro, pasando su mano por toda la extensión de su falo. Gemí.

Aparte la mirada ante aquello, era muy vergonzoso y sentía como mi rostro ardía. Debía estar tan rojo como mi cabello.

Pero mi rostro no era lo único que ardía en aquel lugar. Mi miembro aclamaba atención. Dolía.

Y una mierda que no, no iba a tocarme delante de este tipo. Pero por lo visto, Aomine no se molestaba en mostrármelo.

-Kagami. –susurro. No quería verle. Tan solo seguí en lo mío de mover las caderas, lentamente comencé a bajar el bóxer, dejando primero al descubierto mi trasero.

Me gire a verlo por un momento, esa mirada de lujuria cargada en sus ojos azul profundo. Su mano subía y bajaba por su miembro. No era gentil ni cuidadoso. Rápido y demandante, se movía con fuerza. Unas gotas de líquido pre-seminal comenzaron a gotear.

Y era mentira que yo no estaba disfrutando semejante vista, estaba extasiado.

-Muéstramelo. –hablo de nuevo, con esa ronca voz. Termine de deslizar mi bóxer por mis piernas, haciéndolo caer a mis pies. Dejando al descubierto mi erección.

Un gemido se escuchó, y esta vez provenía de él. Nos comunicábamos a través de las miradas, cada uno cargado en su propio calor abrazador.

"Tócate." Me decía con la mirada.

Me deje llevar por el calor y la excitación del momento, mordí mi labio y comencé con el trabajo. Tome mi miembro con mi mano izquierda, tocándome. Deslice la otra mano por sobre mi pecho, buscando mis pezones.

Nos mirábamos, cada uno masturbándose a su propio ritmo ante aquella escena. Sus ojos cargados no se apartaban de mí. Cada acción, cada toque, cada gesto, los consumía con su mirada. Saboreándome.

Apreté el agarre sobre mi pene y comencé a ir más rápido, cerré los ojos por un momento, sintiendo como me recorría con la mirada. Imaginado que aquel toque era el suyo.

Y eso estaba mal, de muchas maneras. Pero ansiaba ese tacto.

Unos ojos celestes aparecieron. No Taiga, solo es tu imaginación. Podía escuchar gemidos por lo bajo, que susurraban mi nombre, con una voz cálida.

No Taiga.

Abrí los ojos del golpe. Y los ojos azul oscuro me encontraron. Esta era la realidad. Este hombre de tez morena y ojos felinos eran los que me asechaban y provocaban el placer en mí, en este momento.

Trate de mandar a la mierda todo pensamiento del pasado que se me cruzara.

-Kagami, tócate. Para mí. –gruño.

-Ag… agh..s-sí.

-Mírame. Soy yo el que te da este placer. –ordenó, lo mire fijamente.

Si, era él. Aomine Daiki. Apreté el agarre, subiendo y bajando rápidamente.

-Agh… -gemí. Y con un último movimiento, me deje ir en el placer. Aquel líquido espeso blanquecino manchaba mi mano, y se deslizaba entre mis piernas, ensuciando la mesa.

-Fuck. –lo mire, y también había llegado al mismo punto. Ensuciando sus pantalones y el sofá negro con aquel liquido blanco.

Mis piernas comenzaron a fallarme, tenía que bajarme de aquella mesa.

-A-a-aomine…- y al segundo siguiente, ya se había levantado del sofá y me extendía los brazos para ayudarme a bajar. Se sentó de nuevo en el sofá y me recostó a su lado. Mi cabeza hundida en su pecho.

(Escuchen esto, por favor: Me encanta/ Carla Morrison)

Era cálido, podía escuchar el latido de su corazón. Respiraba pesadamente, tratando de recomponerse por la acción de antes.

-Kagami… ¿estas llorando? –me tomo por la barbilla, haciendo que le mirara.

¿Eh? No sé en qué momento lágrimas habían comenzado a deslizarse por mi rostro. ¿Qué era esto?

Había tenido un orgasmo, pero ¿Por qué sentía que acababa de traicionar a alguien? Me dolía el pecho.

-Yo… no… -las palabras no salían de mi boca. Tenía un dudo en la garganta. Mierda.

Tetsuya.

-Kagami, ¿estás bien? –poso su frente en la mía. Lagrimas aun corriendo por mis mejillas. –Oye… ¿Qué sucede?

Y las lágrimas no cesaban. Me hundí en su pecho, no quería verlo. Yo debía verme patético llorando en el pecho de este hombre, pero no importaba.

Ahora ya nada importaba.

Solloce con dolor. No podía decir nada. –Kagami…-paso sus manos por mi espalda y me atrajo más hacia él. Me abrazo. Y eso era lo que yo necesitaba en aquel instante.

La canción que sonaba de fondo no ayudaba en nada. Una mujer cantaba mi estado en aquel momento, ¿Quién lo diría?

Esto no puede suceder

Respeto a alguien le debo tener

Son tus besos

Mis besos

¿Respeto? Tetsuya. Su nombre hacía eco en mi cabeza, causando dolor. Las lágrimas no paraban de caer.

Yo solo trataba de esconderme de la realidad, y hundirme en el pecho de este hombre, como si eso fuera a aliviar toda mi mierda. Y eso era imposible.

Aomine jugueteaba con mi cabello, poso su barbilla en mía cabeza.

Tengo miedo, mucho miedo

Es importante lo es, mi corazón ya no cree

Está seco, ya muy seco.

Tus preguntas te alimentan tu ego, y me siento importante

De nuevo.

¿Alguna vez dejaría de llorar? ¿Alguna vez se iba a acabar aquella tortura para mí? Incontables veces he estado hundido en este jodido dolor.

¿Por qué?

Sentía culpa, y la culpa me estaba matando.

Y no la culpa de estar con este hombre.

La culpa no hacer nada por el hombre que una vez ame.

Grite frustrado, hundido en su pecho.

-Taiga… todo va a estar bien, deja a Tetsuya descansar en paz. –pronuncio estas palabras.

¿Qué? Subí mi rostro, lo mire.

¿Cómo él sabía acerca de Tetsuya? ¿Él sabía acerca de mi pasado?

No… esto solo podía ser una broma.

Una puta broma.

Le di un puño en el rostro y salí corriendo de la habitación, dando un portazo. Corrí por el pasillo, desnudo.

Esto no podía estar pasando.

¡No!


Se dieron cuenta de que Amy esta demente, ¿no? 13k+ palabras. Y se supone que esto sería un onee-shot. Pero hay cosas por completar, tal vez sea fanfic... Pero cortito, debo aclarar.

Me duelen las nalgas y las manos, y siento que llevo toda una vida escribiendo esto.

Realmente quería subir esto porque, me inspire en dos imágenes que vi y una canción.

La canción de la perspectiva de Kagami es "Me encanta" de Carla Morrison, y si, así es. No me vayan a matar.

Las imágenes son: La portada del libro "Desnuda" de Rayne Miller, y la una imagen que vi en un grupo AoKaga, en mi Bio, el link.

La verdad es que no tengo más nada que decir, solo que los personajes de KnB no me pertenecen y son obra de Fujimaki, que me hace sufrir. (?)

POR FAVOR, digan que les pareció esta locura. Consejos, sugerencias, criticas, amenazas. Lo que se les venga en mente, amaría demasiado leerlas.

Casi me rompo la espalda escribiendo, así que dejen la review (?)

Saben que los amo solo por el hecho de leer esta locura tan larga, ¿no?

Y bueno... nos leemos, xx.