Disclaimer: No soy JK, por lo que Harry Potter no me pertenece.

N.A: Este fic participa en el minireto de febrero para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. En esta segunda participación me ha tocado la casa Hufflepuff, y he querido escribir algo de Remus, que hacía tiempo que no escribía de él. Es la primera vez que escribo algo de este rating, por lo que estoy algo nerviosa. xD Sé que la historia en sí no es que sea muy original, pero es que siempre me he imaginado esta escena para su primer beso. Y bueno, que me apetecía escribirla.


Sucumbiendo a la tentación


Sólo es un roce. Un pequeño roce en tus labios que desata todo lo que llevas dentro. Quieres parar. Quieres parar esta locura —porque eso es lo que es, una maldita locura—, pero tu cuerpo no responde. En vez de eso, rodeas su cintura con los brazos y pasas tu lengua por su labio inferior, haciendo que abra su boca instintivamente. Y la empujas dentro, y escuchas un pequeño gemido cuando encuentras la suya. Juegas con ella, adentrándote más en su boca, y ahora eres tú quien no puedes evitar gemir. Llevas queriendo hacer esto desde hace meses, pero te habías obligado a ti mismo a no dejarte llevar. Sin embargo, te das cuenta de que esto estaba llegando demasiado lejos cuando una de sus manos se posa en la hebilla del cinturón. Eso hace que reacciones, y sueltas rápidamente su cintura para posarla en la mano.

—Espera —dices con áspera voz, separándote un poco de ella.

—¿Qué pasa? —musita Dora, algo desconcertada por tu reacción.

—No podemos seguir con esto.

—¿Por qué no?—pregunta confundida—. Te quiero, Remus. ¿Acaso no sientes lo mismo por mí?

—No es eso —respondes—. ¿Es que no lo entiendes? ¡Soy un hombre lobo!

—¿Y crees que eso me importa? Lo sé desde hace el primer día que entré en la Orden, y no me importa. Sólo te quiero a ti.

Vuelve a acortar la distancia para volver a besarte, y niegas con la cabeza. No lo entiende. No entiende lo que supondría eso para ella. Sólo la haría sufrir. La convertiría en una marginada por la sociedad, le arrebataría esa chispa de felicidad que siempre parecía tener. No podía permitir eso. No a ella.

—No lo entiendes —repites en voz alta—. Lo siento, pero esto no puede ser.

Y te marchas apresuradamente de la habitación en contra de tu voluntad. Porque, aunque te has permitido muchas cosas, esto es algo que no puedes hacer.