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Prefacio
Dolor.
Si había una palabra que describiera mi vida seria esa. Dolor. Y era todo lo que podía pensar en esos momentos.
Podría pensarse que después de 18 años viviendo de la misma manera, una se acostumbra a vivir lo mismo una y otra vez, naturalizando el sufrimiento que debes pasar cada día de tu puta vida.
-Te amo.
A la mierda lo que piensen, cada vez, es como la primera vez. Aunque realmente no la recuerdo, ya que seguramente esto comenzó antes de tuviera memoria, pienso que nunca se reduce el sentimiento.
Dolor.
Lo que el tiempo seguramente ha cambiado, es mi manera de reaccionar al mismo. Cuando era pequeña, solía gritar, patalear, correr, esconderme, llorar hasta que el agonizante sufrimiento termine. Descubrí que no sirve de nada, desde hace años que ya ni siquiera me inmuto al estar en estas situaciones. Decidí que lo mejor es estarme quieta, cerrar los ojos, y tragarme el dolor.
Hasta algunas veces he pensado que ya se me han secado todas las lágrimas que tenia dentro de mi cuerpo… o que me las dan sacado a golpes.
-Lo hago por tu bien mi amor.
- Siempre te cuidaré.
- Te amo.
Dolor.
Sangre.
El color carmesí siempre ha estado presente en mi vida. Es algo particular, ya que es como una maldición de la cual no puedo librarme; por eso debo controlarme… cuando no lo hago, reaparece el color carmesí convirtiendo mis ojos en los de un monstruo.
Sangre.
Dolor.
- Te amo.
Desde que recuerdo, esta ha sido mi vida. Los castigos son algo natural. Sentir los puños de mi padre en mi rostro, o en mis costillas, es lo mas leve. Si debería describir la imaginación de mi padre en cuanto a castigarme, podría escribir un atlas de mil hojas. Inanición. Frío. Calor. Látigos. Aislamiento.
No me mal interpreten. No lo disfruto, nunca lo hice. Pero lo hace por mi bien. Estoy maldita y el me enseña a controlarme.
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A veces pienso que es demasiado. Me han contado que hubo castigos en los cuales he quedado inconsciente por días, gracias a las golpizas. Me gustaría escapar.
Pero estoy maldita... ¿Por que merecería otra vida?
-Amaterasu, quédate quieta. Has deshonrado a tu padre y ya sabes qué debo hacer ahora. Sabes que lo hago por tu bien, ¿no mi amor? Sabes que te amo, por eso hago esto. Lo hago por ti hija.
Sangre.
Dolor.
Cuando no cumplo las misiones que me encomiendan correctamente, se lo que me espera al llegar al recinto. Apenas pongo un pie dentro, los asistentes de mi padre, se acercan y sellan parte de mi chakra y mi maldición. Padre ha inventado esos sellos solo para mantenernos seguros, para que no me haga daño a mi misma, ni a terceras personas.
Soy un monstruo. Así me han criado. No soy nada, ni nadie. Solo sirvo para una cosa.
Matar.
A mis 5 años mi padre ha descubierto en mi una extraña habilidad que, según él, debe quedar en la oscuridad. Nadie debe saberlo, porque me odiarían. Bueno, tampoco es que muchos me amen. Dentro del recinto solo están los asistentes de mi padre, unos 30 aproximandamente, que entran y salen. Allí vivimos, mi padre, mi conmpañero Yuuto, el viejo Taiyo –mi Sensei- y yo. No tengo permitido relacionarme con nadie del mundo exterior.
Soledad.
La soledad es una forma de dolor también, ¿no?
Mis ojos carmesí aparecían solo al enfadarme. Cuando era pequeña no tenía control de ellos pero con el tiempo –y muchos castigos de por medio-, aprendí a controlarlo a voluntad.
Mi padre dice que es mi maldición, pero que a la vez es mi manera de redención. El, y Taiyo-sensei, me ayudaban a controlar mis poderes, me enseñaron que podía purificar mi alma maldita a través de mis ojos.
Rojo.
Sangre.
Dolor.
No soy nada. Me criaron para no tener sentimientos. No amo. No sufro. No tengo compasión. Nada. Solo cumplo órdenes. Las ordenes de mi padre.
Dentro de ellas, como ya mencioné, estaba la de no relacionarme con nadie.
-Escucha atentamente Amaterasu. Nadie nunca puede ver tus ojos. Mucho menos puedes hablar con ellos. ¿Sabes por qué? Por que la gente del mundo exterior es mala. Nunca tendrían piedad contigo. El único que puede quererte soy yo querida. Pero ellos nunca te entenderían. Estás maldita. Te estoy protegiendo. Hago esto por tu bien ¿sabes?
-Te amo.
Pero a medida que iba creciendo, y que iba cumpliendo misiones para mi padre –la mayoría se trataba de borrar a alguien del mapa, o de conseguir para el tal o cual objeto, infiltrarme para sacar información, etc.-, empezaba a experimentar del mundo exterior. Recorría aldeas, pueblos, muchos lugares. Conocía gente, empecé a frecuentar bares. Igualmente todo lo que hacia, tenia un objetivo. Podes cumplir con mis misiones más eficientemente. Tenía contactos con los ninjas más mafiosos y temibles de las 5 naciones, los necesitaba para hacer mi trabajo. Claramente mi padre no sabía nada de esto. Sino…
Dolor.
¿Por qué no escapaba? Bueno, no puedo dejar solo a mi compañero allí, Yuuto era un alma demasiado buena para que lo abandone. Cada vez que miraba sus ojos verdes, profundos y llenos de esperanza, me transmitía paz, sanaba mi dolor. El nunca me abandono. Podría decirse que el es la única persona que considero cercana, algo así como un amigo. Siempre quiere protegerme, aunque sabe que el sufrimiento es inminente. Le gusta pasarse horas y horas, intentando convencerme –mientras cura mis heridas- que hay otra vida para nosotros esperándonos, que algún día saldríamos de allí para disfrutar, que merezco otra cosa.
¡Pobre! Tan ingenuo, tan soñador. Soy un monstruo, no merezco más. Pero nunca me alejaría de el. Y mi padre lo sabe, lo encierra cuando salgo de misión, sabiendo que yo siempre volveré por el.
Además, ¿a dónde iría? No tengo otro lugar, no tengo otra opción. Yo pertenezco aquí.
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Ya es hora. Por las noches, me inyectan calmantes. Tengo muchas pesadillas.
Sangre. Rojo. Dolor.
Mi padre dice que es para controlar mis bestias internas, que esta maldición carmesí de mis ojos es demasiado poderosa, por lo que se manifiesta mientras duermo haciéndome hacer cosas que no quiero. Mientras más la uso en batalla, mas fuertes y reales las pesadillas.
Esta era mi vida. La única manera de vivir que conocía. Dolor. Sangre. Sufrimiento. Moneda corriente en mi día a día.
Tengo sueño. Mis ojos se cierran. Me entrego a Morfeo.
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Escucho algo a lo lejos, pero mis ojos no se abren. Las drogas no me dejan reaccionar. Escucho voces. Explosiones. ¿Qué sucede? No puedo moverme, mis extremidades no reaccionan. Explosiones y espadas chocar.
-¡Amaterasu! ¡No!
Es Yuuto. Siento la desesperación en su voz. ¿Qué sucede? Debo moverme, debo ir a por el. ¡Maldición! No me responde el cuerpo. ¿¡Qué mierda pasa!?
Siento que unos brazos gentiles me levantan. Y extrañamente, siento paz entre tanto caos. Abro un poco mis ojos, lo único que me permite mi estado.
Un hombre que nunca vi en mi vida. Cabello negro. Y sus ojos… ojos carmesí. ¿O son mis ojos? No comprendo. Las drogas fueron muy fuertes parece. Estoy confundida. Abro los ojos un poco más. Tiene mis ojos.
-¿Quién… eres?- Puedo articular despacio a aquel extraño que me llevaba en brazos.
-Pronto estarás a salvo, hija- Me respondió.
Claramente estoy confundida. O my drogada. Habré escuchado mal. ¿Acaba de decirme "hija"?
-¿…qué?- Digo nuevamente, y con mis ultimas fuerzas, escucho su respuesta.
-Yo soy tu padre, Sasuke Uchiha.
Este pobre hombre debe estar loco.
Tengo sueño.
Mis ojos se cierran.
Rojo.
Dolor.
Oscuridad.
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