Ella, la mujer de hielo. Ella, que era dura como el diamante. Ella... Armin no podía aspirar a alejarla de sus pensamientos. Desde el primer día en que vio a Eren hablar con ella, cuando la vio luchar y más tarde supo de su historia no podía sacarla de su cabeza. A pesar de faltar a las clases teóricas, por sus notas podía ver que era brillante. Estaba perdido... Le gustaba Annie Leonhart...

Armin se sentía perdido, salía a pasear en medio de la noche por que no podía dejar de pensar en ella. Caminaba hasta sentirse exhausto y caer rendido en la cama. Una de las tantas noches en las que Armin había salido a caminar empezó a sentirse incomodo, se sentía vigilado. Había algo en ambiente que le incomodaba. Entonces lo olió, aquel aroma inundaba sus fosas nasales, ese perfume se le metía dentro y le causaba aquella sensación entre asustado y seguro. Esa misma sensación que e invadía cuando Annie le miraba, sentía que podía protegerlo y a la vez lo intimidaba. Annie...

-¿Soñando despierto, Arlet?

Armin se giró rápidamente y observó bajo la luz de la luna aquella expresión gélida con la que fantaseaba. Sin embargo había algo diferente en ella, el brillo felino de sus ojos era diferente.

-¿Qué haces aquí Annie?- pronunció nerviosamente.

-Salgo a pasear cuando no puedo dormir. ¿No es lo mismo que haces tú cada noche Armin?

-¿Cómo sabes...

-Shhh... ¿Qué importa eso? Simplemente lo sé.

Y con un descaro que no sabía de donde salía se acercó a ella mirandole directamente a lo ojos con un tono que jamás había utilizado le dijo:

-Vamos Annie, ¿a caso me he anclado tanto en tus pensamientos que me espías por las noches?

Annie no se movió pero en sus ojos vio la sorpresa que había causado su descaro.

-Vaya Armin, no esperaba esa actitud en ti. Me gusta que te atrevas a hablarme así- dijo mientras se acercaba más a él.

El corazón de Armin latía a mil por hora. Sentir a Annie tan cerca le ponía frenético. No podía creer lo que había dicho, ¿de donde salía ese descaro? Mil pensamientos cruzaron su mente, sentía la respiración de Annie sobre su piel. Maldita sea, se moría de ganas por dar medio paso y besarla. Sus narices estaban a un palmo. Armin estaba al borde del colapso. Entonces Annie le rodeó acariciando su espalda y cuando llegó a la altura de su hombre le susurró al oído:

-Me gusta tu insolencia Armin Arlet. Me gusta cuando eres rebelde y luchas por los que quieres. Me gusta cómo me miras cuando piensas que no te veo. Me gusta cómo piensas, tu inteligencia. Me gusta cuando luchas.

Sin pensarlo se giró mirando a los ojos de Annie que brillaban de una manera que jamás había visto, la agarró por a cintura y la besó. Annie estaba rígida pero de repente le agaró del pelo e hizo de ese beso un beso más profundo, más intenso.