Este fanfic está protegido legalmente por safecreative. Está prohibida su publicación y adaptación. No apoyes el plagio.

Los personajes le pertenecen a S.M. La historia es de mi autoría.

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Summary

Cuando eres joven asumes que tienes el mundo en tus manos. Posees juventud, tus días están colmados de felicidad y de momentos positivos; pero en ésta vida, nada es lo que parece. Así es como el destino sorprende a Isabella Swan, una chica inteligente y carismática, cuando su prometedor futuro se ve truncado al enamorarse del hombre que ha robado el corazón de su madre...

Hermosa tragedia de amor

Prefacio

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«La vida no se mide por años, se mide por logros obtenidos»

«Es una lástima», piensa cerrando el libro que tiene entre sus ásperas manos. Se pone de pie para mover un poco las piernas adormecidas, pero un quejido surge de sus labios producto del cansancio que le agobia, éste agota todas las posibilidades que tiene en mente de salir con Tanya y Alice luego de una larga jornada de trabajo.

La mujer piensa que es una completa locura salir por «ahí» esa noche. Ni siquiera sospecha del maquiavélico plan que sus dos mejores amigas han planeado desde hace más de dos semanas para divertirse —según ellas—, como Dios manda. Aunque claro, Alice y Tanya tienen maneras de divertirse muy particulares.

Se levanta del sofá y se dirige al baño, su mente no ha dejado de pensar en aquella invitación, la cual está a punto de rechazar, sólo desea abrir un libro, beber café y acostarse sobre su cómoda cama.

Una vez en el baño, mira su atuendo en el gran espejo que prácticamente, ocupa toda la pared del pequeño cuarto. «No está tan mal», piensa estirando con sus manos las arrugas imaginarias del vestido color verde pistacho, que destaca la nívea piel de sus hombros y escote en V.

Su reflejo le devuelve una mirada más entusiasta de lo que estaba hace un par de minutos atrás. Retoca sus labios con un fuerte color rojo y escucha unos fuertes golpes que provienen de la puerta de su casa. Sonríe sabiendo perfectamente de quien se trata.

Camina hacia la entrada y abre la puerta, para encontrarse con una mujer pequeña con un envidiable cabello de color negro. «Tiene una piel casi perfecta», piensa la mujer al no notar casi ninguna imperfección.

—¡Amiga! —Se abrazan como si no se hubiesen visto en años, pero tan solo han pasado cinco días desde la última vez que se juntaron para tomar un café y comentar los hechos de sus vidas.

—Sabía que vendrías a buscarme —musita la mujer tomando su cartera de color blanco, que hace juego con sus sandalias del mismo color—. Estuve a punto de desistir y no ir a ningún lugar a perder el tiempo.

—¡No! Hemos estado planeando ésta salida de chicas durante semanas. Tanya estará encantada de verte así. ¡Estás guapa! Ese vestido resalta tus preciosas curvas.

«¿Aún tengo curvas?», quiso preguntar, pero sabe perfectamente que pronunciar esas palabras sería su fin, ya que Alice la regañaría como si fuese una niña pequeña.

—Deja de hablar tanta tontería y vamos antes que me arrepienta.

Alice frunce los ojos y hace un gesto con los hombros, tratando de ignorar el último comentario. De reojo, ve algo siniestro en la mano de su mejor amiga: las llaves de su automóvil.

—Olvídalo, no vas a conducir —gruñe intentando quitarle las llaves de las manos, pero la aludida es más rápida, las esconde en su mano derecha.

—Entonces ve a pie —masculla tratando de parecer desinteresada, aunque le duele la desconfianza que todo el mundo le tiene al estar frente al volante.

Alice mira a su amiga y luego sonríe con calidez y un aire maternal.

—Está bien… —musita levantando su dedo índice—. Alguien necesita cuidarte. Aunque me mates en el intento.

Sonríen de manera cómplice la una a la otra y se suben al automóvil. Alice con algo de desconfianza abrocha el cinturón de seguridad, tiene la intención de aferrarse al asiento, pero no hace caso a su nerviosismo.

—Sólo ve con cuidado —sugiere mirando cada uno de los movimientos de su amiga.

—Alice, he conducido por años. Ten un poquito de fe.

Ambas, intentando ignorar su nerviosismo, comienzan una conversación para distraerse. Alice ríe con todas las estupideces de su mejor amiga, no puede creer lo que sus oídos escuchan.

—Es la última cita a la accedo ir, Alice. Cuando se bajó los pantalones juro que casi me da un infarto. —La mujer se estremece al recordar aquel pedazo de carne completamente muerto—. Y no lo digo por el tamaño, era algo arrugado y una mata de pelo blanco que me dejó horrorizada.

—¡No puedo creerlo! —Alice prácticamente llora de la risa—. ¡¿Su pene es cómo una pasa?! Y tan buenmozo que se ve.

La mujer asiente lo que provoca que ahora ambas, estallen en un ataque de risa, por lo cual ninguna ve la señal de tránsito que les indica que se detengan.

Todo pasa rápido ante sus ojos.

La conductora colisiona a un elegante Volvo plateado, provocando que ambas mujeres salten en el interior del automóvil. No es un accidente grave, sino más bien, un pequeño susto que las deja un poco histéricas y temblorosas.

Gritan fuertemente en el interior del automóvil, en estado de shock. «Al parecer, no fue tan grave», piensa Alice con sus ojos verdes bien abiertos a causa de la impresión.

—¡Mierda!

La puerta del Volvo plateado se abre y ambas mujeres —vale decir, completamente estupefactas—, miran atentamente como un hombre alto y muy..., muy guapo, camina hacia el vehículo donde ellas se encuentran. Su andar es elegante, felino y seguro. Sin decir absolutamente nada, abre la puerta del piloto.

—¿Están bien? —Se inclina para ver a las mujeres, que aun están con sus bocas abiertas.

Asienten sin poder decir una palabra.

La mirada del joven se enfoca en la mujer que va al volante, específicamente en su rostro pálido.

«¡Guau!», piensa mirándola atentamente. Está demasiado cerca de ella y solo puede pensar en lo bonita que es.

—Soy Edward Cullen —Estira su mano derecha y sin timidez alguna, toma la mano de la mujer que robó su atención—. No fue nada grave, al menos todos estamos vivos, ¿no crees?

Él se olvida completamente de la otra mujer que se encuentra sentada en el asiento del copiloto.

«Si estuviese herida, estaría gritando o pidiendo ayuda», piensa Edward.

Desea saber el nombre de aquella mujer tan bonita que no puede dejar de mirar, pero ella solo lo mira como si él fuese un espejismo.

—Soy... Soy, Renée Dwyer… —dice con una sonrisa en los labios— y sí, al menos no maté a nadie.

Ambos se sonríen tímidamente.

«Genial, es un buen momento para coquetear», piensa Alice y suelta todo el aire que contiene sus pulmones.

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Hola lindas. Aquí vengo yo con esta idea loca que vino a mi hace menos de un año, algo dramática, pero extrañaba escribir drama.

Espero que les haya gustado. Sé que algunas se pondrán nerviosas al ver a Edward y Renée, pero siempre he sido team Edward y Bella, aunque no prometo nada por el momento.

Las actualizaciones seguro van a demorar, estoy de vacaciones y bueno, no siempre puedo escribir.

Espero haberme ganado un RR con su opinión, al menos para tirarme tomates jajaa.

Un beso y abrazo enorme a todo el mundo.

Ani.