Disclaimer: Shingeki no Kyojin es propiedad de Hajime Isayama.

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LONELY HEARTS CLUB.

By: Maka Kagamine.


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Cause in the end, the road is long
But only 'cause it makes you strong
It's filled with peaks and twists and turns
Sometimes you have to learn to forget about it

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FORGET

—Marina and the Diamonds—


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Capítulo doce.

( • ̀ω•́ )✧

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Durante los siguientes minutos, el silencio que invadió la estancia fue sepulcral.

Juro que incluso podía escuchar los inestables latidos de mi corazón resonando por todo el lugar. De pronto, todo dejó de tener sentido; la saliva se estancó en mi boca y sentía mi cuerpo temblando, con el sudor escurriendo hasta por mis manos. Intenté respirar lentamente para relajarme y calmar mis alocados pensamientos, pero no parecía surgir efecto.

Era hasta un poco ridículo, lo sabía. Pero no podía dejar de pensar en el «qué pasaría si ellos no...». La sola idea de que nuestras familias no aceptaran la relación que Levi y yo llevábamos me destrozaba.

¿Qué debía hacer si las cosas se complicaban? Estaba claro que no podía soportar el rechazo, pero me causaba más dolor pensar alejarme de Levi. De ese hombre que había cambiado mi vida; de mi mejor amigo. Del chico que me había mostrado el camino hacia la felicidad.

Fue ese pensamiento el que quizá me llevó a guiar la mirada hacia mi novio. Él estaba ahí, en silencio; tan tranquilo como solía ser. Sus ojos llenos de calma se dirigieron a mi dirección y pareció darse cuenta de mi estado. Sin decir nada, su mano buscó la mía bajo la mesa y simplemente entrelazó nuestros dedos, mientras me regalaba una sonrisa pequeña, llenándome de esa calma que tanto necesitaba.

De pronto, caí en cuenta de lo afortunado que era por tenerlo a mi lado. Más que como un amigo o un hermano; Riv era eso que siempre había necesitado. Era la calma que llegaba para apaciguar las inclementes tormentas que me azotaban. Era la calidez que me abrazaba cuando el frío se apoderaba de mí. Era la sonrisa que podía borrar con asombrosa facilidad mis saladas lágrimas.

Y entonces, reparé en que, pasara lo que pasara, aún si nuestras familias no aceptaban la relación, yo seguiría a su lado; amándolo cada día de mi vida. Porque él era el único que pudo levantarme cuando pensé que había caído para siempre. Porque él era el único que era capaz de hacerme sonreír aun cuando creía que sólo tenía lágrimas. Porque él era el único que podía hacer a mi corazón latir con fuerza, tan sólo al susurrar un «te quiero» en mi oído.

El capitán lo era todo para mí.

Y no iba a dejarlo ir tan fácilmente.

—Pase lo que pase —susurré acercándome a él, poniendo mi frente contra la suya, ya sin importarme dónde estábamos en ese momento—, no te dejaré, Riv. No ahora, no cuando por fin encontré lo que tanto había buscado.

Él sonrió apenas, llenando sus ojos de una calidez que me recordó al verano y me abrazó como una corriente de viento tenue. La sensación me atravesó y me hizo pensar que todo estaría bien.

—Eso espera oír, mocoso —respondió en un murmullo, haciéndome reír—. Siempre, titán.

Bajo la mesa, nuestros dedos se apretaron un poco más.

Siempre, capitán.

Fue justo en ese instante cuando el primer sollozo se dejó escuchar por el comedor, que nuestras pequeña burbuja se rompió para traernos de regreso. Mi madre lloraba, pero no de tristeza. Sus ojos estaban llenos de alegría, amor y ternura, mientras la más sincera de sus sonrisas se apoderaba de su bonito rostro. Papá sonreía también, lleno de orgullo, mientras hacía un pequeño asentimiento en mi dirección. Mikasa e Isabel se veían confundidas y sorprendidas, pero no había rastro de rechazo dibujado en ellas. Hanji, en cambio, fue la que se levantó de golpe y azotó las manos contra la mesa, sorprendiéndonos a todos.

—¡Ya lo sabía! ¡Lo sabía! —soltó, antes de comenzar a reír mientras nos señalaba con su dedo índice—. ¡Sabía que ustedes dos terminarían juntos tarde o temprano! Te lo dije, Eren; nunca apuestes contra mí.

Me reí.

—Oh, ten por seguro que nunca más lo haré, bonita.

Hanji se carcajeó de nuevo, contagiando a toda la familia. O a casi toda. Kenny permaneció inmutable, con la mirada serena clavado en mí al mismo tiempo que bebía de su cerveza favorita.

Temblé sin piedad y tragué saliva por la fuerza. Sabía que algo así pasaría. De alguna manera, ya me había imaginado que alguien no estaría demasiado conforme.

Kenny se levantó lentamente de su lugar, se colocó su viejo sombrero y, llevándose su botella de cerveza, pasó por mi lado, tocando mi hombro en una silenciosa llamada. El mutismo volvió repentinamente a la estancia; Levi se alarmó, pero no dijo más. No cuando Kenny hizo un ademán que mi novio supo interpretar a la perfección.

—¿Jefe? —pregunté, cuando Kenny se paró a mi lado.

—Vamos afuera, Eren —pidió—. Hablemos un rato solos.

Nervioso, asentí. Mis padres guiñaron un ojo en mi dirección, dándome ánimos.

(...)

Era otoño y afuera hacía frío. El aire congelaba hasta mi nariz, ponía rojas mis mejillas y enfriaba mis manos más rápido de lo que me hubiera gustado. Aún así, no me moví de mi lugar. No huiría. No cuando sabía que necesitaba explicarle las cosas al padre de mi novio.

Kenny, en silencio, no perdió la oportunidad para sentarse en el viejo columpio para dos personas que pendía del techo del pórtico, mientras le daba otro trago largo a su cerveza. Metí las manos dentro de los bolsillos de mi sudadera y miré hacia el patio, donde el suelo estaba cubierto por las hojas en tonos ocre que los árboles habían empezado a perder.

De pronto, me encontré sonriendo, lleno de recuerdos de mi infancia. En donde, cada tarde de otoño, Levi y yo pasábamos horas y horas jugando con las hojas amarillas y marrones, aventándonos en los montones que Kenny solía juntar y nosotros nos encargábamos de destruir entre risas.

—¿Desde cuándo? —eso fue lo primero que Kenny dejó escapar, llamando mi atención.

Miré hacia el cielo oscuro, repleto de estrellas.

—Desde junio, más o menos.

Kenny se meció en el columpio, y se mantuvo en silencio durante un largo rato. Pudieron ser segundos o minutos, realmente no lo sabía y creo que tampoco me importaba.

—Cuéntame.

Asentí, siendo consciente de que debía ser sincero con él. Con el hombre al que consideraba un segundo padre.

—No fue algo que tuviera previsto, ¿sabe? —comencé, tomando asiento en el último escalón que guiaba hacia el pórtico— Levi siempre fue mi mejor amigo. Se mantuvo a mi lado sin importarle las dificultades. Y cuando ocurrió lo de Armin... cuando todo pareció ser sólo un túnel negro para mí, Rivaille se convirtió en la luz que iluminaba cada pequeño espacio. Yo estaba roto, pero él estuvo ahí, tomando cada pieza de mí. Juntándolas, pegándolas lentamente; en silencio. Me ayudó a sanar las heridas. Curó mi malestar. Remendó mi corazón —conté, reviviendo las memorias pasadas, el dolor y las lágrimas, pero incapaces de hacerme daño—. Me enamoré de él. De sus manías y obsesiones. De su mal humor y su ceño fruncido. De sus lágrimas y su risa. Me enamoré hasta de sus defectos, Jefe.

Hubo silencio de nuevo. En algún momento, ya no pude continuar. Quizá fue por los sentimientos encontrados, que se mezclaron y dejaron una sensación de vacío e incomodidad dentro de mí.

—Me costó trabajo aceptar esos sentimientos. Lo pensaba una y otra vez, pero no hallaba el sentido. ¿Cómo pude enamorarme de mi mejor amigo...? Y... yo tenía miedo, ¿sabe? Tenía miedo de volver a creer. Tenía miedo de amar. Tenía muchísimo miedo de no ser correspondido —me lamí los labios y respiré profundamente antes de continuar—: Nunca fue mi intención confesarme... pero llegó cierto momento donde los sentimientos que mantenía dentro de mí se desbordaron y no pude pararlos.

—Y te confesaste —dijo, bebiendo un poco más de cerveza.

Me reí un poco y asentí, abrazándome cuando el frío se volvió insoportable.

—Lo hice, diablos. Yo sabía que Levi también había dejado de creer. No se podía ver fácilmente, pero yo sabía lo herido que él estaba. Y por eso, llegué a pensar que me arrepentiría siempre de haberme confesado. Pero, contrario a eso, Levi me correspondió... —tras ese simple recuerdo, sonreí— Él dijo que yo era un idiota, pero que se había enamorado de mí. Dijo que... siempre estuve a su lado, que lo levanté cuando cayó y que cambié sus lágrimas por risas...

Y paré, dejando al silencio adueñarse del momento por unos minutos, mientras mi mente se aclaraba y mis sentimientos se componían.

Las mejores cosas de la vida llegan de manera inesperada; una vez escuché a Kenny decir aquello. Nunca fui realmente creyente de ello, pero en ese momento, pensando sobre lo repentino que había sido enamorarme de Riv, me di cuenta que Kenny era un viejo muy sabio. Porque a final de cuentas, él tenía la razón.

Caer por Levi, enamorarme de él, había sido inesperado, pero fue lo mejor que me pudo haber pasado alguna vez.

—¿Está enojado? —interrogué, sin mirarle, minutos después.

Kenny hizo un ruido largo antes de contestar:

—No creo que esa sea la palabra —él suspiró y comenzó a mecerse en el columpio, de nuevo—. Más que enojado, estoy un poco sentido. Supongo.

—Sé que llevamos saliendo ya algún tiempo... —expliqué, luego de otro silencio, sabiendo lo que Kenny quería escuchar— No dijimos nada porque no queríamos apresurarnos. Antes de hablar con la familia, queríamos estar seguro que lo nuestro funcionaría.

—¿Y funciona?

Poco a poco las memorias vividas al lado de Levi comenzaron a ceñirse sobre mi mente. Cosas buenas, cosas malas. Todas las risas, todas las lágrimas. Todas las pláticas, todas las discusiones. Uno a uno los momentos se fueron reproduciendo, como una tonta película romántica y llena de clichés, donde el único espectador era yo.

No vivíamos en un cuento de hadas, pero no hacía falta. Porque poco a poco, estábamos escribiendo cada hoja de nuestra historia de amor. Lento, sin apresurarnos. Dejando atrás los miedos y el pasado. Viviendo el ahora, disfrutándonos como la pareja dispareja que éramos. Pero llenos de risas, felicidad y ese verdadero amor que habíamos buscado en las personas equivocadas.

—Mejor de lo que esperaba.

Él suspiró.

—Tú sabes, Eren —dijo, de pronto—. Como tú, Levi también fue engañado y dejado. Yo también fui capaz de ver el dolor que reflejaba su mirada en ese tiempo, a pesar de que él trataba de esconderlo —contó—. Pero hubo un día en que ese dolor desapareció de él. Lo veía más calmado, más feliz. Como si algo o alguien lo hubiera hecho cambiar —Kenny sonrió a medias y me dedicó una mirada—. Y eras tú... ¿quién lo diría? Hoy he comprendido lo alegre que sólo tú puedes hacerlo, Eren. Porque la manera en que sus ojos brillaban mientras te veía, eso es algo que jamás había visto en él. Ni siquiera cuando estuvo saliendo con el imbécil de Erwin.

Temblé.

Temblé porque sus palabras crearon una tormenta dentro de mí. Y quise llorar. Realmente quería llorar en ese momento.

—Yo... sé que no soy perfecto. Soy un cabezadura. Nunca pienso antes de hablar, soy demasiado impulsivo y tal vez por eso haga llorar a Levi alguna vez... pero... prometo que lo amaré con todas mis fuerzas. Me esforzaré para hacerlo feliz cada día que pase a mi lado y... siempre, siempre me mantendré ahí, para apoyarlo y levantarlo las veces que sean necesarias.

Kenny pareció sorprendido ante mis palabras, pero su expresión cambió a una sonrisa cuando se sentó a mi lado y posó su mano sobre mi hombro, dándole un suave apretón.

—Cuida de mi muchacho, Eren. Sé que lo dejo en buenas manos.

Y sonreí, sintiendo algunas lágrimas resbalar por mis mejillas.

(...)

—Eren, sí entiendes que no pintaremos nuestra jodida casa de verde caca, ¿verdad? —Levi gruñó, causándome un severo escalofrío por la espalda.

—Pero no es verde caca —defendí, nada más porque me encantaba molestarlo—, es un verde bonito. Aw.

—Tú realmente necesitas anteojos para curar tu maldita ceguera, mocoso de mierda.

Y me reí.

Solté varias carcajadas mientras lo apretujaba contra mi cuerpo y dejaba muchos besos sobre su cabello. Él se removió entre mis brazos, pero tampoco hizo un gran esfuerzo por separarse.

Meses después de la plática con nuestras familias (y que aceptaran nuestra relación mejor que bien), nos encontrábamos en su casi vacío departamento (porque estábamos empezando a hacer la mudanza de sus cosas a mi departamento), sentados en el suelo. Mi espalda estaba recargada contra la pared de la que alguna vez había sido su sala, así que él estaba entre mis piernas; su espalda contra mi pecho y sobre sus muslos tenía la portátil abierta, porque habíamos estado buscando en diferentes páginas algunas ideas para pintar y decorar nuestro nuevo hogar.

A pesar de todo, nunca habíamos hablado sobre vivir juntos. Quiero decir, sabía que tarde o temprano pasaría (éramos pareja, por Dios), pero tampoco teníamos una verdadera urgencia. Disfrutábamos nuestros días así como eran, alocados y hechos un lío. A veces, Levi solía quedarse en mi departamento; otras, yo pasaba los días en el suyo. Pero pronto me di cuenta de que eso ya no era suficiente. Se había vuelto algo normal despertar y tenerlo a mi lado, me había acostumbrado a él, a su presencia y a sus raras manías.

Fue por eso, quizá, que un día, mientras acompañaba a Ymir (la ahora novia de Historia) a dejar un par de cosas en la casa que su compañía de bienes raíces estaba ofreciendo, la idea de vivir junto a Riv caló muy hondo en mí. Me había dejado influenciar por lo preciosa que era la casa, pequeña; pero con el espacio suficiente para nosotros dos. Con un patio hermoso, árboles que creaban sombra y flores de colores que danzaban al son del viento, creando una imagen que terminó por enamorarme.

Y bueno, así porque sí, la compré.

Levi me golpeó cuando le conté, por supuesto. Me regañó por ser un «jodido mocoso impulsivo», según sus palabras. Pero tampoco se quejó o negó cuando le propuse vivir juntos.

—Entonces, usemos el lila bonito de la página anterior —comenté, besando su hombro—. Creo que se verá muy bien con ese color.

Riv hizo una pequeñísima mueca.

—Mejor dejemos que Mikasa e Isabel se encarguen de esas cosas —dijo, ya rendido. Y creo que eso era lo mejor. Nosotros no teníamos muy buen gusto en eso—. Busquemos muebles y esas cosas.

—Que sean minimalistas.

Levi hizo un sonido y volteó a mirarme bastante divertido.

—Ni siquiera sabes qué significa eso —me picó.

Fingí estar ofendido, pero luego me carcajeé.

—Me atrapaste —dije, riendo—. Es que suena genial y con estilo.

El capitán negó con la cabeza.

—Eres un pendejo. Ni siquiera sé por qué estoy saliendo contigo.

—Es porque me amas, por eso.

Él volteó de nuevo, creo que iba a soltar algún comentario mordaz pero no lo dejé continuar. Preferí besarlo, largo y tendido. Despacio y tierno. Como le gustaba.

En algún momento, la lista de reproducción de música de la portátil que llenaba el ambiente cambió, así que estábamos rodeados de canciones un poco (demasiado) románticas.

Y me gustaba.

Fueran bueno o malos, amaba y atesoraba cada uno de los momentos que pasaba a su lado.

Acaricié sus mejillas, mientras él colocaba su mano sobre la mía. Su calor me invadió y me sentí completo, como nunca antes. Levi era la pieza del puzzle que tanto tiempo busqué. Él completaba mi vida en todos los aspectos.

Pronto, me encontré perdido. Fix you de Coldplay sonaba e inconscientemente sonreí contra sus labios. Recordé el tiempo atrás, cuando bailamos esa canción en Shiganshina, bajo el árbol. Sólo nosotros dos. Cuando en silencio juré que arreglaría cada parte destrozada de Levi. Cuando, por primera vez, supe lo que era sentirse entero.

Cuando comenzaba a enamorarme de él.

—Todavía sigue sin gustarme esa canción —gruñó, separando su boca de la mía.

Reí con ganas, Rivaille dejó la portátil de lado y se dio la vuelta para quedar frente a frente. Sus brazos fueron tras mi cuello y mis manos se anclaron a su cintura, bajo la tela de su camisa. Disfruté de la calidez de su piel y sonreí cuando le escuché tararear la canción, justo sobre mis labios.

Lights will guide you home, and ignite your bones —canté, mirándole a los ojos. Él hizo un mohín, pero tampoco pareció molesto. Es más ese par de oscuros orbes se iluminaron y parecieron enternecerse ante mí—. And I will try to fix you...

Lo sentí estremecerse entre mis brazos, justo cuando decidí besarlo una vez más. Levi suspiró y perdió esos maravillosos dedos entre mi cabello, jugó con varios mechones y lamió mi labio inferior cuando nos separamos.

—Ugh, eres un terrible cursi —se burló, para intentar disfrazar su timidez.

—Pero así te gusto —lo molesté, mientras mis manos seguían moviéndose bajo su ropa, tocando cada parte de él; intentando memorizar la sensación de las cicatrices que había sobre su piel—. No puedes negarlo.

—Me odio por eso —dijo, mordaz. Reí y dejé un beso pequeño en su barbilla— y también te odio a ti, lagartija.

Nada más para vengarme besé su cada parte de su cuello, encargándome de dejar una marca en la zona más sensible que tenía. Él jadeó y se estremeció totalmente, rindiéndose ante mis caricias.

—Sólo para que lo sepas, no tendremos sexo en el suelo —murmuró, separándome de él. Sus ojos brillaban en anticipación y en su entrepierna estaba el indicio de una erección—. Mi espalda carga con las consecuencias después.

—¿Y si dejo que me montes? —pregunté travieso, sabiendo que a él le gustaba llevar las riendas durante el sexo.

Levi pareció pensárselo, sonriendo coqueto después.

—Interesante propuesta.

Ambos reímos con ganas, juntando nuestras frentes y perdiéndonos en los ojos del otro.

—Te amo, Riv —susurré para él. Para el mundo entero.

Él, con las mejillas sonrojadas, asintió. Deslizó sus dedos por mi rostro y decidió dejar uno de esos besos que me derretían en mis labios.

—Te amo, Eren.

Sonreí.

Siempre, capitán.

Siempre, titán.

(...)

Hacer el amor con Levi era maravilloso.

Era cálido.

Inexplicable.

Asfixiante.

Me gustaba tocarlo.

Me gustaba sentir su piel bajo mis dedos. Me gustaba lo suave que era y cómo brillaba de manera preciosa cuando el sudor empezaba a empapar cada rastro de tierna carne.

Me gustaba escucharlo.

Me gustaba su voz, esa que se volvía lenta, como un murmullo y que se perdía por cada rincón de la habitación, logrando estremecer cada parte de mí, tanto como lo hacía sentirme dentro de él. Tan húmedo y apretado, llevándome a una desconocida locura.

Me gustaba observarlo.

Me gustaba verlo agitarse y llorar pidiendo más, mientras mordisqueaba mi hombro y enterraba sus uñas en mi espalda, mandando inclementes vibraciones a mi cuerpo; que hacían palpitar mi pene y me deshacían en temblores que anunciaban mi pronta liberación.

Me gustaba besarlo.

Me gustaba la manera en que su boca encajaba con la mía, de manera perfecta. Me gustaba que mordiera mis labios y besara cada parte de mi rostro, en un intento por acallar los gemidos y jadeos que escapaban de su boca.

Me gustaba verlo llegar al orgasmo.

Me gustaba la manera en que se agitaba y sollozaba mi nombre. Me gustaba sentir su cuerpo temblando y su interior palpitando, arrastrándome lentamente con él. Haciendo ver destellos de colores, donde se pintaba su nombre. Me gustaba que se dejara caer contra mi cuerpo, respirando con dificultad y con el corazón latiéndole tan rápido que podía escucharlo si guardaba silencio.

Y me gustaba esa conexión que teníamos.

Era invisible y no podías tocarla, pero ahí estaba. Juntándonos. Atándonos a ese destino que tantas veces nos había fastidiado, y que se empeñó en unirnos, en amarnos.

Había cometido millones de errores en el pasado, pero creía ciegamente que todo había válido la pena.

(...)

—¿Te gustaría cenar pizza?

Dos horas después, recostados sobre el revoltijo de sábanas que habíamos puesto sobre el suelo cuando quisimos hacer el amor, solté la pregunta mientras contaba una a una las pequeñas pecas que habían en su espalda. Era algo a lo que me había acostumbrado; numerar las manchas en su cuerpo, la sensación de su piel bajo mis dedos, su olor, su calor. Todo en él me resultaba magnífico.

Riv, que parecía estar más atento a intentar peinar mis descontrolados mechones (que él mismo había revuelto momentos atrás), hizo un ruido largo mientras pensaba.

—Suena bien para mí.

—Podemos tener una tarde de pizza, doritos y netflix.

Él levantó una ceja, claramente convencido.

—Está bien, pero lo haremos en tu departamento. Me rehúso a estar echado más tiempo en el suelo.

—No parecía molestarte antes —me burlé.

Levi me golpeó, aunque realmente parecía divertido. Sin embargo, la mueca en su rostro se distorsionó cuando decidió alcanzar su teléfono móvil para mirar la hora.

—Deberíamos vestirnos —dijo de pronto, levantándose y buscando sus pantalones entre el revoltijo de ropas que habíamos dejado sobre el suelo—, son casi las seis.

De la nada, recordé exactamente el por qué nos habíamos quedado más tiempo en su antiguo departamento y tuve la urgencia de tragar saliva por la fuerza.

—Oh, claro —respondí, cuando él lanzó parte de ropa hacia mí. Le escuché soltar una maldición cuando se tambaleó al ponerse los pantalones—. ¿Estás bien?

Riv paró de vestirse y me lanzó una mirada de soslayo, mientras me levantaba para poder ponerme la ropa.

—Lo estoy —respondió, despacio. No había duda en sus ojos, así que creí en sus palabras.

—Estoy contigo, ¿sabes? —tras haberme puesto los pantalones, dejé un beso en su frente y le dediqué una sonrisa.

Levi me besó, despacio.

—Lo sé.

Entonces, aprovechando la cercanía, me tomé la libertad de escurrir mis manos bajo los pantalones a medio acomodar y apreté sus nalgas, coqueto. Él me dio un golpe en el hombro, pero, con las mejillas encendidas por el sonrojo, sonrió segundos después.

Me reí, y pensé que mi vida así, trasformada en una curiosa rueda de la fortuna, llena de un sube y baja de emociones, guiada por un caprichoso destino, era preciosa; porque Levi iluminaba mis días con una sola sonrisa.

Internarme en ese laberinto de la vida llamado amor, repleto de vueltas, caídas, baches y piedras, ya no me daba miedo. Porque Riv iba a mi lado, caminando a mi paso, tomándome de la mano para guiarme hacia la salida; hacia la felicidad.

Y no cambiaría nada.

(...)

Diez minutos después la puerta sonó.

Dejé la caja que cargaba sobre el suelo y volteé hacia la puerta. Riv, que en ese momento guardaba las sábanas que habíamos usado en otra caja, dejó de hacerlo y por un momento observé la duda crecer en él.

Pero Levi no se dejó pisotear como en el pasado. Ya no. Cada rastro de inseguridad desapareció al mirarme. Sus oscuros ojos brillaron, parecían decir «No dudaré; no me dejaré pisotear. Hoy no, pequeña mierda». Le dediqué mi mejor sonrisa y él pareció comprenderme en silencio.

Asintió, se dirigió a la puerta y, sin dudarlo, la abrió.

Finalmente dispuesto a enfrentase a su pasado.

A la persona que le había roto.

—Hola, Levi —saludó el hombre, de ojos azules y pelo rubio, que estaba parado en la puerta.

A Erwin Smith.


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Continuará...

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N/A: Siglos después, pero aquí estoy, continuando esta historia. La verdad, ya extrañaba escribir sobre mis bebés :'( Disculpen la tardanza uwu de hecho, quería actualizar ayer pero fue mi cumpleaños y además terminó la temporada y awwwww :( estuve triste y feliz (?) xD

En fin, espero que el capítulo les haya gustado. Tiene final tenso este (?), pero no se preocupen ya no pasará nada malo xd. A partir de ahora, los capítulos que restan (que no son muchos, alv) serán puro fluff porque mis bebés se merecen todo el amor del mundo ❤❤.

Y MUCHAS GRACIAS POR EL MARAVILLOSO APOYO. MILES DE GRACIAS POR SEGUIR LEYENDO, POR LOS REVIEWS Y POR LOS FAVORITOS. ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS! ❤

Pasen un día súper maravilloso :) ❤

Lyne Diamond*


¿Review? *-*