Una navidad diferente

Parte IV

Mimi despertó al día siguiente a las dos del mediodía. Con el pelo como si fuese un nido de pájaros y el maquillaje destrozado, lo primero que hizo fue ir a la cocina y beberse una botella de agua entera; tenía la boca como papel de lija. Su padre le soltó una gracieta al ver su cara y su madre le pasó después un café bien cargado antes de preguntarle qué planes tenían para ese día.

—Tengo que llamar a Sora ahora —contestó Mimi echando su cuarta cucharada de azúcar al café—. Estarán todos cansados pero es el último día de Joe aquí; deberíamos hacer algo.

—¿Qué tal si llamas a tus amigos, les dices que se den una ducha y les invitas a merendar aquí? —propuso Satoe—. Prepararemos chocolate caliente y churros y luego podéis quedaros tranquilos en el salón viendo películas o algo.

—¡Qué gran idea, mamá! —aplaudió Mimi sonriente—. Además dos pájaros de un tiro porque ayer Tai se quedó con que no le hice churros para desayunar.

Dicho y hecho. Después de una llamada Mimi se dispuso a darse una ducha larga y refrescante para quitarse el mal cuerpo de encima. Se secó el pelo con mimo; incluso si después iba a hacerse una simple coleta, quería tenerlo bien. Delante del espejo, decidió que ese día pasaba de maquillarse; total, iba a estar en su propia casa y su piel necesitaba descansar después de la cantidad de maquillaje que había llevado la noche anterior.

A las 5 el timbre sonó, pillando a Mimi cocinando con su madre. Contenta por la llegada de sus amigos, la castaña corrió a abrirles la puerta. Yolei se lanzó a sus brazos como si hubieran pasado dos años desde la última vez que se vieron mientras que Tai y Davis pasaban olímpicamente de ella para seguir el olor de los churros hasta la cocina.

—Pasad, pasad —dijo riendo la chica—. Mamá está terminando de preparar todo. Podéis esperar en el salón.

—Ayudaremos a tu madre —propuso Sora con Yolei asintiendo detrás.

Mimi asintió y se apartó de la puerta para que todos entrasen. Pero la sonrisa se la aflojó al ver a Matt. Seguía igual de guapo que el día anterior, incluso con leves ojeras debajo de sus ojos azules; con el cabello levemente mojado, pudo apreciar Mimi.

La chica se puso un poco nerviosa. Había tenido tiempo de sobra para pensar sobre la noche anterior. Sabía que había sido infantil y no estaba orgullosa de ello, pero no podía dar marcha atrás. Además, Matt y ella no tenían ningún tipo de relación como para que ni ella le echase nada en cara ni se tuviese que disculpar. Sí, era verdad que se habían besado, aunque se podría decir que él la había besado a ella, pero Matt no parecía tener intenciones de hablar de ello así que se decidió por la solución que, si bien no era la más madura, le pareció mejor; hizo como si nada hubiera pasado.

—Buenos días, Matt —lo saludó cortésmente—. Pasa.

Matt la vio sonreírle y sintió el corazón palpitarle dentro del pecho. La noche anterior había huido de la imagen de Mimi encima de Michael y había terminado teniendo a una demasiado abierta Michelle encerrada con él en la habitación. Cuando había bajado, rato más tarde, Mimi se había ido, y no sabía si le aliviaba o le mosqueaba que Michael la hubiese acompañado.

Pero en ese momento, teniéndola delante, olvidó el resto. ¡Por Kami, era guapísima! Y estaba seguro de que no estaba ni maquillada. Incluso con las ojeras que adornaban sus hermosos ojos caramelo y cara de cansancio estaba preciosa. Matt se obligó a devolverle el saludo.

—Buenos días —susurró y correspondió levemente su sonrisa—. Tienes cara cansada.

—Sí, bueno, como diría mi padre —se aclaró la garganta y poniendo toda la voz varonil que pudo habló—. Noches alegres, mañanas tristes.

Matt soltó una carcajada que erizó los velos de Mimi, pero supo disimularlo. El rubio estaba muy guapo cuando se reía de forma tan natural, incluso más de lo normal.

—Díselo a ellos —Mimi no supo a qué se refería hasta que miró hacia donde el chico señalaba, detrás de sí. Ahí estaban Joe e Izzy con cara de tener la peor resaca que hubiesen tenido nunca; parecían a punto de caerse en cualquier momento, o de vomitar. Mimi quiso reprimir la risa, de verdad que quiso, pero no pudo y estalló en un mar de carcajadas que Matt no dudó en seguirle.

—No es gracioso —murmuró con voz rasposa Izzy tratando de mirar mal a la pareja sonriente, pero estaba demasiado cansado.

—No lo es —le siguió Joe para después dirigirse a la chica—. Sé que es algo descortés, Mimi, pero creo que necesitaré saber dónde está el cuarto de baño. Solo porsiacaso.

—Seguidme —les dijo cerrando la puerta—. Os enseñaré la casa, que el otro día no pasasteis de la cocina.

Así lo hizo la chica, por lo menos a todos menos a los dos castaños, que solamente quería churros, y a Kari y TK que la ya conocían. Merendaron alegremente, charlando sobre trivialidades mientras saboreaban el delicioso chocolate caliente de la señora Tachikawa que tenía un leve toque a canela que hacía que supiese a Navidad. Los padres de Mimi decidieron dejarles solos para que disfrutasen el día entre amigos, a sabiendas de que su hija los había añorado mucho y quería pasar el mayor tiempo con ellos, así que se fueron a dar una vuelta a la calle.

Después de terminar con todos los churros decidieron seguir el consejo de Satoe e ir al salón a ver una película. Mimi les dejó determinando cuál ver mientras iba a preparar palomitas de maíz para unos Tai y Davis que seguían queriendo comer más.

—Estamos de resaca y lo mejor para la resaca es comer —rió Davis.

—Y estamos en edad de crecimiento —bromeó Tai siguiendo la broma.

Cuando regresó, se encontró con que, para su mala o buena suerte, todos estaban colocados ya y el único sitio que quedaba libre era en un pequeño sofá para dos personas junto con Matt. Suspiró internamente y se preparó para lo que le tocaba, saltando de alegría en el interior por la cercanía que iba a mantener con el rubio pero con miedo al mismo tiempo.

—¡Venga, Mimi! —la animó el Yagami—. Trae aquí esas palomitas y empecemos la película.

—¿Por cuál os habéis decidido? —preguntó acercándose.

—Tenías demasiadas películas de amor —murmuró cogiendo el bol de palomitas—. Así que hemos rebuscado y como Yolei y Sora odian las de miedo nos hemos decidido por X-men: primera generación.

—No está mal —susurró la castaña sentándose en el sitio que le tocaba—. Aunque ya sabéis que a mí me gustan las películas de amor.

—Lo sabemos —Mimi tembló al escuchar la voz de Matt tan cerca de ella—. Pero somos demasiados chicos como para que pudieseis ganar en una votación justa.

La chica le sacó la lengua de forma infantil y el rubio lanzó una carcajada que la hizo enrojecer, volviendo a notar, sin poder evitarlo, lo guapo que era cuando se reía de forma desenfadada. Se sentó recta, tratando de parecer normal aunque supiese que de alguna manera él no era tonto y notaría que estaba nerviosa. Respiró hondo para tranquilizarse, lo cual fue un error porque el aroma del chico que estaba a su lado se coló por sus fosas nasales; y era genial. Olía a sándalo y a hombre, tan él, tan atrayente, tan bueno. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos tratando de sosegarse y no caer en la tentación de aspirar en su cuello, que tan cerca lo tenía esa vez.

—Vamos allá –la voz de Sora la sacó de sus pensamientos mientras ésta le daba al play.

Con las persianas bajadas para que se viese mejor, la película comenzó, las imágenes danzando en la pantalla. Con el home cinema a todo volumen, Mimi se centró tanto en la película que se olvidó, por un rato, de que tenía a Matt al lado. A la castaña le encantaba Jennifer Lawrence, ¡era una actriz genial! Y su favorita, por supuesto. Así que estuvo embebida escena tras escena hasta el final, cuando el profesor Xavier perdía finalmente la movilidad de las piernas. Suspiró ante el beso entre él y Moira, habiendo anhelado un poco de romanticismo pasteloso desde el primer momento. Finalmente, cuando los créditos aparecieron en pantalla, miró a su alrededor. Abrió los ojos sorprendida.

—No me lo puedo creer —murmuró viendo a todos sus amigos babeando.

—Se han quedado todos dormidos —la voz a su lado la sorprendió y pegó un brinco en su sitio—. Lo siento, no quería asustarte.

—Pensaba que tú también estarías dormido —susurró, girándose para mirar a Matt, que era quien había hablado—. Todos están sopas.

—Estaban muy cansados por la fiesta de ayer —explicó escuetamente el rubio.

—Yo también —aseguró ella—, pero una vez que me despierto es muy difícil que vuelva a dormirme.

—Me pasa lo mismo —asintió él.

Se quedaron mirando y ambos rieron juntos por la coincidencia. Mimi tapó la boca del chico y después se llevó un dedo a la suya para pedir silencio, a lo que Matt respondió tratando de dejar de reír.

—Dejémosles dormir —propuso la castaña—. ¿Te apetece ver otra película?

—Está bien —respondió el chico, sintiéndose totalmente cómodo con esa pequeña interacción tan normal con ella—. ¿Me vas a hacer ver una romántica?

—Debería, pero no, tranquilo —rió Mimi—. Venga, una de miedo.

—¿En serio? —alzó una ceja, escéptico—. Tú, la Princesa Mimi Tachikawa, ¿quieres ver una película de miedo?

—No me gusta que me llamen Princesa, lo sabes, ¿verdad? —preguntó siguiéndole la broma—. Pero además de eso, hay muchas cosas que no sabes de mi, Estrellita del Rock.

—Me encantaría conocerlas todas —musitó clavando sus ojos azules en ella.

El aliento de Mimi se atoró en su garganta ante la frase, dicha con tanto sentimiento por el chico, con sus orbes brillando. Se quedaron mirándose, todo en silencio. La castaña se mordió el labio inferior con nerviosismo, fascinada por el chico que tenía en frente. Pudo ver como Matt desviaba la mirada hacia sus labios y volvía a subirla a sus ojos, repitiendo el proceso repetidas veces. La castaña suspiró, viendo en los ojos del chico como quería besarla y acercándose inconscientemente hacia él.

El ambiente se volvió electrizante entre ellos. Parecía como si fuesen dos imanes, atrayéndose entre ellos, pero con alguien tratando de sostener la situación, sin lograr parar lo inevitable. La respiración de Mimi empezó a ser superficial a medida que se acercaban. Cuando sus narices se tocaron, pudo sentir el aliento de Matt sobre su boca y solo quiso que el momento que tan lento se le estaba haciendo terminase. Sus labios estaban ya rozándose, sus respiraciones acompasándose.

Un inmenso ronquido rompió la magia del momento.

La pareja se separó como si respirar el aire del otro quemase, separándose todo lo que pudieron en el reducido espacio del sofá. Nerviosos, buscaron la procedencia del ruido, encontrándose a Davis completamente dormido, con la boca completamente abierta, al igual que el resto de sus amigos. Con el corazón todavía latiendo a mil por hora, Mimi y Matt se miraron, intranquilos, sin saber qué decir. ¡Habían estado a punto de besarse otra vez! Y en ese momento no sabían qué hacer.

—Bueno… yo… —balbuceó la castaña—. Voy a poner la película.

Sin darle tiempo a abrir la boca, se levantó y corrió al mueble donde guardaba las cintas para ponerse a rebuscar alguna que le interesase. Matt echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en el sofá mientras se revolvía el pelo. Frustrado, suspiró de forma sonora, mirando de reojo a la castaña, quien seguía en busca de un filme. Cerró los ojos, respirando hondamente, tratando de serenarse y dejar de pensar en el momento tan intenso que habían vivido instantes antes.

—Ya está —Mimi se sentó de nuevo a su lado—. He escogido Ju-on. ¿Qué te parece?

Matt simplemente asintió y la chica puso en marcha la película.

Ambos trataron de concentrarse en la película, y ya fuese por el argumento o por las escnas de terror, de alguna manera Mimi lo consiguió. Cuando no llevaba más de 20 minutos de filme, Matt pudo ver como la chica estaba tiesa como si se hubiese tragado una escoba, con las manos arrugando sus pantalones con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. El chico la miró a la cara y sonrió tiernamente al ver a la castaña con los labios firmemente apretados formando una fina línea, decidida a no soltar ningún sonido que expresase miedo. Fue en uno de los sustos cuando Mimi finalmente dio un salto en el sitio y dejó escapar un pequeño gritito. Por inercia, trató de sujetarse a algo, terminando por agarrarse fuertemente de la pierna del rubio a su lado. La chica no se dio cuenta de ese detalle, más si Matt, quien miró la pequeña mano con sorpresa al principio pero solamente sonrió, enternecido porque la Princesa hubiese dejado de hacerse la fuerte.

Mimi tardó más de un cuarto de hora en darse cuenta de lo que estaba haciendo, y solo entonces trató de apartarse de él. Pero el rubio la sorprendió poniendo su mano sobre la de ella antes de darle tiempo a quitarla; la chica lo miró sin entender.

—Tranquila, Princesa —le susurró con un tono de voz ligeramente burlón—, si tienes miedo puedo sostener tu mano.

—No tengo miedo —murmuró con un leve temblor.

—Bueno, por si acaso —le respondió—. Yo seré tu protector por si empiezas a temer.

Mimi agradeció la oscuridad de la sala, que evitaba que el chico pudiese ver lo terriblemente sonrojada que estaba en ese momentos. Pero hizo caso a Matt, y dejó su mano donde estaba. Además, en el siguiente susto, el rubio la giró de forma que sus dedos se entrelazaron de forma protectora. Al de unos minutos, y ante más momentos de pánico, Mimi terminó primero ocultando la película de su vista a medias contra el brazo del chico, y enterrando su cara en el pecho del rubio completamente, con Matt acariciando su cabello dulcemente su cabello y sin soltar su mano, que seguía sosteniendo con firmeza. Cuando la película terminó, ellos se quedaron así un rato, con el resplandor de la televisión al pasar los créditos iluminándolos, en penumbras; ninguno de los dos quería realmente apartarse. Solamente cuando Yolei comenzó a moverse se separaron.

—Mmm… ¿ya ha terminado la película? —preguntó la chica de gafas desperezándose—. ¿Qué hora es?

—Son las 9 menos veinte ya —contestó Matt mientras la castaña se peinaba con los dedos—. La película ha terminado hace dos horas.

—Os habéis quedado todos dormidos —explicó Mimi—. En realidad hemos visto otra peli.

—¡Oh! —fue lo único que exclamó Yolei mirando a su alrededor y comprobando que el resto de niños elegido seguían dormidos—. Imaginaba que Izzy y Joe se amodorrarían pero el resto… ¡incluso Sora ha caído!

—Solo nosotros dos hemos aguantado —la castaña hizo el signo da la victoria con los dedos.

—Somos los únicos que podemos con todo —Matt alzó la mano y Mimi chocó la suya contra la de él.

—Bueno, sí, sí sois los mejores —su amiga movió la mano, restándole importancia—. Habrá que despertarlos, ¿no?

—Sí, mejor —opinó Mimi—. Despertémoslos y vayamos a tomar algo; hay una cafetería muy chula no muy lejos de aquí. Será un sitio tranquilo donde podamos charlar y tomar algo.

—Pero sin alcohol —la voz de Izzy, que parecía sacada de ultratumba, les hizo girarse y se encontraron a su amigo pelirrojo, aparentemente bastante recuperado, rascándose la cabeza.

Los tres que estaban despiertos se rieron al ver su cara.

—Tranquilo, Izzy —murmuró risueña la Tachikawa—. Prometo que hay todo tipo de cafés y bebidas calientes sin alcohol.

Dicho y hecho. Mientras Yolei, Izzy y Matt despertaban al resto de sus amigos, Mimi se fue a vestir a su habitación. Eligiendo unos simples vaqueros oscuros y una camiseta negra, cogió su abrigo verde y salió a encontrarse a sus amigos, que estaban todos despabilados y esperando por ella.

—¿Estáis todos listos? —asintieron—. Vamos entonces.

Más descansados y con energías renovadas, salieron a las frías calles de Nueva York, en las que realmente no había mucha gente, pero ellos no querían quedarse todo el día en casa para aprovechar el último día de Joe. Mimi mandó un mensaje a sus padres para avisarles de que se iba y después les guió a su café favorito de la ciudad. El sitio estaba prácticamente vacío así que no tuvieron problema de encontrar sitio para sentarse todos. Casualmente, Mimi y Matt se sentaron de nuevo juntos, como si el destino así lo quisiera.

Pasaron una tarde divertida, todos juntos charlando y haciendo bromas. Mimi lo pasó realmente bien, y se sorprendió al ver lo natural que podía interactuar con Matt, sin siquiera ponerse nerviosa. Se descubrió hablando de cualquier cosa con él ésa noche, de cocina, de música y de tonterías que hasta ese momento no sabía que podía intercambiar con el chico. Se encontró sujetándose en su brazo mientras soltaba carcajadas, como podía hacer cualquier día con Izzy o TK, y sacándole la lengua cada vez que él la llamaba Princesa, sin realmente molestarle, al igual que Tai solía nombrarla. Pudo notar que reía mucho con él, que se sentía cómoda, y que sin siquiera darse cuenta, buscaba su mirada y sus palabras.

Mimi se dio cuenta de que Matt realmente empezaba a gustarle. Lo poco que había hablado con él le encantaba y aunque sabía que era demasiado pronto para hablar de sentimientos, sabía que de seguir por ese camino no sería raro que llegase enamorarse de él. El rubio había demostrado ser amable y cariñoso, por no decir que su atracción era innegable.

Pero estaba el problema principal. Bueno, en realidad había más de uno. Por una parte que aunque a ella le gustase Matt, no había indicios de que realmente él se hubiera fijado en ella. Sí, era verdad que la había besado una vez, y que otra habían estado a punto, pero Mimi, como ingenua que era, daba por hecho que había sido cosa del momento.

Por otra parte, el que Yamato regresase a Japón un par de días después le hacía ver que, aún de gustarse, la cosa sería complicada. Y no pensaba para nada que un chico como él quisiese mantener una relación con alguien a esa distancia.

Mimi se reprendió mentalmente por andar pensando en términos como relación cuando ni siquiera sabía si a él le gustaba un poco. Así que simplemente decidió dejarlo estar; pasaría esos días que quedaban con sus amigos divirtiéndose, y que fuese lo que Kami quisiera cuando cogiesen el avión, porque sabía que de alguna manera Matt ya había entrado a su corazoncito.

Al día siguiente, todos juntos acompañaron a Joe al aeropuerto. Mimi lo abrazó fuertemente, haciendo que éste se sonrojase cuando lo llamó sempai repetidas veces y pidiéndole que no se fuese. Cuando el avión despegó, todos los niños elegidos que quedaban se fueron a visitar lo que les quedaba de visitar de Nueva York; tenían solamente dos días y una agenda muy apretada.

La estatua de la libertad, Roquefeller Center, el puente de Brooklyn… de un lado a otro, Mimi llevó a sus amigos a ver los sitios destacados y algún que otro edificio religioso como la catedral de San Patricio. Además, esa misma noche sacaron entradas para ir a ver un partido al Madison Square Garden, donde sobretodo Sora, Tai, Davis y TK disfrutaron como locos.

Pero el día 4 llegó, y con ello el de partida de regreso a Japón. Madrugaron mucho para poder desayunar de nuevo en una pequeña cafetería e ir seguido al aeropuerto. Las 4 chicas cogieron un taxi juntas mientras que los chicos iban en uno grande; todas estaban demasiado sensibles y nada más salir de la cafetería habían empezado a llorar y a abrazarse. Cuando los chicos llegaron al aeropuerto, parecían haberse serenado y estaban esperando sentadas a que pudiesen ir a facturar el equipaje. Una vez que terminaron, todo el mundo pareció, de repente, tener algo que hacer.

—Voy a ir a ver si encuentro la puerta de embarque —soltó Tai de repente, y eso fue como un pistoletazo de salida.

—Yo iré contigo—murmuró Izzy—. Voy a comprobar cuál es el avión que nos toca, por la seguridad.

—Yo voy a ir al baño, que necesito retocarme —Kari pareció mirar a Sora al decir eso.

—Te acompaño —se unió la pelirroja—. Yo también necesito ir.

—Y también voy —dijo Davis repentinamente.

—No puedes entrar al baño de las chicas, Davis, te lo recuerdo —se rió Yolei—. Iré a vigilar que no te cuelen.

— Voy a ir a la cafetería a por una botella de agua —anunció TK repentinamente—. Os traeré algo.

—Te acompaño —se ofreció Ken—, que no vas a poder con todo.

Y repentinamente, en pocos segundos, Mimi se encontraba con Matt, ambos parados el uno e frente del otro en medio de un aeropuerto abarrotado y sin saber qué decir. Los nervios invadieron a la chica; vale, sí, había estado muy bien con el Ishida los últimos días e incluso había cogido confianza, pero no había estado sola con él. Respiró hondo y recordó lo bien que habían estado la tarde de la película y se dijo a sí misma que ella podía hacer eso. Lo primero era romper ese incómodo silencio.

—Pues… —empezó a decir—. Nos han dejado solos.

Nada más decir esa frase se quiso golpear. ¿Nos han dejado solos? ¿Eso era lo único que se le ocurría para romper el hielo? ¿Y qué iba a ser lo siguiente, hablar del tiempo? Matt iba a pensar que era rematadamente tonta, definitivamente.

—Yo se lo he pedido —esa revelación de parte del rubio la trajo de nuevo al mundo real.

—¿Cómo? —preguntó sin saber si había escuchado bien.

—Que yo se lo he pedido —repitió Yamato—. Yo les he pedido que nos dejen solos. Pretendía que fuesen un poco más sutiles pero ya sabes, nuestros amigos tienen la sutileza bajo llave y bajo tierra.

Mimi se quedó callada sin saber bien qué decir. Vale, no se esperaba para nada esa declaración. Estaba muy curiosa pero no sabía bien si preguntar. Finalmente, tras pocos segundos de pelea con su cabeza y por culpa de su impaciencia, preguntó.

—¿Por qué? —fue simple y directa.

—Bueno, hace mucho que quería hablar contigo a solas —la castaña fue a hablar pero él prosiguió—. Sin los ronquidos de Davis alrededor.

Mimi soltó una carcajada recordando al Motomiya roncando fuertemente y tuvo que llevarse una mano a la boca para taparla y no parecer ordinaria. Cuando levantó la mirada, se encontró con la del rubio clavado en ella, observándola con ternura. Dejó de reírse ante eso, sonrojándose por ello.

—¿Podemos hablar, Mimi? —preguntó y ella asintió—. Mira sé que esto puede sonarte un poco raro pero creo que me gustas.

Los ojos de Mimi se abrieron como platos. ¿Había escuchado bien? ¿Yamato Ishida acababa de decirle que le gustaba? Irónicamente, su primer pensamiento fue que el club de fans de Matt iban a tenerle mucha envidia y a odiarla. El segundo, que no había esperado para nada que se le declarara. El rubio debió de comprender su cara de asombro porque siguió hablando.

—Ya sé que parece raro porque tú y yo realmente apenas hablamos pero las chicas hablan mucho de ti en Japón —la castaña sonrió por lo dicho—. Bueno, las chicas, Tai, Izzy, TK… incluso Joe suele mencionar cosas de cuando habláis por Skype.

—Todos son muy amables —comentó ella.

—Sí, bueno, los tienes un poco bastante encandilados —murmuró el rubio sonriendo de forma torcida—. Yo había estado muy ocupado con los finales, la banda y nuestra familia tratando de volver a ser normal, imagino que TK te contó sobre ello.

Mimi asintió de forma sutil, recordando cuando el Ishida menor le había estado contando todo el esfuerzo que su hermano estaba haciendo para que su familia volviese a estar unida, aún con el divorcio de sus padres, yendo uno de cada dos domingos a comer a casa de su madre.

—La cosa es que cuando tuvimos vacaciones empecé a pasar mucho más tiempo con todos, aprovechando que estábamos libres y en periodo de no tener clases —explicó—. Y como comencé a estar más con ellos, empecé a escuchar mucho más sobre ti. Debo admitir que al principio era un poco molesto porque, bueno, tú y yo no hablábamos pero parecía que todo el mundo tenía algún comentario sobre ti a diario.

—Vaya, lo siento —murmuró ella frunciendo el ceño—. No sabía que era tan incómodo que se hablase de mí.

—No es eso, no me malinterpretes; ya sabes que puedo llegar a ser muy rancio cuando estoy estresado, y volví de una época muy ocupada a querer descansar y me encontré con que no se dejaba de hablar de ti, o simplemente me lo pareció a mi —se excusó con timidez el chico—. Al de un par de días me fui acostumbrado y me dio por escuchar las historias que se iban contando sobre ti.

—¿Historias sobre mi? —preguntó Mimi.

—Las chicas contaban un montón de cosas sobre ti. Ya sabes, cosas de chicas que realmente a nosotros no nos interesaban mucho —la castaña se sonrojó, pensando en todo lo que Yolei podía haber ido diciendo por ahí—. No te preocupes, no era nada malo. Alguna anécdota curiosa o graciosa.

—No sé si me estás tranquilizando…

—Tranquila, si creo que lo más íntimo fue cuando Yolei nos contó aquella vez que te agachaste corriendo y se te rompió el pantalón en medio de la calle.

—¿Qué? ¿Os contó eso? —se llevó las manos a la boca horrorizada—. ¡Qué vergüenza! Voy a matarla. Ahora entiendo por qué Tai se pasó una semana soltándome indirectas sobre sastres…

—Taichi no es el más indicado para hablar —aseguró Matt—. Días más tarde, intentando imitarte, se le rompió el pantalón a él. Y ni siquiera se dio cuenta hasta que llegó a su casa.

Ambos jóvenes soltaron una carcajada sonora, la una imaginándose al castaño de esa guisa y el otro recordando aquella escena.

—La cosa es —prosiguió el rubio volviendo al tema principal—, que me empezaste a intrigar mucho. Y me encontré queriendo saber más de ti. De odiar o pasar de cuando alguien te mencionaba, pasé a estar atento a cualquier detalle que se refiriese a ti. Incluso empecé a hacer preguntas directamente sobre ti, tratando de ser discreto, claro. Era muy fácil con Tai, ya sabes que él es muy despistado. O con Yolei, que además de eso le encanta hablar hasta por los codos.

—Eso es verdad —rió la chica de ojos caramelo.

—Pero aunque fuese sutil, terminaron por fijarse en mi repentino interés por ti —Mimi lo miró curiosa—. En realidad fue Sora. Un día fui a su casa a hacer un trabajo de clase y estaba terminando de hablar contigo por Skype; me pidió que esperara un momento.

—Recuerdo ese día —mencionó ella—. Había tenido una pelea tremenda con mi padre y Sora estaba consolándome.

—Sí, le pregunté por ello y me contó —afirmó él—. Y claro como esa época estaba interesado en tu vida pregunté más cosas. De más imagino, porque Sora llegó a preguntarme por mi repentino interés. Cambié de tema apresuradamente, pero debió de notarse mucho porque Sora estuvo toda la tarde mirándome extraño.

—Es que Sora es muy perceptiva —asintió la castaña.

—Y tanto —estuvo de acuerdo él—. De hecho se pasó los siguientes días observándome, viendo cómo preguntaba por ti a diferentes personas. Yo no me enteré, claro. Y cuando volvimos a juntarnos para otro trabajo me lo dijo.

—¿Y qué pasó? —preguntó Mimi, completamente intrigada.

—Le conté todo; que estaba muy interesado en ti —respondió él.—. Que no sabía por qué pero llevaba una temporada queriendo saber de ti como nunca me había pasado.

—¿Y qué dijo ella?

—Que todo eso era porque me gustabas —la chica dio un respingo, no esperando esa respuesta tan directa—. Al principio me quedé un poco shockeado porque, bueno, yo apenas hablaba contigo y era muy raro. Pero no pude ni siquiera dudar un momento de que eso era verdad.

Mimi se sonrojó por la intensidad de los ojos de Matt cuando le dijo eso, mirándola directamente, sin titubear. Sintió su cara calentarse y supo que en ese momento debía estar muy roja. Por costumbre, como cada vez que se ponía nerviosa, se mordisqueó el labio inferior.

—Quería que lo supieras, Mimi. Me gustas, mucho —confesó directamente—. Cuando hablaron de venir aquí y acepté acompañarles a todos les sorprendió bastante que me fuese a gastar tanto dinero en un viaje para visitarte así que les conté todo: había decidido declararme.

La chica empezó a juguetear con la punta de su pelo, muy inquieta y sin saber qué decir ni qué hacer. No apartó la mirada de la de Yamato, queriendo que continuase la historia que estaba haciendo que su corazón palpitase con fuerza.

—En realidad besarte e Nochevieja no estaba planeado —murmuró el rubio—. No me malinterpretes, me encantó besarte, pero se supone que debía de hablar contigo primero antes de hacer un movimiento tan serio.

—A mí también me encantó el beso —declaró Mimi antes de poder contenerse.

—Eso me deja más tranquilo —sonrió él—, porque yo no he podido parar de pensar en ello desde que lo hice. Y he querido repetirlo tantas veces…

—Si te soy sincera —la castaña enrojeció más por lo que iba a decir— yo también he pensado en ello. Mucho. Y he querido repetirlo. Mucho también.

Vio al rubio cerrar los ojos con fuerza y respirar hondo y se preguntó si su revelación había estado mal. Al ver que no respondía, se puso más nerviosa.

—¿He dicho algo malo? —preguntó indecisa.

—No, no, para nada —negó él rápidamente, abriendo los ojos de nuevo—. Es que estoy tratando de serenarme porque esa confesión solo me ha dado ganas de besarte hasta que nos quedemos sin aliento, y creo que primero deberíamos terminar de hablar.

—Yo… —la chica se quedó muda ante esa frase tan intensa, la cual solo le dio más ganas de lanzarse a sus brazos—. Vale, sigue.

—Esa noche todo se fue un poco de desmadre —murmuró Matt recordando Año nuevo—. Yo me alejé porque no quería asustarte y después pasó lo de Michael…

—Y lo de Michelle —recordó Mimi.

—Sí, y lo de Michelle —añadió él—. En realidad yo no me di cuenta de lo de la americana hasta que Sora me lo explicó al día siguiente.

—¡Venga ya, Matt! —Mimi le miró como si no lo creyese—. ¡Se te lanzó encima! Es imposible que no te dieses cuenta.

—Ya, tonto no soy, de eso sí me di cuenta —afirmó—. Pero no sabía que te habías puesto celosa por ello.

—Tampoco es que estuviese tan celosa —murmuró Mimi mirando hacia otro lado a lo que el rubio sonrió.

—Yo no me di cuenta de ello porque estaba demasiado ocupado matando a Michel con la mirada —la chica volvió a centrar la mirada en él y se mordiqueó una de sus perfectamente pintadas uñas—. Así que hice un poco el tonto. Y me lo dijo Sora, me lo dijo TK, ¡incluso Tai me echó la bronca! Así que al día siguiente traté de parecer normal al día siguiente. El plan era contarte todo, pero entre que estábamos todos muertos y que Sora me aconsejó ir tranquilo y aprovechar los días, decidí empezar a hablar más contigo, para que no te viniese tan de sopetón. Así que simplemente les pedí ayuda para que pudiésemos hacerlo.

—Por eso siempre me tocaba sentarme a tu lado —exclamó ella, cayendo en ello—. Te has tomado muchas molestias por mí.

—Mimi —Matt se acercó a ella y acunó su cara con sus manos; ella se quedó pegada a su mirada—. Me gustas mucho. No estoy diciendo que esté enamorado porque sería hablar demasiado, no te asustes. Pero me gustas mucho, como nunca me había gustado una chica.

—Matt…

—Déjame terminar —Tachikawa asintió—. Quieor poder conocerte. A ti. Directamente y no a través de otras personas. Quiero hablar contigo como hacen todos. Bueno, en realidad quiero algo más, pero comprendo que tenemos que ir paso a paso. Podemos ir todo lo lento que tú quieras, pero déjame conocerte. Con el tiempo veremos si yo puedo llegar a gustarte y ver hacia dónde lleva ésto. Si después ves que no hay más, podemos ser simplemente amigos, pero quiero intentarlo.

—No creo que pueda verte como un amigo, Matt —musitó ella—. No después de haberme besado y que me gustase.

—Siento eso —se disculpó el chico—. Fui demasiado brusco. Lo siento mucho.

—No, estuvo bien —aseguró ella—. Está bien, Matt. Me encantaría que hablásemos más.

Matt sonrió ampliamente y el corazón de Mimi latió fuertemente n su pecho; el rubio era guapísimo cuando reía de forma tan natural. Él soltó su cara y se alejó un poco para dejarle espacio vital.

—No te arrepentirás prometió—. Aunque estemos tan lejos, conseguiré gustarte.

—No quiero que cambies —advirtió ella—. Lo que hemos estado hablando estos días me gusta. Tú, como has sido estos días, tú mismo, me gustas.

—Me alegro tanto, tanto —sonrió más él.

—Y en cuanto a lo de conocernos más… —Matt la miró a la espera de que ella terminase—. Te refieres a conocernos como amigos o… ¿cómo?

—Podemos empezar como amigos primero si lo prefieres —se apresuró a decir.

—En realidad no quiero —susurró la castaña—. Quiero que empecemos a hablar con la... meta de ser algo más cuando estemos preparados. Aunque vayamos despacio.

—Mucho mejor —aseguró él—. Porque bueno, si no hubiese más remedio sería tu amigo pero la verdad es que quiero ser algo más.

Ella sonrió y él la imitó. Mimi jugueteó con el borde de su camiseta, buscando las palabras que no sabía muy bien cómo decir sin que pareciese descarada.

—Matt —aunque no había apartado la mirada de ella, asintió para darle a entender que la escuchaba—. En cuanto a lo de ir lento, bueno, está muy bien pero… bueno, sé que va a ser difícil porque vamos a estar lejos pero, las parejas que se están conociendo y planean salir más adelante, bueno… se, se besan. ¿Qué piensas tú de ello?

—Mimi, ¿quieres que te bese? —preguntó divertido por la vacilación de la chica.

Ella se mordió el labio inferior de nuevo y asintió casi imperceptiblemente. Matt le correspondió la sonrisa, acercándose a ella de nuevo hasta volver a sujetar su cara entre las manos. Y entonces se inclinó sobre ella, y juntó sus labios al tiempo que Mimi cerraba los ojos y se sujetaba de la camisa de él. Los dos suspiraron con aire feliz, contentos de poder hacer lo que llevaban días queriendo. Ni siquiera pensaron en que estaban en medio de un aeropuerto, y aunque lo hubieran hecho no les habría importado menos.

Matt no tardó en soltar sus mejillas para rodearla con sus brazos y ella se acomodó contra él para disfrutar más de su cercanía. Estaban inmersos en el beso cuando un grito estridente a su derecha los asustó y los hizo separarse. Cuando se giraron a ver qué era lo que había pasado, se encontraron a todos sus amigos observándoles y a una llorosa Yolei corriendo hacia ellos.

—¡Lo habéis hecho! —gritó arrebatando a Mimi de los brazos del rubio ya abrazándola—. ¡Qué romántico! En medio en un aeropuerto como en las películas.

Matt suspiró, a sabiendas de que no podría recuperar a la castaña en ese momento, y se giró hacia Sora, quien le preguntó qué tal había ido con la mirada. Con una sonrisa y un asentimiento de cabeza, el chico dejó claro que había ido perfecto. Tai se acercó y palmeó su espalda.

—¡Enhorabuena, Romeo! —felicitó—. Te ha costado pero has conseguido a la Princesa al final.

—Eso parece —murmuró sin poder dejar de sonreír y mirando a Tachikawa, quien hablaba con las chicas entre grititos.

—Sabes dónde te has metido, ¿verdad? —preguntó TK.

—Sí, que mira la de amenazas que tuve cuando comentñe que podría casarme con Sora—murmuró Tai con un escalofrío recorriendo su cuerpo—. y ya princesa siempre está mucho más protegida.

—Nadie tiene que protegerla de mi —aseguró Matt—. Yo seré quien la proteja

—¡Pero qué ñoño te has vuelto en 20 minutos que te dejamos solo! —exclamó el castaño mayor.

—Lo hemos perdido —musitó Davis, negando con la cabeza.

Todos los chicos rieron.

Si bien las chicas querían hablar de todos los detalles de la declaración de Matt, Mimi les aseguró la exclusiva en una llamada de Skype conjunta. Quería aprovechar los últimos momentos con todos, dijo. Y todas comprendieron lo que quería decir, haciendo que se sentase al lado de Ishida casi a la fuerza. Aunque a ninguno le importó, y mientras tomaban un café en la cafetería del aeropuerto y hablaban con la chica que se quedaba en América, Matt pasó un brazo por encima de los hombros de Mimi con algo de miedo por si ella se asustaba, y ella se apoyó en el suyo mientras sus dedos se entrelazaban.

La hora del despegue llegó y todos se despidieron de Mimi, entre llantos de las chicas (mucho más sonoros de parte de Yolei) y "buenas suertes" de los chicos. Davis soltó un par de bromas antes de dejar que finalmente Matt se acercase a despedirse y todos fueron entrando mientras él la hablaba.

—Cuídate —le pidió el rubio—. Y no hagas muchas locuras.

—No puedo prometer eso, ya lo sabes, soy Mimi Tachikawa —rió ella —. Pero prometo ser más formal que Tai y Davis.

—Tendré que conformarme con eso —le siguió él la broma.

—Llámate cuando puedas —murmuró ella.

—En cuanto llegue hablamos por skype —prometió él.

—Bueno, les he prometido una llamada grupal así que quizás no sea tan fácil localizarme nada más llegar —bromeó ella.

—Trataré de llegar antes que ellas a casa —dijo Matt—. Te esperaré sino.

Por los altavoces, la voz de una señora hablando en inglés y anunciando el viaje a Japón resonó.

—Tienes que entrar —le informó Mimi.

—Está bien —el chico se acercó a ella y la volvió a besar suavemente, casi como si no tuviese prisa. Se tuvo que separar antes de lo que ninguno hubiese querido—. Hablamos en unas horas.

La castaña solo asintió y se alzó sobre las puntas de sus pies para darle un último y rápido beso en los labios, antes e empujarle hacia la puerta de embarque. Vio como entregaba su pasaporte y pasaba con éxito por el detector de metales antes de juntarse al resto. Desde su sitio, alzó la mano y los despidió vigorosamente. Se quedó allí, con todos gritando desde la otra punta y ella riendo y sin bajar la mano. Solamente cuando desparecieron tras unas puertas lo hizo.

Mimi se dio la vuelta finalmente para abandonar el aeropuerto para irse a casa. Con el corazón triste y contento al mismo tiempo, entró en un taxi y le dio la dirección de su apartamento. Se recostó en el asiento mientras miraba hacia fuera, a las mojadas calles de Nueva York, y sonrió. Esa iba a ser una nueva etapa en su vida, y un gran cambio, lo presentía.

Y desde ese día, Mimi Tachikawa empezó a tachar los días de su calendario, impaciente por que llegase el día marcado en amarillo que le indicaba que era su regreso a Japón.


Cuarto y último capítulo. Después de meses, he terminado. ¡Todo tuyo Damae! Siento haber tardado tanto, ya hemos hablado tú y yo por privado de eso. Espero que el final te guste y que no haya salido muy mal todo.

Sé que el final no es el mejor del mundo, pero la escena del aeropuerto la tenía pensada desde hace tiempo porque, bueno, ellos son jñivenes y está claro que no van a hacer lo de irse al otro lado del mundo sin sus padres. He intentado hacerlo relativamente real. Espero que no lo odies mucho.

¡Gracias!

¡Nos leemos!

Mid.