Disclaimer: Ni Fairy Tail ni sus personajes me pertenecen, puesto que pertenecen a Hiro Mashima. Esta historia esta hecha sin fines lucrativos.
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24.- Piezas.
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Epílogo: Siete meses después.
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—¿¡Donde demonios la he dejado!? —espetó al aire, y con la irritación rozando límites alarmantes a esas alturas.
¡Aun no entendía cómo había podido terminar aceptando aquella proposición absurda, de mudarse a vivir con el cabeza dura de su tragafuegos! Se sonrojó, sin poder evitarlo, cuando recordó las técnicas de persuasión de su dragon slayer. Bueno, en parte si que lo entendía, si… ¡pero era inaudito! ¡vaya que la persuadía con facilidad!, pensó con vergüenza.
Casi espetó un grito triunfal, al encontrar la horquilla de flores que con tanto ahínco había estado buscando, alrededor de casi diez minutos. La contempló con cariño desmesurado. Esa horquilla se la había regalado Natsu unos meses atrás, después de que se tomaran un par de semanas sabáticas viajando por medio continente. Su tragafuegos la había comprado en un sencillo puesto ambulante, pero para ella, era como un tesoro.
Dándose la vuelta, se dirigió al espejo de cuerpo entero, colocado estratégicamente en una de las paredes de la habitación. Enganchó la horquilla con cuidado en el recogido, dejando que las pequeñas flores de sakura cayeran sobre sus cabellos, ahora trenzados. Con las prisas retorciéndole la boca del estómago, se ajustó los hombros descubiertos del kimono. Esbozó una sonrisa que hubiera cegado hasta el rincón más oscuro e inaudito. Sin embargo, frunció levemente el ceño, al advertir que sus pechos parecían más… exuberantes, por decirlo de algún modo. Se encogió de hombros. Puede que resaltaran debido a la propia tela de colores exóticos del kimono.
—¡Lucee~! —espetó Happy, desde la planta de abajo— ¡al final, llegaremos los últimos, mujer tardona!
Lucy puso los ojos en blanco. —¡Ya voy! —contestó, con un poco de indignación— ¡te recuerdo que llevo retocando tu traje toda la tarde, y para no variar, he sido la última en ponerse a arreglarse!
—¡Pero es que mi disfraz es más sofisticado que el tuyo! —contestó el exceed, rebosante de orgullo, mientras que Natsu soltaba una carcajada al aire.
La joven se llevó una mano al rostro, con exasperación. —Está bien, está bien —declinó, mientras bajaba con rapidez por las escaleras, sujetándose la falda del kimono.
Cuando alcanzó el último escalón, alzó la mirada, para contemplar como su tragafuegos estaba esperándola de pie, en mitad del salón. Y el aire abandonó sus pulmones de golpe. Decir que estaba guapo, sería como una blasfemia. Casi boqueó de la impresión. Cuando Natsu le había comentado que quería disfrazarse de ninja, jamás había esperando un resultado igual. Le había imaginado con su típica bufanda blanca atada a la frente, y con sus típicas bermudas bombachas inundadas de estrellas ninja por todas partes. Sin embargo, nada la había preparado para eso.
Parecía un ninja recién salido de la época feudal. Llevaba el abdomen recubierto en vendas, junto con una túnica abierta, de color negro. Una cinta negra anudada en la frente, y unos sencillos pantalones bombachos de un tono gris oscuro. Los brazos, y hasta los nudillos de los dedos, también se encontraban vendados, y una sencilla katana descansaba plácidamente dentro de su vaina, sujeta en su cintura.
Y a Lucy le faltó híperventilar.
Natsu pestañeó, confundido, puesto que Lucy le contemplaba con la boca abierta, y se dirigió hasta su gato azul. —¿Qué crees que la ocurra? —consultó con curiosidad.
Happy se limitó a encogerse de hombros. —No sé. Está poniéndose colorada a más no poder. Creo que le ha encantado tu disfraz, Natsu —aseguró con un tinte de malicia, provocando que un sutil sonrojo trepara por las mejillas de su compañero.
Natsu se acercó a ella, que mantenía la vista perdida en las vendas que rodeaban su abdomen. Juvia le había asegurado –un montón de veces, de hecho–, que aquel detalle le gustaría mucho a Lucy. Ahora, le debía una a la novia del cabeza de cucurucho. Esbozó una acentuada sonrisa, y acercó su rostro al de ella. —Creo que te gusta mi disfraz —musitó sobre su rostro, con picardía.
Lucy parpadeó un par de veces, aterrizando bruscamente a la realidad. Sin poder evitarlo, un fuerte sonrojo acució sus mejillas sin piedad. —¿Qué? oh, si, eh… te queda muy bien —carraspeó con fuerza— ¿nos vamos?
Natsu arqueó una ceja, divertido, y repasó con la mirada el kimono que con tanto ahínco había resguardado Lucy en uno de los armarios, para evitar que él lo encontrase. —Estás preciosa, Luce —musitó con ardiente fervor.
Algo se retorció con fuerza en la boca del estómago de la joven rubia, provocando que empezara a respirar con debilidad. ¡Madre mía, como volviera a repetirle algo así, en ese tono que ahora conocía a la perfección, no llegarían a la fiesta!
—¡Ejem! —Happy carraspeó con sutilidad— Me parece fenomenal que queráis daros arrumacos, en serio, pero si os parece, me encantará perderos de vista, una vez que yo me haya encontrado con Charle —enunció con inocencia.
Ambos se sonrojaron con violencia, y Happy espetó una risa al aire. —No logro entender cómo continuáis cayendo con tanta facilidad. Se gusss~tan —aseguró enrollando la lengua.
La venita de la frente de Lucy se hinchó de manera cómica, y alzó un temblante puño. —¡Ven aquí, gato entrometido!
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—¡Natsu-san! ¡ex-rival de amor! ¡aquí!
Ambos giraron la cabeza, para contemplar como una Juvia, enfundada en un traje de policía, le hacía señas con el brazo. Un Gray disfrazado de preso, y una Erza vestida de belleza griega, los esperaban cerca de la barra.
Lucy se acercó corriendo a la usuaria de magia de agua. —¡Juvia, estás… —recorrió, sin aliento, el uniforme que se ajustaba como un guante a su cuerpo— impresionante! yo que tú —se dirigió a Gray—, tendría cuidado, no vayan a robártela —vaticinó en sorna.
Gray puso los ojos en blanco, y resopló, después de tomar un trago de su gin-tonic. —Eso tendría que verlo… —musitó hacia otro lado.
Natsu clavó la mirada en las esposas que colgaban del cinturón de la usuaria de magia de agua, y esbozó una sonrisa macabra. —Joder, cabeza de cucurucho, no esperaba que te fueran tales prácticas —apuntó hacia las esposas con un movimiento de la barbilla—. Al final va a resultar que no eres tan amuermado como yo creía… —apuntó con socarronería.
Tanto Gray, como Juvia, se sonrojaron con brutalidad, provocando que Lucy soltara una risa fresca al aire. Antes de que Gray se abalanzara sobre el tragafuegos, dispuesto a formar un follón sin precedentes, Erza giró la cabeza, para buscar en derredor y entre la multitud que atestaba el salón del gremio. —¿Sabéis qué? creo que voy a perderme un rato. Aun hay que saludar a mucha gente. Tengo la impresión de que esta fiesta será memorable —aseguro con convicción.
—Espero que no vayas en busca del dios del trueno —comentó Gray, mientras contemplaba las túnicas griegas de la pelirroja—. No por nada, sino porque creo que Laxus está muy entretenido con su tabernera particular.
Erza río con sutilidad. —En absoluto. Voy a ver si encuentro a mi… —titubeó por un segundo—, mosquetero particular.
La confusión adornó el rostro de Natsu. —¿Mosquetero? ¿hay un mosquetero? —consultó mirando hacia todos lados.
Gray volvió a poner los ojos en blanco. —Pero mira que eres tarado —masculló.
Natsu encendió uno de sus puños, mientras que la venita de la frente se le hinchaba. —Repite eso, muñeco de nieve —farfulló, pegando su frente contra la de él.
Gray aplastó con más ahínco la cabeza contra la frente del tragafuegos. —Las veces que sean necesarias, cerebro de lava.
Lucy suspiró, en resignación. —¿Por cierto, dónde están Levy y Gajeel? —consultó la joven rubia hacia la mujer de agua.
Juvia se encogió de hombros. —Lo cierto es que Juvia no les ha visto. Puede que no hayan llegado todavía.
"Lucy Heartfilia"
La rubia giró el cuello de manera violenta, con todas las líneas del rostro tensándose de golpe, para escrudiñar la multitud que se agolpaba a su alrededor. Aquel sencillo gesto, provocó que la boca de Juvia se torciera en una mueca de preocupación, y que Gray y Natsu detuvieran automáticamente la riña.
Natsu sujetó a Lucy de un brazo. —¿Qué ocurre, Lucy? —consultó con preocupación.
Lucy tomó aire con nerviosismo, mirando de manera frenética el gentío que abarrotaba el salón. —¿No lo has oído? —consultó, con tensión.
Gray frunció el ceño con gravedad. —¿Oír el qué?
La joven rubia estuvo a punto de admitir que alguien la había llamado, pero sin embargo, no dijo nada. Cerró los ojos, con frustración, y advirtió como Natsu la contemplaba de manera intensa. Sabía que desde hacía unos días, estaba más que preocupado. Si era sincera, tampoco la pillaba de sorpresa.
Decir que el tragafuegos se había vuelto sobreprotector con ella, era quedarse corto. Últimamente, habían tenido discusiones muy fuertes a causa de ello, de hecho. Los instintos de protección de Natsu hacia ella, habían empezado a rebosar los límites de su paciencia en los últimos tiempos.
Siete meses. Desde hacía siete meses, Lucy Heartfilia se había convertido en una persona común y corriente. No tenía magia. Sus llaves habían quedado opacas. Ya no contenían ningún brillo particular, ni rebosaban vitalidad, como antaño. Habían sido meses muy duros. Había considerado la idea de abandonar el gremio, puesto que ella, lamentablemente, ya no era una maga como tal. Sin embargo, cuando lo había comentado en una tarde mientras todos estaban arrejuntados en el salón, se había formado tal pandemónium, que se le habían quitado las ganas de volverlo a plantear. Ella era y siempre sería Lucy de Fairy Tail, con o sin magia. No le había quedado más remedio que aceptarlo, y siendo sincera, jamás había vuelto a tocar el tema.
A sabiendas de que salía más dinero del que entraba en su bolsillo, Lucy había optado por ayudar a Mira en el gremio. Si bien era cierto que ser camarera no era el oficio de su vida, tenía que reconocer que era divertido. Había empezado a tomar un gusto particular en las partidas de ajedrez contra Bickslow, y Lissana se desahogaba con ella, contándole sus peripecias particulares con el dragon slayer blanco. Menudos dos. No podían vivir el uno sin el otro, pero cuando estaban juntos, no se soportaban. Lo cierto es que había sido un total impacto para el pobre de Elfman, que aun no se encontraba preparado para admitir que su hermana pequeña se había hecho mayor, y que se había enamorado de una persona externa al gremio, como lo era Sting Eucliffe. Por otro lado, a esas alturas sabía perfectamente cómo preparar la cerveza del maestro, y como le gustaba el té a Evergreen después de las comidas. Pero lo que más le gustaba, era cuando Natsu y Happy esperaban a que ella terminara su turno para poder irse a casa.
A casa.
Al final, había tenido que dejar su apartamento. Cuando ella había comenzado a lamentarse por dónde podría vivir, Natsu había espetado, con toda la naturalidad del mundo, y con la delicadeza de una lija del cinco, que, obviamente, viviría con él, y que ya era hora. Y que no había más que hablar. Así que había cogido una de sus mochilas, y había empezado a caminar hacia su casa de las afueras, con un Happy revoloteando tras él, con toda la parsimonia del mundo.
Y ella solo había atinado a boquear de la impresión.
Todo había ido bien. Al principio, habían tenido que lidiar con pequeñas manías y defectos de cada uno, por descontado, pero nada fuera de lo normal. Sin embargo, los instintos sobreprotectores de Natsu se habían disparado desde hacía tres semanas, sin ningún motivo en particular. Gruñía si ella se quedaba a hacer horas extras en el gremio, se irritaba si algún miembro de la población masculina la contemplaba más de lo que él consideraba por normal –más de cuatro segundos–, y se volvía irascible en caso de que ella quisiera acompañarle en algún encargo, espetando que podía ser peligroso, y que inevitablemente estaría más pendiente de ella, que de otra cosa. Cosa, que a ella le irritaba en demasía, claro.
Pero lo peor de todo, era que desde hacía tres semanas, había comenzado a tener pesadillas de nuevo. Sueños confusos que se diluían en cuanto despertaba. Cosa que a Natsu lo mantenía con los nervios de punta. Entendía su preocupación, puesto que ella también lo estaba, pero habían decidido no otorgarle demasiada importancia. Sin embargo, el tragafuegos estaba olvidado su parte.
Lucy suspiró con profundidad, intentando calmarse. —Voy a buscar a Levy.
Natsu sostuvo su mirada durante unos segundos, de manera intensa, para terminar chasqueando fuertemente la boca. —De acuerdo.
En un gesto irritado, se dio la vuelta en dirección a la barra. Necesitaba un whisky de fuego. Gray suspiró, y también miró a Lucy durante unos segundos, aunque de manera un poco más intensa. En un parpadeo, besó a Juvia en los cabellos, para terminar siguiendo al tragafuegos. —Vamos, voy a por otro gin-tonic.
Juvia cabeceó en acuerdo, y miró a la joven rubia con tranquilidad. —Juvia cree que es mejor que ex-rival de amor se tranquilice un poco. Mientras, Juvia promete que mantendrá toda su atención sobre Gray-sama y Natsu-san.
Lucy envolvió a Juvia en un apresurado abrazo de oso. —Eres un sol, ¿lo sabías?
La usuaria de magia de agua espetó una risa al aire. —Sí.
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Natsu dejó el vaso, ahora vacío de whisky de fuego, sobre la barra en un golpe seco. Reconocía que desde hacía tres semanas, su irritación fluía con más facilidad de lo normal, y en cierto modo, no lo comprendía. Lucy desprendía un aroma un tanto incitador a todas horas, cosa que a él, lo traía como loco. Era como una fragancia sutil y arrolladora, que le incitaba a arrastrarla hasta el primer rincón oscuro que encontrase, para hacerle cualquier cosa.
Se sonrojó sin poder remediarlo, mientras pedía otra copa al camarero con un gesto de la mano. Reconocía que en cuanto de Lucy se trataba, su cuerpo se doblegaba con una facilidad atronadora, pero es que eso estaba rozando ya lo inaudito. ¡Y encima quería acompañarle en las misiones! ¿¡estaba loca!? ¡ni muerto dejaría que cualquier desconocido bastardo se acercara a menos de diez metros de ella! Sabía que estaba empujando al límite el temple de su Luce, pero es que no podía evitarlo.
Su boca decayó en un gesto tenso, al recordar que ahora, ella era incapaz de defenderse. En cierto modo, sabía de antemano que Lucy era capaz de dar una buena pelea, fuera a quien fuera, pero… había perdido su magia. Muchas veces la había pillado contemplando ensimismada las llaves de su cartuchera, cosa que a él le hacia sentirse la persona más impotente e insignificante del mundo. Porque no sabía qué podía hacer para que ella se sintiera mejor. Porlyusica había decidido hacer a Lucy una visita de reconocimiento una vez cada mes, pero al final, el resultado siempre era el mismo. Cosa que a él lo encabronaba hasta límites inconcebibles.
—¿Alguna novedad? —consultó Lucy, con esperanza, mientras volvía a abrocharse la camisa, después de que la mujer la auscultara.
La anciana se tomó unos segundos, antes de negar lentamente con la cabeza. —Lo lamento, joven Heartfilia. El diagnóstico continúa siendo el mismo. Su cuerpo parece recuperado y en forma, pero es como si algo bloqueara la manipulación del ethernano. Desconozco qué pueda ser, puesto que escapa a mis conocimientos.
Lucy enterró las manos entre sus cabellos, derrotada. —No volveré ser capaz de utilizar magia, ¿verdad? —aireó con amargura.
Porlyusica suspiró con profundidad. —No piense de esa forma. Puede que, sencillamente, algo lo esté bloqueando, y sólo desconozcamos qué sea. Tal vez con el tiempo, esa especie de barrera pierda su capacidad. No desespere. Yo continuaré con mis investigaciones.
—Pero… —titubeó—, ¿qué es lo que tiene de particular? ¿qué es lo que me está pasando? —cuestionó.
La anciana cerró los ojos, como debatiendo consigo misma. —Como ya comenté en un principio, su cuerpo no parece haber sido modificado a nivel genético, a causa de ningún efecto colateral por algún ataque, o por el propio combate. Sin embargo, es como si algo lo estuviese protegiendo de afluencias externas. Es como un campo que lo mantiene en estado continuo de reposo. Jamás había visto nada igual.
Por mucho que Lucy se empeñara en aparentar que todo estaba bien, él sabía que ella no estaba siendo sincera. Sabía que lo hacía por no preocupar a nadie, puesto que la conocía demasiado bien a esas alturas, pero le molestaba que incluso lo hiciera con él. Ese instinto demoledor de superación que ella tenía, lo volvía loco a veces.
Contempló por el rabillo del ojo, como Lucy se perdía entre el gentío, saludando a todo aquel que se cruzaba por delante. Entrecerró la mirada, escaneando la multitud, e intentando localizar a algún interesado que se pasara de listo. Estaría más que encantado de partirle las piernas. Alzó las cejas con estupefacción, tras contemplar como un humo blanquecino escapa de su mano. Estaba achicharrando, literalmente, el cristal del vaso que tenía sujeto en su mano, a causa de la intensidad de sus pensamientos.
—¡Joder! —abrió su mano, dejando caer el cristal al suelo, en una especie de liquido níveo y ardiente— ¡coño, pero qué demonios…! —masculló al aire con irritación.
Agitó la mano para enfriarla, intentando que bajara de temperatura. ¿¡Qué cojones pasaba con él!? ¡desde que era un crío, no se descontrolaba de tal manera! Quiso descargar un puntapié contra la barra, a causa del nerviosismo. Desde hacía semanas, tenía los nervios destrozados, sin saber la razón o el porqué. Era como si su cuerpo estuviese preparándose para algo, descontrolándose en el proceso, y le traía de cabeza no saber el qué.
Un mano golpeó en seco uno de sus omoplatos, haciéndole aterrizar bruscamente de sus pensamientos. —Joder, cabeza de cerilla, ¿ahora te esta dando por quemar cristales? —cuestionó con sorna una voz a su espalda.
Natsu bufó, exasperado, y pidió otra copa con un simple gesto. —Que te jodan, muñeco de nieve.
Gray espetó una risa entre dientes. —No se porque será, pero acaba de darme una sensación de «déjà vu».
Natsu puso los ojos en blanco, y pasó olímpicamente del usuario de creación de hielo.
Sin embargo, Gray frunció la boca en un gesto tenso, mientras tomaba un trago con parsimonia de su gin-tonic. —¿Qué ocurre? —cuestionó, ahora con seriedad.
El tragafuegos tomó aire con profundidad, deliberando consigo mismo durante unos instantes. —No lo sé —musitó con preocupación.
—¿Porlyusica tiene alguna novedad? —preguntó con inquietud.
Natsu negó con la cabeza. —No, no es eso. Al menos, eso creo.
Gray se pasó una mano por el rostro, irritado. —¿Que eso crees? ¿¡qué demonios significa eso, joder!? ¿¡se lo has dicho!? —espetó, comenzando a perder la paciencia.
Natsu estuvo a punto de engancharlo del pescuezo, y ahorcarlo con una de las cadenas de juguete que arrastraba tras de sí. —¡Joder, maldito idiota, ¿¡qué coño quieres que le diga!? «¡oye, Luce, últimamente me vuelve loco la fragancia que desprendes, y estoy a punto de perder la cabeza, a causa de la intensidad con la que me noquea!» ¿¡es eso!? —farfulló entre dientes, casi colérico.
La mirada de Gray se sumió en la vergüenza durante unos segundos, para después recuperar la compostura. —Vale, no, tienes razón —claudicó, provocando un bufido por parte del dragon slayer—, pero creo que deberías contárselo. Ella sabe que algo te ocurre. ¡Joder, parece que quieras asesinar a alguien, cuando ella toma distancia tuya de más de tres metros! —hizo un ademán rápido con el brazo.
Natsu bufó de nuevo, sintiendo como su paciencia estaba apunto de agotarse. Sabía que el imbécil del cucurucho tenía razón, pero en parte, reconocía que le daba vergüenza. Sus sentidos estaban más que alborotados, y se sentía como un niñato adolescente sin control alguno.
—¿Has hablado con Gajeel? —cuestionó de nuevo el usuario de creación de hielo.
Natsu se limitó a tomar un trago de su recién traído whisky de fuego. —Si.
Gray esperó durante todo el tiempo que pudo. —¿Y? —acució con exasperación.
El tragafuegos dejó el vaso, mediante un golpe seco, sobre la barra, salpicando con descuido la madera. —¡Joder, pues que no tiene ni idea! ¡nunca había oído nada sobre eso, ¿vale?! ¡punto!
El dragon slayer se pasó una mano por el rostro, irritado en su totalidad. ¡Maldición, le había faltado un milímetro de toda su fuerza de voluntad, para no enganchar a Luce de ese endemoniado kimono, y quitárselo sin ningún miramiento! Últimamente, estaba más bonita de lo habitual. ¡Su piel rezumaba feromonas que coreaban su nombre, estaba seguro! Y su fragancia le incitaba en casa por todas partes, irritándole cuando tenía que salir a algún encargo, sabiendo que su esencia no le acompañaría. Se sonrojó violentamente, cuando recordó la bienvenida que se habían dado, después de que él regresara de un encargo de quince días, hacía apenas una semana. Coño, los días se le habían hecho interminables, y cuando había llegado a casa, solo había querido tirarse sobre su cama, al lado de su Luce, para dormir durante días. Pero había sido poner un pie en la habitación, que la imagen de una Luce durmiendo plácidamente, con ese camisón granate oscuro, corto, y escotado, habían mandado sus ganas de dormir a tomar viento fresco.
Y vaya que no habían dormido. Ninguno de los dos.
Gray alzó las cejas de manera suspicaz, cuando advirtió como un sonrojo violento tomaba las mejillas del tragafuegos. —Joder, no quiero saber en qué estás pensando…
Natsu se arrastró las manos por los cabellos rosados, aun con el sonrojo en su punto más álgido. —¡Por un demonio, ¿qué quieres que haga?! ¡ya te lo he dicho, NO PUEDO EVITARLO!
Gray silbó, y tomó otro trago del gin-tonic. —Tío, yo que tú, la engancharía, y la arrastraría a cualquier rincón oscuro —esbozó una sonrisa macabra—. Es una fiesta, ¿no? —preguntó al aire, de manera inocente— estoy seguro de que ella no se molestará.
Las mejillas del tragafuegos estaban a punto de entrar en combustión. —Maldita sea —blasfemó, pasándose una mano por el rostro—, deja de darme ideas, ¿¡quieres!? Mi mente ya se estimula bastante por si sola, por si no lo sabías —masculló sin fuerzas.
El usuario de creación de hielo se encogió de hombros, y desvió la mirada hacia otro lado, como quien no quiere la cosa. —Tú te lo pierdes, pero… —su boca esbozó nuevamente una sonrisa maliciosa—, quién sabe, puede que alguien capte esa fragancia tan deliciosa que ella desprende últimamente. Tú me entiendes —suscitó con suavidad—. Es suave, tierna, y estoy seguro de que se muere porque la digas lo bonita que está con ese kimono, que por cierto, le hace un cuerpo de infarto, y…
Juvia pestañeó con fuerza, con su recién servido martini seco entre las manos. No había alcanzado a dar dos pasos, cuando vislumbró cómo la silueta del tragafuegos salía escopetada, para perderse entre la multitud, al punto de dejar una sutil estela de humo tras de sí. Enarcó las cejas, asombrada en su totalidad, y se terminó de acercar hasta el usuario de magia de hielo.
—¿Qué le ocurre a Natsu-san? —preguntó, con la curiosidad bailándole por todo el rostro.
Gray contempló durante unos instantes los bonitos ojos azules índigos de Juvia. —Nada —aseguró con tono de inocencia.
Juvia enarcó una ceja con suspicacia, provocando que Gray soltase una risa al aire. —Nada —reiteró ella, sin creerse una palabra.
Sin embargo, Gray esbozó una pequeña sonrisa macabra, que provocó que a Juvia le temblaran hasta las rodillas. —Oye, ¿no te apetece que demos una vuelta… por ahí?
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Lucy apenas pudo reprimir un silbido asombrado. Decir que el salón del gremio estaba a reventar, era poco. Prácticamente todos los gremios de Fiore, se encontraban allí metidos, divirtiéndose los unos con los otros. Saludó de pasada con un gesto de la mano a Jura Neekis, y a Lyon Vastia, que se encontraban inmersos en una conversación bastante entretenida con los dragon slayers gemelos, y continuó caminando como pudo, hasta que se dio de bruces contra una pared de músculos de acero.
Se llevó una mano a la nariz, para sóbasela con sutileza, y alzó la vista, hasta que reparó en el montón de piercings que mostraban las orejas de la persona con la cual se había tropezado. —¿Gajeel?
El aludido mostró una afilada sonrisa. —Anda, pero si es la conejita. ¿Dónde andabais metidos? —preguntó con sorna.
Lucy reprimió un refunfuño ante el apodo. —Estamos en la barra. Happy ha ido a encontrarse con Charle y Lily, por lo que imagino que también estará con Wendy y Romeo.
El dragon slayer de acero espetó una risa al aire. —Si, ya he visto al murciélago azulado —reconoció con burla— ¿Qué ocurre, ahora en vez de Don Diego De la Vega, quiere ser Bruce Wayne?
Por algún motivo desconocido, a Lucy le fastidió sutilmente el comentario, y alzó una ceja suspicaz, a la vez que inspeccionaba el traje del mamarracho de acero. —¿Y qué pasa contigo —preguntó con suspicacia—, ahora vas de sepulturero?
Gajeel se sonrojó con suavidad, y bufó airado, para cruzarse de brazos. —Para que lo sepas, voy de Neo —aseguró con orgullo.
La joven rubia esbozó una sonrisa maliciosa. —No me digas… ¿y precisamente hoy, con este disfraz, no te ha dado por ponerte las gafas de sol? —aireó con retintín.
El dragon slayer frunció el ceño, irritado. —¿Estamos de mal humor esta noche, o qué?
Lucy pasó olímpicamente de la pregunta. —¿Dónde te has dejado a Trinity? —consultó.
—¡Lu-chan! —espetó alguien al aire.
La rubia ladeó la cabeza, y se asomó tras Gajeel, para advertir como una Levy enfundada en un traje negro y ajustado, junto con una gabardina que rozaba el suelo, y unas estilosas gafas de cristales tintados, la saludaba alegremente con la mano, mientras que con la otra sujetaba un par de mojitos.
—¡Levy-chan! —exclamó Lucy con alegría, y se imaginó a sí misma corriendo un tupido velo sobre el dragon slayer de acero, con mucha sutileza.
La usuaria de magia de escritura le pasó las bebidas en un parpadeo a su pareja, quien se vio excluido de la conversación, mientras una gota imaginaria le escurría por la cabeza. —¡Vaya, estás… —recorrió con una mirada asombrada el kimono ajustado de su amiga—, estás deslumbrante! —aseguró fascinada.
Y era cierto. Era como si la piel de su amiga reluciera con suavidad y sutilidad, bajo las tenues luces del salón. Puede que Lucy hubiese perdido su magia, pero no había perdido en ningún momento esa esencia especial que ella siempre había desprendido de manera natural.
Lucy soltó una risa divertida. —Déjame adivinar, estos disfraces han sido cosa tuya —supuso con soltura.
Un sutil sonrojo trepó por las mejillas de Levy, y se llevó una mano a la cabeza, avergonzada por la obviedad. —Lo cierto es que el otro día Gajeel y yo vimos la lacri-película de Matrix, y nos gustó tanto, que decidimos utilizarlos para el disfraz —comentó con sinceridad— además, ¡deberías ver a Lily de Morfeo! —agarró sus manos entre las suyas, de manera emocionada— ¡Está taaa~n mono!
Lucy volvió a reír. —¡Estáis geniales! ¡me encantan! —aseguró con franqueza— Bueno —se corrigió al segundo, para ojear con orgullo herido, y por el rabillo del ojo, al dragon slayer—, estás más genial tú, que el sepulturero —farfulló por lo bajini.
—¡Oye! —la queja infantilmente ofendida de Gajeel se dejó oír por el fondo.
"Lucy Heartfilia"
El color abandonó el rostro de Lucy, quien se volteó para escanear de manera frenética el gentío, por segunda vez en lo que iba de noche. El pulso le retumbaba en los oídos, y los nervios se agarraron con fuerza a sus cuerdas vocales.
La mirada de Gajeel se contorsionó en una mueca de preocupación, al igual que la de la usuaria de magia de escritura sólida. —¿Qué ocurre, Lucy? —cuestionó, con la tensión embargándole a pasos acelerados.
Pero Lucy continuaba escudriñando el perfil de todas las personas que se encontraban a su alrededor, ajenas al escaneo de la ex-maga estelar. —¿No lo habéis oído? —musitó.
Levy posó su mano sobre el hombro de la joven rubia, provocando que pegase un pequeño respingo asustado. —¿Oír el qué?
Pero Lucy no contestó, y se limitó a apretar las mandíbulas con fuerza, al punto de rechinar los dientes, a causa de la frustración. Apretó las manos en puños, y echó a andar en un arranque descontrolado, perdiéndose entre la multitud que abarrotaba el salón.
Levy boqueó de la impresión. —¡Lucy, espera! —exclamó, estirando un brazo intentando sujetarla.
Sin embargo, la joven rubia había desaparecido en un parpadeo entre el gentío, y Levy miró a su pareja, con el rostro contorsionado en una mueca entre asustada y confundida.
El dragon slayer de acero la contempló durante unos segundos, y acunó con la mano una de las mejillas de la joven, en un sencillo e ínfimo roce. —Tranquila —musitó—. Venga, vamos a buscar a Salamander.
Las mejillas de Levy se encendieron con sutilidad, y no era a causa del calor que hacía en el salón con tanta gente. Asintió con suavidad, y alzándose de puntillas, dejó un pequeño beso sobre la barbilla de Gajeel, que se encendió como una estufa en invierno.
La joven espetó una risa fresca al aire, y enganchó de la mano al dragon slayer de acero –quien se encontraba estático de la impresión–, para tirar de él y perderse con celeridad entre la multitud, en busca del novio de su amiga.
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El corazón de Lucy retumbaba contra su pecho. Se hizo paso entre el gentío mediante empujones descontrolados, en dirección a una de las salidas al jardín. ¿¡De qué demonios iba esto!? ¿¡era una especie de broma!? ¿¡una muy pesada, tal vez!? Como alguien estuviese tomándole el pelo, y más de esa manera tan retorcida, terminaría tomando zumos con pajita el resto de su vida, después de que le diera una somanta de palos.
Se sonrojó con sutilidad, al llegar a la conclusión de que esa frase hubiese quedado más acorde si la hubiese soltado el cabeza dura de su tragafuegos, en vez de ella. Bueno, no podía hacer nada al respecto, en realidad. Compartía su vida con él, y por lo tanto, algunas manías y costumbres se terminaban pegando. Solo esperaba que no adoptase también su irascibilidad.
Mediante un ademán descontrolado, abrió una de las puertas correderas que daba a los jardines, provocando un golpe seco del cristal ante el gesto. Recorrió con suspicacia las luces decorativas que mostraban los arbustos y los árboles. Los bancos se mantenían en el mismo sitio, y no parecía que nadie estuviese alrededor. Bajó las escaleras de madera con sutilidad, hasta que sintió el frescor de la hierba a través de la suela de sus tacones. Las telas de los bajos del kimono resonaban en un suave fru-fru, al verse arrastrados sobre el césped. Y suspiró con profundidad.
Era una tonta. Pero tan tonta. Desapretó los puños, y sus hombros casi temblaron del gozo al verse desprendidos de tanta tensión acumulada. Cerró los ojos con sutilidad, y esbozó una sonrisa cansada. Había sido producto de su imaginación. Ni más, ni menos. Ni siquiera tenía magia. Nadie más lo había escuchado, excepto ella. Y él, ya no estaba. Se había marchado, por lo que ya no podía atormentarles. Ahora solo tenía que preocuparse de disfrutar. De bailar, de reír, e incluso de soñar. Ya llegarían más batallas más adelante.
"Si; pero tú no podrás participar. Jamás te lo permitirán. Y mucho menos, él."
Se mordió el interior de las mejillas con fuerza, por la frustración. Su propio subconsciente continuaba jugándole malas pasadas, a pesar de todo. ¡Vale, si, ya no tenía magia! ¿¡algún problema!? ¡puede que ahora ella no tuviese la fuerza de antes, pero ahora, sabía que su sitio siempre había estado y estaría al lado de Natsu, pasase lo que pasase! ¡y como alguien osara a decir lo contrario, conocería realmente el carácter de Lucy Dragneel!
Sus mejillas entraron en una acelerada combustión, ante la última línea de pensamientos. ¿¡Dragneel!? ¿¡pero en qué demonios estaba pensando ella ahora!? Se llevó una mano al rostro, agotada, y en parte, profundamente avergonzada. Reconocía que una parte de si misma había deseado –y deseaba– que Natsu le propusiera casarse con él, pero por otra, también entendía que Natsu, era Natsu, y siempre sería Natsu. Lo que significaba que, o se lo pedía ella, o ya conocía de antemano el epitafio que figuraría en su lápida:
"Lucy Heartfilia: querida amiga, amada compañera, y eterna novia."
Contuvo un improperio a duras penas, aun con la mano sobre su rostro. Mira que su subconsciente era retorcido cuando quería. Casi se imaginó a su propio reflejo, cruzada de brazos, y mirándola en actitud burlona.
—Bonita noche, ¿no crees, Lucy Heartfilia?
Y Lucy perdió la respiración de golpe, igual que si se la hubiesen arrancado de los pulmones.
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El titular de la voz se cruzó de brazos, mediante un gesto rápido. —Vamos, vamos, no te quedes así —solicitó con altanería.
Pero la joven rubia continuó sin girarse, mientras que los hombros comenzaban a temblarle, incapaz de abandonar la impresión.
—¿Lo ves? —apuntó una segunda voz, con irritación— Te dije que no lo hicieras —exclamó molesto— ¡Le dije que no lo hiciera! —aseguró a una tercera persona.
—¿Voy a buscarle un té? —cuestionó al aire una tercera voz.
El titular de la primera voz bufó al aire, con exasperación. —¿¡Como vas a ir a buscarle un té!? ¿¡quieres que los demás se mueran del susto!?
La dueña de la tercera voz se encogió de hombros. —Solo era sugerencia. ¿Creéis que me castigará? —preguntó con inexpresión.
El dueño de la segunda voz dio un paso al frente, de manera vacilante. —Eh… ¿Lucy?
La joven rubia comenzó a llorar. Las lágrimas habían comenzado a recorrer de manera furiosa sus mejillas, viéndose incapaz de pararlas. ¿Estaría imaginándose cosas otra vez? No se veía con el suficiente valor. Si se daba la vuelta, y ellos no estaban, volvería a morir tanto del disgusto, como de la pena. Por mucho que se esforzara en demostrar que lo tenía superado, la realidad era que no lo tenía en absoluto, y el único que parecía ser consciente de ello, era Natsu, aunque nunca hubiese dicho una palabra al respecto. La ex-maga estelar cayó de rodillas al suelo, desplomada, y aún envuelta en un mar de lágrimas. No podía ser… ¡no podía!
—¡Lucy! —el dueño de la segunda voz se abalanzó sobre ella, asustado, para tomarla de los hombros— ¡Lucy, tranquilízate, solo somos nosotros!
Pero ella continuó llorando, para agarrarse con fuerza a las solapas de su chaqueta. —Loke… ¡Loke! —aireó con angustia, y con la sensación de que se desvanecería en el aire, en caso de que le soltara.
—Hime, cálmese, todo está bien —anunció una jovencita, con un simple atuendo de doncella, que se había agachado frente a ella para quedar a su misma altura.
—No puede ser… —musitó ella, atormentada—, me lo estoy imaginando, ¿verdad? Yo ya no puedo manipular magia, ¡ella me lo dijo! —reconoció, atormentada, y con la vista clavada sobre la hierba, viéndose incapaz de alzarla.
—¿Quién dijo qué? —cuestionó, con ironía, la dueña de la primera voz.
Lucy paró de llorar abruptamente, y con la garganta reseca, alzó con lentitud la mirada, hasta topar con un rostro serio, rodeado de ondulados cabellos largos y blancos. —Ofiuco… —aireó, atónita.
La aludida chasqueó la boca con fuerza, tras poner los ojos en blanco. —Vamos, vamos, Lucy Heartfilia, si hubiese llegado a saber que te pondrías así, no habría llamado tu atención… —titubeó— de manera sutil —esbozó una perfilada sonrisa.
Loke se puso en pie de un salto. —¿¡Sutil!? ¿¡tú llamas a eso «sutil»!? ¡eres una sádica —aireó acongojado, amarrándose de los cabellos cobrizos—, ¿lo sabías?!
El espíritu del portal de la serpiente se encogió de hombros, como si la cosa no fuese con ella. —Pensé que sería divertido…
El guardián del portal del león bufó, hastiado en su totalidad. —¡Seguro…!
Ofiuco volvió a poner los ojos en blanco, y en dos zancadas, se plantó frente al cuerpo arrodillado de la ex-maga estelar, y estiró el brazo hacia ella. Lucy contempló la mano que la mujer le había tendido, mientras miraba hacia otro lado, con aburrimiento. Aun temblando, tomó indecisa la mano, provocando que el espíritu de la serpiente tirara de ella en un gesto decidido, hasta ponerla en pie.
Lucy, aun con los ojos abnegados en lágrimas, paseó la mirada por la silueta de la mujer de cabellos albinos. Y sin poder controlarse más, se abalanzó sobre ella, para apretujarla en un apresurado abrazo, y provocando que ambas casi cayesen al suelo.
—¡Estáis bien! ¡por Mavis, estáis bien! ¡casi me muero de la preocupación, no sabía nada! ¡nadie era capaz de decirme nada! ¡pensé que… ni siquiera sabía qué pensar! —exclamó, desesperada.
Virgo espetó una risita a aire, mientras que Loke se llevaba una mano al pecho, intentando recuperar el aliento del susto. Estaba mayor para esto.
Ofiuco frunció el ceño, mientras que sutilmente se le coloreaban las mejillas. —Venga, venga, pesada, quítate de encima, vas a exprimirme, ¿lo sabías? —aireó, medio divertida.
La rubia se separó de ella, para contemplarla detenidamente. —¡Es que…! —Lucy se mordió el labio inferior, estaba demasiado impresionada como para decir algo con coherencia.
La mujer de cabellos blancos posó una mano sobre su hombro, intentando apaciguarla. —Sé que ha debido resultar muy duro para ti, Lucy Heartfilia. Pero antes de nada, quiero que sepas que lo que he hecho, lo he hecho con razones de peso. No hubiese hecho lo que hice, en caso de que no hubiese resultado necesario. Te doy mi palabra.
Lucy parpadeó, confundida. —¿De qué estás hablando? —murmuró, dando un paso hacia atrás— ¿de qué está hablando? —consultó, mirando hacia Virgo y Loke.
El espíritu celestial de la doncella quiso abrir la boca para decir algo, pero sin embargo, no pronunció palabra alguna. Loke desvió la mirada hacia el suelo, en actitud medio avergonzada.
—Fui yo quien bloqueó tu capacidad de manipular ethernano —musitó Ofiuco.
La ex-maga estelar boqueó de la impresión, e inconscientemente, dio otro paso hacia atrás. No estaba segura de si el suelo había comenzado a romperse bajo ella, o era ella misma quien estaba volviéndose a romper en pedazos.
Ofiuco alzó una mano, temblorosa. —Escucha, cálmate, estabas demasiado débil, no podías siquiera… —comenzó, intentando explicarse.
La joven de cabellos rubios comprimió la mano en un puño. —¿Tú me hiciste… esto? —consultó al aire, sin poder creérselo.
La guardiana del portal de la serpiente cerró la boca abruptamente, pero asintió levemente mediante un cabeceo.
—¿¡Tú me… —negó con la cabeza, frustrada—, tú me has hecho esto!? —reverberó angustiada, mientras se señalaba a sí misma— ¿¡Siete meses!? ¿¡durante siete meses, me habéis dejado totalmente abandonada, dejando que pensara que os había ocurrido lo peor!? ¿¡sin poder casi conciliar el sueño, a causa de la culpa y el remordimiento!? ¿¡cómo habéis podido hacerme esto!? —exclamó, desquiciada.
Ofiuco frunció la boca, en un gesto de total irritación. —¡Joder, lo siento, ¿vale?! ¡lo siento mucho! —sus ojos lucían inyectados en culpa— ¡Me hubiese gustado advertirte con antelación, pero no tenía tiempo! ¡tenías un pie prácticamente en el otro barrio, ¿lo comprendes?! ¡ni siquiera habrías aguantado el hecho de que alguno de nosotros utilizara su puerta por voluntad propia! —se defendió, desesperada.
Lucy se llevó una mano a la frente, angustiada.
—Escucha —Ofiuco dio un paso hacia ella—, sé que tienes mucho que ingerir de golpe. Si te soy sincera, no caí en la cuenta de que aquí, el tiempo transcurre de manera totalmente diferente. Para nosotros apenas ha sido una semana, pero quiero que sepas, que en todo momento he estado pendiente de tu evolución. La… —dudó, tras poner de nuevo los ojos en blanco— sirenita no ha hecho otra cosa que darme la murga constantemente a causa de esto, te lo puedo asegurar.
Los ojos de Lucy brillaron por un momento. —¿Acuario…? —musitó.
Ofiuco asintió varias veces con la cabeza. —Si, si —afirmó con exasperación— ella está bien. ¡Todos nosotros estamos bien, Lucy Heartfilia, así que deja de angustiarte tanto!
La joven de cabellos rubios se llevó las manos al rostro, saturada de emociones contradictorias. Virgo entornó lo ojos en preocupación, a la vez que Loke se mantenía en actitud culpable.
El espíritu de la serpiente suspiró con profundidad. —No lo entiendes, ¿verdad? —Lucy volvió a mirarla, totalmente pérdida—. No fui yo quien te trajo de vuelta, niña tonta. Fuiste tú, quien me llamó a mí, para que fuese a buscarte. Jamás he sentido una… —titubeó— afinidad parecida. Y encima, e inconscientemente, abriste después las trece puertas. Sin embargo, al final fuiste tú quien pagó el precio. ¿¡Crees que alguien ha conseguido hacer eso!? —cuestionó al aire, exasperada ante el recuerdo— cuando te desplomaste, se cerraron de golpe todas las puertas. Sabía que algo no iba bien, así que tomé una decisión —alzó la barbilla, con firmeza—. Tu cuerpo apenas podía soportar un soplo de viento —masculló, irritada—, así que imagínate la que se hubiese podido liar, en caso de haberme plantado para avisarte. Así que… —tragó con fuerza— bloqueé tu capacidad de manipular magia, con la esperanza de que tu cuerpo, con el tiempo, se recuperaría. Reconozco que a día de hoy, continuas sin alcanzar tu capacidad original. Temo que, de alguna manera, y aun habiendo conseguido lo que conseguiste, haya dejado sus consecuencias.
La ex-maga cerró los ojos, apesadumbrada, y comenzando a entender la situación que le relataba. Al final, sus frustraciones se habían escurrido sin ningún tipo de control. En parte, se sintió enfadada consigo misma. —Perdóname, yo… —titubeó.
Ofiuco negó con la cabeza, con tranquilidad, a la vez que alzaba una mano, dándola a entender que no era necesario que continuase. —Lo entiendo, Lucy Heartfilia. Ha debido resultarte especialmente complicado. Lamento haberme visto obligada a hacerte pasar por esto.
Lucy volvió a titubear, mientras se llevaba una mano al pecho. —Pero… entonces, ¿de verdad estáis todos bien?
La guardiana del portal de la serpiente se llevó una mano a la frente, fruncida por la exasperación. —¡Por dios, ya te he dicho que si! ¡estamos todos perfectamente bien! Bueno, el peluche sigue igual de plasta que siempre, pero nada fuera de lo normal…
Loke frunció el ceño, irritado. —¡Eh!
Ofiuco hizo caso omiso al espíritu celestial del león. —En cualquier caso, hay alguna que otra cosilla, que me gustaría hablar contigo a solas —miró por el rabillo del ojo al peluche—. No quiero armar otro escándalo tan pronto —farfulló consigo misma, por lo bajini.
La joven de cabellos rubios parpadeó, confundida. No había entendido una sola palabra de lo que la otra mujer decía. —¿Eh?
Ofiuco palmeó con energía. —¡Bien! ¡chicos —miró tanto a Virgo como a Loke—, es la hora!
Virgo se mantuvo inexpresiva. —¿No podemos ir mientras a tomar algo con los demás? Sería divertido…
La mujer de melena albina resopló, hastiada, y puso los brazos en jarras. —Ese no era el trato. Os he dejado venir, con la condición de que tras comprobar que ella se encontrase perfectamente bien, volveríais tranquilamente.
Loke se cruzó de brazos. —Yo no he firmado ningún papel que diga eso —masculló con ironía.
Ofiuco dio un paso hacia ellos, mientras que sus cabellos comenzaban a revolotear alrededor de su rostro, y un aura de color dorado comenzaba a desprenderse de su silueta. —No vamos a empezar tan pronto a discutir, ¿verdad peluche? El hecho de que haya decidido no retomar mi posición como líder de todas las casas del zodíaco —Lucy abrió la boca, atónita por completo ante la revelación—, no significa que vaya a dejar que me toques las narices cada vez que te dé la gana —advirtió con macabra satisfacción, mientras se crujía los nudillos.
El guardián del portal del león tensó las mandíbulas con ferocidad, a la vez que adoptaba una postura de combate. —Cuando quieras, culebra, voy a patear ese bonito culo que tie…
Virgo echó un brazo alrededor del cuello de Loke, mientras mantenía una sonrisilla en el rostro. En un parpadeo, guiñó un ojo descarado a Ofiuco, y, a continuación, saludó a Lucy al estilo militar. —Nos veremos pronto, hime. Cuida de ella —solicitó, tras mirar a su compañera.
Ofiuco, atónita, asintió con la cabeza, mientras que sus dos camaradas desaparecían en un haz de luces; el segundo, aun forcejeando contra la primera, intentando soltarse.
Lucy se vio incapaz de cerrar la boca, a causa de la impresión, y miró a Ofiuco, quien tenía la cara desencajada por la estupefacción. —Acaba de… ¿soltar un piropo sin querer respecto a tu culo?
Sin poder evitarlo, el rostro de Ofiuco aumentó de colores a una velocidad salvaje, y con los ojos casi saliéndose de sus orbitas. Lucy casi quiso reventar en carcajadas, sino hubiese sido porque apreciaba su vida lo suficiente, como para enojar a la mujer de cabellos blancos.
Se llevó una mano a la boca, intentando ahogar la risa, mientras contemplaba el rostro desencajado de Ofiuco. —No me sorprendería, creo que eres la única mujer capaz de sacarle de sus casillas, y sacarle de esos aires de grandeza en los que se rodea. Aries me cae fenomenal, no me malinterpretes, pero creo que en el fondo, y en parte, él la ve como una hermanita pequeña… además, a ti te gusta Leo, ¿no?
La mujer giró el cuello bruscamente, para mirarla con la fuerza de una descarga. —¿¡Pero qué demonios dices!? —el sonrojo no disminuía— ¿¡a mi!? ¿¡ese impertinente peluche de melena alborotada!? —casi pegó su frente contra la de ella— ¡jamás! —exclamó a viva voz, mientras enterraba los dedos entre sus cabellos, desesperada— ¡antes muerta, que caer ante los encantos de ese ordinario patán! —la faltaba el aire.
Lucy alzó las manos, en actitud conciliadora, y con una gota imaginaria escurriéndole por la cabeza. —De acuerdo, vale, me ha quedado claro… —musitó.
—¡Además! —Ofiuco volvió a mirarla, fuera de sí— ¿¡a ti quien te ha dado tantas confianzas, como para dirigirte a mí de esa manera!? ¡niña tonta, y encima, descortés!
La ex-maga estelar arqueó una ceja, sin amilanarse lo más mínimo ante sus palabras. —Tranquilízate, no es como para que te pongas así. Me ha quedado claro. Ni él te gusta a ti, ni tú a él. Oído cocina.
Ofiuco hizo un ademán nervioso con el brazo. —¡Pues eso!
Lucy se llevó una mano al rostro, y suspiró sin poder evitarlo. Vaya… ahora si entendía mucho mejor las cosas entre esos dos. Sin embargo, estaba segura de que antes que reconocerlo, serían capaces de consentir que los pusieran en un potro de tortura.
Aun con la mano temblando, el espíritu del portal de la serpiente se colocó sutilmente los mechones blancos ¡Estaba perdiendo el punto, por ese maldito idiota! Comprimió un puño, con macabra satisfacción ¡En cuanto regresara, ese peluche aprendería modales por las buenas, o por las no tan buenas, como que ella era la guardiana del portal de la serpiente!
—Hay algo de lo que me gustaría hablarte, antes de nada.
La seriedad tomó de nuevo el rostro del espíritu celestial, y aguardó con paciencia, tras cabecear con sutilidad. Tras unos segundos, decidió tomar asiento en uno de los bancos de madera, por lo que Lucy la imitó en el gesto, sentándose a su lado.
—Cuando… —comenzó, sin saber muy bien como continuar— cuando estaba en el… —dudó— otro lado, vi algo. Los recuerdos son difusos a estas alturas —esbozó una pequeña sonrisa—, pero sé que alguien cuido de mí. Sin embargo —frunció la boca en preocupación—, sí recuerdo el agua.
Ofiuco inspiró con profundidad, pero se mantuvo en silencio.
—Esas aguas negras y espesas… —su cuerpo fue víctima de un escalofrío involuntario— desconozco qué era aquello —volteó el rostro, para mirar con firmeza a la guardiana—, pero sé que la vi. Ella estaba allí —afirmó con vehemencia.
—¿Ella? ¿a qué te refie…?
Abrió los ojos en reconocimiento, mientras su contratista seguía contemplándola con inusitada intensidad. Agitó la cabeza, abrumada, y de su boca salieron las palabras que menos hubiese llegado a imaginar.
—Yukino Aguria… —susurró, impactada.
La rubia se limitó a cabecear con suavidad. —No he tenido el valor suficiente como para decírselo a nadie, puesto que podría suscitar más dolor del que ya esta hecho. Pero sé que la vi —aseguró, con los ojos brillantes—. Te doy mi palabra de que ella estaba allí. Quise sacarla. Quise llevármela conmigo, pero por algún motivo, no pude alcanzarla —apretó la mano en un puño, impotente—. No sé porqué, ni siquiera estoy segura de que pueda llegar a conseguirlo, pero presiento que puedo traerla de vuelta —musitó—. Y para eso, necesito tu ayuda.
Ofiuco se levantó de un golpe, alterada por completo. —¿¡Volver allí!? ¿¡es que has perdido la cabeza!? ¡no has escuchado nada de lo que te he contado, ¿verdad?! ¡ni siquiera rozas tu capacidad original! ¡de hecho, ahora mismo ni siquiera he liberado el sello, ¿y pretendes arriesgarte de esa manera?! ¿¡has perdido del todo el sentido común, o qué demonios pasa contigo!? —aireó, indignada por completo.
La ex-maga estelar aguantó el chaparrón con toda la entereza que fue capaz de reunir. Sino lo intentaba, jamás podría llegar a vivir en paz consigo misma. —Es un riesgo que estoy dispuesta a asumir. Desconozco las consecuencias que podría llegar a tener —volvió a mirar con intensidad a la guardiana del portal de la serpiente—, pero voy a intentarlo. Con, o sin tu ayuda. Aunque con tu ayuda, reconozco que tengo mucha más probabilidad.
Ofiuco se pasó una mano por el rostro, agobiada en su totalidad. —Hasta que consigas acabar con tu vida, no vas a parar, ¿verdad? —cuestionó en un murmullo.
—No se trata de eso… —se defendió débilmente.
La mujer de cabellos blanquecinos chasqueó la boca con fuerza, interrumpiéndola. —Sé perfectamente de lo que se trata —espetó con dureza—. Y te recuerdo que lo que pasó, no fue culpa tuya. No obstante, me siento afortunada porque puedo decir con tranquilidad que, al final, el bastardo del espíritu quebrado recibió lo que siempre anheló: la oscuridad. Es por ello que puedo asegurar que la muerte de Yukino Aguria no fue culpa tuya —masculló, vocalizando cada sílaba—. No debes martirizarte por ello, ni obligarte a sobrellevar esa carga. Es demasiado pesada —murmuró.
Lucy cerró los ojos, apesadumbrada.
—Escúchame con atención —Ofiuco volvió a tomar asiento a su lado, en un movimiento lento y cansado—. Sé lo que es eso. Sé cuanto pesa la culpa, pero algunas cosas sencillamente deben escapar a nuestro control. Mi contratista, no era la gran cosa —contempló la infinidad del firmamento, dejando escapar un suspiro—, pero no era mala persona. Después de adquirir mi llave, pasó un tiempo hasta que descubrió mis habilidades para la sanación. Sin embargo, empezó a frecuentar personas y ambientes carentes, cada vez menos, de moralidad. Hasta que se convirtió en mercader.
La rubia escuchó absorta las palabras de la mujer de melena albina, sin poder creer que Ofiuco estuviese contándola aquello. —¿Mercader? —cuestionó.
Ofiuco volvió a mirarla, con los ojos inyectados en culpa. —Tráfico humano —susurró.
Lucy ahogó un jadeo temeroso, a la vez que las manos comenzaron a temblarle de manera involuntaria. —Dios mío… —aireó, aterrada.
La mujer del signo de la serpiente dejó escapar una sola carcajada atormentada. —Mis habilidades le venían de perlas, como podrás imaginar. Sin embargo, llegó la niña tonta —su voz se perdió entre los recovecos de sus recuerdos—. Mi contratista me solicitó que cuidase de ella, hasta que estuviera sana por completo. Ella era una esclava desde que llegó a este mundo retorcido. Creí que él se había enamorado de ella, a pesar de la diferencia de edad. Por un momento, realmente pensé que él estaba cambiando. Hasta que descubrí que había llegado a un acuerdo para venderla a otro individuo. Un caudillo, poseedor de grandes tierras, y entrado en años —volvió a mirarla, con las lágrimas abnegándoles los ojos—. Ella solo tenía doce años —masculló con violencia contenida.
La rubia tuvo que llevarse las manos a la boca, intentando retener los lamentos ahogados que clamaban por salir de su pecho.
Ofiuco se restregó con fiereza el brazo por los ojos, intentando borrar todo rastro de lágrimas. —Como imaginarás, después del intercambio ella apenas sobrevivió una semana —esbozó una sonrisa llena se macabra satisfacción—, por lo que el caudillo, colérico porque ella hubiese decidido quitarse la vida, reclamó el pago que en un principio había efectuado por ella. La cosa, no salió como esperaba mi contratista, por lo que tuvieron una gran trifulca. Una noche, unos bandidos le asaltaron en su propia tienda, en venganza por el orgullo herido de su señor. Mientras exhalaba sus últimos alientos, me solicitó que le ayudara.
Lucy hipó con fuerza, incapaz de retener los sollozos temblorosos que se escapaban de su garganta. Ni siquiera podía atisbar el horror que Ofiuco se había visto obligada a contemplar. Era algo que escapaba a toda lógica y comprensión. Y no dudó, ni por un instante, en que ella hubiese tomado la misma elección: renegar del mundo, y de todo lo que habitase en él.
La guardiana del último portal suspiró con profundidad, intentando serenarse a duras penas. —Al contrario de lo que todos dieron por sentado, intenté ayudarle. De verdad que lo hice, pero sencillamente no pude. En el fondo de mi misma, deseaba que pagase por todo el sufrimiento que había causado. No lo merecía. ¿Recuerdas lo que te conté acerca del refuerzo en la conexión? —Lucy asintió débilmente, aún con rastros de lágrimas en las mejillas— no te mentí, Lucy Heartfilia. Nuestra magia se reserva en la fuerza del espíritu de nuestro contratista. Un alma corrompida, jamás alcanzará todo su potencial. Espero que ahora comprendas porqué te he contado esto. Sé lo que es la oscuridad —su voz surgió desde las profundidades de su garganta, rota por completo—, lo sé mejor que nadie —masculló con fuerza—. Si te dejas seducir, jamás podrás regresar. Y todo empieza desde el mismo punto de partida: la culpa. Siempre es lo mismo. Sufrimiento, miedo, odio, ira… justicia. Diferentes emociones que, al final, solo te conducirán a la misma espiral de tinieblas y desesperación. Y te verás incapaz de regresar.
Sin poder aguantar un segundo más, Lucy se abalanzó sobre ella, para apretujarla en un desesperado abrazo. Apenas podía creer lo que Ofiuco había compartido con ella. Era demasiado demoledor. Era demasiado de todo. A diferencia de ella, estaba segura de que en su caso, el dolor hubiese acabado consumiéndola en su totalidad.
—Sé que no quieres oírlo —su voz llorosa surgió como una cascada—, pero lo siento. De verdad que lamento que tuvieses que pasar por algo así, Ofiuco. No fue culpa tuya. En verdad que no lo fue. Ojalá te hubiese conocido antes —se separó de ella, para pasarse el dorso de la mano sobre los ojos, intentando retener el lloro—. Aun así, quiero que sepas que me siento más que orgullosa de ser tu contratista. Resguardas un espíritu inmenso, Ofiuco, y me considero afortunada de que me permitas ser tu compañera. Has demostrado una determinación y una entereza inauditas, y sé que él, finalmente ha podido verlo. Sé que el Rey Bigotes está más que orgulloso de ti, al igual que yo.
Para asombro de la ex-maga estelar, Ofiuco no combatió de nuevo contra las lágrimas que surcaban sus mejillas. Y por primera vez, después de mucho tiempo, Ofiuco se sintió nuevamente capaz de respirar con normalidad.
Después de unos momentos, la mujer agitó la cabeza, intentando recuperar la normalidad. —También quiero que sepas que he decidido que mi habilidad solo pueda manipularla un único contratista.
Lucy boqueó, igual que un pez fuera del agua. —¿Qué? —cuestionó, estupefacta.
—He llegado a un acuerdo con el abuelo. En el momento en el que tú ya no estés, mi habilidad volverá a ser sellada.
La rubia se levantó de un golpe. —¿¡Pero qué estas diciendo!? ¡no puedes estar hablando en serio! ¡no pienso permitir que te sellen de nuevo! —exclamó colérica.
Ofiuco negó suavemente con la cabeza. —Lamento decirte que esto no es decisión tuya, Lucy Heartfilia, sino mía. Reconozco que he mantenido una conversación larga y tendida con el abuelo, y al final, ha dado su consentimiento para que así sea. Si realmente eres mi amiga, debes entenderlo.
La ex-maga celestial intentó tragar, pero la bolita de dolor que sentía en la garganta no se lo permitió. —No puedo… —intentó continuar, sin éxito.
La guardiana del portal de la serpiente se levantó, hasta quedar al frente de su contratista. Un aura de determinación se desprendía de su perfil. —Llegaré hasta donde tú llegues, Lucy Heartfilia. Así lo he decidido. Y al contrario de lo que muchos puedan pensar, me siento orgullosa de ello. Yo siempre estaré contigo —afirmó con vehemencia—, y siempre velaré por ti. Puede que en muchas ocasiones no lleguemos a estar de acuerdo, pero me mantendré a tu lado pase lo que pase. Y si deseas intentar traer a Yukino Aguria de vuelta, haré todo lo que esté en mi mano. Te doy mi palabra —aseguró, llevándose una mano al pecho en signo de promesa.
Sin poder evitarlo, Lucy volvió a abrazarla. La conexión que tenía con Ofiuco, no se sentía capaz de explicarla, pero no la importaba. Aquel espíritu le había enseñado más de lo que podía haber esperado de nadie. Y se prometió a si misma, que ella también estaría a su lado pasase lo que pasase, y viniese lo que viniese.
Ofiuco sonrió débilmente. —Es curioso como funciona el mundo. En realidad, lo único que el abuelo selló fue una parte de mi poder. Sin embargo, con el tiempo mi cabello se tornó de color verdoso. Yo, que siempre maldecía a aquellos espíritus que dejaban vislumbrar sus debilidades, como el orgullo, o la vanidad, terminé cometiendo uno de los mayores pecados. ¿Cuál es el color de la envidia, Lucy Heartfilia?
Lucy se separó de ella, para alentarla manteniendo el contacto visual. Quiso contestarla, pero sin embargo, ninguna palabra salió de su boca.
—El verde. En el fondo, envidiaba a todo espíritu que se me cruzaba por delante, puesto que yo también deseaba una existencia en paz. No fui capaz, y tras ser sellada, me obcequé en la aversión contra todo lo que se me cruzara. Tú tenías razón.
La rubia también sonrió con debilidad. —Yo he estado muy equivocada con muchas cosas, Ofiuco. Sin embargo, ahora vuelves a tener tus cabellos blancos. Ambas hemos aprendido, y no serán las últimas cosas que aprendamos.
La guardiana del portal de la serpiente se separó de ella con sutilidad, y estiró el brazo, con la palma de la mano esperando por ella. Durante unos instantes, la contempló con intensidad. —Ha llegado el momento, Lucy Heartfilia. La decisión es tuya. Siempre lo ha sido.
Lucy tembló en anticipación. Las rodillas apenas podían sostenerla en pie, a causa tanto del nerviosismo, como de la ansiedad. La mano de Ofiuco se mantenía tendida, esperando por la suya. Sin embargo, inspiró con profundidad, y sin pensarlo dos veces dio un paso al frente, para estrecharla la mano con toda la entereza y determinación que pudo reunir.
La boca de Ofiuco se curvó en una sonrisa orgullosa, mientras que una circunferencia dorada comenzaba a dibujarse bajo ellas. —Tengo un último mensaje de parte del abuelo, Lucy Heartfilia; al menos, por el momento.
Lucy volvió a mirarla, mientras que una vibración frenética comenzaba a dejarse escuchar por los jardines, y a retumbar por todas las paredes, provocando que temblasen hasta los cristales.
Ofiuco continuó con aquella sonrisa enigmática. —«Te devuelvo la amabilidad que demostraste».
·
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—¿¡Pero qué coño…!?
Natsu paró en seco, mientras contemplaba con autentica estupefacción, como el suelo y las paredes comenzaban a retumbar de manera descontrolada. Las copas repartidas por las mesas, comenzaron a tintinear las unas contra las otras, cayendo la mayoría al suelo para terminar hechas en un amasijo de añicos de cristal.
—¡Salamander! —espetó Gajeel, tras localizarle, y aun sujetando de la mano a la usuaria de magia de escritura sólida.
Un único pensamiento ocupó la mente del tragafuegos, tras ponerse al frente del dragon slayer de acero. —¿¡Dónde está Lucy!?
La mirada de Gajeel se sumió en turbación. —¡A eso venía! ¡algo está ocurriendo, y creo que tiene que ver con ell…! ¡espera, ¿a dónde vas?!
No pudo terminar la pregunta, puesto que Natsu había salido corriendo en un arranque descontrolado en dirección a los jardines traseros.
Gajeel gesticuló con la mano, exasperado en su totalidad. —¡Joder! ¿¡por qué demonios tiene siempre que ocurrir algo en estas putas fiestas!?
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—¡LUCY! —llamó al aire descontrolado, tras saltar por los aires una de las puertas que daba acceso a los jardines. Un chirrido desquiciante había comenzado a inundar su cerebro, después de que la boca del estómago se le encogiese en un nudo violento.
Perdió el aire de los pulmones, tras advertir como una arrodillada Lucy Heartfilia, intentaba tomar aire en agitadas bocanadas. Cuando quiso darse cuenta, había tomado a Ofiuco del cuello levantándola del suelo, y con los ojos inyectados en cólera.
—¿¡Qué coño crees que estás haciendo!? —espetó, iracundo.
Ofiuco no fue capaz de contestar, a causa de la presión que estaba ejerciendo.
—¡Natsu…! —Lucy se llevó una mano al pecho, intentando controlar el ritmo de su respiración—¡Natsu, no, espera! —musitó como pudo.
—¡M-Maldito pirómano! —farfulló la mujer de cabellos níveos— ¡Espera, c-cálmate, maldita sea!
Lucy, aun con el cuerpo temblándole, se incorporó únicamente para lanzarse a sujetar el brazo del joven de cabellos rosados. Como si recién despertase de un sueño difuso, la cordura retornó a la mirada del tragafuegos, que soltó el cuello de Ofiuco, como si el simple contacto le hubiese quemado.
—¡Joder, estás mas tarado de lo que yo pensaba! —Ofiuco tosió con fuerza, llevándose las manos a la garganta— ¡casi me matas! —exclamó, indignada por completo.
Natsu, con el cuerpo aun temblándole, se giró para contemplar a su ex-usuaria de magia celestial, escaneándola el cuerpo, en busca de signos visibles de daño. Se volteó a mirar al espíritu, iracundo en su totalidad, pero durante un instante, perdió el hilo de sus pensamientos.
Y volvió a mirar a Lucy.
Ella le sonrió, agotada por completo, y casi sin poder sostenerse en pie. —¿La sientes? —cuestionó en un susurro.
Natsu se limitó a boquear, y se lanzó a recoger el cuerpo de la rubia, antes de que cayese desfallecido contra el suelo. El pecho le tembló, aturdido. Se dejó caer de rodillas ante el peso muerto de ambos, refugiando el cuerpo de la joven en su regazo.
El tragafuegos continuó contemplándola, como si fuese lo más fascinante que hubiese visto en su vida. —Lucy… —musitó estupefacto.
Ella se limitó a curvar la sonrisa con más profundidad. —Tranquilo, estoy bien. Solo me encuentro un poco cansada —murmuró.
Ofiuco se cruzó de brazos, intentando mantener el coraje bajo control, a la vez que su respiración volvía a la normalidad. —La próxima vez, pregunta antes de estrangular a alguien, joder —masticó las palabras con fuerza—. Esto no es coser y cantar, ¿sabes? —espetó con sarcasmo— imagino que entiendes lo que acaba de ocurrir.
Natsu se vio incapaz de contestar. Sin embargo, se esforzó por musitar una disculpa. El ver a Lucy sufrir de nuevo, era algo que no podía soportar. Su cordura caía en picado, sin siquiera poder refrenarlo.
Ofiuco suspiro, irritada. —Por esta vez, puedo dejarlo pasar. Aunque entiendo perfectamente por qué has reaccionado así, la próxima vez te saltaré los dientes —aireó en una amenaza contenida, y volvió a clavar la vista en su contratista—. ¿Cuándo diantres pretendes decírselo? ¿es que vas a dejar que se vuelva loco del todo, a causa de ese instinto sobreprotector que se le dispara? —cuestionó, medio divertida.
La mirada de confusión que le devolvió Lucy Heartfilia terminó por exasperarla del todo. —¿Sabes qué? —preguntó al aire, tras poner los ojos en blanco— que me voy. Si, me voy: de vacaciones. No quiero saber nada de nadie. Si me necesitas –que espero que no sea durante un largo tiempo–, ya sabes dónde encontrarme.
El espíritu se dio la vuelta, y alzó una mano en signo de despedida, ante la mirada atónita de la pareja.
—¡Ya nos veremos!
Y así, desapareció en un haz de luces tenues; aunque esta vez, desaparecieron desvaneciéndose en el aire con inusitada calidez.
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—¡Ex-rival de amor!
—¡Natsu-san!
—¡Lu-chan!
Lucy apartó el brazo que rodeaba el cuello del tragafuegos, en un intento por sostenerse a sí misma. Aun sentía el cuerpo como si hubiese corrido los cien metros valla, pero una sonrisa suave aun predominaba en su rostro. Natsu continuó afirmándola de la cintura, sin moverse un ápice de su lado.
—¿Qué ha sido ese temblor? —consultó Levy, apabullada.
Lucy negó con la cabeza, restándole importancia al asunto. —Ofiuco.
Gray arqueó las cejas, atónito. —¿El espíritu de la serpiente? Yo creí que… bueno… —dudó—. Ya sabes…
Gajeel puso los ojos en blanco. —La sutilidad no es tu punto fuerte, ¿verdad, nevera con patas?
El usuario de creación de hielo curvó una mueca molesta. —Habló la persona más idónea: «Eh, enana, me perteneces, así que serás mi mujer» —imitó en un intento por sonar como el dragon slayer de acero.
Erza soltó una risilla divertida, ante el sonrojo brutal que cubrió tanto las mejillas de Levy, como las de Gajeel. —Vamos, vamos, calma… —solicitó la pelirroja, tras alzar las manos en un gesto apaciguador.
—Lucy-san… —musitó Wendy contemplándola con intensidad, lo que provocó que todos los demás cayeran ante el silencio.
—¡Juvia no entiende qué ocurre! —se quejó abrumada.
Wendy dio un paso al frente, mientras seguía mirando a la usuaria de magia celestial. —¿No lo sentís? —cuestionó fascinada— ¡su magia…! ¡siento su magia!
Los tres exceed boquearon en estupefacción, a la vez que Juvia espetaba un gritito emocionado llevándose las manos a las mejillas. Gray boqueó, mientras los ojos de los demás se entornaban, al punto de salirse de sus órbitas.
Lucy esbozó una sonrisa cansada, pero feliz. Cuando quiso caer en la cuenta, lagrimas de felicidad surcaban sus mejillas.
—Estoy en casa —musitó débilmente.
Y solo sintió como comenzaron a lloverle un montón de abrazos.
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Lucy inspiró con profundidad, después de secarse el agua del rostro. Apenas podía creerlo. Ofiuco la había devuelto su capacidad de manipular ethernano. Reconocía que se sentía igual, y a la vez, sentía todo de manera diferente. Natsu le había pedido –demandado, más bien– que, por favor, volviesen a casa, pero ella había solicitado quedarse un ratito más, a lo que el tragafuegos no había podido negarse. No obstante, aun soltaba algún que otro refunfuño. Soltó una risilla divertida.
Durante unos segundos, contempló el reflejo que le devolvía el espejo del aseo. Sus ojos brillaban ahora con una fuerza inusitada. Puede que nunca recuperase su capacidad de antaño, pero no le importaba en absoluto. Había aprendido lo que realmente era importante. Su reflejo esbozó una sonrisa feliz, y con ánimos renovados, salió por la puerta del aseo, en dirección al salón. Era consciente de que no tendría fuerzas como para aguantar durante mucho rato más, pero quería disfrutar todo lo que fuese posible.
Quiso espetar un chillido atronador, antes de que una mano se posara sobre su boca con fuerza, obligándola a guardar silencio. De un tirón, y por la espalda, se había visto arrastrada hasta una de las esquinas más apartadas, ocultas a causa de las penumbras, gracias a la pared que formaba parte de la salida a uno de los balcones. El corazón le martilleaba contra el pecho, y apretó la mano en un puño, dispuesta a descargarlo contra el rostro de quien se hubiese atrevido a raptarla hasta un rincón. Sin embargo, un brazo, que desprendía un agradable calorcito muy familiar, se había enroscado alrededor de su cintura, para darla la vuelta en un gesto apresurado.
Y la joven apenas pudo reprimir la estupefacción. —¡Natsu! —exclamó, con la sorpresa bailándole por todas las líneas del rostro— Pero… ¿qué estas haciendo? —cuestionó, con la curiosidad burbujeándole— ¿ocurre al…?
Sin embargo, las palabras murieron en mitad de su garganta. En un parpadeo, Natsu la había arrinconado contra la pared, sin decir una sola palabra, mirándola de aquella manera que solo él sabía. Y empezó a híperventilar sin poder remediarlo. Tragó en seco, cuando contempló el matiz singular que se desprendía de sus ojos verdes oscurecidos, provocando que le temblaran hasta las pestañas. Reconocía que cuando a Natsu le entraban esos arrebatos de calor, ella no era capaz de resistírsele, pero parecía que últimamente le agitaran al punto de no poder controlarlo. Y ella tampoco era capaz de aguantarse, para qué mentir.
Con parsimonia, Natsu hundió la nariz en una de sus clavículas, para aspirar con profundidad, justo como si el simple aroma le embriagase. —Sakuras… —musitó, medio ido.
Algo retorció con fuerza la boca del estómago de Lucy, provocando que solo atinase a entrecerrar los ojos, dejándose llevar por la tentación del momento. Casi pegó un grito, cuando el tragafuegos, ni corto ni perezoso, mordisqueó el hueso de manera sugerente.
—Natsu… —advirtió la rubia, en un arranque mínimo de lucidez—, espera, estamos en mitad de la fiesta —excusó casi sin fuerzas—, por favor… —suplicó.
Pero Natsu, muy enfocado en su tarea, ya había colado una de sus manos por dejado de las telas del kimono, acariciando con una lentitud demoledora la piel de una de sus piernas, y dibujando con las yemas de los dedos figuras sin formas. —Dilo otra vez —pidió, seducido por la imagen afectuosa que ella le ofrecía: aplastada contra él, y arrinconada contra una oscura y apartada esquina.
Ella le miró con ojos velados a causa de la turbación, y con los labios húmedos y llenos. El pulso le retumbaba con brutalidad por las venas, haciendo que la sangre se agitara, justo como si estuviese llamándole a gritos. —Por fav…
Fue incapaz de terminar la oración, a causa del asalto que sintió en su intimidad, invadiéndola sin ningún tipo de compasión. Gimió sin poder evitarlo, y reclinó levemente la cabeza hacia atrás, dejándola caer contra la pared. Ella ardía. Toda ella estaba ardiendo por dentro en llamas, a causa de lo que los dedos de Natsu estaban provocándola. Quiso gemir de nuevo, pero la boca de su tragafuegos se aplastó contra la suya, bebiéndose su gemido en un suspiro descontrolado.
Sin poder contenerse, deslizó sus manos por debajo de la tela negra de la túnica, para agarrarse con fuerza a su espalda, al punto de hincarle los dedos sobre la piel. Continuó martirizándola sin piedad, mientras le mordisqueaba la boca de manera desesperada. Un escalofrío la recorrió por completo, advirtiéndola de que Natsu estaba empujándola al límite de manera despiadada. Sin embargo, quiso llorar de la frustración, al ver que Natsu se retiraba, censurándole el tan esperado placer.
Abrió los ojos con fuerza, dispuesta a soltarle cuantos improperios se le ocurriesen, hasta que sintió como él, preso de una agitación sin igual, se hundió clavándose en ella mediante un empellón descontrolado, provocando que su espalda golpease contra la pared, y que sus piernas quedasen alrededor de su cintura.
Y esta vez no hubo boca capaz que amortiguase el gemido que escapó de su garganta. La música de la fiesta retumbaba en sus oídos, y solo podía sentir como el cuerpo del dragon slayer abrasaba el suyo propio, a causa del calor tibio que desprendía.
—Joder… —masculló el dragon slayer, desbordado de placer, y con el rostro oculto en su cuello—, este kimono… —divagó contra su piel—, llevo toda la jodida noche deseando quitártelo, Luce.
Y Luce solo pudo volver a gemir, ante el desquiciante vaivén al que él la estaba sometiendo sin ningún control. Comprimió con más ahínco las piernas alrededor de su cintura, provocando que Natsu siseara descontrolado, y que un gruñido reverberara desde su pecho.
—Por un demonio, tu fragancia… —musitó, aturdido a causa del aroma incitador que ella desprendía, golpeándole con fuerza los sentidos—, y estás tan bonita. Tan… —un espasmo de placer les recorrió a ambos por igual— bonita… —su voz perdió fuerza, a la vez que obligaba a que el ritmo tomase un compás demoledor, y provocando que ella volviese a gemir fuertemente sobre su boca.
Desquiciado, apartó la tela del kimono que le cubría la parte de los pechos, dejándolos al descubierto. Se le hizo la boca agua, tras contemplarlos tan llenos y turgentes, y estrujó uno con la mano, mientras que hundía la boca en el otro. Lucy clavó los dedos sobre sus hombros, urgiendo el frenesí del momento, en un vaivén demoledor.
Natsu siempre lo había sabido. Desde que tenía memoria, inconscientemente había estado buscando algo, sin saber a ciencia cierta qué era. Durante mucho tiempo, lo ligó al afán por encontrar a Igneel. En parte, así había sido. Pero tras haberlo encontrado, y aunque solo fuese por un breve lapso de tiempo, ese hueco continuaba sintiéndolo incompleto. Un hueco espantoso, y sobre todo, vacío y desolador. ¡Y él tenía de todo! Tenía una familia, amigos, compañeros… y ese afán de superación que le instaba a continuar hacia delante, pasara lo que pasara. Pero entonces, se había estampado de bruces contra la pieza que faltaba del rompecabezas. Había estado en frente de sus narices, hasta que le había golpeado con una fuerza demoledora. Y, finalmente, la había encontrado. Puede que fuese una pieza pequeñita, pero era todo lo que él necesitaba. Arrasando como un huracán, y removiendo todos los cimientos que componían su manera de tomar y ver la vida.
Nunca se había parado a pensar en compartir la vida con otra persona. Era algo que nunca se había planteado. Hasta que Lucy, se había transformado, sin darse cuenta, en Luce. Porque ahora, si podía decir, y con total libertad, que él no era ni sería nada sin ella. Que iría a cualquier lugar donde ella fuese, y que llegaría hasta donde ella llegase. Ni más, ni menos. Porque ella, era la pieza que faltaba del puzzle.
Una pieza de cabellos rubios, sincera, sencilla, y amable. Con un afán de superación que, en ocasiones, lo volvía loco. Alguien capaz de seguirlo hasta los confines del mundo, y poseedora de una determinación sin precedentes. Con un espíritu cálido, pero que a su vez, era capaz de arder con la misma intensidad que sus llamas. Alborotarle con un suave pestañeo, o agitarle la sangre, al punto de que le vibrase, ante su reflejo dormido.
Luce, era la pieza que a él siempre le había faltado.
Con adoración absoluta, volvió a hundirse en su boca para mordisquearla con placer. Ella era tan suave, y tan cálida… Tierna hasta decir basta, y con un genio de mil demonios como se descuidase. Y continuó hundiéndose en ella, trastornado en su totalidad, hasta que, mediante un espasmo, el cuerpo de la joven rubia estalló en mil pedazos, sintiendo, mediante una fuerza demoledora, como el suyo propio también se rompía, siguiéndola sin ningún tipo de vacilación.
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La maga estelar se encontraba tarareando una canción, mientras servía una segunda ronda al grupo de Macao y Wakaba, situados en una de las mesas del fondo. En un principio, se había planteado volver en activo a su grupo, pero por algún motivo que no alcanzaba a comprender del todo, había decidido continuar un tiempo de descanso.
Reconocía que hacía apenas mes y medio había recuperado su magia, por lo que no quería exponerse a demasiada fatiga. La clientela en el bar del gremio no había hecho otra cosa salvo aumentar, por lo que Mira y ella estaban inundadas en quehaceres. En cierta forma, no podía dejar a Mira sola, después de que le hubiese ofrecido trabajo cuando ella más lo necesitaba. Eso, y que Natsu había puesto el grito en el cielo, en el momento en que ella le había comentado que se planteaba el retomar el asunto de los encargos.
Y había formado un alboroto de los monumentales.
Frunció la boca en un gesto de disgusto, ante el recuerdo de un irritado Natsu marchándose a un encargo hacía apenas dos días atrás, tras un portazo que hasta había saltado el marco de la puerta. Sin embargó, un ligero cosquilleo proveniente de una de las llaves de su cartuchera, la sacó del tren de pensamientos en el que se encontraba inmersa.
Una vez reconoció el atuendo del espíritu del portal de la doncella, esbozó una sonrisa más que animada. —¡Virgo!
La jovencita se inclinó en un gesto de reconocimiento. —Buenas tardes, hime.
Lucy soltó la bandeja, y tras varios pasos se situó al frente de ella, para coger sus manos entre las suyas. —¿Qué tal va todo? ¿estáis todos bien?
Virgo sonrió con sutilidad. —Si, estamos todos bien. Me alegra poder decirle que Gemi-niichan y Mini-niichan han mejorado mucho sus prácticas de pesca, por lo que esperan poder acompañarles la próxima vez.
Los ojos de Lucy brillaron. —¡Estupendo! ¡estoy segura de que lo pasaremos en grande! ¡tú, y todos los demás, deberías animaros a venir también! —sugirió emocionada.
—Lo cierto es que he venido por un encargo de Ofiuco-sama.
La mirada de Lucy se enturbió en preocupación en menos de un segundo. —¿Ofiuco? ¿ha pasado algo? ¿se encuentra bien?
Virgo cabeceó, impertérrita para no variar. —Si, hime, no se preocupe. No obstante, me ha solicitado que le entregue esto.
La rubia contempló como el espíritu del portal de la doncella la tendía un pequeño paquete envuelto. Arqueó las cejas, con la curiosidad bailándole por todas las líneas del rostro. —¿Qué es esto?
Virgo se encogió de hombros. —Ofiuco-sama no ha dejado especificado nada en concreto. Llegó por mensajería hace unas horas. Creo que ahora está haciendo un tour por la constelación de Orión. He oído que tienen unas playas estelares magníficas…
La maga estelar sintió como una gota de incredulidad la escurría por la cabeza. —Oh…
—No obstante —Virgo esbozó una de sus sonrisas enigmáticas—, el paquete llegó con una nota, indicando que ahora usted lo entendería, o que al menos, eso espera.
Lucy agitó el paquete, muerta de la curiosidad. No se oía absolutamente nada.
—Bien, hime. Ya he cumplido, por lo que ya nos veremos —alzó una mano en signo de despedida.
La rubia asintió, pero en un arranque impetuoso, efectuó la pregunta que durante tanto tiempo había mantenido escondida dentro de su cabeza. —Virgo, ¿por qué «Hime»?
El espíritu se dio la vuelta, para contemplarla con una mirada intrigante. —Usted lo sugirió —comentó con sutilidad.
Lucy se tomó unos segundos, antes de continuar. —Sabes que eso no es cierto —respondió suavemente.
Virgo la dio la espalda, mientras se encogía de hombros. —¿Quién sabe, entonces?
Y así, desapareció en una nube de tenues lucecitas.
—¡Eh, rubita! —Wakaba soltó el humo de su puro— ¡abre el paquete de una vez, que nos morimos de curiosidad!
Lucy puso los ojos en blanco, y se llevo una mano a la cintura, divertida por completo. —Pero bueno, ¡debería daros vergüenza! ¿no sabéis lo que es la discreción? ¡sois una pandilla de cotorras!
Macao gesticuló rápidamente con la mano. —Va, venga, mujer, apiádate de nosotros, ¡que nos tienes en ascuas!
La rubia espetó una risa al aire, mientras tomó asiento en una de las bancadas de madera. Mientras desenvolvía el paquete, sintió como todos los demás miembros de su gremio la rodeaban asomados tras su cabeza, intrigados por completo.
Juvia se llevó las manos al rostro. —¡Ay, qué emoción! ¿qué será? —cuestionó al aire.
Gray puso los ojos en blanco. —A saber…
—A lo mejor es un recuerdo de su viaje —divagó Romeo.
—¡O una postal! —sugirió Wendy.
Lily se cruzó de brazos. —¿Y una lista de ejercicios?
Gajeel bufó. —No me sorprendería.
Levy se llevó una mano al rostro, agotada de repente. —No tenéis remedio ninguno de los dos.
—¡Bueno, ya está bien! —silenció Erza— ¿quieres que te ayude, Lucy? —preguntó con amabilidad, llevando una mano a la empuñadura de su espada.
—¡No! —gritó Charle— Umm… —carraspeó con sutilidad—, es decir, creo que únicamente estamos consiguiendo ponerla más nerviosa.
Erza cabeceó en acuerdo con la exceed, volviéndose a cruzar de brazos.
Happy revoloteó, hasta que se dejó caer sobre la cabeza de la maga estelar. —¿Qué es, Luce? —en esta ocasión, el gatito no había acompañado al tragafuegos, puesto que Natsu había decidido efectuar el encargo al estilo «entrenamiento en solitario». O al menos, eso es lo que había dicho él.
La maga estelar pegó el último tirón, y finalmente consiguió abrir el paquete. Frunció el ceño, tras reconocer un tacto suave y blandito. Cuando consiguió extraer el objeto, se quedó contemplándolo con el rostro turbado en confusión.
Era un pequeño león de peluche, con la melena encrespada, y disparada en todas direcciones. Abrió la boca, pero no pronunció sonido alguno.
—¿Un peluche? —Happy volvió a mirarla— ¿para qué quieres tú un peluche?
Charle le soltó un ligero coscorrón. —¡No digas eso, lo que importa es el detalle, gato tonto!
Sin embargo, Lucy continuó contemplando el peluche. Dio un ligero apretón a su cuerpo blandito, por lo que se dejó escuchar un pitido divertido, a la vez que los ojos del peluche se inflaban hacia fuera.
Y entonces, la reflexión atravesó su cabeza como un relámpago. Se levantó de golpe, aun contemplando el peluche entre sus manos.
Cana dejó caer su jarra de sake al suelo, con la boca abierta. —Oh, dios mío… —aireó en un jadeo.
Mira se llevó las manos a la boca, intentando no ponerse a chillar como una loca eufórica.
—Madre mía… —susurró Lucy, aterrorizada por completo, y aun contemplando el peluche entre sus manos cual bomba de relojería.
Los miembros de la tribu de los raijinshuu se miraron entre sí, mientras los otros dos hermanos Strauss continuaban atónitos mirando la escena.
Cana se llevó las manos a la cabeza, hasta que espetó un grito alocado que retumbó por todas las paredes del gremio.
—¡VAMOS A SER TIOS!
·
Fin
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N/A: esto, es para todos vosotros.
Sé que es algo que me habéis solicitado mucho. Finalmente aquí está, justo recién el día de su cumpleaños, puesto que hoy, hace un año del primer capitulo que subí. Realmente podría deciros muchas cosas, pero tengo tantas, que no me veo capaz de terminar. Cada palabra de esta historia tiene algo de mi impreso en ella. Es por ello que espero que disfrutéis del epilogo a más no poder, como espero que lo hayáis hecho con todos los capítulos de esta historia.
¿Queréis más? Pues no lo penséis, y visitad mi blog (copiad y pegad el siguiente enlace en vuestro navegador, y quitad las comas): h,t,t,p,:,/,fairytailpieces,.blogspot,.com,.es/
Por último, me gustaría añadir que desconozco si seguiremos leyéndonos o no, pero aun así, solo os diré: «gracias».
Nindë