Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen.

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Capítulo 2

Ino, la estrella

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Encendió el incienso y con mucho cuidado lo dejó frente al altar, juntando las manos e inclinando la cabeza con respeto, a modo de oración, mientras se mantenía en silencio, balanceándose suavemente de atrás hacia adelante.

— ¿Utakata?

—Estoy ocupado— gruñó, levantándose brevemente y alzando la cabeza para mirar a la joven que lo había interrumpido, alzando una ceja de forma interrogante.

—Lo siento...

—Ya me interrumpiste. ¿Qué quieres, Hotaru?

—Tenemos que irnos. Mañana temprano tienes un vuelo a Chicago y necesito que firmes unos papeles; y tienes que revisar los últimos estados de cuenta antes de aprobarlos.

—Lo haré después— gruñó, procediendo a ignorarla para volver a inclinarse hacia el altar, escuchando a la mujer bufar antes de comenzar a repiquetear sus costosos tacones fuera del templo.

Utakata tardó varios minutos en poder volver a concentrarse. Rezó con ahínco y repitió uno de los mantras más antiguos que se sabía, pidiendo a los dioses iluminar su camino.

—Sólo quiero entender... Saber qué es lo que quieren de mí— rogó, suavizando sus facciones— Díganme algo. Denme una señal para hacerme saber que no estoy enloqueciendo...

Tras varios segundos de intenso silencio, una repentina ráfaga se levantó y las velas se apagaron, así como el humo de los inciensos. Utakata alzó la vista de inmediato y al hacerlo escuchó el sonido de algo abriéndose. Una tabla de madera se levantó a un lado del altar, revelando un pequeño compartimento secreto.

Parpadeó y lo observó con atención. En toda su vida jamás había visto ese compartimento en el templo de su familia.

— ¿Qué es esto?— preguntó al aire, estirando una mano, todavía en pose de oración, para encender una vela e investigar. Con cautela metió la mano, una falange a la vez, y abrió los ojos con sorpresa al tocar lo que había dentro; retiró sus dedos pero volvió a meterlos casi de inmediato, sacando un viejo y sucio trozo de tela anudada. Dejó la vela sobre el altar y desató la tela, descubriendo un largo mechón de cabello rubio perfectamente conservado en su interior, un cabello sedoso y brillante que parecía recién cortado— ¿De quién es esto?— ni siquiera había terminado esa pregunta cuando una suave risita de mujer que lo desconcertó por un momento— Te dije que me encargaría de eso luego, Hotaru— repitió con funesta calma al distinguir a una chica de cabellera rubia parada de espaldas a él junto a la salida, mirando al cielo— ¿Hotaru? ¿En qué momento cambiaste tu...?— el joven se quedó con las palabras en la boca al reparar en algo crucial en aquella mujer que le daba la espalda— Tú no eres Hotaru— murmuró, frunciendo el ceño con desconcierto al notar como la esbelta figura era atravesada por lo incipientes rayos de luna. Mas la mujer no respondió ni dio señales de haberlo oído, por lo que, sin saber muy bien lo que hacía, Utakata dio dos pasos hacia ella y alzó una mano con lentitud, posándola sobre el hombro de su kimono floreado.

La mujer entonces reaccionó y se giró hacia él con una sonrisa en los labios, paralizándolo.

—Eres tú— murmuró, maravillado ante la etérea belleza de la criatura de sus sueños; sus ojos eran azules como un despejado cielo de primavera, profundos y hermosos como dos gemas refulgentes, y su cabello, largo y rubio, caía sobre su hombro como una cascada de oro, enmarcando su rostro pálido y perfecto— Realmente eres tú— corroboró el joven de ojos dorados, sintiéndose extrañamente feliz y pleno— Realmente existes— celebró, atónito. Habían sido tantos años de sueños, imágenes y recuerdos en su mente que al fin se sintió completo, y sin ser consciente de sus acciones intentó abrazarla, logrando que ella se desvaneciera en el aire.

Regresaste por mí...

Utakata parpadeó y miró la mano que ella le ofrecía desde el otro lado del templo, muy cerca de la zona lindera que acababa en un precipicio.

— ¿Regresé? ¿De dónde...? ¡Espera!— la joven se evaporó una vez más delante de sus ojos, pero Utakata no tardó demasiado en volver a verla, flotando en medio del cielo estrellado mientras señalaba hacia arriba, volviendo a desvanecerse lentamente— ¡No! ¡Espera!— estiró el brazo y, para su sorpresa, logró alcanzarla y sentir lo frío de su piel estremeciendo la suya; y sintió el impulso de soltarla, sin embargo, se resistió a dejarla ir— Eres tú... Eres la chica de mis sueños...

La mujer le sonrió y en un rápido movimiento sujetó el brazo que estaba sosteniéndola con su mano libre y posó sus labios fríos como el hielo sobre los de Utakata, paralizándolo.

Miles de imágenes, olores y sabores embotaron sus sentidos. Utakata se vio a sí mismo en un enorme palacio que jamás había visitado, riendo con gente que jamás había visto y recorriendo lugares que no sabía que existían. Cuando ella se separó, las imágenes y sensaciones desaparecieron tan abruptamente como habían llegado.

— ¿Qué quieres de mí?— balbuceó, tan impactado que apenas podía hablar.

Ella soltó una de sus manos y la posó sobre su mejilla, brindándole una helada caricia mientras su imagen se desvanecía nuevamente.

Amor verdadero...— susurró, y Utakata volvió a sentir su mano vacía en medio de la nada.

Entonces sucedió. Fue una explosión en el cielo que lo sobresaltó y lo obligó a regresar sobre sus pasos. Nubarrones negros taparon las estrellas y la luna, y el firmamento se iluminó de pronto, siendo atravesado por cientos de rayos de luces blancas. Hubo otra explosión y entonces una bola de luz cayó a la tierra, al otro lado de la colina en la que se encontraba el templo de su familia, donde aterrizó tras dejar su estela de luz que rompió la oscuridad del cielo, haciendo zumbar toda la tierra. Las luces de la ciudad se apagaron y prendieron casi al instante, y el escándalo de gritos, bocinas y exclamaciones en las calles no se hizo esperar.

— ¡Utakata! ¡Utakata, ¿estas bien?!

— ¿Qué fue eso?

Hotaru lo ayudó a levantarse y miró en la misma dirección, acomodándose las gafas chuecas con gesto temeroso.

—No lo sé... El cielo se iluminó de pronto y cayó algo a la tierra... ¿Sentiste ése temblor?

—Es extraño...— susurró, ignorándola.

—Pero parece que aquí estamos a salvo— culminó su secretaria, peinándose un mechón de cabello rubio detrás de la oreja— Llamaré a tu equipo de seguridad para marcharnos. La gente debe estar muy agitada allá abajo, y... ¿Adónde vas?

—Hotaru, llama a mi helicóptero— ordenó el joven multimillonario mientras comenzaba a deshacerse del traje ceremonial que vestía.

— ¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?!

— ¡Hazlo!— le gritó, acallando cualquier otra protesta. Hotaru se reservó sus opiniones y, con cara de enfado, sacó su teléfono y marcó, dándose la vuelta para hablar mientras la mirada de su jefe se perdía en la otra colina— Es ella— susurró Utakata— Tiene que ser ella...

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Sasuke parpadeó, intentando desembarazarse de la situación y actuar con la frialdad necesaria para un caso así.

— ¿Estás bien?— preguntó con cautela, dando un paso hacia atrás para comenzar a quitarse la parte superior de su traje con presteza. Ella no respondió de inmediato, sino que siguió mirándolo fijamente mientras se desvestía.

—Eres tú...— murmuró débilmente desde el suelo, haciendo que se girara, procurando no ver más abajo de su rostro.

— ¿Qué?

— ¡Eres tú!— gritó ahora, levantándose de un inesperado salto y abrazándose a él con tal fuerza que los dos cayeron al suelo.

— ¡¿Qué dem...?!— Sasuke apretó los párpados e intentó levantarse, sintiendo el peso extra sobre su espalda y una respiración cálida y acompasada junta a su oreja, así como algo muy suave presionándose contra sus hombros ahora cubiertos solo por una camiseta de algodón

— ¡Te encontré!— chilló la chica con emoción, moviendo sus manos hasta hasta rodear su cuello mientras pegaba su mejilla derecha a la de él, sin importarle estar invadiendo su espacio personal.

Nadie nunca se había atrevido a eso.

Abochornado y molesto, Sasuke se levantó de un salto, mandándola a volar. Se dio la vuelta y la contempló, tirada en el suelo con las piernas juntas y los senos, apenas cubiertos por la larga cabellera platinada, apuntándole directamente como dos desafiantes montañas de satén blanco; avergonzado, abrió los ojos con horror.

— ¿Cómo llegaste aquí?— le espetó, desviando la mirada tan rápido como le fue posible, volviendo a darse la vuelta— ¿Por qué estás desnuda?

La observó de reojo, con las mejillas ligeramente sonrojadas. La chica se había levantado del suelo, exponiendo su cuerpo en todo su esplendor. Sus curvas eran definidas y pronunciadas; tenía un brillante y largo cabello rubio que caía por ambos lados, tapando los turgentes senos, y sus ojos eran del color del cielo en un día soleado, y adornaban un rostro tan bello que no parecía real.

Ella también lo miró, parpadeando un par de veces.

— ¡Sí eres tú!— volvió a chillar, dando pequeños saltitos antes de volver a aferrarse a su espalda, sin que Sasuke pudiera apartarla— ¡No puedo creer que te haya encontrado al fin! ¡Por la Osa Mayor! ¡Sí eres tú!— comenzó a gritar, sujetándolo con tanta fuerza que por más que lo intentaba no podía sacársela de encima— ¡Encontré a Sasuke!

Sasuke se deslizó de su asfixiante abrazo y la enfrentó, colocando los brazos delante de su cuerpo para evitar que la chica volviera a acercarse y abrazarlo, ya que eso fue exactamente lo primero que intentó.

— ¡¿Quién eres tú?!— le preguntó una vez más, ligeramente alterado— ¡¿De dónde saliste?! ¡¿Cómo sabes mi nombre?!— miró en todas las direcciones, como si buscara una respuesta. Ella dejó de luchar por intentar abrazarlo y bajó la mirada con tristeza, quedándose muy quieta, tanto que alertó a Sasuke— ¿Qué pasa?— preguntó, obligándose a sí mismo a sonar calmado. La chica sorbió con suavidad, tomando la punta de su cabello para limpiarse el rostro, dejando parcialmente al descubierto uno de sus senos, que Sasuke evitó mirar.

—Tú... no me reconoces— hipó— ¡Soy yo!

— ¿Tú, quién?— ella sollozó más fuerte— ¿De dónde apareciste?— la chica lanzó un pequeño gemido y alzó un dedo hacia el cielo; Sasuke parpadeó— ¿Vienes del... cielo?— La joven asintió, restregándose los ojos con ambas manos— Ya no llores. Esto no es gracioso.

No, no lo era. Completamente turbado, Sasuke se peinó el cabello hacia atrás y caminó en círculos, una y otra vez.

—Esto debe ser una maldita pesadilla...— refunfuñó, al borde de la histeria; entonces recordó su camisa en el suelo y dobló las rodillas para recogerla, tendiéndosela a ella de mala gana— La broma se acabó. Vistete y buscaremos ayuda.

La chica retrocedió, llevándose una mano al pecho, impactada.

—Sasuke-kun, ¡soy yo!

— ¿Cómo sabes mi nombre?— inquirió una vez más, molesto y confuso.

—Yo lo sé todo sobre ti— declaró la chica, torciendo los labios como si le hablara a un niño pequeño— Te he observado todos los días desde hace mucho tiempo.

—Eso no es posible— gruñó Sasuke— Jamás te había visto antes.

—Ah, pues claro que sí me has visto— refutó ella, inflando las mejillas— Tu madre no te dejaba quedarte viéndome hasta muy tarde, pero siempre me buscabas y hablabas conmigo— dijo, como si estuviera comentando el clima.

Sasuke, por su parte, frunció mucho más el ceño.

—Eso no es cierto. Ni siquiera te conozco... ¡¿Estás escuchándome?!— le espetó, pero la muchacha sólo miraba hacia abajo y movía los pies, esbozando una sonrisa radiante.

— ¡Tengo dedos y pies!— exclamó, sin hacerle caso— ¡Nunca había tenido pies! Se sienten tan...— dio unos cuantos pasos y se le doblaron las rodillas, haciéndola caer.

Sasuke enarcó una ceja.

— ¿Estás bien?

— ¡Sí, sí!— se levantó como un rayo, sosteniéndose de un árbol— ¡Ah! ¡Jamás había tocado un árbol!— volvió a exclamar, pasando las palmas de sus manos por la rugosa corteza— Se siente áspero... y duro... Igual que el suelo bajo mis pies...— observó— ¡Me encanta!

"¿Por qué siempre me topo con los locos?", pensó él, masajeándose el puente de la nariz.

— ¿Vives cerca de aquí?— volvió a hablarle, interrumpiendo sus alaridos.

—No sé. ¿Dónde vives tú?

— ¿Por qué?

—Porque yo viviré contigo.

Eso lo dejó sin palabras.

— ¿Estás loca o qué te pasa?

—No estoy loca— respondió la chica, frunciendo el ceño— Pero adónde vayas, yo iré.

— ¡Claro que no!

— ¡Claro que sí! Tú me trajiste a la Tierra para que estemos juntos. ¡Soy tu estrella!

— ¡¿Qué?!— Sasuke abrió los ojos desmesuradamente, retrocediendo un paso mientras esbozaba una mueca de total incredulidad; tal vez estaba un poco ebrio, pero no lo suficiente como para imaginar cosas— ¿De dónde vienes?— preguntó con cautela, entornando la mirada.

—Del cielo— contestó la chica, indiferente— Soy Ino, tu esposa.

Sasuke retrocedió, impactado, hasta que tropezó con una rama y volvió a caer.

—N-No es posible— balbuceó, palideciendo aún más que la luna— ¿Cómo demonios sabes lo de Ino?

—Porque yo soy Ino— respondió ella con calma— Tú me descubriste cuando tenías siete años. Querías ponerme Watanabe, pero decidiste llamarme como las flores favoritas de tu madre, los tulipanes.

— ¿Cómo...?— Sasuke se guardó su pregunta y se deshizo rápidamente de aquel gesto de estupefacción, frunciendo aún más el ceño— No es cierto— replicó, molesto— Ino no es real y... Las estrellas no lucen así...

— ¿Habías visto una estrella antes?

—No, pero...

—Ahí está— ella se sentó a su lado y lo observó con una sonrisa plagada de cariño— ¿Cómo imaginaste que sería?

Sasuke la miró como si fuera una loca, mordiéndose la lengua para no soltar ninguna grosería.

Por alguna razón, ella no parecía estar mintiendo.

—No lo sé; una nube de gases o algo así... pero tú eres... eres humana.

— ¿Gases?— la chica soltó una risita— En realidad no soy humana; y no tenía una forma antes de que tú me trajeras a la Tierra.

— ¡Yo no te traje aquí!

— ¡Sí lo hiciste! ¡Deseaste que estuviera contigo!— declaró, abrazándose a su brazo.

Sasuke tensó todos los músculos de su cuerpo y cerró los ojos con fuerza.

— ¡Despierta!— gruñó, dándose un golpe en la mejilla, pero al abrir los ojos, aquella chica seguía allí, aferrada a su brazo— Demonios... Es real...

— ¿Creíste que mentía? ¿Por qué haría eso?

Sasuke dio varios pasos en círculo, peinándose el cabello hacia atrás otra vez.

—Mira, estás confundida. Tal vez te caíste de un árbol o de un globo aerostático, pero no eres una estrella; no eres Ino, ¡y mucho menos eres mi esposa!

— ¡Pero sí soy una estrella! O bueno, lo era. Y tú deseaste que fuera tu esposa frente a la Osa Mayor cuando tenías ocho años, ¡y lo soy!

— ¡No!— Sasuke negó categóricamente, retrocediendo una vez más.

Ino frunció los labios, acercándose a él.

— ¿Por qué te cuesta tanto creerme? Yo bajé a la Tierra para estar contigo...

— ¡Entiende que eso no es posible! ¡Estás loca!

— ¡No lo estoy! ¡Tú deseaste ser mi esposo! ¡Tú deseaste tenerme aquí!

— ¡Ya déjame en paz, lunática!— gritó, apartándola de un manotazo.

La chica lo miró, como si acabara de cometer una falta atroz, y retrocedió un paso, cubriéndose la boca con una mano, como si estuviera ahogando un grito de dolor.

—Tú... no me amas— susurró, compungida.

Sasuke la miró a la cara una vez más, arqueando una ceja.

—Por supuesto que no. Yo ni siquiera sé quién demonios eres tú, maldita loca, ni de dónde saliste. ¡Y además de todo me hiciste meterme en un estúpido cráter que casi me...!

— ¡Tú te olvidaste de mí!— lo interrumpió, chillando tan fuerte que Sasuke no pudo evitar sentirse cubrirse los oídos; ella rompió en llanto, pero no en un llanto normal; las lágrimas de la chica comenzaron a salir, pero éstas no caían por su rostro, sino que comenzaban a elevarse como burbujas de jabón. Y entonces el cabello rubio empezó a emitir un brillo cegador, sorprendiendo y asustando a Sasuke, que comenzó a retrocer por instinto. De pronto sintió el aire más liviano y notó que varios escombros comenzaban a alzarse del suelo, así como su propio cabello, cuyas puntas casi flotaban en el aire.

—No es posible— susurró, completamente anonadado. El largo cabello de la chica de pronto comenzó a desprender un destello de luz que se elevó hasta el cielo y lo arrojó al suelo por la sorpresa.

Eso no podía ser real. Nada de eso podía estar sucediendo. Una extraña ventisca se elevó de pronto, desestabilizándolo, y a su vez Sasuke sintió el suelo temblar bajo su cuerpo; y de pronto sintió demasiado frío, tanto que era preocupante.

— ¡Detente!— gritó, colocando una mano frente a sus ojos para repeler la luz cegadora— ¡Ya, ya no llores! ¡Ino!— pidió; ella dejó de gritar y lo miró, cesando su llanto abruptamente, haciendo un mohín; la luz desapareció en ese instante y la gravedad volvió a ser tan pesada como siempre, haciendo que los pequeños escombros volvieran a caer— Ya no llores. Por favor— pidió con más calma, usando ambos brazos a modo de pantalla para evitar cualquier posible ataque— No voy a volver a gritarte, pero, sea lo que sea que hiciste no lo vuelvas a hacer...

—Me recordaste— dijo, con voz calmada. La corriente de aire también se detuvo y el bosque volvió a estar en calma.

—Eh... Sí— murmuró él, intentando no volver a mostrarse molesto.

— ¿Eso quiere decir que me amas?

— ¿Qué?— Sasuke se hizo hacia atrás, sin embargo, no lo suficientemente rápido como para evitar que la chica volviera a abrazarlo, aplastando su pecho contra el suyo.

— ¡Sabía que me amarías como yo a ti!— exclamó, volviendo a reír— ¡El universo escuchó mis ruegos y me trajo hasta ti! ¡Ahora podremos amarnos para siempre!

— ¡Espera! ¡No!— en el afán por quitársela de encima, Sasuke tropezó con sus propios pies y cayó al suelo, llevándosela con él— ¡Quítate!— luchó por zafarse, intentando no lastimarla, cosa que le costó, y mucho— ¡Aléjate!— le ordenó tras lograr liberarse y ponerse en pie; la chica lo miró y se quedó muy quieta. Parecía no importarle su desnudez.

— ¿Por qué? ¿No te gusto?— sus ojos claros habían vuelto a llenarse de lágrimas, y su cabello a brillar ligeramente, alertándolo.

—Ya, no llores, ¿quieres?— intentó sonar más suave— Hablemos con más calma— para su buena suerte, la chica asintió tímidamente, limpiándose el rostro con las puntas de su cabello una vez más; Sasuke respiró hondo— Primero, ¿dónde está tu ropa?

—Nunca he usado ropa— contestó la joven, encogiéndose de hombros— ¿No te gusto así?— preguntó, no como una insinuación, si no con verdadera curiosidad.

Sasuke no pudo evitar mirarla de arriba a abajo, ruborizándose aún más.

—No se trata de eso— dijo; lo pensó un segundo y recuperó la parte superior de su traje para volver a alcanzándoselo— Ponte esto.

— ¿Tú quieres que me lo ponga?

Él parpadeó.

—Sí. No puedes andar desnuda por ahí.

—Está bien— obedeció, colocándose la prenda que le llegó a medio muslo, cubriéndola aceptablemente, en opinión de Sasuke— ¿Así sí te gusto, Sasuke-kun?

—Creo... ¿Qué fue todo eso?

—No lo sé— Ino bajó la mirada— Me sentí enojada contigo por no recordarme; nunca antes me había sentido enojada con nadie...

Sasuke bufó, derrotado y lamentándose su suerte.

—Sería grandioso que no volviera suceder— murmuró, tomándola por los hombros y mirando hacia la ciudad— Creo que ya hemos llamado demasiado la atención... Al menos hasta que resuelva este embrollo y... ¿Estás bien?

—No...no lo sé...— susurró Ino, a punto de desfallecer— No me siento bien...

— ¡Ino!— Sasuke la sujetó entre sus brazos, impidiendo que cayera— ¿Qué te pasa?— le preguntó, verdaderamente ¿preocupado? Se estremeció ante la idea.

Ino cerró los ojos un momento, luciendo muy débil, y cuando volvió a abrirlos encontró el rostro de Sasuke muy cerca del suyo.

—Esperé mucho tiempo para estar contigo...— susurró, acariciando su mejilla; Sasuke notó que estaba muy fría— ¿No vas a besarme?— preguntó, acercándose mucho más a él, haciéndole regresar a la realidad y retroceder.

— ¿Qué? Por supuesto que no.

— ¿Por qué? ¿Qué los esposos humanos no se besan?— preguntó, enfurruñada.

—Sí, pero, tú y yo no somos esposos— refutó él, volviendo a cabrearse— Es más, ni siquiera sé qué eres tú.

—Soy tu estrella— contestó con simpleza, sentándose sobre la hierba, distrayéndose al reparar en sus manos— ¡Tengo manos también! ¡Ah, claro, por eso pude abrazarte!— chilló, arrojándose a su cuello nuevamente, tirándolo al suelo por su peso— ¡Qué emoción!

— ¡Ya, basta!— gruñó Sasuke, haciendo lo posible por apartarla— ¿Ya te sientes mejor?

— ¡Claro que sí! Porque tú estás conmigo.

—...

Sasuke dejó escapar un pequeño bufido y se sentó sobre una roca, en completo silencio, pensando en todo lo que estaba sucediendo.

No sabía quién (o mejor dicho qué) era esa chica, pero algo era seguro: ella no era normal.

¿En qué demonios se había metido?

—Debí quedarme en mi casa— masculló fríamente, masajeándose el rostro con las manos, en un desesperado intento por salir de ése extraño sueño; cerró los párpados con fuerza y se dio una fuerte bofetada— ¡Maldición! ¡Despierta!

— ¿Estás bien?

Volvió a abrir los ojos, suspirando con resignación al comprobar que ella seguía allí, mirándolo.

—Sí...— suspiró una vez más y se levantó de un salto, aunque no tenía idea de qué hacer a continuación.

De pronto escuchó el claro sonido de una hélice, y se acercó al mirador, encontrando a un helicóptero negro con la mirada. Sasuke se sobresaltó y dio un paso hacia atrás, escondiéndose de los reflectores que comenzaban a iluminar la colina. No le sorprendió después de la explosión y aquel extraño juego de luces.

— ¿Qué es eso?— murmuró Ino en voz baja, parándose junto a él, con las manos sosteniéndose a la tela de su camisa— ¡Hola!

— ¡Cállate!— la regañó Sasuke, pero calló al tener una idea: quizá podría irse y dejar que la policía se encargara de ella, como si nada hubiera pasado...

— ¡Mira, Sasuke-kun! ¡Esas estrellas se mueven!— exclamó la chica, sujetándose a su brazo con una mano mientras señalaba al helicóptero con la otra. Él la contempló de soslayo, y sin que pudiera evitarlo de pronto se vio atraído con la fascinación en su rostro, su expresión inocente y la forma en que su largo cabello rubio brillaba como el sol de primavera... ¿Su cabello brillaba? Alertado, Sasuke se giró hacia ella, mirándola con horror.

— ¡No hagas eso!— exclamó, sujetándola por los brazos al percatarse de que llamaban la atención del helicóptero. Ino parpadeó con rapidez y su cabello dejó de brillar, volviendo a sumir el bosque en una completa oscuridad.

—Lo siento... No me di cuen...

—Tenemos que irnos de aquí— la interrumpió bruscamente, tomando su mano para rodear el cráter y alejarse por el sendero. ¿Por qué estaba llevándola con él? Ni siquiera se detuvo a pensar en ello mientras se alejaban, pero algo le decía que era lo correcto.

Fuera lo que ella fuera nadie más podía saberlo o no lo entendería. ¡Él mismo no entendía nada de lo que estaba pasando! Pero esa chica, estrella o no, sabía su nombre. Si alguien más la encontraba, ¿cuánto tardarían en dar con él?

— ¿Adónde vamos?

—Silencio— la cortó— Ven— la arrastró hacia unos arbustos al costado del sendero y se encondieron allí, viendo otro helicóptero pasar sobre sus cabezas mientras unas camionetas levantaban el polvo del camino.

— ¿Qué eso?— preguntó Ino, en voz baja, mientras miraba hacia el cielo— Parece que buscan algo...

Él la miró y rodó los ojos.

—Te buscan a ti— señaló lo obvio.

— ¿A mí?— Ino parpadeó otra vez y de pronto volvió a pararse, alzando un brazo amistosamente— ¡Hol-!

— ¡¿Qué demonios haces?!— le gritó con voz moderada, volviendo a arrastrarla cuerpo a tierra, y poniéndose sobre ella para evitar que volviera a levantarse— ¡Nadie puede vernos aquí!

—Lo siento...

Sasuke soltó un bufido y prefirió ignorar la cercanía de ambos mientras se aseguraba de que nadie los había visto. Una vez seguro de que el helicóptero estaba lejos y de que no había más camionetas cerca, volvió a levantarse y le tendió una mano a Ino.

—Vamos.

Avanzaron entre la maleza, esquivando ramas caídas y arbustos; Sasuke caminaba con la vista fija en el camino e Ino solo se dejaba guiar por él, avanzando con pequeños saltitos.

— ¡Esto es divertido!

— ¡Chist!— volvieron esconderse al cruzarse con varios peatones curiosos que corrían en la misma dirección que las camionetas, esperando a que desaparecieran para volver a salir.

— ¿Qué hacemos?

—Nos escondemos.

— ¡Escondernos es divertido!— exclamó ella, volviendo a ser silenciada.

—Silencio. No pueden vernos.

— ¿Por qué?

Sasuke chasqueó la lengua y pegó la espalda al tronco de un árbol, pegando a Ino a su cuerpo.

— ¿Qué?— inquirió al notar que ella lo miraba fijamente, con los brazos apresados contra su pecho.

—Me gusta tu aroma. Hueles muy bien.

Contra su voluntad, Sasuke sintió sus mejillas arder, sobre todo cuando ella recargó la cabeza contra su hombro para descansarla allí.

—Sigamos— la apartó con suavidad, intentando no volver a hacerla llorar.

Ino asintió y de nuevo tomó su mano. Sasuke avanzó entre algunos setos y ambos salieron otra vez al sendero. Miró hacia los lados y empezó a avanzar por el camino mirando hacia atrás, sin soltar su mano en ningún momento.

—Parece que no hay nadie— suspiró, aliviado— Si nos damos prisa...

— ¡Sasuke!— el aludido se paralizó y soltó la mano de Ino de inmediato, desviando la mirada hacia el lugar de donde había llegado esa voz; un par de arbustos se movieron y de ellos, bajo la tenue luz de las farolas del sendero, emergió un agitado chico rubio que refunfuñaba en voz baja mientras se deshacía de algunas ramitas pegadas a su cabeza— ¡Maldición! ¡¿Viste esa explosión?! ¡Creí que habías muerto o algo cuando subí y vi el enorme aguje...!— exclamó Naruto, enfocando sus ojos azules en Ino mientras ésta, a su vez, volvía a acercarse a Sasuke y se aferraba a su brazo; el joven dejó su frase a medio terminar y ladeó el rostro con curiosidad, mirándola fijamente— ¿Quién es ella? ¿Y por qué lleva puesta tu camisa?

Todos sus sentidos se pusieron alerta en ese instante, y, de forma inconsciente, intentó cubrir a Ino con su cuerpo, asimismo ganando tiempo para inventar una buena mentira.

—Ella es...

—Soy Ino— se presentó la chica, escapando de su agarre para acercarse a Naruto y extenderle la mano, sonriente— La esposa de Sasuke.

oOo

— ¡Señor Saiken!

— ¡Utakata!

Utakata bajó de su helicóptero de un salto, desoyendo los gritos del piloto y Hotaru. Corrió hasta adentrarse en el bosque, sin importarle arruinar sus ropas y zapatos caros, hasta que se encontró con un enorme cráter que le imposibilitó el paso. Aun así, en lugar de detenerse se deslizó hacia él por la tierra, corriendo hacia el centro del mismo, con la respiración agitada pero seguro de que allí encontraría lo que buscaba.

Pero no había nada.

Abrió los ojos al notar el lugar del impacto, y tocó la tierra. Estaba helada. Un pequeño suspiro escapó de sus labios al darse cuenta de que estaba completamente solo en ese cráter, pero la expresión de su rostro cambió cuando, en medio de una delgada capa de lo que parecía ser hielo, encontró algo muy inusual: un largo cabello rubio.

— ¡Utakata!

Una vez más ignoró el llamado de su asistente y se apresuró a sacar el sucio y viejo trapo que llevaba en su bolsillo, comparando el cabello que acababa de recoger con los que había hallado en el templo. Algo le decía que pertenecían a la misma persona.

— ¡Demonios, Utakata!— refunfuñó Hotaru, parándose cuidadosamente a la orilla del cráter, con cuidado de no dañar sus costosos tacones de diseñador— ¿Qué haces ahí adentro? ¡¿Tienes idea...?!

— ¡La encontré!— la cortó el millonario, triunfal, saliendo del enorme hoyo trepando con pies y manos sobre la tierra— ¡Ella está aquí!

— ¿Qué? ¿Quién está aquí?

Él dejó de correr un momento y se giró a verla. Hotaru se sorprendió al ver una sonrisa plasmada en aquel pálido rostro.

—Es Ino— respondió, ampliando su sonrisa antes de seguir caminando con rapidez— Ahora tengo que encontrarla.

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N del A:

Hola a todos quienes siguen este fic!

Lamento la demora, pero finalmente estoy aquí, gracias a que hace unos días un review me inspiró a terminar este capítulo :)

Fue dedicado a Konakari-na. Espero que te haya gustado.

Gracias por leer.

Saludos!

H.S.