Lagrimas del cielo

-Todo es tan hermoso- murmuro mientras observaba como la luz tocaba cada rincón de ese extraño lugar donde ahora habitaba. Su piel era acariciada por cada rayo de sol que se disponía a darle la bienvenida.

Entre hermosos jazmines, ella pudo observar un pequeño lago, se asomo en él y pudo observar su reflejo. Su mirada, ahora mantenía ya no era fría y su rostro reflejaba tranquilidad y serenidad. Parecía un sueño, toco su cabello y lo libero para que pudiese enmarcarse con su rostro. -¿Es un sueño?- se decía a ella misma

-No lo es- se escucho una potente voz, ella comenzó a buscarle, pero no vio nada, solo se limito a sonreír y volver a posar su mirada en su reflejo.

-Ahora tu alma descansa en paz, después de tantas luchas y peleas- volvió a decir aquella voz.

-Desearía verlo, solo una vez más- dijo la joven de cabellos negros.

-¿Eso deseas? Puedes hacerlo- diciendo esto, ella comenzó a sentir como un aire cálido comenzó a abrazarla y llevarla a otro lugar.

La aldea se mostraba igual que hace años, salvo que ahora, ella ya no estaba. Comenzó a vagar por la aldea, recorriendo las cabañas una a una, hasta llegar a ella. Al entrar, pudo observar a un pequeño de cabellos plateados, el pequeño la observo y le compartió una sonrisa. Ella se la devolvió y se marcho.

Poco a poco, los recuerdos se tornaban hacia ella de una manera dulce y amena, ya no había dolor, ya no había rencor, solo estaba la calidez en su pecho. En eso, pudo divisar a una joven que se recogía hierbas medicinales, se acerco a ella y le susurro en el oído - Se que lo haz cuidado y amado, eso me hace demasiado feliz, muchas gracias por ello- al terminar esto, se separo de ella y se marcho. Al recorrer los campos, pudo observar junto a la puesta de sol, a ese ser que tanto amaba y que por muchos años fue lo más valioso para ella. Se acerco y poso su mirada en sus ojos, esos ojos tan dorados como el mismo sol.

-Inuyasha, no sabes cuánto te he extrañado, y lo feliz que me siento al saber que por fin eres dichoso- y pequeñas lagrimas comenzaron a salir de su mirada.

-Kikyo- susurro él. Ella levanto la mirada y noto como el comenzaba a soltar pequeñas lagrimas, pero manteniendo una sonrisa. – Deseo que realmente hayas encontrado la paz, y que tu espíritu sea libre, como realmente siempre lo haz merecido- Dicho esto, se dio la vuelta, comenzando a marcharse, Kiko lo observo agradecida y tranquila, feliz de que ese corazón seguía permaneciendo noble, sin rastros de rencor. El se dio la vuelta, y mirando al sol dijo quedamente –Te amo- y comenzó a marcharse hacia la aldea.

Kiko se dispuso a marcharse igual, pero no sin antes decir –Te amo Inuyasha- y con esto, su alma se fue a la tranquilidad eterna, donde le esperaría con sus brazos abiertos y su corazón solamente para él.