Los personajes le pertenecesn a Nobuhiro Watsuki pero yo me he enamorado de casi todos ellos, por eso los tomo prestados.
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Ha pasado el Temblor
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Cuando Kenshin volvió a casa junto a Kaoru y sus hijos la sintió vacía. Era cierto que aún vivían ahí muchas personas, pero la falta de su maestro y Kikyo, sumada a la de Sanosuke y su nueva familia se hacían sentir.
Sanosuke era como un hermano para él y le hubiese gustado que continuara siendo parte de su hogar, pero entendía que quisiera apoyar a su esposa y a Shogo con la reconstrucción de Simabara, era lo que debía hacer. Kenshin estaba en su despacho pensando en esto, y también en que debía poner a otra persona a cargo de sus hombres ahora que Sano no estaba.
Reflexionaba sobre lo último cuando tocaron a la puerta.
– Adelante – dijo enfocando su mirada en la entrada.
– Con su permiso – dijo Katsu entrando junto a Akane y su bebé – hemos venido a darle una noticia. Tal vez no sea el momento adecuado después de todo lo que ha pasado, pero aún así... Akane y yo nos vamos a casar.
– Queríamos que fuera el primero en enterarse, por todo lo que ha hecho por nosotros, especialmente por mí – agregó Akane
– Los felicito – dijo Kenshin acercándose a ellos – siempre es un momento adecuado para compartir la felicidad. Me alegro que la hayan encontrado juntos.
Akane sonrió.
– Ahora que lo pienso. Tal vez tú podrías ocupar el lugar de Sanosuke – dijo mirando a Katsu
– ¿Yo? Pero yo no soy tan fuerte como él – respondió
– Pero eres inteligente y de confianza. Sé que puedes hacerlo – respondió el pelirrojo – además, con tu nueva familia te vendrá bien un mejor puesto – sonrió
– En ese caso aceptaré. Haré mi mejor esfuerzo para no defraudarlo
…
Cuando se cumplió un mes del fallecimiento de Tomoe, Kenshin se reunió con sus esposas. Aoshi también estaba presente. Les dijo
– Ya se ha cumplido un mes desde la muerte de Tomoe, y Kikyo también se ha ido. Ahora quiero que sean ustedes las que decidan sobre su futuro. El emperador me ha dicho que está dispuesto a firmar las peticiones de divorcio si así lo desean.
La primera en hablar fue Tae
– Ahora que las cosas están en paz y puedes volver a enfocarte en tu trabajo como gobernador, creo que ya no me necesitas aquí. La verdad es que quisiera volver a Nara y quedarme definitivamente allá. Ahora que la ley ampara la sucesión femenina por mucho que los cabezas huecas insistan en que una mujer no puede sola tendrán que soportarlo. Yo acepto disolver el matrimonio... pero la condición es que las puertas de esta casa sigan abiertas para nuestras visitas, porque las de mi casa en Nara siempre estarán abiertas para ustedes.
– Claro que seguirán abiertas, tú y las niñas siempre serán bienvenidas – respondió Kenshin con una sonrisa
– Por mi parte – Misao tomó la palabra – creo que mis sentimientos son conocidos por todos ustedes – miró a Aoshi – acepto la oferta de disolución del matrimonio. Pero ni crean que nuestros lazos como familia se disolverán. Ninguno de ustedes se librará tan fácilmente de mí... los quiero mucho y estoy contenta de todo lo que vivimos juntos – sonrió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de nostalgia y felicidad.
– Nosotros también te queremos a ti, Misao – dijo Kaoru – siempre serás parte importante de nuestra familia
– Yo me siento feliz aquí – dijo Megumi – he aprendido mucho del doctor Genzai y creo que puedo seguir aprendiendo de él. Además, la gente que al principio me miraba con recelo por ser mujer ahora me acepta y me respeta como médico. Si bien extraño a mi tío y quisiera visitarlo más a menudo, creo que mi lugar ahora está aquí, en la clínica, aprendiendo. Kenshin, Kaoru, les pido que por favor me acepten aquí un poco más.
– Esta siempre será tu casa, Megumi – respondió Kenshin
Se miraron en silencio, vivieron muchas cosas estando juntos, pero ya era hora de que cada uno emprendiera su propio camino, como ya lo había hecho Kikyo con el maestro Hiko o Sanosuke en Shimabara junto a Sayo.
Pocos días después los documentos ya tenían el sello del emperador.
...
Tae no tardó en estar lista para partir. Las niñas lloraron abrazadas a Kenshin quien les prometió visitarlas pronto y las invitó a volver cuando quisieran. Ya más tranquilas se subieron al carruaje que espera por ellas, junto a su madre y se dispusieron a marchar.
El viaje fue agotador, pero finalmente llegaron a Nara. El señor Yamagata las esperaba en la puerta
– Bienvenida a casa, señora Himura
– Sekihara – lo corrigió ella con una sonrisa – he vuelto a ser Tae Sekihara – le dijo poniendo su mano izquierda en el hombro derecho de Yamagata mientras pasaba por su lado. Él la miró y ella correspondió a su mirada mientras se adentraba en la casa, seguida por las niñas.
…
Misao y Aoshi también decidieron volver pronto a Kioto, Okina ya era viejo y pronto se retiraría de la vida pública, dejando libre el título como Señor de Kioto. Misao, siendo su única descendiente, debía prepararse para asumir esa responsabilidad y Aoshi estaría ahí para ayudarla.
No obstante, él tampoco quería abandonar del todo sus misiones como oniwabanshu al servicio de Kenshin por lo que dejó a Hannya ocupando su lugar. Él sería la conexión entre ambos. Beshimi también se quedaría en Edo. Shikijo y Hyottoko se adelantaron a Kioto para avisar su llegada.
La mañana en que finalmente Misao y Aoshi partieron estaba soleada
– Misao, te extrañaré muchísimo amiga – dijo Kaoru abrazándola
– Y yo a todos ustedes – respondió Misao derramando algunas lágrimas.
Pero pese a la tristeza de dejar atrás a sus queridos amigos, la decisión ya estaba tomada y junto a Aoshi partió.
Caminaron todo el día internándose en el bosque que rodeaba la ciudad de Edo. Misao sonreía ya que le agradaba la vida al aire libre, le permitía explotar toda esa vibrante energía que poseía. Se sentía feliz corriendo, trepándose a los árboles, saltando de piedra en piedra, y llamando la atención de Aoshi con cada cosa que veía – ¡Mira que flores tan hermosas! – decía – Nunca había oído un canto similar ¿qué ave será? – Preguntaba.
Cuando atardecía, Aoshi decidió montar el campamento a las orillas de un río. No habían parado en todo el día y se sentía algo cansado y sudado. Había hecho calor y quería refrescarse.
– Este es un bonito lugar – dijo Misao metiendo sus pies al agua – ¡Esta fría! – dijo dando un salto
– Eso es perfecto después de tanto calor – respondió Aoshi con una leve sonrisa, miró de reojo a Misao y luego comenzó a desabotonarse la camisa.
A Misao esto no le pasó desapercibido y comenzó a mirarlo sin poder despegar la vista de sus dedos, que bajaban lentamente desabrochando cada botón. Una vez acabada la tarea Aoshi se quitó la camisa dejando al descubierto su torso firme. El corazón de Misao se aceleró cuando pudo observar el pecho firme y el abdomen marcado de Aoshi. Lo recorrió completamente hasta llegar al inicio del pantalón, inconscientemente mordió su labio inferior imaginando donde terminaban esos oblicuos marcados que se le antojaba tocar.
Estaba completamente hipnotizada mirando a Aoshi, quién había notado el deseo con que ese par de ojos verdes lo observaba. Entonces desabotonó el botón de su pantalón haciendo que Misao reaccionara
– ¿Qué... qué... qué estás haciendo? – Dijo poniendo sus manos en su pecho, sí que estaba agitada
– No es obvio – respondió él – me daré un baño
– Ah... ya veo – dijo la chica tratando de calmarse
Sin embargo la visión de un Aoshi totalmente desnudo hizo que sus intentos se vieran estropeados. Se sonrojó violentamente, pero no fue capaz de apartar la mirada de él
– ¿Y tenías que quitarte todo? – dijo intentando mirarlo a los ojos, aunque sin poder evitar que su vista bajara constantemente
– ¿Tú te bañas con ropa? – Preguntó levantando una ceja
– ¡Claro que no! – respondió Misao, casi gritando – Pero... pero... yo estoy aquí...
– Uhm... ¿También quieres darte un baño? – Preguntó acercándose a ella.
Misao tuvo la idea de alejarse, pero su cuerpo estaba paralizado.
– Tal vez te puedo ayudar a quitarte esta ropa para que nos refresquemos juntos – dijo Aoshi desatando el lazo rosado con el que la chica ajustaba su roja. Lo jalo lentamente y luego lo dejó caer al suelo.
Misao tembló pero no pudo negarse, así como tampoco podía apartar la vista de ese par de ojos celestes que la miraban fijamente. No sabía exactamente que veía en ellos, pero su acostumbrada frialdad se mezclaba con otra emoción que ella no podía identificar claramente. Sentía las manos de Aoshi desvestirla mientras el sonrojo iba en aumento. Estaba perdida y cuando reaccionó ya se encontraba desnuda frente a él. Se cubrió con los brazos y desvió la mirada.
– ¿Acaso no dijiste que me dejarías tomar todo de ti? – Preguntó Aoshi – si eso es cierto deberías comenzar a perder la vergüenza estando conmigo
– Sí, claro... por supuesto, tienes toda la razón – dijo poniendo sus manos en la cintura y riendo tontamente – pero bueno, ¿qué no íbamos a bañarnos? – dijo para luego salir disparada hacia el río y esconderse tras unas rocas, hundiéndose tanto en el agua que hasta le costaba respirar.
Aoshi no pudo evitar una mueca de diversión al verla actuar de esa manera. Entonces también se adentró, el agua estaba fría, sintió sus músculos contraerse pero le gustaba esa sensación. Observó a Misao que no parecía tener frío, pese a que a ella le gustaba nadar en aguas más cálidas.
Misao se encontraba nerviosa, era cierto que ella misma había perseguido a Aoshi y llevaba esperando por él desde que tenía memoria, pero verlo actuar de esa manera tan descarada era algo nuevo para ella y la hacía sentirse confusa e intranquila, realmente no sabía que hacer... y no podía evitar el pudor al estar desnuda cerca de él.
Tampoco podía evitar mirarlo, y es que se veía divino con el cuerpo mojado y las gotas deslizándose desde su cabello negro. Se veía relajado mientras nadaba con soltura en las frías aguas del río.
– Como quisiera estar tan calmada como él – se dijo Misao mientras, inquieta, deshacía la larga trenza que llevaba en su cabello. Buscaba tranquilizarse y desviar su atención a algo que no fuera Aoshi desnudo nadando cerca de ella.
Pero se concentró tanto en su quehacer que no notó la llegada del okashira junto a ella
– Te ves hermosa con el cabello suelto – susurró en su oído
Misao dio un salto y se alejó, quedando pegada a una de las rocas
– ¿Realmente quieres huir de mí? – Preguntó Aoshi acercándose más – porque yo tengo planeado no dejarte escapar
– No quiero huir de ti, pero no puedo evitar sentir un poco de miedo
– ¿Miedo? ¿Acaso temes a lo que te pueda hacer?
– No es eso, sé que no me harías nada malo ni me dañarías de ninguna forma
– ¿Entonces?
– Miedo a despertar y que esto no sea más que un sueño – Misao levantó la vista que había estado ocultando tras su flequillo y miró los ojos de Aoshi – no sabes cuanto he esperado por ti
– Entonces no lo pienses tanto y cumple tu promesa. Anhelo tomar todo de ti
– Hazlo Aoshi, tómame... pero a cambio quiero que me des todo lo que tienes. También quiero tomarlo todo de ti
Aoshi la tomó de la cintura y la atrajo hacia él con fuerza, la miró por unos largos segundos y luego la besó. Misao paso sus manos alrededor de su cuello y luego acarició su nuca mientras enredaba sus finos dedos en el suave cabello negro de Aoshi, empujándolo hacia ella para que el beso fuera más profundo.
Aoshi no se opuso y profundizó el beso mientras su mano grande y protectora acariciaba el cuello de Misao, haciéndola estremecer con el suave contacto. Cuando se separaron, los ojos de Aoshi brillaban excitados y los labios de Misao palpitaban anhelantes, quería más.
Aoshi levantó a Misao y ella envolvió su cintura con sus piernas. Él besó su cuello y comenzó a bajar lentamente, lamió su clavícula, saboreó su húmeda piel, bajó más, llegando hasta sus senos, besándolos lentamente hasta llegar a sus pezones, comenzó a succionarlos y morderlos haciéndola gemir y arquear su espalda. Aoshi la sostenía con su palma derecha abierta sobre sus omóplatos, mientras que la izquierda acariciaba y apretaba su pequeño seno derecho, su boca se hacía cargo del izquierdo.
De pronto, Aoshi la atrajo hacia él y la besó nuevamente, mordiendo sus labios, explorando su boca. Mientras lo hacía jugaba con su largo cabello negro, despeinándolo, jalándolo con suavidad y arrancando pequeños gritititos de la boca de Misao, grititos que eran ahogados en el compás de sus besos.
Aoshi comenzó a caminar fuera del río, al llegar a la orilla acostó a Misao con delicadeza, dejando reposar su cabeza sobre su palma abierta. Aoshi miró a Misao para deleitarse al observar sus ojos lujuriosos, ya no quedaba nada de la vergüenza antes mostrada, su pudor había mutado en deseo y sus ojos verdes chispeantes suplicaban que no se detuviera. Aoshi sonrió para luego volver a besarla. Le dio besos posesivos que marcaron la piel de su pecho, besos adictivos que la sumergieron en una vorágine de sensaciones desconocidas.
Misao no quiso quedarse atrás y acercó su mano hacia el miembro de Aoshi, sintiéndolo erecto, estremeciéndose al confirmar su porte y dureza, lo acarició tímidamente con las yemas de los dedos haciéndolo gruñir de placer. Después, con la guía de Aoshi, ella comenzó a acariciar circular y suavemente el glande de su pene que poco a poco comenzó a tornarse húmedo, tragó en seco al ver la expresión de placer reflejada en el rostro de su amante, sin poder apartar los ojos de ese espectáculo tan ansiado.
Aoshi por su parte también acercó sus dedos a los pliegues femeninos ocultos entre las piernas de Misao, dispuesto a explorarlos y descubrirlos por completo. Tocándolos con delicadeza y descaro, sintiendo como de a poco sus dedos se lubricaban con la humedad ácida que desprendía el cuerpo de ella.
Miró nuevamente el rostro anhelante de la chica y saboreó sus dedos probando su sabor, en un movimiento rápido se puso sobre ella y comenzó nuevamente a lamer y besar su cuello. Misao comenzó a arañar la espalda de Aoshi en cuanto sintió que frotaba su pene contra su vagina, humedeciéndola aún más mientras que estimulaba su clítoris, haciéndolo palpitar e hincharse.
Misao gemía sin poder controlarlo, la fricción la sumía en placer. Sentía su cuerpo desbordarse de calor, sudar afiebrado, contraerse de gusto. Estaba a punto de perderse en esas sensaciones cuando sintió la primera embestida de Aoshi, entró en ella despacio y esperó a que su cuerpo se acostumbrara a tenerlo adentro, mientras esperaba no dejó de besarla y acariciar su clítoris con la yema de sus dedos.
Después de unos minutos comenzó a moverse lentamente, Misao estaba al borde y esos movimientos suaves de Aoshi la desesperaban y precipitaban al extravío de su propia conciencia. Se sintió tensa y buscó ella misma su propio alivio empujando con fuerza los dedos de Aoshi contra su clítoris mientras ella comenzaba a moverse bajo su cuerpo, imponiendo el ritmo que ahora Aoshi seguía.
Cada movimiento hacía que su cuerpo se calentara más, febril y desesperada por darse alivio continuaba su rítmica danza mientras mordía sus dedos. Aoshi la contemplaba extasiado, mientras sus dedos y su pene le seguían el ritmo para ayudarla, poco a poco seguía aumentando esa tensión. Sus piernas se tornaron rígidas y su cuerpo se detuvo; luego un espasmo la sacudió, haciendo que esa tensión se liberara extendiéndose placenteramente por cada rincón de su cuerpo.
En ese momento Aoshi olvidó la delicadeza que había empleado en ella, levantó las piernas de Misao poniéndolas sobre sus hombros y comenzó a embestirla con intensidad y vehemencia. Cada vez más rápido, más fuerte, más rápido, más fuerte. Hasta que también se vio arrebatado por la ola de placer húmedo que parecía recorrerlo placenteramente desde la pelvis hasta derramarse dentro del cuerpo de una agotada Misao, que respiraba agitadamente y con los ojos cerrados.
Aoshi descansó sobre el cuerpo aún caliente de su mujer y después de reponerse busco nuevamente sus labios, la beso con ternura y luego se puso de pie levantándola también. La cargó en sus brazos y volvió a internarse en el río, el agua fría despertó sus aletargados músculos, se miraron ahora de manera diferente a la habitual, ya no eran sólo Aoshi y Misao, ahora eran también cada uno parte del otro; amantes.
El sol ya se había ocultado por completo, pero la luz de la luna los hacía ver más hermosos mientras se besaban sumergidos en las frías aguas del río.
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Poco a poco la familia en casa de Kenshin se fue acomodando a los tiempos de paz.
Akane contrajo matrimonio y aceptó hacerse cargo de la escuela que Kenshin había construido para Tomoe. Katsu tomó el mando de los hombres de Kenshin, aunque ahora que las amenazas habían desaparecido era un trabajo relativamente sencillo.
Megumi siguió aprendiendo de Genzai y se ganó una excelente reputación como médico. Siendo admirada por la pasión y dedicación que ponía en su trabajo.
Kenshin y Kaoru constantemente recibían cartas de sus amigos.
Kikyo amaba la tranquilidad de las montañas, aunque como miembro activo del oniwabanshu también siguió yendo a las misiones que se le asignaban, para después siempre volver a los brazos de su atractivo y amado Seijuro Hiko.
Soujiro descubrió un nuevo talento en la alfarería, algo a lo que realmente le tomo el gusto: lo relajaba, lo hacía reflexionar, lo hacía crear.
Sanosuke constantemente enviaba noticias desde Shimabara, reconstruirlo estaba siendo una tarea nada sencilla, pero Shogo no se desanimaba. Pronto también dio la noticia del primer embarazo de Sayo.
Tae no tardaría en visitarlos porque las niñas los echaban de menos, especialmente a Kenshin y Tsubame. También les había contado que volvería a dejar el apellido Sekihara para tomar el de Yamagata.
Misao y Aoshi también se casarían pronto. Aunque Misao muchas veces tuvo deseos de huir ya que la idea de ser la nueva señora de Kioto no la seducía en lo más mínimo, sobre todo cuando empezó a descubrir la cantidad de papeleo y asuntos administrativos que tenía que manejar. ¡Ella lo único que quería era una vida al aire libre! Viajar constantemente de misión en misión y ser una oniwabanshu tan buena como lo era Kikyo. Y claro, estar en los brazos de Aoshi cada vez que les fuera posible.
Kaoru estaba contenta porque poco a poco fueron llegando más estudiantes a sus clases de kendo, Yahiko y Yutaro eran los más destacados, sin embargo, habían varios que tenían condiciones.
Kenshin por su parte veía con gusto como crecían sus hijos, Satoko y Kenji eran niños hermosos y activos, y él gustaba mucho de jugar con ellos.
– Papá cansada – dijo Satoko extendiendo sus manitos. Kenshin sonrió y la tomó en sus brazos
– Vamos a ver a mamá – dijo Kenshin mirando a Kenji mientras le ofrecía su mano. Kenji rió y se agarró de la mano de Kenshin. Caminaron despacio hasta el dojo de Kaoru.
Los estudiantes estaban saliendo, la clase había terminado.
Kaoru se secaba el sudor con una toalla cuando atrás suyo escuchó la voz de su hijo
– Mamá – gritó el pequeño soltándose de Kenshin y abrazándose a las piernas de Kaoru. Ella tomó en brazos al pequeño pelirrojo de casi tres años de edad y le sonrió.
Kenshin le ofreció su mano y ella la tomó sin dejar de sonreír.
Juntos salieron del dojo.
Juntos y tomados de la mano caminando con alegría.
Hacia un futuro feliz.
Después del temblor.
FIN/
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Estoy contenta por haber podido terminar este fic., estuve escribiéndolo durante todo un año :D
Pese a que sé que hay muchas cosas que deberían haber sido mejor escritas, siempre le tendré mucho cariño por ser el primero y por permitirme entras al mundo de los fics, donde he conocido muchas lindas personas.
Quiero dedicarle este capítulo a dos personas:
En primer lugar a Lica, que hace como 30 capítulos atrás me hizo prometer que Aoshi y Misao se quedarían juntos y que escribiría para ellos el mejor lemmon de la historia. Si que la hice esperar, pero ya esta escrito y espero que cumpla con sus expectativas.
En segundo lugar a Rogue85, los primeros comentarios que recibió esta historia fueron de ella, y no ha dejado de comentar ningún capítulo. Realmente sus mensajes me dieron ánimo para desear seguir escribiendo. ¡Estoy ansiosa por tu comentario número 61! Y te envío ánimos también, te queremos bien y en fanfictión :*
Por último doy las gracias a todas y todos los que leyeron, especialmente a los que dedicaron su tiempo a comentar.
¡Besos!
Y espero verles en mis otros fics ;)