Ranma 1/2 es una obra cuyos derechos pertenecen a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro y con el mero objetivo de divertir y entretener.

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Quince días

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Ranma

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—Tu hermana me ha dicho que estabas aquí— suelta la moneda abruptamente y la esconde entre sus ropas, mi voz le sorprende, no se ha percatado de mi presencia a pesar de que llevo un par de minutos observándola en silencio. ¿En qué pensaba? ¿estaría emocionada por el día de mañana?, sí, eso debe ser. Eso explica su súbito sonrojo.

—Ranma me has asustado— dice bajando la mirada, parece que mi presencia le incomoda. De pronto y como si acabara de recordarlo, se lleva la mano a la cabeza y comienza a luchar con el prendedor de pelo que sujeta el velo de novia a su corta melena.

Trago saliva y me acerco un par de pasos.

El frío nocturno se clava en mis huesos, atraviesa mis músculos hasta alcanzar mi corazón, ni yo mismo sé lo que quiero decir. Ella arruga la muselina entre las manos y yo doy un largo suspiro.

—¿Porqué te lo quitas?, te queda bien — tomo el velo con suavidad y observo el prendedor a la luz de la luna, sus diminutos dientes de plata brillan siniestros. Con cuidado acaricio sus cabellos y vuelvo a colocarlo en su lugar.

Está tan hermosa…con esos ojos gigantes que me hipnotizan y esos labios jugosos como fresas rodeados por el halo blanco, puro e inocente. Siento como algo en mi interior se retuerce en agonía, algo se pudre y muere cuando aprieto los dientes y me vuelvo a alejar.

—Escucha, yo…— comienza torpe, distingo el rojo en sus mejillas por el frío.

—He venido a despedirme— interrumpo, y parece como si la acabara de pinchar con un alfiler.

—¿Qué?

—Ya he firmado los papeles, no tendrás ningún problema.

Su respiración se vuelve rápida y superficial, casi consigue marearme su ritmo impropio.

—Quédate— suplica mientras sus ojos se llenan de lágrimas. —Quédate al menos hasta mañana.

Sonrió de medio lado intentando disimular mi dolor, mi incendiario enfado.

¿Cómo se atreve a pedirme algo así? ¿¡cómo puede estar tan ciega!?.

Akane Tendô, eres la mujer más obtusa que he conocido jamás.

—¿Quieres que me quede a ver como te casas con ese imbécil? ¿¡un tipo que siquiera sabe cómo tomas el café!?— escupo perdiendo los nervios, y no pasa un segundo antes de que me arrepienta de mis palabras. Me muerdo la lengua y aparto la mirada mientras con una mano revuelvo mis cabellos.

Mierda. Mierda. Mierda.

Sus ojos marrones me escrutinan, me mira entre la confusión y la incertidumbre. Hazlo fácil Ranma, hazlo rápido; dile adiós y marcháte para siempre de su vida. Es lo que ella necesita, es lo mejor para todos.

—Supongo que hay deseos que nunca se hacen realidad— murmuro, no es una pregunta, es una afirmación. Esto es un adiós, Akane.

La miro por el rabillo del ojo, está llorando. Joder Akane, no te pongas a llorar.

—¿Qué quieres decir?— su voz se rompe y de paso me rompe a mi en pedazos.

Lleno los pulmones de aire.

—Aquella noche mientras mirábamos las estrellas fugaces… yo también pedí un deseo— digo mientras me apoyo en la barandilla del balcón de madera y miro al cielo pensativo.

—¿Un deseo?

—Ya no importa.

—¿Qué deseaste?— insiste, mientras las lágrimas se secan en sus mejillas. No sé cómo decirle lo que amo y odio sus lágrimas, tanto como sus labios, tanto como su sonrisa.

Mis ojos azules se pasean vacilantes y la veo temblar. Chica virgen, cincuenta yens, tonta Akane.

No voy a responder. Mientras no lo diga en voz alta puedo guardar la esperanza de que algún dios benevolente me conceda mi triste anhelo.

Nos han faltado muchas cosas, llegaste a mi vida para desmontarla, o quizás pretendiendo ordenar el caos conseguiste barrer toda mi suciedad a un rincón muy lejano. Y ahora solo quedas tú, no sé qué va a ser de mi sin ti. Esta historia no tendrá un final feliz.

Solo lamento una cosa. Me da tanta rabia que me consume; me pone enfermo saber que va a tocarte, que pretenderá besarte y tu le dejarás, mientras yo me quedo aquí, intentando pegar los trozos de mi corazón roto.

—No empezamos bien nuestro matrimonio— susurró devolviéndole la atención a su rostro.

—No mucho— admite llevándose una mano a sus cortos cabellos, ahora cubiertos por el velo.

—Deberíamos hacer al menos una cosa apropiadamente— me planto firme y siento como se encoge ante mi altura, ¿tanto le intimido? ¿siempre fue así? no lo quiero pensar. —Así que dime... ¿puedo besar a la novia?.

Tiembla asustada, soy un bruto. Ni siquiera ahora, ni siquiera después de esto acierto a encontrar las palabras adecuadas. Siempre he sido así.

Apoyo una mano en su fría mejilla y el titilar de las estrellas en sus iris me hace dudar. ¿Sabes lo que ocurre, verdad? ¿sabes lo que siento?. Por favor, cierra los ojos, no quiero que veas esto, no quiero que veas mi temblorosa voluntad, mi cobardía.

Por que si lo haces, si me sigues mirando… entonces todo mi valor se hará virutas, se convertirá en humo.

Por que ahora debo renunciar a ti.

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Quince días antes…

Capítulo 1: Viernes 15

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Akane

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Cuanto más lo pienso más me doy cuenta, la mujer que me mira desde el otro lado del espejo no soy yo.

Nos parecemos, tenemos el mismo rostro, el mismo cuerpo, pero la expresión es completamente diferente. Sus ojos parecen tristes. Me preguntan algo.

Envuelta en capas de seda plisada, parece estar rodeada por un aura inmaculada, algo blanco y puro, demasiado para mí. Desde que era niña, siempre me gustó imaginar el día de mi boda, bueno, ¿y a quién no?. No pensaba en el novio, no pensaba en el hombre de mi vida, inocentemente sólo me preguntaba que tal me vería con ese vestido de princesa, mientras todos los ojos se posaban en mí.

Al menos ya he respondido a una de las cuestiones.

—¿Qué tal le queda?

La encargada de la tienda aparece en el vestidor, me giro y ella sonríe al verme. Podría decirse que está satisfecha de su trabajo.

—Akane, estás preciosa— dice Kasumi, emocionada hasta las lágrimas por verme vestida así.

Tomo con cuidado la larga cola del vestido y lo recojo a la altura de las caderas, me cuesta caminar.

—¿De veras te gusta?

— Es perfecto, cada día que pasa te pareces más a mamá.

A su lado Nabiki levanta por primera vez la vista de su teléfono móvil, tuerce el gesto y me examina al detalle, yo bajo la mirada, nerviosa.

—¿No te queda un poco ancho en el pecho?

Me llevo una mano a la altura de mis senos y compruebo que, efectivamente, el corsé hace un poco de arruga. Sólo ella se fijaría en esos detalles.

—Imposible, hace dos semanas le quedaba bien— interrumpe la encargada examinándome con cuidado. —Querida, ¿estás nerviosa por la boda? me temo que has vuelto a adelgazar.

—Y-yo... — no sé qué decir, nerviosa no era la palabra, más bien estoy histérica.

—No importa, lo arreglaremos de nuevo. Estará a tiempo, pero procura cuidarte por favor.

Suspiro aliviada, apenas faltaban dos semanas, no hay tiempo para más cambios.

Mi hermana Nabiki parece satisfecha ante la rápida respuesta, asiente y comienza a pasear la vista por la tienda.

—Entonces sólo faltan el velo y los zapatos.

—No quiero llevar velo— repito por enésima vez, la expresión de Nabiki no cambia, pero Kasumi hace una mueca que reconozco como desilusión. —Prefiero llevar el pelo suelo.

—Deberías hacerte un recogido, lo tienes demasiado largo— dice Kasumi intentando hacerme cambiar de opinión, más parece su boda que la mía.

—El velo es molesto.

—Te lo puedes quitar después de la ceremonia.

—No quiero que me tape la cara.

—Pero quedará precioso cubriendo la espalda.

La miro cansada, mi hermana mayor se hizo adulta demasiado joven. Cuando nuestra madre murió, no le quedó más remedio que hacerse con los mandos de la casa, siempre con el semblante tranquilo, parece tomarse la vida con cierta calma. Yo se que muy en el fondo Kasumi es la más fuerte de las tres, tiene muy claro lo que hacer con su vida, no vacila, jamás muestra miedo. Siempre sonríe.

Así que si Kasumi dice que debo llevar velo, yo no soy quién para cuestionarla. Asiento y ella amplía su sonrisa apenas medio centímetro, lo suficiente como para hacerme saber que así está mejor.

Yo soy la menor, acabo de cumplir los 21 años y seré la primera en casarse. No es de extrañar que mis hermanas tengan esa especie de obsesión por el control de la celebración.

Kasumi y Nabiki me están ayudando muchísimo, sobre todo esta última, que se ha ofrecido a encargarse de todo a cambio de una comisión, por supuesto.

Pagar a tu propia hermana no es algo demasiado normal, aunque eso no se puede aplicar a mi familia. Llevo pagando a mi hermana Nabiki por chantajes y servicios desde que tengo memoria. Es una empresaria nata, tal vez por eso nos sorprendió tanto cuando dijo que quería ser abogada.

Hace apenas unos meses que terminó su carrera y encontró un buen puesto de trabajo, aunque ya en la universidad la contactaban de bufetes para llevar determinados casos. Los divorcios son su especialidad, saca tanto dinero que sus clientes la adoraban y sus enemigos le temen.

Corre el rumor de que una vez hizo llorar al fiscal de Nerima en pleno juicio, todo un espectáculo.

Mi hermana es inteligente, guapa y admirada. Lástima que entre todos sus dones no se encuentre el de tener un corazón. Cada vez que me paro a pensar en ello, siempre me viene a la mente la imagen del hombre de hojalata del Mago de Oz.

Me miro por última vez al espejo, mi vestido es lo que siempre había soñado. De un color blanco natural se ajusta a mi pecho con un escote sin tirantes y cae sobre mis caderas como si se tratase de los delicados pétalos de una gigantesca rosa, en olas drapeadas con pequeños adornos brillantes aquí y allá. Llega hasta al suelo de forma ondulada, pero sin demasiada pomposidad, es sencillo y hermoso. Simplemente perfecto.

Recojo mi largo pelo negro con las manos y pido que me lo desabrochen, aún hay muchas otras cosas que debo hacer.

Cuando salimos de la tienda de vestidos Nabiki recibe una llamada, lo extraño es que no lo hubiese hecho mientras estábamos en el cambiador. Desde hace días vive pegada a su teléfono.

—¿Si?, ajá… ajá… no, pedí claramente azaleas de color blanco, no lirios… ¡no me diga que me he equivocado, sé perfectamente lo que le dije!

Me encojo sobre mí misma y Kasumi rie. Ambas nos alegrámos de que Nabiki esté al mando, desde luego sabe lo que se hace.

—Akane, me voy adelantando, tengo que comprar verduras para la cena— dice mi hermana mayor en tono maternal, se despide con la mano de Nabiki quien le devuelve el gesto de forma rápida y comienza a caminar hacia la calle comercial.

Tres minutos después Nabiki cuelga el teléfono.

—Estúpidos, ahora también tendré que ir a la floristería.

—¿Qué queda por hacer — pregunto, pero en realidad prefiero no saber la respuesta.

—Pues debo ir a la pastelería, al salón de bodas, al registro civil, y ahora para terminar a la floristería.

—Qué lata... — una parte de mí se siente mal por generarle a mi hermana tanto trabajo.

—No importa, esto no es nada— presume ella, y yo no tengo duda de que dice la verdad.

—Entonces creo que volveré a casa.

Nabiki suspira y apoya las manos sobre las caderas, cuando me mira presiento que ya sé lo que me va a decir.

—Akane, sólo te lo preguntaré una vez más… ¿estás segura de lo que haces?

Mi corazón da un vuelco, sus ojos, marrones al igual que los míos parecen hacerme la misma pregunta que la mujer del espejo.

—Claro que lo estoy.

—Es que aún eres muy joven.

—Sólo eres un año mayor que yo, Nabiki.

—Y yo no quiero saber nada de hombres.

—Para tí siempre ha sido más importante tu carrera.

—No entiendo porqué tu no haces lo mismo, al menos deberías terminar tus estudios en la universidad.

Eso último me hace dudar, mi mente racional sabe que lo que dice Nabiki no es ninguna tontería, pero la decisión ya está tomada. En dos semanas me convertiré en una amante esposa y cariñosa ama de casa. Ya me he hecho a la idea, es lo que quiero.

Cierto es que una parte de mí también habría querido terminar los estudios de medicina oriental, pero en el momento que había aceptado casarme con él, todo quedó atrás.

No antepondré nada a esa persona. Solo con estar juntos seré feliz.

—Me vuelvo a dojô— me giro y doy por concluida la conversación, de repente necesito verle, necesito que me abrace y que me diga que todo irá bien.

Escucho a mi hermana suspirar antes de comenzar a caminar en dirección contraria.

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—Papá, ya he llegado— me anuncio desde la puerta, últimamente nuestro padre ha estado de un humor sombrío nada propio en él.

Ha interrumpido sus reuniones vecinales, incluso ha dejado de jugar al shôji con sus amigos. Ya no sale, se queda durante horas con la vista perdida en el jardín. En ocasiones se levanta y parece caminar sin rumbo por la casa, una vez lo encontré a oscuras en el dojô. Pensé que estaba llorando.

No quiero darle demasiadas vueltas, pero sé que es culpa mía, que su comportamiento cambió radicalmente desde el momento que le dije que me iba a casar.

Cuando hice el anuncio supuse que era algo normal, algo que ya se esperaba todo el mundo, pero lejos de toda alegría, mi padre se había vuelto una persona taciturna.

A veces se queda mirándome fijamente, sin decir palabra, luego se retira alegando encontrarse mal.

Lo cierto es que tengo una ligera idea de lo que está pasando por su cabeza, el hombre que he elegido no le parece lo suficiente bueno para mí. Es curioso, pues durante nuestros tres años de noviazgo jamás dijo una palabra al respecto.

Es verdad, Shinnosuke no sabe artes marciales, tan sólo cosas básicas que le enseñó su abuelo. Es un chico olvidadizo, pero de gran corazón.

No es un artista marcial, y por tanto,el estilo libre, su valioso legado se perderá con nuestra unión. Todo lo que tiene mi padre será olvidado.

Yo no seguiré con la práctica, ni siquiera terminaré mis estudios. Tan pronto como termine la boda me mudaré a vivir con Shinnosuke, debo cuidar de él y de su abuelo. Me despediré de mi familia, de todo lo que conozco y me iré lejos.

Kasumi también se ha dado cuenta de la actitud de nuestro padre, pero ella siempre dice que es porque me echará mucho de menos. Simplemente no quiere dejar ir a su querida niñita, cada día más parecida a su fallecida esposa, cada vez más bella.

—¿Papá?— me quito el calzado y camino por la casa, nerviosa. No sé que puede estar haciendo esta vez, le encuentro en el salón, mirando un aburrido debate en televisión y eso me impacta. Mi padre jamás mira la tv, era un aparato que compró casi por obligación social. A él le gusta leer el periódico, pasear por el barrio, ser un hombre activo. Quedarse en casa de esa manera no es propio de él, parece profundamente deprimido.

—Oh, llegaste, ¿que tal la prueba del vestido?— finge interés, lo sé, pero aún así agradezco poder mantener una conversación normal con él.

—Bien, aunque he vuelto a perder peso.

—Ya veo.

El silencio se instaura entre los dos como una pared, una cortina demasiado gruesa, de repente mi padre se aclara la garganta.

—Akane...

Pego un respingo, no me esperaba que pronunciara mi nombre. Le miro atentamente, como cuando era una niña pequeña, esperando impaciente una nueva lección.

El sonido del timbre interrumpe lo que fuese a decir, escucho claramente la campanilla y me levanto molesta.

Antes de que pueda llegar a la puerta, mi prometido se ha tomado la libertad de entrar hasta el descansillo, se descalza de forma cuidadosa, como hace siempre. Sonrío al verle y él responde imitando mi gesto.

—Vengo a verte— dice mientras se acerca a mí, y de forma tímida y adorable roza mis dedos con la punta de los suyos.

—¿Ya terminaste de trabajar?

—Me he escapado un minuto.

Siempre tan pendiente de mí, parece tener una especie de radar que le indica lo que necesito en cada momento. Shinnosuke es detallista y cariñoso, pero lo que más me gusta de él es esa inocencia que muchas veces confundo con sinceridad. Dice lo que piensa, y eso para mí es admirable, algo a lo que yo jamás podré aspirar. Mi prometido es un buen hombre.

—¿Cómo se encuentra tu abuelo?

—Últimamente está más estable, la verdad es que no deja de hablar de tí. Creo que casi tiene más ganas que yo de que te vengas a vivir con nosotros.

No puedo evitar sonrojarme, lo que implica eso me tiene realmente turbada.

— Tal vez debería empezar con la mudanza...— murmuro apenada, el tener que irnos a vivir a Ryukenzawa es doloroso, demasiado lejos de mi familia.

—No sería mala idea que empacases las cosas de mayor tamaño, pero si no quieres hacerlo siempre podemos llamar a una empresa de mudanzas.

—Sí… hoy puedo comenzar con algunas cajas— termino pensativa, parece mentira la cantidad de cosas que se pueden acumular en 21 años de vida.

—Bien— me mira de forma significativa antes de apretar mi mano. — Debo volver o el jefe se enfadará— se da la vuelta y sale de la estancia, la visita ha sido breve.

Suspiro, no sé si aliviada o decepcionada, cuando me mira intensamente a veces me parece que Shinnosuke va a besarme, aunque rara vez lo hace. Es demasiado tímido para eso, de hecho apenas lo ha hecho en un par de ocasiones en todos estos años, no hablemos ya de otro tipo de contacto físico.

Por eso cuando me pidió que me casara con él apenas me lo creí, pero acepté, por supuesto que lo hice.

Conocí a Shinnosuke cuando tenía cinco años, es una gran historia, él me salvó del ataque de un animal. Por aquel entonces él y su abuelo eran los guardianes de un bosque de animales exóticos en pleno corazón de Japón, nos despedimos y jamás supe de él, hasta hace apenas tres años.

Me lo encontré por casualidad cuando cursaba el primer año de medicina oriental, fue durante mis prácticas en un hospital. Shinnosuke estaba ingresado por padecer una extraña enfermedad, sería bonito decir que me reconoció al momento, pero no fue así, fui yo quien supo que se trataba del niño que me había salvado.

A partir de ese día comenzamos a hablar, iba a visitarle todos los días y trabamos una bonita amistad. Por fin llegó el día en el que le dieron de alta, y de forma sorpresiva, me invitó a salir.

Comenzó como un noviazgo completamente normal, él y su abuelo estarían en Tokio hasta que se recuperara por completo. Los días sucedieron a los meses, y estos se convirtieron en años. Shinnosuke encontró un trabajo en una tienda de verduras del barrio y nos seguimos viendo, pero fue entonces cuando su abuelo cayó enfermo.

Era un hombre mayor, y su único deseo y fuente de bienestar era regresar a su hogar, a Ryukenzawa, y pasar el tiempo que le quedaba rodeado de su amados animales. Shinnosuke no podía permitir que fuese sólo, debía volver con él.

Tal vez fue por el miedo de perderme, tal vez por la desesperación que sentía en aquel momento, pero el tímido de mi novio se declaró y yo ni siquiera me lo pensé, acepté con los ojos cerrados.

Les quiero, tanto a él como a su abuelo, me he acostumbrado tanto a su mutua compañía que no imagino la vida con ellos tan lejos de mí. Supongo que a Shinnosuke le ocurre lo mismo, ya que su cara se iluminó de felicidad cuando recibió mi respuesta.

Y aquí estamos, dos jóvenes inexpertos a punto de casarse, sin tener ni idea de convivencia o siquiera de compartir cama. Un extraño revoltijo se atora en mi garganta cada vez que pienso en ello.

"Mi marido" me digo mentalmente, con la mirada fija en la puerta, me está costando bastante asimilarlo.

Suspiro y vuelvo al salón, la televisión está apagada y mi padre ya no está, seguramente haya salido a pasear por el jardín. Últimamente desaparece cada vez que mi prometido hace acto de presencia, tuerzo el gesto y subo a mi habitación.

Miro una de las cajas de mudanza que aún no he comenzado a llenar con nada. Tarde o temprano debo hacerlo, por muy duro que me resulte debo comenzar a empacar.

Tomo unos cuantos libros antiguos y los pongo al fondo de una gran caja, justo después de dejarlos los vuelvo a tomar y reviso sus títulos. Casi todos son de ficción, con excepción de unos cuantos de índole romántico, sonrío traviesa al recordar el ardiente relato de aquella novelista japonesa.

"Estas historias de amor no existen en la vida real" pienso taciturna, a la vez que lo abro por una de sus páginas al azar.

—¿Estás guardando tus cosas?— levanto la mirada asustada y cierro el libro de inmediato, temiendo que mi hermana Kasumi haya oído mis pensamientos.

—S-sí, estoy en ello— digo intentando disimular y volviendo a poner los libros en el fondo de la caja.

Kasumi da un par de pasos dentro de la habitación y mira con curiosidad mi estantería, toma un álbum de fotos antes de sentarse en el suelo con una mirada melancólica.

Acaricia la tapa y lo abre por la primera página. Ella siempre dice que yo me parezco a mamá, pero no se me ocurre ninguna estampa más maternal que esa. Kasumi sin duda tiene una actitud protectora conmigo, a mis ojos ella es la que más se parece a nuestra madre.

—De pequeña siempre llevabas el pelo corto— comenta con una sonrisa, yo me asomo por encima de su hombro, observando a su vez las fotografías.

—Sí, no me lo recuerdes, como tenía el pelo corto y practicaba artes marciales siempre me confundían con un chico.

—Es cierto— dice mi hermana divertida. —Incluso hiciste de Romeo en la función del colegio.

—Tres años seguidos— resoplo aún sin creermelo, esa era una etapa olvidada de mi vida.

—Odiabas ser Romeo— apostilla viendo otra de las fotos en las que salía actuando.

—No lo odiaba, simplemente es que me hubiese gustado más ser Julieta: ponerme un vestido bonito, recitar esos versos, sentirme como una chica...

—¿Entonces por qué no les decías que no?

—No lo sé, ellos me lo pedían siempre, pensaban que lo podía hacer bien, que era la mejor para ser Romeo. Supongo que no quería decepcionarles.

—No has cambiado mucho, Akane— me mira, y sé que sus ojos dicen mucho más que sus palabras. —Siempre has querido ser Julieta… pero sigues conformándote con Romeo.

—Kasumi...

Mi teléfono móvil comienza a sonar estrepitosamente, mi hermana cierra el álbum y se pone en pie.

—Iré a terminar la cena.

—E-está bien— digo antes de descolgar el aparato. —¿Quien es? ¿Nabiki? ¿qué te ocurre, por qué gritas tanto?

El sonido es horrible, me muevo por la habitación intentando tener mayor cobertura telefónica.

—Repite lo que has dicho, no te he escuchado nada— pero es tarde, mi hermana cuelga al otro lado de la línea y yo miro el aparato extrañada. Suspiro y sigo con la tarea de empacar cosas.

Apenas una hora después Kasumi anuncia que la cena está lista, y yo apenas he llenado aquella caja. Una y otra vez los recuerdos me asaltan, cada vez que tomo un objeto de mis estantes no puedo evitar darle vueltas en mis manos, observarlos mientras me invaden las memorias.

Llego al salón y comienzo a ayudar con la mesa, mi padre está de nuevo ahí, tan silencioso y taciturno como en los últimos días. Ni siquiera se molesta en preguntarme por Shinnosuke, aún a pesar de saber que ha venido a visitarme en la tarde.

Kasumi trae el resto de platillos y yo los coloco sobre la mesa, comienza a servir los tazones de arroz.

—Es raro que Nabiki aún no haya vuelto— comenta mientras mira el reloj de la pared, con un deje de preocupación.

—Lo cierto es que me hizo una llamada un poco rara.

—¿Dijo si llegaría tarde?

—No le entendí, la señal era muy débil.

Unos rápidos pasos se escuchan a toda velocidad por el pasillo.

—Debe ser ella— dice Kasumi comenzando a servir la ración de mi hermana en su cuenco. Efectivamente, Nabiki aparece como una exhalación, con la respiración alterada y la visión enloquecida.

—Tenemos un problema— declara frente a todos, pero mi hermana mayor ni se inmuta.

—Ven a cenar, debes de estar hambrienta después de tanto trabajo.

Nabiki no la escucha, rebusca en su maletín de trabajo y comienza a sacar documentos que esparce sin ningún cuidado por el suelo.

—Al principio pensaba que debía tratarse de un error, es decir… ¿cómo era posible?

—¿Pero qué te ocurre?— me levanto de la mesa preocupada y miro el despliegue de informes, confusa.

—Discutí con la funcionaria del registro civil, este tipo de errores suele deberse a la contratación de ineptos sin experiencia. ¡Le dije que necesitaba los papeles en orden en una semana!

—¿Hay algún problema?— me agacho a su lado a la vez que tomo uno de los papeles, sin comprender la jerga judicial.

—Lo he comprobado cientos de veces, no hay ningún error — toma uno de los documentos y vuelve a revisarlo al vuelo, con sus ojos enfervorecidos corriendo por las líneas. — Así que explícamelo tú, Akane…¿por qué dice aquí que ya estás casada?

—¿¡QUÉ!?— exclamo arrebatándole el informe y tomándolo entre mis manos. —¿Akane… Saotome?— sigo leyendo —casada con Ranma Saotome hace… ¿5 años?

—Tu estado civil es el de casada desde que cumpliste los 16, de hecho has estado incurriendo en ilegalidades porque oficialmente tu apellido fue cambiado entonces.

—Debe de tratarse de un malentendido, ¡yo no conozco a ese hombre!— toda la sangre ha abandonado mi rostro, que ahora es el reflejo puro del terror, no entiendo nada, ¿qué está ocurriendo? ¿cómo puede cometerse un error legislativo de ese calibre?. De repente me siento terriblemente mareada.

—¡Ya se lo he explicado, pero no ha habido manera! ¡nadie se casa por accidente!

—Obviamente es una equivocación— Kasumi también toma el papel. —Akane no está casada, con esa edad es imposible contraer matrimonio, a no ser...

—A no ser...— continuo yo, con los ojos como los de un búho.

—A no ser que lo autoricen tus padres— termina Nabiki dirigiéndole una mirada fulminante a nuestro progenitor, quien se ha quedado congelado desde el mismo momento en el que mi hermana hizo acto de presencia.

—No es posible— murmuro posando los ojos en mi padre. De repente todo comienza a tener sentido; las miradas esquivas, las malas caras, las conversaciones a medias. —¿Papá, qué está ocurriendo?

Veo como mi padre deja sus palillos sobre la mesa y se cruza de brazos, parece quedarse meditativo unos minutos, mientras todas nosotras le observamos incrédulas.

—Hija… lo cierto es que… guardaba la esperanza de que nunca te casaras y no tener que decírtelo.

Las tres nos caemos al suelo.

—¿Pero cómo se puede ocultar una cosa así?— digo histérica.

—Papá… dime que yo no estoy casada— amenaza Nabiki rechinando los dientes.

—Cielos— murmura Kasumi llevándose una mano a la mejilla.

—No, no, ¡sólo casamos a Akane, vosotras aún sois solteras!

—¿Y TE PARECE POCO?— me levanto, dispuesta a golpearle hasta que me duelan las manos, pero mi hermana Nabiki me agarra del brazo.

—Tranquilizate Akane, vamos a tranquilizarnos todos, ¿sí?. Papá, explícanos qué está ocurriendo.

—¡Eso lo dices porque tú no estás casada con un extraño!— estallo.

—En realidad se trata de una vieja promesa, antes de que ninguna de vosotras naciese mi mejor amigo y yo hicimos un juramento. Si teníamos un hijo y una hija les prometeríamos en matrimonio, para así poder unir las escuelas.

—¡Qué disparate!

—Éramos muy jóvenes, nuestros caminos se separaron y yo me casé con vuestra madre. Siempre albergué la secreta esperanza de tener un hijo… pero en su lugar os tuve a vosotras. Hace unos años volví a reunirme con mi amigo, estuvimos hablando acerca de aquella promesa. Por increíble que parezca, me dijo que él había tenido un único hijo: un varón, un artista marcial.

—No me lo puedo creer... — y realmente no puedo, es una idea que no me entra en la cabeza. —¿Cómo pudiste?

—¡Lo hicimos por vuestro bien! ¡el chico tiene tu misma edad, a ambos os gustan las artes marciales, tenéis muchas cosas en común!

—¡Deberíais habernos preguntado!

—¡Os hubierais negado!

—Esto ni siquiera puede ser legal...— murmuro alucinada. —Nabiki, tiene que haber algo que podamos hacer, ¡anular el matrimonio!

—Imposible, lleváis 5 años casados, no 5 minutos, una anulación a estas alturas no la aceptaría ningún juez— dice mi hermana pensativa, cruzando los brazos a la altura del pecho.

—¡Pero me caso el día 30!

—Pues entonces tendrás que divorciarte antes de ese día.

—Esto no me está pasando, ¡no me está pasando!… ¿¡qué se supone que le voy a decir a Shinnosuke!?

—Papá, todo esto ha sido realmente irresponsable por tu parte— dice Kasumi de forma seria. —¿Sabes todo el esfuerzo y el dinero que hemos invertido en esta boda?, si ya estaba casada debiste decirlo.

—Kasumi, ¡eso no es lo importante!— la corrijo al borde del colapso. Le dirijo a mi padre una mirada capaz de helar el mismo infierno y por primera vez, pierde la compostura.

—¡Perdóname Akane!— comienza a llorar en forma de cascada. —Sólo quería que tuvieses un buen marido, un hombre fuerte capaz de protegerte.

—¡Mentira! Lo único que querías es que un hombre continuara con la escuela de artes marciales, ¡tu y tu amigo fuisteis unos egoístas! ¿acaso ese chico, ese tal Rombo sabe algo?

—Se llama Ranma— me corrige Nabiki.

—¡Como sea!

—Ranma tampoco sabe nada.

—¿Y cuando pensabais decírnoslo?

— Bueno, en algún momento os enteraríais...

Aprieto los puños, esforzándome de veras para no pegar a mi padre.

—¡Aaahhh!— grito frustrada, llevando las manos a la cabeza y revolviendo mi largo cabello sin cuidado.

Mi hermana da un golpe en el suelo.

—¡Basta ya los dos! el caso es que ahora hay muchos papeles que poner en orden, tenéis suerte de que yo esté al mando.

Yo me giro, rápida como el rayo.

—Nabiki, ¿puedes arreglarlo?— pregunto con la esperanza brillando en mis pupilas.

—Conozco a uno de los jueces que trabaja en Nerima, sí, puedo conseguir una orden de divorcio y con algo de persuasión conseguiré que se tramite antes de la boda. Pero no es tan fácil...

—¿Qué necesitas?

—Necesito la firma del puño y letra de ese tal Ranma Saotome.

—Pero si nos casaron nuestros padres, lo mismo con sus firmas valdría, ¿no?

—No es tan sencillo, ambos sois mayores de edad, vuestros representantes legales ya no tienen poder notarial sobre vosotros. No, realmente necesitamos que tu marido firme los papeles del divorcio.

—No es mi marido— rechino los dientes. —¡Ni siquiera le conozco!

—Lo siento hermanita, pero a efectos legales, es tu marido — la miro con la boca abierta antes de ver la pequeña sonrisa que asoma en sus labios, la muy... ¡se está riendo de mí!.

—¿Te parece divertido?

—La verdad es que sí, es lo más divertido que me ha pasado en mucho tiempo— de nuevo una sonrisa. —Pero te estoy diciendo la verdad, vas a tener que dar con Ranma Saotome.

—¿Y dónde demonios puede estar?

—¿De veras vas a ir a conocer a Ranma?— pregunta mi padre con una chispa de emoción en sus palabras, lo cual me enerva aún más.

—Voy a ir a donde haga falta con tal de deshacer este lío que tú y ese hombre habéis montado, ¿sabes donde se encuentra?

—Bueno, de hecho hace un par de años vino su madre a hacerme una visita. Estaba buscando a su marido y a su hijo, pero aunque le expliqué que no vivían con nosotros me dejó una dirección, me pregunto si los llego a encontrar...

—Oh, ¿era esa señora tan amable del kimono?— pregunta Kasumi recordando la escena.

—Con eso tendrá que servir— digo apresurada.

—No hay tiempo que perder, prepararé todos los documentos, me temo que hoy tendré que trabajar hasta tarde.

—Gracias Nabiki, yo iré a hablar con Shinnosuke, tengo que explicárselo todo.

—¿Pero es necesario— repone mi hermana. —Si presentamos los papeles a tiempo no tiene porqué enterarse.

—No seas mezquina, esto no es algo que le pueda esconder a mi futuro marido.

—Eso será si sigue teniendo ganas de casarse contigo después de saberlo...

Un escalofrío recorre mi columna vertebral.

—Shinnosuke es un buen hombre— me obligo a decir.

—Aún no sabes que tipo de hombre es tu marido. Si creyese en cosas tan absurdas como el destino, diría que te está haciendo una señal.

—¡No digas tonterías! ¡todo esto no es más que una majadería de unos padres egocéntricos e irresponsables!. ¡Ese hombre tendrá tantas ganas como yo de no saber nada de este tema!

—Bien pensado es lo más probable...— reflexiona mi hermana, mientras Kasumi me mira fijamente.

—¡Me voy!— no lo soporto más, demasiadas palabras, demasiados documentos, demasiadas revelaciones, demasiadas miradas. Todo esto va a poder conmigo. Me pongo mis zapatillas deportivas y salgo de mi casa sin querer mirar atrás. Corro por la calle, ya ha anochecido y la idea de cenar ha quedado completamente olvidada, mi estómago se ha cerrado en un fuerte nudo imposible de deshacer.

Llego sin aliento hasta la casa de Shinnosuke, se trata de un humilde piso en un bloque de apartamentos. Golpeo la puerta en lugar de utilizar el timbre, ni siquiera lo pienso, estoy demasiado alterada.

Camino nerviosamente por el pasillo mientras siento como las gotas de sudor resbalan por mi frente y espalda, la puerta se entreabre de forma prudente, es de esperar, no son horas de visita.

—¿Akane?— la voz aterciopelada de mi prometido me llena de angustia. —¿Qué ocurre? es tarde.

—¿Es Akane? ¡que entre!— el anciano abuelo de Shinnosuke grita a su espalda, me tiene aprecio, tanto como a una hija. Desgraciadamente lo que tengo que confesar a mi prometido prefiero que no lo escuche el viejecito, en su estado es mejor no alterarle.

—Shinnosuke, hoy Nabiki fue al registro civil y... — se lo cuento, se lo explico todo mientras mi mirada no osa posarse en sus ojos aguamarina. Estoy avergonzada hasta un extremo jamás imaginado, pero es mi futuro marido, tiene derecho a saberlo.

Cuando termino mi relato me quedo con la mirada fija en mi calzado, jugando nerviosamente con mis dedos.

—...es por eso que debo ausentarme de Nerima un día, no creo que tarde mucho en dar con él y hacerle firmar los papeles, Nabiki dice que si llego a tiempo no tiene porque haber retraso con la boda.

De alguna forma lo sé, que no hay hombre sobre la faz de la tierra capaz de aguantar con estoicismo una revelación de este tipo.

El silencio de la noche se cierne sobre los dos, retuerzo los labios en un mudo gesto de nerviosismo.

—Vaya… eso ha sido… sorprendente.

—Shinnosuke, lo siento tanto, yo no tenía ni idea de que mi padre...

—Akane.

—Te juro que no sabía nada, ¡ni siquiera conozco a ese tipo! ¡NADA!

—Akane...

—No quiero que pienses que te estaba engañando, que yo...

Y mi prometido hace uno de esos gestos que suelen escasear en su comportamiento, me abraza en silencio. Sostiene mi cuerpo contra el suyo dulcemente, como si fuese frágil como el cristal, una pequeña y asustadiza criatura.

—Yo confío en tí— trago saliva, luchando contra las lágrimas que quieren escapar de mis ojos, todas las emociones del día están pudiendo conmigo, están agrietando mi coraza.

Me agarro con timidez a su cintura y asiento pesadamente, volveré, lo haré pronto. Debo casarme con este buen hombre.

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—¿Estás segura de que lo llevas todo?— pregunta mi hermana con preocupación.

—Sólo pasaré allí una noche Kasumi, es Aomori, estaré bien.

—Lo sé, pero son cinco horas de tren, puede ser pesado.

—No te preocupes, llevo lo más importante— digo dando un par de palmaditas al portafolio en el que Nabiki se ha pasado la noche trabajando, mi acta de divorcio.

—Recuerda abrigarte.

—Lo sé.

—Y no hables con desconocidos.

—Eso será complicado, ya que no conozco a nadie de los famosos "Saotome".

—Bueno, técnicamente tú también eres una Saotome.— apostilla Nabiki, quien llega en el momento justo sosteniendo un vaso de papel de una famosa cadena de cafeterías.

—Llámanos en cuanto llegues.

—Lo haré.

La despedida se está alargando demasiado, miro con decisión el tren que lleva un par de minutos parado en la estación. Sonrío a mis dos hermanas y me despido de ellas con un ligero ademán antes de subirme al vagón.

Busco mi asiento y me dejo caer, rebusco nerviosa en mi bolso, en el que apenas hay una muda de ropa y útiles de aseo, más que suficiente para pasar una única noche hasta que salga mi tren de regreso a la mañana siguiente.

Encuentro lo que busco, la dirección de esa mujer.

—Nodoka Saotome— leo en voz alta, mi suegra. Una parte de mi se encuentra completamente aterrada ante la idea. Los padres de Shinnosuke murieron cuando él era muy pequeño, por lo que nunca pensé que tendría una suegra.

Bueno, en realidad no es que lo sea, o al menos no lo será por mucho tiempo.

Suspiro mientras la maquinaria se pone en marcha y deja atrás la figura de mis hermanas, y en ese instante noto como me invade un repentino e inexplicable sentimiento de nostalgia. Es como si todo lo que he conocido hasta ese mismo momento, todo mi mundo se volviera borroso. Como si mi vida estuviera quedando muy, muy atrás.

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¡Hola de nuevo!

Han pasado un par de meses desde la última vez que publiqué algo, siento la espera pero mucho me temo que voy a tener un 2015 complicado, lleno de cambios y obligaciones que espero no me alejen del mundo del fanfiction, ¡haré mi mejor esfuerzo!.

Llevo desde hace más de un año con este fic comenzado, así funciono, ¡cuanto más escribo más necesito escribir!. Ahora mismo tengo un poco menos de la mitad de la historia escrita, confieso que lo que pretendía es tenerla terminada por completo y entonces comenzar a publicar sin tener que hacer parones... ¡pero llevo semanas sin escribir nada!¡y eso me mata!.

Así que he decidido colgar el primer capítulo, a ver si así consigo feedback de los lectores y con ello me "obligo" a continuar con más ánimos.

Quince días no es una historia complicada, más bien todo lo contrario, es de lo más sencillo que he escrito nunca, aunque espero que ello no desmezca el resultado. Es un fic AU narrado en primera persona, donde sobre todo prometo diversión y romanticismo a partes iguales. Como su nombre indica, esta historia transcurre íntegramente en quince días, así que más o menos os podéis hacer una idea de la longitud de la misma (aproximadamente, que habrá capítulos o días "dobles" ;)).

Espero que os guste mi nuevo trabajo, estoy deseando saber vuestras impresiones. Muchas gracias por darle una oportunidad.

¡Saludos!

Lum