The Waning -El Declive
No arreglé los puntos y comas, lo siento…¿?
Capítulo IX
"Um." Alfred sostuvo arriba sus manos esposadas. "¿Esto es necesario?"
"Órdenes de Cesar," respondió Matthew, manteniendo sus ojos en el silencioso camino. "Después del reporte que le dimos anoche, no quiere correr ningún riesgo."
"No creo que lo de anoche fuese muy justo," gruñó Alfred, haciendo tintinear la cadena. "Braginski le disparó a Arthur en el maldito corazón."
"Contra las órdenes," dijo Matthew. "Cesar lo dio de baja."
"Huh." Alfred miró por la ventana, observando las torcidas y viejas casas coloniales al pasar. "Supongo que habla en serio."
"Lo hace." Matthew lo miró. "Lo verás, ¿No es así? Anoche dijiste que no querías hacerlo."
"Tengo la impresión de que esto no es un problema de 'si yo quiero ir'." Respondió Alfred secamente, haciendo temblar las esposas. "Pero sí, lo veré. Tengo algunas preguntas para él."
"A já." Matthew asintió y no dijo nada más. Alfred observó su perfil en el reflejo de la oscura ventana.
"Oye," dijo, "Lo siento por joderte tanto, Matt. Sé que debo parecer… bueno, como que un minuto estoy de tu lado y al siguiente es-"
"Está bien, Al." Pero Matthew lo dijo más bien de forma rígida, como si fuese ensayado. "Entiendo que todo esto sea tan confuso para ti."
"No, no lo haces," dijo Alfred. "No entiendes eso para nada. Crees que debería ser simple para mí, ¿no es así? Crees que debería saber de qué lado estoy."
Matthew se encogió de hombros.
"Creo que nunca supiste de qué lado estabas," respondió.
El resto del viaje fue en silencio. Alfred observó a su gemelo por el rabillo del ojo, tratando de evaluarlo. Algo sobre él había cambiado definitivamente desde el chico callado y apacible de sus recuerdos: Ahora parecía tener la cabeza fría, incluso parecía calculador, totalmente más despiadado de lo que Alfred jamás hubiese imaginado que pudiese serlo.
Pero entonces, seguramente para ese momento, él ya había visto a demasiada gente morir.
Alfred se preguntaba si sabía sobre las armas. Quería preguntarle – pero esperaría. Quería preguntarle a Cesar primero, sacarle lo que pudiese. Entonces podría decidirse.
Se detuvieron afuera de la base principal del Ejército de Todos los Santos, la vieja mansión andrajosa llena de luz, como si estuvieran celebrando un gran baile. Matthew se dio la vuelta ara dejarlo salir.
"¿Aún con estas?" Preguntó Alfred, haciendo crujir la grava. Sostuvo las esposas arriba.
Matthew simplemente rodó sus ojos y se alejó caminando. Alfred lo siguió por las escaleras y a través de la imponente puerta principal hacia el salón de entrada. El lugar estaba limpio de los tres soldados muertos, la sangre había sido trapeada, pero la negra mancha de la sangre de Arthur seguía en la alfombra, acordonada al pie de las escaleras.
"Heh, la sangre de vampiro es difícil de sacar, ¿eh?" Remarcó Alfred cuando pasaban por ahí.
"Está siendo probada mientras hablamos," respondió Matthew. "Parecía un pecado el desperdiciarla."
"A já" Alfred siguió caminando a su lado mientras ascendían la escalera. "¿Sabes qué acabo de pensar? Este lugar, ¿sí? Es la base del Ejército de Todos los Santos, un fuerte dedicado a erradicar a los seres sobrenaturales – y aun así Arthur entró anoche. ¿No tienen ningún tipo de precaución para prevenir que el enemigo entre?"
"Sí tenemos," respondió Matthew. "Los fantasmas son bloqueados en los umbrales de las puertas, los hombres lobo no se pueden transformar – y para los vampiros tenemos la contra maniobra del Escudo de espejos que viste. También hemos revocado la invitación al lugar. Muchos vampiros, específicamente los de tipos comunes, no pueden entrar a un lugar sin una invitación."
"Creo que Arthur puede," dijo Alfred, pensativo. "Nunca he visto que tenga algún problema."
"Sí, creo que las razas del continente tienen ese problema - los de Rumania y Hungría, lugares como esos." Matthew se encogió de hombros. "Pero incluso si ese fuese el caso con Kikrland, él sí tenía una invitación anoche."
"… ¿La tenía?"
"Sí." Matthew lo miró. "Estaba vistiendo tu abrigo."
Alfred se detuvo. Cruzó su mirada con la de Matthew.
"Yo no se la di, si eso es lo que estás sugiriendo," dijo fríamente. "Él la tomó."
"Sí." Matthew asintió. "Juzgando por la sangre en el cuello, diría que la tomó de tu cadáver después de matarte." Se volteó. "¿Sigamos?"
Alfred dudó – antes de apresurarse para alcanzarlo.
"¡Sé que piensas que debe ser fácil!" Dijo. "Él me mató – así que, ¿No debería ser sólo cortar lazos y volver a este lado?" Negó con la cabeza- "Pero no es así de simple, Matthew. Desearía que lo fuera, pero no lo es. Arthur y yo, nosotros… nosotros hemos pasado por tantas cosas juntos. Necesito saber por qué me hizo esto antes de darle la espalda."
"Es…" Matthew se detuvo, inhaló. Entonces abrió su boca – pero no habló. Al final negó con la cabeza.
"¿Qué?" Demandó Alfred. "¿Sabes por qué? ¡Si lo sabes entonces dime!"
"No, no lo sé." Dijo Matthew en voz baja. No quería mirar a Alfred a los ojos, y siguió caminando.
"¡Matt!" Alfred lo alcanzó nuevamente, agarrándolo de la manga. "¡Mattew! ¡dímelo! ¡Sé que lo sabes!"
"¡No lo sé!" Matthew se soltó y volteó. Se veía claramente nervioso, sus ojos lila amplios y brillantes. "Por Dios, Alfred, ¡Te estoy haciendo un favor!"
Alfred retrocedió, confundido.
"… ¿Qué?"
"No importa." Matthew se volteó y golpeó con firmeza la gran puerta negra al final del pasillo. "Aquí estamos."
"¡De ningún modo!" Siseó Alfred. "Me estás diciendo que tú-"
La puerta crujió y se abrió, y ahí, en el hueco, se encontraba el General Cesar en su largo abrigo gris. Era tal y como Alfred lo recordaba, con una sonrisa alegre que contradecía su brutal naturaleza.
"General Cesar," dijo Matthew, saludando militarmente.
"Cabo Williams." Le saludó amablemente Cesar.
"He traído al Capitán Jones, señor." Matthew señaló a Alfred, quien dio un paso cauteloso hacia el general.
Cesar sonrió cálidamente.
"Excelente trabajo, cabo." Saludó a Alfred con un gesto. "Bienvenido de vuelta, Capitán Jones."
"Gr-gracias, señor." Alfred dio un saludo desinteresado con su mano izquierda.
"Pasa, pasa." Cesar se hizo a un lado, indicando a Alfred que entrara en su oficina. "Eso sería todo, cabo."
"Señor." Matthew asintió.
"Espera." Alfred lo miró. "¡No puedes dejarme con él, Matt!"
Cesar rió escandalosamente.
"Has pasado la semana en compañía de diablos infernales ¿Y estás preocupado a causa mía, Jones?" Acercó su brazo y le dio una palmada a Alfred en el hombro. "¡Ya me conoces!"
"Así es." Afirmó Alfred con frialdad, zafándose del agarre.
"Entonces entra a la oficina," dijo Cesar calmadamente. El brillo de sus ojos había desaparecido. "Es una orden."
Alfred inclinó su cabeza.
"¿Aún cuento como un soldado?" Preguntó.
Cesar hizo un sonido nasal.
"Fuiste asesinado, no dado de baja." Señaló nuevamente. "Por favor." Había una clara amenaza bajo el velo de sus buenos modales. Alfred hizo un amago de tomar su bayoneta, la que estaba bajo su chaqueta de bombardero, a la vez que entraba en la oficina de Cesar. Dedos tranquilos pasearon sobre el frío mango.
La puerta se cerró con un crujido, dejando a Matthew en el otro lado. Cesar pasó junto a Alfred y fue al gran escritorio.
"Siéntate, por favor." Dijo Cesar. Parecía estar tranquilo nuevamente, encantador y amistoso. "Tú y yo necesitamos hablar, Jones."
Por supuesto que Alfred no confiaba para nada en él, pero fue hacia la silla y se sentó. Era cómoda , de brillante madera tallada y con un cojín de terciopelo. Mirando a su alrededor, Alfred quedó bajo la impresión de que la habitación había sido una biblioteca o un estudio, con bellas y pesadas cortinas, majestuosos libreros y un discreto candelabro. La alfombra, aunque deshilachada en algunos lugares, era de un profundo color vino y la chimenea era de mármol pulido, brillando con un rugido. Había algunos retratos dispersos en las murallas de hombres en camisas de encaje y de mujeres con pelucas llenas de lazos y perlas.
"Ahora," dijo Cesar, envolviendo las palabras con su rico acento, "he escuchado que has estado causando problemas. Mataste al teniente Oxenstierna y provocaste directamente la muerte de tres jóvenes cabos - y todo esto en el corto tiempo en el que has estado muerto."
"Arthur-"
"Por supuesto," continuó Cesar, levantando su mano, "Sé sobre el problema que tienes con Kirkland – problema que has incitado al seguir teniendo una relación con él después de que lo di de baja en 1945."
Alfred pestañeó.
"Espera… ¿Lo sabías?"
Pero ahora Cesar se veía confundido.
"Por supuesto que lo sabía," dijo con cuidado. "Sabes que yo lo sabía."
Alfred negó con la cabeza.
"Hay un gran huevo en mi memoria que aún no he recuperado," aclaró. "No sé por qué Arthur me hizo esto."
Cesar asintió.
"El cabo Williams me informó que anoche uniste tu cabeza con el resto de tu cuerpo, logrando que algunos recuerdos volvieran. Aunque también me dijo que no los recuperaste todos."
"Nos interrumpió Honda," Dijo Alfred fríamente.
"Sabiamente." Respondió Cesar. "Tu cuerpo es peligroso."
"… ¿Peligroso?"
"Sí" Cesar comenzó a lucir cauteloso. "¿Así que no recuerdas el curso sobre las inyecciones HLW-01R?"
"¿Las qué?" Alfred lo observó con la boca abierta. "¡¿No es eso… esa horrible cosa verde y acida que se mete Gilbert?!"
Cesar arqueó sus cejas.
"Así que te has encontrado con el teniente Beilschmidt," dijo. "Interesante."
"¡¿Qué demonios está pasando?!" Vociferó Alfred. "¡¿Estás diciéndome que no sólo sabías que estaba viéndome con Arthur, sino que también estabas llenando mi cuerpo con suero de Hollow-articifial?!"
"No hice eso," dijo Cesar. "Tú accediste, Jones."
"¡¿Y por qué demonios lo haría?!" Espetó Alfred.
"Porque ya no querías sentir nada por Kirkland," respondió Cesar calmadamente. "Querías poder cazarlo y matarlo como lo harías con cualquier otra bestia."
"¡¿Por qué?!" Presionó Alfred. "¡¿Podría alguien decirme por qué?! No lo recuerdo, no puedo hacer que Matthew me lo diga, no puedo-"
"No me sorprende," interrumpió Cesar. "Tu hermano siempre ha sido cuidadoso sobre la información. Estabas muy afectado la primera vez. Diría que angustiado."
"¿Sobre qué?"
"Kirkland atacó a tu hermano," dijo Cesar simplemente. "Se alimentó de él y lo dejó a su suerte para que muriera."
Alfred se quedó callado por un momento, dejando que la información penetrara en su cerebro.
"Matt… ahora parece bien," dijo con cautela.
"El capitán Honda fue capaz de salvarle la vida," contó Cesar. "Se ha recuperado por completo desde entonces."
"¿Pero por qué querría Arthur tomar a sangre de Matthew?" Preguntó Alfred. "Incluso si estaba hambriento, él-"
"Ha bebido de tu sangre, ¿No?" Cesar parecía un poco aburrido del tema – obviamente habían tenido la misma conversación antes.
"Sí, una vez, pero yo-"
"Kirkland es del tipo que era común de la Europa medieval, es sabido que forman un vínculo con un sólo compañero. Te lo he dicho muchas veces antes. La sangre de su compañero –generalmente un amante – es probar el éxtasis definitivo."
"Pero y- o sea, es el compañero," discutió Alfred. "¡No Matthew!"
"Ustedes son gemelos idénticos," dijo Cesar. "El ADN que tienen es idéntico- y también lo es su sangre."
"O-oh." Alfred se reclinó en su asiento. Lo que podía recordar se hizo presente en su mente: Arthur alimentándose de su herida en la guerra, insaciable; alejándose después del primer Declive, advirtiéndole a Alfred que no lo dejara probarlo otra vez... Y, por supuesto, Arthur sabía que tenía un gemelo idéntico. Alfred le había contado sobre él, le había mostrado fotos, de hecho, Arthur lo había visto, después de que Matthew se había unido al Ejército de Todos los Santos.
Lo entendió de súbito. Aunque no lo recordaba, la lógica era obvia – y él conocía la naturaleza de Arthur. Por mucho que quisiera dudarlo, se encontró incapaz hacerlo.
"Mierda," dijo calladamente, mirando el techo de yeso.
"Bien, lo estás tomando mucho mejor que la primera vez," dijo Cesar. "Pero quizás eso es porque esa vez fuiste tú quien encontró al Cabo Williams desangrándose en la calle."
"¿Por qué no me lo dijo?" Preguntó Alfred. "Le he preguntado tantas veces el porqué Arthur y yo-"
"Como te dije, estabas muy afectado la primera vez." Cesar se encogió de hombros. "Es un buen chico, muy sensible- o por lo menor, lo era. Ha cambiado mucho desde tu muerte. Pero incluso con tu resucitación, aún no quiere dejarte la culpa de lo que pasó. Te culpabas a ti mismo."
"Bueno, eso es obvio. Es mi maldita sangre la que quería Arthur, ¿no es así?" Alfred exhaló, pasando sus manos entre su cabello. "Me cago en Dios." [1]
Cesar hizo una mueca.
"No blasfemes, Jones."
"Lo siento." Alfred lo miró. "¿Y después qué?"
"Viniste hacia mí." Dijo Cesar. "Admitiste que continuaste tu relación con Kirkland después de que lo di de baja. Por supuesto que yo ya lo sabía."
"Si ya lo sabía, ¿por qué nunca me dijiste nada?" Preguntó Alfred amargamente.
"Tenía a Braginski y a Andersen detrás tuyo," explicó Cesar. "Esperaba que nos llevaras hacia Kirkland para así podernos deshacer de él."
"Después del primer Declive, le dije que se fuera," dijo Alfred, ausente. "Temía que lo fueses a matar."
"Los vampiros no tienen la misma lógica que nosotros," dijo Cesar. "Está encariñado contigo. A pesar del peligro, no importa cuántas veces le dijiste que se fuera, se quedó. Cuando me admitiste todo eso, dijiste que habías tenido problemas porque te seguía a pesar de tus repetidos esfuerzos por hacer que volviera a Inglaterra."
"¿Me seguía?"
"Esas fueron tus palabras." Cesar rodó los ojos. "Me pareció que te acosaba. El asunto siguió así por meses hasta antes de que tu hermano fuese atacado."
"¿Crees que lo hiciera para llamar mi atención?" Preguntó Alfred. "¿Enseñarme una lección? ¿O sólo quería mi sangre con tantas ganas?"
"Es difícil de decir," respondió Cesar. "Pero parece que hasta esa noche, habías sido tolerante con su comportamiento, aunque estabas cansado. Después de que atacó a tu hermano, ya no querías tener nada que ver con él. Viniste hacia mí por ayuda."
"I-incluso así, parece como un cambio muy drástico, "dijo Alfred, aproblemado. "Aunque estuviese enojado y molesto, obviamente lo estaba, también estaba enamorado de Arthur. Recuerdo el sentimiento con bastante claridad."
Cesar asintió.
"Es interesante que menciones eso," dijo. "Eso fue lo que dijiste. Estabas molesto, ya no querías estar relacionado con Kirkland – pero no creías poder ser capaz de matarlo." Cesar se encogió de hombros. "Así que sugerí el suero HLW-01R."
"Y… Eso tiene que ver con los experimentos del Hollow artificial, ¿verdad?"
"Sí. Gilbert Beilschmidt era uno de ellos – o por lo menos un intento fallido. Basados en la información de los nazis y las notas que recogimos cuando limpiamos Europa después de la guerra, hemos intentado crear soldados muertos con propiedades parecidas a las de los Hollow – pero que no actúen violentoo que coman carne."
"Por lo que he visto, Gilbert no hace ninguna de esas cosas." Dijo Alfred.
"También queríamos que fueran fáciles de controlar," terminó Cesar. "Algo así como sin pensamientos. Gilbert si los tiene."
"Oh."
"En el proceso de los experimentos, el capitán Honda descubrió un subproducto: Un químico que, cuando se administra en el flujo sanguíneo, tiene un efecto en el cerebro. Disminuye las emociones, logrando que el pensamiento se vuelva más sereno en la batalla y haciendo que te conviertas en un mejor soldado. En los sujetos de prueba que eran Hollows artificiales, suprimió las tendencias violentas. Sin embargo, Honda quería probarlo en un ser vivo."
"Y el conejillo de indias era yo," terminó Alfred.
"No te obligaron," dijo Cesar. "Te lo ofrecí como una manera de suprimir tu lazo emocional con Kirkland. Eso era lo que querías. Accediste y Honda monitoreó los efectos."
"¿Cuáles fueron?"
"Una personalidad totalmente diferente," admitió Cesar. "Siempre fuiste alegre e impulsivo; te convertiste en alguien manso, calculador y malhumorado. Sin embargo, probó ser una ventaja durante el Declive pasado: Mataste a ciento tres."
"Pero ninguno fue Arthur," dijo Alfred.
"No hubo reportes de avistamientos de Kirkland en el Halloween pasado," respondió Cesar. "Claramente se alejó. De hecho, no hubo avistamientos suyos hasta el julio pasado. Lo vimos cerca de la morgue tres noches antes de que fueras asesinado."
"Robando las últimas partes de cadáveres, asumo," murmuró Alfred, mirando sus manos. Aún estaban esposadas.
"Seguramente," concordó Cesar. Unió sus manos sobre el escritorio. "¿Eso es todo?"
"Supongo," dijo Alfred. "O sea, ahora tiene sentido. Arthur atacó a Matthew, me enojé y empecé a tomar una droga loca que le diera los cojones para matarlo- lo que probablemente lo enfureció, así que me mató." Se señaló así mismo. "Y entonces todo este embrollo."
"No debes meterte con los vampiros," dijo Cesar calmadamente. "Quizás ahora si me escucharás, Jones."
Alfred miró a Cesar. Aún no estaba completamente seguro de confiar en él- nunca lo había estado, no un 100%, incluso cuando él y Arthur habían estado durante la guerra- pero con las cosas al fin quedando claras, las piezas cayendo en su lugar, se estaba dando cuenta de que el problema entre él y Arthur Kirkland necesitaba terminar.
"Señor," dijo, "tengo otra pregunta para usted."
"Por favor," dijo Cesar con tono agradable.
Alfred frunció el ceño mirando el escritorio por un momento. No estaba seguro de por dónde empezar.
"La Corte de los Huesos," dijo finalmente. Miró hacia arriba, buscando la reacción de Cesar.
El general sonrió.
"Sí, definitivamente has estado hablando con Beilschmidt," dijo calmadamente. "¿Qué sobre ello?"
"Las armas," dijo Alfred. "Dime, ¿son reales?"
"¡Sal de mi casa, Bonnefoy!" Gritó Arthur mientras abría la puerta principal.
"Que maleducado," se lamentó Francis, asomando su cabeza a través de la pared de la sala de estar. "Pensé que siempre era bienvenido aquí."
"No, no lo hacías. Siempre he dejado en claro que no eres bienvenido ni a un kilómetro de mí." Arthur tiró al suelo la bolsa para cadáveres que tenía sobre su hombro. "Bien. Esto es lo mejor que pude encontrar."
"Que amable." Francis lo miró de mala manera mientras flotaba hacia el cuerpo. "¡Y no aprecio que lo tires por ahí!"
"Cállate." Arthur se agachó para abrirla, revelando el cuerpo de una chica joven, quizás de nueve o diez años, en un vestido de pliegues y de rizos dorados. "Era la más fresca en la morgue. Murió anoche." El vampiro inclinó su cabeza hacia ella. "Una lástima, era encantadora."
"Lo es," concordó Francis, "pero no es muy grande. ¿Cómo blandiré un arma?"
"Una pistola o un revolver no son muy pesados, Por Dios," dijo Arthur fríamente. "Siempre has dicho que mientras más frescos, mejor. Algunos habían estado ahí por días."
"Bueno, supongo que me conformaré con ella." Dijo Francis.
"Sí, servirá. Es la noche antes del Declive, no tengo tiempo que perder." Arthur comenzó a subir las escaleras, sacándose el abrigo. "Como sea, si vas a insistir en quedarte aquí, entonces haz algo útil y pon a hervir el agua. Voy a ver a Alfred."
Francis se alejó por la pared de la cocina sin decir nada más, lo que era extrañamente obediente viniendo de él. Arthur negó con la cabeza y subió las escaleras con el abrigo sobre su brazo.
"Alfred," dijo mientras entraba en la habitación, "Estoy dispuesto a desatarte si…"
Se detuvo, mirando la cama vacía. Dio un vistazo rápido: Los nudos estaban intactos y los lentes de Alfred ya no estaban. Consciente, entonces, por lo menos con la mano izquierda aún atada.
"¡Francis!" Salió disparado. Se detuvo en la mitad de las escaleras, inclinándose sobre el barandal. "¡¿dónde está?!"
"¿Dónde está quién, mon cher?" Gritó Francis.
"Maldito Alfred, ¡estúpido!" Gritó Arthur, dando pisoteadas hacia la cocina.
"Oh," dijo Francis descuidadamente, "Solté sus ataduras."
"Sí, ¡pude notarlo!" Dijo Arthur, enfurecido. "¡Te pregunté dónde está!"
"Dijo que iba al Otro Mundo," respondió Francis. "Dijo que necesitaba algunas respuestas."
"¡¿Y lo dejaste ir!?" Explotó Arhtur. "¡Te preguntaría si perdiste el maldito cerebro, pero claramente falleció al mismo tiempo que tú!"
"Eres demasiado posesivo, mon ami," respondió Francis, rodando los ojos. "El chico tiene dudas. No va a tranquilizarse hasta que tenga respuestas. Atarlo no es bueno."
"¡Era lo mejor para él!" Gruñó Arthur. "El Declive es mañana en la noche. Sleepy Hollow está lleno de soldados de Todos los Santos, como también lo están las salidas y entradas. ¡No es el momento para estar jugando a ser detective!"
Francis se encogió de hombros.
"Bueno, no veo el punto en restringirlo. Al final sólo te causará más problemas si cree que le estás ocultando cosas."
"No hay un 'al final'," espetó Arthur. "¡En dos noches voy a ofrecerlo a los Ancianos! Eso, si es que vuelve, ¡lo que quizás no pase porque lo dejaste ir!"
"No creo que lo hagas," dijo Francis despectivamente. "No cuando llegue el momento."
"No me digas lo que voy o no voy a hacer, estúpido," gruñó Arthur. Se hundió en su silla, revolviendo distraídamente las hojas de té en su taza. Francis le trajo la tetera, recién hervida.
"Si lo pudieras sentir, no dudaría en echarte esto por la garganta," dijo Arthur, tomando la tetera.
"Siempre sabes qué decir," respondió Francis, sonriendo con dulzura. Se sentó y miró cómo Arthur preparaba su té de forma muy precisa dado el momento.
"Te lo estás tomando sin sangre," notó.
"Ya comí," respondió Arthur. "Asalté el banco de sangre, robé algo para mañana en la noche." Miró directamente a Francis por sobre su taza de té, taladrándolo con sus verdes ojos. "No cambies el tema. No tenías porqué dejarlo ir. Es peligroso."
"¿Entonces para qué lo trajiste con nosotros?" Preguntó Francis. "Sabías el riesgo."
"Yo puedo manejarlo."
"No creo que puedas."
"¿Qué se supone que significa eso?"
"No tienes control sobre él, además tu lazo emocional con él nubla tu mente." Francis miró sus uñas. "Admite que aún lo amas."
"No."
"Pero lo amas." Francis suspiró. "Nos has arriesgado a todos al traerlo aquí- y al matarlo para traerlo, desatando la ira del Ejército de Todos los Santos. No puedo creer que todo eso fue sólo para dárselo a los Ancianos. El tomar ese riesgo-"
"'¡Aun así no lo amo!" Soltó Arthur. "Nunca podría amarlo de nuevo, no después de..."
Se detuvo. Francis se inclinó hacia adelante.
"¿Después de?"
"Oh, no importa." gruñó Arthur. "Demonios, ¿No puedes dejarme en paz?"
"No, no lo haré." dijo Francis. "Tu egoísmo nos ha puesto a todos en peligro."
"Bueno, ya no importa," respondió Arthur. "Es mi culpa, debí haberlo convertido hace años cuando tuve la oportunidad. Entonces… hubiésemos tenido una oportunidad de ser felices."
"¿Por qué no lo hiciste? Lo conocías por mucho tiempo, ¿No es así?"
"Desde que tenía dieciséis. Mintió para entrar en el ejército en 1942. Pero… pero era tan joven, no parecía lo correcto."
"Que noble. No es como algo que harías, mon ami."
"Así es." Suspiró. "Debí saberlo. He sobrevivido todo este tiempo gracias al preocuparme por mi propio bien." Alfred negó con la cabeza. "Cada vez que hago algo por alguien, pasa algo malo. Me asesinaron en primer lugar porque intenté salvar al hermano Geoffrey en vez de correr. Hubiese escapado mientras el vampiro estaba distraído. Ya había terminado cuando logré sacarle la criatura del cuello."
"Estoy seguro de que aún así estaba gradecido."
"No tengo idea de si es así o no. Revivió como un Hollow y entonces le dispararon hasta hacerlo añicos con cruces."
"ah."
"Y en cuanto a Alfred, bueno, se me fue de las manos. Alguna vez, quizás, tendremos una vida juntos-"
"¿Cómo la que tienes ahora?" Preguntó Francis astutamente.
"Esto lo hice con un propósito, nada más," respondió Arthur cortamente. "Debo terminar con esto de una vez por todas."
"¿Y tampoco será algo de lo que te vayas a arrepentir?"
"Estoy cansado, Francis," dijo Arthur de mal humor. "Quinientos años merodeando entre mundos, mirando hombre matándose entre ellos. Estas guerras, son todas iguales al final. Ciertamente he vivido cosas maravillosas, he conocido a gente realmente destacable, pero al final, todo se escapa entre mis dedos y me deja atrás. Sigo volviendo al ejército porque no sé qué más hacer conmigo. O sea, la guerra es lo único que es seguro, ¿no?"
Francis asintió. No dijo nada.
"Alfred fue la primera cosa en la que he estado realmente interesado por casi un siglo. " continuó Arthur. "Había algo sobre él, no sé, encendió algo dentro de mí. Me hizo sentir joven de nuevo, como si estuviera viendo el mundo nuevamente. Debí tomarlo, hacerlo mío - pero me preocupaba demasiado de él. No quería que se arrepintiera de… elegirme." Puso la cabeza en sus manos. "El peso es insoportable. ¿Entiendes eso? Siento que… He probado la fruta prohibida, conocido el paraíso sólo para que me lo quiten de nuevo. ¿Qué más me queda ahora? ¿debo seguir por otros quinientos años, buscando a otro Alfred?"
"Pero lo tienes ahora," dijo Francis con cautela. "Y es inmortal. Puedes vivir con él aquí-"
"No, no puedo. Dejando de lado lo que pasó entre nosotros, sabía que intentaría recuperar sus recuerdos. Sólo puedo mantenerlo ignorante lo suficiente como para que no sea una amenaza." El vampiro miró a Francis con rabia. "No gracias a tu ayuda."
"Sigo pensando que lo que haces no es correcto," respondió Francis, bufando.
"El hecho es que nunca será uno de los nuestros," dijo Arthur con frialdad. "Ya ha probado con creces su lealtad hacia Cesar y al Ejército de Todos los Santos. Incluso después de anoche-"
"Oui, escuché sobre su… escape." Francis lo miró. "¿Te sientes bien?"
"Esplendido. Gracias por preguntar." Arthur lo miró con los ojos entrecerrados. "¿Alfred te contó?"
"En realidad fue Gilbert."
"Ya veo. Entonces supongo que Alfred le dijo. Sé que estuvo en esta casa."
"Gilbert dijo que él le contó sobre las armas."
"Oh, ¿esto de nuevo?" Arthur gruñó. "No hay armas. Sólo es propaganda del Vaticano para motivar a las tropas. Cesar está tan loco como una caja de ranas, por supuesto que lo cree. Y Gilbert también."
"Alfred parecía interesado en su existencia," dijo Francis.
"Bueno, es una buenísima historia, ¿no es así? Lástima que no haya ni un ápice de verdad en ella.
"Pareces muy seguro de ello."
"Me gusta pensar que los vampiros sabemos una cosa o dos sobre la Corte de los Huesos." Dijo Arthur maliciosamente. "Por lo menos más que el típico fantasma. El consenso mundial entre los nosferatu es que las armas son propaganda. No hay ninguna clase de prueba de su existencia." Arthur se levantó. "Como sea, ya tuve suficiente de esta conversación. Será mejor que vaya por Alfred… otra vez."
"Yo iré." Ofreció Francis. "Me siento responsable."
"Eres el responsable." Gruñó Arthur. "Pero creo que sería mejor que yo-"
"No. Insisto." Francis le señaló que se sentara. "Será peligroso para ti esta noche, y ya has salido una vez hoy. No he ido a la puerta durante meses, no creo que llame mucho la atención." Se encogió de hombros. "Además soy yo el que lo liberó. Soy una persona neutra en todo este desagradable asunto entre ustedes, ¿no?"
"Bien." Dijo Arthur fríamente. "Sabes dónde está la base de Todos los Santos, ¿No?"
"Oui."
"Bueno, asegúrate de traerlo directo aquí."
"Le diré que tienes un estricto regaño preparado." Dijo Francis, arrastrando las palabras. "Au revoir."
Se deslizó por la muralla de la y se marchó. Arthur no se movió, mirando su té. No podría relajarse hasta que Alfred estuviese de vuelta en casa – y ni siquiera en ese momento, en realidad, porque temía sobre qué clase de veneno le habían metido los de Ejército de Todos los Santos en la cabeza que había dejado hueca con tanta dedicación.
Francis estaba equivocado. Lo que sea que esto fuese, no era una vida. Él y Alfred nunca volverían a ser lo que fueron en algún momento, nunca tendrían ese maravillo 'y sí-'. Nunca había convertido a Alfred porque había temido que llegara a odiarlo si lo hacía; si hubiera sabido que el resultado sería este entonces se hubiera arriesgado.
No había disfrutado el cortarle la cabeza a Alfred.
"Soy un monstruo." Dijo calladamente, revolviendo su té de un lado al otro. "No merezco ser feliz."
"Gracias, Honda." El general Cesar bajó el teléfono con un 'clic'. Miró a Alfred, el que estaba hojeando un viejo volumen de cuero abierto sobre el escritorio. El texto estaba en latín, uno de varios del Vaticano, con páginas y páginas de grabados medievales. Estos eran asquerosamente detallados, describiendo toda clase de bestias satánicas: hombres lobo, fantasmas, krakens, vampiros. La ilustración del vampiro mostraba a un espécimen retorcido con nariz de puerco, la lengua bífida e hinchados ojos vacíos, una criatura bastante grotesca.
"Recuerdo estos." dijo Alfred. "Me refiero a los libros. Recuerdo haberme reído de las fotos."
"No todos los vampiros se ven como Kirkland." Le recordó Cesar. "Varían según el tipo. La mayoría de los de la época medieval debían lucir como humanos. Para las demás variedades eso no importa mucho."
"¿Cómo se ven los Ancianos?" Preguntó Alfred, dando vuelta la hoja.
"No lo sé," admitió Cesar. "nunca los he visto. Hay una ilustración, pero-"
"¿Estos son ellos?" Alfred señaló un dibujo de nueve criaturas esqueléticas vistiendo capas negras. Todos tenían dientes largos y puntiagudos y cálices llenos de sangre.
"Supuestamente. " dijo Cesar. "No son muy lindos a la vista, ¿no?"
"Nop." Alfred entrecerró los ojos, mirando la hoja. "¿Dónde cuenta sobre las armas?"
"Aquí." Cesar señaló un párrafo en la mitad de la página; aunque Alfred, por supuesto, no podía leerlo.
"¿Qué dice?"
"Que los Ancianos nosferatu poseen las… ah…" Cesar frunció el ceño, mirando la página. "Bueno, sería traducido como las "Manos de Lucifer" o 'Manos de los Caídos'. Son armas que juzgarán a la humanidad."
¿Por qué un grupo de vampiros vejetes tendría armas para juzgar a la humanidad?"
"Los vampiros no son especies naturales, Jones. Sabes eso. Fueron creados por las iglesias y gobiernos para controlar a los súbditos. Los Ancianos son las creaciones originales, sellados en su propio plano existencial para proteger las Manos de Lucifer."
Alfred frunció el ceño.
"Así que… ¿Dices que la iglesia creó las armas?
"Según entiendo fue un esfuerzo combinado entre varios grupos religiosos y sectas, así como también gobiernos y senados alrededor del mundo. Si la humanidad no podía ser salvada de sí misma, las Manos de Lucifer serían usadas para purificar al mundo."
"… ¿Y pensaron que la humanidad podía ser salvada si dejaban unos pocos vampiros artesanales por aquí y por allá?"
"Concuerdo con que fue precipitado." Cesar se encogió de hombros. "Al final nunca usaron las armas y el mundo cambió hace mucho. Parece que los humanos están a un paso de extinguirse ellos mismos." Sonrió. "Por el momento parece una pena que esas maravillosas armas se desperdicien. Tenemos la misión de limpiar el desastre que causaron hace siglos la iglesia y sus símiles. ¿Por qué no usar las armas para hacerlo?"
"Espera, entonces… déjame entender esto." Alfred miró a Cesar a los ojos. "Son armas humanas, protegidas por vampiros hechos a mano, que quieres robar para poder erradicar a los vampiros." Pausó. "Y a otras cosas."
"Simplificándolo, sí." Dijo Cesar.
"¿Cómo es que nunca me mencionaste nada de esto antes?" Presionó Alfred. "Bueno, a menos que lo hayas hecho en el pedazo de memorias que no recuerdo – pero Matt nunca-"
"No, no he dado a conocer mis intenciones a todos." interrumpió Cesar. "Sólo algunos pocos saben sobre la Corte de los Huesos y de las Manos de Lucifer."
"Gilbert Beilschmidt, por nombrar uno."
"Sí, tuve que decirle. Él iba a ser mi entrada al Baile de Todas las Almas." Cesar negó con la cabeza. "Es el único Hollow artificial que sobrevive y no nos es beneficioso ahora." Pasó, mirando a Alfred con seriedad. "Pero tú…"
"¿Y-y qué hay sobre Arthur?" Preguntó Alfred. "Cambiaste la orden. Quieres tenerlo vivo.
"Sí. Kirkland tiene quinientos años. Es el único al que le será concedida una audiencia con los Ancianos. Él es mi llave."
Alfred asintió. Eso tenía sentido. Gilbert quería a Arthur por el mismo motivo.
Se escuchó un golpe en la puerta de la oficina.
"¡Adelante!" Llamó Cesar.
Alfred miró sobre su hombro mientras se abría la puerta. Entró Kiku Honda, viéndose tan severo como la noche anterior. Tenía una jeringa en la mano llena de un líquido escarlata; saludó militarmente a Cesar con la otra.
"General Cesar," dijo. "He traído la muestra de sangre que me pidió."
"Gracias, Capitán Honda." Cesar miró a Alfred. "Capitán Jones, he pedido que traigan una muestra de tu sangre. Ha sido extraída de tu cuerpo. Si se te inyecta en el sistema sanguíneo debería restaurar el resto de tus recuerdos."
Alfred asintió lentamente.
"Sí, uh... No tengo un sistema sanguíneo. Para ser honesto, Arthur me hizo bastante básico."
"Tiene sentido." Dijo Kiku en voz baja. "Estás hecho de cadáveres."
"¿No puedes pegarme la cabeza de nuevo? Funcionó anoche."
Kiku negó con la cabeza.
"Tu cuerpo es extremadamente inestable." Dijo. "Mayor exposición podría dañar tu cerebro." Kiku pausó y miró a Cesar, como si esperara su aprobación. Cesar asintió.
"Sí, no queremos eso." Concordó. "¿Hay alguna otra forma, Honda? De verdad sería conveniente si pudiéramos darle todos sus recuerdos a Jones."
"Umm." Kiku miró a Alfred de pies a cabeza, estudiándolo. "¿Cómo es que Kirkland te revivió? si no te molesta que pregunte."
"Con esto." Alfred sostuvo su mano izquierda, mostrando el anillo. "Es un encantamiento, supongo, o algún tipo de hechizo. Pues, básicamente estoy… casado con él. El encantamiento eran los votos, 'hasta que la muerte nos separe', ¿entiendes? Con la excepción de que ambos estamos muertos. Bueno, técnicamente. O sea, ambos hemos muerto-"
"Ya veo." Kiku interrumpió su balbuceo con un gesto de su mano. "Así que el contrato fue hecho bajo circunstancias que ya se habían anulado, dos negativos hacen un positivo, en este caso." Miró el anillo. "¿El anillo te mantiene vivo?"
"Exacto. Si me lo saco sólo sirvo como saco de cadáveres."
"Ese es el anillo que tenías durante la guerra." Dijo Cesar. "Kirkland y tú los tenían. Lo reconozco."
"A já Ese Arthur, es un viejo sentimental." Alfred hizo una mueca.
"¿No es así?" Cesar miró a Kiku. "Honda, ¿Quizás el anillo…?"
"Pienso lo mismo, señor." Respondió Kiku rápidamente. Acercó su mano. "Entregue el anillo por favor, Capitán Jones."
"E-espera, ¿No escuchase lo que acabo de decir?" Alfred alejó su mano lo más que puso del alcance de Kiku. "¡Lo necesito!"
"Será por un segundo," respondió Kiku. "Si ponemos el anillo en tu sangre tus memorias van a volver a ti cuando te lo devuelva."
Alfred hizo un puchero.
"¿Estás seguro? Porque suena como algo que acabas de inventar."
"La lógica es perfecta." Respondió Kiku. "Mis estudios muestran que la introducción de una muestra de tu sangre a tu sistema sanguíneo hará que vuelva parte de tu memoria. No tienes sistema sanguíneo, que es lo que te mantendría vivo. En vez de eso, lo que te mantiene vivo es el anillo, haciéndolo el equivalente. "
Alfred asintió cautelosamente. Aún no estaba completamente convencido, sin mencionar que sentía desconfianza de sacarse el anillo en presencia de Cesar.
"Intentarlo no va a herirte," dijo Cesar. "quieres tener tu memoria de vuelta, ¿no es así?"
"B-bueno, sí, pero-"
"Como tu oficial al mando me gustaría que lo hicieras."
Alfred le miró con el ceño fruncido.
"¿Es esa una orden, señor?"
Cesar negó con la cabeza.
"No, no es una orden." Respondió. "Es tu cuerpo, tus recuerdos, tu… estúpido enredo con Kirkland, por lo que es tu decisión. Sin embargo… Me gustaría destacar que no nos dejaste porque lo quisieras. Eras dedicado a nuestra causa hasta el momento en el que Kirkland te asesinó – y lo hizo para tenerte bajo su poder. Siempre has mantenido una lealtad devota hacia él, pero debo recordarte, como siempre lo he hecho, que no le debes nada. Tomó tus recuerdos para borrar el hecho de que te diste cuenta de cómo es en realidad, sería realmente bueno que vieras cómo es realmente otra vez."
Alfred unió sus miradas. No dijo nada por un largo momento.
"¿Y después qué?" Preguntó eventualmente. "Digamos que lo hago y obtengo mi memoria- y es tan terrible como tu dices y de repente quiero la cabeza de Arthur en un palo… ¿Entonces qué?" Señaló su cuello, sus muñecas. "Ya no serviría para eso."
"Estoy dispuesto a dejarlo pasar."
"No lo dejaste pasar para Arthur." Le recordó Alfred. "Lo echaste después de dos años de servicio. ¿Cómo sé que no me harás lo mismo?"
"Tienes mi palabra, aquí y ahora, de que no romperé mi promesa." Dijo Cesar. "El Ejército de Todos los Santos te necesita, Jones. Eres uno de nuestros mejores soldados. Estoy más que dispuesto a hacer una excepción respecto a la condición de tu cuerpo."
"¿Incluso después de haber matado a Oxenstierna?"
"Eso fue desafortunado." Dijo Cesar calmadamente. "ya que Oxenstierna fue un buen soldado. Sin embargo, según lo que entiendo, fue en defensa propia."
"No lo fue." Informó Alfred. "Bueno, supongo que lo fue en un principio porque se entrometió en mi camino, pero también porque simplemente quería matarlo."
Cesar se inclinó sobre el escritorio. Su atractiva boca se curvó en una sonrisa.
"Verás," dijo en voz baja, "es eso por lo que te necesito. Eres un loco hijo de perra."
"Con el debido respeto, señor, usted también lo es."
"Entonces debemos estar juntos, ¿no lo ves?" Cesar sostuvo su mano al frente. "Ven a casa."
Alfred dudó, aún desconfiado de poner su mano en la de Cesar y sellar el trato. Arthur era un peso muy grande para él.
Cesar bajó su mano un poco.
"Jones, no estoy seguro de por qué viniste esta noche," dijo con frialdad, "pero es tiempo de que elijas un lado. Si deseas volver con nosotros, deja que el Capitán Honda restaure la última parte de tu memoria. Entonces te interrogaré en base a tus acciones en las siguientes veinticuatro horas. No obstante…" Los ojos del general se tornaron serios. "Si decides que tu lealtad aún sigue con Kirkland, puedes irte. No te voy a detener, ni voy a ordenarte que no regreses al Mundo de los Expulsados. Serás libre de irte. Pero mañana en la noche debes entender que no tendremos misericordia. Si quieres quedarte con Kirkland entonces serás cazado con él. ¿Me di a entender?"
"Claro como el agua, señor." Dijo Alfred.
"Grandioso." Cesar arrastró la palabra en italiano de una manera casi sarcastica. "¿Entonces eliges...?"
Alfred miró a Kiku – a la sangre brillando dentro de la jeringa. Kiku le miró de vuelta.
"Sugiero los recuerdos primero," dijo, "y después la decisión. Sino, ¿cómo puedes estar lo suficientemente seguro de que la decisión que hagas es la que quieres realmente?"
Cesar se encogió de hombros.
"Suena lógico." Dijo. "¿Jones?"
"Bueno…" Alfred jugueteó con su anillo, volteándolo a un lado y al otro en su dedo. De todos modos supuso que en realidad no tenía nada que perder en este punto- aparte de sus sentidos.
"Necesito que tomes pronto una decisión." Continuó Cesar, cortante. "Soy un hombre ocupado y hay mucho que hacer antes de mañana en la noche."
"Si elijo ponerme de tu lado, estaré en lo correcto al pensar que lo que quieres que haga es... ¿El traerte a Arthur?" Dudó Alfred.
"Precisamente." Cesar asintió. "Si consideras que eso es traicionar… es cosa tuya."
"Bien." Acercó su mano. "Dame el último trozo que me falta en la memoria."
"Muy bien." Kiku se acercó y tomó el anillo. Le tomó trabajo el sacárselo, volteándolo en su nudillo, y Alfred se dio cuenta de que caería de cara hacia el escritorio un segundo más tarde.
Despertó con la nariz adolorida y los lentes chuecos.
"No te agarré a tiempo." Se excusó Cesar. No sonaba muy arrepentido.
Alfred no le escuchaba relamente, sus manos estaban apretadas en puños sobre el escritorio al tiempo que las últimas partes de su memoria se revolvían y luego se ponían en su lugar, golpeando las murallas de su mente. Las emociones- frustración, ira, miedo, desamor – temblaron dentro de él en una vuelta violenta, rodeando su entendimiento, haciéndolo amar y odiar todo de nuevo. Ahora recordaba haber encontrado a Matthew en la cuneta, recordaba la desesperación que lo había llevado a las pruebas de HLW-01R para poder deshacerse de Arthur; vio sus últimos encuentros con el vampiro, ese donde puso en claro sus sentimientos y uno donde Arthur hizo lo mismo. Los recuerdos se acabaron limpiamente en el tercer y final disparo.
"¿Jones?" Cesar se inclinó sobre el escritorio y lo agitó. "¡Jones!"
"E-estoy bien." Alfred retrocedió, moviendo la cabeza. "Estoy bien."
"¿Quieres un poco de agua?"
"No, estoy bien." Alfred miró el anillo sangriento brillando en su dedo. "… estaré bien."
Cesar también miró el anillo.
"¿Puedo saber tu decisión ahora?"
"Sí." Alfred le dirigió la mirada. "Te traeré a Arthur."
Cesar unió sus palmas. Se veía bastante complacido consigo mismo.
"¡Excelente! ¡Estoy tan feliz de oírlo, Jones! Será maravilloso el tenerte de vuelta en nuestro lado, donde correspondes."
"Gracias, señor." Alfred no se sentía muy entusiasmado sobre el tema, sus sentimientos sobre estar en el lado correcto estaban enterrados bajo la súbita rabia dormida hacia Arthur, a quien ahora recordaba odiar. Primero a Matthew, y luego al mismo Alfred, tres veces en el pecho, el pequeño posesivo hijo de puta.
"Por supuesto que las próximas veinticuatro horas requerirán que estés encubierto dentro de la Tierra de los Expulsados," continuó Cesar. "necesito que vuelvas y actúes tal y como antes. No provocará sospechas. Mañana en la noche guiarás a Kirkland hacia nosotros para poder capturarlo con seguridad. Después de eso tendrás libre albedrío para hacer lo que quieras por el resto de la noche. Si procedes tan bien como espero que lo hagas, entonces serás reingresado al Ejército de Todos los Santos con un ascenso a comandante."
"Entendido, señor."
"Maravilloso." Cesar se levantó del escritorio. "Iré a traer el mapa y encontraremos el mejor lugar para atraerlo." Pausó, mirando hacia Alfred. "… no necesito decirte, espero, que necesito que seas considerado con él. Estoy seguro que con tus recuerdos de vuelta amarías matarlo, pero me temo que lo necesitamos vivo.
Alfred asintió.
"Sí, lo entiendo." Dijo, monótono. "Seré bueno."
"Cuando acabe con él podrás matarlo." Dijo Cesar, contento mientras iba hacia los libreros. "Lo guardaré para ti."
Alfred sonrió.
"Eso es todo lo que quería escuchar."
[]
Luego de que Alfred fuese interrogado y dejado libre, Kiku miró a Cesar, quien estaba enrollando su ordenado mapa marcado.
"No parece saber sobre el elemento de sacrificio en la Corte de los Huesos." Dijo.
"Es para eso precisamente para lo que Kirkland lo creó," contestó Cesar, "y exactamente el porqué lo dejé patrullando solo esa semana. Los vampiros son vengativos cuando los ridiculizan. Sabía que eventualmente lo atraparía."
Kiku pestañeó.
"Señor… ¿Usted sabía que Kirkland quería unirse a la Corte de los Huesos?"
"Tiene quinientos años. Una vez que alcanzan el medio milenio de años, eso es lo que todos ellos quieren. Están creados para que lo deseen. Sólo los nosferatu de quinientos años o más son lo suficientemente poderosos como para proteger las Manos de Lucifer."
"Así que les tendiste una trampa," dijo Kiku calmadamente. "¿Asumo que aún planeas usar a Jones como el sacrificio?"
"Él fue la elección de Kirkland, no la mía." Respondió Cesar. "Eso es algo que no puedo cambiar, no si queremos poner nuestras en esas armas, Honda." Sonrió. "Aún así… todo ha salido tan bien, ¿no es así?"
"Y nunca tuviste ninguna intención de ascenderlo a comandante, ¿no es así?"
"Por supuesto que no." Dijo Cesar, dando una risa nasal. "Es un monstruo. No tiene lugar en el Ejército de Todos los Santos. Necesitamos esas armas, y entonces podremos limpiarlos de la faz de la tierra."
Alfred podía ver algo pálido y amarillento brillando entre las lápidas. Entrecerró los ojos, incapaz de distinguirlo, y se escondió detrás de una gran cruz. Posó una mano sobre su bolsa de palomitas de maíz para que no se arruinaran.
"Bonsoir." Francis asomó su cabeza por encima de la cruz. "Sólo soy yo, cherie."
"¡Deja de hacer eso!" Alfred se alejó de él, esparciendo sus palomitas por el piso. "¡Mira lo que me hiciste hacer!"
"Mis disculpas." Francis atravesó la tumba. Traía una linterna, la cual era la fuente del brillo. "Aunque debo advertirte que nadie más puede oírme o verme en el momento, así que para cualquier observador casual, estás hablando solo."
"A já." Alfred pasó a su lado, yendo hacia la puerta. No tenía nada personal en contra de Francis, pero ahora que había tomado una decisión no quería estar asociado a nadie de la Tierra de los Expulsados. Se metió palomitas a la boca, consciente de que Francis estaba flotando a su lado.
"¿De dónde sacaste eso?" Preguntó el fantasma.
"El festival de disfraces." Respondió Alfred con la boca llena. "Tenía ganas."
"Sabes que eso es muy peligroso para los nuestros." Murmuró Francis.
"Cállate." Alfred tragó. "Haré lo que quiera."
"Vaya, estamos sensibles hoy." Dijo Francis, sarcástico. "¿Qué hizo cambiar tu humor? Eras más agradable hoy más temprano."
"Quizás no quiero a un asqueroso fantasma siguiéndome." Espetó Alfred. "¿Qué mierda estás haciendo aquí de todos modos?" Hizo sonar sus dedos. "Espera, déjame adivinar- Arthur te envió. Llegó a casa y se puso histérico porque yo me había ido."
"Ah, lo conoces tan bien." Francis se arregló cuando llegaban a la puerta. "Y no soy asqueroso, merci beaucoup."
"Lo que sea." Alfred se echó más dulces a la boca mientras pasaban por la puerta y sobre el puente hacia la Tierra de los Expulsados. "¡Jesús, ese maldito bastardo chupasangre! ¡No soy suyo!"
"Espero que él diferiría de ello."
"Sí, también me da esa impresión." Alfred paró de súbito, mirando a Francis. "No tienes que seguirme todo el camino a casa. Entendí el mensaje, iré directo."
"Muy bien." La actitud de Francis se había vuelto un poco fría. Hizo una reverencia, apagando su linterna. "Entonces te dejaré. Como una advertencia, quizás deberías esconder todo ese revoltijo asqueroso que llamas dulce."
Se desvaneció con un suave sonido tintineando, dejando a Alfred solo en el medio del bosque. Las Marchas de Medianoche estaban por debajo, pacificas con un somnoliento brillo naranja. Alfred le dio la espalda y se encaminó al oeste, colina arriba, de vuelta a la casa.
Iba a ser difícil el mantener su temperamento. Incluso sin el HLW-01R recorriendo su cuerpo, la ira que sentía hacia Arthur era palpable, al rojo vivo. No podía creer que alguien pudiera ser tan controlador y egoísta, y que podía sentir la culpa y la desesperanza por lo que le había pasado a Matthew tan reciente como si aquella fuese la noche en la que había pasado. Recordaba claramente ahora que su hermano casi había muerto, sabiendo que había sido su propia estupidez la que lo había causado. Había tenido muchas oportunidades de capturar o matar a Arthur, a quien siempre conoció por ser peligroso, pero el pensamiento de tratarlo como una bestia nunca se le había pasado por la cabeza. ¿Y cómo le había pagado Arthur? Bebiendo de su hermano y matándolo a él después. Ahora lo veía: no había cómo razonar con un nosferatu, no realmente. Los ocho años no habían sido más que un juego de espera para Arthur.
Aún así, la venganza sería suya pronto. Podía fingir por una noche. Se detuvo en el umbral para componerse, guardando el papel vacío en su bolsillo. Pasó sus manos entre su cabello, inhaló profundo. Probablemente Arthur le iba a gritar, pero eso estaba bien. Todo lo que tenía que hacer era pensar en cómo gritaría una vez que lo matara y terminara con él.
Abrió la puerta y se deslizó hasta dentro de la casa. Arthur no cerraba con llave la puerta del frente por la noche, probablemente porque nada sería lo suficientemente estúpido como para entrar sin ser invitado (bueno, excepto por Francis, y probablemente Gilbert). Dejó que la puerta se cerrara detrás suyo.
"¡¿Arthur?!" lo llamó. Inhaló nuevamente. "¡¿Arty?!"
El vampiro apareció por la puerta de la sala de estar, mirando a Alfred con frialdad.
"Simplemente te vas cuando se te da la maldita gana, ¿no?"
Alfred mordió su labio inferior para abstenerse de contestar.
"Lo siento." se forzó a decir. "No… no quise preocuparte-"
"Sí, bueno, te regañaría, pero me tem que entraría por una oreja y saldría por la otra." Arthur volvió a su asiento al tiempo que Alfred llegaba a la puerta. "Estoy seguro de que no necesitas que te diga lo peligroso que es allá afuera-"
"Sí, sí, Francis ya dijo eso." Alfred rodó los ojos. "Como si necesitara que me lo recuerden. Nos han disparado las dos últimas veces, ¿recuerdas?"
"Entonces, ¿por qué insistes en volver allá?" Arthur cogió su libro y lo abrió en la página marcada.
Alfred se encogió de hombros
"No sé. Supongo que se siente como… casa." Estudió a Arthur mientras hablaba: "Tengo un hermano allá después de todo."
"Mm." Arthur volteó la página. No parecía estar escuchándolo.
El hijo de perra. Alfred quería agarrar la mesa de café y golpearlo en la cabeza con ella, para ver si eso le sacaba una reacción.
"Oye." Dijo. "¿No vas a gritarme?"
"Ya te dije que no." Arthur le miró de reojo. "No creo que escuches una palabra de lo que diga."
"Bueno, eres una molestia." Alfred se inclinó sobre el umbral de la puerta. "¿Siempre tienes que mandar a Francis a tus asuntos?"
"Te informo que yo soy quien se encargaba de sus asuntos esta noche. Él sólo devolvía el favor."
"Oh, la cosa del cadáver, ¿no?"
"Exacto." Arthur volvió su atención al libro. "Parece que tuvieron una linda charla."
"Seguro que sí." Alfred se levantó del umbral y se estiró. "Iré a darme un baño. Me siento todo pesado."
"Llévate eso." Arthur señaló con su mano a la motosierra apoyada contra el apoyabrazos del sofá. "No la quiero en mis muebles."
Alfred no dijo nada, pero cruzó la sala de estar y levantó la sierra. No pudo evitar notar que Arthur se había posicionado lo más lejos posible de ella.
"Una elección interesante, debo decir." Dijo Arthur mientras la levantaba. Miraba a Alfred sobre su libro. "¿Te la dio Yao?"
"Sí." Alfred le dio una palmada. "Me llamó, ¿sabes?"
Arthur frunció las cejas.
"… sin dudas." Volvió a cambiar su atención. Parecía determinado en no mirarla, y Alfred sabía por qué. Le dio una súbita chispa de poder sádico.
"Oye, imagínala mañana en la noche." Dijo, meneándola. "¡Mírale los dientes! ¡Entrara en los huesos tan fácil como si fueran tartas!"
"Llévatela, por favor." Arthur arrastró sus piernas sobre el apoyabrazos tan despreocupadamente como le era posible.
"Aunque probablemente debería traer un pañuelo conmigo." Alfred se le acercó. "¡Puede que quede toda mugrienta!" Sostuvo la cuerda y estaba a punto de tirarla una o dos veces…
"¡Sácala de aquí en este instante!" Arthur salió disparado de su asiento, quedando con una pierna a cada lado del apoya brazos. Señaló la puerta, su pálido dedo temblando. "¡Ahora, Alfred!"
Alfred fingió inocencia.
"Oye, no estás asustado de una vieja motosierra, ¿o sí? ¿Un vampiro grandote como tú?"
"E…está sucia." Dijo Arthur rápidamente. "Si se la compraste a Yao quién sabe dónde diablos ha estado. La quiero afuera."
"Está bien, bien." Alfred lo consideró una pequeña y disfrutable victoria, y caminó relajadamente fuera de la habitación junto a la motosierra, permitiéndose una sonrisa. No quería arriesgarse dejándola afuera donde seguramente alguien la robaría, así que la llevó al piso de arriba y la dejó bajo la cama. Lo que Arthur no supiera no podría dañarlo. Aún.
Alfred se hundió en la tina, satisfecho con que Arthur no insistiera en seguirlo para asegurarse de que limpiara correctamente sus puntadas. De verdad no se sentía capaz de soportar estar junto a él.
Estiró los brazos sobre su cabeza, mirando las ordenadas líneas de la costura, las pequeñas diferencias en su tono de piel entre su mano y su muñeca, su codo y su antebrazo. Se preguntó sobre cuántos distintos cuerpos lo componían, si había partes de otros soldados de Todos los Santos en la mezcla. Desde que había recuperado la memoria sentía este cuerpo más y más ajeno, como si estuviera perdiendo su control sobre él. Incluso el escaso sentido del tacto al que se había acostumbrado ahora era súbitamente desagradable e incómodo.
Se preguntaba si, después del Declive y de su regreso al Ejército de Todos los Santos, quizás habría una posibilidad de que devolvieran su cabeza a su cuerpo original. Sólo estaba echado en una mesa, no veía qué otro propósito podrían tener para su cuerpo. Él definitivamente le sacaría más provecho.
Se salió de la bañera y se secó, poniéndose la ropa. También esperaba que le dieran un lindo uniforme nuevo, recordando el traje militar gris del Ejército de Todos los Santos. No sabía de dónde demonios obtuvo Arthur esas ropas, pero apostaría que en la morgue. Se secó el pelo y fue hacia la habitación, parando de súbito en el umbral cuando vio a Arthur. El vampiro estaba de rodillas sobre la alfombra, recogiendo cuidadosamente todas las partes del espejo rojo; escuchó a Alfred detrás de él y volteó la cabeza.
"Dame un momento." dijo. "Olvidé limpiar esto."
"Bien." Alfred tiró la toalla sobre la cama. "Iré por algo de comer. Estaré abajo." Se volteó, yendo hacia la cima de las escaleras.
"Oh." Arthur había vuelto a limpiar el vidrio roto. "Quise decir…"
"¿Sí?" Alfred se detuvo, el críptico comportamiento de Arthur irritándolo. "¿Qué?"
"Anoche." Arthur no lo miró, hablando calmado y claro. "Gracias por salvarme. Pudiste haberme dejado tan fácilmente."
"O…oh." Esto no era lo que Alfred esperaba. "Bueno, d… de nada."
Se quedó por un momento, mirando la espalda de Arthur. No sabía qué más decir. ¿Arthur sabía que lo había traicionado? ¿Lo estaba probando? ...¿o estaba siendo honesto? Alfred se dio cuenta de que no podía saberlo.
"Eso es todo." Dijo Arthur. "Eso es todo lo que quería decir. No tienes que quedarte ahí."
"B…bien." Alfred asintió, alejándose. "Bien. Yo, uh…" Fue hacia el pasillo con la cabeza gacha y llegó a las escaleras, bajándolas rápido y en silencio. Entró a la cocina y cerró la puerta detrás de él, hundiéndose en la silla más cercana. Dejó salir un suspiro. Quizás esto era lo que necesitaba. No podía arriesgarse a tomar a Arthur a la ligera.
Con todos sus recuerdos ordenados en su lugar, recordaba qué tan peligroso era este juego realmente.
"Cómo te atreves a venir… ¡Hoy de todas las noches!" Alfred apretó su puño alrededor de la cuerda de su motosierra. "¡Después de lo que hiciste!"
"Necesito hablarte sobre eso." Dijo Arthur, agónico. "¿No podemos ir a un lugar más…"
"¡No iré a ningún lado contigo!"Espetó Alfred. "¡Tienes el valor de venir aquí esta noche!"
"Fue un riesgo." Accedió Arthur, y lo era, El Declive haciendo estragos unas calles más allá."Pero era la única garantía que tenía para poder verte." Intentó dar un paso adelante ; Alfred encendió el motor de la sierra, manteniéndolo a raya."¡Alfred, por favor escucha…!"
"No escucharé ni una palabra tuya más." gruñó Alfred."Aléjate de mí y de mi maldito hermano, ¿me oíste?"
"Alfred, ¡No toqué a tu hermano!"Espetó Arthur."¡¿Por qué hab…?!"
"Oh, veamos, ¿sí?" Alfred bajó levemente la sierra. "¡Porque fui lo suficientemente estúpido como para dejar que me probaras! Es mi gemelo, tenemos la misma sangre… ¡Y él es un blanco mucho más fácil!"
"¡Nunca dañaría a tu hermano!¡Sé lo mucho que significa para ti!"
"Por Dios, Arthur, ¡¿crees que soy un idiota?! Cuanto estás hambriento no entra la razón a tu cabeza. ¡No olvides que he visto cómo eres!"
Arthur inhaló profundamente.
"Alfred, escúchame. No bebí de tu hermano."
"No te creo." Dijo Alfred fríamente.
Arthur negó con la cabeza. Parecía que no había predicho un escenario donde Alfred no le creyera.
"Yo no… yo… mira, ¿podemos…?" Apretó los puños."Necesitamos hablar, yo…"
"No, tú necesitas salir de mi vista." Interrumpió Alfred.
"¿Q… qué?"Arthur lo miró y luego miró la motosierra."¿Estás hab…?"
"Ve, Arthur." Alfred negó con la cabeza."Esto acaba hoy."
"Alfred, por favor, no hagas esto." Arthur dio un paso al lado de la motosierra, sólo para que Alfred lo bloqueara ."¡No lo toqué!"
"Arthur, sé que lo hiciste." Respondió Alfred con calma."Entiendo. Eres un vampiro, es tu naturaleza. Pero no me mientas sobre ello ni esperes que te crea."
"¡Pero no lo hice!"Gritó Arthur."¡Me conoces desde hace años, Alfred!Sabes que no…"
"No, no lo sé. No lo sé para nada. No puedo confiar en ti."Alfred desvió la mirada."Mira, sólo vete de aquí, ¿sí?"
Arthur retrocedió un paso, mirando la hoja de la sierra. Parecía que no sabía si tomarse la amenaza en serio o no.
"Alfred…"
"Cristo, vete, ¡¿Sí?!"Bramó Alfred."¡Se acabó, Arthur! ¡Si no sales de mi vista en este instante entonces voy a matarte, lo juro por dios!"
"Alfred, ¡No herí a tu hermano!¡Es un malentendido… yo no soy el único vampiro en Sleepy Hollow!"
Pero Alfred le había dado la espalda.
"Este es mi último acto generoso." Dijo, frío."Si te me acercas a mi o a Matthew de nuevo, te mataré." Se alejó. "Adiós, Arthur."
"¡E… espera!"Arthur volvió a ir tras él."Alfred, espera…"
Agarró el brazo de Alfred; y Alfred volteó rápidamente con la motosierra brillando. La enterró a través del cuerpo de Arthur, abriéndole el pecho y el abdomen con un chorro de caliente sangre negra y huesos astillados. Arthur dio un alarido monstruoso y retrocedió, arrastrándose fuera de la hoja antes de que Alfred lo pudiera partir en dos.Trastabilló alejándose de Alfred, apretando sus brazos alrededor de su cuerpo arruinado, jadeando y sangrando; pero sorprendentemente, horriblemente, no cayó, simplemente moviéndose torpemente como pasando por un estupor.Un súbito temblor de disgusto y terror pasó por la espina de Alfred y se alejó rápidamente del vámpiro. Sabía que Arthur no tardaría en sanar de la horrenda herida y se dio cuenta de que no quería mirar.Comenzó a irse nuevamente, arrastrando la ensangrentada sierra detrás de él.
"Él s…se ha... interpuesto entre nosotros." dijo Arthur con voz rasposa."T…tu maldito hermano…Él y…."Escupió un chorro de sangre, tosiendo."Y…y ese bastardo de Cesar…"
"Me hicieron darme cuenta de lo que eres." dijo Alfred.
"¿Importa lo q… que soy?"Arthur dio un gemido, su respiración pesada."Éramos f…felices… tú y yo."
"Eres un monstruo." Respondió Alfred. No miró atrás."No mereces ser feliz."
-Silencio incómodo de mujerzuela que no ha visto a sus bebés en 10 meses-
Lamento si faltan espacios o cosas raras de formato, usé una versión distinta a la tradicional de Word.
Y... lamento la tardanza :'D Es que... no puedo trabajar y traducir a la vez (En el 2014 podía porque trabajaba en una oficina).
El fic original sólo tiene aproximadamente 2 Caps. más para el final. Espero les alegre sajhfgaskjd
Intentaré ser rápida como en el inicio sajhfgaksjd lo siento
Bye, les hamo, no recuerdo si respondí los reviews, pero los leí, gracias por comentar aquí y en el original.