TOCANDO FONDO

EPÍLOGO

Bella

El suave sol de abril comenzaba a colarse entre el follaje de los árboles del jardín de la casa Cullen.

Después del mal tiempo de los últimos días habíamos confiado en el pronóstico para ese día y parecía que no nos habíamos equivocado. El buen tiempo nos acompañaría para la fiesta de Alice.

Alice Cullen había acabado la universidad y Esme había organizado una fiesta de celebración. Aunque Alice no lo supiera, ese día Jasper, su novio de los últimos cuatro años, le propondría matrimonio.

Sweets California, la empresa de catering que Tanya y yo habíamos fundado cuatro años antes, había sido la empresa contratada para esa fiesta. De alguna forma, siempre lo habíamos sabido.

Esme Cullen seguía, después de todos esos años, siendo para Leah y para mí la madre que no teníamos.

Los últimos cuatro años habían sido, al principio, difíciles, pero habían acabado convirtiéndose en un reto que habíamos superado con creces.

Desde que Edward y yo habíamos roto nuestra relación, yo me había volcado de lleno a buscar una vida plena para mí, ya que solo así sería capaz de darle una vida plena a mi pequeña hermanita.

Al principio, superar mi obsesión por Edward había sido duro, pero la terapia había sido de gran ayuda y con el transcurso de los días, había aprendido a volcar mi ansiedad en cosas productivas.

Leah y yo habíamos construido una relación de hermanas como nunca habíamos tenido.

La empresa que habíamos establecido con Tanya, poco a poco se hizo un hueco en el negocio de la repostería, hasta acabar convirtiéndose en un buen referente.

Nos dedicábamos solo a pequeños eventos, pero esto nos daba cierta exclusividad y teníamos suficientes pedidos como para obtener beneficios.

Actualmente contábamos con una plantilla de seis empleados, así que realmente podíamos asegurar que nos iba bien.

A lo largo de ese tiempo había tenido un par de relaciones importantes pero no me había vuelto a enamorar por lo que esas relaciones estuvieron desde el principio condenadas al fracaso. Llevaba entonces más de seis meses sin salir con nadie, por lo que no podía negar que me sentía algo ansiosa por ver a Edward después de cuatro años.

A pesar de que yo mantenía un contacto fluido con su familia, él y yo, nos habíamos cuidado bien de no coincidir nunca, y nunca nos habíamos vuelto a ver. Edward, por su parte, había pasado estos años manteniendo una relación intermitente con Victoria Shuterland y, fruto de esa relación dos años atrás había nacido su pequeño hijo, Kev.

De cualquier forma, la relación entre ellos no había prosperado y, tal como Esme me había explicado varias veces, llevaba ya un año como padre soltero, teniendo la custodia compartida con Victoria.

Esme no perdía oportunidad de hablarme de su hijo y contarme todo sobre él. Tanya y yo teníamos la fuerte sospecha de que su intención era volver a juntarnos.

Y en alguna parte de mí, yo estaba de acuerdo con su plan.

Llevaba casi cinco años sin probar drogas de ningún tipo y sin tener sexo desenfrenado e irresponsable.

Llevaba cuatro años como tutora legal de mi hermana de trece. Cuatro años en los que me había hecho responsable de ella y lo estaba haciendo francamente bien. Lee era una adolescente inteligente, seria y responsable. Y, por supuesto, se había convertido en una belleza morena que rompería corazones.

Tenía en mi habitación un precioso ficus que nunca habían tocado las manos de ningún jardinero ni empleado, sino que solo había recibido mis cuidados. Y se veía grande, sano y saludable.

En estos cuatro años había erradicado mis grandes y dañinas obsesiones y había redirigido las pequeñas hasta hacer un sello personal de nuestra empresa los diseños exclusivos creados con M&Ms de colores.

Finalmente me había convertido en la mujer que podía merecerse a un hombre como Edward Cullen y estaba dispuesta a hacer lo posible para conseguir mi oportunidad de demostrárselo.

Y este sería el día que comenzaría a luchar por mi oportunidad.

Pero ésa, es otra historia.

Edward

Llevaba cuatro años sin ver a Bella.

Desde aquella noche en su casa, cuando llorando me había asegurado no estar preparada para cuidar de una relación y confiar en ella.

Sabía de ella, desde luego. Sabía todo de su vida, ya que mi madre hacía las veces de madre de Leah y por añadidura, de Bella también. Además de haber visto a Leah muy a menudo y haber escuchado todo lo que la niña me contaba de su adorada hermana.

Sabía que finalmente había abierto su propia pastelería, y sabía que le iba maravillosamente.

Más de una vez, a lo largo de esos cuatro años me había encontrado comiendo en mi casa alguno de los pasteles que mi madre solía traer cada domingo de su tienda.

Habían sucedido muchas cosas en ese tiempo.

Había vuelto con Victoria y había vuelto a romper con ella tres veces. La última vez habíamos tenido su final hacía ya un año y me había dejado siendo el padre de un pequeño de dos años al que adoraba, Kev.

Durante esas rupturas, me había planteado ir en busca de Bella una y mil veces, pero al final no lo había hecho y había respetado su decisión.

Recuerdo haberme pasado tres horas sentado en mi coche frente a la puerta de su casa, pero no había llegado a llamar a la puerta.

Pero ahora estaba ahí. Y sabía que no había forma de escapar.

Y si la hubiera, yo no deseaba escapar.

Alice había acabado la universidad y Esme había organizado una fiesta para celebrar su graduación. Además, Jasper esperaba aprovechar la ocasión para pedirle matrimonio a mi hermana. Y era la pastelería de Bella la encargada de los dulces del catering.

Era aún temprano cuando aparqué mi coche en la entrada de la casa. La furgoneta granate de Sweets California estaba aparcada allí también.

Inspiré profundamente antes de bajar del coche. La chica que llevaba años deseando ver y, de la que debía reconocer, seguía enamorado, estaba allí y yo no sabía cuánto me costaría lograr una cita.

Entré al jardín trasero por el costado de la casa.

El jardín estaba ocupado por varias mesas y sus correspondientes sillas. Algo más alejado un pequeño escenario con un equipo de música y altavoces.

Por encima de nuestras cabezas colgaban varias guías con farolillos de papel.

Cercano a la puerta trasera de la casa, una larga mesa con un mantel blanco y rosa.

Bella, de pie junto a la mesa y de espaldas a mí, colocaba en un soporte bastante alto cupcakes multicolores que sacaba de una caja rosa.

No intenté ser sigiloso pero Bella estaba tan ensimismada que no me escuchó acercarme a ella.

Estaba preciosa. Vestida con un pantalón y una camisa negra, y un pequeño delantal rosa, se veía completamente deliciosa. Su cabello más corto que cuatro años antes recogido en una coleta, su rostro más sonrosado que entonces. Su cuerpo había adquirido una curvas exquisitas que solo me recordaban cuánto me gustaba esa chica.

—Hola, Bella —la saludé con voz susurrante sobresaltándola.

El cupcake que tenía en la mano rodó sobre la mesa.

—¡Dios! Me has asustado —gimió mirándome con sus mejillas sonrojadas.

—Lo siento —sonreí recostándome en la mesa a su lado. —¿Cómo estás, Bella? Estás preciosa —dije sin poder evitarlo.

Su rostro se ruborizó y escondió su mirada en la caja que tenía en las manos.

—Gracias —dijo en un susurro haciéndome carcajear.

—¿Quién eres tú y que has hecho con la Bella Swan que yo conocía?

—¿Por qué lo dices?

—Porque la Bella Swan que yo conocía no se sonrojaba tan fácilmente ante un cumplido.

—Pues el Edward Cullen que yo conocía no solía decirme muchos cumplidos —discutió y no pude más que sonreír.

—Aquel Edward Cullen debía ser un idiota o estar ciego —susurré.

—Supongo que sí —concordó volviendo a su tarea de organizar los cupcakes en su soporte.

—Te he echado mucho de menos —confesé en un susurro mientras hundía un dedo en la crema azul de un cupcake para llevármelo a la boca —Vaya, Bells, están buenísimos.

—Gracias —aceptó con una timidez extraña en ella —Yo también te he echado de menos. —reconoció y sus palabras acariciaron con calidez mi corazón.

—Tal vez podríamos quedar algún día para cenar —ofrecí intentando esconder un poco mi ansiedad.

—Hey, Bella, ¿dónde quieres que deje la fuente de chocolate? —llamó una voz femenina que no reconocí pero odié instantáneamente por interrumpir nuestra conversación —Oh, vaya, vaya, vaya —agregó al verme la joven rubia que se acercó a nosotros —Hola, chico guapo.

—Hola.

—Soy Tanya. Tanya Denali, la socia de Bella —dijo estirando su mano hacia mí después de dejar sobre la mesa el cuenco que llevaba.

—Encantado. Soy Edward. Edward Cullen, el hermano de Alice.

—Mmm, Edward —dijo volteándose hacia Bella y dedicándole una sonrisa socarrona que le hizo ruborizar —Tal vez haya escuchado algo de ti —agregó sonriente haciéndome sonreír.

Que Bella hubiese estado hablando de mí me daba esperanzas.

—Espero que solo fueran cosas buenas.

—No hace falta que lo dudes —sonrió la chica dejando la fuente de chocolate que tenía en las manos y disponiéndose a marchar.

Cuando creí que sería el momento de continuar mi charla con Bella, Esme salió al jardín, tras ella, Leah, que se colgó de mí y luego Alice.

De allí en más no tuve ocasión de volver a estar con Bella a solas y concretar una cita.

Pero ese día me prometí que encontraría esa oportunidad.

Pero ésa, es otra historia.


Pues ahora sí, éste es el final.

Espero que les haya gustado esta historia tan diferente de todas las que había escrito hasta ahora.

Como alguna vez comentara, esta historia se merece una secuela, ¿no creéis?

No la prometo, pero es bastante probable que en algún momento la escriba.

De momento tengo nuevos proyectos guardados en los que espero que nos volvamos a encontrar.

También os espero en el grupo de Facebook: Las Sex Tensas de Kiki.

Gracias a todos por los reviews, alertas y favoritos. Gracias por leer y por la paciencia.

Besitos y nos seguimos leyendo!