Y aquí estoy de vuelta. Me había prometido a mí misma que no haría nada de esto hasta que no acabara los trabajos pendientes, así que ahora que soy libre parcialmente he vuelto con el capítulo final ^^.

Sólo agradecer de nuevo a Pola de Himura, rogue85, Menelwen y nami-ruki por sus comentarios que me alegran el día y parte de la noche =). ¡Un besazo chicas!

Disclaimer: nop, definitivamente ésto no me pertenece.

Capítulo 3: Familia

Yahiko bajó la shinai con un movimiento seco, acabando la kata básica del Kamiya Kassin Ryu.

Kaoru acababa de marchar al Dojo Maekawa (sólo porque el sensei está enfermo, no es que lo necesitemos), pero él había preferido quedarse en casa tranquilo. El día anterior, en el mercado, unas mujeres estaban hablando de él como el chico descarriado que trabajaba para la Yakuza y que ahora estaba en el Akabeko para quién-sabe-qué. Su desgracia había sido que Kaoru las había escuchado y, según le dijo Tsubame que le había dicho Tae que le contó el mozo de los recados del Akabeko, el carácter de la chica había salido en todo su bendito esplendor.

-¡Yahiko es mi hermano, es un chico honesto que lleva una vida digna y será un gran hombre!... ¡Y no pienso tolerar que nadie le insulte!

El estudiante suspiró. Si lo mirabas fríamente, era un Dojo de descarriados (una marimacho, un asesino, un ladrón, un prófugo, una traficante). Pero la joven le había vuelto a reclamar como hermano, y una rara calidez se había instalado en el pecho de Yahiko de forma permanente, instilándole a la vez alegría y terror en las venas.

-¿Un nuevo método de estiramiento? –El chico no se había dado cuenta de lo forzado de su postura hasta ese momento.

-¡Kenshin! Creí que habías ido con la fea al Dojo Maekawa.

-He acompañado a Kaoru. -El samurái sonreía tan jovial como siempre.- No dije que me fuera a quedar.

Honestamente, a la chica no le hacía ninguna gracia que a él (a cualquiera) sí se la hiciera el hecho de que otros chicos intentaran, cada vez con más insistencia, obtener una cita e incluso un compromiso formal de su parte, y el pelirrojo había descubierto el primer día que una Kaoru furiosa hace temblar hasta al más duro de los soldados.

-Oye, Kenshin. ¿Kaoru dijo de verdad eso de que soy su hermano?

-¿Oro? -Si la situación no fuera tan importante, al chico le habría hecho gracia la cara de profunda confusión de su interlocutor.

-Ya sabes. Lo que le dijo a las dos cotillas del mercado ayer. –Le miró avergonzado.- Kaoru nunca me dice nada de eso, pero a ti sí. Y si eso es verdad, -su cara se transformó en un gesto de incredulidad- ¿significa que voy a heredar el Dojo? Pero eso…

El adulto le miró fijamente. Se imaginaba, por el gesto de Yahiko esa mañana, que ya le habían llegado noticias de la escena del día previo en el mercado con las dos mujeres, pero nunca creyó que fuera a hacerle esa pregunta. Para él era algo tan obvio que no hacía falta preguntarlo.

Suspiró, todos los problemas emocionales a su alrededor en los últimos tiempos se debían a que no todo el mundo daba por obvio lo mismo.

-Yahiko. –Le sonrió con cariño.- Si no fuera cierto, ella sólo te entrenaría como espadachín, no como un heredero, ni te educaría.

Kenshin apoyó la mano en el hombro del casi adolescente. La joven maestra le quería como a un hermano y se había tomado en serio el criarle como un hombre de bien, alguien de quien estaría orgulloso un padre. A veces, el rurouni pensaba que en realidad la chica había adquirido el rol de hermana porque Yahiko nunca la aceptaría como madre, era demasiado joven y demasiado poco parecida a la suya propia, pero que deseaba ser algo parecido a una figura maternal para él y por tanto actuaba como tal.

En cuanto a él… le quería como suponía que un padre quiere a un hijo. Y como tal, era su deber ahora decirle la verdad. O, al menos, la parte de verdad que él sabía, nunca había preguntado a Kaoru que pensaba de su aprendiz pero creía conocer lo bastante bien a la kendoka como para fallar en eso.

-Eres un Kamiya. Tal vez no de sangre ni de apellido, pero sí de lo que le importa a Kaoru. Por eso eres su hermano, no por que seas su alumno o porque fueras un niño perdido que inspirara ternura o compasión cuando te vimos en el puente la primera vez. -Yahiko bufó ante eso.- Heredarás el Dojo por eso mismo, porque eres un Kamiya.

-¿Y cuando Kaoru tenga hijos? ¿Dónde quedo yo entonces?

-Seguirás siendo un Kamiya. Y entonces serás lo bastante adulto para sentarte con tu maestra y hablar. Pero mientras tanto…

Le miró sonriente y su sonrisa se hizo más amplia cuando el chico se la devolvió.

-Así que estábais aquí.

-¿Kaoru?

-Al final, el sensei estaba lo bastante bien como para dar la clase, así que me he vuelto. Después de las lecciones de la mañana estoy algo cansada así que no le he discutido cuando me ha mandado a casa. Por cierto, Yahiko, me he encontrado con Tae, quiere saber si mañana puedes pasarte por la mañana, han tenido una reserva bastante numerosa de última hora y están cortos de personal -Estaba de bueno humor, sonriente a pesar de la contrariedad de tener que cambiarse en vano.- ¿Yahiko? ¿Pasa algo?

-¿Eh? No, nada. -Se movió de modo automático hacia la puerta.- Voy a decirle a Tae que mañana cuenta conmigo.

La chica le siguió con la vista, preocupada.

-Si sigues mirándome con esa cara… ¡te saldrán más arrugas y estarás aún más fea!

-¡Niñato insolente!

Tiró el bokken al suelo, lista a ir tras el niño que reía alegre mientras se alejaba a la carrera de su furibunda mentora. La mano de Kenshin detuvo todas las intenciones homicidas de Kaoru con la misma velocidad con la que habían llegado. Se quedó quieta y, una vez resuelto el temblor inicial, se giró hacia él. Las manos entrelazadas acariciándose con suavidad.

Los ojos violeta del samurái la miraban pensativo. Nunca se había planteado de modo serio el tema Kaoru-con-hijos, pero ahora por obra de Yahiko lo hacía. Hacía una década que no pensaba tampoco en él con hijos propios, sinceramente. Y se planteó qué pasaría si se juntaran las dos eventualidades en una sola: Kaoru y él con hijos de los dos. Se sintió algo estúpido de golpe, con un cerebro demasiado acelerado tal vez, porque si bien los hijos eran una consecuencia clara del matrimonio, justamente para tenerlos había que casarse. Y ahí empezaba lo difícil.

¿Voy a pedirle matrimonio a Kaoru?

Kenshin no dudaba de lo que sentía por ella ni de lo que sentía ella, de hecho supo de los de la joven antes que de los suyos. Pero el matrimonio era algo distinto. Era mayor que ella y, aunque Kaoru nunca había dicho nada en contra de que le sacara su buena década, entendería que la chica prefiriera una compañía más cercana en ese sentido hablando de matrimonio. Él no se interpondría si era deseo de la chica.

-¿Kenshin? ¿Sucede algo? Hoy estáis raros los dos.

Volvió a la tierra para ver el gesto confuso de la muchacha. Negó levemente con la cabeza mientras una sonrisa volvía a su cara.

-No es nada. Sólo es una pequeña conversación de hombres que he tenido con Yahiko antes.

-Bien. -Sonrió a su vez.- Ya sabes que si necesitas cualquier cosa estoy aquí. -Apretó la mano que seguía entrelazada a la del varón.- Siempre lo estoy. –Se dio media vuelta y marchó por donde había llegado.

De golpe su conciencia preguntando si se lo pediría pasó a convertirse en una voz muy parecida a la de Sano reclamándole por no ir tras ella en ese momento exacto.

Kenshin, a veces eres un lento.

Se sentó en la hierba sin moverse y suspirando levemente. Al tema matrimonio e hijos, debería añadirle también el problema de Yahiko. No es que el chico se fuera a poner en pie de guerra, era simplemente que, mal que le pesara, se había acostumbrado a ser la fuente perenne de atención de Kaoru y sabía que le iba a costar desadaptarse. Bajo la pregunta sobre el Dojo había otra más importante ¿Qué pasaría con él si Kaoru se casa y tiene hijos? El espadachín sabía que nada, independientemente del marido. Pero para el estudiante, que ya había perdido una familia, no estaba tan claro. Esperaba que su conversación de antes sirviera, pero aún así se lo repetiría hasta que estuviera seguro.

Ser padre es duro… No te imaginas lo que te estás perdiendo, Sano. Seguro que a estas alturas ya me habrías dado una paliza por no haber hecho nada.

Se rió de su propio pensamiento.

-Sí que estás de buen humor. –Kaoru se sentó a su lado con una bandeja de té, divertida por la actitud de su compañero.

-Pensaba en Sano. Me pregunto dónde estará. –La rodeó con el brazo y la chica se recostó sobre su hombro, ya habituada a esta nueva costumbre.

-Metiéndose en algún lío con gente peligrosa, seguro.

-No frunzas el ceño, Kaoru. Te saldrán arrugas antes de tiempo.

La chica abrió los ojos con exageración y se frotó el ceño, preocupada. La carcajada de Himura hizo que parara de golpe y le mirara cabreada.

-¡Tú también no, Kenshin! Sería horrible que también tu me llamaras vieja.

Sonrió aún divertido y la chica, con un suspiro resignado, se apoyó en su pecho.

Estuvieron así un buen rato, en silencio y disfrutando de la compañía del otro olvidando completamente la bebida. Fue entonces, en ese silencio, en que Kenshin decidió lo que quería hacer. Y decidió que sería en ese momento. No quería perderse nada.

Medio a regañadientes, separó a la chica de él y la miró a los ojos con seriedad. Toda la diversión desaparecida hasta nueva orden.

-Sé que no es el modo apropiado, y tal vez ni el momento. Y también sé que probablemente no lo hubieras esperado así nunca pero… Cásate conmigo, Kaoru.

Le chica le miró asombrada. Y de golpe empezó a llorar y a reír a la vez.

-¡Perdón! ¡No entiendo qué me pasa! Si yo… ¡Te aseguro que soy feliz! ¡Y quiero que lo sepa mucha gente aquí y en Kioto y en Aizu y donde sea que esté Sano! –Se relajó un poco.- No me importa cómo lo hayas hecho, me importa que lo hicieras. Nunca protestaría por algo que viniera de ti.

Kenshin volvió a abrazarla fuerte y fue respondido con la misma intensidad por una temblorosa Kaoru. Giraron la cabeza para mirarse, ambos sonriendo de nuevo. Sonrojada, llorosa y risueña, parecía casi una niña, y sabía que era tan inocente a veces como una. A pesar de todo, seguía siendo una cría, casi tan frágil como Tsubame.

Pero no me importa. Cría o no esto que siento no lo siente una niña. Quiero casarme, quiero tener hijos, quiero criar bien a Yahiko y ver cómo crece y madura él también, quiero que mi padre esté orgulloso de mí y de su escuela… Y quiero que estés a mi lado en el proceso, Kenshin, hacerte feliz, verte descansar, cuidar de ti. Lo quiero todo.

Sí quiero casarme contigo.

A ver... el final está un poco sacado a puñetazos, como si no encajada del todo. Y es así. La cosa es que al principio era otro distinto, pero me puse a hacer cuentas y, si la acción principal es en el año 11 y el epílogo es el en 15 y Kenji tiene unos tres añitos... pues como que no da tiempo a ir muy lento, casarse, quedarse embarazada y tener al nene, que no hay tanta puntería en el mundo (de hecho menos del 10% de probabilidad por medios naturales según mis profes de Gine). Así que un poco entre pinzas, acabo de meter una petición de matrimonio... sin beso asociado, en fin soy un poco anti-romántica, bastante que me ha salido esto -.-'

Bueno, tomatazos, berrinches y algún comentario positivo están a un botón de distancia, nos leemos ;)