Hola~ aquí esta el capitulo 6 de esta historia, y gracias por sus reviews y también le quiero agradecer a Alice Reizner, que es mi nueva beta, y que a partir de ahora espero que no haga ninguna falta, ya que ella es de confianza y bueno espero que les guste este capitulo, ya que lentamente esta a muy poco de revelar la historia de Makoto y la de Sousuke, pues todavía falta un poco mas para saber que le sucedió a Sousuke. Bueno que los disfruten -3-

Atte: SouMako 3

Capitulo 6: Los mataron

Makoto se despertó cuando el sol que entraba por la ventana le calentó la cara. Por un momento, soñó que cuando abriera los ojos, tendría que cerrarlos para evitar ser cegado por la luz. Nunca habría pensado que, algún día, echaría de menos la sensación de escozor que se siente cuando se mira al sol directamente.

Mientras se estiraba lánguidamente, se dio cuenta que, a pesar de que la cama no le era familiar, había dormido muy bien. Ninguna pesadilla había turbado su sueño.

Suspirando, recordó la conversación que había tenido con Sousuke la noche anterior. Makoto buscaba consuelo, buscaba la seguridad de que estaría a salvo en Iwatobi, pero Sousuke no había podido ofrecérsela. Y se dio cuenta de que no solo quería que Sousuke le asegurase que no iba a pasarle nada en Iwatobi; había querido que le dijera que su ceguera desaparecería, que los asesinos acabarían entre rejas, que sería capaz de reconstruir su vida y que el dolor de perder a Rei y a Nagisa se haría más llevadero. Había deseado de él lo imposible.

Cuando abrió los ojos, se sintió decepcionado. Oscuridad, siempre oscuridad. Lo que lo asustaba era que, cada día que pasaba, le resultaba menos sorprendente. Estaba empezando a aceptar su ceguera y eso lo asustaba más que nada.

Irritado, se levantó de la cama, tomó el albornoz (*) y se dirigió al cuarto de baño. Acababa de poner la mano en el picaporte cuando la puerta se abrió de golpe y perdió el equilibrio.

— ¡Eh! — exclamó Sousuke, sujetándolo por los hombros.

Makoto apoyó las manos sobre su torso. Estaban tan cerca que Makoto podía oler su colonia. Al mismo tiempo, sus dedos notaban el calor de la piel de aquel hombre y los poderosos músculos de su torso. Por un momento, deseó apoyar la cabeza sobre aquel torso, sentirlo bajo su mejilla, escuchar los latidos del corazón de Sousuke, mientras él lo rodeaba con sus brazos. Pero dio un paso atrás, apartando las manos, como si se quemara.

Sousuke seguía sujetándolo por los hombros y Makoto podía sentir el calor de sus manos penetrando a través de la tela del albornoz.

— ¿Estás bien? — preguntó Sousuke, con una voz más ronca de lo normal.

— Sí, es que he perdido el equilibrio — murmuró Makoto, apretando el albornoz sobre su pecho — Volveré a mi habitación y...

— Yo ya he terminado. ¿Qué te apetece desayunar? — Interrumpió Sousuke

— Solo café. No suelo comer por las mañanas —

— Tú te lo pierdes. Hago unos hot cakes estupendos —

— Bueno, uno pequeño — sonrió Makoto — Todo chico puede cambiar de opinión, ¿no? — Sousuke rió, un sonido ronco y cálido que parecía penetrar la piel de Makoto.

— Por mi propia experiencia, sé que es algo que hacen muy a menudo. ¿Necesitas ayuda para llegar a la cocina? —

Makoto negó con la cabeza — Me las arreglaré —

Unos minutos después, bajo la ducha, Makoto recordó sus propias palabras. «Me las arreglaré». Quizá era el momento de empezar a acostumbrarse a su ceguera y dejar de soñar con que desaparecería. Podría aprender braille o comprar un ordenador con tarjeta de voz para escribir cartas. Había nuevas tecnologías para ayudar a las personas con problemas de visión.

Pero su mente rechazaba aquello. Pensaba que si aprendía a vivir como una persona ciega, sería ciega para siempre. No quería aprender, no quería acostumbrarse. Quería ver, quería volver a su vida de siempre.

Makoto intentó dejar de pensar en ello. Para apartar de su mente aquellos pensamientos, recordó el momento en el que sus manos habían tocado el torso de Sousuke y se sonrojó. Habría deseado tener una hora para explorar aquel torso; habría deseado tomarse su tiempo para imaginar lo que sus ojos no podían ver.

Poco después, cerró el grifo de la ducha y buscó con las manos la toalla, sin dejar de pensar en Sousuke. Después de secarse, fue a su habitación y se puso un pantalón de mezclilla y una camiseta.

Mientras se secaba el cabello, reconocía que se sentía vulnerable junto a aquel hombre. Y sería muy fácil, en su situación, caer en una fantasía romántica. Él era su protector, su único contacto con el mundo. Mientras Daiki había sido frío e impersonal, de Sousuke emanaba una calidez enormemente atrayente. Pero no podía olvidar que, para él, "Shintarou" solo era trabajo. Nada más. Además, pensó con un toque de amargura, ¿qué hombre querría a un chico ciego? Un chico ciego al que varios policías de Tokio querrían ver muerto.

Makoto recordó las lecciones de su madre sobre independencia y seguridad en sí. Para él, necesitar a alguien era una debilidad imperdonable. Siempre le había dicho que cualquiera solo podía depender de sí mismo y que depender de alguien era ridículo. Makoto se pasó la mano por el pelo y, salió del dormitorio. Pensaba demasiado, se dijo.

Cuando entró en la cocina, respiró el agradable aroma a café y los ingredientes de los hot cakes.

— Algo huele muy bien — dijo mientras se sentaba en la silla en la que se había sentado la noche anterior.

— ¿Café? — le llegó la voz de Sousuke a su derecha.

—Sí, por favor —

— ¿Leche y azúcar? —

— Solo un poco de azúcar — contestó. Un segundo después, Sousuke puso una taza frente a él — Gracias —

— Las tortillas estarán listas en dos minutos. ¿Has dormido bien? —

— Como un bebe —contestó Makoto, tomando un sorbo de café — ¿Y tú? —

— Yo siempre duermo como un bebe —

— Es una mañana preciosa, ¿verdad? —

— Sí. ¿Cómo... cómo lo has sabido? — Makoto sonrió al descubrir un matiz de sorpresa en la voz de Sousuke.

— Debe haber una ventana detrás de mí. Puedo sentir el sol en la espalda —

— Es una hermosa mañana, típica de Iwatobi — dijo Sousuke, poniendo un plato frente a él.

— Una hermosa mañana típica de Iwatobi — repitió Makoto, divertido — Haces que Iwatobi parezca Camelot.

— Es lo más parecido a Camelot que puedas imaginar — dijo Sousuke. En su voz había un tono cálido que lo hacía inmensamente atractivo — Solo llueve por las noches y en verano no hace demasiado calor —

Makoto rio, divertido — Eso parece una canción —

—Lo es. Es una canción de Camelot, el musical. La aprendí en el instituto cuando hice mi debut como actor —

— ¿De verdad?, ¿qué papel hacías?, ¿el rey Arturo, Lancelot? —

— Nada tan ilustre — rio Sousuke — Era uno de los reyes de la mesa redonda, y no tenía ni una sola frase. Solo llevaba una armadura y tenía un aspecto serio y caballeresco —

— Debió de ser divertido — comentó, lamentando las experiencias que él se había perdido en el instituto — En mi colegio también se hacían obras, pero yo nunca participé en ninguna —

— ¿Por qué? —

Makoto tomó un bocado de su tortilla, recordando sus años de estudiante — Me criaron con la idea de que todo lo que no fuera estudiar era una pérdida de tiempo. El colegio era para conseguir una educación y elegir después una carrera que nos permitiera ganarnos la vida. En mi tiempo libre trabajaba y ahorraba dinero para la universidad. No había tiempo para jugar, ni para hacer deporte, ni para obras de teatro —

— Suena un poco triste — murmuró Sousuke.

— Lo era. Aunque ahora entiendo los motivos de mi madre. Ella tenía veinte años cuando mi padre la abandonó con un hijo pequeño, sin trabajo y sin formación académica —

— ¿Has vuelto a saber algo de tu padre? —

— No. Ni siquiera lo recuerdo. Tan solo tenía un año cuando se marchó — contestó él, tomando un sorbo de café — Mi madre trabajó muy duro para sacarme adelante. Al mismo tiempo, estudiaba contabilidad y, cuando yo estaba en el instituto, ya tenía un despacho con cuatro empleados. Pero nunca olvidó los años de lucha. Estaba decidida a que yo no tuviera que pasar por lo mismo y a que aprendiera a sobrevivir sin alguien de quien depender — añadió. Después, rió no sin cierta amargura — Afortunadamente, mi madre no está viva para verme ahora. No estoy en mi mejor momento —

—No seas duro contigo mismo —dijo Sousuke en tono cálido.

—No querrás mandarme a mi habitación otra vez, ¿verdad?

Entonces la mano de Sousuke se posó sobre la de él. Fue un roce ligero, pero lleno de calor. Fue poca la alegría en la vida de Makoto durante los últimos meses. Las enfermeras del hospital se limitaban a cumplir con sus tareas y los policías que lo custodiaban lo trataban de forma impersonal. El consuelo de aquel contacto rompió el auto control que Makoto había intentado mantener a toda costa.

Los mataron — susurró, con voz llena de emoción — Mataron a mi único amigo y a su marido. Les dispararon mientras yo estaba escondido en el armario — siguió diciendo. Las lágrimas lo ahogaban y tuvo que tragárselas, mientras el horror y el trauma de aquella noche se repetían en su mente — Yo no hice nada para ayudarlos. Me quedé inmóvil en el armario mientras los veía morir —

Sousuke le apretó la mano con fuerza y aquel gesto desencadenó un tornado de emociones que Makoto no podía seguir conteniendo.

Albornoz (*)- Bata de baño

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