-¿Tu quién eres? –Alfred miró de arriba abajo a la joven para darse cuenta de que casi se le veía por completo uno de sus pechos -¡Tápate por Dios! –dijo mientras se acercaba a ella para cerrar su escote.

-¡Aparta! –la chica de pelo castaño le pegó un buen gancho, se notaba que sabía pelear.

-¡Una chica no debería andar así!

En ese momento se produjo un silencio sepulcral. Todos los niños perdidos se quedaron callados y se miraron entre ellos con cara asustada y le miraron con pena mientras se echaban hacia atrás. Alfred estaba extrañado y en ese momento vio a Eli. Estaba que echaba humano, apretó los puños y dio un fuerte pisotón en el suelo.

-¿Me has llamado chica?

-Sí, porque es lo que eres… -dijo Alfred sin esperarse una reacción exagerada de la joven. Los niños perdidos tragaron saliva aterrados, mientras Eli parecía entra en un estado furioso.

-¿¡Me has llamado chica?! –estaba, como parecía, furiosa, así que se lanzó contra Alfred el cual se preparó para recibir los puñetazos de una chica, lo cual le parecía una tontería, pero no reparó en que el ataque iría por abajo y, en efecto, recibió una terrible patada en la entrepierna que le hizo caer al suelo con un grito ahogado.

-Oh, Dios… ¿Pero que he dicho? –Alfred pudo vocalizar un poco.

-¡No soy una chica!

-¡Pero tienes tetas! –en ese momento, Alfred cayó en la cuenta de que había hecho mal.

Eli, afortunadamente no hizo nada, no movió un músculo. Adoptó una pose desafiante y le miró.

-Bien, ahora quiero que me digas tu nombre y la razón de que hayas venido a nuestro escondite.

Alfred trató de ponerse sereno y digno, lo mínimo para respetar los modales y a aquella chica tan confusa. Sí, para Alfred esa chica estaba muy mal, se habrá dado un golpe o algo porque no era normal decir que era un hombre con aquella delantera.

-Me llamo Alfred Jones… y vengo de Estados Unidos… -dijo mientras se quitaba las gafas para limpiarlas. Vio que el grupito de personas que le observaba tenía una mirada de incredulidad.

Los Niños Perdidos se miraron entre ellos y empezaron a cuchichear. Guardaron todo su armamento. Algo había hecho Alfred que les había cambiado por completo. Eli notó esto y decidió hacer algo antes de perder el control de la situación tan confusa.

-¡No es Peter! Miradle, es un vejestorio… es serio y aburrido, no le gusta la diversión… -en ese momento, empuñó su espada, lo que echó a Alfred un poco para atrás. Con su espada trazó una línea en el suelo: a un lado, Alfred. Al otro, ella –no sabe pelear, ni cacarear y huele a perfume y a rosas… el que crea que este idiota es Peter Pan que cruce la línea.

Todos los niños se miraron entre ellos. Por un lado, al quitarse las gafas sí que se parecía a Peter Pan, pero todo lo que Eli decía también parecía muy cierto y su Peter era todo lo contrario. Era un chico gritón, valiente y enérgico. Olía a hierba fresca y su pelo lo peinaba el viento cuando volaba sobre las nubes.

Eli miró a Alfred satisfecha. Ella sentía que había ganado, pues por lo que más temía era su posición como líder de los Niños Perdidos. Bueno, su verdadero problema era que en caso de que ella faltara, quién les cuidaría. Tenía que aceptar que todos eran una panda de tarados inmaduros que se picaban por nada. Quizás Ludwig. Él era el único que impartía un poco de orden y concierto cuando las cosas se revolvían y es que hasta Eli perdía muy a menudo los estribos y se dejaba llevar por la locura, en especial por culpa de Gilbert. Ese maldito albino.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando uno de los niños perdidos dio un paso. Era Feli, el más pequeño de todos. Su hermano Lovino trató de agarrarle de la mano pero era tarde y se escapó, cruzando la línea. El italiano se acercó a Alfred y puso sus manos en las mejillas del rubio. Le revolvió el pelo y le quitó las gafas que se había vuelto a poner. En ese momento sonrió.

-¡Ese es Peter, ve~! –dijo alegre mientras se apartaba y dejaba que los demás le vieran.

Todos se miraron incrédulos, pero pasaron al otro lado de la línea, observándole. Sí, Peter había crecido pero no era un viejo de quien hablaban, sino de un joven, él cual aun mantenía una apariencia aniñada que esas pintas de hombre de negocios no dejaban ver.

-¿Veis cómo es Peter Pan? –Campanilla se acercó con los demás para apoyar a Alfred.

-¡No hagáis caso a esa tetona ni al culo pollo ese! ¡La espada de Pan ahora es mía y yo mando! –Eli estaba furiosa- Olvidáis que Peter nos abandonó a todos y se fue a crecer… ¿no? No tiene derecho a volver y reclamarnos nada.

Todos los niños se miraron entre ellos. Por un lado, Eli tenía razón. Peter se fue, no dijo nunca a donde, solo dijo que había crecido y que no podría quedarse nunca más con ellos en Nunca Jamás. Pero también es verdad que Peter les había enseñado a perdonar y aprender de sus errores. Y, lo más importante: ellos eran familia y la familia se separa, pero nunca se rompe. Peter aun estaba en su corazón y en su mente, nunca le olvidaron, con lo que sigue siendo de su familia. Todos estaban en el pasado dispuestos a dar la cara y la vida por Peter y viceversa, así que en ese momento, si Peter necesitaba ayuda, se la darían.

-Eli, tú sabes como nosotros que él tiene la clave de lo que nos ha pasado…-dijo Lovino.

Alfred pensó mucho en esa frase. "¿Qué les habrá pasado?" Estaba claro que era algo fuerte, algo que les había cambiado y mucho. No sólo eso, sino que no sabían cómo volver a restaurar ese cambio o si de hecho, se podría cambiar.

-Dale una oportunidad. No perdemos nada por tenerle aquí pero yo creo que si le matamos, si vamos a perder algo muy importante… -siguió Antonio.

-Un pirata ha secuestrado al hombre que más quiero en el mundo. Él es mi primer recuerdo en la vida… no quiero perderlo, por favor. No pido más, solo que me ayudéis a recuperarlo ya que parecéis lo… -dijo Alfred mientras miraba los atuendos y las armas de los chicos- lo más parecido a ellos y que podréis plantarles cara…

Eli apretó la espada y la tiró contra el suelo:

-Está bien, quedaos con vuestra mascota pero lo entrenareis vosotros…

-¿Entrenarme? –exclamó Alfred mientras salía de ese tumulto de niños en dirección a Eli -¡Yo no pedí entrenamiento! ¡Ni siquiera me gustan las armas!

-¡Vas a enfrentarte a Garfio! No me digas que esperabas que te solucionásemos nosotros el problema… somos buena gente, pero no somos idiotas, Alfred. ¿No es tú tan amado chico? Pues ve a por él.

-¿Me estás diciendo que un don nadie se enfrente a un pirata y le gane?

-Yo no he dicho que fueras a ganar ~ -Dijo Eli mientras se iba.

Alfred se quedó casi deshecho. Ahora sí que sabía que no recuperaría jamás a Arthur. Todos los niños fueron a rodearle y a darle su apoyo, ellos sabían que era su Peter Pan.

-Tranquilo, no dejaremos que Garfio se salga con la suya –dijo Ludwig mientras le daba unas palmaditas.

-El rubio tiene razón, lo que más nos gusta es molestar a los piratas, así que es un regalo el que nos haces porque ya se nos acababan las excusas para meternos con ellos… -decía Gilbert mientras trataba de igualar la palmadota de Ludwig en Alfred.

-Muchas gracias… pero, ¿Por qué me ayudáis? –preguntó Alfred mientras trataba de aguantar el dolor de esos ánimos.

-Porque eres Peter Pan, por eso… o eso cree el estúpido de fratello… -masculló Lovino mirando a otro lado. Realmente le costaba ya abrirse con su "familia", así que hacerlo con un extraño fue casi un milagro que dejó a todos alucinados.

-Lo primero que haremos será buscarte una habitación y te daremos ropa más chula. Esa que llevas es tan rara… -Francis no paraba de manosearle su ya hecho un desastre vestuario –te hace un culo horrendo y no es lo más importante pero es que no puedo con la ropa vieja…

-Tú de culos sabes mucho, Francis… ¿O no? –dijo Antonio tratando de vacilar un poco a su amigo.

-¡Sabe del tuyo! –gritó Gilbert mientras le daba un azote al de ojos verdes, dejándole completamente sonrojado.

-¿Pero qué haces, albino borracho? –Lovino realmente se puso celoso de que le hubiese tocado el trasero al Antonio, saltando a su cuello.

En menos de un par de segundos, todos los niños estaban peleándose por alguna razón o simplemente porque sí.

Alfred logró escapar de sus garras y ver esa escena desde lejos. Miró al cielo, pensando en su chico y en que la única manera de recuperarle sería por medio de entrenarse con esos chavales. Ay Dios. ¿Lo lograría?


Un año en el siguiente capitulooo! Madre mia, que mal me siento pero por suerte ya me han vuelto las ganas de escribir y aquí traigo lo mejor de lo mejor! Pido muchas disculpas pero gracias por tener paciencia! Espero que os guste y no olvidéis comentar!