Epílogo

El azulado firmamento se entremezclaba con la calidez de los rayos del Astro Rey, ambos creando una atmosfera de paz capaz de calmar a cualquiera que lo contemplase, enlazando su perfecta armonía con el cántico de las aves que se movilizaban de un lado a otro por los verdosos árboles; un paisaje digno de admirar y pasmar debido a su magnificencia.

Caminando por los pasillos de aquella arboleda, alejada de todo el bullicio de la ciudadela del próspero reino de Ordon, se encontraba la agitada princesa, preocupada y buscando con esmero a uno de sus grandes tesoros, quien se había alejado de su lado debido a sus travesuras deseos de explorar más el mundo.

- ¡Por las Diosas! ¿Dónde se ha ido? – se preguntó a sí misma, alarmada.

Sin perder tiempo, la joven entró a un lugar muy conocido para ella, uno donde vivió los momentos más hermosos con su amado príncipe, donde le regaló el cielo más luminoso y esplendoroso mientras le juraba, una vez más, amor eterno, situaciones que durante aquellos años de casados se habían repetido constantemente, pues nunca dejó de tener con ella dulces detalles para enamorarla.

Saliendo de sus recuerdos, la doncella prosiguió con la búsqueda, y fue entonces que escuchó un ruido en aquel escondido sitio donde yacía aquel misterioso árbol, y el cual había sido, hace mucho tiempo, el hogar de alguien muy especial para ella. Sin perder tiempo, hizo a un lado las enredaderas, y sus ojos se sobresaltaron al contemplar a uno de los seres que significaban la vida misma para ella tratando de escalar aquella peligrosa estructura, así que antes de que cayera al suelo, fue a tomarlo por la espalda.

- Mami…

- ¡Por favor, Hylia! ¡No vuelvas a alejarte de mi lado, casi me matas de la preocupación! – exclamó con preocupación.

- Lo siento. – contestó la niña con arrepentimiento.

Soltando una ligera risa, la pequeña niña se abrazó a los hombros de su salvadora, quien le correspondió con cariño para luego colocarla en el suelo con cuidado. Admirada, la princesa se puso a contemplar la belleza de su hija de tres años de edad, quien se tocaba el fleco que cubría su frente mientras movía con gracia su mediana melena rubia, herencia de su padre, y mostraba la inocencia y pureza de su zarca mirada, la cual era idéntica a la de su madre.

Como dictaba la tradición, todas las mujeres nacidas en la Familia Real de Hyrule debían llamarse Zelda, sin embargo, la doncella y el guerrero decidieron otorgarle un segundo nombre, Hylia. Esta decisión no solamente fue para no confundirlas, sino porque aquel nombre significaba mucho para ellos, el inicio de ese hermoso lazo del destino que los unía, y el que lamentablemente se había perdido con el tiempo, por ese motivo, desearon que aquello regrese en uno de los seres que más amaban.

Luego de salir del encantamiento que su princesa le había causado, Zelda se agachó para ponerse a su altura para acariciar su rostro con dulzura, deseaba preguntarle los motivos de su lejanía, pues se preocupó mucho de ver que no se encontraba a su lado.

- Mi pequeña, ¿por qué huiste de esa manera? Sabes que no me gusta que te alejes de mí.

- Es que…quería ver la casita del árbol que me contaste el día que llegamos al palacio de los abuelos. Es esta, ¿verdad? Dijiste que estaba cerca de la fuente. – preguntó la pequeña con curiosidad.

Al escuchar la pregunta de la infanta, Zelda solo sonrió con sutileza, pues recordó aquella noche en la que le contó a su hija la mencionada historia para que se durmiera, claro está…con ciertos cambios.

- ¿Es esta la casita del árbol donde vivió aquel guerrero que se casó con la princesa? – repitió la pregunta.

- Bueno…si, esta es la casa. Como te dije, él vivió aquí hace muchos siglos, y se ganó el corazón de la princesa por la grandeza de su alma.

- ¡Quiero conocerla, mamá! ¡Subamos, por favor! – exclamó con ansiedad.

- Está bien, pero prométeme que no volverás alejarte de esa manera. – reprimió la princesa, otorgándole cariño a sus palabras.

- ¡Lo prometo!

- Muy bien, sujétate de mis hombros, ambas vamos a subir para que conozcas aquella casa.

Emocionada, la pequeña se sujetó de los hombros de su madre, mientras esta subía las escaleras. Hace tiempo que Zelda y su esposo habían enviado a renovar aquel viejo sitio, lugar que tenía guardados los hermosos recuerdos de su vida pasada. Decidieron seguirlo manteniendo escondido detrás de aquellas ramas para que sea exclusivo para ellos, sin embargo, lo arreglaron para que sea seguro para ellos y pudieran disfrutar de la compañía del otro.

Una vez que llegaron a la cima, la doncella abrió la puerta y su hija empezó a revisar con curiosidad todo los objetos que habían en la casa, los pocos libros que se pudieron recuperar, algunos muebles que Link había colocado, y el alhajero que alguna vez tuvo la cartas que la princesa de la era crepuscular le había enviado al héroe de la luz, sin embargo, este estaba vacío, decorando un estante como un simbolismo, pues aquellos escritos se encontraban en el baúl sagrado de Zelda, el cual guardaba con recelo en su hogar de Hyrule.

Una vez más, los recuerdos empezaron a invadirla, transportándose a aquel momento en el que descubrió aquellas cartas, en las cuales, sin saber que pertenecieron a ella misma, descubrió la historia de amor que se había formado entre ella y su amado en aquella época, situación sublime y maravillosa, pero llena de dificultades debido a las insignificantes diferencias de clase, sobre todo con aquel mal entendido que estuvo a punto de separarlos, que tiempo después se resolvió por su propia valentía.

- Mamá, ¿en qué piensas? – preguntó Hylia, tomando la mano de su progenitora.

- ¿Ah? En nada, solo estaba observando la casa. – contestó al regresar de sus recuerdos.

- ¡Cuéntame más sobre el guerrero y la princesa! ¿Era valiente? ¿No le tenía miedo a los malos?

- Claro que no, era todo un héroe.

- ¿Un héroe?

- Así es, él…

La joven tuvo que detener su relato, pues presenció la llegada de alguien inesperado a la casita del árbol. En ese momento, esbozó una cálida sonrisa, pues el hombre de su vida había llegado a su encuentro, y quien no había llegado solo, pues un niño se encontraba a su lado. A pesar de solo contar con cinco años, poseía las facciones y la mirada de su padre, mientras que su cabello, el cual cubría su frente con un flequillo separado en dos partes, era igual de castaño que el de ella. Heredó la fortaleza de padre y la inteligencia de su madre, teniendo gran afinidad por la lectura, pero al mismo tiempo ansiadas ganas de aprender el arte de la espada.

- Link…Aidán.

Ansioso, el niño fue a abrazar a su madre, mientras que su padre se acercó a ella para besar sus labios, para luego tomar en brazos a la pequeña Hylia. Link y Zelda amaban con locura a los dos maravillosos frutos de su inmenso amor, sin hacer diferencias entre ellos, sin embargo, reconocían que con Aidán existía algo sumamente especial, pues este era su primogénito, la hermosa criatura que simbolizaba el anhelado futuro por el que lucharon en aquella oscura época, la más dolorosa de sus vidas y la cual los persiguió como la peor de sus pesadillas, incluso posterior a la derrota del Rey del Mal, la cual solo pudieron superar no solo con la devoción que se tenían el uno al otro, sino con el nacimiento de su vástago, quien disipó, cual fuego arrasador, con los rezagos de tristeza y desolación que los estaban consumiendo, sabiendo que fue su él quien los salvó de aquel calvario del cual creyeron no salir jamás. Dos años después nació Hylia, quien a pesar de haber llegado en condiciones muy diferentes a las de su hermano, bendijo sus vidas. La pareja agradecía a las Diosas por la hermosa familia que habían formado, más de lo que habían soñado en aquella tormentosa época que ahora se encontraba totalmente sepultada en el pasado.

- Imaginé mis amadas princesas se encontraban en este sitio, pues ayer estaban hablando de esta casa antes de irse a dormir. – mencionó Link, mientras besaba y abrazaba a su esposa e hija.

- Hylia estaba ansiosa por conocer este sitio. ¿Ustedes donde estaban? Tu padre me dijo que ambos habían salido muy temprano.

- Fuimos a la herrería del pueblo a recoger la nueva espada de Aidán, idéntica a la que me regalaste hace años, solo que hecha a su medida

- ¡Es hermosa, mamá! ¡Solo mírala, estoy ansioso por empezar a practicar con ella! – exclamó el niño, sin poder contener la felicidad.

Emocionado, el niño le enseñó a su madre la espada, quien sintió una enorme nostalgia a verla, no solo porque era idéntica al regalo que le había hecho a su amado hace tiempo, sino porque, a diferencia del color, era idéntica a la Espada Maestra, el arma que yacía dormida en la Arboleda Sagrada hasta que tuviera que ser invocada de nuevo.

- ¿Qué es eso? ¿Me dejas jugar con ella? – preguntó Hylia.

- Las espadas no fueron hechas para las niñas débiles como tú.

- ¡Papá! – exclamó la pequeña con resentimiento.

- ¡Basta, Aidán! No le digas eso a tu hermana, además no olvides que tu madre es una experta en el uso de esa arma, ya la has visto practicar muchas veces conmigo.

- Eso es cierto, y todo gracias a tu padre quien me enseñó hace años. No estés triste, Hylia, cuando seas más grande prometo enseñarte a usar una espada.

- ¡Gracias, mami! ¿Si ves? Las niñas si podemos usar una espada, solo espera a que crezca y ya verás. – espetó la niña con arrogancia.

- Si tú lo dices… Por cierto, ¿esta es la casa donde vivió aquel héroe legendario? – preguntó Aidán.

- ¿Cómo sabes eso? – preguntó Link.

- Mis abuelos, Daphnes y Celine, me contaron la historia de un héroe de verdes ropajes que vivió hace muchos siglos en nuestra tierra, y que antes de casarse vivió en un árbol como este.

- Vaya, veo que tus abuelos te tienen muy bien informado. – dijo Zelda.

- Y no solo eso, me dijeron que aquel joven renacía cada vez que un rey malvado venía a hacer cosas malas. ¿Es cierta aquella historia? ¿Por qué el héroe no ha llegado aún?

Ante las curiosas preguntas de su hijo, notando que la pequeña había mostrado el mismo entusiasmo por conocer la respuesta, Link y Zelda solo se sonrieron el uno al otro. Ellos reconocían que sus hijos eran muy maduros para su corta edad, tanto por su manera de ser, como por la estricta educación que recibían, sin embargo, decidieron que les contarían su historia cuando sean un poco mayores, pues a pesar de tener cosas maravillosas, también poseía situaciones muy dolorosas que solo podrían angustiarlos, por eso decidieron espera antes de revelarlo todo. No pensaban tardarse tanto como sus padres, pero deseaban que sus acciones no perturbaran a sus adorados.

- Mis niños, ya habrá oportunidad de hablar de eso, pues ahora tenemos que regresar al palacio. Sus abuelos, Demetrio y Aitana, nos esperan para almorzar todos juntos. – dijo Zelda.

- ¡Pero yo quiero saber! Mi abuelo Daphnes me dijo que el héroe empuñaba una gran espada, una muy especial. – rogó Aidán.

- Eso es cierto, ese héroe que mencionas empuñó la Espada Maestra. ¿Te gustaría verla? – preguntó Link, sonriéndole a su hijo.

- ¡Claro que sí! ¡Me muero por conocerla!

- Mañana es nuestro último día en Ordon, así que cuando lleguemos a la región de Farone, nos quedaremos en nuestra cabaña, creo que podemos aprovechar ese momento para visitar la arboleda.

- ¿Yo también puedo ir? – preguntó Hylia.

- Claro que sí, princesita, iremos todos. – dijo Link, mientras tomaba en brazos a su pequeña.

Emocionados, los pequeños se abrazaron a su padre, mientras que Zelda observaba con devoción y alegría la hermosa familia que había formado, por la cual volvería a pasar por las dificultes del pasado, con tal de verlos sonreír y disfrutar la vida que tenía en la actualidad.

- Vámonos, mi amor, si llegamos tarde mi padre se enfadará, y como siempre dirá que es mi culpa. – dijo Link, haciendo una mueca de desagrado.

- Ya mi abuelito Demetrio me contó que eras muy travieso de niño…dijo que siempre te escapabas. – dijo Hylia en tono inocente.

El príncipe no pudo evitar sonrojarse ante las palabras de su hija, luego de eso, todos se retiraron de la casa del árbol para regresar al palacio, sabiendo que un emocionante día les esperaba a todos en compañía de los más jóvenes del hogar.


Una vez en el palacio, la familia fue recibida por los duques, quienes abrazaron con cariño a sus nietos, siendo correspondidos por estos de la misma manera, luego de aquello, todos se reunieron para almorzar, momento en que los pequeños no dejaron de hacer preguntas sobre la infancia de su padre, y las cuales, los soberanos no dudaron en responder, causando en su hijo un gran bochorno mientras que la princesa no podía evitar reírse.

- Yo también quisiera ser un héroe enmascarado. – mencionó Aidán.

- ¡Yo también quiero pelear con los malos! – exclamó Hylia.

- ¡De ninguna manera, es peligroso! – espetó Link, mostrando angustia en sus palabras.

- Papá, yo también quiero ayudar a las personas en peligro, además tu hiciste lo mismo. – dijo el niño.

- Eso…es otro caso.

- Vaya, la historia se repite. Al parecer ha llegado el momento que pagues por los sustos que nos hiciste pasar a tu madre y a mí. – dijo el duque, mostrando burla en sus palabras, recordando los momentos en los que su hijo se escapaba.

El príncipe solo sonrió con nervios al escuchar las palabras de su padre, causando que todos se rían a carcajadas al verlo. De ninguna manera deseaba reprimir a sus hijos, quería que cada cual cumpla con sus sueños, siempre regidos por la bondad y la buena educación, sin embargo, debido a todas las dolorosas pruebas a las que fue sometido en el pasado, se había vuelto sobreprotector, pues no quería que a su amada familia le ocurra nada malo, por más mínimo que fuese. Referente a sus hijos, se sentía orgulloso de ver que desde tan corta edad sabían lo que era la justicia y la compasión por los demás, pero de todas maneras no podía permitir que arriesguen su vida como él lo hizo algunas veces, antes de que conociera cuál era su verdadero destino.

- Bueno, creo que ha llegado el momento de ver como nuestro querido Aidán tiene su primer entrenamiento con la espada. Estoy ansioso de ver como Link le enseña. – dijo Aitana, mostrándose emocionada.

- Si, papá, ya vamos a entrenar, por favor. – rogó el pequeño.

- ¡Vamos, yo quiero ver como mi hermano entrena!

- Calma, pequeños, en este momento iremos. – dijo Zelda.

Finalizada la conversación, la familia se dirigió al campo de entrenamiento, lugar donde Moy y su familia los estaban esperando. Todos pasaron una tarde amena mientras observaban a Aidán entrenar con su padre. Link se sentía orgulloso de ver que su hijo aprendía los primeros pasos con pocas dificultades, haciendo que a su mente vengan los recuerdos de cuando a esa edad, entrenaba con su padre y con el general, y por supuesto, años más tarde cuando lo hacía con su etéreo y especial maestro legendario, quien no era más que la simbolización que de su propio corazón y conciencia.


Al día siguiente, cuando los primeros rayos del sol se hicieron presentes, Link y su familia se despidieron de Ordon, causando en los duques, como cada separación, una gran tristeza debido a la lejanía de sus seres queridos, sin embargo, el príncipe y su esposa prometieron regresar más seguido, pues tanto ellos como sus hijos se sentían felices de disfrutar de su compañía y de la paz y tranquilidad del reino.

Antes de subirse a la carroza, la familia se acercó a acariciar a los corceles que los iban a transportar. No solo se encontraba presente Epona, la fiel yegua del héroe elegido, sino que estaba acompañada de un hermoso Frisón llamado Crono, quien fue un regalo que el príncipe le dio a su esposa cuando se encontraba en los últimos meses de embarazo de su primer hijo. En ese entonces, la joven estaba sumamente deprimida por los terribles eventos pasados, y el negro corcel le ayudó a animarse con su compañía, pues aunque aún no podía montarla debido a su estado, el animal le hacía compañía y trataba de animarla por medio de sus juegos, los cuales le sacaron a la doncella unas cuantas sonrisas.

Con el paso del tiempo el Crono y Epona tuvieron una cría, a la que Link y Zelda lo bautizaron como Ictus, un potro color crema con la crin gris, con características de sus padres. Tanto Hylia como Aidán amaban al menor de los corceles, y siempre lo montaban juntos para pasear por los jardines del palacio, y siempre el niño cuidaba de que su pequeña hermana no se caiga.

Luego de haber consentido a los caballos, la familia partió a la región de Farone, momento en el que notaron que en el cielo se encontraban volando aquella pareja de halcones de color azul y rojo. Tanto él como Zelda sintieron nostalgia al ver la coloración de aquellos plumíferos, transportándose, una vez más, a la época donde eran los dueños del firmamento, donde siempre disfrutaban de la compañía de aquellas sagradas aves.

La familia tardó pocos días en llegar a su destino, pues desde la derrota de Ganondorf, la cantidad de monstruos que siempre deambulaban por el atajo que conectaba la región de Latoan con la de Farone, se habían reducido, haciendo de aquel camino un lugar seguro para ellos.

La familia llegó a la cabaña de los duques, mismo día en el que invitaron a Vilan y a su familia a compartir un momento con ellos, donde Zelda tuvo la oportunidad de conocer a la esposa e hija de su amigo. Lo niños jugaban entre ellos mientras los adultos conversaban, pasando de esa manera, una velada tranquila.

A la llegada del anochecer, Vilan y su familia se retiraron, mientras que Link y Zelda escoltaron a sus hijos a sus respectivas habitaciones, para despedirse de ellos con un tierno beso en la frente, luego de aquello, la pareja se dirigió a sus aposentos a descansar, sabiendo que el día de mañana se dirigirían a la Arboleda Sagrada a visitar a la Espada Maestra.


Cuando los rayos del sol se hicieron presentes en los verdosos terrenos de la región de Farone, Link y su familia partieron camino a la Arboleda Sagrada. Cuando llegaron a las afueras del Templo del Bosque, Zelda fortaleció las ramas que llevaban a su destino por medio de su magia, algo que ya había hecho en el pasado; los infantes conocían que su madre manejaba la magia, así que no se sorprendieron en lo absoluto por sus acciones.

Una vez que traspasaron la arboleda y llegaron al Templo del Tiempo, los recuerdos llegaron como una castada a invadir la mente del guerrero, no solamente porque en aquel sagrado sitio dormía la Espada Maestra, sino porque este fue el último punto en donde se despidió de sus preciadas compañeras. Primero de Midna en el Patíbulo del Desierto, y luego de Fi y Navi, situaciones que aún le causaban una profunda tristeza, pues no sabía cuándo las volverían a ver, y además de lo mencionado, ese sitio estaba relacionado con el inicio de su hermosa familia.

Fue entonces, que su amada princesa lo abrazó por la espada, pues pudo percibir la tristeza que embargaba su alma al recordar aquellos hechos, sin embargo, el joven se recompuso al ver la cálida sonrisa de su esposa mientras escuchaba los ansiosos gritos de sus hijos por querer recorrer el sitio.

- ¡Vamos, papá! ¡Muéstrame dónde está la espada! – rogó el pequeño.

- ¡Yo también quiero verla! – exclamó Hylia.

- Tranquilos, niños, vamos en este momento. – dijo Link, tratando de calmar la ansiedad de sus hijos.

La pareja llevó a sus niños a donde se encontraba dormida la espada, momento en el que Link se preguntó a si mismo si Fi sabría que él se encontraba ahí. Al tocar la empuñadura, sintió aquella energía cálida recorrerlo entero, la misma que sintió la primera vez que la tomó, causando en sí mismo enormes de deseos de sacarla de su pedestal, sin embargo, sabía que no debía hacerlo, pues esta tenía que mantenerse en letargo hasta que tuviera que ser usada de nuevo, ya sea en su época, o en su próxima vida.

- ¡Qué hermosa espada, papá! – dijo el niño, maravillado con el resplandor del arma.

- ¡Brilla como un diamante! – dijo Hylia, igual de emocionada que su hermano.

- Es un arma muy especial y poderosa. Si desean tocarla, solo háganlo por la empuñadura, pues si tocan la hoja pueden lastimarse. – indicó Link.

El príncipe ayudó a sus hijos a tocar el arma, causando en los niños una sensación de euforia al sentir la grandeza de la misma, sin si quiera imaginare que su propio padre era su legítimo dueño, quien la había empuñado hace años para derrotar a varios de sus enemigos, en especial al último, el peor de todos, el que le arrebató la vida y quien le había pronosticado la oscuridad perpetua, sin embargo, todo eso se había revertido por el único motivo por el que había aceptado su destino, y por el que volvería a pasar el peor de los calvarios, su amada princesa, la mujer de su vida y con la que había formado la hermosa familia que siempre había soñado, y por la que, sin duda alguna entregaría su vida de nuevo.

Embargada por los mismos recuerdos de su amado, la princesa lo observaba desde mientras este conversaba con sus niños, imagen que nunca se cansaría de contemplar, sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos, pues escuchó desde la lejanía unas ligeras carcajadas, las cuales ninguna pertenecía a sus retoños.

- ¡Espera, no te vayas! – exclamó con emoción la recién llegada voz.

Inmediatamente, Zelda y su familia se dieron la vuelta para encontrarse con dos peculiares seres, para los niños estos eran desconocidos, pero para Link y Zelda, al menos uno, las cosas no iban por el mismo camino.

Al sitio donde se encontraba la familia, había aparecido Skullkid acompañado de una pequeña niña, quien tenía aproximadamente la misma edad de los infantes, sin embargo, se caracterizaba por sus grandes y expresivos ojos azules y su corto cabello color verde. Fue entonces, que la princesa sonrió con gracia, mientras que Link se aproximó con sus hijos a ver a los recién llegados, lo que hizo que la criatura del bosque los salude animadamente.

- ¡Hola, me alegra verlos de nuevo! Veo que viniste de nuevo con tu familia, joven héroe, aunque tus hijos son más pequeños de lo que recuerdo. – dijo Skullkid.

- ¿Nos conoces? Pero si es la primera vez que nos vemos. – dijo Aidán.

- ¿Héroe? ¿Por qué este duende te llama así, papá? – preguntó la pequeña princesa, mostrando curiosidad.

- Porque tu papá es un todo un héroe, mi preciosa Hylia. – dijo Zelda.

- ¿Ah?

- Pequeño Skullkid, ¿nos presentas a tu amiga? Siento curiosidad por conocerla. – preguntó la doncella, sabiendo perfectamente la respuesta que vendría.

- Ella es Saria, mi mejor amiga. ¿Recuerda, princesa? Usted hace años me dijo que ella regresaría y así fue, por lo visto usted no mentía en sus palabras. – dijo la criatura del bosque, contenta de saber que la doncella tuvo la razón.

Al escuchar el nombre de la niña, Link no pudo evitar sorprenderse, mientras que Zelda se mantuvo tranquila, pues ella sabía que Saria iba a regresar en algún momento, y al parecer había reencarnado no hace muchos años, pues apenas era pequeña.

- Hola, Saria, me alegra mucho conocerte. – dijo Zelda.

- A mi…también me alegra conocerte, pequeña. – continuó Link, sin poder salir de la sorpresa.

- Hola, el gusto es mío. – contestó la pequeña con timidez.

- Saria vive con sus padres en el Templo del Bosque. – dijo Skullkid.

- Si, allí vivo, pero es un lugar extraño para habitar, pues todos se encuentran en el pueblo. Le he preguntado a mi mamá porque no nos mudamos, pero ella me dice que cuando sea mayor voy a saberlo. Aunque Skullkid me ha dicho que es por la espada, dice que debemos cuidarla. – explicó la niña, quien desconocía los motivos que ella misma estaba narrando.

- Así es, pero eso es algo que sabrás cuando seas más grande, mientras tanto hay que aprovechar que hay otros niños presentes. – dijo la criatura del bosque.

Dando un gran salto, Skullkid se colocó detrás de los hijos de Link y Zelda, dispuesto a hacerles a ambos una pregunta.

- ¿Quieren jugar con nosotros? Casi nunca vemos niños cerca del bosque, así que mi amiga y yo estaremos contentos de poder hacerlo.

- ¡Si, por favor, juguemos! Seriamos dos niños y dos niñas, así estaríamos parejos. – pidió Saria, mostrándose emocionada.

Los infantes se sentían entusiasmados por poder jugar con Skullkid y Saria, sin embargo, observaron a sus padres para encontrar en ellos algún gesto de aprobación, y al ver en la mirada de ellos la respuesta que necesitaban, no perdieron más tiempo y empezaron su recreación.

Link y Zeda se sentaron en un muro del templo a observar a sus hijos, sin apartar la mirada de la niña de verdosa cabellera, a quien no podían creer tener en su presencia, sobre todo Link se sentía pasmado con el asunto.

- ¿Ella es la misma Saria que…?

- Así es, por eso no me sorprendí al verla. Aquella joven que murió por proteger la Espada Maestra murió de manera tan terrible y siendo tan joven, pero sobre todo, cumpliendo su deber, por ese motivo, las Diosas le dieron otra oportunidad de vida, provocando que renazca en esta misma época. – comentó Zelda.

- Me alegra saber que Saria tuvo otra oportunidad. Ya cuando tenga una edad apropiada y sus padres le hayan revelado toda la verdad sobre ella, prometo agradecerle por su gesto al defender mi sagrada arma, cosa que nunca pude hacer.

- Ya llegará la oportunidad para aquello, mientras tanto, que disfrute la dulce etapa de su niñez, sobre todo porque se está divirtiendo mucho con nuestros hijos y Skullkid.

Encantados, los príncipes siguieron observando la agitada actividad de sus hijos, Saria y la criatura del bosque, quien por momentos tocaba la trompeta para deleitar a los presentes, mientras que la niña usaba una pequeña ocarina de madera, luego de aquello, se unieron al grupo las marionetas de Skullkid, quienes empezaron a jugarle bromas inocentes a Aidán e Hylia para que los persigan, y así se mantuvieron hasta le llegada del atardecer, momento en el que despidieron y prometieron reunirse muy pronto.

Link, Zelda y sus adorados regresaron a la cabaña, sabiendo que al día siguiente tenían que levantarse temprano para regresar al palacio, sitio donde los esperaban ansiosos los reyes, quienes deseaban reencontrarse con ellos y con las inocentes luces que iluminaban su hogar, sus amados nietos.


A pocas horas de la llegada del ocaso, los príncipes y sus hijos llegaron al palacio de Hyrule. El pequeño Aidán se sentía ansioso de llegar al palacio, no solo por reencontrarse con sus abuelos, quienes lo trataban, tanto a él como a su hermana, con inmenso cariño, sino porque tenia deseos de jugar con su amiga Lenna, la hija de los marqueses, pequeña con la que había creado una gran afinidad y a quien le tenía mucho cariño, motivos por los que Hylia no podía evitar molestarlo.

- Aidán y Lenna se quieren mucho…

- ¡Basta, Hylia! ¡Ella y yo solo somos amigos! – exclamó el niño, mostrándose avergonzado.

- Ya no peleen, por favor. No tiene nada de malo que quieras a Lenna, Aidán, como tú acabas de decir, son amigos y eso es algo normal. – dijo Link.

- Es verdad, pero…

- ¿Cuándo se casan? – preguntó la pequeña, aun con deseos de molestar a su hermano.

- ¡Mamá!

- Hylia, no molestes a tu hermano mayor, por favor. Y tú, Aidán, no le hagas caso, ella es más pequeña que tú.

- Está bien, mamá.

Al bajarse de la carroza, la familia se dirigió hacia donde se encontraban los soberanos. Durante el recorrido, pudieron observar como los soldados del palacio se encaminaban a descansar luego de un largo entrenamiento, pues su capitana y lugarteniente les habían obligado a esforzarse al máximo, hasta el punto de agotar todas sus fuerzas, pues eran sumamente estrictos.

Una vez que el último soldado se había retirado, aliviado de haberse librado de la furia de sus superiores, por la puerta del campo de entrenamiento se asomaron Impa y Azael, siendo este último quien llevaba a una pequeña niña de pie ligeramente bronceada y cabello gris, dormida en sus brazos. En ese momento, Hylia, emocionada, corrió hacia donde estaba la pareja para saludarlos, ansiosa de poder jugar con la hija de los sheikahs, sin embargo se decepcionó al ver que esta se encontraba completamente dormida.

- ¿Eskia se durmió? – preguntó entristecida.

- Lo lamento, princesa Hylia, lo que sucede es que mi marido deseaba que se involucre en el entrenamiento, y vea como su padre y yo trabajamos, sin embargo, al final se aburrió y se quedó dormida en una de las bancas. – dijo Impa, lanzándole una fulminante mirada al joven a su lado.

- No tienes por qué hablarme así, Impa, es normal que quiera nuestra hija vea a lo que nos dedicamos, tiene que ser una gran guerrera como nosotros y darle honor a nuestro clan. – contestó el guerrero de las sombras en su defensa.

- ¡Por las Diosas, Azael! Solo tiene un año, apenas está aprendiendo las cosas básicas de su edad, es normal que se aburra y se quede dormida. No vuelvas a traerla hasta que sea más grande, ella debe dormir en un lugar cómodo, no en una banca. – expresó Impa, mostrándose enfurecida.

- Ya no te enojes, no lo volveré a hacer. – aceptó avergonzado.

- ¡Eso espero!

A pesar que no comprendió del todo la discusión de los sheikahs, Hylia no pudo evitar reíste, pues ver la cara de Azael siendo regañado por su esposa le daba mucha gracia. En ese momento, los príncipes y su hijo se acercaron a saludar a los guerreros, siendo recibidos por estos con afecto, luego de aquello, el guerrero de las sombras se retiró para llevar su pequeña a su cama, mientras que Impa se quedó conversando con los jóvenes.

- Azael nunca dejará de sorprenderme, cuando entrena es peor que una fiera, pero para este tipo de cosas es un completo desastre. – expresó con pesar.

- Eso me consta, cuando viví en el Poblado Olvidado era muy animado al momento de conversar conmigo, pero para los entrenamiento no era nada suave, se transformaba por completo. – recordó Zelda.

- Pero es un buen hombre, eso es lo que importa, y sea como sea, te ha hecho feliz y has formado una linda familia junto a él. – dijo Link, mostrando una sonrisa.

- Eso es cierto, tenemos pocos años de casados, pero me ha dado mucha felicidad, sobre todo por nuestra hija.

- Por cierto, he notado la gran mejora de los soldados desde que decidimos nombrarte Capitana de la Guardia Real. Te felicito, ni si quiera el que llevó tu cargo en el pasado logró hacer ese tipo de trabajo. – dijo Link, mostrándose orgulloso.

- No me diga eso, por favor, yo solo he cumplido con mi trabajo.

- Lo que dice mi esposo es cierto, Impa. Nunca olvidaré cuando, al poco tiempo de iniciar la reconstrucción del reino, te propusimos ser la Capitana, y a Azael tu lugarteniente, creo que a mejores personas no pudimos haber escogido.

- Le agradezco mucho la confianza, altezas, gracias a esa oportunidad he logrado poner como ejemplo las técnicas de lucha de mi tribu, algo que desde siempre soñé hacer, pero por nuestro encierro fue algo que no pudo trascender, cosa que cambió gracias a ustedes.

- No tienes nada que agradecer, y ya te hemos dicho que no tienes que hablarnos con tanta formalidad. – dijo Link, brindándole confianza a la sheikah.

- Lo lamento, siempre me descuido en eso.

- Con tu permiso, nos retiramos, pues tenemos que ir a ver a mis suegros, los niños están ansiosos por verlos.

- Nos vemos mañana, Impa, quiero mostrarte la espada que mi papá me regaló. – dijo el hijo de los príncipes.

- Esperaré ansiosa el poder verla, príncipe Aidán.

- Que descanses, Impa, y ten paciencia con tu esposo. – pidió Zelda, soltando una pequeña risa.

- Prometo que lo intentaré. – contestó, soltando un enorme suspiro al finalizar sus palabras.

Habiendo finalizado su conversación, la pareja y sus hijos se despidieron de la sheikah, continuando con su camino para encontrarse con los soberanos, sin embargo, luego de unos minutos de recorrido, se cruzaron con uno de sus más preciados amigos, quienes venían acompañados de unas peculiares criaturas voladoras, que al igual que ellos, se tomaban de las manos.

- ¡Hola, hasta que por fin regresaron! – dijo el joven, emocionado.

- Shad, Salma, nos alegra mucho encontrarlos. – dijo Zelda.

Link y Zelda, incluidos los niños, saludaron a la pareja con afecto, mientras que la princesa posó una mano en el vientre de su amiga, pues en pocas semanas se convertiría en madre. Hace unos años que se habían casado luego de que el investigador tuvo que insistir con constancia que acepte ser su esposa, sin embargo, su petición fue accedida, lo que le permitió contraer matrimonio con la mujer de su vida, quien luego del evento se mudó con él a la casa que este había habitado en el pasado con sus padres, la cual, por suerte, pudo recuperar gracias a la prosperidad de su negocio, provocado que sus progenitores ni si quiera se den cuenta de todo lo que había ocurrido con sus bienes durante su ausencia.

- Hola, amo verdoso, aunque ahora no estás usando tus ropajes, siempre te llamaré de esa forma. – espetó Serbot, volando alrededor del príncipe.

- ¡Más respeto con el príncipe, Serbot!

- Lo siento, mi querida Celit, no volveré a hacerlo.

Link, como siempre le pasaba, se sentía incómodo ante los comentarios del robot, lo que le hizo recordar cuando este le reclamó por la desaparición de su amada Fi, sin embargo, con el paso del tiempo, desplazó sus sentimientos hacia la criatura que tenía a su lado, quien con paciencia logró ganarse su corazón. Recordar aquel momento le hizo sonreír de manera tenue, mientras que su amada hizo lo mismo al conocer dichos motivos.

- Que alegría ver que han venido de visita, aunque veo que están de salida. – dijo Zelda a la pareja.

- Así es, como recomendó el médico, Salma necesita caminar a esta hora para prepararse para la llegada de nuestro hijo. Al pasar por aquí decidimos visitar a los reyes y a nuestros amigos, quienes se encuentran en las caballerizas en estos momentos. – comentó el investigador.

- Ya veo, ahora nos disponíamos a ir a saludarlos, pero no se vayan todavía, por favor, tenemos mucho que conversar. – pidió la princesa.

- Lamento mucho que no podamos quedarnos, pero debemos regresar a nuestra casa porque en cualquier momento llega el señor Dante. Por fin accedió a tomar la propuesta del rey, volver a tomar posición de su antiguo hogar y servirlo en las actividades en las que lo apoyaba antes. – comentó Salma.

- Me alegra escuchar eso, no lo veo desde el día en que se casaron. – dijo la princesa.

- Desea estar presente cuando nazca su nieto, además me sentiré bien de tener a mi padre cerca de mí cuando llegue el momento.

- Ya debemos retirarnos, está empezando a hacer frio y eso puede ser perjudicial para Salma. – dijo Shad, abrazando a su amada con cariño.

- Nos vemos pronto, amigos, los tendremos informados por cualquier cosa que pase. – dijo la espadachín.

- Cuídense mucho, por favor. Hasta pronto. – dijo Link, despidiéndose de sus amigos.

Luego de haberse despedido de la pareja, los príncipes y sus vástagos se dirigieron a las cabellerizas, lugar en donde estaban los soberanos con los marqueses y su pequeña hija. Todos se saludaron con inmenso cariño, en especial los reyes, quienes se sentían dichosos de volver a verlos a todos, en especial a sus nietos, quienes eran el vivo reflejo de su princesa cuando esta era niña, mientras que por otro lado, los marqueses se acercaron con el mismo afecto, motivo por que el Aidán y la Lenna se saludaron con un abrazo mientras sus mejillas se sonrojaban, oportunidad que Hylia aprovechó para molestar a su hermano, causando que todos los presentes se rían ante la reacción del niño. Una vez más calmados, empezaron a conversar.

- Nos alegra tenerlos de regreso, hijos míos. Creíamos que llegarían mañana, por eso nos disponíamos a salir con Cocu y su familia a dar un paseo por la pradera, pues a su hija le gusta mucho ver la caída del sol. – dijo Daphnes.

- ¿La caída del sol? ¡Yo quiero ir con ustedes! – rogó Aidán con entusiasmo.

- ¡Yo también quiero! ¿Puedo ir? – preguntó Hylia.

- Pídanle permiso a sus padres, mis pequeños, nosotros muy contentos los llevamos. – dijo la reina.

- Mamá, papá, ¿podemos ir? – preguntaron los niños al unísono.

- Claro que pueden ir, llévense a Ictus, tanto ustedes como la pequeña Lenna pueden montarlo, pero tengan cuidado y obedezcan en todo a sus abuelos, por favor. – dijo Link.

- ¡Claro que sí!

- ¿Ustedes no van a venir? – preguntó Gracielle.

- Bueno, nosotros… – respondió la doncella, antes de ser interrumpida.

- Lo siento, pero no podemos ir. Zelda y yo tenemos que resolver unos asuntos pendientes que pospusimos por nuestro viaje. – dijo Link, mostrando seriedad.

- Qué lástima, será para la próxima vez. – dijo la marquesa con pesar.

La princesa no pudo evitar sorprenderse por las palabras de su esposo, pues antes de irse de viaje, tanto ella como Link resolvieron todos sus asuntos pendientes, sin embargo, decidió no contradecirlo en aquello, pensando que se pudo haber olvidado de algo importante.

Luego de unos minutos, la pareja se despidió de los soberanos, los marqueses y los niños, quienes se fueron montados cada uno en sus respectivos corceles, dejando a Epona y a Crono en las caballerizas.

En ese momento, Zelda se dio la vuelta para preguntarle a su amado los motivos por los que no deseó ir de paseo con los demás, sin embargo, sus acciones se vieron interrumpidas al ser besada por este de manera apasionada y violenta, causando en ella, una vez más, las sublimes sensaciones que siempre le había producido aquella caricia. No importaba los años que habían transcurrido, el amor y la pasión aún seguían muy presentes en su relación con fuerza e intensidad, mientras que sus encuentros íntimos habían mejorado con el paso del tiempo.

- Link…

- Deseaba estar a solas contigo. Amo a nuestros hijos y me encanta pasar tiempo con ellos, pero creo que ahora nos corresponde un momento a solas. – dijo Link, recuperando el aliento debido a la intensidad del beso.

- Ahora entiendo a qué te referías con esos "asuntos pendientes". – dijo la doncella, sin poder ocultar el sonrojo de sus mejillas.

- Tú eres mi asunto más importante, y sé que la intimidad nunca ha faltado entre nosotros, la cual ha mejorado con el paso del tiempo, sin embargo, sabes que estar contigo es una completa adicción para mí, de la que no me cansaré nunca. – expresó el joven, acariciando con deseo el cuerpo de su mujer.

- Te amo. – expresó la joven, sin poder evitar soltar un dulce quejido de sus labios al ser tocada de manera tan atrevida.

- Yo también te amo, y te agradezco tanto por estos hermosos años que hemos pasado juntos, donde no solo me has amado intensamente, sino que me regalaste dos maravillosos hijos, quienes son mi vida entera. Soy consciente de que los motivos por los que volvemos a reencontrarnos no solo se deben al lazo del destino que nos une, sino por aquella maldición que la encarnación del mal lanzó sobre nosotros.

- Algo sumamente desastroso para nuestras vidas. – dijo Zelda, poniendo pesar en sus palabras.

- Yo no lo veo así, pues si no fuera por esa maldición, no tendría el privilegio y el honor de ser amado por una mujer tan maravillosa como tú. Zelda, puede ser que en mi siguiente vida no recuerde nada de lo que hemos vivido hasta ahora, ni que tampoco vuelva a ser un miembro de la realeza, creándose una vez más entre nosotros una dolorosa barrera de clases, o que tenga que luchar contra aquel mal que nos perseguirá por siempre, hasta el punto de arriesgar mi vida…nada de eso me importa con tal de volverte a ver, de deleitarme con la dulzura de tu mirada y el sabor de tus labios, todo sufrimiento vale la pena con tal de tenerte entre mis brazos, construir a tu lado aquella hermosa vida que siempre anhelaré a tu lado, como la que tengo actualmente.

- Mi amor…

- Un príncipe, un soldado, un guerrero…un héroe legendario, sea lo que sea que me destine mi próxima vida, yo siempre seré el hombre que te amaré como nadie, y tú la completa dueña de mi corazón.

Sin poder evitarlo, las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de la doncella, sintiendo como su corazón se llenaba de dicha al escuchar las maravillosas palabras de su amado. Ella sabía que en la época en la que se encontraba viviría una vida plena con sus hijos y el hombre que amaba, sin embargo, anhelaba que una vez que el destino la llame de nuevo, esté su alma gemela esperándola, listo para recibirla entre sus brazos, y crear como siempre aquel lazo de amor que desde siempre los unía.

- Podrán pasar cien, miles, millones de años…pero sea el tiempo que pase, yo quiero volver a renacer contigo, para poder formar la hermosa vida que actualmente tenemos. Te amo, Link…mi amor eterno, mi dulce héroe. – dijo la princesa mientras acariciaba con pasión el rostro de su príncipe.

Ante las palabras de su amada, el joven la abrazó con fervor y la besó con apasionamiento, sellando, una vez más, aquel juramento de amor que desde siempre se habían hecho. Luego de aquello acarició su rostro con ternura, trasmitiendo en su mirada el inmenso amor que sentía por ella y el abrazador fuego que lo consumía cada vez que la tenía cerca de su cuerpo, luego de eso, la tomó de la mano y la llevó de camino a las cabellerizas.

- Perdámonos hasta donde Epona y Crono nos lleven, a un lugar donde podamos amarnos con ansiedad y fervor, emociones que en estos momentos me están consumiendo al tenerte cerca de mí. Por siempre tuyo, mi amada princesa. Recuerda que tú eres mi diosa y yo tu eterno guerrero.

- Por siempre tuya, mi amado héroe, ámame con el fiero apasionamiento que siempre te ha caracterizado. Yo siempre caminaré por el mismo sendero que recorras, pues mi alma está completamente atada a la tuya…por siempre.

Luego de finalizar con sus afectos, cada uno se subió a sus corceles y empezaron a alejarse del palacio, decididos a consumar su amor lejos de todo y de todos, mientras se tomaban de las manos y se observaban con inmenso amor en sus cristalinas miradas.

No importaba cuantas veces la encarnación del mal llegara para perturbarlos, las dolorosas pruebas por las que tuvieran que pasar para poder cumplir con sus destinos, y sobre todo, las mil y un veces que tendrían que empezar una nueva vida, donde todo fuera desconocido, y el miedo y la incertidumbre estuvieran presentes. Nada de esos calvarios se comparaban a la inmensa felicidad e volver a reencontrarse, del saber que al final del oscuro túnel los aguardaba la inmensa dicha de regocijarse entre sus brazos, de entregarse al amor que desde tiempos inmemoriales se habían otorgado el uno al otro...

Desde el inicio al fin de los tiempos, en la vida y en la muerte, en el cielo y en la tierra…por siempre serian almas unidas.

Fin


Comentarios finales:

¿Fin? En serio, no puedo creerlo, ya esta historia ha terminado. Siento como la nostalgia me invade, pues hace casi un año que empecé esta hermosa aventura, me siento triste de que haya finalizado, pero al mismo tiempo contenta porque pude hacerlo, logré darle el final que quería y el sentido de la encarnación de las almas que se aman, algo que no muchos en la realidad han de creer, pero yo sí, pues el amor es la única fuerza que es capaz de sobrepasar las barreras del tiempo , la distancia y la misma muerte; sin amor no somos nada, y con el mismo podemos serlo todo.

Agradezco infinitamente a todos los que me han acompañado capítulo a capítulos, incluso algunos con los que he formado una bonita amistad: A mi querida amiga Dark Cat, quien me ayudó con las batallas finales, aparte de que el personaje de Crono, el Frisón de la princesa, es un personaje original de ella, el cual es mencionado en su fanfic, "El perjuicio de una princesa" donde también Zelda era dueña del noble corcel; a Fox McCloude por sus consejos iniciales para mejorar mis escenas de acción lo cual era algo que no había notado, a Yahab, klyVan IA, SEBAS GG, Kirazfan5465, Truthshadow, darkdan-sama, Kiw-chan, Niakuru, Pirata Eli-Sama Nohansen Hyrul, lobatri, Raven Harkinian Akemi Shizuka, Kiw-chan, Android125, GiselCL, Imagix, Ailyn Sakamaki, Jessique V-Kei, The Heat Haze Enemy, Limeru Nim, Belen, The GT6 Master, alvaritoteam4, y a todos los que han puesto favoritos y alertas. He mencionado a las personas que han comentado mis últimos capítulos, pero en sí, agradezco a cada uno de ustedes.

Antes de que pase a hablar de otros asuntos tengo un mensaje para Imagix:

Sé qué hace tiempo me publicaste tu correo, pero creo que no lo escribiste bien y aparte de eso no pusiste si era Hotmail, Gmail. Yahoo, etc. así que por eso no pude comunicarme contigo. Si deseas, vuélvemelo a escribir, pero recuerda que aquí no puedes poner links ni e-mails, así que recuerda hacerlo de la manera en la que indiqué anteriormente.

Bueno, pasando a otro tema, me gustaría a hablarles de mis trabajos a futuro, uno de ellos relacionados a "Almas unidas". Si, chicos, así es, ¿creyeron que las cosas se quedarían hasta ahí? ¡Claro que no! No pienso hacer una continuación de la historia, ni un final alterno donde Link muere, pues creo que eso sería algo muy obvio, sin embargo, he decidido hacer varios capítulos extras sobre escenas que no se hablaron con claridad durante toda la trama, como otras cosas relacionadas a "¿qué hubiera pasado si…?" sobre esto último no diré más, pues eso es una sorpresa que tengo reservada, y desde hace tiempo que deseaba hacerla.

Como podrán haber leído en el epílogo, Link y Zelda tuvieron dos hijos, no son gemelos, nacieron en tiempos diferentes pero se ganan con pocos años. Decidí ponerle Hylia a la hija de los príncipes porque ese nombre me agrada mucho, además de que, hasta ahora, en los juegos Zelda solo se llamó así en SS, cosa que mencionaron pocas veces, pues la mayoría del tiempo la llamaban Zelda, el caso es que me gustó ese nombre para la pequeña, y si fueron observadores físicamente, se parece a la del juego mencionado, solo que con poca edad. En mi mente venia el despreciable nombre de "Ilia", no sé qué les dio a los de Nintendo por haber hecho semejante atrocidad (con el respeto a los fans del personaje)…pero, asumamos que se pronuncia diferente, cosa que a la mente de los protagonistas no vendrá el nombre de a intrusa XD

Y referente a su hermano, solo les diré que es como el Young Link de HW, solo que con pelo castaño, sin embargo, no diré mis motivos por haberle puesto ese nombre porque ese tema pienso tocar en uno de mis capítulos extras, pues como habrá leído, el nacimiento del niño fue en circunstancia muy difíciles debido a la depresión de la pareja, por lo que pasmaré esa situación en un capítulo aparte, no será el típico nacimiento en la habitación principal de la pareja o en una clínica…ya van a ver, es algo que estoy segura les agradará mucho y será el primer capítulo extra que publique, el cual vendrá muy pronto; ya me encuentro trabajando en la portada que tendrá.

Aparte de los capítulos mencionados de "Almas unidas" pienso dedicarme a algunas cosas en particular.

Pocos han de saber esto, pero Fox McCloude y yo nos encontramos haciendo una historia conjunta, la cual se llamará "Hyrule Warriors: Lazos del destino" donde narraremos los hechos que se dieron en el juego, pero por supuesto, con algunos cambios y nuevos personajes, pero sobre todo, pasmaremos mucho más la relación entre Link y Zelda. Él es excelente en la narración de las escenas de acción, estrategias de pelea, etc. por lo que él se encargará de esas partes, mientras que yo narraré las escenas de drama y romance entre Link y Zelda y algunos de los personajes secundarios, pero más de la pareja protagonista en sí. Ya muchos conocen mi manera de describir el romance y de una vez les adelanto que habrá escenas intensas y apasionadas (lime), así que los que desean leer ese tipo de escritos, que obviamente se darán entre Link y Zelda, pues les recomiendo que pasen a leerla. Ya el prólogo está casi listo, el cual estará en algunas partes, ya luego de eso viene la narración del juego con nuestra intervención.

Aparte del proyecto con Fox, pienso trabajar en otro fanfic, no será tan largo como este, pero si será de múltiples capítulos, el cual pienso publicar cuando ya tenga algunos capítulos escritos, (por falta de tiempo), sin embargo, mientras me decido a trabajar en eso publicaré one-shots (uno en especial basado en un dibujo y descripción hecho por la dibujante Queen-Zelda, entre otros), y unas modificaciones que estoy haciendo en mis primeros fanfics, cambios sumamente NOTORIOS, ya los mantendré informados de aquello.

Bueno chicos, espero que el epílogo les haya agradado, de la misma manera en la que yo disfruté escribiéndolo, a pesar de la melancolía de terminar mi historia.

En el transcurso de estas semanas les llegará el primer capítulo extra, solo le adelanto que el primero será sobre el nacimiento de Aidán y las dificultades que Link y Zelda pasaron para tenerlo.

Sin más que decir, nos leemos en mis siguientes fanfics, una vez más, muchas gracias por todo su apoyo.

Con cariño,

Artemiss