Disclaimer: Los personajes de Naruto son propiedad de Masashi Kishimoto-sama.


Ilusión.

Capítulo 3: Alucinaciones.

Hinata bajó a sala y se encontró con su esposo y a Sasuke mirando una pelea de boxeo en vivo tranquilamente. Quizá era sólo su imaginación, pero sentía que Naruto pasaba cada vez más tiempo con su mejor amigo que con ella, todo el tiempo viendo televisión juntos, yendo a algún bar por las noches luego de la cena o teniendo largas charlas mientras caminaban por el gigantesco patio trasero de la mansión.

Con cara de disgusto, fue a sentarse con ellos en el sillón, al lado del rubio, quien automáticamente la abrazó y comenzó a acariciarle el cabello.

—¿No podríamos cambiar de canal? —preguntó al ver lo aburrido que le parecía ese deporte tan violento.

—Ya casi está por terminar, hime —dijo mirándola sonriente—. Luego de ésto podremos ver otra cosa.

—O podrías ir a mirar otro canal en tu habitación, Hinata —terció el Uchiha sin despegar la vista de la televisión.

Esa sugerencia le cayó pésimo a la ojiperla. «El maldito quiere que los deje solos valla a saber Kami-sama para qué. Quiere apartar a Naruto-kun de mi», se dijo a sí misma mientras su expresión se volvía la de una mujer llena de ira incontenible. Miró a su esposo y se indignó aún más al ver que el no hacía comentario al respecto, algo que ella interpretó como una forma silenciosa de darle la razón al pelinegro.

—De acuerdo. Me largo.

Se levantó y salió más molesta que nunca de la sala. Sasuke y Naruto al escuchar tal contestación no pudieron hacer más que mirarse el uno al otro, bastantes perplejos por el tono de voz y la mirada que habían visto en la Hyuuga, era algo realmente inquietante por que nunca antes la ojiperla había reaccionado de tal manera.

—¿Será que está en su período? —preguntó Naruto ingenuamente.

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Idiotas los dos. De acuerdo, si querían que los dejara solos, entonces lo haría. Hinata estaba duchándose en su baño, con la idea de, luego de ducharse y arreglarse, salir al centro comercial con Tenten, o quien sea, a distraerse. Estaba enjuagando su cuerpo todo enjabonado cuando sintió una presencia dentro del baño.

Empezó a sentir frío, como si el agua estuviera bajando la temperatura. Frunció el ceño. Luego de intentar sin éxito cerrar un poco la llave del agua fría, escuchó como lentamente se corría la cortina del baño.

—Naruto... —advirtió pensando que quizá era sólo un susto en broma que quería ocasionarle su esposo.

Siguió escuchando el ruido, por lo tanto se dio vuelta y, al hacerlo tuvo que gritar de la forma más fuerte, aguda y horrorizada posible. ¿Sasuke espiándola? ¿O quién quiera que fuese? Sólo sabía que llevaba pelo negro. Resbaló intentando hacerse hacia atrás y cerrar la cortina a la vez, calló dolorosamente en la bañera y se dio la parte trasera de su cabeza contra los azulejos.

Cerró los ojos en una mueca de dolor, se levantó algo adolorida, cerró la ducha y se envolvió en una toalla, dispuesta a echar a ese Uchiha de su hogar.

—¿Hina-chan, todo anda bien? —preguntó con tono de preocupación desde la sala, al escuchar el grito de su mujer y el golpe.

Hinata bajó con la furia de mil demonios encima, envuelta en una toalla y con los cabellos chorreando, hasta la sala, donde sorpresivamente estaba Sasuke sentado mirando expectante, y Naruto cerca de la escalera por donde ella bajaba, a punto de subir si es que ella seguía sin contestarle la pregunta.

—¡¿Cómo iría a estar todo bien si este imbécil me espía mientras me ducho?! —preguntó en un tono bastante alto al que no acostumbraba a usar, apuntando acusadoramente al Uchiha con su dedo índice.

—¿De qué rayos hablas? —dijo el pelinegro defendiéndose.

Naruto frunció el ceño.

—Hime, Sasuke-teme jamás subió, estuvo aquí sentado conmigo todo el tiempo —explicó con una mueca que expresaba que estaba de lo más desconcertado.

«¿Qué diablos?. Está loca», se dijo indignado por aquella acusación ilógica de parte de la ojiperla. Simplemente se recostó en el sillón y cerró los ojos intentando serenarse. Mientras que Hinata paseaba su mirada por el pelinegro, luego esposo, y así, con los ojos abiertos como platos.

—Yo lo vi, Naruto-kun —dijo, negándose a que la tomaran por loca—. Lo juro, alguien me espió, y yo lo vi.

—¿Alguien? —repitió el Uchiha—. ¿Qué hace unos minutos no era yo? —preguntó desdeñoso.

Naruto no sabía que hacer, miraba una y otra vez al suelo y a su mujer. Debería creerle, pero últimamente se la veía algo desequilibrada, aunque algo le decía que no estaba mintiendo, no tenía por qué, aunque estuviera enojada por la forma de irse ante la simple negativa de cambiar de canal hasta que terminen de ver el programa de boxeo.

—De acuerdo, quizá no eras tú, pero yo lo vi, tenía cabello negro, ¿quién más hay en esta casa que tenga el cabello así?

Sasuke estaba por hablar cuando su mejor amigo lo calló.

—Si tu dices haber visto a alguien en el primer piso, de cabello negro, pero Sasuke-teme está aquí conmigo, sólo somos nosotros tres aquí y Ko-san duerme en su habitación...

Hubo un silencio por varios minutos, en donde Hinata se asustó, el rubio se preocupó y el pelinegro se puso alerta. Se escuchó la puerta del baño del primer piso cerrarse.

—Hay un intruso en la casa —afirmó.

Y luego de esa afirmación, exactamente un segundo después, se escucharon ruidos en el primer piso, que parecían provenir de la oficina de el Uzumaki.

—Naru-t-to-kun —pronunció en un tartamudeo una asustada Hinata que inmediatamente se pegó al rubio.

—Diablos, dobe. ¡Toma el arma y subamos de una vez! —dijo impaciente el pelinegro mientras hacía sonar el cargador de su pistola que al parecer siempre llevaba a mano.

—¡Es que mi revolver está en mi oficina!

Justo en el primer piso.

«¿Revolver?», se preguntó Hinata, que desde que se mudaron creía que su hogar era libre de armas de fuego. Pero el miedo venció a su incertidumbre.

—Mierda —resolvió el pelinegro—. Quédense aquí. —ordenó.

—¡De ninguna manera, teme! ¡Yo voy contigo!

Como Sasuke creía que no había tiempo para discutir, subieron ambos teniendo sumo cuidado de no hacer ruido y de que nada ni nadie los tome por sorpresa. Revisaron y revisaron toda la casa, pero no encontraron nada, mientras Hinata, en la cocina, temblaba del miedo junto a Ko, que al estar en el cuarto de abajo durmiendo, osea el suyo, se despertó por los gritos del dueño de casa y del huésped.

—No hay nadie en toda la casa, Hinata —afirmó el Uchiha bajando hastiado de la escalera, con el rubio siguiéndolo por detrás.

—Hime, revisamos toda la casa y sólo estamos nosotros dentro —agregó el rubio.

Ko miró a la señora de la casa expectante, igual que el rubio, mientras el pelinegro sólo se molestaba por haberle hecho cargar su revolver para nada.

—¡No estoy loca, lo juro! ¡Había alguien! —dijo como si quisiera romper a llorar la ojiperla.

—Tranquilícese, señora —dijo Ko, intentando calmarla mientras le tomaba la mano amablemente.

—Primero era yo, luego es alguien desconocido que ronda por la casa herméticamente cerrada por mi y por Naruto y vaya a saber Kami como entró... ¿Cómo esperas que no creamos que sí lo estás? —atacó un muy molesto Sasuke, y es que aún tenía resentimiento por lo de la acusación anterior.

¿Él espiando a la mujer de su mejor amigo? Já.

—Cálmate, teme —ordenó molesto el rubio—. Ella no está loca, así que cállate-ttebayo.

El Uchiha sólo hizo caso por el hecho de no querer seguir discutiendo, por lo que se encogió de hombros y subió a su habitación a dormir. La ojiperla sentía que quería llorar. ¿Nadie le creía?

—Tranquila, Hime. Yo te creo —dijo Naruto, pero con un aire no muy creíble de que realmente le creyera a su esposa—. Iré arriba a mi oficina. —informó agachando la cabeza seriamente.

Se fue. Ella miró a Ko desesperadamente.

—No miento, lo juro...

—Shh, tranquila señora. Venga —dijo llevándola a su habitación—. No puede estar así, se resfriará, debe secarse y vestirse —dijo abriéndole la puerta del cuarto—. Permítame bajar a prepararle algo, un té de tilo quizá, para tranquilizarla.

—¿Me cree, Ko-san?

—Señora...

—¡¿Me cree!? —interrumpió desesperada, con ojos llenos de lágrimas..

—Sí, señora, le creo. Usted jamás a mentido, menos con algo tan grave —aseguró—. Ahora, aguarde aquí en su habitación y yo le traeré el té.

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¿Espiándola? ¿¡Espiándola!? ¡Y el dobe creyendo las barbaridades que ella le decía! O al menos el rubio decía creerle, pero por su expresión no estaba del todo confirmado si era verdad o no. En fin, era increíble que ella dijera que él la había estado espiando mientras se duchaba. Una locura.

Sasuke caminaba de aquí para allá en su habitación, impotente, furioso, con ganas de partir algo al medio. Pero no lo iba a hacer, menos en casa ajena. Desde la mañana que había notado algo fría y quizá hasta cortante a la princesa Hyuuga, pero entendía el porque la amable y educada ojiperla de la nada comenzaba a maltratarlo y ahora, ¡a acusarlo! Si bien sabía que no era muy agradable, al menos nunca lo había tratado así, por lo que le parecía sumamente extraño.

¿Y si ella no mentía? Pero si no hubiera mentido, habrían encontrado a alguien dentro de la casa. Aunque sabía la posibilidad de que el intruso se haya escapado pero, ¿por donde? ¿Las ventanas? Tienes que tener agallas para tirarte desde la ventana de un primer piso.

Se escuchó un ruido. Una de sus cuchillas —tenía una colección completa de knife tácticos. Nadie entendía su pasión por las armas blancas y de fuego— calló de arriba de su armario y señaló directo hacia la única ventana de su monótona habitación.

Se fijó en la ventana y allí estaba, con sus ojos verdes de serpiente, el mismo imbécil que había hecho de su casa una montaña de ceniza sin valor alguno. ¡Maldito infeliz! ¡Lo mataría! Abrió la ventana y en cuanto estaba por gritarle que lo asesinaría, para luego sacar su revolver y llenarle la frente de plomo, desapareció. Como si nunca hubiera estado allí, o como si se hubiera esfumado, dejando a Sasuke como un trastornado que habría y cerraba ventanas de golpe y las palabras se le quedaban en la mitad de la garganta cuando hacía el esfuerzo de gritar.

—Demonios —maldijo.

De verdad no había nadie allí. ¿O sí? Quizá la sed de venganza le estaba afectando el cerebro, o quizás no estaba tan loco y el mismo hombre que incendió su casa fue el que entró en la casa de su mejor amigo...

Paranoia. Sí, definitivamente estaba enloqueciendo. Era imposible, ya que si casa quedaba en un extremo de un bosque desolado y la casa Uzumaki-Hyuuga quedaba en otro extremo. Seguramente se debía al hecho de estar conviviendo con otros dos paranoicos y trastornados.

Más tarde, decidió, evaluaría seriamente la posibilidad de irse a vivir con su aniki, y dejar que Hinata y Naruto vivan en paz, o hagan terapia de pareja por los celos e inseguridades, yoga o lo que sea que los haga calmarse un poco.

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A Naruto y a Hinata se les había acabado la licencia por el matrimonio, el cual dejaba que tuvieran 15 días de vacaciones por la luna de miel. Ella ya estaba vestida y tomaba el té sentada en el desayunador, mientras pensaba con odio en como su esposo y el Uchiha la trataban de mentirosa.

Se escuchó como el rubio bajaba por las escaleras y saludaba fríamente a su esposa, con expresión pensativa.

—Hime... —pronunció.

Y se escuchó como Ino, su compañera de trabajo, tocaba la bocina de su auto, indicándole a Hinata que debía salir e irse con ella juntas a trabajar al hospital, del que era propietario su padre.

—Debo irme —dijo secamente, dio un beso en la mejilla a su esposo y se marchó.

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N/A:

Les juro que no me alcanzaría el tiempo para pedirles todas las disculpas que les debo por no haber actualizado antes. Bueno, espero les haya gustado y se tomen la molestia de comentar, por lo cual yo les estaré eternamente agradecida. ¡Saludos!

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