¡ATENCIÓN! Éste escrito puede ser calificado cómo M debido a las escenas explícitas de sexo y lenguaje vulgar.

Una Wendy psicológicamente desquiciada. Espero no recibir una paliza por ello...

10

Perversión

El beso era húmedo y la mano de Jellal recorría su cuerpo con lujuria. Mordía sus labios y pellizcaba sus pechos. Wendy comenzaba a sentirse sucia y caliente.

—Será mejor que me vaya— dijo el peliazul, en el momento en que sus labios se separaron.

Wendy estaba sonrojada, y excitada. El día anterior Jellal la había hecho llegar hasta el orgasmo con sus dedos y quería más. Quería tener más. Más Jellal, más dedos, más orgasmos, más placer. Para ella sola. No quería compartirlo. Quería perder su virginidad. Y no le importaba que fuera con un degenerado como él.

—¡No te vayas!— gritó, cogiéndolo por la manga. El traje de Wendy estaba desabrochado, y sentía aún el tacto de las manos de Jellal sobre su cuerpo.— Por fabor, házmelo.

El peliazul sonrió con sarcasmo, lujuria o maldad.

—Eres virgen, Wendy. No voy a quitarte eso.

Claro. Cuando llegaba al límite con ella, se iba junto a Erza y lo hacían brutal y salvajemente. Ya lo sabía. Y ahora que Wendy ya tenía diecisiete años, quería alejarse de todas las etiquetas y de todo lo que la relacionaba con sus antiguos amigos —quienes, por cierto, la habían abandonado para marcharse a estudiar lejos de Magnolia—, incluyendo la etiqueta «inocencia».

—Házmelo, Jellal — pidió, con una voz lo más caliente que pudo.

El peliazul no se movió. Estaba de pie, en dirección a la puerta, pero mirando a la excitante Wendy Marvell, sentada en la cama. Seguía siendo delgaducha, pero se notaba que había crecido. Entonces, cuando iba a marcharse para evitar la tentación, la chica se abrió de piernas y posó sus manos sobre sus bragas blancas ligeramente mojadas.

—¡Fóllame! Por fabor, Jellal, ¡fóllame!

No le dio tiempo para repetirlo otra vez. El peliazul cerró la puerta con pestillo y se avalanzó violentamente sobre Wendy. Le arrancó literalmente la ropa. Ella pudo notar el bulto más que notable en su entrepierna y decidió provocarle jugando con él.

—Ah, no— dijo Jellal. Cogió las manos de Wendy y las alejó de su miembro.— Primero yo.

Wendy no se quedó desnuda del todo. Aún traía consigo la falda de su traje, y los restos de éste por encima. Jellal lo consideraba mucho más excitante que un simple desnudo. Mordió cada parte del cuerpo de la chica marcando un lujurioso sendero, y con los dedos de la mano derecha fue jugueteando con el clítoris de la muchacha por encima de las bragas.

Bajó hasta la entrepierna de Wendy.

—J-Jellal...— gimoteó ella.

Él no contestó. Estaba demasiado caliente. Wendy se había convertido en una chica demasiado caliente, incluso si no tenía las curvas de Erza.

Le quitó las bragas y contempló la vagina virgen de la chica. Sin quererlo, se relamió. Notó algo en su entrepierna y supo que había llegado el momento. Se quitó los pantalones y sacó su miembro. Erza decía que era algo más pequeño que la media, pero Wendy no había visto ningun otro con el que compararlo así que se sentía más envalentonado.

Estaba erecto.

Al verlo, Wendy sintió calor en todo su cuerpo y cogió a Jellal de la camiseta para atraerle hacia ella. Mientras él maniobraba apasionadamente para meterla, ambos se besaban en un intercambio de saliva poco delicado y, una vez dentro, Wendy gritó.

—¿Duele?— preguntó Jellal.— ¿Quieres que pare?— En realidad la pregunta era pura cortesía, porque no tenía la intención de hacerlo. Estaba demasiado encendido.

Afortunadamente para su orgullo, Wendy negó y le pidió que siguiera. El movimiento era lento y repetitivo, y profundo a pesar del tamaño relativamente pequeño del miembro de Jellal. Wendy cerraba los ojos y sentía su cuerpo arder.

«¿Esto es follar?» se preguntó. «Es muy caliente, y...»

Era muy excitante. Era muy perverso, también, si alguien le preguntaba. Sentía el miembro de Jellal dentro de ella, y la respiración agitada de él en su oreja izquierda. Ella cada vez se sentía más caliente, le ardía cada vez más el cuerpo, y en la vagina sentía un cosquilleo mil veces mejor que el que sentía al masturbarse.

Porque Wendy se masturbaba.

—Wendy...— llamó Jellal, acercándose a sus labios.— Voy a...

La peliazul volvió a la realidad.

—No...— dijo entre jadeos.— Dentro... no...

Jellal salió de dentro de ella justo a tiempo. Sin embargo, la falda oscura quedó pringada por el líquido blanco. Ella tardó unos segundos más en correrse.

—Ha sido...— empezó Wendy, respirando agitadamente.

El chico sonrió, respirando también con algo de cansancio, y se limpió con un pañuelo de papel. Con rapidez se puso los pantalones y se arregló decentemente el pelo.

Wendy sabía que aquello no había significado nada. Sólo era un trámite.

—Ha sido rápido— comentó ella.

Jellal tragó saliva y su rostro se volvió un poco rojo. No solo había hecho el amor con una menor —que además aparentaba tener uno o dos años menos—, sino que se había excitado tanto que había durado poco.

—Nos vemos.

Y Jellal desapareció por la puerta.

Wendy se quedó tumbada unos minutos. Ya había perdido la virginidad. Ahora, ¿qué?

—Ya no soy virgen— se dijo a sí misma. Eso era bueno. Ahora ya no tendría esa etiqueta absurda que la menospreciaba. Ahora esa idiota de Chelia debería cerrar su boca de tragapollas porque, oh, sorpresa: ¡Wendy ya había follado!

Aunque aquello de «tragapollas» no había sido muy acertado, porque de hecho ella también había practicado el sexo oral con Jellal. Había sido en medio del bosque, hacía un mes aproximadamente. Estaban sentados en una roca en pleno día, y él se había abierto de piernas.

—Chúpamela— había pedido. Wendy, que hasta ese momento se había limitado a hacerle pajas y permitir que toqueteara todo su cuerpo, se había quedado de piedra.

—¿Qué?— había preguntado, con la impresión de haber entendido mal.

—¿No querías perder toda tu inocencia y esas mierdas?— se bajó lo justo los pantalones para que asomara su miembro. Jellal sonreía con superioridad.— Chúpamela.

Wendy se había acercado con cuidado, y arrodillado mirando a ambos lados. Temía que alguien los viera.

—Nadie pasa por aquí.

La muchacha tomó el miembro entre sus manos y empezó a hacerle una paja para que se pusiera erecto.

—He dicho que me la chupes, no que me hagas una paja.

—Sí, lo siento, es que... yo nunca...

—Ya sé que tú nunca. Por eso quieres que te enseñe, ¿no?

Wendy tragó saliva. Se metió el miembro de Jellal en la boca y empezó a chupar. Al principio tuvo problemas con los dientes, pero después se acostumbró a una posición para que no interfirieran. Poco a poco fue notando como se ponía dura, y en un momento dado la sacó. Había empezado a salivar y le daba algo de asco tragarse esa saliva. Así que escupió al suelo.

—No hagas eso— pidió. Wendy asintió y comenzó a lamerlo de arriba a abajo. Notó como Jellal arqueaba la espalda. En un arrebato, tomó su cabeza y enterró su miembro en la boca de Wendy.

En esa ocasión la muchacha había aprendido dos cosas: a hacer una mamada y que el sabor del semen le era desagradable.

Volviendo al momento, Wendy había decidido cambiar las sábanas de su apartamento y darse una ducha. Cuando se sintió limpia, se dirigió hasta la cocina y se preparó algo de cena. Estaba agotada, tanto física como mentalmente, y la visita de Jellal había resultado mejor de lo planeado.

«Ya no soy virgen», se repetía mentalmente.

Sí, ya no era virgen, pero había follado con Jellal. Jellal, el novio de Erza Scarlet, quien era su amiga en el pasado. Antes de que tanto ella, como Natsu, Lucy y Gray la abandonaran para marcharse muy lejos de Magnolia, de excusa los estudios.

De todos modos, se decía, eso era un secreto entre ambos.

A veces Jellal pasaba unos días en Magnolia por asuntos de trabajo, así que se veían cuando él tenía un hueco y, desde hacía dos meses, practicaban el sexo. Al principio habían sido simplemente besos apasionados, cuando Wendy se dio cuenta de que él era el tipo perfecto para que le enseñara cómo era el buen sexo, y después habían ido experimentando hasta llegar al acto, momentos atrás.

Había decidido dejar atrás todo vestigio de su antiguo yo hacía aproximadamente dos años.

Wendy celebraba su quinceavo aniversario junto a Charle y cuatro postales. Y una vela aromatizada que cubría el hedor a cerrado de su apartamento.

La primera postal era de Lucy. La felicitaba con un mensaje cursi y absurdamente tópico. Que se apenaba de no poder estar con ella pero que pronto podrían verse. «Pronto» era sólo un eufemismo para no decir que jamás lo harían. Erza decía exactamente lo mismo con otras palabras, y añadía una de sus recomendaciones para su tarta de cumpleaños.

Wendy bufó con burla. No iba a tomar tarta, y mucho menos una que recomendara una de sus antiguas amigas.

Natsu admitía sin pelos en la lengua que si no fuera por Lucy no se habría acordado, pero que la felicitaba con alegría de todas formas, y Gray era frío y formal, como de costumbre pero sin sorpresas adicionales.

—¿Tú qué opinas, Charle?— preguntó a su gata con una sonrisa irónica. La gata maulló y se lamió las patas delanteras. Wendy tomó las cuatro postales, todas ellas de la misma región de Fiore, y se dirigió hasta la cocina.

Las quemó una a una en la fregadera. Después, se fue a dormir. Eran las seis de la tarde y su cumpleaños había sido una puta mierda.

«Dejaré de ser la maldita niña buena que os contesta las postales como si no pasara nada», pensó inconscientemente.