SOMBRAS Y CORAZAS

Capítulo 25, segunda parte: "El secreto de Draco Malfoy"

"Duele. Duele un montón. Pero va a pasar, y cuando sane,

más fuerte vas a brillar, más alto vas a volar,

más libre vas a soñar. Y vas a entender,

que algunas historias terminan

para que otras mejores puedan empezar"

El Principito

Hermione miró el escaparate de la tienda de Madame Malkin con cierta impaciencia, a su lado, Luna sostenía a su hijo, al tiempo que intentaba comprar varios trajes de bebé.

-¿Cuánto es? -preguntó Luna a Madame Malkin, después de escoger algunos modelos de ropa para el pequeño Hugo y para el nuevo bebé que venía en camino.

-Trescientos veinte galeones -dijo la modista.

-¡Ron va a matarme con un rayo de luz verde! -exclamó la muchacha, soltando una risa.

-Ron puede tener los mismos modales de Grawp, pero no se atrevería a lastimar a una mujer embarazada -dijo Hermione, extendiendo los brazos para ayudar a cargar a Hugo, mientras Luna se encargaba de sacar dinero de un extraño bolso que parecía la cabeza de un fénix.

-¿Hay algo más en lo que pueda ayudarlas? -preguntó Madame Malkin con amabilidad.

-No, gracias -dijo Hermione antes de besar la frente de su ahijado.

-¿Estás segura de que no quieres comprar nada? -preguntó Luna a Hermione-. Te aseguro que, si te llevas ropita de bebé, vas a atraer la suerte de los nargles y vas a quedar embarazada mucho más rápido… A mí ya me ha funcionado dos veces.

Hermione tuvo que abstenerse de decirle que los nargles solamente existían en su cabeza. Madame Malkin sonrió encantada ante la mención de un próximo embarazo, haciendo que las mejillas de la chica se pusieran repentinamente rojas.

-Gracias, pero no necesitamos nada más -dijo la castaña.

-Pero...

Hermione negó con la cabeza antes de que Madame Malkin insistiera. No iba a comprar nada. Si algún día encargaba familia, compartiría la alegría de comprar las cosas del bebé con Harry.

Luna y Hermione se despidieron de Madame Malkin, salieron de la tienda y encontraron el callejón Diagon atiborrado de gente.

-Vamos a cenar –propuso Luna con entusiasmo-. A tres calles de aquí hay un mesón donde preparan una sopa de intestino de graphorn deliciosa.

Hermione tragó grueso sin pizca de apetito.

-Discúlpame, pero me parece que ya es hora de volver a casa -dijo la castaña, viendo el reloj.

-¿Estás segura de que no quieres ir? El caldo de ojos de bicornio es muy bueno.

-Gracias, la próxima vez.

Luna no insistió más, desde que Hermione se había enterado de que Malfoy era el asesino de sus padres, su estado de ánimo no era el mejor del mundo.

Las dos chicas llegaron a las chimeneas del Caldero Chorreante. Al despedirse, Luna le dio un abrazo a Hermione antes de tomar entre sus brazos al pequeño Hugo.

-Prométeme que en cuanto te sientas mejor, iremos a comer y probaras los tentáculos de calamar gigante -dijo Luna.

Hermione asintió, dedicándole una sonrisa. Luna entró en la chimenea y gracias a la ayuda de los polvos flu, desapareció envuelta en una nube de polvo. La castaña siguió sus pasos, y pronto se vio acogida por el cálido y agradable ambiente de Grimmauld Place.

-Buenas noches, señora -dijo Kreacher al verla llegar.

-Hola -saludó ella con voz tranquila mientras se quitaba su abrigo-. ¿Cómo estás?

-Bien –se limitó a decir el elfo, sin querer contarle que esa mañana se había subido al techo para lavar las tejas… Acción que la señora le tenía estrictamente prohibida debido a su "avanzada edad"-. Preparé algo especial para cenar por si tiene hambre.

-Gracias, Kreacher, pero prefiero esperar a que llegue Harry.

-¿Hasta que el señor termine de salvar al mundo?

Hermione no pudo disimular una sonrisa.

-Harry no tardará en llegar, tú no te preocupes y ve a descansar.

Kreacher la miró con cierto asombro. Jamás terminaría de explicarse porqué la señora era tan considerada con él, aunque para ser juntos, su amo no lo trataba nada mal.

-Nos vemos mañana, que duermas bien –agregó la castaña.

-Gracias, señora -dijo Kreacher, retirándose-. Buenas noches.

Hermione tomó asiento en el sofá y abrió uno de sus libros para distraerse un rato, sin embargo, le resultó imposible concentrarse, al grado que, a los pocos minutos, terminó con el libro cerrado sobre sus piernas y con los ojos fijos en el fuego de la chimenea, sin un pensamiento en particular.

Harry cruzó el umbral de su casa y un delicioso olor a comida recién preparada llegó hasta su nariz. Dos animales peludos salieron corriendo en una feroz batalla por ver cuál de los dos era el primero en llegar hasta él. En un extremo, estaba el kneazle color canela con orejas y cola de león, quien por ser el más antiguo, se sentía el dueño de la casa; y del otro lado, se encontraba el crup de pelaje blanco con manchas color marrón, quien no por ser el nuevo integrante de la familia Potter, se mostraba tímido e introvertido. Ambos animales llegaron empatados, Harry les dedicó un par de mimos y les abrió la puerta para que salieran a jugar, o más bien, a pelear al jardín.

-Hola, brujita –saludó Harry, llegando hasta el sillón grande, donde Hermione ya estaba esperándolo con una sonrisa entre los dientes.

-Hola, amor -murmuró la castaña antes de recibir un beso en los labios.

-¡Tengo una sorpresa para ti! –anunció Harry, sacando de la bolsa de su traje una fina pulsera con colgantes que había mandado pedir esa mañana vía lechuza.

Hermione sonrió mientras Harry se daba a la tarea de ajustar el broche de la joya a la altura de su muñeca.

-Gracias, está muy bonita –dijo la chica aun sonriendo y estirando su brazo para modelar el obsequio. Él la besó en los labios.

-¿Cómo te fue con Luna? –preguntó el ojiverde, sentándose a su lado.

Hermione vaciló y con una simple mirada, Harry adivinó todo.

-Creo que últimamente no soy muy buena compañía.

-No está de más que te diga que para mí tú eres la mejor compañía del mundo -dijo el moreno, rodeando su cintura con sus brazos y besando su coronilla-. No miento si te digo que el mejor momento del día es cuando estamos juntos.

-Gracias por decirlo, porque para mí tú eres lo mejor que hay en mi vida… Eres el culpable de todas mis alegrías.

Los dos se observaron sonriendo y sus labios se buscaron inevitablemente. Cuando se separaron por falta de aire, Harry vio la sonrisa que Hermione siempre le regalaba, pero no le pasó desapercibida esa sombra de dolor que venía dibujándose en sus ojos desde que la herida por la muerte de sus padres se había abierto de nuevo.

Hermione apoyó la cabeza en el hombro de Harry y él besó sus rizos, recordando que esa tarde el sanador Mosby había ido a verlo a su despacho. El viejo médico le había pedido que visitará a Malfoy, y él había pospuesto el encuentro, porque no deseaba ir a ver a uno de sus peores enemigos. ¡Por Merlín! De sólo recordar a Hermione convaleciendo en San Mungo, tenía ganas de estrangular a Malfoy con sus propias manos. Además, ¿qué tenía que saber de ese slytherin que no supiera ya? ¿Qué plan bajo la manga podría tener ese infeliz para librarse del castigo de los dementores?

-Harry, te estoy hablando.

El ojiverde salió de sus pensamientos y le dedicó una mirada apenada.

-Disculpa.

-Te pregunté si quieres cenar algo.

Él asintió, no porque tuviera tanta hambre sino para asegurarse que la inapetente Hermione, de los últimos días, también cenará. Con un encantamiento Accio, Hermione hizo venir desde la cocina los bocadillos que Kreacher había preparado, y Harry ayudó haciendo aparecer un par de platos, copas y cubiertos. Ella sirvió la cena y él abrió un buen vino para acompañar los alimentos.

Los dos cenaron contándose los pormenores del día. Harry escuchó atento el encantamiento anapneo que Hermione había aplicado a uno de sus pacientes que se estaba muriendo por asfixia, y él intentó contarle todo lo ocurrido en el ministerio; sin embargo, un par de veces, el ojiverde observó a su esposa con la mirada pérdida en el fuego de la chimenea a pesar de sus múltiples intentos por hacerla sonreír… Y Harry supo que, si tenía que ir a hablar con Malfoy al día siguiente, lo haría por ella.

-No quiero verte triste -dijo Harry, haciéndola levantar la barbilla.

Hermione se esforzó en dibujar una sonrisa y agarró un mechón de cabello negro entre sus dedos índice y medio. Harry tomó la mano de Hermione entre las suyas y depositó un beso. Los ojos castaños se perdieron en la profundidad de los ojos verdes, y los dos se sonrieron cómplices. Harry se inclinó para besarla en los labios, y Hermione deliberadamente le pasó un brazo por el cuello, mientras que con su mano libre descendía por su pecho hacia el primer botón de su camisa.

-¿Qué hechizo utilizas que cada día me enamoro más de ti? -murmuró Harry.

Ella sonrió dispuesta a ofrecerle una respuesta, pero sus palabras se esfumaron al sentir los labios de Harry sobre su cuello, murmurando su nombre. Hermione no tardo en rodear su espalda con sus brazos, atrayéndolo hacia sí, y las manos de Harry vagaron libremente por la suave piel femenina. Hermione cerró los ojos, olvidándose de todo, y se dedicó a sentir el maravilloso torrente de emociones que Harry provocaba en ella cada vez que estaban juntos.


El ruido del metal se escuchó deslizarse sobre los rieles de la celda y la reja quedó abierta. Los ojos grises del hurón se encontraron con los ojos verdes del jefe de los aurores, y entre los dos reinó un silencio casi solemne que se extendió por varios segundos.

-¡Draco Malfoy! –murmuró Harry sin que su voz pudiera ocultar el desprecio que sentía por él.

-¿Qué es lo que quieres, Potter? -exclamó Malfoy sorprendido por su visita, pero tratando de sonar lo más indiferente posible.

El ojiverde entró en la celda y se acercó al slytherin para encararlo.

-Mosby me pidió que viniera a verte porque tienes algo muy importante que confesar antes del juicio -dijo Harry sin rodeos.

Malfoy maldijo por lo bajo. No necesitaba la lastima ni la ayuda de nadie. ¿Es que acaso Mosby no lo había entendido?

-El sanador Mosby se equivocó al buscarte. No tengo nada que confesar… Las únicas declaraciones que haré serán el día del juicio y delante del tribunal de Wizengamot.

Harry tuvo que apretar los puños para no pegarle por su arrogancia.

-Sucede Draco Malfoy que cada que tu desagradable imagen viene a mi mente, tengo ganas de matarte, pero no puedo enviarte a la tumba sin que pagues por todo el dolor que has causado.

-Muy pronto un dementor te ahorrara el trabajo -cortó Malfoy.

-Vine porque quiero saber la verdad -exclamó Harry a punto de saltarle a la yugular-. ¿Qué fue lo que realmente hiciste con los padres de Hermione?

-¿Un Avada Kedavra responde a tu pregunta, Potter? Mejor dicho, dos.

Harry lo sujetó de la camisa y lo pegó contra la reja.

-¿Quieres la verdad? -soltó Malfoy, liberándose de su agarre-. No tengo ningún reparo en decirte que, en los días de la guerra, mi grupo de mortífagos viajó a Australia para incendiar la casa donde vivían tus suegros, y terminar así con sus patéticas vidas.

Harry le soltó un golpe con el puño, haciéndolo girar la cabeza.

-¡Te juro que vas a pagar por todo lo que has hecho! -gritó Harry-. ¡Te juro que ninguno de tus delitos va a quedar impune!

-Haz lo que tengas que hacer, Potter. No tengo miedo –dijo Malfoy, sintiéndose terriblemente cansado de la vida.

Los dos hombres se miraron con odio contenido. No había nada más qué decir.

-¡Te veré en el juicio! -exclamó Harry, abandonando la celda como un verdadero diablo.

Malfoy lo vio marcharse antes de golpear la pared con disgusto.

¡Merlín, si tan sólo supiera qué fue lo que pasó después de que su padre le lanzó la maldición Immobile Crura!


Ginny miró a través de la pequeña ventana que había en su celda, cuyos barrotes eran imposibles de romper. La discreta luz del sol la hizo contraer sus pupilas. La pelirroja se mordió el labio, tenía la boca seca y un nudo en la garganta. Finalmente, el día de su juicio había llegado.

Las palabras de apoyo de sus hermanos y sus padres llegaron hasta sus oídos como un recuerdo lejano. Eran palabras cálidas que nada tenían que ver con las últimas palabras que Harry le había dicho en una de sus supervisiones a su celda.

-Todo lo que hice fue por amor -murmuró la pelirroja.

-Si de verdad me querías, ¿por qué me separaste de Hermione? ¿Por qué intentaste destruir mi matrimonio?

-Porque Hermione te tiene hechizado. ¿Es qué no te das cuenta?

-Eres tú la que no puede darse cuenta de todo el daño que has causado … Vives encerrada en tu egoísmo, y no te importa pasar por encima de los demás con tal de lograr lo que quieres.

-No es así, yo siempre te he querido. ¿Es que no puedes verlo?

-No, Ginevra, tú solamente te quieres a ti misma.

La chica pasó sus manos por su cara, secando un par de lágrimas. La belleza de sus facciones la hizo enfrentarse a la desesperanza: todo se perdería en una miserable celda. El abogado que había contratado su familia, había tratado de animarla, pero había sido muy honesto con ella al decirle que pasaría varios años de su vida en Azkaban.

La idea de salir de la cárcel convertida en una mujer vieja, fea y arrugada era uno de sus peores miedos. El temor de no volver a jugar Quidditch de forma profesional, la desolaba. El recuerdo de los días felices en Hogwarts, la hacía tener pesadillas y despertarse a mitad de la noche sudando… Y lo que más atormentaba su corazón, era saber que iba a separarse de su hijo. Su pequeño bebé crecería sin su amor y sin sus cuidados, totalmente lejos de ella.

-¡Señora Weasley, ya es la hora! -dijo el guardia.

Ginny se giró, contemplando a un par de aurores que habían ido para escoltarla.

La chica sintió flaquear sus piernas, pero no demostró miedo alguno. Hizo su cabello hacia atrás y tratando de mantener el mejor semblante posible, salió a enfrentar su destino.


Malfoy estaba atado mágicamente a la silla de los acusados y miraba atentamente la sala del tribunal. Los miembros de la corte de Wizengamot iban llegando a cuenta gotas y pasaban a ocupar su lugar en la tribuna sin detenerse a observarlo. Todos vestían sus impecables túnicas largas de color ciruela con las iniciales gradadas… Todos se veían tan justos e imperturbables que Draco tuvo la certeza de que, ni con todo el dinero de su cuenta de Gringotts podría cambiar su suerte.

Ginevra Weasley entró acompañada de dos aurores. Por más esfuerzos que hiciera por ocultarlo, el pánico estaba reflejado en su rostro y el miedo podía olerse a kilómetros.

Los ojos de la muchacha se cruzaron con los suyos, y por un fugaz instante, Malfoy sintió un poco de compasión por ella. Se preguntó si él la había arrastrado hasta ese tribunal en su afán de volver a caminar, o había sido ella la que lo había llevado hasta ahí en su deseo de separar a Potter de Hermione.

Draco hizo una mueca de disgusto: ¿De qué le servía saber quién había comenzado aquella maraña, si al final, los dos eran culpables?

Ginny fue colocada en una silla que estaba al lado del rubio y los custodios se ubicaron a sus espaldas. Las miradas de ambos jóvenes volvieron a encontrarse en una extraña mezcla de ira y resentimiento.

-Hola, Malfoy -saludó Ginevra con una nota de sarcasmo-. ¡Cuánto tiempo sin vernos!

Malfoy levantó una ceja con aire antipático.

-¿Qué ocurrió, comadreja? ¿Jamás pudiste lograr que Potter se olvidará de Granger?

Ginny clavó sus ojos en él y con una sonrisa falsa, le dijo:

-¿Por qué, Malfoy? ¿Qué interés tenías en que eso ocurriera? ¿Es que acaso te enamoraste de la sangre sucia?

Ginny sonrió con expresión triunfante al ver que el semblante de Malfoy había cambiado por completo. El rubio prefirió ignorarla. Quizás si Ginevra no hubiera sido descubierta por el jefe de los aurores, él seguiría en su casa, manteniendo a Hermione a su lado, y escondiéndola de Potter y del resto del mundo… Pero ¿era justo ser feliz a costa de que Hermione fuera infinitamente miserable?

Blaise Zabini no tardó en llegar siendo escoltado por otros dos aurores, y también fue llevado a sentarse junto con sus compañeros de crimen.

-Bienvenido –dijo Ginny.

Zabini hizo un gesto hostil y prefirió mirar a Draco.

-Alguna vez te dije que tarde o temprano, iban a descubrirnos y que terminaríamos todos en Azkaban, pero no quisiste escucharme –le reprochó Zabini.

-Tú aceptaste colaborar a cambio de dinero –replicó Malfoy-. Te has vendido bastante bien… Lástima, porque ahora mi dinero no podrá servirte de nada.

-Es obvio que aquí el único que ganó algo, fuiste tú –dijo Zabini con un eco de rencor en su voz-. ¡Ya puedes caminar! Lástima, porque van a condenarte al beso del dementor.

Draco le hubiera debatido, pero se quedó sin palabras porque justo en ese momento, Hermione entró en la sala del tribunal. Iba del brazo de Potter, vestía de manera elegante con un traje sastre color beige, y su cabello estaba recogido en una coleta. Su semblante estaba sereno, y sus facciones resultaban más finas que nunca.

Por un instante, los ojos castaños chocaron con los grises del rubio. Draco pudo advertir el dolor que se reflejaba en aquellos ojos, pero también vio un nuevo destello que no había visto nunca, y que no era otra cosa más que el deseo de hacer justicia.

Hermione le mantuvo la mirada indicando que no tenía miedo de él, ni de sus dos compañeros. Era la primera vez que Hermione veía a Ginny desde los mundiales de Quidditch, y lejos de poder sentir compasión por ella y sus conjuntivas rojas, deseo verla pagar por todas las cosas malas que había hecho.

-Hola, ¿cómo están? -dijo una voz por detrás de la pareja.

Harry y Hermione se giraron para ver quién les estaba hablando. Un muchacho moreno de cejas muy pobladas y mirada discretamente huraña se acercó a saludarlos. Hermione lo miró sorprendida, le resultaba extraño volver a encontrarse con Viktor Krum después de tantos años sin verlo, sobre todo porque sentía que hace apenas unas semanas lo había visto en los mundiales, y tuvo que recordarse a sí misma, que el muchacho que se hizo pasar por él, no era otro más que Zabini.

-Hola, Viktor –saludó Harry, estrechando su mano. Viktor correspondió a su gesto con caballerosidad.

Hermione alzó las cejas sonriendo, era curioso observar a ambos hombres intercambiar un saludo cordial y libre de disgustos, resentimientos o malentendidos.

-¿Cómo estás, Hermione? -preguntó Viktor, inclinándose para darle un beso en la mejilla.

-Bien, gracias –contestó ella con una sonrisa.

-Me alegro porque conozco a alguien que daba un brazo, una pierna y toda su fortuna con tal de encontrarte –dijo el búlgaro, lanzándole una suspicaz mirada a Harry.

Hermione soltó una risa y abrazó a Harry por la espalda, él le dio un beso en la sien.

-Lamento mucho todo lo que has vivido en los últimos meses –dijo Hermione a Viktor con voz sincera.

-Ya pasó, ahora estoy muy bien. He vuelto a entrenar con la selección de mi país, tengo más admiradoras que nunca, mi vida familiar ha mejorado bastante, me llevo muy bien con mis compañeros de equipo y hasta he conocido a una chica por lo que podría renunciar a mis días de soltero.

El matrimonio Potter rió.

-¿Listo para el juicio, Harry? –preguntó Viktor.

-Totalmente.

-Pues, acaba con ellos.

-Así será -aseguró el ojiverde.

El juicio comenzó, el primero en ser llamado a declarar fue Viktor Krum, quien no se contuvo en su testimonio y contó todos los pormenores de su secuestro. Después siguió el sanador Smethwyck, quien dio fe del estado tan lamentable en el que se encontraba Arabella Figg, gracias a la maldición Cruciatus. Después siguió el investigador Williams, quien presentó todas las pruebas que incriminaban a Malfoy con la muerte de los señores Granger.

Esa fue la peor parte para Hermione. Con todo el dolor de su alma, cerró los ojos y vio a sus padres. Sintió sus besos sobre su frente y sus mejillas… Casi, casi podía escuchar sus risas y sus palabras de cariño. La habían amado tanto…

La chica tuvo que respirar profundamente por la boca para no soltar las lágrimas que querían asomar por sus ojos… Y sólo así logro obtener el coraje suficiente para que, en vez de llorar, soltará todo lo que había vivido en la mansión Malfoy cuando le tocó pasar a declarar.

No pudo callar nada y narró con lujo de detalles el secuestro a manos de Zabini y Ginny, el encierro en aquella mansión fría y sombría, la orden de atender a Malfoy en contra de su voluntad, las amenazas del hurón de arrebatarle la vida si no lograba encontrar un remedio para la maldición Immobile Crura, la maldición cruciatus que el slytherin le había lanzado cuando le reclamó por las revistas de Corazón de Bruja, y hasta la forma en que ella había puesto en riesgo su vida al entrar en el laberinto de la locura, buscando desesperadamente alguna forma de recuperar su libertad.

Al terminar, Hermione sintió como si se hubiera quitado un peso de encima. Lo que pasará a partir de ese momento, sería decisión de los miembros del Wizengamot, pero deseaba fervientemente que todo el peso de la ley cayera sobre esos tres miserables.

Por último, Harry presentó todas las pruebas que había encontrado en su larga búsqueda. Si bien podría decirse que Harry no tuvo piedad alguna con Ginny y Zabini, con Draco se mostró inflexible, pues no dejo ni un solo cabo suelto por el que hurón pudiera alegar inocencia, todo lo contrario, sus pruebas y evidencias terminaron por hundir a la serpiente.

Contrario a lo que muchos hubieran pensado, Malfoy aceptó todos los cargos en su contra. No renegó de ninguna de las acusaciones que le hicieron, ni protestó por las pruebas presentadas. Los abogados de Ginny y Zabini, inútilmente trataron de mitigar los cargos y no lograron ejercer algún cambio en las decisiones del tribunal.

La corte se reunió a solas y varias horas después leyeron la sentencia, Ginevra Weasley pasaría diez años en Azkaban, Blaise Zabini ocho años y Draco Malfoy sería condenado al beso del dementor. La ejecución tendría lugar al día siguiente. La invalidez de sus piernas no era causa suficiente para redimirlo del daño causado a Figg, Krum y Granger, y nada podría exculparlo de la muerte de los señores Granger.

Ginny soltó varios sollozos ahogados, Zabini tembló y lloró como un niño, pero Malfoy mantuvo todo el tiempo un semblante indiferente, como si ya nada pudiera importarle en el mundo.

La puerta de la sala del tribunal se abrió. Los miembros de la corte salieron rápidamente. Malfoy vio al matrimonio Potter tomarse de la mano y caminar juntos hacia la salida. Cruzaron un par de palabras con el Ministro de Magia y hasta se despidieron de los integrantes de la familia Weasley, quienes a pesar de las caras largas que tenían, no parecían guardarles rencor por la sentencia de Ginevra.

Para decepción del hurón, la castaña no se volvió para mirarlo ni una sola vez. A pesar de que Hermione sabía de sobra lo que él sentía por ella, no se dignó a dedicarle una última mirada que lo acompañará en su última noche de vida. Simplemente pasó de largo, ignorándolo por completo. El único que le dedicó una mirada fue Potter, pero no fue una mirada de triunfo, ni de gloria, ni siquiera de pesar. Era como si Potter estuviera buscando en él una pista… Una última prueba para saber si realmente era culpable de todo lo que lo había acusado o había algo más. Algo que cambiaría el rumbo de la "justicia".

Malfoy se sintió vulnerable al escuchar el ruido de las puertas de acero cerrarse a sus espaldas. Al día siguiente le darían el beso del dementor y terminaría como una cascara sin vida, con los ojos perdidos en el infinito y sin un solo recuerdo. Ni siquiera conservaría el recuerdo de los días que Hermione había vivido en su mansión, ni el afecto que había llegado a sentir por ella. Y lo ocurrido en la noche que recibió la maldición Immobile Crura, se perdería para siempre.


Hermione y Harry entraron a su habitación después de una cena en el Caldero Chorreante con Hagrid. El silencio se hizo presente, pero ninguno de los dos quería hablar.

Ambos tenían una sensación de vacío que la palabra justicia no podía llenar.

-¿Quieres ir mañana al tribunal? -preguntó Harry-. La ejecución de Malfoy será en la noche.

Hermione negó con la cabeza.

-No quiero presenciar algo tan horrible.

Harry no insistió.

-Vamos a dormir -pidió Hermione, deseando poner la cabeza en la almohada y olvidarse de todo.

Harry le dio un beso en los labios antes de dejar que se acostara.

Él acomodó las cobijas y pronto sintió el brazo de Hermione sobre su pecho, acurrucándose junto a él. Él la abrazó sobreprotector.

Fue una noche larga, en la que el sueño les llegó hasta ya muy entrada la madrugada.

A pesar de que Harry estaba satisfecho con el juicio, una parte de él, inexplicablemente, sentía que había un cabo suelto y por más vueltas que le daba al asunto, no lograba entender qué se le estaba escapando.

Y Hermione por su parte, había llegado a pensar que la condena de Malfoy le devolvería la paz por la muerte de sus padres, pero no fue así. Todo lo contrario, tenía la extraña sensación de que, si la sentencia se cumplía, no volvería a vivir nunca más en paz.


"Para una mente bien organizada, la muerte no es más que la siguiente gran aventura". El recuerdo de la frase del viejo Dumbledore no hizo que Draco se sintiera mejor. Todo lo contrario, el temor oprimía sus pulmones con cada respiro que daba.

La celda nunca le había parecido ni más fría, ni más tenebrosa, ni más vacía. Cada minuto que transcurría lo alejaba más del mundo terrenal y lo acercaba a la pérdida de su alma con pasos veloces.

No quería pensar en su juventud pérdida, ni en todas las cosas que ya no podría hacer, ni en los proyectos que nunca podría realizar.

No tenía miedo al dolor, sino a la pérdida de su identidad. Saber que después del dementor no habría otra cosa más que un cuerpo sin alma, era algo que lo consumía por dentro.

Su muerte no llegaría con la vejez, sino con el olvido. Todo el mundo seguiría su curso, y nadie notaría su ausencia. Todo sería como si él jamás hubiese pisado la tierra… Como si él jamás hubiese tenido su pequeña fracción de tiempo.


A la mañana siguiente, Harry entró a su despacho, fue a sentarse a su sillón, revolvió los papeles como si quisiera encontrar algún objeto perdido, fijó la vista en las fotos que adornaban la estancia y pasó una mano por su desordenado cabello.

Había tenido una larga noche y parecía que su cabeza no tardaría en explotar. Ni siquiera el sabor de un buen desayuno con los miembros de la Oficina del Uso Incorrecto de la Magia, lo había hecho sentir mejor.

Queriendo ocupar la mente en algo, Harry tomó un pergamino y quiso adelantar parte de su trabajo, redactando un documento donde establecía los encantamientos permitidos para los cursos de formación de aurores, pero todo fue inútil, su concentración no era la mejor de todas.

Cansado y enojado, hizo a un lado su pergamino, y fue así como un extraño trozo de papel, salió al descubierto en medio de los otros veinte pergaminos que tenía sobre el escritorio.

Sorprendido, Harry tomó el papel entre sus manos para descubrir que se trataba de un mapa de Inglaterra con una dirección escrita en uno de sus bordes.

Harry volteó el papel dos veces, pero no había más información… Todo se reducía a ese misterioso mapa que había aparecido de la nada.

-Todo está listo para el traslado de Ginny Weasley a Azkaban –dijo Seamus, entrando inesperadamente a su despacho.

Harry asintió aún con la vista fija en el mapa. ¿Quién lo había mandado? ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Qué significaba esa dirección?

-¿Ocurre algo, Harry? –preguntó Seamus.

El ojiverde hizo caso omiso y volvió a dar vueltas al plano.

-¿Podrías encargarte del traslado de Ginny? -dijo Harry de repente.

-¿Y eso?

-Tengo que salir de inmediato.

-¿Qué ocurre? – preguntó Seamus.

Harry negó con la cabeza, algo en su interior le decía que debía ir a buscar la dirección señalada en el mapa.


-Buenos días, Ginny -dijo Seamus, apareciendo en su celda.

-Hola -dijo ella, totalmente desmoralizada.

-Es hora de irnos a Azkaban, yo te escoltaré junto con Dean y otros dos miembros del cuartel -informó el auror.

Ella asintió sintiéndose decepcionada por no ver a Harry. ¿Por qué no había ido a escoltarla como jefe de los aurores? ¿Es que acaso la despreciaba tanto que ni siquiera tenía un último instante para ella?

-Tus padres y tus hermanos están afuera. Harry le dio un permiso especial a tu mamá para que puedas ver a tu bebé unos minutos antes de irnos.

Ella levantó los ojos, sintiéndose un poco mejor.

Molly entró en la celda, cargando a su pequeño bebé. Los ojos de la pelirroja se llenaron de lágrimas al verlo.

-Necesito cargarlo por favor -dijo Ginny a Seamus, pidiéndole que la liberara por un instante del hechizo que le impedía mover sus manos libremente.

Seamus se compadeció de ella y decidió concederle ese último deseo antes de emprender el camino a la prisión.

Ginny abrazó a su hijo con todo su cariño, lo besó múltiples veces y hasta le cantó una canción de cuna, mientras las lágrimas inundaban sus ojos.

Seamus sintió lástima por ella. Nunca la había visto llorar de esa forma.

-Se acabó el tiempo -dijo un custodio, asomándose a la celda cinco minutos después. Ginny apretó a su bebé con más fuerza, los minutos habían transcurrido tan rápido.

-No quiero dejarlo, es mi hijo -dijo Ginny.

-No puede ir contigo a Azkaban -dijo Molly.

-Pero yo lo quiero, es mi bebé.

-Vamos, cariño -dijo Molly, intentando recuperar a su nieto-. Entrégamelo, yo cuidaré de él.

La chica volvió a abrazar a su hijo, y lo retuvo contra si lo más que pudo. Las lágrimas salían por sus ojos a raudales.

-Quiérelo mucho -pidió Ginny mirando a su madre, pero aun besando las mejillas de su hijo-. Estoy segura de que, en ti mi bebé encontrará todo el cariño con el que yo siempre crecí.

-Por supuesto que sí, hija.

Ginny entregó a su bebé y Molly con el alma en un hilo, dio un beso a su hija y salió de la celda acompañada de un custodio.

La pelirroja derramó más lágrimas y soltó un grito de dolor. Seamus le pasó un pañuelo y le pareció prudente darle un instante para que se repusiera.

-No sabes cuánto lamento todo esto -dijo Seamus

Ginny seguía jadeando en medio de sollozos aislados.

-Gracias, Seamus, has sido muy bueno conmigo –dijo la chica, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

Él sonrió, bajando la guardia… Y con un movimiento rápido, Ginny estiró el brazo hasta la varita mágica del auror y se apoderó de ella.

Kingsley y Dean venían acercándose a la celda de Ginny para supervisar que todo estuviera en orden, cuando vieron pasar como una ráfaga de viento una cabellera rojiza. Acto seguido, Seamus apareció corriendo como un verdadero loco para alcanzarla.

-¿Quieres explicarme qué ha pasado? –exclamó Kingsley.

-Ginevra Weasley me quitó mi varita y está corriendo por todos los pasillos intentando escapar –dijo Dean, deteniéndose un segundo junto a los otros dos

-¿Cómo sucedió esto? –exclamó Dean

Seamus quiso que la tierra se lo comiera. ¿Cómo había podido caer en el juego de la pelirroja?

-Lo siento -dijo Seamus, aun sorprendido de la habilidad de la chica para desarmarlo-. Ha sido culpa mía. Le quité el hechizo que inmovilizaba sus manos para que pudiera despedirse de su hijo y logró desarmarme para luego hechizar a los custodios que vigilaban su celda.

Kingsley tuvo que contener en ese momento un regaño ejemplar. Lo más importante era atrapar a Ginny. Dado que la pelirroja estaba en el área de detecciones y todo estaba encerrado y vigilado, le sería prácticamente imposible escapar, pero eso no quitaba el hecho de que tuviera una varita entre las manos y estuviera causando un gran alboroto.

-¡Vamos! ¡Tenemos que atraparla! –gritó Kingsley.

-Es una bruja muy poderosa y puede ser capaz de cualquier locura –dijo otro auror, saliendo por donde Ginny acababa de echar a correr.

-¡Seamus! -ordenó Kingsley-. Adelanta la hora del beso de dementor de Malfoy, no podemos arriesgarnos a que otra cosa más suceda.

-Pero, el tribunal dispuso que la ejecución fuera en la noche… Además, Harry ha salido y él tiene que estar presente como Jefe del Cuartel.

-No hay tiempo que perder, encárgate de la ejecución. –exclamó Kingsley- ¡Que sea ahora mismo! No podemos arriesgarnos a que Malfoy también haga una de las suyas.

-Pero…

-No voy a arriesgar mi credibilidad como Ministro de Magia… No voy a permitir que algo más suceda en mi administración, así que encárgate de que los dementores besen a Malfoy en este momento.

-Está bien, señor -dijo Seamus, no quería desobedecer ni causar más alborotos.

Ginny corrió por los diferentes pasillos del área de detecciones hasta quedar atrapada en un pasillo sin salida. Los aurores le estaban pisando los talones.

La respiración de Ginny se hizo más rápida, no había forma de seguir hacia adelante. Su única forma de escapar era a través de una escalera que conducía a una pequeña ventana alta, cuyos barrotes podían ser destruidos si utilizaba el hechizo correcto.

-¡Detente, Ginny! –gritó Dean, adivinando su siguiente movimiento.

Ella le lanzó un hechizo que lo hizo caer al piso y rodar.

-Te lo advierto, Ginevra, es mejor que te entregues –gritó Kingsley-. ¡Estás atrapada!

"Tengo que salir por la ventana, es mi única esperanza" –pensó la chica, dirigiéndose a la escalera a pesar de que la abertura era muy estrecha.

-¡Flipendo! -gritó otro auror, intentando detenerla.

Ginny fue más rápida y lanzó un hechizo escudo para protegerse.

-Bombarda máxima –gritó la pelirroja, prendiendo fuego al área de detecciones con la intención de que se formara una barrera de llamas entre ella y sus captores, para tener el tiempo suficiente de escapar.

El fuego se hizo intenso, en un dos por tres todo ardió en llamas.

-¡Experlliamus! –gritó Kingsley.

La varita de Seamus quedó flotando en el aire, pero Ginny no se giró para recuperarla, pisó los peldaños de la escalera y subió a toda velocidad antes de que las llamas quemaran todo.

-Petrificus totalus -exclamó Kingsley.

Ella logró esquivar el hechizo. El rugido de las llamas se intensificó y el fuego se extendió tanto que los aurores no podían avanzar.

-¡Everte statum! –gritó Kingsley.

Una luz roja tocó a Ginny e inevitablemente la chica perdió el equilibrio, pisó en falso muy lejos de los peldaños, y cayó al suelo sobre las llamas abrazadoras.

-¡Ginny! -exclamó Dean horrorizado al contemplar la caída.

Kingsley miró aterrado lo que estaba pasando, el cuerpo de Ginny estaba atrapado en el fuego, y ella se movía desesperadamente intentando escapar de alguna manera, pero las columnas de humo negro le impedían ver con claridad, haciendo que cada vez, se internará más entre las llamas.

-¡Aqua Eructo! -gritó Kingsley, invocando un chorro inmenso de agua.

Algunas llamas se extinguieron y Dean junto el valor suficiente para cruzar el fuego y rescatar a Ginny, justo antes de que un cerro de escombros cediera ante un crujido.

Dean tomó entre sus brazos a la pelirroja antes de que ardiera todo a su alrededor.

Kingsley seguía lanzando hechizos de agua para controlar el incendio.

-¡Ginny! -exclamó Dean horrorizado al ver la piel de la joven terriblemente quemada.

Ella lo miró débilmente antes de cerrar los ojos. El fuego había quemado una parte de su sistema respiratorio, y ella inhalaba y exhalaba con dificultad.


Hola, ¿cómo están?

Espero que super bien.

Mil gracias por leer. Espero que este pequeño fragmento les haya gustado. Prácticamente queda muy poco por contar de esta historia, así que pronto estaré por aquí con el último fragmento… Y la palabra FIN.

Por favor, no se olviden de dejar un review. Es la última parte… ¿Qué les cuesta regalar un pequeño comentario? Les aseguro que el botón de reviews no muerde.