¡Holaaaaa! De antemano, me disculpo por la demora. No esperé que fuera a tomar tanto entre la actualización pasada y esta, pero bueno, es que también he tenido mucho movimiento. Les actualizo un poco: no gané el concurso nacional, pero si quedé en los primeros puestos del concurso regional. Y a raíz de eso, me invitaron como escritora joven local a un Festival Internacional que hubo en mi ciudad, dónde también tuve la oportunidad de conocer maravillosos escritores de todas las edades, jóvenes y viejos, locales e internacionales. He recibido otras invitaciones y trabajos, por los que he estado escribiendo extra y eso me ha tenido avanzando este cap a pasitos de tortuga QwQ. Pero bueno, ¡Aquí estoy! Estoy preparándome para participar en otro concurso de escritura que ya se premia en el 2020, a ver qué tal sale todo xD. Por lo pronto, quiero poner las mejores energías para actualizar el cap siguiente este mismo mes.

Ahora ¡MUCHAS GRACIAS! Por seguir, por escribir, por retroalimentarme. Siento que Fiore está llegando a un punto muy bonito de su historia, y espero enormemente que sientan que ha valido la espera. En especial, y por comentar, quiero agradecer a Wonder Grinch: Por tu buena energía en mis proyectos, y por la paciencia que me han tenido con las actualizaciones. No me olvido de ustedes, gracias en serio por verter su tiempo en leerme. A cada palabra le impregno siempre un trocito de alma. FairyMe, SJCassandra, SakLiEsme: Gracias, gracias, gracias. Por sus ánimos y bellas palabras, por esperar, por seguir, por leer. Gracias totales, en serio, lo aprecio mil. Cerezo01: Siempre es un gusto leerte en mis reviews, en serio le pones tanto entusiasmo que me gusta pensar que disfrutas tanto leyendo cada capítulo como yo disfruto leyendo tus comentarios y observaciones. Te agradezco las buenas energías en los proyectos y, en cuanto a la propuesta que me haces con ValSmile, realmente me encantaría, pero parte del requisito de los concursos es que los textos que participan no hayan sido publicados aún n_ñU. De todas maneras, te adelanto que he tenido en mente empezar otros escritos (algún posible spin-off de Fiore, cuando lo termine jajaja), pero no lo he invertido aún a eso porque quiero terminar antes Fiore, que es de momento mi "pez gordo" entre los fics xD. De todas maneras, gracias como siempre, y espero que este cap te vaya aclarando varias de las dudas que tengas :3. Sakurita136: ¡Gracias! Tus palabras le dieron calidez a mi kokoro QwQ. En especial porque realmente creo que uno nunca deja de autoexigirse en esas cosas xD. Cada que voy a publicar algo, me encargo de revisarlo muchísimas veces y eso que en una que otra ocasión se me ha ido algún error que no había notado antes y…meh *llora sangre * jajajaja. Pero bueno, una cosa es una misma desde la autoexigencia, y otra el como te perciben. Así que realmente me alegra el alma que recibas de esa manera mi trabajo. Isabelweasleygranger: ¡Un almita que llega por recomendación! Aodawijfskal TwT Qué bonito, en serio, bienvenida y espero que disfrutes lo que va siguiendo de la historia con la misma intensidad (o incluso más) de lo que pudiste disfrutar el inicio. Estoy haciendo el voto personal de actualizar más de seguido (y espero, de corazón, que el tiempo me de para eso). Por lo pronto, ¡ojalá sigas conectada a la historia! ValSmile: ¡y a ti, gracias por la paciencia, por leerme, por los ánimos, y por recomendar Fiore! xD Me gusta mucho leer reviews largos porque siento que es una manera muy linda de conectarte con el lector, y bueno, me pasa mucho contigo y con cerezo01. Gracias por todas esas respuestas, por adentrarte en ellas, me retroalimenta enormemente el sentir que va por buen camino lo que escribo. Espero que en este caso haya valido la espera y este cap de siga enganchando a la historia, pese el tiempo de pausa activa que hubo.

Ya me extendí en los agradecimientos, pero tras una larga espera, era lo mínimo que les debía. Muchas gracias, en serio, por todo. Disfruten la lectura.

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Capítulo 19: Justicia. Avanzar y escribir.

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El tiempo pareció detenerse unos instantes en lo que Syaoran procesaba lo que sus ojos veían y, para su mayor desconcierto, el cómo reaccionó su cuerpo al verla. Pasó más de un año imaginando escenarios donde podía encontrarse con Meiling en esas diversas circunstancias y en todas esas imágenes sentía una rabia escocerle la garganta y la boca del estómago, llevándolo a insultarla y a reclamarle. A llorarle si hacía falta por su poca honestidad y escaso amor. Todas eran imágenes de desespero e ira pero en el instante que la vio de frente, cruzando de forma magnificente esa puerta con esos atuendos lila de seda, Syaoran se sintió nervioso y mudo. Su estómago se revolvió como la primera vez que recordaba haberla visto y notó con enorme aflicción el cómo ni las fotos ni los recuerdos hacían real justicia a su verdadera belleza. Porque era hermosa. Sintió algo amargo en su boca, pero tardó en responder por lo mismo. Por sentirse turbado al ver a su ex devolviéndole la mirada y, no sólo eso, sino notar que ella también parecía sorprendida y el verlo ahí no le resultó del todo tan indiferente.

-Sya…- empezó a decir ella, con voz aterciopelada. Pero el escritor la cortó de inmediato, desviando la mirada.

-Señora Brown- dijo a modo de contestación cortante y cordial, inclinando la cabeza sutilmente a modo de saludo, pero sin mirarla. Shen era observador en términos generales. No obstante, en ese momento estaba tan estresado por su previa discusión en el teléfono y por tener que lidiar con la esposa del socio y no con el socio cómo tal, que pasó por alto el detalle de que Syaoran tuvo un cambio súbito de actitud en relación a la mujer (lo pareció, en su defecto), o que la mirada de Meiling Brown era inescrutable y no se despegaba de su primo.

-Syaoran- dijo Shen con un tono un poco más serio, mientras recuperaba su puesto en la silla tras el escritorio. Seguidamente le sonrió a Meiling de la mejor manera que Hien Li lo habría hecho y, con un ademán educado de la mano, le indicó que tomara asiento al lado de Syaoran- Me excuso por los modales de mi primo, señora Brown. O debería poder decir "señorita", mis ojos han recibido una grata sorpresa- dijo el menor de los Li entre un tono jocoso, educado y cordial coquetería que llevaría a una mujer a sonreír, recibiendo el cumplido. Meiling no fue la excepción y Syaoran rodó los ojos, sintiéndose crispado- Syaoran ha vivido demasiado tiempo en Japón, ha de entender que aquí la gente es más bien formal.

-No se preocupe, señor Li- Meiling habló por primera vez con su voz despierta que tenía una ligera tendencia a sonar ronca. Sin embargo, hubo algo que se escuchó muy diferente en ella y que Syaoran, desde sus adentros, notó: sonaba recatada, discreta. Incluso con un tono de voz más suave y sumiso. ¿Esa era la misma Meiling, acaso? Que lo buscó y directamente le dijo "tú me gustas" sin mayor miramientos o vacilaciones. Al parecer Meiling Amamiya y Meiling Brown eran muy diferentes entre ellas, aunque conservaran el mismo rostro. La joven se aclaró la garganta y dijo de manera suave- Ignoraba que el famoso escritor Syaoran Li fuera pariente de ustedes, o estuviera…vinculado a la empresa.

-El apellido "Li" debió decirte algo, ¿No? – apuntó Syaoran con un tono ligeramente más mordaz, ya dejando de lado las formalidades, sin disimular su ceño fruncido. Shen abrió los ojos, escandalizado, temiendo que la insolencia del joven castaño le fuera a costar el negocio.

- Syaoran.

-Déjalo así, Shen. Te espero afuera. Realmente no me corresponde a mi estar aquí.

Shen suspiró, bajando un poco la guardia: - Vamos, Syao, no te lo tomes así. Quedamos de ir a comer, ¿Recuerdas?

-Si, y eso sigue en pie. Por eso te dije que espero afuera- dijo en lo que corría el asiento y se incorporaba, sin dedicarle una sola mirada más a Meiling aunque fuera consciente que ella, en ese segundo, no le quitaba los ojos de encima a él. No prolongó mucho las despedidas e hizo lo posible para evadir cualquier contacto con Meiling hasta que salió de la oficina y al verse de nuevo por el lobby del hotel, soltar un suspiro agotado, sintiéndose confundido.

Hermosa. Creyó tener muchas palabras en mente, producto de la ira contenida luego de todos esos meses, pero la primera que le pudo salir de la mente fue "hermosa".

Buscó un sitio para sentarse y agradeció que el lobby estuviera en su mayoría vacío, para así disponer un poco más de sí mismo y reordenar las ideas, ¿Qué hacer? Pensó en Sakura y sintió un nudo formársele en la garganta, llevándolo a tensar más los hombros. Pensó en Sakura y su verde y dulce mirada en contraste con la de Meiling. Pensó en qué hacer o si, en primer lugar, había algo por hacer.

"No seas ridículo, Syaoran" se dijo a sí mismo, bajando la mirada mientras apoyaba los codos sobre sus rodillas tras encorvarse un poco. No, claro que no. No había nada que hacer, ni decir. Ella era su ex, y ahora estaba casada. Tal vez lo que si tenía era preguntas acerca de porqué se fue sin decirle nada, o cuánto tiempo llevaba ella viéndose con Edmund Brown antes de llegar a la conclusión de que sería mejor irse con él. Si, sólo eso. Pero nada más importaba. Tenían su vida por separado, y no valía la pena darle más vueltas al asunto.

La reunión se prolongó más de lo previsto, y el joven escritor se planteó a sí mismo si lo más prudente sería dar media vuelta e irse de nuevo a su departamento. Huyendo de la situación. Pero eso era impropio de él, pues nunca había huido de nada, salvo de su familia cuando ésta lo sacó de la herencia una vez decidió no darle más la espalda a sus sueños. Y aunque hubiera sido por una buena causa, con la memoria de Hien de por medio no dejaba de arrepentirse por no haber establecido más contacto con ellos desde antes. O al menos con su hermano. Volvió a preguntarse lo que, días atrás, se preguntó en su departamento: De haber conocido a Sakura mientras ella seguía con Hien y él con Meiling… ¿Habrían funcionado las cosas? ¿Se habría fijado en ella, en primer lugar, y viceversa? Seguía sin estar del todo seguro de esa respuesta y el haberse puesto nervioso apenas vio a la joven morena entrar sólo lo hizo dudar más de las cosas.

Al cabo de una hora, la puerta se abrió. Pero en lugar de salir Shen, salió Meiling. Syaoran alzó la cabeza, esperando encontrar a su primo. Pero en el instante que sus ojos de color caramelo se fundieron en los rojizos de ella, tuvo que dejar pasar unos cuantos segundos para caer en cuenta que lo mejor sería apartar la mirada nuevamente y hacer de cuenta que no la vio. Aunque fue demasiado tarde, ya que ella se dirigió hacia donde él estaba sentado y, contra todo pronóstico, buscó sentarse a su lado. Menuda, elegante. Se notaba por su delgadez que había hecho deporte por una considerable parte de su vida, aunque dicha delgadez se viera reflejada en el tamaño sus muñecas y tobillos, pues ese día llevaba ropa holgada y de manga larga, cosa que no permitía visualizar mucho el resto de su silueta. Era pleno verano, por lo que Syaoran, en cuánto notó eso, se preguntó si la joven no estaría sofocada portando ese tipo de ropa en ese clima. Pero se obligó a pensar que no era su problema, y no tenía por qué serlo tampoco. En el instante que ella se sentó, él mismo se fue a incorporar, pero se detuvo al escuchar su voz dirigirse a él.

- ¡Syaoran, espera!

- ¿Dónde está Shen? – Syaoran se sorprendió hasta qué punto su voz sonó cortante, pero el que Meiling le dirigiera la palabra después de todo lo tomó muy fuera de base. Eran demasiados encuentro poco gratos para su memoria en muy poco tiempo. Primero Ieran Li y ahora Meiling Amamiya (de casada, Brown). Meiling vaciló un instante, pero luego suspiró, depositando dócilmente las manos sobre su regazo. Syaoran, que notó eso, enarcó una ceja. Definitivamente algo no andaba bien con ella. No lo calculó pero, en un momento dado, recuperó su asiento, mirándola fijamente- ¿Qué quieres, Meiling? Francamente no sé si tengamos algo que hablar tú y yo a estas alturas.

Y la joven compuso una mueca, entendiendo porqué se lo decía. Miró sus manos y en ellas el anillo de matrimonio.

-Shen Li está terminando de arreglar unos cambios de último momento. Se demorará cerca de veinte minutos en arreglarlo, me dijo que te dijera si me cruzaba contigo.

Y Syaoran puso los ojos en blanco, sintiéndose fastidiado, para así mirarla de forma fija y resentida. No le fue del todo fácil reconocer esa piel clara amarillenta, muy común de encontrar en las mujeres chinas; y ese cabello liso que caía como una cascada nocturna a lo largo de su espalda. No pudo dejar de notar que Sakura era un poco más bronceada que Meiling, pero intentó despejar ese pensamiento de su mente. No era pertinente pensar en Sakura en ese segundo. Aunque Meiling no parecía tener ganas de querer irse.

-Bueno, ya me lo dijiste. Ya puedes marcharte.

-No, aún no.

- ¿Te pone problema tu esposo?

-No sabía que tú estabas vinculado a ESA familia Li. No tenía ni idea. El señor Brown estuvo en diálogo con Hien Li desde hace poco más de un año, hasta que falleció. No sabía que tú eres parte de esa familia.

Escuchar el nombre de Hien en boca de Meiling le produjo un vuelco agrio en el estómago. Pero no por ello dejó de notar como, extrañamente, ella se refirió a su esposo como el "señor Brown" y no por su nombre de pila.

-No era sólo familia, Meiling. Era mi hermano. Y no veo cómo el que supieras eso cambiaba en algo las cosas o no- le espetó el joven escritor con marcado desdén y dureza, mientras sentía la palma de sus manos sudar. Ella no supo qué decir. Abrió la boca, como intentando agregar algo, pero parecía que tenía tantas palabras en mente en ese segundo que ninguna le salía como quería. Lució, de repente, un poco más pálida. Y cuando se dio cuenta que sólo parecía tener ese momento para hablar antes de que Syaoran decidiera marcharse, intervino de forma más intempestiva y desesperada.

- ¡Lo habría hecho, Syaoran! ¡Habría marcado la diferencia! Yo…- volvió a dudar un momento ante la expresión de estupefacción del joven castaño y entendió que tal vez estaba pisando un suelo que no debía. Un suelo que no esperó ni siquiera ver en su visita a Shen Li. Pero ahora que lo tenía al frente, no tenía mayor alternativa. Y sin lograr reprimir más su mezcla de emociones y lo particularmente sensible que se había estado sintiendo en su condición, se largó a llorar. Cosa que, sin lugar a dudas, tomó de sorpresa al escritor, quien parpadeó confuso y, por un momento, asustado. Meiling no era de las mujeres que lloraba. Era de temperamento curtido e indomable, ¿Por qué de repente parecía tan rota?

Sin embargo, sabía que Meiling estaba al tanto de su propia naturaleza sensible (se la criticaba demasiado, además), por lo que no estaba seguro de cómo sería adecuado reaccionar. Habría podido mostrarse prevenido ya que sabía, de antemano, lo manipuladora que podía ser ella. Pero era tan enteramente raro verla romper en llanto que se terminó espantando, mudando su expresión de rabia a una de preocupación afanada.

-Me… Meiling… ¿Qué pasó?

A ella le costó trabajo componerse. Gastó un par de minutos en esas, recuperando el aire para luego decir- La…lamento mucho lo de tu hermano…No sabía. Eso fue después de que yo… perdón… - no completó la frase, entre hipidos, pero en la medida que iba hablando, la mirada de Syaoran se fue tornando nuevamente más y más dura. Ya que Meiling no era del tipo que se preocupara genuinamente de otros y le ardía, en cierta forma, la situación. El que mencionara a Hien o, incluso, hiciera referencia a cómo lo dejó por esa época. Frunció el ceño y resopló por la nariz, contrariado, tomando distancia nuevamente.

- ¿Qué quieres? Habla de una vez- inquirió, ya con menos misericordia en su forma de hablar. Las pocas personas que cruzaban el lobby del hotel no parecieron mayormente interesadas en la conversación, pero su presencia contribuía a que Syaoran se mantuviera consciente de que debía mantener los estribos. Pues el que él no estuviera interesado en la empresa no implicaba que, personalmente, quisiera dejar a su familia mal parada. Meiling sorbió por la nariz, encogiéndose de hombros. Y con una de las mangas largas de su camisa holgada, se enjugó las lágrimas del rostro.

-Lo siento…- dijo nuevamente, para luego tomar aire, intentando calmarse. Y armándose de renovado valor, dijo- Creo que mereces una explicación y, así no hubiera tenido la osadía de dártela hace un año, al menos… al menos necesito limpiar mi consciencia ahora. Puede que no lo entiendas, o no quieras saberlo, pero necesito sacarlo de mi sistema. Porque no me importa lidiar con el odio del mundo, Syaoran, ni con las mentiras, ni con las discordia. Pero sin duda tú eres el mejor hombre que he conocido en mi vida y odiaría saber que contigo arruiné esa imagen que, alguna vez, tuviste de mí- guardó silencio un momento, esperando si Syaoran iba a agregar algo, pero no lo hizo. De hecho parecía atento y confundido, pues claramente la situación no debía tener mucho sentido para él. Tomó aire y, ya de forma más fluida, pero sin mirarlo a los ojos en ningún momento, empezó a hablar. Parecía sin duda temerosa, cosa que no dejó de inquietar a Syaoran. Tal vez habría preferido que ella le hubiese gritado o algo peor, pero verla así de vulnerable sólo le daba a entender que no la había pasado tan bien como se habría podido creer- Mi familia está en la ruina, desde hace años. Poco te conté de ella, pero mi padre es un miserable alcohólico mujeriego que se gastó todo lo nuestro en apuestas impagables. Y en un intento desesperado de pagarlas, empezó a realizar negocios más turbios en dónde todo salió mal. Luego a él le dio cirrosis, pero el tratamiento era caro e imposible de pagar en nuestras condiciones. Mis hermanos y yo tuvimos que hacer cosas desesperadas - guardó silencio un momento más, buscando mejor las palabras que usaría. Aunque claro, Syaoran era suspicaz para esas cosas y su expresión fue mudando a una inescrutable que no podía definirse bien entre la furia y la estupefacción.

-Tú… no me digas que cuando nos conocimos…- empezó a decir Syaoran, procesando un poco la información. Recordando como ella lo abordó cuando vivía en mayor abundancia con sus libros y cómo lo dejó cuando el dinero empezó a escasear. No hacía falta ser un genio para notar la relación de lo uno con lo otro, y Meiling no lo negó. Pero en lugar de parecer víctima de las circunstancias, su expresión se tornó momentáneamente más dura y distante, como el atisbo de esa personalidad tajante que tenía.

-Tú no sabes lo que es vivir en un grado de pobreza extrema, Syaoran. Pasar hambre, sed, persecuciones y numerosas humillaciones por eso. Nunca podrías. No siendo un Li y, por tu cuenta, un reconocido escritor.

Pero Syaoran, en ese instante, sólo podía sentirse a la defensiva. Y se le notó en la mueca tensa que hacía, en un intento de contener la ira que pareció brotar de su interior un momento.

-Meiling, te amé como a nadie…

- ¿¡Y crees que yo no, Syaoran Li!?- soltó ella, de golpe, frenando a Syaoran en el acto, que sintió un violento vuelco en el estómago. Ella lo miraba dolida, determinada, pero con el rastro de las lágrimas suspendidas en sus pestañas oscuras- ¡Si, sí me acerqué a ti al principio, por tu dinero! ¡Si, soy una puta, una harpía, una infeliz! ¿Pero crees que no existía la posibilidad de que me terminara enamorando de ti de algún modo? ¡Porque sí me enamoré de ti, y te sigo amando de una manera tan distante y platónica que me resulta hiriente el sólo pensar en ello, porque ya sé que la cagué contigo! – instintivamente llevó las manos a su vientre, en un gesto protector mientras la voz volvía a romperse, bajando la cabeza en lo que su cabello caía como dos cortinas oscuras a cada lado de su rostro.

Syaoran se sintió mareado, con tanta información. Guardó silencio, sin lograr separar del todo sus emociones. Sus manos estaban heladas y, cuando vio el gesto de Meiling, de repente todo pareció calmarse de golpe en su interior. Pero una calma helada, también muy distante, como si viera todo en el interior de una película, siendo él únicamente el espectador. Observó a la Meiling que recordaba tan fuerte y testaruda en un estado frágil, vulnerable, abrazándose con los ojos empañado. El joven escritor sintió la boca seca, entre sus palabras y sus gestos. Pero al mismo tiempo, en un intervalo, sintió nauseas también.

-Tú… estás embarazada- no era una pregunta. No, por supuesto que no era una pregunta, ¿Pero era siquiera real? ¿De qué se trataba todo eso? Era consciente que Meiling era ahora una mujer casada, pero no podía concebir el creer que dentro de ella se estuviera gestando una vida. Meiling se abrazó con más fuerza y contuvo un hipido, avergonzada.

-…Mi bebé es lo único que vale de todo esto. Es mío. No dejaré que nadie me lo toque, ni siquiera el señor Brown. Este niño nos sacará de la miseria. Nada puede sucederle.

-Meiling… -ya para entonces Syaoran no estaba ni siquiera seguro de cómo debía responder. Si estar estupefacto o no, si llamar a Shen o no. Era demasiada información que procesar y no estaba tan convencido de estarlo haciendo bien en ese segundo. Contuvo el aliento, mirando el vientre de ella. Apenas podía creerlo.

Un largo silencio se instaló entre ambos en ese momento, escuchándose únicamente los pasos de las personas que entraban y salían del lobby. Sólo se escucharon los tenues sollozos de Meiling, que se fueron acompasando poco a poco. De repente, cuando ella alzó la cabeza se encontró con una mano tendiéndole un pañuelo, incluso si para entonces él ya no la miraba. La señora Brown dudó en tomarlo, pero finalmente aceptó, con una expresión avergonzada, mientras se limpiaba. Syaoran Li era sin duda un hombre bueno. Muy bueno. Y ella fue tan enteramente estúpida de irse de su lado.

No paraba de repetirse día a día que tuvo la oportunidad gloriosa de amar a un hombre magnífico y lo arruinó todo por egoísmo, ¿estaría él saliendo con alguien en ese momento?

Sólo acató en limpiarse el rostro y, al hacerlo, una de sus mangas dejó al descubierto parte de la piel de su muñeca, dejando entrever parte violácea. Un hematoma. Syaoran, que la miró de reojo en ese segundo, no pasó eso por alto.

- ¿Qué fue lo que te pasó en la muñeca?

- ¿Qué?

-La muñeca. Tienes un morado.

Y Meiling, adoptando de inmediato de nuevo una postura a la defensiva, intentó cubrirla, evadiendo la mirada.

-No sé de qué estás hablando…

Pero antes de tener el tiempo de cubrirla por completo, Syaoran alcanzó a tomar la muñeca de ella, analizándola, y luego mirando a Meiling de una manera intensa y escrutadora con sus ojos claros. Meiling, en ese estado de vulnerabilidad, se sintió sobrecogida, y soltó un quejido de dolor tenue cuando Syaoran se animó a tomar su antebrazo, incluso si no lo hizo de manera dura. No fue difícil llegar a conjeturas para él, después de todo no era alguien bobo. Meiling embarazada, sumisa, temerosa, usando manga larga en pleno verano. Sintió repugnancia, pero ya no hacia ella. Sino hacia Edmund Brown, que mandaba a su esposa embarazada a hacer diligencias por él, a hacerla sentir como un objeto.

Ya en ese segundo su rabia hacia ella se disipó, y tal vez olvidando todo los meses anteriores, sintió la boca seca al verla encogida sobre sí misma, ya no como un mal recuerdo, sino cómo una persona de carne y hueso que intentaba mantenerse en ese mundo de apariencias de manera desesperada. El joven escritor la soltó, dejando escapar un suspiro ronco, apartando la mirada de ella con una expresión de coraje.

- ¿Ese hombre te ha golpeado, Meiling? - le ardió la garganta de sólo preguntarlo. Pero necesitaba saberlo. No podía concebir que Meiling… su recordada, amada y fuerte Meiling ahora era un hermoso vestigio de lo que fue en algún momento. La joven contuvo el aliento, apretando la boca en una fina línea. Y acarició su vientre con manos aterciopeladas y protectoras.

-El señor Brown nos da todo lo que necesitamos.

-No me respondiste la pregunta.

-Es un buen esposo.

-Meiling, ¿Te ha golpeado sí o no?

Y Meiling no respondió. No se sentía capaz de responder, e incluso miró sutilmente a los lados, temiendo que alguien la hubiera escuchado. El lobby parecía un espacio discreto para hablar, pero luego de llevar cierto tiempo en la vida pública, Syaoran entendía que así no funcionaba eso. La fama no tenía cuartos silenciosos y oídos cerrados. Syaoran restregó su rostro con la mano derecha, intentando reordenar sus ideas de una manera coherente, y pensando en qué hacer. Tenía tanto coraje con ella que no quería verle el rostro, pero tenía aún más coraje con Edmund Brown. En sí, él no soportaba a esa acartonada gente de altos cargos empresariales que se creía con el derecho de hacer cualquier vaina con otros solo por sus nombres. Además que Meiling estaba esperando bebé. Y el bebé realmente no tenía la culpa de eso y tampoco tenía que pagar teniendo un padre maltratador o viendo a su madre sufrir por lo mismo.

-Deberías denunciarlo… no puedes permanecer así, Meiling, y lo sabes. Ese no es futuro para nadie, mucho menos para un bebé. Ese bebé merece a una madre que lo ame y a un padre que lo ame con la misma pasión y dedicación- y Syaoran lo decía absolutamente en serio. Pues el que estuviera dolido con Meiling por su traición no implicaba que por eso fuese a ser lo suficientemente desalmado de desearle una vida de miseria a un bebé que realmente no tenía la culpa de los pecados de sus padres. E incluso en ese segundo, no podía sentirse enteramente enojado con Meiling, así lo hubiera intentado. Ella lo sabía con sólo mirarlo a los ojos. Él sabía que ella sabía, y así mismo también se sintió vulnerable. Se conocían demasiado bien a esas alturas, ella lo conocía demasiado bien.

Y sonrió con tristeza, acercándose a él para poner la frente sobre su hombro, en un gesto agotado, buscando sentir esa familiar protección de sus brazos. Sin duda había cometido el terrible error de haberse ido de su lado. Cuando estaba con él, le gustaba tener su propia libertad, y hasta encontraba algo sofocante el que él fuera tan afectuoso. El que se despertara más temprano sólo para verla dormir, o incluso que le dedicara versos enteros a ella en esas mismas madrugadas. Ahora, que llevaba poco más de un año casada con Edmund Brown, pasaba muchas noches seguidas con la cama vacía, y debía tolerar el que él buscara la satisfacción que no encontraba en ella como mujer entre las piernas de sus secretarias o amas de llave. Debía guardar silencio, porque de lo contrario perdería su posición. Y a Edmund Brown no le interesaba más que tenerla físicamente bien, porque si había algo que le gustaba a él presumir era el poder tener a jóvenes hermosas, de voluptuosos pechos y sensuales sonrisas a su disposición. A cambio de eso, él le regalaría joyas, viajes, carros. Le regalaría asistentes e, incluso, le contrataría compañía durante el día para que no se sintieran tan sola. Le daría todo el dinero que necesitase para poner a su familia a vivir en una mansión pareja a la de él, e incluso para pagar los malestares médicos de su padre. Por un tiempo Meiling creyó estar bien así, pero con el paso de los silenciosos y solitarios meses se fue topando con que tal vez extrañaba la caballerosidad de Syaoran Li. La calidez de sus ojos claros cuando la miraba, segundos antes de acercarse a besar su frente tras decirle palabras tiernas de dulce amor. Cómo él le trazaba de vez en cuando palabras a lo largo de su espalda desnuda, tras hacerle el amor con intensa fogosidad. La manera como la hacía contener el aliento, morderse el labio y torcer los ojos de placer cuando se volvían uno en la intimidad de las sábanas y las ropas regadas por el suelo de la alcoba. La manera como cocinaba con ella, cómo le seguía los caprichos para verla feliz, cómo incluso se esforzó en intentar seguírselos aun cuando la situación económica decayó un poco, tiempo atrás.

Si, lo que le hizo a Syaoran había sido una canallada. No se lo merecía. No merecía ni siquiera poder mirarlo y disfrutar de la seguridad de su aroma, cómo estaba haciendo en ese segundo. Pero ella era egoísta y lo sabía. Siempre fue consciente de ese propio lado perverso y demandante que, hasta cierto punto, también le ayudó a llegar lejos en muchos otros aspectos. Pero Syaoran no lo merecía, de verdad que no. Y tal vez, sólo tal vez, estaba abusando mucho de la cercanía que, hasta ahora, el joven Li le había permitido. Lo amaba. Y no entendió que lo amaba hasta que lo hubo soltado por alguien terrible de bolsillo generoso.

Por su parte, a Syaoran lo tomó por sorpresa ese gesto, y lo primero que se le vino a la mente fue la imagen de una Sakura desnuda, en su cama, haciendo lo mismo para hablarle de la honestidad de sus sentimientos, con cierta vergüenza de verlo a los ojos. Sintió un nudo en el estómago, a la par de culpa, aún si en ese segundo realmente no estaba haciendo nada malo tampoco. No estaba traicionando a Sakura, ni nada por el estilo y, bueno…Meiling realmente no parecía bien. En cierta medida, también le dolió verla así, ya que en un principio lo que él amó de ella era esa actitud deliberada y jocosa, pero ahora su espíritu fogoso parecía absolutamente castrado. Suspiró, y como acto reflejo, la abrazó de vuelta. No estaba bien. Incluso si Meiling le hizo algo terrible, no estaba bien por eso desearle a la otra persona que fuera tan miserable, incluso si hasta cierto punto de marcado odio en borracheras pasadas sí se lo deseó. Pero una cosa era decir cosas terribles en estado de ebriedad, y otra muy distinta era deseárselo a una persona apaleada, teniéndola en frente.

Meiling contuvo un suspiro al sentir a Syaoran abrazarla de vuelta, estremeciéndose. Sintiéndose vulnerable en esos brazos tan queridos y añorados, pero abandonados. Sí, definitivamente no lo merecía. No merecía esa bondad, esa calidez, no luego de lo que le hizo. Y aun así, con ese pensamiento en la cabeza, no pudo evitar soltar un suspiro quebrado, en ese abrazo, sumergiendo el rostro en el hombro de él, mientras que con una mano tímida se aferraba a su espalda en un silencioso agradecimiento.

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Sakura suspiró con alivio cuando terminó de organizar los últimos panfletos, feliz de haberlos podido concluir antes. Había estado saliendo tarde todas esas noches, pero agradecía que ahora tendría tiempo de cenar en casa. Tal vez podría decirle a Syaoran que fuera a cenar con ella. Se ruborizó en el acto, sonriendo tontamente, recordando lo que compartieron el fin de semana en su casa y, bueno, las cosas habían estado fluyendo de manera interesante entre ambos, así hubiese transcurrido una semana. No podía dejar se sentirse nerviosa, por otro lado.

Hacía mucho tiempo no se aventuraba a salir con alguien de esa manera, o a conocer a alguien de ese mismo modo. Y lo cierto era que Syaoran resultaba ser una persona absolutamente fascinante en todo aspecto. No le hacía dudar para nada el querer estar con él, o el compartir con él. Tal vez dudaba por las situaciones externas, como su historia con Hien o circunstancias con Ieran, pero en si por Syaoran se sentía absolutamente fascinada y feliz. Era alto, apuesto, brillante, tierno, cariñoso, honesto. No podía evitar morder su labio inferior como gesto de nervios inconscientes ante eso, pensando que tal vez había tenido la fortuna de haber encontrado a uno de esos personajes de libro que tan soñado parecía de hallar en un principio.

Sakura guardó los papeles del evento que estaba organizando la empresa en una gaveta, apagó los equipos, se organizó la ropa y, tras tomar el bolso y apagar las luces, salió de su despacho, concentrada en cerrar la puerta con llave tras ella. Tanto así que no se percató como alguien venía pasando, chocándose con este.

Varias hojas cayeron al suelo, y Sakura ahogó una exclamación apenadamente, en especial al ver como el muchacho rubio que se encontraba al frente de ella se agachó a recoger lo que se había caído. En el acto, Sakura se agachó también, ayudándolo.

- ¡Lo siento! - se apresuró a decir la joven castaña, en un gesto absolutamente avergonzado- Ah, ¡Qué torpe! Venía distraída, no me fijé, lo lamento mucho.

-No te preocupes- el chico tenía una voz armoniosa y agradable, y Sakura alzó sus ojos verdes al notarlo, topándose en el proceso con una mirada azul y profunda. Se ruborizó, sin querer.

El chico rio. Tenía una apariencia gentil y confiable, un rostro fino de facciones suaves, como las de Yue, pero las mejillas más sonrosadas naturalmente. Y el cabello le caía en rizos perfectos y muy dorados, como si hubieran tomado su color de los mismos rayos del sol. Tenía un encanto europeo consigo, así la comisura de sus ojos delatara que tenía también ascendencia oriental en algún punto. Sakura bajó la vista, centrándose en recoger los papeles de nuevo. Había de todo tipo, que ella reconoció fácilmente: de la junta que hubo rato atrás, y también de promociones del evento que estaban siendo patrocinados por los inversionistas. Hubo un folleto en particular que le llamó bastante la atención por su color azul eléctrico, con el dibujo de una pluma en este. Desde muy pequeña le habían fascinado las plumas. Se detuvo a leer y notó que era una convocatoria a un recital de poesía que habría en unos pocos días, cerca del ayuntamiento de la ciudad.

El premio era poder acceder a unos talleres pulidos de escritura, con profesionales en el campo.

Se leía muy tentador, no podía negárselo. Pero antes de siquiera pensar ella en participar por sí misma, pensó en Syaoran, quien corridamente tendría todo para ganar y despegar. Y salir adelante con eso. No obstante, como si hubiera leído sus pensamientos el muchacho, que ya estaba terminando de recoger su parte, le sonrió atentamente, mirándola.

- ¿Vas a participar?

Sakura alzó la cabeza de inmediato, volviendo en sí y se apresuró a negar, mientras le tendía de vuelta el folleto.

-No, no, para nada. Pensaba en alguien más, yo sólo lo veía- dijo la joven castaña, hablando rápida y desmañadamente, pero el muchacho no sólo rio de nuevo, sino que tampoco le recibió el folleto.

-Puedes quedártelo- le dijo con calma, mientras se incorporaba. Sakura misma se alzó a su vez, pero antes de tener la oportunidad de replicar o agradecer, el joven la interrumpió diciendo con calma- La señorita Kinomoto podría sacar algo excelente de ahí.

Y ya al escucharlo, Sakura parpadeó con una expresión de educado desconcierto.

-Eh… ¿Nos conocemos?

-No formalmente- reconoció el rubio, encogiéndose de hombros con un gesto avergonzado que le salió bastante casto, ruborizándose ligeramente- Pero yo estaba en la junta de hace un rato, junto con el jefe Kamiya. Vengo de la compañía de teatro Yuko.

Sakura pareció reconocerlo, entonces- ¡Oh! ¿Los de la obra de "la dama dimensional"? La amiga del jefe Clow, ¡Tú eras el muchacho que estornudó unas tres veces!

Ella lo dijo con toda la soltura posible, pero el comentario lo avergonzó un poco a él, quien se tensionó de inmediato, componiendo una mueca.

-Lo lamento, no quería interrumpir. Me da alergia los aires acondicionado- tuvo que admitir, en especial por que sonaba ridículo en pleno verano, dónde el sol golpeaba de forma implacable- Cómo sea, la escuché hablar y tiene una voz exquisita. Y un excelente vocabulario, se escuchaba muy profesional. Me imaginé que debía dedicarse a la escritura, o algo.

Y Sakura se ruborizó, sintiéndose momentáneamente abochornada, así como halagada. Ella no se dedicaba a la escritura de manera profesional, como ocurría con Syaoran. Pero tenía un amor tan profundo y dedicado a las letras que no podía evitar sentir cierto grado de alegría al escuchar que sus palabras denotaban eso. Sonrió.

-No. No me dedico al tema, soy bastante amateur en este momento. Pero gracias, me hace feliz escucharlo.

-La escritura no es cosa de título o profesión. Es de quién más dedicación le invierta- observó el rubio con calma, sonriéndole a su vez. No pudo evitar observar que la joven Kinomoto se veía hermosa sonriendo, y ese pequeño gesto lo puso momentáneamente nervioso- Si viene del alma y expresa esa parte de su alma seguidamente…no veo porqué se llamaría amateur. Tiene la voz clara de un ave hablando- sonrió, en un gesto más apenado- Lo lamento, señorita Kinomoto, hablé demás.

Pero Sakura negó con la cabeza, en parte sorprendida por recibir todos esos cumplidos. La tomó un tanto con la guardia baja, pero una parte de sí misma se sintió feliz de escucharlos. Que hablaran tan bien de su voz o manera de expresarse. El chico la inspiraba confianza.

-Dime Sakura- pidió gentilmente, mirándolo detalladamente con sus ojos verdes y llenos de inmensidad en su forma de observar. Había algo en ese chico rubio que se le hacía familiar, pero no terminaba de definir qué era- ¿Cuál es tu nombre?

-Haru- respondió el joven, relajando la postura de nuevo. Tenía la sonrisa fresca de quien se puede sentar en el parque cada mañana, luego de caminar largos tramos, y escuchar música instrumental de fondo- Haru Shirogane.

Sakura parpadeó, pensativa- Shirogane- repitió- ¿De casualidad eres algo de Yamato Shirogane? – el modelo rubio que, durante la fiesta de fin de año de Tomoyo, le estuvo coqueteando de forma inapropiada, consiguiendo así que Syaoran interviniera contra todo pronóstico, en su defensa. Haru, por su parte, pareció aún más incómodo, componiendo una mueca de exasperación en lo que apartaba la mirada con evasión.

- ¿Qué si somos algo? El idiota es mi hermano- farfulló sin mucho orgullo, poniendo los ojos en blanco- Espero que no te haya incomodado, suele comportarse aún más estúpidamente cada que ve una chica hermosa alrededor- miró a Sakura en esas, que de repente pareció supremamente avergonzada, a lo que se afanó un poco más- Lo siento, no quise incomodarte con eso, a veces hablo más de la cuenta- parecía genuinamente preocupado por haber metido la pata. Sakura no pudo enojarse con eso, o tensionarse siquiera. Haru parecía decoroso, y eso sólo hacía más llevaderas sus palabras.

-No te preocupes- le dijo con voz suave- está bien.

Y Haru mismo sonrió, aliviado, con una expresión afable en su mirada clara. Había algo en él que le hacía querer seguirle hablando, un detalle tierno en su rostro redondeado.

-Vale, perfecto- suspiró- Bueno, me tengo que ir. Espero verte entonces en el recital de poesía- le guiñó el ojo y sin más, siguió caminando. Sakura lo vio partir, pero mientras caminaba, se preguntó si a él también le gustaba escribir. Y si era el caso, ¿Escribiría sólo poesía? Ella misma emprendió marcha, tras cerrar todo, mirando el volante. Le generó curiosidad, ¿Qué pasaría si participaba? Ella había ganado en algún momento un premio en poesía, con un escrito llamado Fiore, coincidente con el texto de Syaoran. Pero eso había sido hacía mucho tiempo.

¿Estaría bien para ella participar?

En esas sonó su teléfono con un mensaje de Shen, diciendo que se encontraran en el hotel Tanaka para cenar. Aquello la llevó a sonreír. Shen no era de sus amigos más cercanos, pero había aprendido a tomarle aprecio en sus años con Hien. Era como encontrarse con un amigo distante que te llevaba a determinados recuerdos de la adolescencia. Además, el clima era agradable. Con un calor algo húmedo que se sentía particularmente concentrado cuando salió del edificio, pero afortunadamente durante esa época del año los buses conservaban aire acondicionado. Lo cuál ofrecía una sensación refrescante en contraste a la piel ardiente y el sudor concentrado en las sienes. Estaba de buen humor. El hotel Tanaka no quedaba a más de quince minutos en bus, y tuvo la fortuna de dar con uno que llegó a tiempo y casi vacío, para así poder sacar el celular y escribirle a Shen que estaba en camino, y preguntarle, por mensaje a Rika, si esa noche estaría en la casa para hacer algo (en caso tal de que Syaoran llegara tarde para cenar).

Había guardado en su cuaderno de escritos el folleto de poesía, para no olvidar el mostrárselo a Syaoran cuando estuvieran en el edificio. Se preguntó cómo le habría ido con Midori, y una sensación algo agria le vino a la boca, recordando la soltura con la que Syaoran expresó que, durante un tiempo, Midori gustó de él, y ahora trabajaban juntos. Ella no se consideraba una mujer celosa, y no le gustaba sentirse así aunque, de alguna manera, Syaoran era un hombre tan increíble que resultaba imposible el culpar enteramente a Midori por notarlo. Por momentos Sakura temía que Syaoran llegara a ver esa verdad. Que ella no era tan increíble como podía parecer serlo él. Además, Midori era altamente bella y parecida a Meiling, ese gran amor que Sakura no estaba segura del todo si Syaoran había superado ya por completo.

Soltó aire, sacudiendo la cabeza. Bueno, ya no tenía relevancia alguna pensar en ello. El bus llegó a la parada que necesitaba, Sakura alzó la mano derecha para pulsar con el índice el botón que indicaba que se detuviera, y tras despedirse gentilmente del conductor, se bajó en la parada que se encontraba a un par de cuadras del hotel Tanaka.

Emprendió marcha, escuchando el repiquetear de sus pasos sobre el pavimento, amortiguado por el ruido de fondo de los transeúntes que iban y venían, en especial a esa hora que las jornadas laborales empezaban a terminar. Al cabo de unos pocos minutos, Sakura dio con la ostentosa entrada del hotel Tanaka, admirando con maravillado detenimiento la fachada, como cada que pasaba por ahí. Era un sitio hermoso que, constantemente, la llevaba a pensar que valía la pena describirlo mentalmente en caso de necesitarlo en algún escrito físico. De techos amplios y decorados exquisitos. Sakura, de todas maneras, bajó la cabeza al teléfono para escribirle a Shen que ya había llegado a lo que éste, sin hacerse esperar, le respondió un corto "espérame en el lobby".

Y Sakura suspiró, guardando el teléfono en el bolso para así caminar hacia el lobby. Sus pasos amortiguados en ese suelo, andando con calma. Cuando estuvo en la entrada del lobby, no obstante, se percató de una pareja abrazándose y se detuvo, creyendo que tal vez llegaba en un momento poco oportuno. Hasta que sus ojos detallaron al hombre, puntualmente. De cabello castaño, tez dorada, cejas pobladas y ojos dorados enmarcados por largas pestañas, que se cerraron durante ese abrazo. Era Syaoran Li, el escritor. Si, su Syaoran Li, el vecino, el hermano de Hien. Pero ¿Qué hacía ahí? ¿No tenía una reunión con Midori esa tarde, para dialogar acerca de la información que debía reponer de su computador formateado?

Sintió su cuerpo tensarse y la boca del estómago arder momentáneamente, en especial cuando sus ojos verdes pararon de verlo a él para ver a la chica que tenía en brazos, y reconocer su larga cabellera de ébano, mientras se aferraba al escritor con fuerza. Una chica que Sakura no había visto de frente hasta ahora, pero reconocía bastante bien de las fotos del departamento de Syaoran. Una chica cuyo nombre estuvo en la boca del escritor antes de sucumbir en sueños ebrios por meses. Una chica que él amó con locura e intensidad, y que ahora tenía fuertemente sujeta en brazos. Sintió el impulso de hablar, de avanzar, de intervenir. Pero de su boca no salieron palabras. Sintió la lengua seca y pastosa, sin entender nada de lo que ocurría. Por lo que al final, optó por tomar aire y darse media vuelta, saliendo de ahí sin hacer mayor ruido.

Syaoran se vio alertado por un movimiento repentino en la entrada del lobby, pero cuando abrió los ojos y viró la cabeza, no vio a nadie. Se sintió extrañado, ¿Habría sido producto de su imaginación? Observó a Meiling en brazos, que parecía bien, reconfortada, como en los viejos tiempos.

No podía ser esa una situación más incómoda.

Y mientras Sakura se iba del hotel, Shen, desde su oficina, miraba todo con una sonrisa y el celular en la mano. Suspiró, guardándolo, y una vez la joven Kinomoto se fue, el menor de los Li cruzó el sitio a paso lento y elegante mientras guardaba el teléfono en el bolsillo de su pantalón, con una sonrisa socarrona y agotada que no podía borrar de su rostro, ¿Quién se hubiera imaginado que Meiling Brown le confesaría que conocía a Syaoran de tiempo atrás y rompieron en malos términos, luego de que Syaoran se fuera de la reunión y dejara a la muchacha a solas con su primo? No fue difícil sacarle la información, en especial luego de apreciar las miradas que intercambiaron, en especial de parte de Syaoran. Había sido perfecto. Sencillamente perfecto.

Llegó al lobby y Syaoran lo notó, soltando a Meiling, aunque sin ser brusco. Ella abrió sus ojos rojizos, como quien es sacada de alguna ensoñación, decepcionada. Con una ceja en alto y una sonrisa torcida, Shen Li se mostró contento.

-Bueno, ¿Listos para ir a cenar? Muero de hambre. Espero que no te moleste que haya invitado a la señora Brown, Syao. Es una cliente valiosa- y sugerente, le guiñó un ojo al escritor, quien tuvo muy mala espina al respecto.

.

.

Sakura necesitaba tomar aire. Sentía que eso era lo único que genuinamente la calmaba, de regreso a su departamento. Sólo eso, tomar aire. No podía hacerse ideas descabelladas, ¿Verdad? Entonces… ¿Por qué sentía la inseguridad atacarla tan acerbamente de nuevo?

Meiling es hermosa, Meiling es segura, Meiling es perfecta.

No, no podía pensar así. Venía bien, había tenido un excelente día y… Syaoran tendría una explicación razonable, ¿Verdad? Si, eso era.

En verano los días eran largos, pero en la medida que iba avanzando, se iban volviendo progresivamente más cortos. Por lo que no era del todo extraño mirar el cielo, con vestigios de arreboles y ligeramente más pintado de lila. Era un cielo calmo. Uno que le ayudaba a mantenerse centrada, desviando su repentino poco apetito.

Tomó aire nuevamente, largo, profundo y tendido; para luego soltarlo al mismo ritmo.

Al llegar al edificio, se cruzó con la señora Sakaichi, quien le pasó el correo con unas invitaciones de cortesía de su oficina y, tras saludarla con la mejor sonrisa que se sintió capaz de componer en ese segundo, la joven Kinomoto se dispuso a subir las escaleras en silencio. Sin embargo, cuando ya estaba llegando al tercer piso, dio con Rika Sasaki, que venía bajando del cuarto.

Tenía consigo unos pantalones bombachos, una camisa de tiras blanca y un bolso de tela donde sobresalía un termo de agua. Rika le sonrió afable, al verla, y Sakura no pudo evitar preguntarse si iría a danza o a yoga, pues no vio en el celular si le había respondido su mensaje de dónde estaría en la noche. Tal vez a ella misma le vendría bien ir a danza o a yoga, aunque en ese segundo sólo quería estar tranquila unos instantes, y pensar. Rika, ajena a todo eso, sólo sonrió al verla.

-Ah, ¡Sakura, hola!

-Hola…- respondió la aludida en un hilo de voz, mostrando una sonrisa tensa y dispersa. Rika era observadora y pareció desconcertada por eso, a lo que llevó un mechón de su cabello castaño rojizo tras la oreja mientras dejaba que Sakura terminara de subir lo que le restaba de escaleras.

- ¿Todo en orden?

-Si, claro… no te preocupes…- Sakura forzó una sonrisa, haciendo un ademán suelto con la mano para que Rika le restara importancia. Pero ella puso una mano en su cintura, no creyendo para nada lo que la joven Kinomoto acababa de decir.

-Sakura…- insistió- ¿Qué sucedió?

Y el labio inferior de Sakura tembló para hablar, vacilando, hasta que empezó a relatarle lo sucedido a Rika en unas cuantas palabras. No lloró en ningún momento, pese a sentir el estómago cerrado en ese segundo; pero le contó lo del proyecto en su oficina para el evento, su encuentro con Haru Shirogane, el mensaje de Shen Li y cómo encontró a Syaoran abrazando a Meiling, su exnovia, en el lobby del hotel Tanaka. Rika la escuchó pacientemente, frunciendo el ceño de manera desenfadada, procesando la información, hasta que Sakura terminó de hablar. Que fue sin duda un desahogo, aunque no la vació por completo. Sakura sentía un extraño sin sabor en la boca, en medio de todo.

-Ya veo- dijo la joven psicóloga, una vez Sakura hubo terminado de narrar cómo fue su día y lo que recién acababa de presenciar- De todas maneras, no saltemos a conclusiones tan deprisa, ¿Sí? Esa tal Meiling podrá ser su exnovia, pero Li ha expresado abiertamente que es contigo con quién quiere estar. Él no parece del tipo que miente, seguro tiene una explicación sensata- se aventuró a agregar.

Sakura no respondió de inmediato, pero apretó los labios en una línea, sin conseguir quitarse del todo ese sin sabor- Si, pero…- empezó a decir- ¿Qué pasaría si estuviera considerando volver con ella? Es una mujer hermosa.

-También lo eres tú, Sakura.

-Se ve inteligente.

-Y tú eres brillante.

- ¡Pero no es lo mismo!

-No, no lo es…- y ya con una mirada más condescendiente y preocupada, Rika puso una mano en el hombro de la joven literata, en un gesto familiar y gentil mientras la observaba de la manera más transparente posible, hablándole con toda la honestidad del corazón- Pero, Sakura… ¿No crees que eres injusta contigo? O, mejor dicho ¿No te has puesto pensar que tal vez deberías ser más justa en relación a ti misma?

- ¿Qué? – inquirió de vuelta la aludida, alzando la cabeza nuevamente, ¿Más justa consigo misma? ¿A qué podía estarse refiriendo?

-En relación a cómo obras o piensas, siempre tienes un pensamiento crítico para cada aspecto personal. Eres muy autoexigente, pero ¿Te has puesto a pensar si realmente lo mereces? ¿Si tu cuerpo merece eso? ¿Te has puesto en el ejercicio de escuchar a tu cuerpo y lo que te dice?

Sakura no estaba segura de haber entendido la pregunta en ese segundo, pero de todas maneras la conversación se vio interrumpida por los pasos de alguien más que venía subiendo las escaleras en ese momento. Ambas chicas optaron por guardar silencio, hasta que vieron la imagen de Syaoran aparecer, con una expresión tensa y seca. Sakura sintió un vuelco brusco en su estómago y de inmediato buscó a Rika con la mirada, pero esta sonrió como si nada y atrajo la atención del escritor con un saludo.

-Buenas noches, Li.

Syaoran estaba ensimismado en sus pensamientos y volvió bruscamente a la realidad, tornándose algo frío al ver a Sakura ahí, de pie.

-Ah…hola- dijo con torpeza, intentando reordenar las ideas. Su mente seguía con Shen y Meiling, a quiénes tuvo que acompañar un momento, pero no acompañó a comer después de todo, pues tampoco se sentía con mucho apetito. El perfume de Meiling estaba impregnado en su ropa, y lo tenía un poco mareado desde hacía un par de cuadras, aunque no terminaba de dimensionar en qué sentido. No obstante, cuando sus ojos dorados se cruzaron con los de Sakura, sintió paz. Quería estar con ella y no pensar en nada más por ese día- ¿Qué haces aquí? – no pudo evitar preguntarle a la castaña, ya más suavemente- Pensé que toda esta semana llegabas tarde por eso del proyecto.

Ella tardó en responder y, cuando lo hizo, desvió la mirada con una expresión insondable.

-Terminamos más temprano hoy.

-Ah…- Syaoran la notó rara. Estuvo tentado a preguntarle si estaba bien. Rika, notando que tal vez era mal tercio en esa escena, se apresuró a moverse ella hacia las escaleras, no dándole más opción a Syaoran que terminar de subir por estas.

-Chicos, voy de salida. Nos estaremos hablando entonces- dijo, sonriendo, y así dedicarle a la joven Kinomoto una mirada sugerente- Luego hablamos también tú y yo… por lo pronto piensa en lo que te dije- y se marchó, dejando a Sakura entre Syaoran y una pregunta que no había terminado de entender minutos atrás.

¿No crees que eres injusta contigo?

Syaoran sólo consiguió estar más confundido. Pero relajó los músculos tras suspirar, y suavizó la mirada al verse a solas con Sakura. Luego de ese día tan insólito, lo cierto era que verla podía ser algo muy reconfortante.

- ¿Vamos? - propuso el joven escritor, apuntando a sus domicilios. Ella apenas lo miraba de soslayo, pero emprendieron marcha en conjunto. Ahora toda la atención del castaño estaba en ella, y Sakura no estaba del todo segura de querer recibirla en ese segundo- ¿Cómo te terminó de ir hoy? ¿Ya han avanzado lo del evento?

-Si…

-Qué bueno, ¿Ya están terminando con ello?

-Si- Sakura pensó de nuevo en Haru Shirogane y en el recital de poesía cerca del ayuntamiento. En cómo pensó en decirle a Syaoran que se inscribiera. No le dijo nada. Solo veía la puerta acercarse poco a poco, hasta qué suspiró y ella misma se aventuró a preguntar, componiendo una tenue sonrisa- ¿Y tú? ¿Cómo te terminó de ir con Midori? ¿Te dio más plazo?

-Sí, claro.

-Ah, ya veo, qué amable de su parte.

-Lo fue.

-Si…- aguardó un momento antes de seguir hablando. Lo miró por el rabillo del ojo, atenta- ¿Y… qué más hiciste hoy?

Esta vez fue Syaoran quién se tensionó sutilmente, pero lo consiguió disimular a tiempo. O eso pensó. Apretó la mandíbula, ¿Sería oportuno decirle lo de Meiling? Tal vez eso sería mortificarla innecesariamente, además de que él mismo tenía que procesar algunas cosas. Sakura incluso podría molestarse con él por haber cedido y terminar abrazándola. No la culparía, de ser el caso.

-Nada, también salí temprano y vi a Shen.

-Ya veo… ¿Y ocurrió algún evento extraordinario? – Sakura rogaba para sus adentros que fuera honesto, que le dijera la verdad. Todo debía tener una explicación, ¿Verdad? De lo contrario, ¿Porqué no decirle lo que ocurría? Syaoran compuso una mueca, y Sakura creyó, por un momento, que de verdad le respondería. Pero no lo hizo. Y su decepción fue indescriptible.

-No, no ocurrió nada más. Sólo eso.

-Oh… ya veo…- se detuvieron al frente de las puertas, pero Sakura ya no lo miraba. Solo buscaba en su bolso las llaves, sintiendo un repentino nudo en la garganta. Syaoran logró sentir, que el ambiente se puso extraño, pero no supo explicar por qué. Intentó restarle importancia, sonriendo vehemente.

- ¿Quieres venir a mi casa un rato? Haré la cena.

-No- respondió Sakura, con rapidez, en lo que encontraba la llave y la introducía a la cerradura, haciéndolas girar. Syaoran mantenía una sonrisa que se fue volviendo cada vez un poco más exigua, pero intentaba mantenerla en lo posible, sin hacerse ideas.

-Ya veo, sí… Debes estar ocupada. Bueno, ¿Quieres que te acompañe en tu casa? – se aventuró a proponer el escritor, optimista, afable- Haré la cena también, si quieres.

-No.

¿La voz de Sakura había sonado cortante? Era extraño. En otras ocasiones Syaoran la había visto enfadada pero, por algún motivo, ahora se sentía diferente. Como si una mano invisible le pidiera que se apartara un momento, pues ese no era el espacio. Intentó no hacerse ideas raras en la cabeza, ni tomarse personal los comentarios. Rascó su cabeza castaña de manera desconcertada y acto seguido, sonrió. O lo intentó.

-Vale, entiendo, día ocupado- dijo, riendo ligeramente, alzando las manos a modo conciliador. Sakura entró a su propia casa, y Syaoran sintió el afán de pensar rápido- ¿Puedo darte un beso de buenas noches? - esperaba, con eso, al menos suavizarla.

Sakura sacó las llaves y por primera vez real en esos segundos lo miró directamente a los ojos, con una expresión indescifrable y tocada. Esa mirada que era suave y gentil, de repente, tenía una dureza que parecía impenetrable y que dejó a Syaoran frío, en su sitio.

-No- respondió por tercera vez, antes de cerrarle la puerta en la cara.

Y el joven escritor parpadeó, confuso. Sin entender nada, ni el porqué del súbito enojo de Sakura; hasta que de repente una idea que parecía irracional le llegó a la mente.

"Ella lo sabe" pensó para sus adentros. Lo sabe, lo sabe, ¿Cómo? No podía decirlo, pero no se atrevía a tocar la puerta en ese segundo, porque no estaba seguro si era por eso.

-Bueno… vale- fue todo lo que acató a responderle a la puerta cerrada, esperando con todas sus fuerzas que Sakura lo escuchara- Hablaremos mañana, entonces- dijo, antes de él mismo dirigirse a su departamento.

Y Sakura escuchó, pero no respondió. Tenía la mandíbula tensa, apretaba los dientes, le ardían los ojos. Soltó el bolso, queriendo gritar, pero no lo hizo. Tan sólo llevó las manos a su rostro, apretando los ojos fuertemente, ahogando un sollozo mientras se dejaba caer de rodillas al suelo, sintiendo una ardiente opresión en su pecho y en su vientre.

Te mintió. Te mintió. Ella es mejor. Ella siempre fue mejor. No eres nadie.

No cesaba de escuchar esas palabras en su mente, y le resultaba tortuoso. Pensó en cómo le hizo el amor la semana anterior y se sintió tan bien y feliz. Ahora, en ese segundo, se sentía estúpida. Y pensar que había confiado en él, para haberlo aceptado de nuevo en su casa durante en fin de semana, donde siguieron compartiendo besos y miradas mientras él… ¿Pensaba en Meiling? ¿Sería realmente ese el primer día que se habían visto o llevaba más tiempo.

Te mintió, te mintió, te mintió.

Seguía escuchando, sintiendo los ríos de agua salina descender por sus mejillas, frotándose los ojos tras sentir el suelo alfombrado bajo sus rodillas. Sintiéndose miserable y poco digna, como llevaba años haciéndolo, hasta que otra voz se coló entre esas que la atormentaban, permitiéndole un respiro de un segundo. Una voz suave que desentonó por completo con el resto.

¿No crees que eres injusta contigo?

Al escuchar esa voz, como si le hubiese hablado alguien a su lado, Sakura alzó la cabeza con el rostro húmedo, callando un momento. Escuchó la frase con la misma claridad que la escuchó cuando Rika se la dijo hacía un momento y, aunque seguía teniendo una forma abstracta, de alguna manera ahí, en el silencio de la sala, lograba sentirle poco a poco un color a esa resonancia. Varios colores, incluso.

¿No crees que eres injusta contigo?

Injusta. Detuvo el llanto un momento, aunque siguiera sintiendo ese vacío en su vientre, como quien se salta un escalón por accidente. Miró sus manos con atención, siendo consciente de observarlas detenidamente por primera vez en mucho tiempo, flexionando los dedo. Siendo consciente de sus uñas, más largas. De las pequeñas peladuras que podía conseguir hacerse con los cueritos, cuando tenía arranques de ansiedad. De esas manos que, desde que aprendió a hacerlo, le ayudaban a escribir. Recordó meses atrás a Rika hablando del análisis de las manos en la psicología y lo importantes que eran estas para mostrar la manera como una persona podía comunicarse con otros. Con las manos podía abrazar a sus cercanos, podía abrazar a su familia, tocar a sus amigos, ser feliz sintiéndolos cerca. Y de una manera que no fue consciente realmente antes, se sintió respirar.

¿No crees que eres injusta contigo?

El aire olía a verano, a sol, a alfombra. Sentía el aire entrar por su fosa nasal, llegando a su frente, pasando por su garganta, alcanzando su pecho, inflando su vientre. Y luego el mismo recorrido de regreso al soltarlo. Se sintió respirar y el dolor fue bajando, pero ahora se sentía de una manera diferente. De una manera que simplemente quería salir. Y salió. Las lágrimas volvieron a brotar, en un profundo estado de reconocimiento propio en el que le hizo caso a Rika y por fin, luego de muchos años, escuchó a su cuerpo. A ese cuerpo al que bastante de seguido criticaba al frente del espejo y comparaba con otros. Lo escuchó y su cuerpo lloraba, con una mezcla de dolor y gratitud por haber sido percibido luego de tanto tiempo. Se abrazó, sintiendo sus piernas ahí, arrodilladas. En una posición tal vez no muy cómoda, pero vivas, despiertas; piernas que podía lucir, que le permitían avanzar, que le regalaban alguna danza de tanto en tanto. Y entre esa mezcla de emociones, sintió entonces felicidad, a la par del dolor, la tristeza y la gratitud.

Pensó repentinamente en todos esos años que gastó, pensando en darle gusto a otros. En darle gusto a Hien, como novio, a la familia Li. Pensando en darle gusto a sus padres y a sus amigos. Llevando su cabello de determinada manera, portando ropas que no la convencían por completo, renunciando a su sueño de escribir por un trabajo estable. Y mientras tanto ahí estaba ella, aguantando en silencio, ¿Para qué? Hien falleció, los Li tenían su empresa, sus amigos tenían su vida, sus padres estaban bien y juntos, entonces, ¿Para qué? ¿Para qué tener que llegar a ese punto de cuestionamiento propio constante, si lo único que necesitaba con certeza era tenerse a sí misma? ¿Y realmente se estaba teniendo? No… No, hasta ese segundo. Que lloraba con el alma. Lloraba tanto que dolía. Las lágrimas escurriéndose por sus mejillas, por su nariz mientras apretaba más fuertemente el abrazo a sí misma, sintiéndose.

-Lo siento…- se dijo con la voz rota- lo siento… lo siento… lo siento…- por todas las veces que dijo que "no" a algo que deseaba. Por todas las veces que en sí se dijo "no". Por todas las veces que recibió un beso, sin desearlo. Que hizo un trabajo, sin querer hacerlo. Por todas las veces que dejó pasar oportunidades de hacer algo que quería, influenciada por otros. Por todas las veces que no estuvo conforme con algo, pero guardó silencio. Por todas las veces que le dio más poder a otros sobre su propia palabra, que a ella misma. Por todas las veces que se sintió mal en el espejo, por compararse con otros contantemente, en lugar de mirar con ojos divinos lo que tenía al frente. Que era lo que tenía. Lo que era. Quién era.

¿No crees que eres injusta contigo?

Claro que era injusta. Por todas las veces que no se escuchó. Por todas las veces que vio belleza en todos, menos en sí. Por olvidar lo gratificante que era ganar un premio para sí, en lugar de siempre pensar en entregarlos a otros. Por estar ahí, y no reconocerse que estaba ahí.

-Lo siento…- seguía diciendo, soltando, liberando, sintiendo en lo más profundo de su ser una catarsis que la expiaba de todo lo que hizo y no hizo, y se reconocía como la persona que podía ser vulnerable y fuerte en ese segundo. Por primera vez en su vida, Sakura Kinomoto sintió ver el mundo de una manera más clara, donde ya no le importó pensar en Hien, ni en los Li, ni en sus amigos, ni en Syaoran. No le importó pensarse viviendo con otra persona, ni se sintió hatada a esa necesidad. No. Ella consigo estaba bien. Había estado bien antes, estaba bien en ese segundo y estaría bien también a futuro. Habría podido tomar determinadas decisiones y tomó otras. Estaba en ese segundo en su camino y podía escoger si desviarlo o no. Ella sentía en ese instante tener todo el poder sobre su propia alma y fue hermoso, fue liberador, fue una experiencia de totalidad física y espiritual. Poco a poco el llanto se fue calmando y mientras lo hacía, y limpiaba sus lágrimas, se iba mirando, como quién se reconoce por primera vez luego de estar mucho tiempo en la neblina.

Ella no necesitaba a alguien para estar bien. Se tenía a sí. Eso era realmente lo que tenía, y acababa de entenderlo y abrazarlo con la claridad de quien entiende la belleza de los amaneceres. No necesitaba de alguien que la motivara a escribir, si podía ella misma coger un lápiz y hacerlo.

Y así estaba bien. Lo estaba. Absolutamente.

¿No crees que eres injusta contigo?

Ya no.

Y sintiéndose por primera vez ligera en muchos años, Sakura tomó aire, terminando de calmarse. Al tomar aire, se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, observando la textura líquida y transparente sobre su piel. No pudo evitar reír. Una risa seca, ronca, cansada pero, ante todo, honesta. Una risa que necesitaba. Tomó aire nuevamente, de manera más profunda, y acto seguido, tomó el bolso que había tirado, de donde sobresalía su libro de escritos con la punta del folleto del recital de poesía mal doblado.

Lo tomó. Y se puso de pie.

Había llegado el momento de avanzar y escribir.