Perdón por tardar en publicar, iba a publicar el sábado pero si no era una cosa era otra, en fin muchas gracias por leer y muchas gracias a Elii por el lindo review. Recuerden que los personajes no son míos, ni los lugares, ni las puertas desvencijadas ni las miradas frías, ¡disfrútenlo!


Se encontraba camino a Thornfield House, como había prometido a Mrs. Fairfax, a primera hora de la mañana, solo había encargado que entregaran su carta, había tomado un baño y había emprendido su camino a la gran mansión en un coche rentado en la posada. Iba lleno de renovadas energías y con la esperanza de que no se repitiera lo ocurrido la mañana anterior, deseaba terminar con todo esto lo antes posible.

Mrs. Fairfax. aguardaba por él, así que simplemente lo guio por el mismo recorrido que habían emprendido al lujoso despacho de Mr. Rochester, Mrs. Fairfax abandonó la habitación y lo dejo ahí, solo, justo como la mañana anterior, casi esperaba ver entrar a Mr. Rochester ahogado de borracho y tropezarse al preguntarle por el viaje, pero cuando escucho un ruido a sus espaldas y giro su cabeza, vio a un Mr. Rochester que no se tambaleaba, que no lucía desmejorado, que no parecía haber bebido una gota de alcohol en absoluto, incluso parecía rodeado de una extraña aura de felicidad que parecía extravagante.

Mr. Rochester le ofreció una sonrisa que a Lefroy le pareció extraña en esa cara, no como si fuera forzada, más bien como si no estuviera acostumbrado a hacerlo muy seguido y parecía un poco antinatural la manera en la que exhibía todos los dientes. Trato de responder con una sonrisa que no dejaba de parecer fingida y espero que Mr. Rochester no lo notara, aunque probablemente lo hizo ya que su sonrisa fue remplazada por lo que parecía ser su expresión habitual, se adelantó y le ofreció la mano.

-Bueno días señor Lefroy- tomo su mano y la sacudió- ¿como se encuentra usted?

-Bien, gracias. - Hubo un pequeño silencio en el que Lefroy no supo que decir.- Usted se nota mucho mejor que el día de ayer ¿como se encuentra?

Pensó que la vergüenza que había cruzado el semblante de Mr. Rochester era pura imaginación suya.

- Oh si, ya estoy mucho mejor.- Parecía que se debatía en decir algo o no.- Quería disculparme con usted por haber estado tan indispuesto, y que usted tuviera que perder un día de su valiosísimo tiempo.

-No se preocupe.- Fue lo único que dijo, y el silencio que siguió le pareció lo más incomodo de aquel viaje, le parecía agradable que el hombre no hiciera como si nada hubiera pasado, y también le alegraba no haber visto aún al hombre al que la mayoría veía, al grosero y altivo ricachón.

-Por favor, tome asiento.- Dijo Rochester mientras se situaba en su lugar detrás del escritorio.

-Gracias.- Pensó que sobrio no le pareció tan repulsivo, incluso estaba siendo educado. Pero su mente le hizo desechar el pensamiento imponiéndole el recuerdo de un Rochester apestando a licor. Después de eso se dedicaron enteramente a redactar el testamento de Mr. Rochester, y Lefroy pensó que la cantidad de libras que el hombre manejaba era ridícula, le irritaba la manera desenfadada en la que se refería a su dinero, como si no fuera nada.

Acordó dejar el 50% de todo a Adele, un 30% a un afortunado en una carta que deseaba que fuera abierta el día de su muerte, un 10% a la Iglesia aunque no tenía ni pizca de creyente y el 10% restante lo dejo repartido por el servicio de la mansión. Se dijo para sus adentros que el señor tenía una vida de lo más triste, repartiendo su riqueza entre la iglesia y el servicio, sin esposa, ni hijos. Sin nadie. Pensó además que esto no podía ser fruto de una serie de eventos desafortunados, sino que era culpa del propio señor, aunque no conocía su pasado podía adivinar algo muy oscuro y escabroso, y le parecía muy misteriosa la muerte de su esposa.

-Sé que no le agrado.- Dijo Rochester con monotonía en su voz y una seguridad implacable, y tomo completamente desprevenido a Thomas, quien de repente se encontró sin nada que decir.-Puedo notarlo en sus maneras hacía mi persona y puedo decirle con toda la seguridad con la que puedo contar que no podría importarme menos, usted solo viene a cumplir aquí con una labor, así que siéntase libre de pensar lo que desee.

Lefroy noto como se le subían los colores a la cara, pero mantuvo una expresión irrompible, afilo su voz y se repuso lo suficiente para contestar.

-Tenga por seguro que así será, pierda usted cuidado.- Podía sentir como un entrañable desprecio se iniciaba en su vientre, se sentía mareado.

-Es usted libre de irse, puede hospedarse aquí si lo desea, ya he ordenado que limpien y acondicionen la casa de huéspedes.

No podía creer que le estuviera ofreciendo tal cosa, sin ofrecer ninguna respuesta se levanto de su silla, miro a los fríos ojos de aquel hombre, dio la media vuelta y salió por la puerta hecha una furia cuando se encontró con Mrs. Fairfax.

-Mr. Lefroy, ya está lista la casa de huéspedes. Lefroy estaba a punto de decir que no, que no se hubiera molestado, por que no pensaba pasar mucho tiempo ahí, con ese ser despreciable, que no quería siquiera ser el objeto de una mirada casual por parte del señor, que ni siquiera quería que existiera el vinculo de trabajo que ahora los ligaba, pero después pensó en que su tío no lo había dotado de mucho dinero, en que la posada era fría y desagradable y en el trayecto en coche que debería recorrer cada mañana para llegar a Thronfield House, pero también pensó en que al menos quedándose ahí podría, al menos en una pequeñísima medida, indemnizar el mal trato que pudiera llegar a experimentar en la semana siguiente en que le tomara arreglar los documentos, así que simplemente asintió con la cabeza y dijo.

-¿Podría usted llevarme a mi habitación? Me encuentro cansado.

La señora lo condujo por un pasillo largo a la izquierda de la salida del despacho, el pasillo dirigía a otra sala pobremente iluminada que daba a un gran jardín y ahí podía verse la casa de huéspedes, era una construcción en piedra, pudo adivinar que era muy vieja ya que las puertas y ventanas estaban un poco desvencijadas, entro por la puerta seguido de Mrs. Fairfax que una vez cruzado el umbral de la habitación destinada para él, lo dejo solo. Con el orgullo aplastado como por un ariete, se sentó al borde de su cama y puso su cabeza entre sus manos, sintiéndose humillado de que sus posibilidades económicas le impidieran quedarse en un lugar lejos de aquel desagradable señor, pensó que de ser una persona solvente económicamente, ni siquiera tendría que estar en ese lugar, en esa situación, en la que si decidía independizarse de su tío, su familia lo pagaría con hambre. Por momentos la vida le desagradaba tanto o más que lo que le desagradaba Mr. Rochester.

...

Edward miraba curioso por su ventana la manera en que Lefroy tomaba su equipaje del coche de la posada, horas atrás Mrs. Fairfax había mandado a un sirviente en caballo para pagar la deuda del señor Lefroy en ese lugar -cosa que pareció molestar al señor Lefroy- y para que mandaran traer su equipaje, casi eran las 6 de la tarde, hora de la cena, así que Mrs Fairfax le llevo su comida a su habitación ya que últimamente solo el desayuno lo tomaba en el comedor.

- Hoy voy a cenar en el comedor.- Le dijo cuando la señora atravesó la puerta con una bandeja en manos. -Entonces irá usted a cenar solo, el señor Lefroy ha pedido que le llevemos la cena a su habitación.

-Siempre ceno solo, pero hoy no me siento con ánimos de soledad, dígale que vaya a cenar al comedor, y también avísele a Adele que quiero verla ahí.

La señora simplemente se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Rochester solo con sus pensamientos, Por razones que no terminaba de entender, el otro señor parecía empezar a odiarlo, y pensaba que lo único terrible que le había visto hacer era caerse de borracho, no era algo que le provocara orgullo, al contrario, le hacía saborear una intensa cólera hacía él mismo, pero no le parecía motivo suficiente para un desprecio tan agudo. Le sorprendió sobremanera que decidiera, después de lo que le dijo en el despacho, hospedarse ahí. Después reflexiono que debía ser por falta de fondos y por eso decidió pagar su deuda de la posada, haciéndolo molestar aún más. No entendía ni un poco de la situación, pero no dejaba de parecerle fascinante.

Al llegar al comedor Adele estaba en el lugar de siempre -1 silla alejado de él-, y frente a ella estaba Lefroy, la opresión que se sentía en el aire era tangible, podía sentir la mirada tímida de Adele y la ausencia de la mirada de Lefroy que era notorio evitaba mirarlo directamente y se dedicaba a mirar su taza de té, con la espalda recta y las manos crispadas.

Se limito a sentarse en el comedor, no sabia como empezar en ese tipo de situaciones, así que simplemente, como un acuerdo implícito se dedicaron a comer sin articular palabra, y Rochester no podía evitar dirigir pequeñas miradas furtivas a Lefroy, y observar la manera en la que comía. Como su porte elegante e intrincado eran sus modales en la mesa, impecables. La institutriz de Adele debía estar realizando un buen trabajo ya que la niña también se esmeraba en recordar sus modales, le puso triste el hecho de que nunca parecía interesarse por las actividades en la vida de Adele, así que decidió romper el silencio.

-Adele.- La llamo y le pareció escuchar un poco de vacilación en su propia voz y también un poco de pesadez en la mirada de la niña, como si esperará un regaño.- ¿Como te va con Miss Eyre?

-Bien, gracias.- Y la niña no dijo nada más.

-Me alegro.- Aunque no se alegraba en absoluto, ahora estando sobrio, se daba cuenta de lo dañada que estaba su relación con Adele, al punto de poder parecer apenas conocidos. Notó como Lefroy se removía incómodo en su asiento.

-Adele, éste es el señor Lefroy, va a estar con nosotros una breve...

-Brevísima- Corrigió el ojiazul con mordacidad.

-... Brevísima temporada acompañándonos.

-Es un placer señor Lefroy, espero disfrute su estancia aquí.- A Rochester le pareció sorprendente la manera en la que la niña se dirigía a sus mayores, como si ella también fuera mayor, no había ni pizca de vacilación en el tono de su voz y había montones de sincera bienvenida.

Lefroy debió haberlo notado también ya que le vio esbozar la única sonrisa honesta que le había visto a ese peculiarmente atractivo rostro y cuando lo hizo Rochester quedo impactado por la calidez de su sonrisa. Se sorprendió aun más cuando sintió la tensión también en su rostro. Una tensión muy parecida a una sonrisa.

-El placer es mío Adele.- Lefroy volteo para mirar a Rochester y en cuanto sus miradas se cruzaron su sonrisa se apagó, o al menos eso le pareció haber visto.

De ese momento en adelante los tres se dedicaron a comer en silencio, pero en la cabeza de Rochester no había ni un ápice de silencio. No podía dejar de recordar el calor que sintió por toda la cara cuando Lefroy sonrió y entonces su mente evocó el recuerdo de la sonrisa que le había ofrecido esta mañana, una mueca falsa e incomoda y pudo notar el contraste con la sonrisa que le había visto hacia unos minutos. No pudo dejar de pensar en que le gustaban las dos sonrisas, la falsa y la verdadera, una era cálida y deliciosa llena de un mundo de color intenso, la otra era fría, lóbrega y real, su mirada cuando estaba a punto de dejar el despacho era tan glacial que podía amainar el mas fuerte incendio. Y por alguna extraña razón le parecía excitante, ese contraste, lo sentía como descubrir un color nuevo, en ese momento supo que tenía que descubrir todos esos nuevos matices.

Cuando hubieron terminado la cena, Adele se dirigió a toda prisa a su habitación, y el señor Lefroy se dirigió con paso apresurado a la casa de huéspedes, Edward lo alcanzó.

-Señor Lefroy.- Lefroy volteó y el azul de sus ojos era puro hielo. -Debiera usted sonreír más.- En cuanto las palabras salieron de su boca se sintió la criatura más torpe del mundo.

- Podría tomar esa observación también para usted.

-Lo haré.- El señor Lefroy lo miro sin comprender, pero sin derretir el hielo en sus ojos, hizo un pequeño asentimiento con la cabeza y desapareció por la habitación adyacente.