Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía y queda prohibida su reproducción parcial o total sin mi consentimiento.

N/A: No podía irme sin dejarles el epílogo, que aunque es cortito, es muy dulce, a mí me encanto y espero que a ustedes también.

Está dedicado a ustedes, quienes no son sólo lectoras para mí, son mi amigas.

Besos, An.


Epílogo: una nueva primavera.

Isabella caminó por el jardín hasta donde dos lapidas juntas se encontraban. El día era soleado y fresco y se detuvo un momento para aspirar el fuerte olor a bosque de Forks.

Aunque ya no vivía ahí, ese siempre sería su hogar. Ahí era donde sus padres se habían conocido, donde ella había nacido, donde había encontrado a sus mejores amigos, donde su hermana había conocido a su verdadero amor, donde ella misma había encontrado el amor. Ahí era donde sus padres descansaban eternamente.

—Hola, mamá, hola, papá—susurró Bella frente a las tumbas. Una lágrima rodó por su mejilla.

—Mami, no llores—la consoló su pequeño, al verla. Bella sonrió inmediatamente, era el efecto que Charlie, su pequeño de cinco años, siempre tenía en ella.

—Tienes razón, no quiero hacer que tus abuelitos se pongan tristes—el pequeño sonrió espléndidamente y asintió, dándole la razón a su madre.

El niño desplegó el papel que llevaba en sus manitas y lo dejó frente a la tumba de su abuelo, por quien llevaba su nombre.

—Mamá dice que soy bueno pintando, como ella—habló el niño hacia la lapida—, así que te traje este dibujo, son tú y la abuela vistiendo muy bonito.

Bella sonrió con ternura, para él, en la fotografía que tenía de la boda de sus padres, ellos sólo estaban vestidos muy bonitos, pero se veían muy felices.

—Charlie es maravilloso pintando—habló Bella, controlando el llanto por el bien de su hijo—. Renesmee es mejor con el piano, eso debo admitirlo.

Como si supiera que lo estaban llamando, el padre de sus hijos llegó a su lado, con la pequeña en sus brazos. A diferencia de Charlie, que era el vivo retrato de Edward, su hija de tres años se parecía muchísimo a ella.

—Gracias—susurró de nuevo, abrazando a su pequeño y pegándolo a ella, mientras Edward la rodeaba con un brazo—. Ustedes me enseñaron todo lo que sé, y les agradezco por ser mis padres.

Antes de que pudiera soltarse a llorar, la pequeña reclamó la atención de su madre, y Bella no pudo más que sonreír y tomar a su niña. Donde fuera que se encontraran sus padres, estaba segura de que la veían, y estaban orgullosos de ella.

—Los chicos nos esperan—susurró Edward, su esposa asintió y colocando un beso en cada sepulcro, se alejó.

Edward tomó en brazos a su hijo, quien parecía no cansarse de ir en brazos de su padre, y caminaron hasta su auto.

Condujeron hasta Port Ángeles, donde todos se alojaban. Como Rosalie, quien esperaba su sexto (y esperaban que último) hijo, no podía viajar, decidieron que era mejor alojarse lo más cercano posible a ellos.

Alice y Jasper también los acompañaban, con Jason, quien ya con casi catorce años, se convertía poco a poco en todo un apuesto jovencito. Esme, quien vivía con Bella y Edward después del fallecimiento de Carlisle, los esperaban también.

En ese momento irían a festejar sus diez años de matrimonio, aunque técnicamente sólo tenían cinco años desde que se habían vuelto a casar, para Edward y Bella aquellos cinco años que habían pasado alejados también contaban, ya que nunca habían dejado de pensar el uno en el otro.

— ¿Qué noticia crees que sea mejor? —cuestionó Bella, tomando con emoción la mano libre de su esposo, Edward sonrió.

—Ambas son muy buenas.

— ¿Qué tal si les decimos que abriremos nuestra propia escuela de arte y como si no quisiera la cosa, que estoy embarazada otra vez?

Edward rió, durante los primero años de su reconciliación, Edward había descubierto que Emmett no era el único bromista en su familia, Bella tenía un serio sentido del humor que a veces le sacaba canas verdes a la mitad de su familia, y por la mitad se refería a Alice y a Emmett nada más.

—Suena perfecto—concordó, besando su mano. A pesar de los años, aquellos gestos dulces e inocentes que hacía Edward para con ella seguían volviéndola loca.

— ¿Qué es empanizada, mami? —preguntó Charlie inocentemente, haciendo reír a sus dos padres.

—Significa que mami tiene que comer mucho pan porque va a haber un nuevo bebé en la familia—explicó Edward como si fuera lo más lógico, Bella rió, tendrían muchos problemas por aquellas explicaciones que le daban a su hijo.

— ¡Bebé, bebé, bebé! —gorgoreó Renesmee desde su asiento.

—Sí, mi amor, un bebé—asintió Bella.

Mientras llegaban a su destino, Bella pudo sentir la primavera en el viento, en la mirada de sus hijos, en la calidez de los besos de su esposo, en toda ella, la primavera llegaba de nuevo.