Disclaimer: Esta historia ni sus personajes me pertenece, solo la estoy adaptando con algunos de los personajes de Stephenie Meyer, la historia pertenece a Kat Martin.


EPILOGO

Isabella saboreó la sensación de tener el fuerte cuerpo de Edward apretado protectoramente junto al de ella. Acababan de hacer el amor y seguían flotando en el resplandor de la satisfacción.

Era el día en que cumplían seis meses de casados. La boda había sido sencilla pero elegante, y se había celebrado en los jardines de Ravenworth Hall. Habían estado presentes todos sus amigos: Jason y la duquesa viuda, lord Garrett e Irina, amigos nuevos y viejos, muchos más de los que imaginaban. En un costado estaba Emmett, junto a la fiel servidumbre de Ravenworth.

Jackson Fremantle, desde luego, no estaba allí. Había sido despedido sin miramientos, sin cartas de recomendación.

Después de la boda, esa misma noche, en su alcoba, Edward le había entregado su regalo, que no eran los rubíes Ravenworth, que seguían guardados en la caja fuerte de Carlisle, sino un bellísimo collar de diamantes y esmeraldas que había elegido para que hicieran juego con sus ojos.

Al recordarlo, Isabella no pudo menos que sonreír. Esa misma noche se había puesto las esmeraldas para la cena, y Edward la había sorprendido con la pulsera y los pendientes que hacían juego. Ella tenía para él un regalo diferente, más precioso que cualquier joya.

Sintió los dedos de él deslizándose suavemente por su espalda, recorriendo cada vértebra de su espina dorsal. Le dio un beso en el cuello, y ella se estremeció. Edward era deliciosamente insaciable, especialmente esa noche. La deseaba una vez más, y como siempre, ella lo deseaba a él.

Se puso de espaldas para mirarlo a los ojos, y vio en ellos amor y un destello de malicia.

—Gracias por la pulsera. Seis meses no son un verdadero aniversario, aunque para mí desde que te conocí cada día ha sido algo especial.

Él la besó con suavidad.

—Tú eres la especial, Bells. Y doy gracias a Dios todos los días porque seas mía.

Ella le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los de él.

—Yo también tengo un regalo para ti. Pensaba dártelo más temprano, pero estabas tan ansioso por... otras cosas que pensé que sería mejor esperar hasta ahora.

Él alzó una ceja.

—Creí que ya me habías dado un regalo. Creí que cuando me pasaste la lengua por el ombligo hacia abajo, hasta mi...

—¡Edward Anthony Masen! No puedes llamar regalo a eso.

Él sonrió con lujuria. Después de todo, seguía siendo el Conde Perverso, y eso no había cambiado.

—Perdón.

Pero el brillo de sus ojos decía que no lo lamentaba en absoluto.

—El regalo que voy a darte es algo que te durará toda la vida, y más aún. ¿Lo adivinas?

Él sonrió y sacudió la cabeza.

—¿Unas botas para montar?

Sonriendo, Isabella le tomó la mano y se la puso con cuidado sobre la suave curva de su vientre. Toda diversión pareció esfumarse del rostro de Edward.

—Dime que no es una broma. Santo Dios, Bells, dime que el regalo es un hijo.

Su mirada tenía tanta intensidad y estaba tan colmada de esperanza que ella sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.

—Vamos a tener un niño, milord. Si tenemos suerte, tal vez sea varón.

Edward trató de decir algo, pero ningún sonido salió de su garganta. Apartó la mirada. Cuando volvió a mirarla, ella sonreía.

—Era el regalo que más anhelaba recibir. El que creí que jamás recibiría. Varón o niña, no tiene importancia. Lo que importa es que será nuestro y que lo amaremos con locura —se inclinó y la besó con pasión—. La amo, lady Ravenworth. La amo condenadamente mucho.

La invadió la felicidad, y una salvaje, casi dolorosa, oleada de amor. Ya era su esposa, y pronto sería la madre de su hijo.

Ni en sus más locas fantasías habría imaginado Isabella la alegría que hallaría en los brazos del Conde Perverso.


Ame totalmente esta historia, espero la hayan disfrutado mucho.

Besos y abrazos!