Nda: ¡hola caracolas! :D Naruto fue mi primer anime, y después de ocho años he decidido retomarlo. Adoro a Gaara desde su primera aparición, todo hastío y malas vibraciones, y me he animado a escribir algo de este fandom tan maravilloso antes de seguir con mis otros fics. Este ya lo tengo terminado y lo subiré de once partes. Interacciones de Kankuro y Gaara y pinceladas de algo más que avisaré al principio de cada actualización. Por ahora, esta solo tiene gen.

Spoilers del Shippuden, que no he empezado a verlo pero me he enterado de cosicas. Si habéis visto hasta el secuestro de Gaara no corréis peligro.

Disclaimer: Naruto no me pertenece. Todo de Masashi Kishimoto.


El disfraz de celofán


[Mito 1º] El hermano pequeño se va antes a la cama

Cojera al andar, semblante demacrado sumado a su palidez habitual y los faldones de la túnica roja deshilachados. Una pierna derecha que hormiguea y lo traiciona si Kankuro (mi hermano) no lo sostiene por los hombros (Kankuro es mi hermano mayor), cuántos problemas nos das, hermanito, palmadita, palmadita.

Tras su regreso a Sunagakure, Gaara tarda un poco en descubrir lo que se cuece. Normalmente los ANBU lo mantienen al corriente de las conspiraciones, pero o la emboscada de Akatsuki le ha hecho perder autoridad o están todos metidos en el ajo. Los farolillos de colorines y las sonrisas cómplices siembran dudas que no florecen hasta horas después de la partida de Naruto.

Temari le compra ropa nueva todos los días. Sobre todo pijamas. Muchos pijamas. De dónde sacará tantos. Gaara tiene sus teorías. Desde un país pequeño enriqueciéndose a costa del sueldo de su hermana hasta alguna red aldeano-clandestina de batas y camisones que habrá que desmantelar. Es eso o alquilar un almacén adyacente a la Torre del Kazekage para meterlos todos. Tiene que mirar precios. Protesta, arguya que no tiene tiempo para esas cosas, claudica y se lo prueba todo porque en fin, es su hermana (mi hermana. De Kankuro y mía) y nunca se le curará el remordimiento por todo el miedo y todo el horror que le ha hecho ver. Y que a Gaara las camisas le queden enormes y repita estofado de carne le hace feliz. Le recuerda al niño triste y solitario al que le gustaría haber cuidado mejor.

Y bueno. Gaara no se queja.

Lleva tres años buscando ser necesario para su pueblo y de repente es él quien necesita ayuda. La sensación no le crea complejos de inferioridad, es nueva y agradable, como meterse en la cama en verano y encontrar las sábanas frías. Un abrazo de suavizante y todos los remedios caseros que ha intentado para aprender a dormir. Incienso aromático, lavanda en la almohada, leche con miel después de cenar, manzanilla, aislarse del sonido, apagar las luces, llegar del despacho a las tantas con los ojos en tinta y los ropajes de Kazekage pesando más que los párpados. Cuando Shukaku le comía el alma clavando los colmillos de mapache en la carne, en el aura malherida, Gaara se preguntaba cómo sería arrancárselo de dentro. Cómo sería dormir. Ahora lo sabe.

Es difícil.

–Kankuro, vete a la cama.

Las calles rezuman olor a comida caliente y a muchedumbre. Solo quedan ellos en la Torre del Kazekage. Incluso Temari se ha dejado convencer por Shikamaru y en el fondo, Gaara no espera que Kankuro asuma el riesgo de volver a casa y encontrárselos allí por las buenas. Sabe lo que hacen las personas cuando se gustan lo bastante para aislarse del resto y prefiere no pensar en ello. Le hace sentir incómodo, ajeno a la costumbre social.

–No seas aguafiestas. Se ha decretado una semana de fiestas oficiales y vamos por el tercer día.

Gaara le quita el envoltorio a su vigésimo tercer caramelo de café. Ha desarrollado una afición insólita por ellos, teniendo en cuenta que no bebe café.

–No recuerdo haber decretado nada.

–Pues el documento tiene tu firma –sonríe Kankuro, todo elocuencia y hombros encogidos.

–Mi firma falsificada. Debería despedirte –sentencia sin inmutarse. Artículo 24 del Código Delictual Shinobi del País del Viento, epígrafe siete. Del Kazekage y sus deberes."El Kazekage es el máximo representante de la Villa Oculta de la Arena y un órgano decisivo en el Derecho Internacional, puesto que su firma en los tratados con otros países es la que valida el documento. Su falsificación por terceros conllevará el despojo automático del título de ninja del que cometiere la acción, pudiéndosele aplicar penas de prisión o incluso, el exilio permanente". Gaara se lo ha aprendido de memoria.

Las amenazas forman parte de su relación con Kankuro. Antes era debería matarte, ahora es debería despedirte.

–Sal un rato, anda. Llevas aquí metido desde que volvimos. Deberías estar con tu gente. Es por ti por quien llevan tres noches brindando.

–Cumplo con mi deber.

Lo dice totalmente convencido, serenidad, educación y pocas palabras, como si no sopesara quemar toda esa montaña burocrática. La nación colapsó durante su ausencia y Kankuro no sabe si Gaara entiende lo mucho que se alegran todos de tenerlo de vuelta. Todavía tiene pesadillas con la aldea vacía de arena y el pasto empapado de rocío. No sueña con el veneno de Sasori ni el ardor posterior. Sueña con Gaara. Pesadillas en las que llegan tarde y no pueden recuperarlo, y Kankuro se pregunta cuántas veces va a tener que verlo morir.

Querría revolverle el pelo. Hacer a un lado los papeles y dejarse de formalismos, y abrazarlo. Se esfuerza tanto, Dios, se esfuerza tantísimo.

–Yo también.

Yo también cumplo con mi deber.

Le gustaría poder mandarlo a la cama. Al sobre, Kazekage. Venga a dormir la mona, renacuajo. Ahora que no lo posee un espíritu maldito, Kankuro lo nota. Gaara está agotado y permanecer despierto le cuesta un triunfo. Aun así, algo le dice que nunca se quedará dormido antes que él. Que ellos.

–Puedo yo solo –masculla.

Allá va otro caramelo.

–Podrías. Pero no estás solo. –Gaara levanta la vista y lo mira a través del verde y las ojeras. Ha crecido pero sigue siendo el enano enclenque que no llegaba al tarro de galletas y lo cogía ayudándose de la arena, el mismo que daba vueltas por el lavabo mientras se cepillaba los dientes. Un chiquillo que pasó demasiado tiempo solo, hasta que estar solo se convirtió en sinónimo de estar vivo–. Y como sigas así se te van a picar los dientes.

La discusión dura poco, y al final Kankuro baja a los puestos a por algo de picar. Preferiblemente sin azúcar.


¿Por qué celofán? Porque es fácil de romper, como este mito. Si os ha gustado/se os ocurren más hacédmelo saber en un review chiquitín y puede que suene la flauta :3